Litttle Witch Academia no me pertenece, ni sus personajes. De fans para fans~


—¡Ni hablar, no vas a ir con otra de esas cajas de princesa!

—¡Pero no tengo vestidos bonitos como tú, Diana!

—Es un baile formal al que fuiste invitada cordialmente –la joven noble tomó la caja de fantasía que daría vestidos de ensueño a Akko y sus amigas… hasta las 12, y la tiró en la cesta más cercana, sacudiendo luego las manos– Compraremos vestidos nuevos. Todas –recalcó.

—Pfff, los vestidos solo sirven para alentar a las mujeres –se quejó Amanda, rodando para quedar boca arriba sobre el sofá, se habían reunido todas en la habitación de la Cavendish con el fin de planear como irían al baile.

En realidad, había sido una idea de la mismísima rubia, ya que temía sus modales y el cómo se presentarían a un acto tan elegante, después de todo, estaban intentando quedar bien ante los estudiantes de Appleton y la ciudadanía en general.

—Bien –bufó Akko, cruzándose de brazos. Quería ir, pero tampoco quería pasar por eso de comprarse cosas y arreglarse, no venía a cuento cuando la magia era más práctica.

—Pedí permiso a la directora para salir este viernes luego de clases rumbo a la ciudad –con su usual voz de líder, Diana se dirigió a todas– Así que espero encontrarlas a todas en la entrada, he pedido que nos vengan a buscar expresamente, así que no será necesario usar las escobas.

El único quejido provino de Akko, Amanda puso los ojos en blanco.

¿En qué momento creyó que era buena idea pedirle consejo a Diana? La japonesa suspiró, resignada. Ya lo hecho, hecho esta.

—Estoy algo nerviosa… –admitió Lotte, removiéndose un poco en su lugar– Por lo de la última vez… ¿recordarán algo de todo eso?

—Tranquila Lotte –Sucy sonrió– No habrá abejas esta vez… –su sonrisa se tornó siniestra– No me gusta repetir mis trucos.

—Por mis estrellas –se lamentó la otra, tragando saliva.

—Nada de magia extraña en la fiesta –Diana sonó tajante.

—Tsk, no saben divertirse –Sucy miró para otro lado.

—Al menos veré como lo están llevando los muchachos –sonrió Amanda– La última visita fue bastante educativa para ellos respecto a la magia, ¿no Akko?

Ella no respondió, se había quedado pensando, ¿Qué clase de vestido le sentaría bien? De pronto se dio cuenta de que nunca se había fijado mucho en esas cosas. Pero el recuerdo de Andrew diciéndole que le parecía asombrosa, le daba una sensación agradable en el pecho. Además, ¡sin duda debía sorprenderlo esta vez! Demostrarle quien manda en aquella fiesta para que no le cupiera duda de que merecía estar allí.

—Akko –Amanda le tocó la frente con un golpecito.

—¡Ah! ¡No hagas eso! –se quejó, mirándola con molestia.

—Akko seguro se ha quedado pensando en el cumpleañero –metió el dedo en la llaga Bárbara, riendo con algo de burla. Se llevaban mejor, sí, pero algunas cosas simplemente no cambiaban.

—¡Claro que no! ¿Quién pensaría en ese presumido ricachón? –saltó rápidamente a la defensiva, poniendo en su cara un rojizo notorio.

—Vamos Akko –Amanda se unió, tomando una papita de Jasminka antes de sentarse a su lado– Después de todo, él te trajo tu sombrero aquella vez, ¿no? –sonrió, mordaz.

Incluso Constanze, quien estaba ajena por completo mirando por la ventana, se volteó para mirar a Akko y asentir.

—Es sospechoso –fue lo que dijo.

—¿Y no fue el con quien te encontraste el sábado pasado en la ciudad? –añadió Hannah, apoyando las manos en los hombros de Bárbara. Akko las miró con odio.

—¿Y el domingo anterior a ese? –completó esta última, sonriendo a la par, eran dos sonrisas idénticas.

