CAPÍTULO DIEZ – UN PACTO CON EL DIABLO
Hermione se aferraba al barandal mientras bajaba las escaleras en espiral que conducían hacia el salón. Sus piernas seguían temblando desde su encuentro con Draco, incluso después de haber pasado la mayoría de los veinte minutos posteriores simplemente mirándose al espejo y obligándose a calmarse. Se había dejado llevar por el momento, perdida por el tacto de Draco, que aún sentía sobre la piel, incluso sin tenerlo a la vista.
Algo sobre esto se sentía demasiado… prohibido. ¿Era porque jamás había considerado verlo de esa manera? ¿Era porque se trataba del viejo rival de su fallecido esposo? Solo podía imaginarse la mirada que le habría dedicado Ron si la hubiera atrapado en ese momento. Horrorizado. Con la boca abierta. Un poco asqueado. Ella extrañaba esas muecas que él solía hacer. Habían sido ligeros escapes de la realidad, observar sus expresiones faciales mientras probaba cada nuevo sabor de las Grajeas de Todos los Sabores, o cuando se colocaba el rasposo sweater tejido a mano que su madre le hacía. Le sorprendía no estar llorando al pensar en Ron ahora. Quizás finalmente estaba aceptando el hecho d que él jamás regresaría. Pero eso no significaba que esté más cerca de cerrar esta etapa. No con los secretos de Draco rodeándola por todos lados, al igual que la información que tenía Diggle sobre la prematura muerte de Ron.
Diggle. El solo pensar en él la hizo detenerse en el último escalón. La desconfianza que éste tenía por Malfoy nacía de nada más que de su condición de ex Mortífago. Seguramente podría ver lo que ella veía ahora, ¿no? No. Se supone que ella sería sus ojos y oídos. "No confíes en él" recordó que Diggle le dijo después del examen del Patronus. "Hará lo que sea para aparentar su inocencia". ¿Incluiría eso admitir algo tan íntimo como el estar interesado en ella? ¿Acaso estaba demasiado comprometida con el caso como para ser objetiva? ¿Había sido seducida por su prejuicio?
No, se dijo a sí misma. Conocía hace tanto tiempo a Malfoy que podía reconocer sus artimañas. Auror Diggle lo había dicho. La había animado a que hiciera que él confiara en ella. Y lo había hecho. Ella había conseguido abrirlo como a un viejo y quejoso libro.
Pero lentamente llegó a la conclusión de que no estaba segura de querer contarle esas historias a Greg. Él no necesitaba saber todos los detalles. Ella tenía la responsabilidad de determinar si las intenciones de Draco eran las correctas. Y sabía, muy en el fondo, que él no podía engañarla. Sus intenciones eran tan buenas como las de ella. Y eso era justamente lo que pensaba decirle a Greg cuando lo viera de nuevo. No, no compartiría más información sobre Draco con él. Había algunas cosas que no eran suyas para compartir.
Compartir… de la forma en que Draco estaba dispuesto a compartir sus recuerdos con ella. Sabía lo que significaba eso. Si ella lo dejaba entrar en su mente, él también podría ver sus pensamientos. Y eso la aterrorizaba. No porque estuviera preocupada por lo que vería sobre él, sino por lo que él encontraría si rebuscaba demasiado. ¿Sería capaz de encontrar entre sus pensamientos, pruebas del complot entre ella y Diggle? ¿Cambiaría su opinión sobre ella? Tendría que confesar ese hecho antes de dejarlo entrar. Era una apuesta riesgosa. Decirle esto simplemente podría hacer que se cerrara por completo a ella. Pero el riesgo de no decirle nada sobrepasaba el daño que podría causar si lo hiciera.
¿Podría mantenerlo oculto? Se preguntó. No, si era tan habilidoso como decían. Y ella no era, para nada, habilidosa con la oclumancia.
Y luego otro pensamiento, derivado del prejuicio de Diggle, cruzó su mente. ¿Y si Draco quería entrar en su mente no para compartir sus recuerdos con ella, sino para rebuscar más información?
El pensarlo la estremeció.
Tragó pesado, bajó el último escalón y siguió el aroma al tocino. No le llevó mucho tiempo encontrar la cocina, y agradeció en lo profundo de su ser que él no los hubiera acomodado en el salón comedor. El sitio donde se había ganado esas horribles marcas. Esperaba nunca tener que regresar a ese lugar. Lo encontró sentado sobre la mesada, con un plato de tocino y tostadas en su mano izquierda, y una tira de tocino en la derecha. Estaba a punto de llevarla a sus labios cuando la notó, sonrió y volvió a dejarla en el plato.
