Hola, hola, Luna de Acero reportándose. Nuevamente pido disculpas por la demora, espero les guste este capítulo, le puse mucho esfuerzo jaja.


Disclaimer: Los personajes no me pertenecen son de Isayama Hajime, el contexto también, la idea es de la persona que comisiona y debo decir que en lo personal no me gustan las historias de abusos, el resto si es de mi invención.

Advertencias: Lenguaje vulgar, abuso, lime, escenas explícitas, palabras altisonantes.

LECTORES: Por favor consideren que esto es una obra completamente de ficción, personalmente y lo vuelvo a reiterar (y lo haré en todos los capítulos de esta comisión) NO estoy de acuerdo con los abusos ni de poder, ni de fuerza, ni con amenazas para que una persona ceda, entiendan que es pura ficción y por favor, cuídense mucho, ustedes EN LA VIDA REAL, NUNCA JAMÁS permitan ninguna clase de abuso. Alguien que les obligue a tener relaciones o los coaccione NO los quiere, ni los querrá, eso es ABUSO y debe denunciarse.

Ya pueden leer, se ruega discreción.


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"Ser indiferente ante alguien es condenarle al peor de los desprecios.

La omisión es más hiriente que cualquier acción".

Pascual García Senderos

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En breve estarían viajando a la capital, de manera que tenía que alistarse. Su tobillo estaba mejorando, pero aún estaba muy dolorido, a pesar de todo no podía quedarse quieto aunque restringía sus movimientos, pero eso de tener que evitar la actividad lo ponía tenso, más de lo normal. Días anteriores se había sentido levemente mejor, había vendado con fuerza la lesión y volvió a dirigir los entrenamientos, gracias a eso evitó que Armin se partiera la crisma contra el suelo aquella vez, pero debido al sobre esfuerzo resintió su herida, de manera que ahora no le había quedado otra opción más que hacer reposo. Si había algo que Levi odiaba más que nada era sentirse inútil, tener que apartarse de la acción y quedarse arrinconado como un niño mal portado.

El problema era que cuando las actividades cesaban, no había más papeles para llenar o informes que enviar, entonces lo único que se podía hacer era reflexionar, era algo que surgía naturalmente, no podía atar a sus pensamientos o sedarlos de alguna manera, empezaban a acumularse como cientos de molestas voces que esperan su turno para atormentarlo. Ni siquiera podía darse el lujo de dormir porque el sueño siempre había sido escaso para su persona, aunque estuviera imposiblemente cansado. Tenía a su pierna descansando sobre una silla mientras terminaba informes que le correspondían a Hange, pero lo cierto es que él ya había terminado con los suyos, incluso ayudó un poco a Erwin, por lo que le pidió a Moblit que le trajera lo más atrasado de la loca.

Cerrando o abriendo los ojos no tenía descanso, las imágenes se superponían como bombardeos de su consciencia. Levi no sentía remordimientos en cuando a coaccionar a sus subordinados si quería conseguir un poco de placer, lo que se los generaba eran las muertes, los errores cometidos por no obedecer a su instinto o por pasar alguna señal por alto, todas esas muertes eran como flechas que lo atravesaban dolorosamente. Frunció el entrecejo tratando de disipar esos recuerdos torturantes y los golpes a su puerta lo alertaron. No tenía ganas de ver o hablar con nadie, pero entre volver a sumergirse en sus propias cavilaciones y que otro lo distrajera, eligió lo segundo, por eso esperaba que los documentos no se terminaran, aunque ya le dolían los dedos y la muñeca de tanto escribir, una pausa breve ayudaría.

—Adelante —ordenó con voz potente, para evitarse la molestia de ir caminando a abrir.

—Capitán...

La dulce Krista entró a su habitación con una toalla y algunas cosas en las manos, llevaba el uniforme que le quedaba tan bien a su grácil cuerpo, Levi relajó sus facciones.

—Lamento molestarlo, pero verá, esta pomada ayudará a su tobillo a sanar más rápido, ¿me permite? —explicó haciendo un ademán hacia su pierna.