—Ahora que lo mencionan, suelen mantener correspondencia también… –añadió una pensativa (e ingenua) Lotte.

—Akko es tan tonta que ni siquiera ella se ha dado cuenta, de seguro –rio Sucy entre dientes.

—¿Cuenta de qué? –la cara de Akko ahora estaba en rojo vivo, poniéndose en pose defensiva mientras veía como todas la traicionaban.

—Vaya... Aunque debo admitir que a veces Andrew me habla de ti, o me pregunta sobre ti –incluso Diana, con un dedo en la barbilla, miraba a Akko con curiosidad.

Fue suficiente para ella. Frunció el ceño mientras daba un paneo general a todas las miradas burlonas posadas en ella, antes de darse la vuelta con un pisotón en el piso.

—¡Estoy harta de sus tonterías! ¡Me largo! –chilló mientras caminaba en marcha a la puerta, dando un portazo antes de irse.

Un silencio curioso se hizo en la habitación, antes de que Diana soltara una risa ahogada contra su mano. Pronto todas se fueron contagiando, riendo con ganas ante la escena de Kagiri. Diana sonrió ante su ahora agrandado grupo de amigas. Le encantaba poder soltarse de aquella manera de tanto en tanto, actuar no como líder de Cavendish, sino como ella, una joven de 16.

—Muy bien, creo que eso ha quedado claro –dijo, jocosa, refiriéndose a lo de Akko– Y lo de la fiesta y vestidos también, ¡bien! Las espero a todas el viernes, entonces –sonrió, y todas le sonrieron de vuelta.


Akko se miraba una y otra vez en el espejo, mirando y analizando cada pliegue del vestido rojo pastel que se había comprado. Tenía una falda amplia y pomposa hasta las rodillas, con varias capas de tela y tul, se veía encantadora. El corset llegaba a su pecho y marcaba su cintura, los hombros eran caídos de tul, pero cortos, solo como un adorno de cintas. No tenía mangas, pero Diana le insistió en que usara unos guantes blancos cortos, que combinaban con el lazo en el costado de su cintura. Su usual coleta ahora estaba rizada, así como las puntas de su cabello, y un dije rojo alzaba su cabello, se había dejado todo el flequillo abajo, parecía quedar bien.

—¿Estás lista Akko? –Amanda abrió la puerta de su habitación de huéspedes. La aludida se dio vuelta con rapidez. Una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.

—Creo que si… no estoy muy acostumbrada a verme así, es todo… –admitió, llevándose la mano tras la cabeza.

—Estas genial, créeme –le aseguró su amiga, quien llevaba un vestido más pegado al cuerpo, sugerencia de Diana, de color plateado claro, algo brilloso y con el cuello atado tras la nuca– Impresionarás mucho a Andrew –se inclinó para esquivar el almohadón que le lanzó, riendo– Vamos, nos esperan abajo.

Se habían ido todas a la residencia que tenía Diana en la ciudad cercana, donde ella solía quedarse cuando salía los fines de semana. No era muy grande, pero si lo bastante cómoda para que todas se vistieran y prepararan. Abajo, en la sala, ya todas estaban reunidas y arregladas, charlando despreocupadamente. Diana, al ver a las últimas dos rezagadas llegar, llamó la atención del grupo.

—Muy bien chicas –como se esperaría, la Cavendish estaba bellísima, con un vestido tipo sirena de verde esmeralda y el cabello atado en una tiara de trenzas– Antes que nada, debo decir que todas se ven encantadoras –sonrió, contenta con las elecciones que habían tomado en la tarde– Segundo, ya nos espera el chofer afuera.

Salieron como un conjunto airoso de señoritas brujas, arregladas como en un cuento de hadas, siendo esta vez las Blancanieves en vez de las madrastras malvadas. A medida que se acercaban con la limusina que se había rentado para que todas cupieran, la emoción también se acrecentaba, aunque todas intentaran disimularlo. Era la primera vez para muchas de ellas que irían a un baile de élite que no se festejara en el colegio.

—Solo espero que no sean un montón de gente seria y aburrida, unos bolas tris-

—¡Amanda! –le reprochó Bárbara antes de que pudiera acabar.

