La frase de qué pena que a Nicanor no le haya gustado la película la había dicho para curarse el raspón de haber visto cómo él la había besado sin que nadie dijera nada. Ella, sin embargo, llevaba aguantándose las ganas de besarla desde que había rememorado el beso más de una vez durante toda la noche – y su primera reacción había sido nada más y nada menos que ir a buscarla otra vez, aumentando aún más la necesidad de tocarla, de sentirla. Bárbara la tenía hechizada, eso no podía ya negarlo aunque quisiera. Su boca y su calidez, la ternura del momento, la habían perseguido todo el día y el pedido había surgido más como una urgencia inconsciente que algo que hubiera planeado realmente. Lo que nunca pensó fue que Nicanor se sumaría a su plan para dos. Y las ganas de besarla se habían acumulado junto con la frustración de no tenerla para ella, haciendo que su interior se pusiera revolucionario. Pero aquel desastre había acabado en el momento en que el marido de Bárbara se había marchado, dándoles la intimidad que ella tanto había deseado.

A mí sí me gusta.

Había quemado. Había sentido su mirada sobre ella y había quemado en una forma que jamás antes había sentido. Una pequeña alteración se dio en su sistema y buscó el botón de la camisa, intentando distraerse con algo. Aunque tuviera los ojos al frente, no podía concentrarse en qué ocurría. La voz susurrada que llegó hasta ella le erizó la piel y sin pensarlo sacó el botón del ojal, su mirada tímida rebotando una vez y con algo más de coraje quedándose en el segundo intento mientras buscaba la manera de pedirle perdón. Y…

¡Shh...!

Vieja…

La vergüenza la consumió y sólo atinó a voltear el rostro hacia la pantalla, ignorando el gesto de la morena hacia la mujer que la mandó a callar. Sus manos buscaron su camisa de nuevo, jugando con el segundo botón. Bárbara pronto se acercó a ella importándole muy poco si molestaba o no y le prometió que la próxima invitaba ella, haciéndola sonreír, haciendo crecer las ansias. Quitó el segundo botón y jugó con el cuello de la camisa, separándolo y exponiendo su cuello, su respiración algo destartalada siendo visible claramente. Algo tenían los susurros y la tensión del momento, Bárbara tan cerca y la necesidad acumulada siendo una mezcla que no terminaría bien.

Bueno, entonces… tenemos una cita (…)

Ilusión. Era la primera cosa que burbujeó en su sistema en cuanto esas palabras abandonaron la boca de la morena que estaba muy cerca para ser amigas, que estaba muy cerca para un lugar público – que estaba demasiado cerca para su cordura. Le sonrió y volteó a mirarla, perdiéndose en aquellos ojos cafés que reflejaban la pálida luz de la pantalla. Esa oscuridad incierta que ella quería descubrir, de pronto, se volvió mucho más interesante y a duras penas la abandonó, volviéndose a las imágenes que se movían frente a ella.

Algo distraída salió del lugar junto con Elsa y la morena – la primera dejando en claro que las había visto interactuar más que prestar atención, haciendo que un pequeño nervio surgiera en su interior. La invitación a la hostería había surgido pero Bárbara se había negado por lo que sus propias ganas desaparecieron, pretextando estar cansada.

Pero no cansada para acompañar a la morena hasta donde fuera posible. Y sus pasos la arrastraron junto a la mujer cuadra tras cuadra hasta que se encontraron de nuevo en el punto de partida. Se le quedó mirando mientras la mujer giraba la llave en la puerta y un rubor leve le cubrió las mejillas cuando esos ojos oscuros se posaron en ella.

- ¿Quieres pasar?

- No creo que sea buena idea… Nicanor debe estar y yo ya molesté mucho por hoy – una tímida sonrisa de disculpa apareció en su rostro y Bárbara frunció las cejas.

- Mercedes Möller, tú no eres una molestia.

- Ya, pero…

- Ya, pue – se acercó hasta ella y le tomó la mano, mirando alrededor antes de tirar de ella dentro de la casa –. Una copita y después te vas – ofreció en un susurro, sus ojos cafés estaban muy cerca, su espalda contra la pared no anunciaba escapatoria próxima.

- Está bien, me quedo. Pero sólo un ratito, ¿ya? No quiero llegar tarde y que mi papá se ponga cargante.

- Prometo que es sólo un ratito, Mercedes – su tono bajó incluso más, sus labios no volviendo a chocar entre sí y dejando a la vista una boca entreabierta, imagen que le erizó la nuca.

Luego de cerrar la puerta y encontrarse con la casa vacía, Bárbara prendió una lámpara, dejando el lugar a media luz y se dirigió a buscar el enguindado y un par de copas. Su respirar lo sentía pesado, todavía tras sus párpados reinaba la imagen de Mercedes desabotonando la camisa. La torpeza delicada de sus dedos sería su nueva fuente de sueños o de dispersión, hasta podía asegurarlo. Tragó saliva y volvió caminando despacio en un intento de controlarse.

Mercedes estaba sentada en el sofá, el blazer descansando en el apoya-brazo, sus dedos jugando a acomodar su cabello que estaba en perfecto orden. Se aclaró la garganta intentando llamar su atención y la castaña le sonrió.

