—¿Me promete que me dirá si el señor Amoretti lo molesta de cualquier forma, señor Potter?
Harry volvió a asentir por décima vez en los pocos minutos que llevaba en la oficina del profesor Snape. Desde que el profesor lo había escuchado hablar con Eros, hace cuatro días, se estaba preguntando cuándo iba a llamarlo.—Sí, señor. El señor Eros conoce a mi padre, y mi padre es bastante sobreprotector conmigo, y no dejaría que nadie me haga algo.
El pocionista asintió, y aunque Harry sabía que él todavía no confiaba en su palabra, lo dejó ir. Mientras se dirigía a su habitación, pensaba en el hecho de que el profesor Snape parecía alguien siniestro, mas su aura demostraba un equilibrio casi perfecto entre lo que Harry consideraba el bien y el mal; su luz era quien predominaba sobre la oscuridad, sólo por pocos espacios, pero lo hacía, y eso era lo importante. En cambio, el profesor Quirrell tenía tanta oscuridad que Harry casi podía llorar delante del hombre, quien además había estado tratando de entrar a su mente cada vez que Harry lo miraba a los ojos, provocándole una severa jaqueca. Se encogió de hombros, diciendo que debería de hablar con su padre sobre eso, también.
Luego de una semana en Hogwarts, él aún no había hablado con su padre y, sinceramente, ya lo extrañaba mucho. Tenía muchas cosas que contarle: sobre Hogwarts, su Casa, sus compañeros, Draco, su nuevo puesto en el equipo de Quiddicht, sobre los chocolates que definitivamente amaba que enviaba la madre de Draco, los profesores, la locura del Director y la misteriosa puerta del tercer piso totalmente prohibida, aunque las veces que Harry pasó por ella para ir a alguna de sus clases, Harry no vio ni sintió nada que la protegiera. Llegando a la entrada de su sala común, luego de recibir varias miradas de otros alumnos, algunas discretas y otras totalmente lo contrario, dijo la contraseña y atravesó la pared de ladrillos oscuros; lo primero que lo recibió fue un torbellino rubio que lo llevó rápidamente hacia su habitación entre incoherentes sonidos. Cuando llegaron, el torbellino rubio llamado Draco lo empujó hacia una silla y cerró la puerta con fuerza, sonriente.
Harry imitó su sonrisa, aunque bastante confundido.
—¡Mi padre quiere conocer a tu padre así puedes venir con nosotros en las Navidades!
Harry se ahogó una risa ante la evidente emoción de su amigo.—Draco, no llevamos ni un mes de clases y tú ya estás hablando de las vacaciones. ¿Te das cuenta que faltan cuatro meses para las Navidades, no?
Draco levantó la nariz, aparentemente ofendido ante las palabras de Harry, y él ensanchó su sonrisa.—¿Y eso qué?
Harry negó con la cabeza, pero antes de que pueda hablar, tocaron la puerta. Draco se sentó en su cama con los brazos cruzados, viendo la puerta como si en cualquier momento la ofendiera, y Harry fue quien permitió el acceso. El "profesor" Amoretti entró con una brillante sonrisa a la habitación de los dos niños, y Harry pudo ver cómo Draco lo quedaba mirando un poco embobado. Volvió a mirar a Eros, levantando una ceja.
—¿Necesitas algo?
Eros asintió en forma de saludo a Draco, y miró a Harry.—El desesperado de tu padre ha estado molestando indirectamente a Zeus, quien ha estado molestándome directamente a mí para saber de ti; deberías de hablar con él.
Harry asintió con una sonrisa algo culpable.
—Estaba pensando en hablar con él esta noche, lo siento.
—¿Zeus?— Draco miró hacia Harry y luego hacia Eros, con el ceño fruncido, y Harry casi hechiza a Eros y a sí mismo por olvidarse momentáneamente de él.—¿Como Zeus, el Zeus dios de todo? ¿Ése Zeus?
—No...
—¿Hay otro Zeus?
Harry fulminó con la mirada a un sonriente Eros, mientras Draco los miraba desconfiados a ambos. El niño rubio se cruzó de brazos y levantó una ceja, y Harry frunce aún más el ceño a Eros.
—Gracias, Eros. Ya has hecho lo que tenías que hacer y más, así que puedes irte y no volver.
