Hola chicos, aquí el epilogo, cortito, pero a tiempo, ya que por fin llegamos a los 1000 lectores, ahora bien, este es el final de esta historia, pero descuiden, si todo sale bien traerá más pronto. Sé que me tarde mucho en publicar, pero toda la culpa es de unos maestros que me mandaron a finales, descuiden ya acabe y puedo dedicarme a ustedes.

Sin más que agregar, lean disfruten y comenten.

Epilogo

Permanecieron tumbados en la hierba hasta que el sol les hizo arder la cara, Inuyasha ayudo a Kagome a levantarse, y aunque se ganó una mirada de reproche ella lo permitió. Caminaron hasta el olivo que coronaba la pequeña colina y descansaron un segundo a su sombra. Finalmente Inuyasha no soporto más el silencio y tomo la mano de Kagome con firmeza.

- ¿estas segura de esto? – pregunto con suavidad, Kagome le devolvió el apretón de manos.

- sí, ya cerré ese ciclo, ahora toca buscar mi lugar en este mundo –Inuyasha se rasco la cabeza.

- ¿y donde seria eso? – pregunto nervioso.

- no sé, supongo que podría ser en Atenas con mi hermano Souta, o en Libia, quizá hasta en Egipto – Kagome se recargo contra el pecho del muchacho.

- nada está escrito en piedra – Inuyasha permaneció quieto un momento, esos últimos días habían sido una locura completa, pero aquella noche hace dos semanas...

La muchedumbre seguía gritando de júbilo viendo a los enamorados besarse con tanto sentimiento, era digno de un pasaje de homero. De hecho toda su aventura fue una verdadera odisea de 3 días. Ni bien rompieron su vezo Naraku eligió el momento para hablar.

- la lealtad no es un desengaño vacío, yo como su rey puedo asegurarles… - intento decir, pero el pueblo lo ignoro completamente.

- ¡ESCÚCHENME! –grito enfadado pero justo un segundo después un proyectil le tiro la corona de la cabeza.

La multitud comenzó a apedrearle con furia, muchos de ellos aun furiosos por su capricho, sacrificar de esa manera tan cruel a una mujer virgen era un crimen contra los dioses. El pueblo se había hartado, al final los reyes tuvieron que refugiarse en el palacio para escapar de la furia de la muchedumbre.

Por razones obvias, Kagome y él habían huido de la ciudad junto con Rin a la mañana siguiente, llevándose solo lo que pudieran cargar en la pequeña carreta de Kagome. Reposaron en una aldea cercana hasta que Inuyasha se sintió con fuerzas renovadas para viajar nuevamente, después de todo le habían roto más de un hueso en el bosque de las faldas de la montaña. De ahí viajaron varios días solo deteniéndose para comer y dormir, pero ahora que habían llegado a la encrucijada, un camino llevaba de vuelta a Ítaca, y el otro al mar, a los grandes puertos.

- ¿volverás a Ítaca? – pregunto de pronto Kagome, Inuyasha se pasó una mano por el cabello.

- ¿irías conmigo? – preguntó de vuelta, otra vez el silencio se instauro entre ambos.

- no… no tengo nada por lo que volver a Ítaca, voy a seguir adelante – contesto con tono firme, la verdad no sentía nada de rencor contra sus antiguos vecinos, pero…

- entonces ambos iremos por el camino del puerto – Kagome se incorporó para mirarlo, aunque sus rasgos eran suaves el peso de sus ojos era como el de una espada de acero de damasco.

- no tienes que hacer eso, seguro que querrás ver a tu hermanita y… - comenzó a quejarse.

- Shiory ya no me necesita, quizá Shippo sea un mocoso enclenque, pero sé que la ama y la cuidara bien. Además no es como si no fuera a verla otra vez en mi vida – Kagome agito la cabeza sin estar convencida.

- y para que conste, no, nunca me case, ni con Kikyo ni con nadie más – la chica rodo los ojos.

- yo… yo nunca pude olvidarte Kagome… - esto le gano un codazo en las costillas.

- mentiroso – Inuyasha se echó a reír, luego saco algo de la bolsa de su cinturón. Kagome respingo cuando sintió la fría perla rosada tocando el centro de su clavícula, no necesito bajar la cabeza para saber que era su collar.

- no importa lo que decidas, yo siempre te buscare y te daré mi protección – le susurro dulcemente al oído.

- ¿no te parece que eso debería decirlo yo? – sonrió Kagome sujetando el rostro de Inuyasha para besarle. Desde la carretilla Rin bostezo un poco aburrida, y rodo entre los tapices de su maestra hasta quedar panza arriba ¿Cuánto tiempo más iban a tardar esos dos?

Dos años después Naraku fue destronado por una armada citadina y pago con sangre todas y cada una de las vidas que había tomado, nadie sabe que paso con la reina y sus hijos.

Fin