A pesar de todo, es mi historia preferida y por eso la continuo actualizando, espero que les guste.


A Diana se le congelaron los labios por el frio. Expuesta a la nieve, a las seis de la mañana y con una ventisca inusual, la británica recorría cada tienda y almacén con la esperanza de encontrar un bote de helado de frambuesa para su ya no tan querida novia, que casi le había armado un escándalo para que saliese a conseguírselo. Su excusa: "Esto fue idea tuya, así que ahora te las tendrás que ingeniar". Bendito carácter podía tener Akko cuando se proponía hacerle un martirio la vida a otra persona.

Diana dio un paso adelante y su pie se enterró en la nieve. Suspiró y vio al cielo, nada más que nubes grises y de mal aspecto. ¿Qué iba a encontrar a las seis de la mañana abierto? Y peor aún ¿Quién le vendería un helado en pleno inverno y con temperaturas inferiores a los cero grados? Ni siquiera en auto podía salir, porque toda la calle estaba cubierta de blanco. No le sorprendería escuchar en la radio que avisaran de no salir por nada en el mundo de sus hogares, porque se avesinaba una tormenta peor. Sin embargo, allí estaba ella, cubierta de nieve, con el abrigo mojado y congelado encima y las botas llenas de agua. Caminó y caminó rodeando toda la zona alrededor de su casa, pero ni una tiendita tenía sus luces encendidas, a lo más, pudo distinguir un minimarket instalado en la esquina de la avenida principal contraria e ir a ver si allí tenían helado.

Sus expectativas al entrar, fueron peores que las de un principio. El lugar era pequeño y con escases de productos. Un joven de a lo menos veinte años estaba en la caja registradora, pero no atendía a nada más que no fuera su celular. Diana tomó esto como una señal de que preguntarle algo, no valdría ni su tiempo ni su esfuerzo. Pasó adelante sin decir nada, buscó por la sección de los lácteos y pasó a los productos de café. Sin querer, había tropezado con una marca de buena calidad y pensó en llevárselo en reemplazo del otro que casi no quedaba en casa. Continuó su camino, llegando a la zona de congelados. Vio chicharos, maíz, carnes… Y en una esquina al final, con tres o cuatro envases, descubrió los helados. Cerró los ojos, esperando que fueran de frambuesa, pero los tres primeros la decepcionaron y el último se convirtió en su perdición, sólo había de chocolate con almendras. ¿A Akko le gustaba el chocolate con almendras? En toda su vida de pareja, jamás se había preguntado eso. Resignada, lo tomó y fue a pagar a la caja. De todas formas, helado era helado ¿Qué tanto le podría molestar?


A las siete de la mañana, Diana entró a su casa y sacudió la nieve de sus pies para dar saltos en el interior. No le importaba demasiado dejar todo mojado, pero debía ser precavida, Akko podría bajar y sin darse cuenta resbalar. Avanzó hasta la cocina y dejó la bolsa con las compras sobre la encimera, quitándose la bufanda, el abrigo y las botas, antes de que la mojasen más de lo que lo habían hecho. Encendió el hervidor, buscó el azúcar y una taza y se preparó un café, bebiéndolo de un sorbo. El frío no se le quitó, incluso si le quemó toda la garganta al bajar.

Akko apareció detrás para asustarla.

- ¿Me trajiste lo que te pedí?

Diana se giró sobresaltada y sonrió de medio lado, escondiendo el tarro de helado detrás de su cuerpo. Todavía no se sentí tan segura de como respondería su novia.

- Bueno… Sí y no – Dijo y los labios le temblaron, pero dudó de que fuera por Akko y su mirada molesta. El cuerpo entero le tiritaba.

- ¿A qué te refieres?

- A que en la tienda que encontré abierta, la única por cierto, no tenían helado de frambuesa… Así que para no traerte nada, decidí mejor traer uno de chocolate con almendras.

- Pero yo quería de frambuesa, mejor no hubieras traído nada.

La británica suspiró sobrepasada y dejó las cosas hasta ahí. No importaba cuan mucho quisiera a su novia, ni lo muy antojosa que estuviera por el embarazo, simplemente no podía volver a exponerse al frío que hacía afuera por un capricho que ni siquiera estaba a su alcance. Lo sentía, pero no. Diana pasó por el lado de Akko y subió las escaleras, dirigiéndose a su habitación. Tenía mucho frío y trataría de calmarlo poniéndose pijama y acobijándose entre sus sábanas y cubrecamas.