Eros rió bajo mientras se marchaba, cerrando la puerta detrás de él, y Harry sonrió incierto hacia Draco. Respiró hondo, pidiéndole internamente disculpas a su padre.
—Pues... ¿así que iré a tu casa en Navidad?
Draco negó una vez con la cabeza, con el rostro serio, pero no duró demasiado: al segundo siguiente, se encontraba arrastrando a Harry hacia una de las camas, logrando que ambos se sienten frente a frente, con una sonrisa grande.
—¿De verdad estás con ese Zeus? ¡Papá siempre me leía la historia de ellos y sus hijos por las noches!— Harry se detuvo unos segundos, dudoso. ¿Hay historias de su padre y sus hermanos? Frunció un poco el ceño, pero Draco continuó hablando.— ¡Espera! ¿Entonces a ti te ha adoptado un dios? ¡Eso es genial! ¿Quién es, quién es? ¡Tienes que decirme!
Harry bufó un poco, entretenido, dejando su confusión detrás.
—Me adoptó Hades.
Harry observó divertido cómo es que Draco procesaba lo que dijo y seguidamente abría mucho los ojos, palideciendo y mirándolo con desconfianza.
—Pero... pero... él...
—Él es bueno.— Harry ríe bajo, negando levemente con la cabeza. Draco lo mira como si realmente hubiese perdido la cabeza.— De verdad, deberías conocerlo.
—¡No!— Gritó Draco, y el otro niño vuelve a reír. Draco se sonroja, aclarando su garganta.— Es decir, no es necesario, ¿sabes?
—¿No era que tu padre quería conocer al mío para así poder ir en Navidades?
—¿Quién dijo esa idiotez, Potter?—Draco rueda los ojos, moviendo su cabeza hacia un lado, con aspecto exasperado, y Harry levanta una ceja, sonriendo.—Eres mi amigo, así que estás bienvenido a mi humilde hogar cuando quieras y necesites.
—Pero tú...
—¿Ya cállate, quieres? Esto de que estás con dioses y de que has sido adoptado por el mismísimo... uhm... dios de la muerte... no es algo fácil de asimilar, ¿sabes?
—Él en realidad...
—Está aquí.
Harry se estremeció sorprendido, dándose rápidamente la vuelta en su lugar para ver hacia la puerta donde su padre estaba apoyado relajadamente, con sus brazos cruzados sobre su pecho y la diversión brillando en sus ojos negros. Draco, a su vez, pegó un grito para nada masculino y se aferró a Harry, usándolo de escudo humano y viendo a Hades sobre su hombro. Harry, un poco divertido, sintió cómo su rubio amigo temblaba, aunque sintió un poco de pena. Le frunció el ceño a su padre en forma de reproche, aunque su sonrisa era capaz de partir en dos su rostro.
—Te dije que nunca hagas eso.— Harry golpeó suavemente el hombro de Draco, en forma de consuelo.—Draco, él es mi papá Hades. Padre,— Harry miró divertido al hombre que se acercaba a ellos con paso tranquilo.— él es Draco, y lo has asustado.
Hades se sentó en la cama frente a ellos, con la espalda recta y una de sus manos estirada hacia Draco, quien no soltaba a Harry y miraba a Hades con miedo.
—Un gusto, joven Draco.— Esperó pacientemente a que el niño saliera de la especie de shock al que había entrado, pero luego de largos dos minutos, aún con su mano estirada y bajo la mirada divertida de Harry, el dios suspiró.— No te haré nada, Draco. Vengo en paz, ¿sabes?
Draco asintió lentamente, y (aún sin soltar a su amigo, que estaba seguro iba a conseguir un hematoma en el brazo donde el rubio lo estaba sujetando) estiró su mano al encuentro de la mano del hombre, y lentamente la estrechó, de arriba a bajo dos veces. Cuando el contacto terminó, Draco observó su mano totalmente desconfiado, para diversión de padre e hijo.
—No es que no me sienta feliz de volver a verte, pa...— Comenzó Harry, viendo curioso a Hades, quien parecía disfrutar mucho de la desconfianza del niño rubio.— Pero, ¿qué haces aquí?
—En palabras de mi esposa, si no venía a visitarte me echaría ella misma de una patada de nuestro palacio.
—¿Esposa?
—¡Perséfone!