―Esperé tanto como pude. Pero te dije solo veinte minutos.
―La…lamento la tardanza ― replicó ella, evitando su mirada. Levantó el plato que se encontraba al otro lado de la mesada y se sentó junto a él ― Supongo que solo estaba pensando…
Él asintió, pensativamente ―Come. Necesitarás tu fuerza.
― ¿Para la legeremancia? ― jamás habían invadido su mente. ¿Le dolería?
―Nah, para cuando te folle hasta que pierdas tus sentidos.
Ella dejó caer el plato al piso.
―Eres demasiado crédula ― dejó caer su cabeza hacia atrás mientras reía ― Por supuesto que para la legeremancia ― un pequeño elfo doméstico apareció en la cocina y comenzó a limpiar el plato destrozado del suelo, mientras otro se aparecía con un plato de comida nuevo. Hermione hizo el intento de sacar su varita de su bolsillo para ayudar a limpiar, pero Draco la detuvo con su mano sobre la suya y negó con la cabeza ― Nada de magia, ¿recuerdas? Al menos hasta mañana.
―Correcto ― ella lo observó alejar su mano y tomar una tira de tocino de su plato. Cuando ella abrió la boca para agradecerle a los elfos, él le colocó en ella la punta de la tira. Hermione la tomó con los dientes y la mordisqueó.
―Buena chica ― sonrió él con burla, volviendo a dejar el tocino en el plato. Comieron en silencio por un rato, ninguno teniendo la necesidad de decir algo. Era pacífico. Hermione no podía recordar un momento, ni siquiera con Ron, que pudiera comer su comida sin sentir la necesidad de conversar. Fue un acuerdo no verbal. Y permanecieron así hasta que ambos hubieran terminado sus platos. Fue entonces que Draco tomó su varita y envió la vajilla hacia el fregadero.
― ¿Vamos a hablar sobre el beso? ― preguntó ella.
―Probablemente no ― él la ayudó a bajar de la mesada y se mantuvo a su lado ― Mejor no arruinar el momento pensándolo demasiado.
Ella se sonrojó ― Por supuesto.
Él levantó su varita hacia las sienes de ella ― ¿Estás lista?
― ¿Qué? ¿Ahora?
― ¿Qué te parece el primer martes de Diciembre? ¿Te queda mejor esa fecha? Por supuesto que ahora.
― ¿No sería más prudente usar un Pensadero?
―Hay demasiado terreno para recorrer. No tenemos tanto tiempo.
Ella mordisqueó su labio inferior, temiendo contarle su propio secreto ― Draco… deberías saber algo antes.
― ¿Qué? ¿Eres un hombre? Buen intento. Soy testigo de que no lo eres.
― ¿Podrías dejar de ser sarcástico por un jodido momento? ― espetó ella, un poco más severamente de lo que pretendía. Él dio un paso atrás, alejando su varita.
―Sea lo que sea que tienes que decirme, Hermione, estoy seguro que lo sabré en apenas un momento ― enderezó su espalda y rotó uno de sus hombros, como si estuviera tratando de acomodar la articulación ― Además, estoy bastante seguro de que tengo más esqueletos en mi closet que tú.
―Mi único esqueleto podría arruinar… bueno, lo nuestro.
― ¿Lo nuestro? ― preguntó él.
―Sí. Nuestra amistad. O… lo que sea que tenemos ― ella interpretó su expresión y levantó una mano ― Lo sé. No hablaré de eso o arruinaré el momento. Pero lo digo en serio. Necesito decírtelo antes de comenzar.
Él frunció el ceño, pensando en sus palabras, antes de negar una vez con la cabeza ― Sin importar el modo en que lo digas, si me dejas leerte la mente, conoceré la intención detrás de ellas. Las palabras son solo palabras, Granger. Preferiría verlo por mí mismo, si te parece bien.
Ella sintió que su garganta se cerraba mientras el pánico la invadía como su fuera un rayo. ¿Qué pasaría si él se cerraba completamente a ella después de esto? No quería regresar a cómo eran antes, discutiendo y peleándose todo el tiempo.
―Muy bien… ― encontró la fuerza para decir. Cerró los ojos ― Simplemente acaba con esto.
XXX
Draco hizo una pausa, mirándola. Sea lo que sea, ella definitivamente tenía miedo de que él se enterara. Le generaba una sensación de intranquilidad en el estómago. ¿Qué secreto tenía oculto Hermione Granger?
