Veinticuatro Horas Contigo.

Segunda Parte.

Después de tomar nuevos caballos y oro, entre otras provisiones, el príncipe Toshiro y Karin partieron del palacio en compañía el uno del otro solamente porque no tenían otra opción.

Ambos galoparon lejos de la capital con rostros amargados, ignorando las miradas de la gente y los murmullos.

Luego de media hora de viaje, una vez estuvieron fuera de la capital, él habló.

-Sí te das cuenta de lo estúpido que es rechazar ser la mujer más estúpida del reino ¿verdad?- la miró de reojo mientras montaba solemnemente su caballo blanco. Ella rodó los ojos y no dijo nada, decidida a ignorarlo. –Tu comportamiento es muy extraño. ¿Acaso tienes un enamorado esperándote en tu pueblo y por eso te rehúsas a ser mi esposa y la reina?- ok, eso era difícil de ignorar.

-Ya te he dicho porque no pienso aceptar ¡y no es por nada más que el hecho de que eres insoportable!-

-Tú eres insufrible y aun así estoy dispuesto a aceptar este matrimonio por los beneficios que me traerán.- dijo, completamente calmado e inmutable hacia su mirada llena de ira.

-Bueno, pues yo estoy indispuesta a aceptarlo por las desgracias que me traerá tener que ver tu cara más allá de estás veinticuatro horas.- hizo una mueca.

Él volteó a verla con su rostro lleno de irritación.

-No actúes como sí esto no te beneficiara enormemente también. Tendrías a miles de guerreros y a las brujas y hechiceros más poderosos de estas tierras bajo tu mando, dispuestos a cumplir todos tus caprichos, dispuestos a dar la vida por la tuya.-

-Y no me interesa en lo más mínimo.- dijo con la barbilla muy en alto. –Estoy feliz con mi vida tal como es, nunca me vendería a un matrimonio que no quiero por algo tan frívolo como oro o poder.- aseguró con orgullo por sus convicciones.

-Todos se venden a cierto precio, Kurosaki.- murmuró en voz baja, aunque repleta de amargura. Ella volteó a verlo con indignación, notando que él ni siquiera la miraba ahora. –Solo tengo que averiguar cuánto me costara que me des lo que quiero.-

-¿Cómo te atreves?- siseó entre dientes. Le daría un puñetazo sí sus caballos no tuvieran cierta distancia el uno del otro. -¡Ni siquiera quiero volver a verte después de que pasen estas malditas veinticuatro horas!- apretó las riendas de su caballo, conteniéndose de acercarse más a él para estrellarle su puño en la mandíbula.

-Me parece que estás tomando esto a un nivel demasiado personal.- dijo él conteniendo un suspiro. –Deberías verlo como un negocio, deberías ver la oportunidad que tienes para conseguir cosas que jamás podrías haber ni siquiera imaginado. Dijiste que querías ser doctora ¿no es cierto? Siendo la reina, podrás acceder a la mejor educación del mundo, ayudar en la creación de nuevas medicinas y regular sus precios para las personas de bajos recursos. ¿Qué crees que ayudaría más a las personas? ¿Ser doctora en un pueblucho o ser la reina de toda la nación?-

Karin se crispó, con los ojos muy abiertos. Eso era… tentador… Muy tentador. Pero no le gustaba nada el modo en el que lo dijo, y tampoco pensaba casarse con este bastardo NUNCA.

-Sí alguna vez planeas llamarte a ti mismo un buen rey, entonces tú deberías ser capaz de regular esos precios tú mismo, y tampoco soy una persona tan buena como para aspirar a salvar a todo el reino, con mi pueblucho me basta.- mentira, le gustaría ayudar a todas las personas posibles, pero tenía que haber otra forma además de casarse con el tirano corrupto. Él suspiró audiblemente. No volvieron a hablar por las siguientes dos horas hasta que Karin reconoció al pueblo por el que habían pasado antes y miró acusadoramente a su supuesta alma gemela. –Oye ¿sí le pagaste a la bruja genio por usar su visión en nosotros, no? Ese tipo de cosas cuesta mucho dinero para nosotros los campesinos.-

-Es su deber como…- empezó a decir, pero luego se interrumpió a sí mismo. –Bien, le pagaré.- bufó, desviando su camino para volver a la tienda donde la bruja los había atendido.

Ella se sorprendió de volver a verlos, pero agradeció la generosa paga del príncipe y se despidió sin preguntar nada a pesar de que claramente quería hacerlo al ver el rostro malhumorado del heredero al trono.

Siguieron cabalgando por un par de horas hasta finalmente vislumbrar la ciudad de Karakura a lo lejos poco antes de que el sol terminara de ocultarse por completo.

