Los personajes de Naruto no me pertenecen, si no a Masashi-Sama.

La historia tampoco, es una adaptación de Kylie Scott. El segundo libro de la saga Stage Dive, en el mismo nombre que la historia.

Espero les guste el primer capítulo.

La Fiesta

Algo estaba mal. Lo supe desde el momento en que pasé la puerta. Con una mano encendí la luz, dejando caer mi bolso en el sofá con la otra. Después del pasillo débilmente iluminado, el repentido resplandor era deslumbrante. Pequeñas luces brillaron ante mis ojos. Cuando se aclaron todo lo que ví fueron espacios...espacios en la que, esta misma mañana, había habido cosas.

Como el sofá.

Mi bolso cayó al suelo y todo se vino hacia afuera, tampones, monedas sueltas, lapiceras y maquillaje. Una barra de desodorante rodó hacia una esquina. La esquina vacía, ya que tanto la televisión como su gabinete se habían ido. Mi mesa y sillas retro de la tienda de segunda mano permanecían, lo mismo que mi desbordante estantería. Pero la mayor parte de la habitación se hallaba vacía.

—¿Karui?

No hubo respuesta.

—¿Qué demonios?– Una pregunta estúpida, lo que pasó aquí era obvio.

Frente a mi, la puerta de la habitación de mi compañera se encontraba abierta. Nada más que oscuridad y polvo allí. No tenía sentido negarlo.

Karui me dejó sin nada.

Mis hombros se hundieron con el peso de dos meses de renta atrasada, alimentos y servicios públicos llegaron aplastantes sobre mí. Hasta mi garganta se cerró apretadamente. Así que esto se sentía tener un amigo que te jodiera. Apenas podía respirar.

—Hinata ¿Me puedes prestar tu abrigo de terciopelo? Te prometo que te lo voy a ... –Ino, mi vecina del departamento de al lado entró. (Tocar nunca fue su estilo) Entonces, como yo, se detuvo en seco. —¿Dónde está tu sofá?

Respiré hondo y lo solté lentamente. No sirvió de nada.

—Supongo que Karui lo tomó.

—¿Karui se fue?

Mi boca se abrió, pero en realidad ¿Qué había que decir?

—¿Se fue y no sabías que se iba?– Ino ladeó la cabeza, haciendo que su masa de largo cabello se balanceara de aquí para allá.

Siempre le había envidiado ese pelo. El mío era negro azulado y fino, algo más allá de los hombros y, definitivamente, no se balanceaba libremente como el de ella.

No es que el cabello importará.

Tener el alquiler importaba.

Tener qué comer importaba.

¿Estilos de cabello? No tanto.

Mis ojos ardían, la traición dolía como una perra. Karui y yo habíamos sido amigas durante años. Confiaba en ella. Habíamos hablado mal de chicos y compartido secretos, lloramos una en el hombro de la otra. Simplemente no tenía sentido.

Salvo que lo tenía.

Muy dolorosamente, lo tenía.

—No. –Mi voz sonó extraña. Tragué saliva, aclarándome la garganta.— No, no sabía que se iba.

—Raro. Ustedes dos siempre parecieron llevarse bien.

—Si.

—¿Por qué se iría de esa manera?

—Me debía dinero.– Admití de rodillas para recoger el contenido de mi bolso. No para orarle a Dios.Me había dado por vencida con él hacía mucho tiempo.

Ino se quedó sin aliento.—Estas bromeando.¡Esa maldita perra!

—Nena, estamos llegando tarde.– Sai, mi otro vecino de al lado llenó la entrada, con ojos impacientes.

Era un tipo alto y fornido con perspicacia. Normalmente le envidiaba a Ino su novio. En ese momento la gloria de Sai se perdió en mí. Estaba tan jodida.

—¿Qué está pasado?– Preguntó mirando alrededor.—Hola, Hinata.

—Hola, Sai.

—¿Dónde están tus cosas?

Ino levantó las manos al aire.—¡Karui tomó sus cosas!

—No. –Corregí. —Karui tomó su mierda, pero se llevó mi dinero

—¿Cuánto dinero?– Preguntó Sai, el disgusto bajó su voz aproximadamente una octava.

—Suficiente. –Dije. —He estado cubriéndola desde que perdió su trabajo.

—Maldición.– Murmuró Sai.

—Si.– En serio, sí.

