Han pasado varios años desde la ultima vez que me pasé por aquí (la etiqueta de Harry Potter) y ahora traigo uno de esos fanfics que molestarían a J.K por ser tan imposible. Hace un par de meses me enamoré de esta crack ship y luego de varios intentos de escribir algo decente, salió esto.

La idea está robada por los accidentes que una de mis mejores amigas ha tenido en su vida y le doy los créditos por permitirme plasmar esto (aunque no me lo permitió ahora que me acuerdo)

Sin más, veamos como termina esto.

Disclaimer: Harry Potter no me pertenece, solo hago uso de sus personajes y mundos para un sano entretenimiento.

Advertencias. Lo de siempre, OoC, Yaoi, uno que otro OC y esas cosas que pueden llegar a incomodar.


El infortunio de un cervatillo llamado James.

Capitulo 1

La alarma llevaba 25 minutos sonando, con ese suave y exasperante pitido tan propio de cualquier alarma traída del mundo muggle, desesperante para cualquiera, menos para su dueño, quien simplemente se removía entre las suaves sábanas que lo mantenían completamente absorto en el mundo de los sueños, cubriéndose el rostro para evitar que la poca luz solar que entraba por su ventana golpeara directamente su rostro.

El sonido incesante del pequeño aparato a pilas continuó su funcionamiento, pasando veintisiete, veintinueve, treinta y hasta treinta y cinco minutos sonando, solo siendo detenido por el movimiento natural del horario que se desprendía de la seguridad otorgada de estar sobre la pequeña manecilla amarilla que marcaba la alarma, dejando que el único sonido ahora fuera el minutero avanzando con calma y sin prisa alguna; haciendo despertar al "bello durmiente".

En un sobresalto se deshizo de la comodidad que brindaba su cama, pateando las sábanas hacia el otro lado, permitiendo el libre movimiento de sus extremidades. Buscó con desesperación sus gafas, las cuales encontró en la seguridad de la cómoda a un lado de su cama, donde las había dejado la noche anterior. Se talló esos redondos ojos avellana con bastante fuerza, gruñendo por lo bajo al notar que el mundo aún estaba borroso después de esa acción, todo para entender que el par de gafas descansaban ahora en el colchón y qué él estaba lo suficiente atontado para darse cuenta de todo lo que estaba haciendo.

Después de siete años en Hogwarts y tres años de intenso entrenamiento, James Potter tenía 20 minutos para llegar al Ministerio de Magia, en su primer día de servicio. Había obtenido la plaza cuando en un grupo de 15 jóvenes magos solo 5 habían obtenido los puntajes más altos que se necesitaban para "graduarse" como auror, siendo él uno de ellos. El único de los 5 nuevos reclutas que posiblemente llegaría tarde.

"La puntualidad es esencial" podía escuchar las palabras que Audreva Millerson, su instructora a cargo, había repetido durante los tres años hasta el cansancio. Recordaba las mismas palabras en el discurso de felicitación que había dado una semana antes del descanso que por ley tenían los nuevos en el cargo, la misma semana en la que encontró ese reloj despertador, el cual no había escuchado y que por eso se veía apurado en entrar en esos formales pantalones que no había usado desde la boda de Alice y Frank, hacia menos de seis meses.

Abotonó con prisa su camisa blanca, sin prestar gran atención a los botones y ojales que se saltaba, una vez dentro de su destino se preocuparía por cómo iba arreglado. Tomó su saco y lo dejó sobre una silla antes de entrar al baño, para así arreglarse un poco la cara antes de salir.

"De nada sirve la sabiduría ni la valentía si un auror no es responsable" la misma voz de la instructora volvía a taladrar sus pensamientos, imaginó la cara regordeta y aceitunada de la bruja cuando subió su vista hacia el espejo del baño, al secarse el rostro segundos después de refrescarse. E imaginarla tan molesta, con las cejas tan juntas mientras lo miraba con furia le hizo dejar su departamento a toda velocidad, puesto que aún contaba con 10 minutos para llegar.

