Los Personajes son de Meyer, la historia es mía.

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Últimamente me he sentido muuuuuuuy inspirada así que he decidido escribir esta nueva historia. sé que estoy publicando una hace poco "Fontanero" pero esa ya está prácticamente lista, (todos sus capítulos listos para publicarse)

Y como uno es ansioso cuando tiene ideas en la cabeza, es mejor escribirlas antes de explotar. esta historia es un poquitillo mas larga, pero ya tengo la mitad o mas de la mitad escrito así que no voy a ser mala publicando una vez al mes o algo así.

Espero les guste y la sigan.

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Destinado a ser

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La bruma de la noche hacia ver el paisaje bastante tenebroso, la espesa neblina hacía que la gente caminara rápido para llegar a sus casas y a los conductores los hacía ir lento para evitar accidentes, era muy tarde para estar afuera, ya a las dos de la mañana todo el mundo debería estar en sus casas durmiendo acurrucado bajo grandes y gruesas mantas que mantenían el cuerpo calentito pero no todo el mundo estaba en la cama, ahí estaba ella observando a través de las grandes verjas de hierro con solamente un suéter de cachemir y unos vaqueros para cubrirse del frió.

Suspiró dándose cuenta que nada podía hacer en ese lugar y menos a esa hora, los habitantes de dicha mansión estaban profundamente dormidos, eran una familia feliz tal como se mostraban en los periódicos y revistas pero ella necesitaba verlos, darse cuenta por sus propios ojos de que ella no encajaba en ese lugar, necesitaba dejarlos ir, necesitaba seguir su camino y aunque sabía perfectamente que ese lugar no era el correcto, necesitaba cerrar el ciclo despidiéndose aun sin haber dicho hola.

Sin mucho ánimo se alejó de aquellas enormes y altas verjas que la separaban de aquella feliz familia y siguió caminando hasta llegar a un parque privado, miró alrededor encontrando todo desierto y suspiró, no sentía miedo, estaba en un conjunto residencial de mansiones, era imposible que alguien le hiciera daño o le robara algo, en realidad no tenía absolutamente nada con ella a parte de su ropa. Se fue hasta el columpio solitario y se sentó un rato a meditar si de verdad estaba bien lo que estaba intentando hacer, aún estaba asustada por llegar ahí.

Habían pasado diez años desde que los vio por última vez, desde la última vez que le habló y desde la última vez que no les dijo adiós, sabía que tendría que volver, ella lo había prometido, el caso es que quizás ellos no esperaban que cumpliera esa promesa. Miró sus zapatos mientras removía la tierra y suspiró esta vez de cansancio, se rascó la cabeza por encima de su peluca y bufó con molestia, necesitaba irse. Se levantó del columpio y caminó un poco más hasta llegar a su auto, un viejo jeep de segunda mano que le gustaba demasiado a pesar de no ser muy seguro.

Se dijo que al día siguiente volvería, se obligó a ponerse firme y a cumplir su palabra, por ahora solo necesitaba llegar al hotel y descansar. Solo le tomó media hora volver y recostarse en la mullida cama. Al día siguiente se levantó temprano, hizo su rutina diaria antes de salir de la habitación empezando por una ducha tibia, lavar sus dientes y hacer un par de llamadas desde la habitación. Luego peinó su peluca y se la puso con cuidado acomodándola bien para que pareciera su propio cabello, se puso un suéter de cachemir blanco, unos vaqueros y unas deportivas blancas.

Salió de la habitación y se obligó a ir a desayunar, necesitaba hacer tiempo antes ir a aquella mansión, apenas eran las siete de la mañana de un sábado, no podía ir a despertarlos. En el restaurante del hotel pidió un desayuno americano, tostadas, huevos, salchichas y bacón, con un jugo de naranja, el lugar era decente para ser algo de baja categoría. Comió con toda la lentitud que pudo y se obligó a relajarse, no podía pararse en aquella puerta temblando de miedo, no se vería bien.

Pagó la cuenta del desayuno y se fijó nuevamente en la hora "Las ocho treinta" se había tomado bastante tiempo. Si calculaba bien la distancia y si conducia de manera prudente, haría tiempo para llegar a las nueve. Salió del restaurante y se fue hasta su habitación para bajar su bolso y su cartera, no llevaba prácticamente nada, necesitaba terminar su estadía, con la visita se marcharía para siempre otra vez. Bajó hasta la entrada del hotel, esperó a que el valet parking volviera con su camioneta y se marchó hacia el conjunto residencial de millorarios llegando exactamente despues de las nueve.