—La última vez no nos quedamos lo suficiente para comprobarlo –reflexionó Lotte. Su vestido celeste y liso pero acampanado estaba adornado de muchos lazos y encajes dulces de color verde pastel.

—Pero sí que se movieron como condenados cuando Akko comenzó a perseguir a la abeja –rio Sucy, cuyo vestido púrpura con mangas de encaje negro le quedaba como un guante, de toques góticos pero modernos.

—Pero seguro la comida será genial –señalo Jasminka, en su vestido coral y amplio desde abajo del busto, con unas mangas pequeñas pero que le cubrían los hombros– Aunque lo que me preocupa es como nos recibirán los alumnos de Appleton –su sonrisa se apagó un poco.

—Todo irá bien –le sonrió Amanda– ya saben que no deben meterse con la magia, eso te lo aseguro –rio, alzando un brazo como si mostrara músculo.

Akko se mantuvo curiosamente callada durante todo el viaje, aprovechando cada que se reflejaba en la ventana del coche para verse nuevamente. La última vez no había sentido esta clase de nervios, ¿por qué ahora sí? Se apretó con una mano la zona del estómago. Sentía ganas de vomitar.

El viaje se les hizo muy corto, cuando menos lo esperaban, ya estaban en la entrada de la mansión Hanbridge. Un mayordomo les abrió la puerta y fueron bajando una por una, abriendo la boca al ver la estructura que se alzaba ante ellas. Akko más bien miró hacia el interior, de donde el sonido de música clásica se escuchaba ahogadamente tras la puerta. Tragó saliva y se detuvo momentáneamente. Sintió como alguien la empujaba suavemente, para que avanzara.

—Vamos, vamos –la animó, era Amanda– Tal vez incluso te invite a bailar, ¿no? –la pellizcó.

La bruja rápidamente se despertó y se apartó de ella, mirándola un momento antes de alzar la cabeza con la dignidad que le quedaba, y marchar rígidamente lo que quedaba de camino. Otro mayordomo las revisó en la lista antes de abrirles la puerta.

Siguieron por un pasillo corto antes de acceder a la puerta que daba al patio. Se habían decantado por hacer la fiesta afuera. Todo alrededor estaba decorado con elegantes faroles que se regaban como estrellas en lo alto, mesas llenas de comida y bebida se disponían más al fondo, y una banda tocaba a la derecha de la fuente. Al ver la fuente, a Akko le llegó un recuerdo agradable. No pudo evitar sonreír un poco, ¿Dónde estaría el idiota de Andrew?

—¡Vinieron!

Las chicas, aun en manada, se giraron ante la voz. Era el primer ministro, quien parecía muy contento de verlas. Sin duda se veía mucho mejor que la última vez que lo vieron.

—Es un placer tenerlas aquí señoritas –dijo modestamente, inclinándose un poco a modo de saludo. Ellas correspondieron con torpeza y palabras entrecruzadas de agradecimiento igual de torpes– Por favor, siéntanse como en casa, disfruten la fiesta todo lo que quieran. Estoy seguro de que Andrew estará encantado de verlas.

Con un leve asentimiento, se alejó rumbo a otro grupo. Las chicas pronto se fueron dispersando. Diana y compañía fueron a saludar a unas amigas. Jasminka se dirigió casi por hipnotismo a las mesas y Amanda la siguió porque vio a unos chicos de Appleton cerca también. Constanze, por su parte, no sabía muy bien como desenvolverse en una fiesta, así que fue a ver la fuente.

—Solo espero que Frank no esté aquí –dijo Lotte, juntando las manos en gesto nervioso.

—¡Charlotte! –el susodicho justamente la pilló, y se acercó alzando una mano para saludarla– ¡Hola chicas! Que genial que hayan venido. Estan todas encantadoras, sobre todo usted, señorita Lotte.

Con una reverencia algo exagerada, tomó la mano de la joven para dejarle un pequeño beso. Lotte enrojeció por completo, perdiendo el habla y comenzando a hacer movimientos erráticos con la mano libre.