Cogí mi bolso y lo abrí. Sesenta y cinco dólares y un brillante y solitario centavo.¿Cómo dejé que llegará tan lejos? Mi pago en la tienda de libros no estaba y mi tarjeta de crédito se envontraba al máximo. Hanabi había necesitado ayuda ayer para comprar libros de textos y de ninguna manera me negaría. Que mi hermana pasará la universidad era lo primero.

Esta mañana le dije a Karui que teníamos que hablar. Todo el día me sentí horrible sobre ello, mi estómago revolviendose. Porque la verdad era que la suma total de mi charla involucraba decirle que tenía que pedirle a sus padres, o al idiota sofiaticado de su nuevo novio, un préstamo para pagarme. No podía mantenernos a ambas alojadas y alimentadas por más tiempo mientras buscaba un nuevo empleo. Así que, también tenía que hablar con uno de ellos para quedarse. Sí, la estaba pateando a la acera. La culpa había pesado en mi estómago como piedra.

Realmente irónico.

¿Cuáles eran las posibilidades de que sintiera algún remordimiento por joderme? Probablemente ninguno.

Terminé de colocar el contenido en mi bolso y cerré la cremallera.

—Ah, sí Ino. El abrigo está en mi armario. Almenos espero que esté. Agárrolo tú misma.

La renta estaba por vencerse en ocho días. Tal vez podría lograr un milagro. Seguro debía haber algo de dinero que una chica inteligente de veintitrés con ahorros en el banco tendría. ¿Al menos una de ellas necesitaba un lugar para quedarse? Había estado bien antes de esto. Pero siempre había habido algo que mi hermana y yo necesitábamos más que la futura estabilidad financiera. Libros, ropa, una noche en la ciudad, todas esas pequeñas delicias que hacían que vivir valiera la pena. Nos habíamos sacrificado bastante ya. Sin embargo, allí estaba, en ruinas y de rodillas.

Supongo que debería haber priorizado mejor. La retrospectiva apesta.

En el peor de los casos, probablemente podría dormir en el suelo de la habitación de la residencia de Hanabi si fuéramos más astutas. Dios sabe que nuestra madre no tenía dinero en efectivo. Pedirle ayuda estaba fuera de la cuestión. Si vendiera las perlas de mi tía abuela, podría ayudar para el depósito de otro apartamento, uno más pequeño que me podía permitir por mi cuenta.

Arreglaría esto de alguna manera. Por supuesto, lo haría. Arreglar la mierda era mi especialidad.

Y si alguna vez veía a Karui de nuevo, la mataría.

—¿Qué vas a hacer?– Preguntó Sai, apoyado contra el marco de la puerta.

Me puse de pie, sacudiéndome el polvo de las rodillas de mis pantalones negros.—Ya me las arreglaré.

Sai me miró y se la devolví con toda la calma que pude. La siguiente cosa que saliera de su boca más le valía que no fuera compasión. Mi día había sido bastante horrible. Con gran determinación le sonreí.

—Entonces, ¿Adónde se dirigen?

—Fiesta en casa de Sasuke y Sakura.– Respondió Ino desde el interior de mi habitación.— Deberías venir con nosotros.

Sakura, la hermana de Sai y ex compañera de cuartode Ino, se había casado con Sasuke Uchiha, el mayor dios del rock y guitarrista principal de la banda Stage Dive, hace unos meses. Era una larga historia. Francamente, todavía intentaba entenderla del todo. En un momento, había sido la chica pelirrosa agradable de al lado que fue al mismo colegio que Hanabi y preparaba un café buenísimo en el Café de Tsunade. Al siguiente, nuestro bloque de apartamentos fue rodeado por paparazzi. Karui dió entrevistas en la entrada principal, no es que supiera algo. Yo me colaba por la parte trasera.

Mayormente, mi relación con Sakura había involucrado decir Hola cuando nos pasabamos en las escaleras, cuando vivía aquí y yendo al Café de Tsunade cada mañana para tomar un café gigante en mi camino a mi trabajo. Siempre habíamos sido amigables. Pero no diría que éramos exactamente amigas. Dado a la afición de Ino por pedir ropa prestada, a ella la conocía mucho mejor.

—Debe venir. ¿Verdad Sai?

Sai gruñó su afirmación. Era eso o su desinterés. Con él era difícil de saber.