—De acuerdo.

Se sentaron en la cama, Levi se apoyó en el respaldo y subió su pierna sobre las de Krista. La chica estaba vestida con el uniforme, pero el capitán estaba demasiado cansado como para pensar en sexo, al menos por ahora. Los dedos de la joven eran levemente fríos, sin embargo lo trataba con delicadeza, poniendo atención y cuidado, Levi recordó fugazmente sobre una vez que tratando de alcanzar un mendrugo de pan de un estante cayó al suelo y se abrió un pequeño tajo en una de sus rodillas. Su amorosa madre, viva en ese momento, lo había limpiado con cuidado y le había vendado la herida con cariño, besó el lugar y le dijo que no se preocupara más, que el dolor volaría lejos, lejos.

¡Qué mentira tan grande! El dolor jamás se iba, quedaba atorado dentro suyo como si su corazón fuera un matorral de espinos que aprisionaba cada pérdida para revivirlas una y otra vez, para resentir la melancolía, la tristeza y el extrañar a aquellos afectos que jamás regresarían de la muerte.

—El capitán está muy callado, ¿le incomoda mi presencia? —la dulce voz de Krista lo hizo regresar de sus pensamientos.

—No. Es solo que no tengo nada para decir.

—La herida es de consideración, ¿verá a un doctor en la capital? —preguntó mientras embebía una pequeña y limpia esponja en alcohol para limpiar con sutileza el lugar, como si intentara que le doliera menos.

—No lo sé, si no es que nos apresan antes y nos mandan al cadalzo, tch.

Krista lo miró con preocupación y Levi conectó con sus ojos grandes y celestes, carajo, esa mocosa lo estaba hablandando, lo sabía, esa sensación de necesitar consuelo, de querer acaparar la atención del otro, esa debilidad que a veces era inevitable.

—¿Qué? Sabes que nadie sabe cuánto tiempo le queda, es así, en este mundo cruel a veces la muerte es una extraña bendición —continuó mientras se removía para acomodar mejor su cuerpo.

Los dedos de Krista temblaban ligeramente y el hombre enarcó una ceja, notó que apretaba los labios y contenía la respiración como evitando largarse a llorar.

—Capitán... yo... le quiero.

Tomó la pomada y abrió la tapa para untar un poco en sus dedos, luego fue colocándola a lo largo del magullado y violáceo tobillo, friccionando suave. El sargento estaba mudo esta vez. Las únicas personas que le habían dicho algo como eso habían sido su madre y Farlan... Farlan... Una punzada de dolor se alojó en su pecho al recordar a su querido amigo, confidente, cómplice, a nadie le había permitido acceder a tanto, el vacío de perderlo le dejó un hueco tan enorme y profundo que nunca más estrechó lazos tan intensos con nadie, a lo sumo podía sentir un leve afecto que camuflaba muy bien con sus miradas de asesino serial.

Normalmente ante una confesión de ese calibre lo lógico hubiera sido rechazarla de plano y mandarla a la mierda. Sin embargo no quiso hacerlo, Krista le sorprendía en más de un sentido, aquellas cosas con las que cualquier muchachita normal tendría que lidiar -su ataques, su trato rudo, su sexo algo violento, su falta de tacto-, serían cosas que a cualquiera harían huir. Sin embargo esa jovencita, en apariencia frágil y pequeña, tenía una resistencia y una obstinación que al menos llamaban la atención. Lo había notado, esos guapos cadetes -aunque bastante inútiles e inexpertos- que la rondaban como si fueran buitres a la carroña, que le echaban unas miradas de lo más lascivas, incluso el chico titán que no se fijaba en absolutamente nadie había dejado que sus ojos de lechuza asustada la siguieran un par de veces. Entonces teniendo a tanta gente para elegir, ¿por qué justamente a él le confesaba eso? ¿Tanto le gustaba que la maltrataran? Y por un fracción de segundo Levi se preguntó ¿qué pasaría si la tratara bien para variar? ¿Ella terminaría alejándose porque no era amabilidad lo que buscaba? Que gran misterio.