Paró la camioneta en la entrada y las camaras de seguridad enseguida enfocaron en ella, no le gustaba la sensacion de ser observada y el miedo de ser rechazada la invadio nuevamente, "y que si no me reconocen?" "Y si me corren?" Esas y mas preguntas pasaban por su cabeza, le asustaba no cumplir su objetivo de verlos otra vez. Mordió su labio inferior, metió un mechon de su cabello tras su oreja y suspiró.

-Hola... - susurró al interfono - vengo a ver a la familia Cullen.

-Su nombre? - preguntó la voz de un hombre.

-Isabella Swan - esperó un par de segundos hasta que las grandes verjas de hierro se abrieron sorprendiendola. Encendió la camioneta y siguió el camino de grava dentro del lugar.

Era una enorme mansion, no cabía dudas. Hermosas fuentes, arbustos exquisitamente podados, una hermosa fachada estilo barroco antiguo. Le hubiera encantado vivir en un lugar asi. Estacionó detras de un Aston Marti negro y se bajó despues de apagar el motor. Se secó las manos sudorosas en los pantalones y caminó a la enorme puerta que se abrió antes de subir el ultimo de los tres escalones.

-Bienvenida, señorita Swan - saludó un hombre, que parecía ser la misma voz del interfono. Era un hombre mayor, quizas unos cincuenta y cinco o sesenta años. Canoso y con uniforme de traje negro.

-Gracias - susurra y entra al enorme, blanco e inmaculado recibidor.

-sigame - le dice el hombre al cerrar la puerta, camina delante de ella guiandola a la sala de estar - los señores no estan aqui ahora. La señora está de viaje a Irlanda y el señor está en los establos pero ha sido avisado de la visita, vendrá en seguida. Gusta algo de tomar?

-No, no gracias. - musita ella nerviosa. - estaré bien. - el hombre asiente y se retira del enorme salón.

Isabella detalla el lugar con calma, un salon de unos veinte por treinta metros, paredes blancas y ebanisteria negra. Muebles de cuero negro en combinacion, una araña de cristales y una chimenea de piedra, no pudo evitar jadear al ver el enorme cuadro sobre la chimenea. En este cuadro, tamaño real estaba la familia Cullen, o eso creía, dos adultos mayores, un rubio y una castaña, dos hombres de pie, un peli negro y otro rubio, un cobrizo con un bebé sentados en una sofá elegante y una rubia de cabello corto al otro lado. Las lagrimas llenaron sus ojos pero se obligó a no llorar, no debía, solo estaba de paso, ese lugar solo era un objetivo más de la lista. Su único objetivo. Alguien carraspeó la garganta y ella se tensó.

-buenos días - saluda la voz de un hombre, es una voz suave y suena con dudas. Isabella se gira lentamente encontrandose con un hombre alto y hermoso, su piel blanca y suave, hermosos ojos verdes, labios rosados y su hermoso cabello cobrizo, ahora no tan alborotado, tal cual lo recordaba pero más maduro y más magnífico. Vestía pantalones negros de montar y una camisa polo color verde que resaltaba sus ojos.

-Hola - susurra unos segundos despues mientras que aquel hombre la miraba completamente impresionado. - yo...

-Lo sé - le interrumpe él mientras la mira fijamente – sé por qué viniste. Te esperaba desde hace mucho. - Isabella bajó la mirada y asintio.

-Lamento llegar asi de repente, solo... Quería saludar y... Seguir mi camino. - Él se acerca unos pasos para mirarla mejor y frunce el ceño.

-No quieres quedarte? Digo, en la ciudad? En nuestras vidas? Conocerla y decirle quien eres? - pregunta atropelladamente con algo de molestia en su voz, Isabella sube la mirada, él puede ver el dolor en sus ojos.

-No puedo. No quiero interrumpir en sus vidas, solo quiero conocerla antes de irme. - Él asiente aun sin entender su reticencia a quedarse.

