Se despertó con un ruido en la planta baja de su casa, se levanto perezosamente, solo para darse cuenta de un brazo que se aferraba fuertemente a él por la cintura.

Miro a la persona que se encontraba a su lado, Astrid dormía plácidamente, la manta apenas cubría su cuerpo desnudo, sonrió ante el recuerdo de tan agradable noche, la primera de muchas junto al amor de su vida.

Se inclino sobre ella, dándole un beso en la frente, ella se remeció ante su contacto, para luego darle la espalda, rió con ternura y la arropo para que continuara durmiendo.

Se vistió lo más silenciosamente que pudo, para no molestar a su durmiente esposa, bajo dispuesto a saber de que se trataba aquel ruido que había escuchado, lo primero que invadió sus sentidos, fue un olor delicioso.

Allí en la mesa del comedor se encontraba una variedad de comidas, además de una nota, tomo el papel que llevaba el nombre de Astrid y suyo, comenzó a leerlo, mientras devoraba rápidamente un panecillo.

—¿Qué dice?— Escucho detrás de él, mientras unos brazos lo rodeaban por la cintura.

Se volteo, encontrándose con la rubia solo vestida con una polera de el, supuso que tomo lo primero que encontró, pero no se quejaba, se veía bastante atractiva asi y con su cabello suelto.

—Es de mi madre— Le contesto mientras se sentaba y la atraía hacia el, sentándola en una de sus piernas —Dice que nos dejara todo un mes solos y que espera disfrutemos el desayuno.

—Ya veo— Fue lo único que dijo su esposa, mientras tomaba un poco de fruta y la comía, llevando su cabeza hacia atrás, mientras degustaba el alimento fresco.

Pero él lo único que pudo ver era su hermoso cuello, comenzó a besarla en aquel lugar, provocando que Astrid se sobresaltara, ante su repentina muestra de afecto.

—¡Oye! Casi haces que tire todo— Se quejo ella, mientras intentaba huir de el juguetonamente.

—Si, eso no va a pasar— Le soltó el mientras la levantaba entre sus brazos y la llevaba de vuelta a la habitación.

—Hiccup, el desayuno— Dijo ella entre risas, mientras se dejaba cargar.

—Creo que tendrá que esperar.

Se besaron con pasión, mientras el aun la cargaba por las escaleras, solo sentía felicidad, sin duda amaría la vida de casado.

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¡Odiaba la vida de casado!, bueno, no es que la odiara, pero todo se le hacia sumamente complicado.

Habian pasado dos semanas desde su boda, y los primeros días habían sido dicha y felicidad, lo complicado vino después, cuando se dio cuenta de que una cosa era ser novio de Astrid y otra totalmente distinta era vivir con ella.

A ambos se les había hecho complicado adaptarse a la vida del otro, comenzó a notar cosas pequeñas, que, si bien antes estaban ahí, ahora se le hacían molestas.

Como, por ejemplo, su esposa era muy ordenada y el todo lo contrario y solía molestarse con ella cuando movía sus cosas, porque luego no las encontraba. Astrid por otro lado tambien se enfadaba con el, solía patearlo en las noches, ya que decía que roncaba.

Por otro lado, luego de esas pequeñas discusiones, siempre terminaban reconciliándose con mucha pasión, lo que le agradaba bastante, pero en cierto modo ya le estaban agotando.

Otra aparente desgracia era que se había vuelto el único conejillo de indias cuando su esposa experimentaba con la cocina. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces devolvio su almuerzo en esas semanas.

—Oye, ¿qué haces aun aquí?

Se distrajo de sus pensamientos para enfocarse en el herrero quien se encontraba de pie a sus espaldas, sus brazos estaban apoyados en sus caderas y tenia ligeramente el ceño fruncido.

—Estoy trabajando— Respondió como si nada, mientras continuaba con un descuidado martilleo sobre el metal.