-Por cierto, también tienes que pagarle a Ikumi-san y a Ochi-sensei…- recordó ella. –Aunque ya es muy tarde, seguramente Ochi-sensei ya se retiró del centro de la ciudad, e Ikumi-san está casi al otro lado del pueblo, para cuando lleguemos allí tal vez ya esté cenando o durmiendo.- hizo una mueca. –Tendrías que ir a pagarles mañana antes de que te vayas una vez el hechizo se terminé.-

-¿Quién dice que me iré?-

-¿Eh?- volteó a verlo con la boca abierta. -¿A qué demonios te refieres?- lo miró con el ceño fruncido.

-Me refiero a que no pienso abandonar esta ciudad hasta que accedas a casarte conmigo.- dijo solemnemente.

-¡¿QUÉ?!- casi se cae del caballo. -¡No, no puedes!- se horrorizó de inmediato. -¡No te quiero aquí y sé que tú no quieres estar aquí tampoco! ¡¿Por qué demonios quieres extender este tormento?!- ¡no podía creerle a este idiota!

-Por mucho que no te soporte, será igual de malo para mí volver al palacio ahora y tolerar a mis padres después de los eventos ocurridos hoy. Prefiero tener que lidiar contigo antes que con ellos, eso es todo.- dijo simplemente.

-¡Me importa una mierda lo que prefieras! ¡Una vez se acaben las veinticuatro horas no te dejaré poner un pie dentro de mi casa, sí es necesario viviré encerrada en mi habitación para no tener que verte!- aseguró, de antemano buscando formas de librarse de él.

-Ya lo veremos.- la miró con ojos entrecerrados.

Cuando llegaron a la casa Kurosaki, bajaron de sus caballos y Karin corrió a la puerta jalando de la muñeca al príncipe engreído para no tener que chocarse con paredes invisibles en su urgencia. Golpeó la puerta ansiosamente y cuando su hermano le abrió ella de inmediato saltó a abrazarlo.

-¡Karin! ¡Al fin regresaste! Feliz cumpleaños. Yuzu me lo dijo todo. ¿Finalmente pudiste librarte de…?...- la apartó de repente, fijando sus ojos en el heredero al trono. -¡Ah! ¡¿Qué demonios hace él aquí?!-

Antes de que alguno de los dos recién llegados pudiera decir nada, el resto de la familia (y Jinta) salió de la casa con miradas curiosas.

-¿Realmente el príncipe está aquí?- su madre se veía muy sorprendida, pero Karin no le prestó atención a eso y solo la abrazó.

-¿Finalmente lo convenciste de que son almas gemelas?- preguntó Yuzu ilusionada. -¿No se casó con la prometida falsa, verdad?-

-¡¿Este es el hombre que me dará nietos?!- preguntó el idiota de su padre a gritos, ganándose un puñetazo en la cara de parte de su hijo mayor y su hija menor.

-Disculpen mi intromisión sin previa notificación.- la repentina voz del príncipe hizo que todas las cabezas se voltearan hacia él. –Mi nombre es Hitsugaya Toshiro, hijo de los reyes de la nación.- hizo una profunda reverencia. –Es un honor conocer a la familia de mi futura esposa. Y quisiera eximirme con todos ustedes por haberla mantenido lejos por tanto tiempo privándolos de su cautivante presencia en un día tan especial como lo es su cumpleaños. Mis más profundas y sinceras disculpas.- profundizó su reverencia antes de erguirse por completo con una sonrisa "encantadora".

Karin lo miró con una mueca de horror. ¿Acababa de llamarla su futura esposa? ¿Acababa de llamarla cautivante? Agh, era una actuación tan obviamente falsa que le daba ganas de vomitar.

Pero aun así, por supuesto que su familia se lo tragó por completo, todos menos su hermano, claro.

Sin que pudiera siquiera tener tiempo de protestar, invitaron a Hitsugaya a unirse a la fiesta de cumpleaños con grandes sonrisas en sus rostros llorosos y lo trataron como si fuera parte de la familia, ignorando por completo los intentos de Karin (y de Ichigo) de no confiar tanto en el niño rico mimado que esa mañana la acusó de estafadora.

Desgraciadamente, una vez que sus padres y hermana se metían algo en la cabeza difícilmente escucharían razones por más lógicas que fueran. Toda la familia Kurosaki estaba compuesta por personas más tercas que una mula, cada uno en su propia manera pero ninguno menos terco que el otro. Eso a veces los beneficiaba, pues nunca retrocedían en situaciones de crisis, pero muchas veces también solo lograba provocar dolores de cabezas. O ganas de lanzarlos a todos a un río para que dejen de alabar el suelo por el que caminaba el príncipe farsante.