— No impota.– Objete. La basura se alineaba en las paredes donde el sofá y el gabinete estuvieron; toda la basura que Karui dejó atrás.— Tenía un nuevo libro para leer, pero probablemente debería ocuparme limpiando. Supongo que no habíamos sacado el polvo de abajo de los muebles por un tiempo. Por lo menos no voy a tener mucho que mover cuando llegue el momento.

—Ven con nosotros.

—Ino, no fuí invitada.– Dije.

—Ninguno de los dos lo somos la mitad del tiempo.– Dijo Sai.

—¡Nos aman! Por supuesto que nos quieren allí.– Ino volvió a salir de mi habitación y le dirigió una mirada fea a su novio.

Se veía mejor en la chaqueta vintage de lo que yo lo haría jamás, un hecho por lo cual elegí no odiarla en secreto. Si eso no me ganaba puntos en el cielo, entonces nada lo haría. Tal vez se la daría como regalo de despedida antes de irme.

—Vamos, Hinata.— Dijo. — A la frentona no le importará.

—¿Lista para irnos?– Sai tintineo las llaves de su coche con impaciencia.

Codearse con estrellas del rock no parecía la respuesta adecuada al saber que pronto estaría en la calle. Tal vez, algún día, cuando estuviera en mi reluciente y mejor momento, podría ir y decir Hola. Ese día no era hoy. Sobre todo me sentía cansada, derrotada. Teniendo en cuenta que me había estado sintiendo de esa manera desde que cumplí los dieciséis años, no era la más fuerte de las excusas. Sin embargo, Ino no tenía por qué saberlo.

— Gracias chicos, – Dije.— pero acabo de llegar a casa.

—Um, cariño, tu casa apesta en este momento.– Dijo Ino, mirando mis ovillos de polvo y la falta de decoración con una mirada arrebatadora.— Además, es viernes por la noche.¿Quién se queda en casa en una noche de viernes?¿Usarás tu uniforme de trabajo, o te pondrás unos vaqueros? Te sugiero los vaqueros.

—Ino...

—No lo hagas.

—Pero...

—No. – Ino de agarró de los hombros y me miró a los ojos.—Has sido jodida por una amiga. No tengo palabras para decirte lo furiosa que estoy. Vas a venir con nosotros. Escóndete en una esquina toda la noche si quieres. Pero no estarás sentada aquí, sola, pensando en esa puta ladrona. Sabes que nunca me agradó.

Estúpidamente lo hice. O lo había hecho. Como sea.

—¿No lo dije Sai?

Sai se encogió de hombros y tintineo sus llaves un poco más.

—Ve, arréglate.– Ino me dió un empujón en la dirección de mi dormitorio.

En mi situación actual, esta podría ser mi única oportunidad de conocer a Sasuke Uchiha. Sakura todavía aparecía por aquí de vez en cuando, pero nunca la había visto, a pesar que de vez en cuando "pasaba el rato" en las escaleras por si acaso. No era mi favorito absoluto de los cuatro miembros de Stage Dive. Ese honor se hallaba reservado para el baterista, Naruto Uzumaki. Hacía unos años estuve fuertemente atraída por él. Pero aún así... Sasuke Uchiha. Por la oportunidad de conocer auque solo fuera uno de ellos, tenía que ir. Hacía unos años tuve esta cosa por la banda. Nada que ver con ellos siendo unos brillantes dioses del rock. No, yo era un purista musical.

—Esta bien, denme diez minutos.– Era el marco mínimo de tiempo en el que podía, mentalmente, si no físicamente, prepararme para enfrentar a los ricos y famosos.

Afortunadamente mi factor de importarme ahora se encontraba peligrosamente cerca de niveles demasiado bajos. Esta noche, probablemente sería el mejor momento para conocer al señor Uchiha. En realidad, podría manejarme para mantener la calma y no ser un desperdicio de espacio asombrado.

—Cinco minutos.– Dijo Sai.— El juego va a empezar.

—¿Te relajarás?– Preguntó Ino.

—No.– El hombre hizo un chasquido e Ino se rió.

No quería saber. Las paredes aquí eran asquerosamente delgadas para los hábitos de apareamiento nocturno de Ino y Sai no fuera un secreto. Afortunadamente, estaba por lo general en el trabajo durante el día. Esas horas eran un misterio para mi y no uno en el que pensaba.

Oh, está bien. De vez en cuando lo pensé, porque no había conseguido nada que no fuera auto-inducido por un tiempo. Además al parecer, tenía algunas tendencias veyoristas reprimidas en necesidad de abortar.