—¿Cuánto me quieres? —le preguntó con autoridad mientras la examinaba con esa mirada suya tan intimidante. La jovenzuela pensó unos momentos, mientras delicadamente usaba una venda nueva para cubrir el maltratado tobillo.

—No sabía responder a eso, no conozco una manera efectiva de medir lo que hay en el corazón, es simplemente eso, que le quiero. Me gusta pasar tiempo con usted, lo admiro mucho, quisiera conocerlo mejor y que usted también me conozca a mi.

—Te conozco más que cualquiera.

—Me refiero... no solo al cuerpo, tengo mucho más para ofrecerle que un poco de se-sexo —ahí estaba su timidez emergiendo de nuevo al igual que el suave rubor que se le desparramaba por las mejillas redondas y lindas.

—Oh, entonces, ¿qué más me puedes ofrecer?

—Cariño, cuidados, saber que hay alguien esperando por su regreso, a-amor...

Levi se rió en su mente, ¿amor? ¿En serio? Sin embargo estaba demasiado agotado como para siquiera pensar en alguna frase que humillara a la chiquilla. Él no necesitaba amor, tampoco lo merecía, no quería que nadie se atara a él, especialmente porque no sabía cuánto podría sobrevivir. Se quedó callado, a veces era mejor no responder a ciertas cuestiones, que pensara lo que se le viniera en gana, le daba igual.

—Tengo sueños que me gustaría cumplir —siguió hablando Krista, Levi suspiró con molestia y carraspeó para aclararse la garganta mientras se cruzaba de brazos. Qué fastidio escucharla.

Sin embargo ella se quedó callada.

—¿Cuáles son? Si hablas di las cosas, sino no digas nada —ni él supo porqué la instaba a que hablara al respecto.

Krista lo miró con los ojos llenos de luces, como si una estrella se le hubiera encendido dentro de la cabeza, sonrió de una manera auténtica y vivaz, y el oscuro y deprimente sargento quedó encandilado por esa expresión.

—Yo, quiero ayudar a los niños que no tienen padres, o que si los tienen no pueden asegurarles una vida digna. Si pudiera hablar con el rey o tal vez organizar una comisión, no lo sé, pero no quiero irme de este mundo sin hacer algo que en verdad cambie las cosas —aseguró cerrando sus manos en puños.

—¿Salvar un puñado de mocosos con mala suerte es cambiar las cosas?

—Sí —respondió frunciendo el ceño y poniendo énfasis en la monosilábica respuesta—. Una ayuda, un abrazo, demostrarles que a alguien le interesan, que no están solos en el mundo.

—¿Esa es tu historia? A ti te abandonaron a tu suerte —afirmó y notó como el semblante de la joven cambiaba drásticamente.

—Sé lo que se siente, por eso... por eso...

—Por eso quieres intentar a través de otros curar tus propios traumas y falta de afecto, qué bonito —soltó con agudo cinismo, pero cuando vio que sus palabras infligían dolor en la muchacha se sintió un poco culpable, mierda. Se estaba ablandando demasiado—. Como sea, tú tienes que hacer lo que puedas y quieras, es tu asunto, lo que los demás opinen que te tenga sin cuidado.

—¿Le parece algo inútil?

—No lo sé, no soy adivino, pero supongo que cualquier acción que sirva para aliviar el sufrimiento de otros es buena.

La joven sonrió sutilmente y terminó el vendaje, le colocó el zapato y el hombre quitó su pierna para asentar el pie en el suelo. Seguía doliendo, pero con la pomada se sentía levemente refrescado. La joven se sacó sus botas y el sargento enarcó una ceja, se trepó a la cama y escaló hasta sentarse a su lado, se pegó a su costado y se aferró a su brazo.

—Pon seguro si es que te vas a portar así —renegó, pero sin usar ese tono de reproche que era casi una firma registrada.