Cinco minutos después, Akko la siguió con el entrecejo fruncido y los labios chuecos. Se dejó caer sobre la cama de un salto y se cruzó de brazos encendiendo la televisión. Todavía seguía con ganas de comer helado de frambuesa y no quería dejarlo pasar, así que hizo todo el escandalo posible para no dejar dormir a Diana, mientras ésta se cubría hasta la cabeza con las mantas.

- Chocolate con almendras… ni siquiera pensó en algún otro sabor mejor… chocolate con almendras… Al menos fresas o… moras… Las moras hubiesen estado bien.

Diana estornudó, su cuerpo sintiéndose decaído y trepidante. Entonces fue que Akko levantó una ceja, estándose confundida. ¿Alguna razón para que su novia temblara de ese modo? Corrió la cortina detrás de su cama y vislumbró la nevada desde adentro. Rápido, se giró para descubrir a Diana y mirar su rostro, notando su piel pálida y sus labios azules. Ella se quejó por la brusquedad.

- ¿Po-podrías ser más deli-delicada para la próxima?

- ¡Estás congelada, amor!

La asiática se le acercó dándole una lluvia de besos sobre la cara, sintiendo el frío en ella. Afirmó que lo correcto no era que se quedara acostada, sino que debía darse una ducha caliente. Pero que no se preocupara, porque ella se la prepararía y luego la llamaría, en tanto, la cubría con más mantas sacadas del armario.

Cuando al fin Diana pudo sentir el calor del agua caliente en su cuerpo, un suspiro de alivio se escapó de sus labios, llevándola a hundirse lentamente hasta coronar su cabeza. Al salir de nuevo a flote y girar el rostro a su derecha, también pudo ver a Akko desnuda frente a ella, con su vientre resaltando ante todo. No era muy grande para sus meses en gestación, sin embargo, el médico les había explicado que no necesariamente se debía tener un vientre gigante a los seis meses, y que eso dependía del cuerpo de cada mujer.

Akko entró a la tina con ella y se sentó adelante, dándole la espalda.

- Lamento haberte hecho ir a comprar a esta hora… - Susurró, apoyando los brazos como pudo sobre sus rodillas – Es que de verdad tenía ganas de comer helado.

- Ya… Eso no importa – Diana echó la cabeza para atrás y suspiró – Pero ni creas que volveré a hacerle caso a uno de tus antojos.

- Creo que te daré la razón esta vez.


- Siento los pezones duros ¿Quieres tocarlos?

Diana escupió el té y miró al frente, a su novia, mientras ésta se manoseaba los pechos. Ciertas actitudes definitivamente no eran para compartirse en la mesa, mucho menos para expresar ese tipo de pensamientos. Limpiando los residuos con una servilleta, ordenó todo en su lugar y aclaró su garganta, dirigiéndose a su pareja.

- La gente no dice todo lo que piensa Akko. Es la ventaja de tener consciencia.

La joven la miró con una sonrisa y cogió un pedazo de pastel, arrastrándolo con los dientes.

- Dices eso, pero en realidad sabes que quieres – Diana alzó una ceja, más incrédula que en un principio.

- ¿Estás tratando de seducirme?

Akko soltó el tenedor frustrada con un gesto claro de obviedad.

- ¡No! Digo… No voy a "seducirte" – Agitó las manos en el aire – Pero sí hay cosas que se necesitan en una relación… Ya sabes, eres mi novia.

- Pero estás embarazada.

- Sí… Pero también soy mujer ¡Y ya van siete meses! ¡Por Dios, Diana! ¿Qué pasa contigo? – La señaló con una leve molestia – ¿Qué no tienes necesidades?

- No tantas, realmente. Al menos, no me veo tan desesperada como tú.

Akko se levantó de su asiento y fue a pararse justo frente a la británica, apoyando una mano en la mesa y la otra en su cadera, su vientre abultado a la altura de la cabeza de su novia. La observó imponiendo su imaginen delante de ella y le habló, intentado ser más convincente.

- Seguro que es porque ahora estoy gorda… pero ¿de verdad no te impacta mi figura? No cualquier mujer embarazada se ve así…

Diana sonrió, mirándola a los ojos, y asintió, besando su barriga.

- No cualquiera, es cierto – Luego la tomó de las caderas para tirar de ellas y sentarla en su regazo, continuando con su monólogo – Eres muy linda, y ahora se ven muy lindas juntas también. Pero… ¿No crees que tener relaciones puede ser incómodo para ti? Con el esfuerzo y todo eso…

- Pero tú puedes hacer todo el trabajo y yo me dejo llevar – Akko movió los brazos como olas, expresando confianza – ¡Así que cárgame y vamos a la habitación! – Diana se soltó a reír, negando lentamente con la cabeza.