Se tragó la pregunta y levantó la varita. Supuso que ahora se enteraría. Cerró sus ojos, y se enfocó en invadir la mente de ella con la suya, venciendo capa por capa de sus pensamientos más superficiales: la tensión nerviosa, la última imagen que ella tenía de él. Se vio a sí mismo sonriendo con burla, y el modo en que a ella le latía rápidamente el corazón. Bien. Le gustaba provocarle eso.
Buscó sus temores, los que no eran tan difíciles de encontrar, siendo tan pocos. Vaya, sí que era una mujer valiente. Vio a su tía Bella, pero empujó ese pensamiento a un lado de inmediato. No, ese era su mayor temor. No le correspondía invadirlo. Podía sentir la mente de ella luchando contra la suya, casi tratando de bloquearlo al nota cómo se iba acercando a su más reciente secreto.
―Relájate ― le dijo en voz alta.
Ella le concedió lugar, permitiéndole abrir el recuerdo como un capítulo de un libro. Ahí estaba Auror Diggle, mucho más apuesto de lo que él lo recordaba con sus propios ojos, sentado en su escritorio, con un pesado sobre aferrado con firmeza en su mano. ¿Este era su secreto? ¿Qué se sentía atraída por él? No… había algo más…Indagó más, hasta que pudo escuchar la voz de Diggle en su propia mente.
― ¿Eso es lo que estoy escuchando, Auror Granger?
Él rebuscó en el recuerdo, para evaluar su respuesta ― Era un Mortífago. ¿Cómo pudo el Ministerio dejar que alguien como él ingrese a la división de Aurores?
Las palabras lo hirieron como una mordida de serpiente venenosa. Así que ella había detestado su condición de Mortífago después de todo, ¿no? Podía notar la verdadera Hermione, aquí y ahora, observando el recuerdo con él, y sentía su vergüenza. Bien, pensó él. Se lo merecía. ¿Cómo se había dejado engañar por ella de esa manera? Pero a pesar de sentir que su enojo crecía, éste se apagaba casi de inmediato al sentirse halagado. Podía sentir el dolor de ella. Y lo que ahora pensaba de él. No era lo mismo.
―No es una coincidencia que la haya emparejado con Draco Malfoy. En absoluto ― había dicho Diggle, llamándole la atención.
― ¿Señor?
― Usted lo conoce mejor que nadie en este salón. Quizás no lo conoce a nivel personal, pero creció a su alrededor. Sabe cómo habla. Sus debilidades. Yo no puedo investigarlo. Créame, se lo sugerí personalmente al Ministro de Magia. Pero estoy seguro de que usted tiene la misma pregunta que yo, hirviendo en esa brillante mente que posee.
― ¿Por qué Draco Malfoy se convertiría en Auror? ¿Qué ganaría de todo esto?
Draco se sintió a sí mismo empujado lejos del recuerdo, pero logró acomodarse a último momento. Enfócate, se dijo a sí mismo.
―Granger ― dijo en voz alta ― Deja de luchar contra esto.
―Exactamente. ¿Qué ganaría un ex Mortífago con volverse un Auror? ¿Simpatía? ¿Perdón? ¿O quizás algo más siniestro? Ahí es donde usted entra en juego, señorita Granger ― oh, esto se estaba poniendo interesante ― Diga que será mis ojos y oídos. Diga que vigilará a Malfoy y me reportará cada detalle.
― Draco… ― la escuchó susurrar, pero la ignoró, permaneciendo en el recuerdo. Se obligó a sentir sus emociones, notando la aprehensión que había sentido ante el ofrecimiento de Diggle.
― Lo siento, señor. Creo que me ganaré mi lugar como los demás.
Las letras en el sobre que tenía Diggle en la mano se volvieron claras en el recuerdo. Era el archivo de Weasley.
―Ese… ese es… el archivo de Ron ― él la observó estirarse para tomarlo. Y observó como Diggle se lo alejaba.
―Quid Pro Quo, joven aprendiz. Una compensación. Usted no cree que la muerte de su esposo haya sido un accidente… así que volveré a hacerle mí propuesta. Una posición garantizada en el cuerpo de aurores al final de su entrenamiento, y todo lo que sé sobre el caso de su esposo a cambio de información sobre Draco Malfoy. Sus movimientos. Sus fortalezas. Sus debilidades. Qué come en la mañana. Prefiero morir antes de permitir que un ex Mortífago ingrese al Ministerio sin investigación previa.