Krista saltó y salió corriendo en puntas de pie para trabar la puerta, entonces regresó sin poder ocultar una sonrisa que dejaba vislumbrar la perlada dentadura, volvió a treparse y a acurrucarse al lado suyo. Miró a Levi contenta y el hombre rodó los ojos con fastidio, sin embargo destrabó sus brazos y pasó el que ella estaba aferrando por encima de sus hombros para apretarla contra su cuerpo. Se sentía la calidez de la mujer, así como la suavidad de sus pechos rozando contra sus duros pectorales. Estaba haciendo mal, accediendo a esos caprichos estúpidos de jovencitas hormonales.

La rubiecita inspiró muy cerca de su cuello, llenándose del olor a jabón tan característico del sargento y cerró los ojos mientras sus brazos estrechaban la cintura del hombre tan definida y firme. Susurró con esa voz de avecilla que tenía.

—Levi, te quiero.

—Eso ya lo dijiste, y trátame con respeto que no soy uno de tus compañeros.

—Capitán, le quiero.

—¿Será que vas a callarte de una vez o tendré que buscar otros métodos para hacerlo?

—Haga como quiera, estoy demasiado feliz —admitió la chica mientras apoyaba su oído para escuchar el poderoso corazón del capitán.

—¿Feliz por qué? Yo no te he dicho nada, así que no te hagas ilusiones bobas.

—Feliz porque estoy con usted... y porque no me ha corrido a patadas a pesar de lo que le dije.

—Tonta, tengo mi pierna herida, así que solo por esta vez te has salvado.

Giró su cabeza hacia donde estaba la joven y se encontró con su mirada llena de toda esa carga emocional de la que solía huir tanto. Pero tal vez fuera la inactividad, el dolor, el saber que una vez en la capital no sabrían a que prejuicios y dictámenes se enfrentarían, tal vez era... quien sabe qué mierda, no tenía muchas ganas de pensar. Acercaron sus rostros y se besaron, Krista abrió su boca con docilidad para recibir la lengua del capitán, pensar que con tal simple acto el hombre la ponía a temblar por entero, se aferró a su cuello, subiéndose a horcajadas, para profundizar los roces. Se separaron un momento para respirar, la muchacha se perdió en los ojos afilados y grises, atractivos y atrayentes.

—¡Capitán! —soltó casi como un gemido cuando los labios del hombre se adhirieron a su núbil cuello, ella lo abrazó aún más, tan emocionada que sentía ganas de llorar—. ¡Ca-capitán, lo quiero, lo quiero!

Levi se detuvo y la empujó del torso para alejarla un poco, la rubia tenía la mirada húmeda y las mejillas encendidas, ¿por qué mierda era tan linda? Lo provocaba, todo el tiempo, lo tentaba, lo arrastraba a cometer esta locura.

—Cálmate —le ordenó, y luego le puso una de sus toscas y callosas manos sobre un costado del rostro para refregar su pulgar por una de sus mejillas encendidas.

—Usted... ¿alguna vez se ha enamorado?

—Qué pregunta más idiota.

—¿Quién es el que huye ahora?

El sargento endureció su mirada, mejor dejar las cosas en claro.

—De acuerdo, si tanto quieres saber aquí tienes mi respuesta, no, nunca me he enamorado, no creo en el amor, uno puede vivir sin amor, así que en términos prácticos no lo necesito, ni me interesa. Enamorarse es solo una complicación.

—Entiendo —dijo la chica pero sin mostrarse triste, sino más resuelta aún—. ¿Usted siente algo por mí? Sea honesto, algo debe sentir, aunque sea muy pequeño.

—Sí, siento ganas de follarte —respondió sin atisbo de duda mientras una de sus manos te acariciaba el trasero.

—Por algo se empieza —respondió risueña, pero el hombre le agarró de la trenza y le zamarreó la cabeza sin verdadera fuerza pero la tomó por sorpresa.