- Toma… - le entregó la copa y tomó asiento junto a ella, mirándola detenidamente antes de destapar la botella – Oye, me gustó la película…

- Según la Elsa no vimos nada – rió y la morena la miró con más interés luego de servir la bebida.

- Bueno, en mi caso estaba muy entretenida con una imagen mucho más interesante – confesó en tono bajo y sus labios entreabiertos apenas se curvaron en una sonrisa. Los ojos de Mercedes posándose en ella otra vez.

- Bárbara… - tragó saliva, sintiendo el dulzor del alcohol pinchar en sus papilas gustativas.

- Eres muy bonita, Mercedes – tomó su mano y acarició sus dedos sin ser capaz de dejar de mirarla –.

- No digas leseras, por favor – se sonrojó y volteó el rostro, volviendo a beber pero Bárbara le quitó la copa.

Dejando ambas copas a un lado, se acercó un poco más a ella y le tomó las manos, escudriñando su rostro con sosiego antes de acercarse y dejar un beso suave en sus labios. Mercedes la miró por unos segundos antes de ver cómo volvía a acercarse. Entreabrió los labios para recibir su beso y su respiración se estancó en su pecho, sus dedos soltando los de la mujer para tomar su rostro con algo de timidez por la inexperiencia. Los besos de Bárbara eran muy cálidos y húmedos, en ese momento tenían sabor a alcohol, a dulzor, y la tensión que había guardado en su cuerpo por tanto rato pareció por fin drenarse en cada contacto con esa boca.

Las manos libres subieron por su cintura, empujándola levemente contra el apoya brazos y sonriendo contra su boca mientras se pegaba más.

- Hermosa… - susurró, levantando las manos y tocándole el rostro con la punta de los dedos.

- No…

- Sí, Mercedes – sentenció sin lugar a segundas réplicas y le acarició la comisura de los labios –, muy hermosa.

Sus rodillas se pegaron a las de Mercedes y algo incómoda se inclinó sobre ella, su boca reclamando la de la castaña que se entregaba sin miramiento alguno. Estaba mareada por todo lo que la mujer producía en ella. Con ella se sentía débil, maleable, como si volviera de una abstinencia y quisiera saciar toda la sed que llevaba guardada dentro.

Sintió los dedos de la morena bajar por su cuello, provocándole un escalofrío que rompió el beso entre risitas que murieron cuando las manos llegaron al cuello de la camisa. Mercedes tragó saliva, sintiéndose acorralada entre el querer experimentar qué podía pasar si la dejaba seguir y la razón que le decía que detuviera todo en ese mismo instante. ¿Qué hacer? Su mirada subió a la de Bárbara y tragó saliva al ver sus ojos iluminados por la lámpara, sus irises estaban expandidos y tenía la boca embarrada de labial que ya no sabía a quién pertenecía. Sus manos rastrillaron sobre su espalda y se inclinó tímidamente, rozando sus narices y besándola por fin. Bárbara suspiró contra ella y sus dedos se arrastraron entre la tela, acariciando su cuello y parte de sus clavículas antes de tomar el botón.

Se mordió el labio cuando se separaron un poco y Bárbara sacó un botón y luego otro, mirándola sin querer perderse ni un centímetro de la piel que iba apareciendo. Cuando llegó al botón sobre el ombligo se detuvo y tomó ambos lados de la tela, buscando aprobación en el rostro de Mercedes antes de proceder – encontrándose, para su sorpresa, con casi un ruego en los ojos celestes.

Las manos de Mercedes bajaron sobre su espalda baja y luego sobre su regazo, mirando entretenida cómo se develaba frente a alguien que no era su propio espejo. Bárbara sintió su respirar cambiar aún más cuando los lunares fueron apareciendo, las ronchas de pena en el cuello de Mercedes se extendieron pronto hasta sus mejillas y sonrió.

- ¿Ves? Muy hermosa… - se inclinó y acarició su mejilla con la nariz, respirando pesado cerca de su oreja y sintiendo cómo temblaba – prefiero mirarte a ti – le besó junto a la oreja y el pecho de la joven se agitó – antes que mirar algo que no tiene ni la mitad de tu belleza – levantó la cabeza y le acarició la cara con los dedos.

Sin atreverse a ir más allá y tirar de la camisa fuera de la falda, se inclinó sobre la boca de la joven sólo para burlarla y ver una sonrisa juguetona formarse en su labios; desvió camino por su mandíbula donde regó besos y bajó por su cuello muy despacio, rozándola primero con la respiración y luego con los labios. Los dedos de Mercedes se prendieron a su blazer y la mantuvo cerca, su respirar errático siendo visible a sus ojos, oyéndose en el aire mientras ella la descubría con pausa. Besó donde su pulso se encontraba desequilibrado y Mercedes suspiró de manera temblorosa, tomando más fuerte la tela entre sus dedos.

