Comparado con el Día Blanco, San Valentín no parecía más que un día gris y lluvioso en medio de febrero.

Comparado con el Día Blanco, San Valentín no se veía tan romántico.

Era lo que pensaba Obito mientras paseaba tomado de la mano de Deidara por un paseo flanqueado por cerezos en flor que arrojaban pétalos de un rosa casi blanco sobre ellos mientras pasaban.

Un día conmemorando el amor en pleno hanami era lo que merecían los enamorados. O lo que ellos fueran. Ni Obito ni Deidara querían ponerle nombre a lo suyo, pero mientras los hiciera felices a ambos nada de eso importaba en realidad.

—Mira, desde aquí se puede ver.

Deidara señaló a su izquierda, donde la imponente torre del sol aparecía y desaparecía tras las luminosas ramas cargadas de sakuras.

—Bien, ya estamos cerca —comentó Obito.

—Aún queda un buen rato. Parece que está más cerca porque es enorme, hm.

Desde ese ángulo, el monumento se veía de perfil, sobresaliendo por entre cerezos y coníferas con esa especie de brazos que tenía extendidos en perpendicular.

—Voy a sacar una foto para Zetsu —dijo, sacando el celular.

—Y una selfie de los dos para mí, hm.

Tras tomar la foto, Obito suspiró.

—Dei...

A diferencia de él, a Deidara le encantaba sacarse fotos. Las hacía a cada momento, sacando la lengua o atrapando un mechón de pelo entre su labio superior y su nariz, como si fuera un bigote, algo que Obito no haría ni por dinero.

—Sólo para nosotros. Vamos... No seas aburrido.

—Por ti lo que sea —contestó mientras pasaba su brazo por su espalda y lo atraía a él para besar su pelo.

En momentos como ese era cuando saltaba a la vista la diferencia de edad. No era un problema tanto como algo anecdótico, pero a veces le costaba más de lo normal comprenderlo.

—Pero no la subas a Internet —le recordó.

—Es para mi colección privada, hm.

Procuraron dejar la torre de fondo al prepararse para tomar la foto. Deidara colocó el teléfono en horizontal y tomó una selfie. Después otra con la lengua fuera, arrugando la papada e inflando los carrillos, poniendo entre ellos el peluche de la torre del sol que le compró en un puesto de souvenires. Y unas cuantas más.

—¿No crees que ya tienes suficientes?

—Es verdad, hm —Deidara cerró la cámara y le pasó el peluche para poder usar las dos manos—. Me gusta sacar muchas para quedarme con las mejores.

—Pero luego no borras ninguna -bromeó Obito, dándole un golpecito con el peluche en lo alto de la cabeza.

—Eh... Se me olvida.

Siguieron caminando despacio, Deidara mirando el teléfono y Obito agarrándolo del hombro. La leve brisa traía consigo el olor de los cerezos. Ya no venía fría, sino cálida y agradable como se esperaba de un día casi primaveral. Una suerte que pudieran dejarse los abrigos en el hotel.

De repente, Deidara comenzó a reír a carcajadas. Se detuvo y Obito lo hizo también, arqueando una ceja.

—¡Tienes que ver esto, hm!

Le mostró el teléfono. Una de las selfies de antes, ligeramente borrosa y donde ambos salían con los ojos semicerrados y la boca abierta. Debió salir así de sacar tantas fotos seguidas. A Obito nunca le gustó hacérselas, pero detestaba especialmente salir mal en ellas.

—¿Qué es tan gracioso?

—¡Nuestras caras! ¡Parece que estemos colocados!

—¿Vas a borrarla?

—¿Por qué? Si es buenísima —Deidara siguió riendo.

—Pero salgo terrible. Preferiría no tener que verla más.

—Yo también salgo terrible —dijo Deidara—. Ahí está la gracia, hm.

—Bórrala, por favor —cuando le fue a quitar el celular, Deidara lo apartó y echó a correr—. Y no sales terrible. Tú sales siempre bien en todas.

Lo persiguió, zigzagueando entre paseantes, y sus niños y mascotas. Casi llegando a una curva, Deidara se salió del camino. Siguió pisándole los talones, esquivando arbustos y parterres hasta acorralarlo contra el tronco de un árbol.

—¡Hey, mi peluche nuevo, hm! —dijo al verlo en el suelo.