Aun con ese tiempo a su favor, corrió tanto como pudo, bajando hacia el subterráneo, en la entrada que quedaba a un par de cuadras desde su departamento, dirigiéndose sin parar hacia el baño público que se encontraba en esa estación, abriéndose paso entre los muggles que caminaban por ese sitio, dispuesto a tomar un no tan grato atajo, atajo que con 15 minutos más lo hubiera cambiado por cualquier chimenea que lo llevara por la Red Flu. Y al entrar a uno de los cubículos, sin pensarlo demasiado tiró de la cadena.

El tumulto del Ministerio era mucho mayor de lo que recordaba. Un montón de empleados y visitantes se arremetían enfrente de la entrada que los conducía a los diferentes pisos del edificio, diciendo tanto que era humanamente imposible poder escuchar cada una de las frases y quejas que ponían, James se acercó tanto como pudo, moviéndose entre las personas, que enojadas, apenas prestaban atención entre los demás.

– ¡Solo una persona más! ¡Únicamente va hacia el segundo piso! – el debilucho encargado del elevador* anunció antes de cerrar las puertas, haciendo retroceder a aquellos que se acumulaban únicamente para causar más alboroto, repitiendo de forma personal la última frase cuando los demás debatían acerca del destino que tendría ese viaje.

Se abrió paso más rápido para ser la última persona que entrase al pequeño cubículo de hierro, notando que alguien, de porte elegante, vestido completamente de negro y con aire de superioridad también se abría paso entre los demás, lo cual le hizo correr de cuenta nueva sin importarle a quien empujara o quitara del camino, solo teniendo especial cuidado con los magos y brujas mayores. Tanto James como el sujeto misterioso llegaron al mismo tiempo, Potter sostuvo del brazo al hombre de porte elegante, haciendo que retrocediera antes de poder hablar con el encargado.

– Lo siento, viejo, pero por tu seguridad y la del mundo mágico es mejor que yo tome ese sitio – sacó su identificación de la bolsa del saco, mostrándosela tanto al empleado como al hombre que aun sujetaba del brazo– James C. Potter, Auror – y sin permitir que absolutamente ninguno de los dos dijera palabra, entró al transporte, dedicándole al tipo misterioso una sonrisa y un coqueto guiño de ojo junto con un "hasta la vista" marcado con su mano derecha, antes de desaparecer hacia el segundo piso.

Departamento de Seguridad Mágica. Segunda planta.

– ¡Black! ¿Dónde demonios está Potter? – Audreva preguntó apenas llegó, observando a cuatro de los cinco nuevos aurores que estaban ahí, pasando su mirada severa entre los muchachos que hacían fila enfrente de su instructora– Voy a preguntar una vez más… ¿Dónde demonios se encuentra James Potter?

Sirius Black, quien también estaba en esa comitiva dio un paso al frente para comenzar a explicar cualquier historia que le permitiera a su mejor amigo ganar tiempo y así entrar al lugar, estaba casi seguro que se había quedado dormido de la emoción, como muchas veces le había sucedido, sin embargo no fue necesario ningún tipo de halago a la bruja ni la coquetería especial de Sirius, cuando clavó sus grisáceos ojos en el recién llegado.

– ¡Audry! ¡Cuánto tiempo de no verte! – el ausente hasta esos momentos se acercó a la regordeta y baja bruja, abrazándola por encima de los hombros, estrujándola solo un poco para hacerla molestar por algo más que su "irresponsabilidad" – Lo siento, tengo 20 minutos allá arriba esperando que hubiera un viaje a este piso ¿Sabes lo que ocurrió? Creo que se atrofiaron los engranes mágicos de todos y…

–En 20 minutos no tuviste la decencia de acomodar tu camisa –regañó la bruja, mirándolo con su típico ceño fruncido, mientras le mandaba a unirse a sus compañeros, esperaría el momento oportuno para regañarle, ahora tenía un importante mensaje que darles.

James, se puso a un lado de su mejor amigo, mientras acomodaba su camisa para evitar la mirada furiosa de su superior, atrayendo una risa de burla del castaño.