—Chico, llevas allí como tres horas, esa cosa ya ni parece una cosa— Respondió el herrero haciendo un ademan con sus manos y señalando por completo su creación.

Observo "la cosa" en cuestión, Gobber tenía razón, "eso" no se parecía a nada, abandono su trabajo, limpio rapidamente sus manos en el delantal, esperando trabajar en cualquier otra cosa.

—¿No necesitas ayuda? ¿ya sabes, algún trabajo que necesites terminar urgentemente?

—Deja de evitar a tu esposa y vete a casa— Lo regaño el hombre mientras autoritariamente apuntaba fuera de la fragua, típico del herrero, directo al grano.

—No la evito…— Murmuro más como para el mismo —solo… yo...

De pronto sintió como un burbujeo subió por su estomago y libero toda la frustración que sentía, golpeando el aire y conteniendo un grito, para terminar sentado en una de las sillas del lugar.

—¡Peleamos todo el tiempo!— Comenzó a descargar todo su sentir —¡Por todo! ¡Hasta por la más mínima cosa!

—Pues eso es bastante normal— Comento su madre, mientras entraba en la fragua y se ponía cómoda —Pasaron de verse solo por la aldea a tener una vida juntos.

—Eso lo entiendo, pero aun así no creo que nuestra situación sea normal.

—¡Ay, Por favor!— Soltó su madre mientras hacia un ademan relajado con su mano —Hay parejas vikingas que pelean con hachas en sus primeros días. Yo incluso eche a tu padre de la casa por una semana.

—Jamás había visto a un hombre quejarse tanto durante toda una semana— Complemento el comentario el herrero, mientras parecía estar recordando ese momento junto a su padre.

—Mamà ¿porque no regresas a la casa?. Todo sería más fácil contigo ahí— Le suplico a la mujer, pero ella solo negó inmediatamente con la cabeza.

—No puedo solucionar esto por ti, hijo— Le contesto con simpleza, mientras se recargaba sobre su cadera —Astrid es tu esposa, solo habla con ella.

—Se nota que no la conoces tanto— Bufo con frustración, el más que nadie sabía que la rubia podía ser realmente testaruda a veces, aunque claro, el también.

—Ambos son cabezas de carnero— Soltó Gobber, como si hubiera leído sus pensamientos, mientras le daba un fuerte golpe en la cabeza —Apuesto que ni siquiera ha llevado todas sus cosas a la casa.

—¡Así que ahora vas y arreglas este desastre! O no tendré un nieto pronto— Se sonrojo ante tal comentario, sin duda el no estaba pensando para nada en un hijo y menos esperaba recibir esa sugerencia de parte de su madre.

—Esta bien, esta bien, lo arreglare— Soltó con un suspiro, mientras se levantaba, sintiendose totalmente derrotado —Pero para la información de ambos, no pienso tener ningún "nieto" pronto.

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Entro a su hogar con cautela, ya siendo por la tarde, Astrid debía de encontrarse en casa, pero para su sorpresa no la encontró por ningún lugar.

Le dio un vistazo a su alrededor, la casa estaba como siempre, sus cosas por ahí y uno que otro objeto de su madre, recordó las palabras de Gobber y realmente allí no había ningún indicio de que la rubia viviera allí, aparte de un par de prendas suyas que estaban perfectamente apiladas en una esquina.

Suspiro cansadamente, sin duda había sido un cabeza de carnero, tal y como se lo había dicho el herrero, salio de sus pensamientos en cuanto escucho la puerta abrirse. Allí, entrando como si pidiera permiso, estaba Astrid, toda sucia y con hacha en mano.

—Ah, hola— Le dijo ella tranquilamente, mientras ponía el hacha junto a la puerta —Pense que llegarías mas tarde.

Nuevamente suspiro, la tomo de las manos y la invito sentarse frente a el —Tenemos que hablar.

—¿Paso algo malo con la aldea?— Pregunto enseguida, mientras se ponía de pie inmediatamente en alerta.