Harry miró confundido a Draco y luego molesto a su padre, y se cruzó de brazos mientras levantaba una ceja, en espera de las respuestas. Hades miró tranquilamente a su protegido, aunque en su interior estaba preocupado: a él nunca le interesó mentirle al niño, pero no quiere decirle sobre cosas que podrían llegar a afectar la visión de Harry sobre el mundo (o sobre Hades, pero nunca lo dirá en voz alta). Él, secuestrando a su enamorada y convirtiéndola en la Reina de los Muertos, por ejemplo, era una historia que no sabía cómo contar sin que el mundo de Harry diera una vuelta de ciento ochenta grados.
Antes de que Draco y Hades pudieran explicarle nada al molesto Harry, la puerta de la habitación se abrió nuevamente, y el rostro sonriente de Eros volvió a mostrarse.
—Por cierto, Harry, el profesor...— La sonrisa de Eros se congeló al ver la ceja levantada de Hades, viéndolo con molestia.—Hades.— La voz se le cortó en mitad de la palabra, sacando una sonrisa de Harry, mientras Draco abría mucho los ojos.—¿Qué tal? Una sorpresa verte por aquí.
—La sorpresa, Eros, es toda mía.— Hades se levantó con elegancia, caminando lentamente hacia Eros. Cuando llegó frente a él, colocó sus manos juntas tras su espalda e inclinó la cabeza hacia un lado, en falsa curiosidad. Eros palideció, pero no demostró nada más.—Puedo preguntar, querido, ¿qué haces entre los mortales?— Dio una mirada de los pies a la cabeza, en busca de algo.—¿En especial entre niños?
—Zeus me mandó.— Eros se encogió de hombros restándole importancia, mientras en su mano izquierda aparecía una flecha de plata con la punta de cuchilla negra y una pluma al final, también negra. Eros sonrió y Hades frunció el ceño.—¿Buscabas esto?— Harry y Draco trataron de ver lo que el profesor Amoretti mostraba, pero el gran cuerpo de Hades se interponía. Hades hace el amago de quitársela, pero vuelve a su posición inicial, con la advertencia en sus ojos.—¡No lo usaré en ellos! ¡Son niños! Deben conocer otros amores antes...
—Eso nunca te detuvo antes, sin embargo.
—Sí, bueno. Pero es hora de cambiar, ¿no crees?
Hades negó con la cabeza suavemente y dirigió su vista a Harry y Draco, aunque volvió a Eros. Se aclaró la garganta, y lo que Harry conocía como un hechizo de silencio fue lanzado sobre Eros y él, aunque mucho más poderoso.
—¿Qué crees de Severus Snape?
—¿El pocionista?— Hades asintió con un gesto de hastío y Eros sonrió, sus ojos brillando.—Oh, es increíblemente oscuro y misterioso. Es sexy, sí señor.
—No hablo de tus deseos sexuales, Eros. Hablo de Snape como aliado de Harry.— Hades negó con la cabeza.—Lo visité hace no menos de veinte minutos, y parece arrepentirse de sus errores.
—¿Oh? Sí, parece buen tipo.— Eros volvió a encogerse de hombros y frunció el ceño.—Se preocupa bastante por Harry, y sus serpientes. Aún se culpa por Lily Evans y odia la marca en su antebrazo. ¿Quieres que te diga lo que hace cada noche...?
Hades lo calló con un pequeño gesto de la cabeza y volvió su vista a los niños, rompiendo el hechizo de silencio. Se acercó nuevamente hacia ellos y se arrodilló frente a ambos, con una sonrisa tenue.
—Lo siento Harry, pero te contaré todo esta noche, lo prometo.— Luego de pasar una mano por el alborotado cabello de su niño, se levantó y miró a Draco con una ceja alzada.—Supongo que tendré que conocer a tu padre para que permita a Harry visitar Mansión Malfoy; por mi parte, no hay problema. Un placer, Draco. Eros,—Hades dirigió sus oscuros ojos al dios, mirándolo con advertencia.— cuidado.
Y con eso, Hades desapareció en silencio, dejando a los otros tres un poco tensos. Harry fue quien rompió el silencio luego de unos minutos, con una sonrisa tonta mientras miraba a Draco.
—¿Aún iré esta Navidad a Mansión Malfoy?