–Apestas a baño público y desgracia – murmuró el "traidor" de los Black, mirándole de reojo – ¿Una buena noche? Dime su nombre

–Cierra la boca, canuto –negó con la cabeza, terminando con los botones de su camisa fajándola cuidadosamente dentro del pantalón evitando hacerlo tan evidente– No escuché el despertador y había un desastre allá arriba – dejó de hablar al notar que la bruja mayor los miraba, haciéndose el enterado de todo lo que había dicho hasta ese momento– tuve que sacar a un tipo del elevador para llegar aquí.

Una trompetilla pequeña hecha por Sirius se dejó escuchar más fuerte de lo deseado, ganándose otra de las miradas furiosas de quien estaba dando instrucciones, haciendo que el culpable temblara ligeramente en su lugar.

–Cómo iba diciendo– retomó la información, sin despegar la mirada del dúo problemático que tenía enfrente– El cambio de Ministro se llevó a cabo este fin de semana, hoy tomará posesión, así que no hagan nada que pueda costarles el trabajo ¿entendido? – un "si" coral se dejó escuchar en ese corredor– Se supone que debió estar aquí hace un par de minutos, aunque algunos deberían agradecer que él no estuviera aquí cuando llegaron – James solo sonrió de medio lado al sentirse identificado, sin perder la formación ni por un segundo.

Las puertas del elevador se abrieron, dejando pasar a otras 5 personas, entre ellas al sujeto elegante al cual Potter había evitado que bajara antes que él.

–Y… ¡oh! Ministro, lo estábamos esperando– Audreva se acercó hacia ese hombre en concreto, extendiendo una mano para saludarlo, mirándolo fijamente. El hombre, que ahora no era tan desconocido aceptó el saludo de la bruja, acercándose con elegancia y porte hacía donde estaban los reclutas, mirando a todos los rostros nuevos.

–Me presenté con su equipo un día después de mi elección– comenzó a hablar, sin observar a ninguno por más de 5 segundos, dejando ver lo poco que el equipo de novatos le importaba, hasta captar la asustada carita que James Potter tenía, fijando su mirada rojiza sobre él, levantando una ceja y mostrando una sonrisa de medio lado que rayaba en lo macabra, sin dejar ese tono de siseo con el que se comunicaba– Pero me parece justo que los nuevos conozcan a su jefe. Un gusto, Tom Morvolo Riddle, el nuevo Ministro de Magia– sin apartar la mirada del joven mago de gafas redondas y cabello revuelto soltó todo eso– Es un placer conocer tan frescos rostros llenos de vida y ausentes de miedo –mencionó con algo de burla que se esforzaba por esconder, observando el pálido rostro de James aun– espero que no alardeen de los privilegios que ser auror les otorga.

Y sin agregar nada más a los recién llegados dio media vuelta, haciendo llamar a la jefa de ese pobre escuadrón.

– Vayan con Crownell, él les dará instrucciones– y sin desear hacer esperar al jefe caminó velozmente atrás de la comitiva.

La fila se dispersó, dejando a un pálido y tembloroso James aun en su lugar, tan pálido como las paredes de ese sitio alumbradas con esas lámparas tan frías, sentía que los pies le pesaban más que cualquier otra cosa en su cuerpo y podía jurar que se debía a que toda su sangre se había estancado justo ahí. Sirius intentó moverlo para llamar su atención, repitiendo lo que Millerson había dicho apenas un par de minutos atrás.

–Le… quité su transporte al ministro de magia– entre tartamudeos imposibles de entender James lo confesó, girando sobre su eje para encarar a su hermano del alma, tomándolo con fuerza por los hombros, mientras lo sacudía varias veces– ¡Le quité el lugar a Riddle! ¡Al nuevo Ministro! ¡Estoy frito!

La desesperación impresa en su rostro solo logró que Black riera ante la escena, tomándolo del brazo para que dejara de gritar en el pasillo. Llevándolo con él, mientras le prometía que saldrían de esa.


* No recuerdo si en alguna parte del libro o las películas es mencionado el nombre de los transportes que son usados para bajar por el ministerio, así que lo llamaremos como cualquier muggle lo llamaría; Elevador.


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