- Pesas como diez kilos más… ¿Cómo podría?

La asiática chilló.

- ¡Ah, Diana! Por favor… por favor, por favor.

- Otro día tendrá que ser… En media hora más debo irme a trabajar.

- ¡No vayas! – Expresó Akko, extendiendo los brazos – Falta… Di que tuve complicaciones.

- Ni se te ocurra.

Diana se levantó y con cuidado de no botar a Akko, caminando al salón principal. La castaña pisándole los talones.

- Sólo es una opción… ¿Entonces te quedarás?

- No, Akko.

- ¿Te espero a la noche?

- No, Akko.

- ¿Acaso no me amas?

La británica se volteó y suspiró.

- Sí, Akko.

Ésta se acercó y la abrazó por el cuello, levantándose sobre la punta de los pies. Diana seguía siendo más alta que ella, o ella muy baja para Diana. Pero esa diferencia de alturas le acomodaba enormemente.

- ¿Eso significa que ya logré "seducirte"?

- Lo veremos después… Debo irme.


Ocho de la noche del día lunes. Diana entró por la puerta, cerrándola con cuidado, y dejando su abrigo en el perchero de la entrada. No había nevado, pero corría una brisa tan helada, que le había hecho enrojecer las mejillas y ahora trataba de calentarlas con sus manos. Un fallido intento por lo demás. Así que tornó a la cocina y encendió la estufa colocando dos rebanas de pan sobre el tostador, echó agua hirviendo en una taza y se preparó un té, yendo a reposar a la mesa y leyendo un artículo para su próxima presentación.

Ni rastros observó de Akko. Parecía raro que después de estar una semana entera detrás de ella, ahora se mantuviera silenciosa y apartada. Seguramente habrá tomado la decisión de salir, pensó la británica y siguió comiendo tranquilamente.

Al cabo de una hora, se levantó y se fue de la cocina, pasando a dejar sus cosas al despacho, luego concurrió al baño y finalmente aterrizó en su habitación, dejándose caer de lleno sobre su cama. Extrañaba la calidez de esas sábanas tan confortables. Después prendió la televisión, pero no hubo nada que le interesase, aun así la dejó encendida y se paró para ir de nuevo al cuarto de baño. Por alguna razón, las ganas de tomar una ducha le fueron enraizadas de repente.

- Me sacará el frío del cuerpo… de eso estoy segura.

Se sacó las botas, la ropa y se metió dentro de la ducha, que no le tomó más de diez minutos. Secó su cabello, lo peinó y lo tomó en una cola de caballo alta, envolviéndose con la toalla y marchando a su cuarto para cambiarse a su pijama. Mientras estaba preparando su camisa, en la acústica que llenaba el televisor, sintió de pronto dos manos asomándose por detrás y cogiéndola de los senos en un apretón duro y marcado. No le cupo duda que se trataba de Akko, pero el susto y su aparición tan repentina la sacó un poco de onda y la hizo gritar y dar un salto, separándose casi al instante, cubriéndose los pechos. Akko la obserevó sonriendo.

- ¡Akko! ¡¿Pero qué crees que haces?!

- Lo siento, Diana… Es que ya hace tanto tiempo que no tenemos acción, que había olvidado como eran tus amigas y quería saber si seguían siendo tan suaves como siempre… Y, oye, gran logro, creo que te has superado a ti misma.

- Eso no me importa – Repuso ella, tratando de componer sus nervios, levemente sonrojada – Lo que no me parece es que aparezcas de la nada, así como así. Ya eres una mujer adulta y no pienso que debas seguir jugando así. Además ¿De dónde es que saliste?

- Del closet – Le respondió Akko, con simpleza. Diana la reprochó de inmediato, cruzada de brazos.

- Hablo en serio, Akko.

- Pero si es cierto – La castaña apuntó al armario a un lado de ella, el que mantenía las dos puertas abiertas – Salí de él…

La británica prefirió no decir nada más, aparte de darle una mirada muy desaprobatoria a su novia. No gustaba de los juegos absurdos y Akko lo había aprendido hace mucho tiempo. Así que, tomó su camisa, su ropa interior y fue detrás del biombo en su habitación, para vestirse con más privacidad allí. Al salir, Akko todavía estaba parada al lado del armario, con una mirada de cachorro arrepentido. Diana pasó de ella y se acostó en la cama, para segundos después estirar sus brazos y llamar a la castaña. Akko se tomó un tiempo en darse por aludida y, luego de sonreír, saltó hasta los brazos de su querida para acunarse en su pecho, llenando sus pulmones con el aroma de su cuerpo recién bañado. Sándalo y vainilla.