—Ya basta, deja de imaginarte cosas que no sucederán. Fui claro y honesto contigo, Krista, me gusta follar contigo, eso es todo.

—A mí no me venga con esas —replicó mientras apretaba su muñeca para que soltara su cabello, lo enfrentó cara a cara y le habló con firmeza, aunque se estuviera derritiendo por dentro—. Usted sabe cómo me siento, sabe cómo soy y sin embargo decidió seguir adelante conmigo, así que hágase responsable, vi... viejo.

Se puso roja por completo al decir lo último y Levi abrió sus ojos ofendido.

—Tú lo que quieres es que te discipline, ¿eh?

Krista se rió tapándose la boca y mirando con picardía al hombre, Levi la tomó de los hombros y la empujó con rapidez contra la cama, dejándola boca arriba y se posicionó arriba.

—Mira qué fácil te domina este viejo —se burló mirándola con altanería, se ubicó entre sus piernas y frotó su cadera contra la entrepierna de la joven quien reprimió un gemido—. Bien que te gusta mi verga vieja.

—Lo s-siento, capitán, so-solo era una broma, lo j-juro —levantó su torso con dificultad y capturó el rostro del capitán, lo besó en la mejilla con cariño y lo miró de igual manera—. Lo quiero.

Levi rodó los ojos y la liberó poniéndose de pie y fingiendo como siempre que el tobillo no lo estaba matando.

—Anda, ve a entrenar o a hacer cualquier otra cosa que los cadetes deban hacer. Ya perdiste suficiente tiempo.

Krista se sentó y se puso las botas, recogió las vendas viejas y los otros implementos que había llevado. Tomó la crema y la dejó sobre la mesa de luz.

—Úsela a diario, aliviará las molestias —el sargento cabeceó en respuesta, la joven se acercó de nuevo y el hombre pensó que nunca había conocido criatura más insistente—. Sea honesto, por favor, ¿realmente cree que alguien como usted... podría enamorarse de alguien como yo?

¿Honestidad, eh? Levi suspiró y luego soltó su consabido "tch". Krista sonrió con un poco de decepción y se giró para ir a la puerta, pero cuando puso la mano sobre el pomo lo escuchó hablar a sus espaldas.

—No lo sé.

Sintió que el corazón le brincaba en el pecho. No le había dicho que no, y eso en el lenguaje del capitán era un gran avance, al menos eso presentía.

—¿Pu-puedo intentarlo?

—Haz lo que quieras, pero ahora saca tu suave culo de mi vista o me arriesgaré a usar mis excelentes patadas a pesar de la lesión.

—Siempre tan caballero, capitán.

—Así me quieres.

No tuvo que girarse para saber que el hombre había sonreído con lo último que había dicho, y ella también.

...

Connie venía por el pasillo, traía algunos papeles en las manos y tenía muy buena cara.

—¡Connie! —lo llamó el rubio y el chico se detuvo—. ¿Estás bien? te ves algo pálido.

—Pues no, me duele mucho el estómago y me tienen como mandadero para ir de aquí para allá, y todos parecen demasiado ocupados para pedirles ayuda.

—Bueno, yo ya terminé en la cocina, puedo darte una mano, ¿adónde llevas esos documentos?

—Con el capitán Levi, encima su oficina está en el último rincón del edificio, joder.

—No te preocupes, lo haré por ti —dijo tomando los documentos de inmediato, Connie lo miró sorprendido.

—¿Harías eso por mí?

—Por supuesto, me alegra ayudarte.

Era una vil mentira y lo sabía, al único que quería ayudar con esa simple acción era a él mismo. El día anterior había ido al bosque a gritar, se sentía demasiado frustrado, demasiado molesto y ni siquiera sabía porqué, o bueno, tenía más o menos una idea, pero no estaba seguro del todo. Para algunas cosas su cerebro funcionaba como un genio y para otras más básicas como las relaciones humanas era completamente inútil. Bueno, tampoco es que se podía entender con demasiada coherencia las acciones del capitán. Ese hombre terco y violento que lo venía ignorando de manera absoluta por más de una semana.