Draco salió con fuerza de su mente, con la furia burbujeando en su cuerpo como si fuera agua hirviendo.
―Tú… tú me mentirse ― le susurró mientras ella abría sus ojos. Dio un paso atrás, alejándose de ella.
―Por eso quería decírtelo ― tragó saliva ella, con la mirada suplicante ― Greg me chantajeó. No tenía otra opción.
― ¿Eso es lo que te dices a ti misma cuando coqueteas con él? ¿Cuándo él coquetea contigo? ¿Cuándo ustedes dos prácticamente follan con la mirada a través del salón de clases? Tenías otra opción, Granger ― la fulminó con la mirada ― ¿Qué es lo que le dijiste? ¿Hmm? ¿Le contaste sobre mi vida? ¿Sobre mi esposa? ¿Mi hijo? ¿Divulgaste cada secreto que te confié?
―Draco, escúchame…
― ¿Por qué lo haría? Eres una caradura, Hermione. Desnudé mi alma contigo. Pensé que teníamos una conexión.
―La tenemos ― susurró ella, acercándose. Él volvió a alejarse, a pesar de que le rompió el corazón verla con lágrimas en los ojos. Le tomó cada gramo de fuerza no acercarse a consolara. Se alejó hasta golpearse con la mesada, sintiendo el dolor contra su espalda tanto como en su corazón. Era un idiota. ¿Cómo pudo pensar tan bien de ella? Ella era como todos los demás. Hermione se acercó a él con cuidado, lentamente, anticipando su respuesta ― Draco, regresa a mi mente. Por favor ― estiró una mano y le tomó la suya, pero él la alejó ― Por favor, solo una vez más. Y si no te gusta lo que ves, renunciaré al entrenamiento de Auror mañana. Tienes mi palabra.
Era una promesa muy fuerte ― ¿Y de qué me sirve tu palabra, Granger? ― espetó él ― me mentiste desde el principio.
Ella hizo una mueca ― Me merezco esa acusación. Sé que lo hago. Pero si estuvieras en mi mente ahora mismo, sabrías que digo la verdad ― volvió a estirarse para tomar su mano y esta vez él no se alejó ― Por favor ― sus ojos marrones le suplicaban. Esto no era lo que él tenía en mente cuando ella le dijo que tenía un secreto. Dejó escapar un profundo suspiró, gutural, y levantó su varita nuevamente hacia la sien de ella.
―Una oportunidad ― gruñó él ― Nada más. Demuestra. Qué. Me. Equivoco.
Su mente volvió a invadirla, pero esta vez se topó contra el recuerdo de la noche anterior, viéndose a sí mismo borracho en la fuente. Cómo se había burlado de los muggles. Se vio a sí mismo caer hacia atrás al agua. Sintió como ella se preocupó por él, mientras se acercaba a auxiliarlo. Se estremeció al verse a sí mismo tan miserablemente borracho, pero permitió que ella siguiera mostrándole su recuerdo. La imagen brillaba. No. Era él. Él brillaba, con la luz de la luna reflejándose en su figura. ¿Ella lo veía realmente así? Sabía que era guapo, pero mierda. No tenía idea de cuan apuesto ella lo encontraba. Lo veía como un dios etéreo.
Sintió que sus labios se estiraban en una sonrisa burlona.
―Enfócate ― lo retó ella.
Y luego una avalancha de imágenes lo inundó como si fuera una película. Draco exponiéndole su marca tenebrosa a ella mientras ella exponía su brazo con la palabra "Sangresucia". Draco acunando a Scorpius. Ella abrazando firmemente al bebé. Ella amaba a Scorpius. Lo amaba, genuinamente, incluso habiéndolo conocido solo una vez. Se vio a sí mismo recostado sobre el jardín después de entrenamiento, relajado y brillando bajo la luz del sol. Sus ojos como el acero. Su sonrisa burlona. Su risa. Se vio a sí mismo besándola. Sintió como el corazón de ella saltaba en su pecho.
Y luego ella estaba en la escalera, y él leyó con cuidado ese recuerdo. Vio su decisión. Su desdén por Diggle, por forzarla a una situación en la que ella no deseaba estar. Estaba tan inmerso en la mente de ella que la empujó hasta sus límites, sobrepasando las cosas que ella quería mostrarle hasta llegar a lo que ella mantenía más oculto. Vio a Weasley, cubierto de mantas, enfermo con un resfriado. Los vio bailando juntos en su boda. Vio el ataúd cerrado.