-Quieres verla ya? - pregunta segundos despues, Isabella asiente de manera nerviosa - ven conmigo - le tiende la mano y ella la toma como aquella primera vez, nerviosa, temblando y sudando. No le pasa desapercibido que él tambien está sudando, cosa que no le importó porque sintió ese extraño cosquilleo en el estomago cuando lo tocó.

Caminaron por un largo pasillo hasta llegar a una puerta de vidrio que llevaba al patio, era enorme, varias jardineras de rosas, lirios y calas, una enorme piscina y arbustos exquisitamente podados como los de la entrada. Aun sin soltarle la mano la fue guiando por un camino empedrado a traves de los arbustos hasta un enorme establo donde pudo escuchar a los caballos. Él la llevó adentro y ella sonrió al ver a los caballos en sus casillas.

-Sabes montar? - le pregunta él mientras la guia por el lugar. Ella sabe, estuvo un tiempo trabajando en una finca en Montana pero en realidad no puede hacerlo ahora y menos sola, asi que prefiere mentir.

-no, no lo sé. - Él suspira y sonríe levemente.

-No importa, yo te llevo. Ella está en campo traviesa y no podemos ir caminando. - Isabella jadea levemente y él ríe - tranquila, tiene supervisacion. - comenta mientras abre una de las casillas y saca a un caballo negro azabache - Este es Shadow, mi caballo. Es algo arisco.

-Hola, hermoso... - le saluda Isabella mientras le acaricia el ocico. Él sonríe levemente, Shadow no deja que cualquiera se le acerque, aun así se deja tocar por ella.

-Vamos - le dice sonriendole, Isabella se aleja del caballo y espera hasta que él lo encilla para montar. - Listo, ven conmigo – él ya está montado, lo hizo con una gracia y elegancia tan característica de él. Ella toma su mano y él la impulsa para subirla delante de él. – quieres llevar las riendas? – susurra en su odio, ella suelta el aire nerviosa, su aliento cálido le ha devuelto un poco de vida a su cuerpo, asiente y él la sostiene por la cintura mientras ella toma las riendas – andando entonces.

-Hacia donde me dirijo? – pregunta cuando salen del establo, él señala a los lejos un camino y una entrada entre los arbustos.

-Sigue aquel sendero, lleva a campo traviesa. – contesta nuevamente en su oído y no puede evitar estremecerse, él siempre ha tenido un efecto intenso en ella. Isabella pone al caballo al galope y él se sostiene un poco más fuerte de ella, trata de no hacerlo correr mucho, no puede ocurrir lo que pasó la última vez que montó a caballo, sería catastrófico para ella.

Un par de minutos después había pasado los arbustos y otro sendero más largo hasta llegar a un enorme campo donde podía ver a lo lejos un caballo blanco corriendo rápidamente con una pequeña jinete y dos hombres apostados en una cerca con dos caballos amarrados al lugar. Isabella baja el trote y se acerca a donde están los hombres que se giran a mirar un poco confusos. Él se baja primero y la ayuda para que no tropiece y le sonríe cuando quedan frente a frente.

-Para no saber montar eres muy buena – murmura sonriéndole levemente y ella baja la mirada avergonzada. – Ven – pone una mano en su espalda y la guía a donde están los dos hombres que enseguida comienzan a mirarla con una extraña e impresionante curiosidad. – Chicos, ella es Isabella – murmura él cuando están cerca de los otros, ella solo tiene la vista en el jinete que va a todo galope muy lejos de ellos.

-Isabella, es un gusto – esta gira la mirada para ver a un chico rubio quitarse un sombrero de vaquero que la mira con seriedad – soy Jasper Cullen. – ella le tiende la mano en saludo y él le besa el dorso como todo un caballero.

-El gusto es mío – musita algo nerviosa.

-Joder, también hablan igual! - exclama el otro tipo y ella lo mira confusa.

-Emmett – gruñe Jasper serio.

-Lo siento, ham – el otro hombre, tan alto como Jasper pero moreno y con grandes músculos le sonríe amistosamente pero mirándola fijamente, detallándola por completo. – Soy Emmett Cullen. Hermano de estos imbéciles, lo único bueno de esta familia – Isabella ríe un poco cuando le tiende la mano.

-Que modestia. Es un placer. – Luego volver la vista hacia el caballo blanco que se acerca rápidamente – Edward… - susurra nerviosa y él pone una mano en su espalda y acaricia en pequeños círculos.