—No podemos estar aquí —Obito respiraba con fuerza, después de correr más de lo que podía resistir.

—Tú también has pasado.

—Borra la foto o te torturaré —lo aprisionó hasta que no pudiera moverse y metió la mano por su camiseta para hacerle cosquillas a lo que ya habían denominado "el lugar prohibido".

Deidara reía y se retorcía con violencia, dándole empujones en el pecho con su única mano libre mientras le pedía que parara.

—¿Si me dejo torturar podré quedármela? —preguntó a la primera ocasión.

—Deidara... —lo avisó.

Él se encogió de hombros.

—Bueno, bórrala tú. Tengo el teléfono en el pantalón —Obito miró hacia abajo para comprobar el bulto cuadriculado en la entrepierna de Deidara—. O tal vez me alegro de verte, hmm.

Desde el paseo había varias personas mirando, serían unos treinta metros, pero de meterle la mano a Deidara en los pantalones para sacarle el celular, iban a verlo todos.

—¿Dilema? —insistió, su sonrisa ampliándose.

A la mierda.

A saber cuando volvía a Osaka otra vez, nadie iba a recordarlo. Muerto de vergüenza pero con un inexplicable morbo trabajando en segundo plano, desabotonó su pantalón y bajó la cremallera hasta ser capaz de sacar el teléfono. Lo desbloqueó, se metió en la galería y buscó la foto, sólo para ver que Deidara ya la había borrado. Respiró hondo, aliviado por saber que estaba eliminada a pesar de que todo su esfuerzo había sido en vano.

—Gracias —dijo, separándose de él.

Deidara le dio un tirón de la manga.

—Hey. ¿Vas a dejarme a medias?

Miró hacia atrás, al pequeño grupo de transeúntes que había notado su presencia, luego de nuevo a él.

—Sabes que nos están mirando, ¿verdad?

—Qué pervertidos —dijo con fingido escándalo.

—Eres tú el exhibicionista.

Deidara se puso de puntillas para susurrar contra sus labios.

—Mm... Nosotros...

—N-no. Yo no...

Era demasiado consciente de las miradas sobre ellos.

—¿Estás enfadado?

—No. Pero si no nos salimos de aquí ya van a regañarnos.

—Ayer te enfadaste, hm.

—Me presentaste a tu madre como tu sugar daddy, no voy a poder mirarla a los ojos nunca más.

Deidara propuso ir a hacerle una pequeña visita para hacerle saber que había ido a pasar el día, y que el examen le había salido bien. Cuando le largó eso, le hubiera gustado haber podido escondese bajo la tierra y no salir. Aún se sonrojaba al recordar la reacción de la mujer.

—Sólo quería ver qué decía, ya le dije que era broma.

—El daño está hecho.

—Qué dramático, hm.

Pero cuando le sonreía así, Obito no podía quedarse molesto mucho tiempo. Deidara tenía el pelo lleno de pétalos de sakura que seguía desprendiendo el árbol. Y lo besó, sin dejar que tener audiencia lo persuadiera de lo contrario. Porque el escenario era demasiado hermoso como para no hacerlo, y se habría arrepentido toda su vida de no haber besado a Deidara en ese mismo instante, bajo aquel viejo cerezo. Viendo que Deidara se había abrazado a su cuello, no parecía que él quisiera irse a ninguna parte tampoco.

En Tokio ya los habrían echado de ahí e impedido volver. Puede que Osaka no estuviera tan mal.

Para Obito, la primavera se había adelantado un par de semanas.


Estaban a los pies de la Torre del Sol, después de haberles pedido uno de los cuidadores del parque que salieran del jardín. No los expulsaron, y al expresar sus pensamientos sobre lo suaves que habían sido con ellos, Deidara le había contestado que estaba exagerando.

Se le ocurrió que de haber tenido su compañía oficinas en Osaka, podría pedir un traslado. Se veía como un lugar más amigable, menos frío.

—¿Selfie? —preguntó Obito, sabiendo lo que estaba por venir.

—Que conste que lo has sugerido tú esta vez, hm.

—¿Entonces no quieres?

—Mi teléfono está al 15% mejor guardo lo que me queda. Ya me he hecho muchas fotos aquí.

—Pero ninguna conmigo —dijo Obito.

Desde ese ángulo, sólo se veía media estructura, y esa especie de máscara que la torre tenía más o menos por la mitad.