Se lo había cruzado un par de veces en el comedor, pero incluso esa vez que estuvo primero y se sentó lo más cerca posible no había logrado que lo mirara ni de reojo. Era como si no existiera para él. Estúpido hombre, luego de coaccionarlo, prácticamente obligarlo a hacer todas esas cosas indecentes y turbias, lo dejaba botado como si fuera una basura. Dolía.

Tocó la puerta con manos temblorosas y luego de que escuchara que podía pasar ingresó al recinto. El capitán estaba vestido de civil, con un pantalón negro y una camisa blanca, sin el pañuelo y lo dos primeros botones abiertos dejando ver un poco de su blanca y firme piel.

—Capitán, la líder de escuadrón Zoe le ha enviado estos documentos.

—¿Y el pelón?

—Connie se sentía indispuesto, yo tomaré su tarea.

—Deja los papeles y vete.

—La líder pidió que los firmara y se los llevara de regreso.

El hombre ni siquiera levantaba la vista hacia él, extendió la mano en el aire y Armin le pasó los papeles. Los firmó con rapidez, pero eran bastantes. El cadete miró alrededor y luego notó la venda por debajo del pantalón del capitán.

—¿Cómo está su tobillo?

Excepto el ruido de los papeles y de la pluma que besaba la superficie de los mismos, no había otro ruido en la habitación. Era evidente que lo estaba evitando como si fuera una peste. Armin se acercó hasta el escritorio y volvió a hablarle.

—Capitán, yo... quer-

—¿Puedes esperar afuera? —lo cortó en seco el hombre—. Me estás desconcentrando, quiero terminar esto cuanto antes, espera afuera hasta que te avise.

El rubio se quedó helado con ese pedido, ¿era así? ¿El capitán ya no sentía ninguna atracción por él? Caminó en silencio y se apostó en el pasillo a un costado de la puerta, sintiendo que le ardía el estómago, que la vista se le ponía borrosa y contuvo la respiración. Nunca había sido especial para él, recordó la breve conversación que había escuchado de Krista e Ymir, intuía que ella solo lo había dicho porque lo había visto cerca, estaban recogiendo algunas verduras del huerto de la legión. "El capitán me ha dicho que me quiere", había dicho la chica con una sonrisa enorme, capaz de opacar al mismo sol, capaz de opacarlo a él hasta reducirlo a meras cenizas. Entonces era así, ella estaba con él, aunque se le hacía muy difícil imaginarse al capitán diciendo semejante cosa.

Al cabo de un buen rato lo llamó de regreso. Armin entró a la habitación y se acercó al escritorio. Los documentos estaban en una esquina, el sargento seguía abocado a revisar otra pila que tenía en un costado, y de tanto en tanto bajaba su pluma para anotar una que otra cosa.

—¿Te vas a quedar parado ahí como un idiota toda la tarde? —dijo en tono agrio—. Ve a llevar esos documentos y si hay algo más que traer le dices a Eren que se encargue de la tarea.

—Eren está descansando luego de que la líder estuviera haciéndole unas pruebas —volvió a mentir con descaro.

—Entonces dile a Mikasa.

—Está al mando de la cena junto al resto en estos momentos.

—Cualquier inútil estará bien, no te quiero aquí.

Armin apretó los labios y frunció ligeramente las cejas.

—Yo me encargaré de los papeles, le guste o no —respondió con aspereza y al fin tuvo la feroz mirada del capitán sobre su rostro.

—¿Qué dijiste? —preguntó con un tono amenazador y Armin sintió que tal vez algo de la locura de Eren se le había pegado de tanto andar juntos.

—No puede evitarme toda la vida.

—No te creas tan importante, cadete, si necesitas algo de atención vé a pedírsela al comandante o a quien se te de la gana, estás buscando en el lugar equivocado.