-¡AWW! ¡¿Entonces de verdad te enamoraste de Karin-chan tan pronto como la viste?!- mientras ella y su hermano crujían los dientes, Yuzu y sus padres escuchaban con ojos prácticamente repletos de corazones las patrañas que salían de la boca del joven de la realeza.

-¿Cómo podría no enamorarme? Incluso aunque toda la vida me engañaron con una prometida falsa, tan pronto como posé mis ojos en Ku… Karin, supe que ella era la verdadera compañera de mi existencia.- murmuró solemnemente, ganando cada vez más y más el favor de su familia con todas sus mentiras descaradas.

-Esto es ridículo.- Ichigo era el único que estaba de su lado por el momento. –Tenía cara de que odiaba su vida cuando abrí la puerta, no le creó ni por un segundo esas estupideces.- miro acusadoramente al chico menor que él por un par de años.

Karin ya tenía su vista fija en Toshiro, pues no había dejado de mirarlo mal desde el comienzo de la cena, y notó perfectamente el milisegundo en el que su mirada se volvió de pura irritación hacia su hermano, pero para cuando el resto de la familia lo miró su rostro había vuelto a ser pura y falsa cordialidad.

-Bueno, deberé disculparme por la veracidad de esa afirmación. En efecto, mi estado de ánimo al llegar no era el mejor porque, como ya habrán podido constatar a lo largo de esta sublime velada, mi encantadora Karin no está muy feliz con nuestra situación y rechazó mi propuesta de matrimonio.- suspiró con tristeza asquerosamente falsa. –A pesar de mis sentimientos afligidos, he hecho mi mejor esfuerzo por no arruinar su celebración con mi pesar. Y deseó muy pronto ser capaz de ganarme el mayor tesoro que alguna vez pude anhelar… su corazón.- dijo después de una pequeña pausa dramática.

Ella lo observó asqueada. ¡¿Cómo podía ser tan mentiroso y manipulador?! Su actuación era tan cursi que nadie se la creería… excepto claro los cursis de sus padres y hermana. Lo peor es que incluso su hermano se quedó sin palabras luego de esa contestación.

Luego de la cena, sus padres echaron a su hermano para que volviera a casa con su esposa e hijas y no dudaron ni por un segundo en preparar una habitación para Toshiro y Karin, y otra para Jinta y Yuzu.

-¿Tan fácil entregan a sus hijas?- los miró con reproche.

-No digas eso, dulzura.- su madre le palmeó la espalda. –No es como que tuvieran otra opción, teniendo en cuenta el hechizo por contrato. Además conocemos a Jinta desde que estaba en pañales, podemos confiar en él.- miraron en dirección a la pareja del pelirrojo y la rubia, notando como se sonrojaban hasta las orejas con solo mirarse. Agh, ellos definitivamente no pasarían de tomarse de las manos hasta por lo menos el próximo mes. –Y estoy segura de que podemos confiar en su majestad el príncipe Hitsugaya.-

-Por supuesto, Masaki-san.- hizo una reverencia. –Lo juro por mi honor.-

-¡A mí no me molestaría otros nietos lo antes posible, así que hagan lo que quieran!- gorjeó su padre brincando alrededor de ellos, ganándose una patada en el estómago de parte de su hija unos minutos menor.

No importa lo mucho que protestó, al final no pudo luchar contra el argumento de que no importa qué tendría que dormir en la misma habitación que él por el estúpido deseo por contrato. No podría librarse de él al menos por esta noche. Su único consuelo era que al menos el príncipe mimado tampoco parecía feliz con su situación.

Por suerte su madre no consintió la locura de su padre de darles un solo futon para compartir y acabaron en dos futones lo más alejados posible el uno el otro después de cambiarse a un pijama (él con ropa vieja de su hermano), lo cual fue otra experiencia incómoda porque aunque se habían dado la espalda al hacerlo todavía era increíblemente incómodo.

-Ahora que estamos solos ¿podrías decirme qué diablos fue todo ese circo de mentiras con mi familia? Piensa bien antes de responder o te mataré mientras duermes, seguro que eso deshace el tonto hechizo.- masculló más que malhumorada.

-No es asunto tuyo.- dijo fríamente.