¿Realmente me envontraba interesada en una noche de observar parejas frotándose unos contra el otro?

Podría llamar a Toneri, a pesar de que dijo que tenía una cita esta noche. Por supuesto, siempre tenía una cita. Toneri era perfecto en todos los sentidos, aparte de sus tendencias a mujeriego. A mi mejor amigo le gustaba difundir su amor alrededor, por decirlo suavemente. Parecía estar en relacion conyugal de sólo el primer nombre con la mayor parte de la población de Portland desde los dieciocho hasta los cuarenta y ocho años. Todo el mundo, menos yo, básicamente.

Lo cual estaba bien.

No había nada malo con ser amigos. Aunque algún día realmente creía que haríamos una gran pareja. Era tan fácil estar a su alrededor. Con todo lo que teníamos en común, podríamos llegar al final. Mientras tanto, me sentía contenta con esperar, hacer mi propia cosa. No es que últimamente hubiera estado haciendo algo o con alguien, pero se entiende lo que quiero decir.

Toneri me escuchaba quejarme de Karui. Probablemente cancelaría su cita, vendría y me haría compañía mientras limpiaba. Sin embargo, definitivamente diría, "te lo dije". Cuando se enteró que había estado cubriéndola, no estuvo feliz. Abiertamente la acusó de usarme. Resultó que estaba ciento diez por ciento correcto con ese asunto.

La herida, sin embargo, estaba demasiado cruda para ser empujada y pinchada. Así que... no Toneri. Con toda probabilidad, Hanabi me daría las mismas patadas en el culo que Toneri. Ninguno fue fan del plan Salvar a Karui. Decisión tomada. Iría a la fiesta y me divertiría antes de que mi mundo se volviera mierda.

Excelente. Podría hacer esto.

0

No podía hacer esto.

Sasuke y Sakura vivían en un condominio de lujo en el distrito de Pearl. El lugar era muy extenso, ocupaba la mitad de la última planta de un edificio antiguo de ladrillo color marrón. Debe haber sido surrealista para Sakura, pasar de nuestro diminuto edificio, con corrientes de aire, de pared delgada a este tipo de esplendor. Debe haber sido impresionante. El viejo edificio de apartamentos se asentaba en el borde de la ciudad, cerca de la universidad, pero Sasuke y Sakura vivían justo en el punton central de muy bonito y caro distrito Pearl.

Felizmente, la pelirrosa parecía encantada de verme. Un momento potencialmente incómodo anulado. El esposo de Sakura, la estrella de rock, alzó la barbilla en señal de saludo mientras hice lo posible por no mirarlo fijamente. Moría por pedirle que me firmará algo. Mi frente serviría.

— Sirvete algo de la cocina.– Dijo Sakura.— Hay un montón de bebidas y las pizzas deben estar aquí pronto.

—Gracias.

—¿Vives al lado de Ino y Sai?– Preguntó Sasuke, hablando por primer vez.

Dios mio, su pelo oscuro y cara esculpida eran impresionantes. La gente no debía ser tan codiciosa;¿No era suficiente que fuera increíblemente talentoso?

—Si.– Dije. — Solía ser vecina de Sakura y soy cliente habitual en el café de Tsunade.

—Todas las mañanas sin falta.– dijo la pelirrosa con un guiño.— Una dosis doble de latte desnatado con un poco de caramelo. Sale enseguida.

Sasuke asintió y pareció relajarse. Pasó un brazo por la cintura de su esposa y ella le sonrió. El amor le sentaba bien. Esperaba que durarán.

Había amado, realmente amado a cuatro personas en mi vida. No todos fueron amor romántico, por supuesto. Pero les confíe mi corazón a todos ellos. Tres me fallaron. Así que pensé que existía una posibilidad de un veinticinco por ciento de éxito.

Cuando Sasuke y Sakura comenzaron a succionarse la cara, lo tomé como señal para ir a explorar.