—Solo quiero saber —habló tratando de imponerse aunque no pudo evitar retroceder unos pasos cuando el sargento se puso de pie a un paso de perder los estribos, pero no iba a retirarse sin llevarse algunas respuestas—, ¿tan importante era para usted ser el primero?

—Yo no comparto mis cosas, te lo dije antes.

—Yo no soy una cosa —reprochó mientras el hombre caminaba hacia él, sentía el miedo floreciendo por todo su cuerpo, las manos le temblaban pero no se movió del lugar donde estaba de pie.

—¿Qué carajos quieres, cadete? Cada vez que me acercaba parecía que ibas a morirte o cagarte encima, rehuías y te hacías el remilgado, bien, te dejé en paz y ahora vuelves una y otra vez, ¿qué quieres?

—Quería saber si, si usted... me odia.

No, no era eso lo que quería saber, pero aunque había tenido el temple de ir a enfrentarlo, aún no lo tenía para hacer la pregunta correcta.

—Sí, lo hago, ¿ya estás satisfecho con tu respuesta?

Al fin levantó la cabeza y sus miradas se enfrentaron, las nubes y la tormenta en los ojos del capitán y el cielo despejado y brillante del joven. Armin estaba bloqueado, realmente no esperaba que el capitán le dijera algo como eso, ¿le dolía? Sí ¿Por qué? Su juventud, su inexperiencia no le permitía descifrar lo que sucedía, ni tampoco encontrarle una solución. Probablemente no tenía la más puta idea de lo que quería, pero sin duda que Levi lo odiara no era una de ellas.

—¿Por qué? —No pudo hilvanar otra cosa más coherente, pero el momento tendría que ser suficiente.

—Porque me sedujiste, me ilusionaste para luego ir a revolcarte con otro —respondió con frialdad mientra cruzaba sus brazos.

—Yo no lo seduje, ni ninguna de esas cosas —cerró los puños y sintió que le ardía la nariz porque sus ojos se estaban llenando de lágrimas de molestia, además de que había tenido que soportar sus acosos ¿tenía el tupé de endilgarle la responsabilidad?—. Usted me avasalló, usted me acorraló y tomó todas las decisiones sin darme tregua, ¡yo debería odiarlo!

—Ajá, bueno, eres libre de hacerlo, me da igual, ahora saca tu patética existencia de mi vista —respondió con pasmosa tranquilidad.

Las lágrimas rebosaron de los celestinos ojos y Armin sintió que era reducido a cenizas, que no tenía la fuerza, ni la capacidad para hacerle frente a la enorme muralla de ladrillos que era el capitán.

—Lo odio —soltó con los dientes apretados y la indignación colmándole las venas, se giró para retirarse pero el capitán lo capturó con firmeza de un brazo y lo hizo girarse hacia él con brusquedad.

—¡Jah! Tú no me odias, avecilla, si me odiaras no estarías aquí tiritando y suplicando por una pizca de mi tiempo.

—¡No necesito de su tiempo! —respondió agresivamente, tratando de zafarse del agarre sin éxito, el hombre lo hizo retroceder hasta acorralarlo contra una de las paredes.

—Ahora dilo sin llorar, canario.

—¡Suélteme!

—¿O si no qué? —desafió el hombre de acero endureciendo la mirada.

—Gr-gritaré, les contaré a todos lo que usted realmente es.

—¿En serio? —continuó con tono burlón—. Vamos, grita.

Armin lo miró sorprendido y Levi sonrió con sorna, entonces el joven tomó una bocanada de aire. Pero ningún sonido salió de su boca porque el sargento lo impidió con la suya, lo apretó con su cuerpo y su fuerza contra el muro y enredó sus lenguas con habilidad. El joven quería golpearlo, quería dañarlo, quería devolverle cada una de las puñaladas que eran sus palabras, pero contradictoriamente estaba abrazándolo por el cuello y bebiendo de sus labios con la ardiente sed de un naúfrago en el desierto.

Al menos ya tenía la respuesta que estaba buscando, y el capitán se dió cuenta que Armin no sabía mentir.

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By Luna de Acero