―Detente.
La Mina de Pandora.
― ¡Draco! ¡Dije que te detuvieras!
Él sintió su interés en su diseño. Ella tenía tantas preguntas que requerían una respuesta, una en particular sobre su mecanismo de explosión… ella quería respuestas. Pero su mente era fuerte. No lo dejaría ver por qué. Sabía que había llegado demasiado lejos. Comenzó a alejarse de las profundidades de su mente.
―Me… ¿me crees ahora?
Él se mordió la lengua, pensando. La culpa comenzó a consumirlo. Suspiró, y respondió ― Contra mi propio juicio… sí.
Ella dejó escapar un profundo suspiro ― Oh, bien – seguía tomándolo por la mano, notó él, pero no la alejó. Después de que el enojo amainó, descubrió que le gustaba la sensación ― ¿Qué fue lo que te hizo cambiar de idea?
―Todo ― él parpadeó ― Y nada. No estoy seguro ― dejó que una sonrisa invadiera su rostro lentamente ―Yo te gusto bastante, ¿sabes?
―No te sientas halagado. Ese no era el punto.
―No, pero es un punto a considerar ― él llevó la mano de ella hacia sus labios y besó sus dedos ― Además… no puedo enfadarme contigo por esto, ¿verdad? Lo hiciste por Weasley. Habría hecho lo mismo si hubiera sido… ― casi decía el nombre de Astoria, pero rápidamente arregló su error ― Scorpius. O cualquiera de mi familia. y piensas que si consigues información de la Mina, no necesitarás más a Diggle. ¿O lo entendí mal?
―Estás en lo correcto ― asintió ella ― Entonces, ¿estamos bien?
―Depende.
― ¿De qué?
―De lo que pienses de mí cuando terminemos. ― A pesar de su traición, podía entender por qué lo había hecho. Y podía ver, en el fondo, que no volvería a hacerlo. Ella también estaba interesada en él, aunque había tenido miedo de averiguar en qué sentido estaba interesada. Descubrir que tu antigua enemiga del colegio pensaba en ti como algo más que eso… era mucho para asimilar. Y apenas comenzaba en ella. No era como la montaña rusa emocional que él sentía. Ella no lo había insultado en el colegio enmascarando la tensión sexual, como él. Oh, revelaciones. Que inoportunas eran.
―Estaré aquí, al otro lado ― le aseguró ella ― Estoy lista.
―Muy bien… solo… una cosa más ― se inclinó hacia ella, hasta tocar su nariz contra la suya. Puede que fuera muy pronto como para esperar otro beso de su parte voluntariamente, pero no sabía si tendría otra oportunidad. Por lo que le robó uno, profundizándolo habilidosamente para poder recordar exactamente su sabor. Quería saborear el momento. Se separó, presionando su frente contra la de ella, e invadió su mente nuevamente, esta vez abriendo la suya también como si se tratara de una novela. Encontró el capítulo que menos le gustaba, dudó, y luego comenzó a mostrárselo.
Si vas a salir corriendo, corre ahora.
XXX
Un joven y asustado Draco Malfoy estaba sentado en una mesa en El Dragón Blanco, un pub localizado en el Callejón Knockturn. Su cabello estaba más largo, su rostro más delgado, y su mirada particularmente desagradable. Cinco jarras vacías yacían desparramadas sobre la mesa, con una sexta siendo aferrada por su mano como si se le fuera la vida en ello. Esta versión de Draco era la de unos meses después de la Guerra, y sus consecuencias seguían pesándole, evidenciándose en su cansado rostro.
Una pregunta se repetía en su mente una y otra vez. ¿Qué sentido tenía ser un Malfoy ahora?
XXX
Alguien se acercó a la mesa. La ventana a su costado ya no dejaba pasar la luz, y era golpeada ahora con la pesada caída de la lluvia. Ya no había jarras rodeándolo, sino pequeños vasitos de shots y libros. Viejos libros. Libros que quizás no habían sido leídos en siglos. Algunos que habían estado escondidos en el estudio de su padre, bajo el armario de los vinos. Draco se veía mayor ahora. Más cansado. Pero más estable.
―Algo de lectura ligera ― un mago con ojos oscuros y barba señaló hacia la pila de libros sobre la mesa, mientras separaba una silla y se sentaba frente a Draco. Tenía una densa mata de cabello blanco, aunque su rostro aún no sobrepasaba los treinta años.
― ¿Puedo ayudarlo?