-Tranquila. Todo va a ir bien – susurra tratando de infundirle valor pero está tan o más nervioso que ella. Mira a sus hermanos por detrás del cuerpo de Bella y ambos lo mira también expectantes y nerviosos y lleno de preguntas, ellos no sabían quién era ella pero solo con verla podían deducirlo. Él nunca les había hablado a sus hermanos de Isabella, nunca dijo una palabra de lo que le pasó hace diez años, todo era tan confuso para él que solo quiso enterrar todos esos recuerdos. Ella era solo su tema.

El caballo blanco se detuvo a dos metros de ellos detrás de la cerca de madera, la niña se baja con tanta gracia y elegancia como su padre, Isabella la detalla mientras la mira caminar hacia ellos, quiere grabarse cada detalle, cada expresión, mueca, sonrisa y sonido que salga de ella. Es preciosa, hermosa, perfecta, todo un ángel. Su cabello es castaño oscuro con muchas ondulaciones, su carita es fina y de rasgos suaves, su boca es pequeña con labios llenos, una pequeña nariz respingona y un fuerte rubor cubre sus mejillas y cuello. Sus cejas son finas y sus ojos son marrones, chocolates y expresivos, dulces y gentiles.

Es idéntica a mí.

-Me viste, papi? Fue increíble! Puedo hacer más saltos que antes y mi tiempo ha disminuido! – la voz de la niña es tan hermosa y melodiosa, tiene un pequeño timbre chillón por su entusiasmo pero es suave y dulce. Le encanta. Siente unas inmensas ganas de llorar, de abrazar y llorar, pedirle perdón y seguir llorando, decirle cuanto la ama y volver a llorar pero no puede, no debe. Solo debe marcharse lo más rápido posible.

Decir hola, saber su nombre, despedirse y jamás volver.

-Fue increíble, princesa – comenta Edward avanzando hacia ella con una hermosa sonrisa y sus ojos brillan al ver a su pequeña. – Dentro de poco estarás lista para los campeonatos – él mira como su hija salta feliz y luego repara en Isabella, frunce su ceño levemente y reprime un jadeo al ver lo parecidas que son al hacer eso. – nenita, ven aquí – pide él y ella sube la cerca y Edward la alza para cargarla hacia el otro lado donde está Isabella. – Quiero presentarte a alguien.

Él la pone en el piso de nuevo, su pequeña apenas le llega más abajo del pecho, es una cosa hermosa y alta, va a tener su estatura cuando termine de crecer, quizás eso es lo único que sacó de él a parte de su carácter obtuso y obstinante. Su hija es toda una abogada al momento de querer algo, siempre lo consigue y con muy buenos argumentos. Edward mide la reacción de Isabella cuando se acerca un paso hacia ellos, ve las claras intenciones de llorar pero no lo hace, se contiene, siempre ha sido tan fuerte, siempre ha admirado eso de ella. Su hija apenas le llega a la altura de los hombros, Isabella es más baja que él, y eso siempre le había gustado.

-Hola? – la niña rompe el intenso silencio incomodo que se ha hecho en el lugar, ella no lo siente por supuesto pero los tres hombres e Isabella si, están ansiosos, expectantes y nerviosos por lo que ella pueda decirle, por lo que la niña pueda responder, por lo que Isabella pueda confesar.

-Hola, pequeña – la voz de Isabella es un susurro un poco nervioso y entrecortado, le sonríe lo más que puede para no asustarla y le tiende la mano – soy Isabella Swan, pero tú puedes llamarme Bella, si quieres. – La niña mira a su padre un segundo mordiéndose el labio y él asiente una vez apretando las manos en su espalda. La pequeña vuelve la vista a Bella y le tiende la mano para luego sonreírle.

-Me llamo Isabel Cullen, pero mi papi y mis tíos me dicen Belli – Isabella alza la mirada de la pequeña a Edward con un increíble asombro, él solo la mira algo apesadumbrado y nervioso mientras se encoge de hombros. No quiere preguntar, por ahora solo le basta con tocarla, estrechar su suave mano y mirarla sonreír.

Tiene mi nombre.