Tomé una cerveza de la cocina (Tecnología de punta y más allá de elegante) y me enfrenté a la gran sala de estar con renovada determinación. Totalmente podría hacer esto. La socialización y yo estábamos a punto de ser mejores amigas. Una docena de parejas se encontraban esparcidas por el lugar. Una enorme pantalla plana emitía el juego y Sai se sentó en el centro, enfrente de ella, embelesado. Vi algunas caras entre la multitud que reconocí; La mayoría pertenecía a gente a la que nunca me atrevería a aproximarme. Tomé un sorbo de cerveza para humedecer mi grganta reseca. El ser la única sin pareja en una fiesta es una especie única de tortura. Teniendo en cuenta los acontecimientos de hoy, me faltaba el coraje de iniciar una conversación. Con mi talento para escoger a quién confiar, probablemente le preguntaría al único asesino en serie de la habitación por su autógrafo.

Ino gesticuló para que me uniera a su derecha cuando mi celular empezó a vibrar en el bolsillo trasero de mis pantalones. Mi nalga vibró, estremeciéndome. Hice señas a Ino y saqué mi celular, caminando rápidamente hacia el balcón para escapar del ruido y la charla. El nombre de Toneri apareció en la pantalla mientras cerraba las puertas del balcón.

—Hola.– Dije, sonriendo.

—Mi cita me cancelo.

—Es una lastima.

—¿Qué estás haciendo?

El viento azotaba mi cabello haciéndome temblar. Tiempo típico de Phortland en ésta época del año, Octubre definitivamente podía ponerse frío, húmedo, oscuro y miserable. Me acurruque más profundamente en mi chaqueta de lana azúl.

—Estoy en una fiesta. Vas a tener que entretenerte tú solo. Lo siento.

—¿Una fiesta?¿Qué fiesta?– Preguntó, el interés en su voz subiendo de nivel.

—Una a la que no fuí exactamente invitada, así que no puedo invitarte.

—Maldita sea.– Bostezó.—No importa. Podría ir a dormir temprano pra variar.

—Buena idea.

Me acerqué a la barandilla. Autos se apresuraban por la calle de abajo. El distrito Pearl era la meca de bares, cafeterías y genialidad en general. Un montón de gente se encontraba afuera desafiando el tiempo. A mi alrededor las luces de la ciudad disolvieron la oscuridad y el viento aulló. Era encantador en una especie de voluble, crisis existencial. No importaba el clima, amaba a Phortland. Era tan diferente a la casa en el sur de California, algo ue me gustaba muchísimo. Aquí las casas se encontraban construídas para la nieve y el hielo en vez del sol. La cultura era más rara, más indulgente. O tal vez sólo tenía problemas para recordar algo bueno con respecto a mi ciudad natal. Escapé. Eso era lo único que importaba.

—Debo ir a ser social, Toneri.

—Suenas apagada¿Qué pasa?

Gemí.— Hablamos mañana en el trabajo.

—Hablemos ahora.

—Mas tarde, Toneri. Tengo que poner mi cara feliz e ir a enorgullecer a Ino.

—Hinata, déjate de tonterías. ¿Qué está pasando?

Retorcí mi cara y tomé otro sorbo de cerveza antes de contestar. Habíamos estado trabajando juntos desde hace casi dos años. Aparentemente, un montón de tiempo para que pueda averiguar lo que trato de ocultar.

—Karui se fue.

—Bueno, ya era hora. ¿Te pagó?– Dejé que mi silecio hablará.— Jodeeer Hina ¿En serio?

— Lo sé.

—¿Qué te dije?– Gruñó— No te dije...

—Toneri, no vallas allí. Por favor. En ese momento pensé que hacía lo correcto. Era una amiga y necesitaba ayuda. No podía...

—Si podías. ¡Estaba jodidamente usándote!

Respiré hondo y lo exhalé lentamente.—Si, Karui estaba jodidamente usándome. Tenías razón, me equivoqué.

Murmuró una larga serie de improperios mientras esperaba mayormente paciente. No es de extrañar que no hubiera querido tener esta conversación. Nunca habría una buena manera de contar está historia de mierda. La frustración hervía dentro de mi, calentándome contra el frío.

—¿Cuánto necesitas?– Preguntó, con voz recignada.

—¿Qué? No voy a aceptar dinero de ti, Toneri. Conseguir más deudas no es la respuesta.– Además, propietario de la empresa o no, no estaba segura cuánto tenía disponible. Toneri no era mucho mejor que yo ahorrando. Sabía esto debido a la ropa de diseñador que usaba diariamente para trabajar. Al parecer siendo residente de Portland, el Sr Amante requería un gran armario. Para ser justos, lo usaba muy bien.