― ¿Es este tu trabajo? ― preguntó el hombre, extrayendo un papel doblado del bolsillo interno de su abrigo. Era una copia del ensayo y tesis que Draco había escrito sobre la alquimia rudimentaria combinada con complejas pociones. Era algo que el profesor Snape le había sugerido que presentara antes de morir, y él tenía la intención de cumplir su promesa. Jamás había pensado que llegaría a ser publicada. Pero en algún momento, una cosa llevó a la otra y…
―Tiene mi nombre escrito, ¿no? ― sonrió él, a medias.
― ¿Entonces tú eres Draco Lucius Malfoy? ¿El Draco Malfoy? ― el hombre se veía realmente impresionado. Era algo que Draco no veía hace mucho tiempo. El nombre de los Malfoy estaba demasiado mancillado.
―Si sabes quién soy, sabrás que no debes acercarte a mí ― gesticuló hacia su marca tenebrosa ― Soy una escoria, ¿no lo oíste? Está en todos los periódicos.
―Ah, sí ― asintió el hombre ― Si yo tuviera eso, no la presumiría de esa forma.
― ¿Eso crees que estoy haciendo?
―Bueno, no estás cubriéndola exactamente, ¿cierto? ― el hombre extendió la mano ― Cane es mi nombre. Bastian Cane.
Draco levantó una ceja pero no le tomó la mano ― ¿Eso es todo? Es un poco simple, ¿no lo crees?
―Algunas veces, los mejores nombres lo son ― Cane no retiró su mano, y con un bufido Draco la estrechó, notando cuán fría se sentía. O quizás era solo su aura. ¿Cómo podría estar seguro? Esos ojos negros le recordaban a una cabra: muerta, vacía de emociones ― Bueno, Draco… ¿Puedo llamarte Draco?
―No.
―Correcto. Bueno, Draco ― lo ignoró Cane ― he notado que pasaste casi todas las noches de este último mes en el pub. ¿Hay algo especial en esta atmósfera o…? ― giró su cabeza, siguiendo la dirección de la mirada de Draco. Una mujer estaba sentada en un taburete junto a la barra con un vestido plateado y tacones altos color negro. Su cabello castaño caía en ondas por su espalda, y sus labios rojos bebían de algún tipo de vino. Estaba leyendo un libro muggle, de eso estaba seguro ― Si quieres podría presentártela.
― ¿La conoces? ― preguntó Draco.
―Difícilmente. Pero dudo que tú te animes a acercarte.
―Desaparece de aquí.
―Vamos, Draco. No quería insultarte. Estoy aquí para ayudarte.
―Bueno, no he pedido la ayuda de nadie. Sé cómo hablar con una mujer.
Cane se inclinó hacia él, con su afilada nariz y ojos negros parecidos a un tiburón ― Esto no se trata de la bonita joya de este bar. Se trata de tu ensayo. ¿Crees que es posible? ¿Mezclar la alquimia con pociones para crear nuevos tipos de magia?
Draco asintió lentamente. Los labios de Bastian Cane se estiraron en una asquerosa sonrisa ― Estoy en la posición de hacerte una propuesta, Draco Malfoy.
― No estoy interesado en el dinero.
―No, tienes montones de eso. Lo que te ofrezco no es dinero ni poder. Te ofrezco recuperar tu estatus en la sociedad. ¿No te gustaría ser parte de algo enorme? ¿Algo que hará que el mundo se olvide de la Marca que llevas en el brazo?
Draco bajó la mirada hacia el inflamado tatuaje y bajó su manga ― Bastian, no hay nada que tú puedas hacer para que la gente ignore esto ― luego guardó silencio mientras pensaba en las palabras de Cane. Miró de reojo hacia la mujer que inadvertidamente había llamado su atención desde el momento en que había ingresado al pub un mes atrás.
― ¿Y si te digo que puedo hacer que desaparezca?
Una sensación de frío invadió la cabeza de Draco, como si hubieran roto un huevo sobre su cabeza y éste cayera por cada uno de sus huesos ― Eso no es posible.
―Todo es posible. Solo debes saber dónde buscar tus respuestas. Como en tus libros. Y en mis recursos. Juntos, podremos encontrar el modo…
― ¿Y qué ganarías tú?
―Resultados, Sr. Malfoy. La misma magia que puede deshacer esa odiosa marca puede igualmente beneficiar mi causa.
―… ¿y cuál es su causa?