-Eres amiga de mi papi? – pregunta soltando su mano, con reticencia Isabella la deja ir y carraspea la garganta apretando los labios, no debe llorar, no debe postrarse a sus pies, no debe demostrar nada más. Aprecia muchísimo el hecho de mirarla de cerca.

-Solíamos ser amigos cuando éramos jóvenes – musita intentando apartar el nudo de su garganta – luego… dejamos de vernos.

-Por qué? – pregunta curiosa. Ella mira brevemente a Edward y a sus hermanos que están tensos a su alrededor pero tratan de pasar desapercibidos para la niña. Para no molestar ese momento.

-Bueno… - que le puedes decir a una niña de diez años sobre todo el drama, el dolor y la impotencia de hace diez años – él debía venir a Londres, iba a casarse. Yo debía quedarme en américa y estudiar. – era lo más simple que podía decir, no era una mentira pero tampoco era la verdad.

-Oh – la pequeña mira al piso un momento y frunce los labios – mi papi y yo fuimos a américa cuando yo estaba chiquita. Me llevó a… - aprieta los labios recordando – Pors.

-Pors? – Pregunta Bella angustiada y con los nervios de punta – querrás decir Forks?

-Sí, sí, eso. Forks! – Exclama la niña haciendo señas con los deditos – no lo recuerdo mucho, aun no empezaba la escuela, me dijo que debíamos ir a buscar a alguien pero no le encontramos. Solo sé qué hacía mucho frio! Te gusta el frio? A mí no me gusta, ni la lluvia ni la nieve – Isabella aprieta los labios y suspira muy largo y hondo.

-Yo… no, pequeña. No me gusta el clima frio, es desagradable sentir los dedos entumecidos.

-Exacto! – Exclama como si fuera la primera persona que entiende su aversión al frio – la abuela dice que el frio es bueno, que es mejor que el calor pero yo prefiero la playa. – Isabella sonríe enternecida, Isabel es tan perfecta, tan hermosa y tan parecida a ella en gustos.

-Sí, es mucho mejor. Yo pasé un tiempo en New York, en los Hampton y pasaba todo el tiempo en la playa como era es posible.

-De verdad? – Pregunta la niña con asombro – vas mucho a New York? Yo siempre veo el programa de año nuevo de Time Square, me gusta mucho mientras esperamos el año nuevo aunque aquí ya haya pasado. – Isabella jadea y traga los sentimientos y las lágrimas.

-Yo voy cada año a ese evento – susurra con la voz entrecortada – sabes por qué voy ahí?

-no, por qué? – pregunta la pequeña confusa.

-porque cada año pido, entre las peticiones de navidad, que las personas más importantes de mi vida estén bien, estén sanas, felices y… - respira hondo – puedan perdonarme algún día.

-Hiciste daño a alguien? – pregunta confundida y con el semblante afligido. Isabella asiente con desánimo.

-Algo así, bonita. No luché cuando debía, no insistí cuando tenía que hacerlo, me resigné y abandoné, haciendo un daño mutuo que no se repara con un simple "lo siento" pero ahora puedo estar tranquila porque ellos están bien y yo puedo dejarlos en paz.

-Los has visto? Como sabes que están bien? – pregunta aun confusa.

-sí, los he visto… y sus lindos ojos brillantes me demuestran que están bien y que no me necesitan. – Isabella mira a Edward levemente y puede ver el dolor en sus ojos verdes. Suspira nuevamente y sonríe a Isabel – Eres la niña más hermosa del mundo, eres preciosa y nunca dejes que nadie te diga lo contrario. De acuerdo?

-De acuerdo – asiente ella feliz – tú también eres muy linda. No debes estar triste.

-No lo estoy. Estoy feliz ahora.

-Pero estas llorando – murmura y acerca su manito para limpiar sus lágrimas. Isabella cierra sus ojos y siente el tacto de la pequeña en su mejilla. Va a recordar su caricia por siempre.

-Solo es porque estoy emocionada. Me dejas darte un abrazo? Debo irme ya – musita nerviosa. La pequeña le rodea el cuello y la abraza fuerte, Isabella rodea su pequeño cuerpo y aspira el aroma dulce de su cabello, fresa y chocolate, es su aroma favorito para siempre.