-¡¿Qué no es asunto mío?! ¡Es mi familia a la que le estabas mintiendo con esa actuación tan mala y cursi!-

-Sí tuvieras la capacidad intelectual necesaria, el motivo de mis acciones sería dolorosamente obvio.- suspiró irritado. -¿O acaso no notaste que toda la cena estuve haciendo preguntas sobre ti?-

Karin se congeló, de repente entendiendo todo. Era cierto, él le hizo muchas preguntas a su familia sobre ella, solo que casi no les prestó atención, más concentrada solo en mirarlo mal y esperar que milagrosamente estalle en llamas solo por la ira que le enviaba a través de sus ojos. Ok, tal vez sí era un poco irracional ¡pero en verdad odiaba a este bastardo!

-Tú…- se sentó en su cama, señalándolo acusadoramente. -¡Tú querías saber más de mí para tener con qué chantajearme!-

-Me sorprende que lo notaras tan rápido.- rodó los ojos, todavía cómodamente recostado en su futon. –A pesar de esa actitud tan intolerable y vulgar, eres muy noble y bondadosa en el fondo, tanto que cada día sin falta ayudas a tu padre en su clínica y no descansas hasta que el último paciente esté curado. Y sobre todo te gusta cuidar de los niños, a pesar de que pierdes rápidamente la paciencia con los maleducados.- la miró de reojo. –Entonces dime, sí instalará un hospital infantil aquí con la mejor tecnología y los mejores profesionales del reino, con servicio gratuito ¿aceptarías casarte conmigo?- propuso con arrogancia, como si estuviera convencido de que ya ganó.

Y la verdad es que estaba muy tentada de concederle la victoria.

Pero no, ni hablar. Él no se iba a aprovechar de sus sueños para sus ambiciosos propósitos.

-No.- solo pudo decir, intentando callar la parte de su mente que le rogaba que aceptase esa locura.

Karakura no tenía más que la pequeña clínica de su padre desde que los Ishida se mudaron a una ciudad más grande donde les pagarían mejor. Más atención médica era lo que más deseaba para su pueblo.

-Suponía que dirías eso, aunque tardaste mucho más de lo que pensé en responder, así que supongo que no estoy tan lejos de conseguir lo que quiero.- sonó tan repugnantemente confiado que Karin no se contuvo y le lanzó un zapato a la cara, pero el desgraciado lo apartó de un manotazo y le dio la espalda. –Buenas noches, futura esposa.-

-Vete a la mierda.- le sacó la lengua infantilmente antes de acostarse dándole la espalda también. Rápidamente se durmió esperando que al despertar las infernales veinticuatro horas ya hubieran pasado.

Despertó a la mañana siguiente al sentir una mano sacudir con fuerza su hombro.

-¿Hasta qué hora se supone que duermes, campesina? Para alguien a quien le gusta el trabajo duro no pareces tener la virtud de despertar temprano.- dijo el bastardo que tenía por alma gemela.

-Agh, no me molestes.- lo apartó de un manotazo, pero ahora que había escuchado su insufrible voz ya no podía sentirse lo suficientemente cómoda como para volver a dormir. -¿Por qué eres tan…?...- calló al incorporarse y notar por su ventana que el sol ni siquiera había salido del todo aún. –Maldito bastardo… ¡¿Cómo te atreves a levantarme tan temprano?!- rugió incorporándose.

-Son solo las cinco treinta de la mañana, es una hora bastante razonable. Normalmente me despierto una hora antes.- se encogió de hombros, él ya estaba vestido y parecía fresco como lechuga, aunque su cabello era el desastre indomable de siempre. Ella era lo opuesto, se sentía horrible, debía estar sumamente despeinada y con los ojos rojos por el sueño.

-¿Las cinco treinta?... ¿Y te levantas incluso antes?- lo miró con la boca abierta. -¡¿Cómo puede alguien vivir así?!-

-¿Cómo pueden los campesinos ser tan holgazanes y luego quejarse de los impuestos?- replicó con voz fría.

-¡Oh, ni me hagas empezar con los impuestos! ¡Ustedes son unos bastardos avariciosos!- tal vez los reyes fueran amables, pero los impuestos en su reino eran un poco más altos que en los reinos vecinos, lo sabía por sus viajes con su padre a conseguir medicinas a tierras lejanas.

-Y sí prometiera bajar los impuestos en nuestro reinado ¿accederías a casarte conmigo, entonces?- dijo con un rostro inocente que no le creyó ni por un segundo.

-Tú…- entrecerró los ojos. –Mencionaste eso de los impuestos solo para ver sí podías usarlos para chantajearme ¿verdad?- cruzó los brazos bajo su pecho. Él la miró sorprendido. –Te estás volviendo predecible, amigo.- rodó los ojos, dirigiéndose a su armario para buscar una yukata ya que definitivamente no podría volver a dormir después de todo esto.