―Todo a su debido tiempo, Draco. Por ahora… creo que ya es hora de que te presentes a la hermosa criatura que está allá. Discúlpame un momento ― Bastian Cane se levantó de su asiento, inclinó su cabeza hacia la mujer y se tambaleó exageradamente hacia la barra. En su mejor imitación de un idiota borracho, consiguió derramarle el Martini que ella tenía en la mano sobre el libro que leía.
― ¿Pero qué…? ― siseó la mujer mientras el alcohol comenzaba a gotear desde las páginas y sobre su falda.
―Lo lamento, señorita ― sonrió bobaliconamente Bastian ― Tomé demasiado ya. Solo quería acercarme hasta aquí y decirle que se ve muy deliciosa…
―No estoy interesada.
―Por supuesto que lo estás. Estás sola en un bar, ¿no?
El enojo floreció en Draco. Se levantó de su silla y tomó a Bastian por la nuca de su abrigo ― Mira, obviamente no quiere ser molestada. Así que ¿por qué no te desapareces de aquí?
Bastian Cane le dedicó un pícaro guiño. Sorprendió a Draco, pero la mujer no lo vio ― Lo lamento, amigo. No me di cuenta de que estaba acompañada ― al dar un paso hacia atrás, deslizó una tarjeta en el bolsillo de Draco ― Te veo pronto ― dejó el pub de una vez, metiendo sus largos dedos en sus bolsillos mientras salía hacia la lluvia.
―Qué idiota ― murmuró la mujer, extendiendo su varita para lanzar un scourgify al desastre de su libro y su vestido. Draco acomodó la copa caída y le pidió al mesero una nueva. La mujer levantó una ceja y añadió ― ¿Vas a intentar ligar conmigo tú también?
―No se me ocurriría hacerlo ― replicó él, arrojando unos cuantos galleones sobre la mesada ― Lamento lo del idiota. Lo hizo para que tú hablaras conmigo.
― ¿Acaso nos conocemos?
―Oh, no. Lo dudo. Aunque… me parece que fui al colegio con tu hermana, Daphne.
―Hmmm… ― ella lo miró atentamente ― Cabello rubio y ojos color plata. Debes ser un Malfoy.
―Draco ― él le extendió la mano ― Y sí, mi apellido es Malfoy.
―Es un placer conocerte, Draco ― ella le sonrió y le estrechó la mano ― Astoria.
XXX
La escena cambió, y fue reemplazada por un viejo y polvoriento estudio.
―Me dijiste que sabías de un modo para eliminar esto ― Draco extendió su brazo hacia Cane ― Así que dime lo que tienes en mente.
―Me interesa conocer qué puede resultar de tus ideas cuando no estés censurado por las regulaciones del Ministerio. Si… si yo te diera los materiales que necesitarás para tus experimentos para deshacerte de la Marca Tenebrosa, necesitaría a cambio tus servicios para mis asuntos.
― ¿Y cuáles exactamente son esos servicios?
―Me alegra que lo preguntaras.
XXX
Sobre la mesa había una pequeña piedra azul.
― ¿Qué es eso? ― preguntó Draco.
― ¿Por qué no lo averiguas? Tócala.
―Buen intento. ¿Realmente crees que no puedo sentir la energía que emana? Está maldita.
― ¿Lo está? Oh, querido. Supongo que eres demasiado inteligente ― sonrió burlón Cane. Chasqueó sus dedos y la puerta se abrió tras él. Dos hombres corpulentos entraron arrastrando a un hombre inconsciente ― Este es Frederick Tollman. ¿Quizás escuchaste sobre él?
― Es el hombre más buscado de Azkaban en este momento ― respondió sorprendido Draco.
―Así es. Es buscado por el asesinato de seis muggles ― Bastian Cane lo miró con curiosidad ― ¿Cómo te sientes respecto a eso?
― ¿Cómo me siento respecto a qué?
―Asesinó seis seres humanos. Pero eran muggles. ¿Acaso eso lo hace menos culpable para ti?
Draco bajó la mirada hacia la marca en su brazo ― No. El asesinato es asesinato.
―Sí, el asesinar es asesinar. Coincido completamente.
― ¿Cómo lo capturaste?
― Tengo una amplia cantidad de magos a mi disposición que comparten mis sentimientos respecto a la escoria como él. Y cuando estás por encima de la ley, encuentras que no es tan difícil atrapar los peces gordos.
― ¿Por qué no lo entregaste?
―Porque necesito que alguien demuestre los poderes de la piedra. ¿Por qué no alguien que merece ser golpeado por la justicia? ― Bastian movió su mano sobre el rostro del hombre. Con un rápido estremecimiento, Tollman despertó.