-Puedes quedarte otro ratito y puedo enseñarte a montar a caballo, te gustan los caballos? Sé hacerlo bien. Puedes verme también si no quieres montar – pide la niña algo ansiosa cuando dejan de abrazarse. Le ha gustado la amiga de su padre, es tan linda y huele rico, no le gusta verla triste. Isabella niega mientras sonríe, no puede quedarse más tiempo, no va a querer irse luego.

-Lo lamento, nena. Pero es hora de irme. Solo… pasé a saludar a tu padre. – Isabel baja la mirada y hace un puchero triste.

-De acuerdo. Espero verte pronto. – Isabella aprieta los labios y suspira de nuevo.

-Ve a montar. Cuídate mucho – la pequeña corre hacia su caballo y Bella mira cómo se aleja de nuevo a hacer campo traviesa mientras las lágrimas bajan por sus mejillas sin parar.

-Bella…

-Lo siento – jadea sin dejar de ver a la pequeña, a su hija, su pequeña niña, quiere grabarse una última imagen antes de marcharse – un segundo más. Solo un segundo.

-Bella, pero…

-Edward, déjala – Jasper se entromete, ella no los mira a ninguno solo mira a su pequeña – vamos – ordena a su hermano y los tres desaparecen hacia un salón de casilleros donde guardan las cosas cuando van a entrenar en el campo.

Isabella sonríe cuando ve a la pequeña saltar el campo de obstáculos, y sonríe y le saluda cuando la pequeña agita la mano hacia ella "adiós, hija. Hasta siempre" piensa mientras la ve perderse entre los matorrales hacia la segunda pista, no puede permanecer más tiempo ahí, debe irse, debe hacerlo ahora. Sin pensar en nada sale corriendo, corre como si su vida dependiera de ello, corre sin mirar atrás, no puede hacerlo, no debe hacerlo pero corre y jadea y vuelve a correr porque está agotada física y mentalmente, su vida es un caos, su vida no tiene ningún sentido o no lo tenía hasta ahora.

Llega a los confines del patio trasero de la enorme mansión, se recuesta de un árbol de cerezos cerca de la entrada y trata de recuperar el aire, está mareada y es probable que necesite ir al médico después de lo que acaba de hacer pero no le importa, debe salir de ahí.

-Isabella! – levanta la mirada al oír el grito de Edward, él galopa a todo lo que puede en su caballo, se acerca muy deprisa. –Isabella! – grita de nuevo cuando ella vuelve a correr, pasa el jardín y la piscina y sigue corriendo hasta que llega a las puertas de vidrio que dan al interior de la casa, sabe que es un abuso entrar y correr pero debe huir, solo debe marcharse.

Entra rápidamente y corre por el pasillo y trata de no tropezar con nada, trata de no golpear nada. Lo menos que quiere es romper algo o herirse ella misma, sería una catástrofe. El mayordomo la ve pasar correr frente a la cocina impresionado mientras escucha el grito de Edward un poco más cerca, va corriendo, se acerca más rápido todavía. Sale de la casa y se sube a la camioneta, la enciende y conduce lo más rápido que puede para salir de ahí.

-Isabella! – Grita Edward desde la puerta de la casa, ella lo ve por el espejo pero no para, no puede parar, jadea y trata de respirar.

-Carajo! – exclama cuando ve las verjas cerradas, pita muchas veces seguidas esperando que abran la puerta – Abre la maldita reja! – grita pero escucha como corre él, Edward viene corriendo mientras grita hacia la puerta de la casa, las rejas permanecen cerradas, debe darse por vencida.

-Bella – jadea Edward deteniéndose en la puerta del conductor, trata de normalizar su respiración, trata de entender que ocurre – Bella, por favor… - ella solo niega con la cabeza recostada al asiento y los ojos cerrados mientras las lagrimas caen por sus mejillas.

-Déjame ir, por favor… por favor… por favor, déjame ir – susurra una y otra vez.

-Bella, solo quiero que hablemos, solo… quiero entenderlo. Quiero saber que pasa, que pasó antes, que pasó ahora! No puedes irte y dejarme así. Por qué, Bella? Por qué?

-Yo solo… solo… - el aire le falta, está cansada, fatigada, su cuerpo pide tregua, - lo siento.