Los besos siguieron más allá, sobre el hueco entre sus clavículas y sobre ellas, la lengua tímida probando la piel y provocando un gemido suave y tímido en la mujer más joven. Bárbara levantó la cabeza mientras bajaba sobre el otro botón y tiraba levemente de la camisa, quitándola de la falda. Mercedes la besó y ella la siguió, el alcohol empezando a desaparecer de sus bocas y siendo capaces de solo sentirse a sí mismas. Terminó de sacar la camisa y la abrió por completo, bajándola de sus hombros con dedos seguros pero no rudos y haciendo que Mercedes sonriera un poco más confiada.

- No haremos nada que tú no quieras, ¿ya? Si no te gusta algo, paramos.

- Está bien… - le acarició el cabello y tiró del broche que lo mantenía en su lugar, metiendo los dedos entre las hebras oscuras y provocando una sonrisa contra su piel.

Cerró los ojos cuando la boca de Bárbara bajó de su hombro hacia su pecho, su respirar volviéndose más pesado mientras intentaba contener aquel gemido que picaba en su garganta. Los dedos de la mujer recorrían su cintura por debajo de la tela, tocándola directamente y provocándole pequeños escalofríos. Acarició su cabello, sus otros dedos en su nuca mientras se dejaba descubrir. Le gustaba que Bárbara le hiciera sentir única con cada beso y cada caricia. Se mordió el labio cuando la lengua mojada y firme se arrastró desde el borde del sostén hasta el nacimiento de sus senos, dejando un rastro húmedo en el valle ahí existente. Su entrepierna palpitó y apretó los labios, su respirar volviéndose pesado.

Los labios de la mujer se cerraron sobre su pecho izquierdo cuando hizo la tela un poco hacia un lado y sonrió ante la sensación. El beso se repitió en su otro seno y vio cómo Bárbara volvía a levantar la cabeza para sonreírle. Sus dedos en su cintura se afianzaron y se alejó un poco, tirando de ella y recostándola más. Las sonrisa fueron cómplices antes de fundirse en un beso cargado de ganas, uno que se arrastró por su cuello y volvió a su pecho donde pronto sintió la humedad de la mujer abundar en todas partes. Las manos de Bárbara subieron por su vientre y rozaron fantasmalmente la punta de los pechos sensibles. Mercedes gimió y se dejó sujetar en otro beso invasor, alborotador de hormonas. Levantó levemente la pierna y Bárbara la tomó, quitando del camino la falda y haciéndose con la mano sobre su muslo rápidamente. Una sonrisa nerviosa cruzó sus labios.

La boca de la mujer descendió de nuevo entre sus pechos y la sintió pelear con las copas del sostén, intentando alejarlas para poder besar la parte superior de la piel expuesta. Por otro lado, su mano acariciaba la parte anterior de su muslo, arrastrándose hasta detrás de la rodilla y volviendo hasta niveles que hacían que sus nervios se crisparan de buena manera.

Estaba abochornada por todo aquello que estaba permitiendo que ocurriera. ¿Desde cuándo se dejaba llevar por los instintos? Esa no era ella misma y se sentía tan bien estar rompiendo el molde en el cual había crecido. Se permitió cerrar los ojos y gemir cuando la lengua de Bárbara rozó el alrededor de la areola, sus dedos rozando levemente su pezón cuando colocó la copa en su lugar.

- Ven… - susurró, alejándose y tirando de ella.

Mercedes dejó que arrastrara la camisa hasta que sólo quedó en sostén y una risita juguetona se oyó cuando la mujer la rodeó con los brazos y besuqueó su cuello, provocándole cosquillas que no sabía que tenía.

- ¿Quieres que yo…?

Y la pregunta murió ahí donde la cerradura de la puerta se oyó. Mercedes la miró asustada y Bárbara tomó la camisa, entregándosela rápido mientras se ponía de pie y prendía las luces rápidamente. Sus manos buscaron sus respectivas bocas en un intento de borrar los rastros del pecado y Mercedes se abotonó lo más rápido que pudo la camisa, prendiéndola hasta el cuello y metiendo los bajos a las apuradas dentro de la falda.

Los pasos de Bárbara se oyeron y su garganta se cerró en anticipación. Pero Bárbara volvió sola y con la mano en el pecho. Sus ojos se conectaron y ambas suspiraron.

- ¿Qué pasó?

- Era mi propia llave que terminó de girar – cerró los ojos y se apretó el pecho, suspirando.

- Casi me muero… ¿qué estábamos haciendo? Mira si era Nicanor – el pánico de pronto subió y Bárbara se acercó rápido a ella, tomándola de los hombros.

- Tranquila, ¿ya? No pasó, no pasó y estamos bien.

- Pero… - sus ojos se desesperaron y Bárbara le sostuvo el rostro con los dedos en una caricia dulce.

- No pasó nada – se inclinó y besó sus labios, abrazándola fuertemente luego. Mercedes suspiró contra su hombro y sus dedos se aferraron de nuevo al blazer. La alejó sólo para volver a besarla con el ímpetu de hacía unos segundos y Mercedes suspiró –. Te prometo que la próxima vez no vuelve a pasar.

GRACIAS por el prompt que me tiraron en CC y gracias al gif que subieron a twitter!