-Y tú eres más inteligente de lo que pensé.- murmuró amargamente. Karin no pudo evitar una pequeña sonrisita presumida. -¿Entonces es correcto asumir que tu respuesta es no?-

-Exacto. Te lo dije y te lo repetiré las veces que sean necesarias ¡no voy a casarme contigo! Voltéate, voy a cambiarme.- ordenó, a lo que él de inmediato obedeció.

-Realmente deberías pensarlo más, Kurosaki. Esto beneficiaría a muchas más personas que solo ser doctora en un pequeño pueblo como este. Y somos almas gemelas, no vamos a ser infelices de casarnos, todo lo contrario. Así lo dice el destino.-

-No me interesa lo que diga el destino, no tengo ningún interés en ser la reina ni mucho menos tu esposa.- terminó de cambiarse y le indicó que ya podía voltear. -¡Y apenas pasen las veinticuatro horas quiero que te largues!- pisoteó.

Antes de que él pudiera responder, oyeron un golpe en la puerta.

-¿Ya están despiertos ahí dentro? Pueden bajar a ayudarme con el desayuno, sí gustan.- era su madre.

-¡Voy… digo, vamos, mamá!- se llevó las manos a la cintura y miró con una sonrisa burlona al príncipe bastardo. –Ahora aprenderás un poco lo que es ser un campesino, majestad.-

-¿Disculpa?-

Karin lo jaló de la muñeca hasta el comedor, donde le dieron los buenos días a su madre y ella le dio dos cestas. Entonces lo llevó hacia el patio trasero y señaló el pequeño gallinero, los árboles cargados de manzanas y las pequeñas huertas.

-Tendrás que ayudarme a recolectar, alteza.- sonrió con maldad. –Debido a tus altos impuestos cultivamos parte de nuestra comida para no tener que gastar de más con los mercaderes del centro, es hora de que ayudes un poco a los ciudadanos.- se rió al ver su rostro repleto de horror.

-Me niego.- dijo rotundamente.

-O ayudas, o no desayunas. Ese es el lema en esta casa.- lo jaló de la muñeca otra vez. Realmente lo creía capaz de no querer desayunar para evitarse el trabajo, pero no iba a permitírselo de todas formas. –Probablemente nunca has metido tus reales manos en la indigna tierra, así que solo sé un buen chico y recolecta las manzanas mientras yo me encargo de los vegetales. Eres más alto que yo, aunque no por mucho, así que deberías alcanzar las más rojas.- él hizo una mueca descontenta cuando ella señaló el hecho de que no la sobrepasaba por mucho y ella no pudo evitar reírse. Esto de burlarse del príncipe era incluso más divertido que golpear a los acosadores de su hermana.

Estuvieron trabajando en silencio hasta que él llenó el cesto de manzanas y ella el suyo de verduras, entonces fueron a entregar los cestos y su madre le dio otro cesto y una cubeta para que le consiguieran huevos y leche. Karin adoró a su madre cuando ella solo sonrió con burlona dulzura al ver el rostro espantado del príncipe. Le encantaba que no lo trataran como realeza, sino como un simple chico más, ese era su único consuelo de que obviamente amara la idea de que se casara con el bastardo.

-Sabes, pensándolo bien creo que prefiero quedarme sin desayunar.- murmuró él una vez lo puso delante de las dos vacas que tenían en la pequeña granja de la familia.

-No te estoy dando opción, alteza. La única opción que tienes es: o recoges los huevos llenos de excremento de las gallinas agresivas con los extraños, o bien ordeñas a las vacas hasta llenar la cubeta.- estaba disfrutando esto un poco demasiado.

-Bien, bien.- pasó la cerca y se sentó junto a las vacas.

Karin ahogó una risa al ver sus manos temblar mientras las dirigía a las ubres de la vaca. Pobre tipo, casi le tenía lastima. Casi.

Al comprobar que estaba trabajando, se encaminó al gallinero que estaba justo al lado para recolectar los huevos.

Solo le tomó unos pocos minutos. Ya sabía tratar con las gallinas y tampoco les iba a quitar todos sus huevos, solo el número que su madre requería para hacer el desayuno que deseaba. Cuando salió, se sorprendió al ver a Hitsugaya ya ordeñando a la segunda vaca.

Decidió llevarle la canasta con huevos a su madre a través de la ventana (mala idea, porque terminó chocándose contra la pared invisible, aunque por suerte ella la vio y estiraron los brazos para que llegue a darle la canasta), y luego volvió para quedarse con la boca abierta al ver que ya había terminado y la cubeta estaba llena.

-Wow. Terminaste rápido.- lo miró impresionada.

Él la miró con una mueca.