—Yo… este… pues… Es… es un gusto verte aquí también Frank –a pesar de todo, no podía dejar de ser amable, además, él era muy caballeroso.

—¿Gustaría usted de bailar conmigo?

Los ojos de Lotte parecieron brillar con lucidez un momento, volteó a ver a sus amigas. Akko asintió rápidamente, con emoción en la mirada. Sucy simplemente sonreía, imaginando lo mucho que se mofaría luego de la situación. Lotte lo tomó como un "si… pero no" así que al final tomó ella la decisión.

—Es-está bien –murmuró, con las mejillas sonrojadas. Frank se sorprendió ante la afirmativa (no solía funcionarle), pero luego sonrió, colorándose un poco también.

—Muy bien –carraspeó un poco, tomando su mano con gentileza– Si nos disculpan…

Y de repente solo quedaban Sucy y Akko.

—Crecen tan rápido –Akko fingió limpiarse una lagrima de los ojos.

—Ohhh, vaya, esto me da muchas ideas para luego –la sonrisa sardónica de Sucy lo decía todo.

—Espero que no estes pensando en alguna otra tontería Sucy –la miró fijamente, como en amenaza.

—Oh Akko, como crees –ella movió la mano para restarle importancia– Mira, allá va tu novio.

—¡Que no es mi novio! –chilló la otra, pero aun así miró hacia donde señalaba.

Andrew, rodeado de una multitud de jóvenes que le hablaban sin parar, se veía con su cara de nada habitual. Pero sin duda estaba arreglado, el cabello bien peinado y un traje azul marino con tirantes. Parecía más que nada algo aburrido. Como siempre, pensó Akko.

—Deberíamos ir a decirle feliz cumpleaños, ¿no crees Su-?

Pero Sucy ya no estaba a su lado. Miró hacia todos lados, pero no había rastro de su amiga. Bufó molesta y algo temerosa de lo que iría a hacer, mientras se dirigía hacia la multitud y Andrew.

—Disculpen, con permiso, ¡ah! ¡mi vestido! –sin embargo, no era fácil hacerse espacio allí. Akko frunció el ceño, y ya se iba a alejar cuando una mano se posó en su hombro con suavidad.

—¡Akko! Ya te estabas tardando.

Ella se volteó por sobre su hombro, abriendo los ojos un poco más de lo usual. Andrew le sonreía abiertamente, pareciendo aliviado de verla. Se volteó del todo, sonriéndole a la vez. El grupo se había dispersado un poco por los lados, al parecer Andrew les había pedido un momento.

—Bienvenida a mi fiesta –la saludó el cumpleañero, mirándola divertido– A la que si fuiste invitada esta vez.

—¡Pues igual hubiera venido, aunque no hubiera sido así! –respondió Kagiri, sonando algo molesta, pero a la vez sonriendo por lo irónico de la situación– No te habrías salvado de mí, aunque quisieras.

—Hmm, ¿Cómo se supone que debo tomarme eso? –el alzó una ceja, riendo ligeramente. Akko se puso algo colorada, pero no supo que responder.

Andrew por su parte, extendió la mano para tomar la enguantada de la bruja, inclinándose para besarla. Ella aumentó su sonrojo al recordar la escena similar que había sufrido el año anterior. Pero esta vez la situación era mucho más diferente, incluso la sorprendió ese gesto, preguntándose si Sucy había mentido y en realidad si había vuelto a usar la abeja.

—Estas bella, por cierto –murmuró Andrew, sacándola de su ensoñación– Sé que dije antes que el vestido hacía a la persona, pero creo que en este tiempo he podido darme cuenta de que tú por ti sola eres muy bella también.

Akko se quedó congelada en el lugar, sintiendo esa sensación cálida en el estómago acrecentarse ante esas palabras, ¿acaso estaría a punto de vomitar? ¿Por qué no podía dejar de mirarlo a los ojos? ¿Y por qué el correspondía esa mirada?

—Muy bien… ¿Dónde está el truco? –dijo finalmente, intentando no creerse que todo esto fuera en serio.