Suspiró.— Sabes, para ser alguien que siempre está ayudando a los demás, eres una mierda aceptando ayuda para tí.

—Ya se me ocurrirá algo.

Otro suspiro afligido. Me incliné sobre la barandilla y bajé la cabeza, dejando que el viento frío azotara mi cara. Se sentía bien, compensando el tirante dolor de cabeza amenazando con iniciar detrás de mi frente.

—Voy a colgar ahora, Toneri. Aquí tienen cerveza y pizza. Estoy bastante segura que si me esfuerzo lo suficiente puedo encontrar mi lugar felíz.

—Vas a perder el departamento. ¿No es así?

—Es probable que tenga que mudarme, sí.

— Quédate conmigo. Puedes usar mi sofá.

—Eso es dulce de tu parte.– Traté de reír, pero el ruido que salió era más bien una tos estrangulada.

Mi situación apestaba demasiado para ser divertida. Dormir en el sofá de Toneri, mientras él follaba en la habitación de al lado con alguna desconocida. No, no pasaría. Puesto que me sentía pequeña y estúpida por dejar que Karui jodiera conmigo. Dar testimonio de la vida sexual, Oh-tan-activa de Toneri sería demasiado.

—Gracias Toneri. Pero estoy bastante segura que has hecho cosas innombrables a muchas, muchas personas en ese sofá. No creo que alguien pueda dormir allí.

—¿Crees que está embrujado por los fantasmas de coitos pasados?

—No me sorprendería.

Bufó.— Mi asqueroso sofá está allí si lo necesitas, ¿De acuerdo?

—Gracias. De verdad.

— Llámame si necesitas algo.

— Adiós, Toneri.

—Oh, oye, Hinata.

—¿Si?

—¿Puedes trabajar el domingo?A Tenten se le presentó algo. Le dije que tú la cubrirías.

—Paso los domingos con Hanabi. — Dije cuidadosamente— Lo sabes.

El silencio fue la respuesta de Toneri.

Podía sentir la culpa deslizándose sobre mí.

—¿Qué si cubro un turno diferente? ¿Es algo que pueda mover?

—Eh, mirá. No importa. Yo me encargo de eso.

—Lo siento.

—No importa. Hablaremos luego.

Y me colgó.

Guarde mi celular, tomé otro trago de cerveza y fijé mi mirada afuera en la ciudad. Oscuras nubes flotaron a través de la luna creciente. El aire parecía más frío ahora, haciendo que mis huesos dolieran como si fuese una anciana. Necesitaba beber más. Eso resolvería todo, esta noche por lo menos. Sin embargo, mi cerveza estaba casi terminada, pero vacilé en entrar al interior.

Ugh.

Basta de esto.

Una vez que la bebida se terminó, mi solitaria fiesta de autocompasión se acabó. Renunciaría a rondar en las sombras, sacaría la cabeza de mi trasero y me dirigiría adentro. Esta era una oportunidad para no dejarla escapar, como si no hubiera querido un millón de veces o más, cruzarme con alguien de la banda. Ya conocí a Sasuke Uchiha. Así que los deseos podían hacerse realidad. Debería pedir tetas más pequeñas, un trasero más grande y una mejor selección de amigos mientras estaba en ello.

Y el dinero suficiente para pagar la educación universitaria de mi hermana y mantener un techo sobre mi cabeza, por supuesto.

—¿Quieres otra?– Preguntó una profunda voz, sobresaltándome.

Mi barbilla se levantó, ojos abiertos ampliamente. Pensé que estaba sola, pero un hombre se sentaba encorvado en una esquina. Cabello rubio, largo y despeinado hasta los hombros brillaba débilmente, pero el resto de su cuerpo permanecía en sombras.

Wow.

No. No podía ser él.

Quiero decir que podría ser, por supuesto. Pero no podía ser, sin duda.

Quien quiera que fuese, tenía que haber escuchado la mitad de mi conversación telefónica, que fue más que suficiente para marcarme como una de las grandes idiotas de nuestros tiempos. Se escuchó el tintineo y siceo de una cerveza siendo abierta, luego me la ofrecio. La luz del interior reflejaba la transpiración de la botella, haciéndola brillar.

—Gracias.

Di un paso más cerca, lo suficientemente cerca para ver algo de él, incluso con la poca iluminación y tomé la cerveza.

¡Santa mierda!

¡Era él!

Naruto Uzumaki.

Continuara...