-No es un proceso que esté destinado a durar mucho tiempo.-

-Cierto, pero como nunca lo has hecho ni siquiera creí que lograrías llenar la cubeta.- dijo sinceramente.

-Mi…- apartó la mirada. –Mi abuela tenía una pequeña granja parecida a esta. Yo solo la ayudaba a darle de beber a los animales y a cargar algunas cosas, pero ella siempre me explicaba como se hacía todo.- admitió pareciendo un poco tímido de repente.

-¿Tu abuela era granjera?- ladeó la cabeza, sorprendida.

-Sí… incluso cuando mi padre se convirtió en rey al casarse con mi madre, mi abuela se negó a abandonar su estilo de vida, así que… aprendí algunas cosas cuando iba a quedarme con ella.- se encogió de hombros. –Hace mucho que no pongo el pie en una granja, desde que murió. Esto me trae recuerdos.- alzó su vista al cielo, con sus ojos llenos de nostalgia.

Karin se le quedó mirando, impresionada al ver que el bastado arrogante no era tan bastardo después de todo, pero luego sacudió la cabeza y tomó la cubeta.

-Deberíamos llevarle esto a mi madre de una vez.- murmuró en voz baja.

-Ah, sí.-

Le entregaron la cubeta y luego se sentaron en la mesa, evitando mirarse. Su hermana ya estaba allí ayudando a su madre a cocinar y Jinta estaba sentado cerca de ella haciendo conversación con las dos mujeres.

Su padre ya debía estar preparando todo para abrir la clínica después de desayunar, y Karin normalmente lo estaría ayudando de no estar atada a Hitsugaya por el tonto deseo de veinticuatro horas. Al menos ahora no tenía que soportar el circo de mentiras de su supuesta alma gemela.

Una vez sirvieron el desayuno y su padre llegó, sin embargo, Toshiro volvió a ponerse en su papel de pobre enamorado rechazado y su familia seguía adorándolo, para su completa desgracia.

Después de desayunar, Karin lo llevó fuera de la casa hasta donde dejaron atados a los caballos.

-Ya solo queda una hora hasta que termine el deseo por contrato.- dijo felizmente. –Así que pensé que te acompañaría a pagar tus deudas con las brujas, para asegurarme de que realmente lo hagas.- desató los caballos y ensilló el suyo.

-¿Asegurarte de que lo haga? ¿Piensas que no les pagaría sin tu supervisión? ¿Exactamente qué clase de persona crees que soy?- gruñó viéndose indignado.

-Un ladrón corrupto que hundirá este reino. ¿Qué más?- contestó con una sonrisa burlona, riéndose a carcajadas al ver su ceja temblar con irritación.

Realmente la divertía hacerlo enojar.

-Muy bien, puedes acompañarme, así tendré más tiempo para discutir los términos de nuestras futuras nupcias.- se subió a su caballo y la miró desde arriba. –Como anoche estuviste tan cerca de ceder, tal vez hasta consiga tu consentimiento en la próxima hora.-

Crujiendo los dientes, Karin tomó una roca del suelo y se la lanzó a la cara, pero el bastardo la esquivó fácilmente.

¡Lo odiaba tanto! ¿Cómo podía ser tan arrogante y creído? ¡¿Quién se creía para asumir cosas de ella?! Tal vez fuera cierto que lo pensó por un momento ¡pero eso no cambiaba el hecho de que nunca, nunca, nunca jamás se casaría con ese desgraciado!

Echando humo, se subió a su caballo y empezó a guiarlo a la plaza donde encontrarían a Ochi-sensei.

-Majestad.- una vez llegaron, la bruja genio se quedó sin aliento e hizo una profunda reverencia. -¡Por favor no me arreste! ¡Puedo jurar que yo nunca…!...-

-Tranquila, Ochi-sensei, no estás en problemas.- sonrió con condescendencia. –Todo lo contrario, su real alteza vino aquí a disculparse y pagarte por los caballos que hiciste aparecer para él.-

-¿Eh?- se quedó con la boca abierta. -¿Entonces qué pasó? ¿Descubrieron qué salió mal?-

-Nada salió mal, tu magia no se equivocó.- admitió el de cabellos blancos visiblemente a regañadientes. –La estafadora resultó ser mi ex prometida, junto a su padre y Harribel Tier. He venido aquí a darte una indemnización por el trato que te di.- arrojó una bolsa de mucho más dinero que el que le debía a sus manos. –Imaginó que también cubre los gastos de los caballos.-

La bruja genio abrió la bolsa y casi se desmaya por la cantidad absurda de oro que encontró adentro, pero rápidamente se recompuso y le agradeció profundamente al heredero al trono, revolviéndose felizmente mientras abrazaba la bolsa de dinero a su pecho.