- No vuelvas a jugar esas bromas conmigo, no me quiero enojar por tonterías – Diana la acercó a su rostro y la besó dulcemente en los labios, volviendo a recuperar distancia.

- Últimamente se me ha hecho difícil llamar tu atención… Y es aburrido estar tan sola casi todos los días.

- Lotte te ha venido a visitar ¿Qué no sales con ella?

- Sí, pero una amiga es distinta de una novia.

- Por supuesto que sí, y espero que tengas claras todas las diferencias, no quiero más sorpresas – La británica soltó como broma, pero algo en el tinte que le colocó a sus palabras, hizo a Akko pensar que habían celos ocultos. Eso la hizo sonreír.

- Ya… Pero a lo que quería llegar es que… supongo que te necesito.

Al oírla, Diana la recompensó con una lluvia de besos en la cabeza, enternecida y conmovida por sus palabras. Era cierto que hace tiempo no tenían tiempo de calidad entre ellas y estando Akko embarazada, eso podría ser más notorio para ella que para cualquier otra persona. La necesitaba y en más de una forma.

- Perdón… Tienes toda la razón. Es que a veces me cuesta notarlo…

- Lo sé, has sido una pésima novia desde el principio – Akko soltó como si nada.

- Bueno, pero no debes decirlo tan brusco.

- Debo. Es la única manera en que te des cuenta de las cosas. Diana… - La castaña semi-levantó el cuerpo para poder mirar a su novia a los ojos, con un gesto serio – Si algún día llego a terminar todo contigo, quiero que sepas que será exclusivamente por tu culpa.

- Pero…

- Lo será.

Akko volvió a recostarse sobre su pecho, sintiendo los latidos de Diana más rápidos que antes. Por supuesto la plática la había afectado, pero ella no se dio por enterada de que incluso había logrado sacar un par de lágrimas de sus encantadores ojos azules, que la británica limpió tan rápido como pudo, suspirando después.

- Muy bien, trataré de cambiar.

- No trates, hazlo.

Akko la besó en la mejilla y se levantó para apagar la luz y la televisión. Al volver, también decidió sentarse sobre sus piernas y abrazarla por encima de los hombros, besándola en los labios. Un beso que la británica aceptó y que tuvo la urgencia de corresponder. Esa noche no terminó ahí o quizás nunca terminó realmente, porque Diana ocupó cada segundo de su tiempo para demostrarle lo mucho que amaba a Akko y lo segura que estaba de que su relación nunca se terminaría. Tal vez tuvieran sus complicaciones, y las seguirían teniendo en un futuro, pero todo eso se debía a la polaridad de sus personalidades. Akko era muy calidad y afectuosa y Diana muy fría y distante. Pero cuando quería probarle algo a su novia, podía ser la persona más arrebatada e intensa que existiese, y Akko podía afirmarlo una y otra vez.

Al cabo que, al final, no alcanzaron ni a pegar pestaña, cuando el sol ya se asomaba por el horizonte. Akko se recostó a un lado, dándole la espalda a Diana y sonriendo con una complacencia característica de un animalito recién alimentado. La británica se inclinó para darle un beso en la mejilla y abrazarla.

- Nunca dejaré de amarte, Akko. Pase lo que pase.

- Lo sé – La asiática rió por lo bajo, dándose media vuelta – Lo sé tan bien, que esto siempre resulta – Diana alzó una ceja, sin entender, y fue cuando su novia soltó la carcajada.

- ¿Qué… qué es tan gracioso? – Preguntó vacilante, mirando a Akko con el ceño fruncido. Ésta recuperó el aire, antes de responderle.

- Es que… es que siempre caes en lo mismo, amor – Continuó riendo, de forma todavía más exagerada – Siempre que pongo en duda tu amor por mí, conlleva a que me demuestres lo contrario y… vaya como sabes demostrármelo.

Diana se relamió los labios, pensando en cómo responder a eso. Fácilmente podría sentirse ofendida de lo sencillo que le fue ser manipulada, pero lo cierto es que creía que Akko no estaba bromeando al cien por ciento y debía tener precaución con ella ¡Qué más da el resultado! No es como si no lo haya disfrutado de igual manera. En vez de enojarse, prefirió unirse a las carcajadas de su novia y abrazarla todavía más fuerte, jurándose jamás dejarla ir.


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L-lauriet