—¿Truco?

—Tu no sueles tratarme así, ¿es por lo de la escoba? Ya te dije que te iba a llevar a volar –la chica se cruzó de brazos, aun rojiza, y apartó la mirada para no perderse en sus ojos como una boba.

Andrew se la quedó mirando, pasmado, recalculó unos momentos antes de comenzar a reírse, ante la cara incrédula de Akko.

—¿Tú crees… que lo digo por eso? –continuó riendo.

—¿Y por qué más sería? –las manos de ella se hicieron puños a los costados de su cuerpo, enfrentándolo, mientras se sentía estúpida por algo que no comprendía.

—Vaya… –Andrew dejó de reír de a poco, y su expresión cambió a una sonrisa algo más triste– No… no es por nada…

—… –Akko se sintió de repente culpable, pero ya no sabía cómo arreglar la situación. Así que intentó cambiar el tema– Por cierto, feliz cumpleaños, Andrew.

El pareció cambiar de semblante, volviendo a su sonrisa de siempre.

—Gracias Ak- –pero ella ya le estaba extendiendo una cajita, guardada en el cinturón de su vestido. El joven alzó las cejas con sorpresa, pero la aceptó felizmente– Guau, ¿Qué es?

La abrió con curiosidad. Dentro había un par de pulseras, una roja y otra azul, de cuentas redondas y adornadas con una pequeña pluma blanca. Andrew sonrió ante el humilde pero bello gesto.

—No te creas que son pulseras normales –lo detuvo Akko antes de que dijera nada– Una es para ti y la otra para mí. Es un artefacto mágico que permite enviar mensajes de voz breves a través de la pluma, es de un famoso tipo de ave mensajera –tomó la pulsera roja para mostrarle– Va así, tu aprietas aquí –presionó la cuenta más grande del conjunto, que hizo una especie de click– y grabas lo que dices, lo sueltas, y el mensaje se repite en la otra pulsera.

Efectivamente, las mismas palabras se repitieron en la pulsera. Andrew parecía gratamente asombrado, y una sonrisa genuina de emoción se apareció en su rostro.

—Pensaba que podíamos usarlas para comunicarnos –admitió la chica con algo de pena– Pero eso sería algo egoísta, creo, así que puedes regalarle la otra a quien quieras…

—No –la detuvo– Me parece genial que seas tú –admitió, tomando la pulsera azul y entregándosela– Yo quiero la roja.

—Oh, creí que querrías la azul –Akko parpadeó con rapidez, algo sorprendida, y a la vez sonrojada nuevamente como un tomate. Intercambiaron pulseras y cada uno se la puso en la muñeca.

—Es que el rojo me recuerda más a ti –sonrió el chico– Por tus ojos. Además, es un color que te queda muy bien –añadió, refiriéndose al vestido.

Akko comenzó a reír con nerviosismo. Ese sentimiento cálido parecía querer desbordársele en cualquier instante. Rápidamente alzó la muñeca.

—¡Ahora somos compañeros de pulsera! –dijo con alegría, se sentía genial.

—Mira que sales con cada cosa –rio Andrew, negando con la cabeza, pero alzando también la suya para chocar pulseras.

Akko solo rio, con su alegría natural y energética de siempre. Andrew se sintió abrumado por el encanto que desprendía.

—¿Quisieras bailar conmigo, Akko?

—¿Eh? –ella lo miró un momento, algo insegura– Realmente no se bailar muy bien…

—Eso no importa –le aseguró él– Yo te iré guiando, ¿sí?

Ella dudó un momento, pero la cálida mano del joven posándose en la suya la hizo recobrar la confianza.

—Está bien, ¡alguna vez había que intentarlo! –aceptó, sonriendo y tomándola.

Andrew sonrió, complacido, mientras la dirigía a la pista de baile.


*screams* Este cap me ha gustado mucho escribirlo, ¡espero que también les guste leerlo! Siento que me quedaron algo OoC pero no lo sé. Cualquier cosa, el feedback siempre es bien recibido nwn