Rápidamente se fueron y se pusieron en marcha para ver a Ikumi.

-Te encanta derrochar dinero ¿verdad?- preguntó una vez salieron de la plaza.

-Llámalo como quieras.- se encogió de hombros. –Ahora que tenemos un largo viaje por delante, me parece el momento adecuado para discutir los términos de nuestro matrimonio.- dijo de pronto.

Ella se estremeció.

-No hay nada que discutir, no voy a casarme contigo.- lo miró mal.

-Tú no eres el tipo de persona que se vende por cosas materiales, eso puedo verlo. Pero parece que sí estarías dispuesta a ceder algo por gente que te importen o bien una causa que te apasione. Recuerdo en el camino a ver a la bruja que puede ver los hilos ayer note varias cosas interesantes en tu pueblo. Como que una de sus escuelas se está cayendo a pedazos, por ejemplo.-

-Es la única escuela que tenemos…- dijo con tristeza. –Los reyes dieron presupuesto para arreglarla, pero el funcionario se lo robó todo y huyó al pueblo vecino.- se llenó de ira con solo recordarlo. –Se pidió más dinero y la encarcelación del hijo de puta, pero eso ya quedó en manos del senado y nos advirtieron que puede tardar años.- hizo una mueca de tristeza. –Mis sobrinas van a esta escuela a pesar de que la familia de su madre es rica y podría pagarle tutores o estudiar en otro pueblo o en una ciudad, los maestros se esfuerzan, pero no hay mucho presupuesto más que la donación que hizo la familia de mi cuñada.-

-No sabía eso.- frunció el ceño. –Puedo encargarme de encerrar a ese miserable de por vida, y también de una reconstrucción total para la escuela y más presupuesto y paga para los maestros y…-

-Y todo lo que debo hacer es casarme contigo ¿no?- lo interrumpió, mirándolo con ira. -¿No te da vergüenza aprovecharte de la situación de estas personas para conseguir lo que quieres?-

-Normalmente diría que sí.- apartó la mirada. –Pero lo que tú no entiendes es que convertirme en rey beneficiaría a todas las personas del reino. Cuando logré tener la autoridad para imponerme al senado e implementar mis planes, finalmente nos recuperaremos de la crisis que dejó la última guerra y este reino podrá prosperar. Todo lo que necesito es casarme y se supone que ahora mismo estaría preparándome para ser coronado rey pero en su lugar estoy atado a ti después de descubrir que me mintieron toda la vida. ¿Tienes idea de lo frustrante que es?- la miró a los ojos, pero ella volteó la cabeza al frente, pensando en lo que dijo.

-De acuerdo, de acuerdo, entiendo tu punto.- reconoció a regañadientes. –Y entiendo lo de la crisis y todo, pero…- se mordió el labio. –No puedo hacerlo. No quiero casarme por conveniencia, y no quiero que se me regale todo sin ganármelo. ¡Eso no es quién soy!-

Ok, tal vez él no fuera tan malo y realmente viera por los mejores interés del reino y su gente, pero aun así ella…

-¿Qué tal un matrimonio falso?- él interrumpió sus pensamientos con una pregunta que la hizo voltear a verlo con confusión. –Te casas conmigo durante casi un año, yo hago lo mío y tú haces lo tuyo, solo debemos guardar las apariencias y luego de diez meses nos divorciamos y ya no tendremos que tolerarnos.- propuso.

-¿Ehh?- lo miró con los ojos muy abiertos. -¡Eso es una idea terrible! ¿Dónde escuchaste de un matrimonio falso entre almas gemelas?- rodó los ojos. –Ni hablar, seguro que el destino hará alguna especie de trampa para que terminé atada a ti para siempre. ¡He escuchado las fabulas e historias de las almas gemelas! No voy a caer en eso.- negó fervientemente con la cabeza.

-¿Qué pasa, Kurosaki?- sonrió arrogantemente. -¿Acaso temes enamorarte de mí?-

Ella jadeó ruidosamente, disparándole dagas con la mirada.

-¡Como si alguna vez fuera a enamorarme de un bastardo como tú!- rugió furiosa, pero luego se obligó a calmarse. –Para mí que tú te enamorarías de mí e inventarías más sucios chantajes para que no te dejé solo toda la vida como te mereces.- alzó la barbilla.

Él bufó, mirándola con la misma rabia.