― ¡Demonios! ― exclamó, moviéndose salvajemente para soltarse, pero siento inmovilizado por los dos voluptuosos hombres ― ¿Qué significa todo esto?
― ¿Me disculpas si me adelanto directamente a la parte de la magia oscura? Realmente tengo poco tiempo. Imperio. ―los rasgos de Frederick se relajaron ― Toca la piedra ― le ordenó Cane.
Frederick Tollman asintió, con los ojos nublados ― Tocar la piedra ― los lacayos de Cane lo soltaron, y caminó directamente hacia la mesa. Estiró la mano para tocar el hermoso objeto azul. Cuanto más cerca llegaba, más brillaba la piedra ― Tocar la piedra… ― Draco observo, mitad horrorizado y mitad curioso, como Tollman tomaba la piedra con firmeza en su mano. Inmediatamente, una onda pulsátil emanó de ella, lanzando una onda de magia cálida a lo largo del aire que la rodeaba, como si fuera un relámpago. Tollman gritó con dolor y colapsó en el suelo. La piedra cayó de sus manos y rodó por las tablas de madera del suelo hasta los zapatos de Cane.
―Qué… ¿qué demonios? ― Draco frunció el ceño, dando un paso hacia atrás.
―Frederick Tollman ya no posee magia ― replicó Cane, con sus delgados labios estirándose en una sonrisa ― Estremecedor, ¿no lo crees?
―Es una locura.
―Este es el poder de la Piedra de Pandora. Oh, no me mires así, Draco Malfoy. ¿Qué creías que contenía esa jarra mitológica de Zeus? ¿Un pastel? ― él rio ― Se rumoreaba que todos los males del mundo fueron liberados de la caja de Pandora. Pero lo que los griegos no se dieron cuenta, fue que en realidad todo había surgido de esta belleza. Pandora fue una bruja. Pero el poder de esta piedra fue lo que absorbió sus poderes. Tanta magia desconocida, contenida dentro de ella. Y ahí es donde entras tú. Si pudieras encontrar la forma de desarmar los componentes mágicos y separarlos, es muy probable que esta piedra pueda ayudarte a eliminar la única parte de magia que está unida permanentemente a ti.
La intriga estaba escrita en todo el rostro de Draco ― Mis teorías son solo eso: teorías. Jamás las comprobé…
―Y estoy seguro que lo mismo se dijo de las varitas antes de su invención.
―Si esa cosa tiene la capacidad de robar la magia, no quiero tomar parte en esto ― trató de convencerse a sí mismo, pero no estaba funcionando. Podía sentir la fuerza de atracción desde la piedra. La seducción que emanaba ― además, si la llego a tocar…
―Sí, si la llegas a tocar, perderás cada gramo de tu magia. Es por eso que te otorgo un regalo ― Bastian gesticuló hacia el suelo; a Frederick ― la piedra solo afecta a la magia que tiene a su alrededor. Alguien que ya no tiene magia no sentirá sus efectos.
― ¿Quieres que lo use?
― Quiero que uses todos los medios que consideres necesarios para hacer tu trabajo.
― Entonces, ¿sólo me… darás la piedra? ¿Gratis? ¿Por voluntad propia?
―Por supuesto que no. Todo tiene un precio. Quiero que simules este tipo de magia pero a mayor escala. Te doy esta piedra, y tú me darás los medios para proteger a los muggles de escorias como ésta.
― ¿Por qué yo? ¿Por qué no alguien más?
―Simple. Siento que estás suficientemente motivado para quitarte esa Marca a cualquier costo. Y yo tengo la motivación de proteger a los muggles a cualquier costo. Para ser honesto, trabajar con un ex Mortífago está dentro de las cosas que menos me agradan. Pero eres el único que considero capaz de descubrir estos secretos. Y además… ambos sabemos que nunca fuiste de los que siguen las reglas. Quid pro quo, ¿no te parece? Yo te doy los medios para que vivas una vida libre de tus errores y tú… ― lo miró expectante.
―Quieres que yo fabrique tus armas.
― Y Bingo era su nombre… ― los ojos muertos de Bastian Cane se volvieron aún más oscuros ― ¿Qué dices, Draco? ¿Estás dispuesto a hacer un pacto con el diablo por tu alma?
Un capítulo más por ahora.. ¿opiniones?
los leo!
Un recordatorio: YO SOLO TRADUZCO LA HISTORIA, NO LA ESCRIBÍ! :)
Pekis :)