—Me gusta más la parte de atrás, hm —dijo Deidara.

—Entonces, nos la hacemos ahí.

Por la cara opuesta del monumento había un sol negro de ojos blancos, cuyos rayos ondulados se expandían por el resto de lala torre.

Obito sacó la foto y justo después, Deidara lo besó en la mejilla y no pudo evitar sacar otra.

—Me gustan estas —dijo pasándolas hacia delante y atrás.

Salía con cara de bobo en la segunda, pero quién no lo haría teniendo ahí a Deidara. La guardaría en la carpeta oculta. En cuanto a la otra...

Buscó la opción de establecer como fondo de pantalla y la seleccionó. Deidara lo miró entre sorprendido y sonriente.

—¿Te ha dejado de importar que alguien la vea?

—Es un bonito recuerdo, en un lugar que es importante para ti. Al que no le guste, que no mire.

—Me gusta que pienses así, hm.

Se sentaron en un par de hamacas de madera que había dispuestas en una zona de césped cercana a la torre. A pesar de que estaban por dar las cuatro el aire aún venía cálido y agradable.

La mayoría del resto de hamacas estaban ocupadas por gente leyendo en libros y tabletas o escuchando música. También había grupos de estudiantes sentados en el mismo césped o cerca del lago, siendo acosados por aves. Y luego estaban los turistas sacando fotos.

Deidara se remangó el suéter.

—Hazme eso que ya sabes, hm —dijo al apoyar la mano en su regazo con la palma hacia arriba.

—A sus órdenes.

Eso que ya sabía, consistía en acariciar la cara interna de su antebrazo de un lado a otro. Obito se puso a ello y cerró los ojos, saboreando el momento. De no ser así estaría pasando ese sábado sentado en su escritorio del trabajo. En su cubículo en la oficina había en esos momentos una carpeta llenándose de más y más cosas, al igual que su correo electrónico. Iba a sufrir el lunes cuando llegase a trabajar en pleno ajetreo por el cierre del año fiscal pero no cambiaba esos momentos por nada.

—¿Te lo estás pasando bien?

—Tanto que no quiero que este día se acabe. Aún me gustaría cruzar algún semáforo en rojo, de acuerdo a la tradición.

—Esta mañana te lo dije y no quisiste hacerlo, hm.

—Había niños mirando, no puedo darles mal ejemplo.

—No es mal ejemplo si según tú es tradición aquí.

—Igual, gracias por esperarme al otro lado —con Deidara apoyado en su brazo derecho, Obito siguió acariciando su brazo un rato más.

A veces sin que él quisiera, su mente volvía al trabajo que se acumulaba, pero luego lo forzaba fuera de su mente y seguía disfrutando de la felicidad que le brindaba aquel instante en Osaka en todo su esplendor primaveral.


Y este es el especial día blanco del que hablé. :D

Están en el parque de la expo del 70 dando un paseito. Nunca he escrito del día blanco y me apetecía conmemorarlo. Es un mes después de san valentín, el 14 de marzo. El día donde los chicos devuelven a las chicas el chocolate. Estuve leyendo sobre como lo celebran las parejas homosexuales en Japón, ya que esa tradición de "la chica regala al chico en SV y el chico a la chica en el día blanco" no se puede dar, y vi que cada pareja tiene tradiciones propias. Muchas ignoran uno de los dos días y celebran el otro. O hacen cosas distintas en los dos, por ejemplo en SV se van a cenar y en día blanco hacen un pequeño viaje. Me gustó mucho saber eso, porque me gustaría que ellos también tengan tradiciones propias.

Arekusa, me emocioné demasiado escribiendo los chats de ambos planeando el encuentro pero me alegra saber que lo encontraste ameno y disfrutable *_*

HS, bueno si la pareja no es lo tuyo y aún así te gustó el fic entonces me alegro el doble. :D No tengo trama para continuar con este AU, pero sí que me gustaría escribir más del mismo. Para el cumple de Deidara tengo algo pensado, tres meses después de su primera cita. Y también me gustaría escribir el viaje a Sapporo para el yuki matsuri *_* Adivinaste al 95% con eso de sexo en el tren jajaja no sé como pero sí, eso habrá para el cumple de Dei.

Hasta pronto y gracias por seguir las aventuras de Obito y Deidara :D xD