—No, no, la aldea esta bien— Soltó rápidamente, para calmarla —Quiero hablar sobre nosotros.

—Oh…— Respondió ella en un murmullo, mientras volvía a sentarse lentamente, se puso un mechón del cabello detrás de la oreja de manera nerviosa. —¿De que quieres hablar?

—Escucha Astrid. Soy un idiota— Dijo en un suspiro, mientras se pasaba una mano por el cabello —Lo siento.

—¿Porque te disculpas?— Soltó ella, mientras reprimía una sonrisa —¿Acaso ya abandonaste tus labores?

Rio ante su comentario, sobre todo por que su esposa comenzo a imitarlo de manera graciosa, la sostuvo por los hombros, tratando de que así se quedara tranquila.

—No. eso lo dejare para mañana, pero esto es serio.

Soltó un suspiro, mientras su pierna se movía nerviosamente, paso una mano por su cabello rápidamente, hasta que ella le dio un fuerte golpe en el hombro,pensó que de seguro ella quería que se apresurara en lo que quería decirle.

—Astrid, he sido un pésimo esposo— Le dijo mientras soltaba nuevamente un suspiro— Sólo me he preocupado de mi comodidad y nunca pensé en la tuya.

—¿De qué rayos hablas?— La rubia contesto, mientras lo miraba con una expresión confundida —¿Te sientes bien?

—Mira a tu alrededor. No hay ningún indicio de que vivas aquí. Además, últimamente he estado de muy mal humor contigo, viví tanto tiempo prácticamente solo, que cuando nos casamos jamás intenté vivir contigo.

Astrid solo cruzo sus brazos ante su comentario, mostrando una expresión pensante ante sus palabras.

—Y tampoco te he involucrado mucho con la aldea, tu siempre ayudas, pero eso es distinto a ser la jefa de Berk— Al terminar sus palabras, se levantó con un aire dramático, mientras su esposa lo miraba con diversión— Es por eso por lo que yo declaró, que tu Astrid Haddock, jefa de Berk, eres mi igual, además de convertirte en la nueva General de nuevo Berk.

Ella rio ante su comentario, se levantó y envolvió sus brazos alrededor de su cuello, para luego mirarlo con una gran sonrisa.

—¿Si comprenderás que a muchos no les gustara esa decisión, cierto?

—También se quejaron cuando decidí encontrar una nueva isla y eso no me detuvo.

—Estas loco, espero que lo tengas claro— Astrid cerro la distancia entre ellos, besándolo de manera corta, pero dulce —Eso me gusta de ti.

—Lo se— Le soltó mientras volvía a besarla, esta vez con mas intensidad —Pero eso es lo que te gusta de mi.

—No estés tan seguro— Ella le solto mientras se alejaba riendo, pero el la detuvo nuevamente sosteniendo la de la cintura, causando una especie de baile entre sus movimientos.

—Pero era enserio Astrid, todo lo que dije. Esta es nuestra casa, arreglarla cómo quieras, cambia lo que quieras.

—Esta bien, la verdad es… que no quería tocar tus cosas, tampoco me acostumbro a nuestra vida juntos.

—Pues tendremos que arreglar eso pronto— La cargo en sus brazos, mientras ella soltaba un pequeño grito.

—¡Suéltame Hiccup Haddock!— Su esposa soltó mientras pataleaba, fingiendo oponer resistencia —¡Tengo que darme un baño!.

—Olvídalo, señora Haddock, tu y yo tendremos que arreglar nuestros problemas de convivencia seriamente. ademas ¿quien dice que no podemos tomar ese baño juntos?

—Eres un aprovechado.

Quién iba a pensar que al final Gobber y su madre tendría razón y sólo debía hablar con su esposa, por entonces lo único que necesitaba era que nadie necesitará al jefe, ni a la jefa por el resto del día.


No estaba muerta, jaja

solo muy ocupada, aqui retomando de a poquito, no piensen que lo dejare botado.