-Bella! – grita Edward cuando la ve desmayarse – Carajo – gruñe y abre la puerta del auto enseguida, le quita el cinturón, la saca con cuidado y la lleva de regreso por el sendero hasta la casa donde se encuentra el mayordomo viendo la escena con asombro – Weilon, busca a Emmett. Rápido! – exclama y lleva a Isabella hasta el sofá, la recuesta con cuidado y mira su cara con detenimiento.

Ahora puede observarla mejor, sin restricciones, sin pena y sin culpa. Ella sigue siendo hermosa, preciosa, su carita tan pacífica y dulce aunque luce diferente, mucho, en detalles que no muchos notarían pero él sí. Sus labios llenos ya no son rosados oscuros, ahora son pálidos y están agrietados, el color de sus mejillas, ese que siempre le había gustado no estaba, en realidad estaba más pálida de lo usual, sus lindas cejas marrones ahora estaban pintadas y su cabello estaba diferente, era marrón y ondulado como siempre lo ha sido pero ahora es diferente, su textura no es igual y no es tan suave como lo recuerda.

-Que te pasó, Bells? – susurra para él mismo mientras le aparta el cabello de la cara.

-Qué ocurre? – La voz dura y gruesa de Emmett que entra corriendo lo saca de sus cavilaciones, se aparta del sofá angustiado.

-Se desmayó en su auto, la seguí hasta la verja y le dije a Weilon que no la dejara salir, ella solo comenzó a balbucear y luego se desmayó. – se pasa ambas manos por el cabello – ella está bien? Ella no es… no es la misma Bella de antes, no lo es. Algo le pasa, lo sé.

-Déjame ver – como buen doctor, Emmett siempre tiene su equipo necesario en cualquier lugar al que va. Y debido a lo patosa que es su sobrina tiene un equipo fijo en casa de su hermano, Weilon se lo alcanza y toma el estetoscopio para revisarla, luego con una pequeña linterna revisa sus ojos y su respiración. Emmett se pone de pie confuso y mira a su hermano serio.

-Que, Emmett? No me mires así? Qué pasa? – pregunta exasperado y asustado.

-Solo está desmayada, pero… si, algo le pasa. – Murmura serio – su respiración es normal para su estado de agitación pero su corazón no suena como debería y sus ojos… - aprieta los labios y niega un poco. – no me gusta sacar conclusiones pero creo que ya he visto estos síntomas antes.

-De que estás hablando, que síntomas? – pregunta asustado mientras se acerca a Bella para mirarla más de cerca. Emmett toma un poco de algodón en alcohol y lo pone bajo la nariz de Isabella. Ella se remueve incomoda y aparta la mano de Emmett antes gruñir.

-Mierda – susurra aun con los ojos cerrados. Se pasa una mano por la cara y se rasca la cabeza, maldita peluca. Vuelve a gruñir y la mueve sacándola.

-Pero que… - ella abre los ojos y jadea al ver que no está en su habitación de hotel, no fue un sueño. Su encuentro con su hija si pasó, la abrazó, la escuchó. – Bella… - levanta la mirada y puede ver el horror en la mirada de Edward, frunce un poco el cejo pero enseguida lo entiende, la peluca está en su mano.

-Joder – gruñe e intenta ponérsela de nuevo pero él se lo impide. Le mira la cara y luego su cabeza totalmente rapada, sin nada de cabello y una enorme cicatriz ovalada en toda la parte superior de su cráneo.

-Que te pasó? – pregunta horrorizado y asustado.

Ella baja la mirada un segundo y luego ve otro par de pies, al alzar la vista ve a Emmett con un estetoscopio en su cuello. Es médico. Piensa enseguida, tiene los brazos cruzados frente a su pecho y la mira con pesar y tristeza él lo sabe. Para que seguir ocultándolo, Edward es tan obstinado que no dejará que se vaya hasta no obtener una respuesta y no quiere que su hija la vea así, no quiere que ella tenga el triste recuerdo de una desvalida. Solo quiere ser una conocida amistosa que alguna vez conoció.

-Bella, por favor… dime que pasó. Me estás matando, nena. Dímelo – ella solloza al escuchar ese apodo. Hace diez años que no lo escuchaba y le trajo tan lindos recuerdos. Solo debe decírselo, solo soltarlo y luego marcharse.

-Yo… - mira el rostro asustado de Edward y la pena en la mirada de Emmett. Suspira y baja la mirada nuevamente – tengo cáncer.

...

y bien?

Merece su Rw?