-Solo me importa negociar contigo, Kurosaki. Estoy tratando de buscar una forma en la que ambos nos beneficiemos mientras tú solo te quejas y refunfuñas por todo como una niña de cinco años.-

-¡Tú eres el niño de cinco años que no acepta que no le den lo que quiere! ¡No voy a casarme contigo y punto!-

-¡¿Por qué eres tan terca e intratable?!-

-¡¿Por qué eres tan pesado e insistente?!-

Furiosos, ambos apartaron la mirada el uno del otro.

Cuando llegaron a la casa de Ikumi después de media hora de tenso silencio, el enojo apenas había pasado, pero todavía se lanzaron unas cuantas miradas de disgusto.

-Majestad, Karin-chan, qué sorpresa.- la mujer los vio con asombró. -¿Qué puedo ofrecerles?-

-Ikumi-san, tu visión resultó ser correcta, justo como dijiste.- dijo Karin con amabilidad, intentando ocultar su repulsión a que eso haya sido cierto. –Eran esos nobles y esa bruja poderosa las que quisieron engañar a la realeza.-

-Me lo suponía.- suspiró. –Bueno, parece que tú serás la futura reina, entonces, Karin-chan. Sé que serás una buena gobernante.- le palmeó el hombro.

La joven se removió, incómoda, pero al final decidió no contradecirla y asintió con una sonrisa forzada.

-Como sea, vine a pagarte por tus servicios.- le dio otra bolsita con una generosa paga.

-Esto… es mucho dinero por un simple vistazo a los hilos.- observó el oro con la boca abierta.

-Considéralo mi disculpa por no pagar al instante como era debido. Con permiso, nos retiramos.- hizo una reverencia y dio media vuelta para volver con los caballos.

Karin se despidió rápidamente de Ikumi antes de seguir al heredero al trono.

-Ya deben quedar solo unos pocos minutos para que el hechizo por contrato se acabé.- dijo mientras cabalgaban. –Y será mejor que vuelvas a tu palacio y fuera de mi pueblo. No importa lo que hagas, no voy a aceptar ninguno de tus sucios chantajes.- aseguró muy confiada de sus palabras.

-Puedo ver que el matrimonio es muy importante para ti, incluso más importante que el bienestar de tu pueblo.-

-¡Claro que no! ¡No intentes provocarme para que acepte tus propuestas! Puedo ver perfectamente a través de tus intenciones.-

-Sigo subestimándote.- suspiró profundamente. Karin sonrió altanera. –Pero mantengo lo que dije. No me iré hasta que aceptes.-

-Pues prepárate para pasar la eternidad en este "pueblucho".-

Él la miró con una mueca de enfado, antes de sonreír ladinamente de pronto.

-Tu terquedad es equivalente a tu belleza ¿no es así? Tan infinita como el tiempo que estoy dispuesto a esperar por ti.-

-¿Qué?- lo miró con la boca abierta, sintiendo su rostro enrojecer hasta las orejas.

-Ah, entonces sí es eso.- pareció sumamente complacido. –Sí tienes miedo a enamorarte de mí.-

Su sonrojo pasó a ser de pura ira.

-¡En tus putos sueños, bastardo infeliz!- prácticamente estaba temblando de la ira y las ganas de desaparecer su sonrisita a golpes.

-Los nervios te vuelven más agresiva ¿eh?- suspiró audiblemente. –No vas a casarte por dinero, ni aunque te ofrezca todo el oro del mundo, y tampoco tengo el poder suficiente por el momento como para hacer un proyecto caritativo que te sea imposible de rechazar con ese noble corazón tuyo. Así que todo lo que me queda es ir por el lado tradicional.- sus hombros se desplomaron y se vio absolutamente miserable. –Aunque te odie y aunque me odies, sí quiero que te cases conmigo la única forma es lograr que me ames ¿verdad?- se pasó una mano por el cabello. –Bien entonces, aunque me tome veinticuatro días, veinticuatro meses o veinticuatro años, haré que te enamores de mí y aceptes ser mi reina.- la miró con sus ojos turquesas llenos de determinación, para luego sonreír al verla sonrojada. –Aunque sinceramente… creo que solo me tomara veinticuatro días.-

Gruñendo entre furiosa, indignada y avergonzada, Karin acercó su caballo al suyo y le estrelló una fuerte bofetada en el rostro, antes de cabalgar lejos de él sin chocarse con ninguna pared invisible, dispuesta a encerrarse en su habitación y no volver a dirigirle la palabra ahora que finalmente se acabaron las infernales veinticuatro horas con su indeseada alma gemela.

Fin.

Holaaaaaa! :D

Esta parte es un poco más corta q la primera, pero es porq originalmente planeaba terminar el fic de esta forma xP

Ojala q les haya gustado y los personajes de Tite Kubo!

Nos leemos pronto ;D

COMENTEN! *o*

Me despido!

CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!