La semilla del valor
Disclaimer: la saga Harry Potter y todos sus personajes pertenecen a J.K. Rowling. Esta historia se publica sin ánimo de lucro.
CAPÍTULO 1
SANGRESUCIA.
Entre las paredes del Refugio se percibía bastante ajetreo, pero más allá del ruido de los atareados ocupantes, reinaba el silencio. Cada uno de ellos estaba sumido en sus propias preocupaciones y temores.
Para Harry, el dolor y la rabia por la pérdida de Dobby latía por todo su cuerpo, pero al menos le mantenía centrado, mantenía a Voldemort fuera de su cabeza.
Bill y Fleur, se preguntaban qué les habría ocurrido al trío hasta ese momento. Llegaron acompañados de un muchacho, Luna Lovegood, el señor Ollivander, un elfo muerto y un duende. Y heridos, especialmente Hermione, quien apareció semiconsciente y con la palabra sangresucia gravada en su carne y, a pesar de que un par de hechizos de curación sirvieron para cerrarla, nada pudo borrar aquella cicatriz de su antebrazo. Sin embargo, ninguno de los chicos dijo una palabra al respecto.
El señor Ollivander estaba desnutrido y había sido torturado varias veces, pero al no conseguir nada verdaderamente útil de él, lo conservaron en el sótano y sólo la compañía de Luna Lovegood y Dean Thomas evitó que llegara a la locura. Luna por su parte, estaba bastante bien, no había sufrido herida alguna y todos lo achacaron a su condición de sangrepura, aún que sí les extrañó que Dean sólo tuviera un par de lesiones. Sin embargo, la chica estaba convencida del trágico destino de su padre cuando supo cómo habían llegado Harry, Ron y Hermione hasta la mansión Malfoy. No culpó a nadie, comprendía a sus amigos, y no aprobaba cómo había actuado su padre, pero seguía siendo su padre y, al fin y al cabo, ella era todo lo que él tenía.
Bill trató de sacarle alguna información a Ron, aunque sabía que el menor de los varones Weasley no mantendría la calma si era muy directo al hacer las preguntas que realmente quería. Le abordó mientras éste vigilaba el sueño de Hermione, sedada con un par de pociones y un añadido de poción para no soñar, que la mantendrían dormida mientras los efectos remanentes de la maldición cruciatus desparecían.
─ Ron, ya han pasado dos días desde que llegasteis y no quiero presionar a ninguno de vosotros, pero deberíais decirnos que ha pasado ─Ron se giró con el ceño fruncido a mirarle─ cuando estéis preparados, sólo queremos ayudaros─, añadió cediendo.
─ Lo que queráis saber, habladlo con Harry.─ Bill hizo amago de contestar pero se contuvo en el último momento y se marchó de la habitación.
Harry estaba sentado en la playa acompañado por Luna, quien pasaba todo el tiempo que podía fuera de la casa, cerca de dónde habían enterrado a Dobby dos días atrás. Mientras las miraba inexpresivo, pasó las tres varitas que tenía en la mano izquierda a su mano derecha, evaluándolas, sopesándolas casi inconscientemente. Meditaba sobre todo lo que había ocurrido. La captura, la tortura de Hermione, los ojos azules en el trozo de espejo que Sirius le diera unos años atrás, la reacción de Draco Malfoy...
─ ¿Por qué crees que Malfoy fingió no reconocernos? Cuando conseguimos escapar del sótano, tuve tiempo de ver su cara mientras torturaban a Hermione, estaba pálido y...─ No sabía como describirlo, el rubio parecía sentir terror y náuseas al mismo tiempo.
─ Yo no creo que Draco Malfoy sea malo, ─las palabras de Luna le pillaron por sorpresa y se giró a mirar su cara,─ él me trajo comida y se aseguró de que siempre tuviera agua, aunque jamás me dirigió la palabra. Sé lo que estás pensando, Harry Potter ─añadió al ver su cara─, también cuidó de Dean y él no es sangrepura.
Si bien la mayoría de las personas pensaban que Luna Lovegood estaba totalmente chalada, Harry sabía que ella tenía un don para leer a las personas. Siempre lo había sabido desde que la conoció, pero desde que ella le reconoció bajo la poción multijugos en la boda de Bill y Fleur, sólo pudo pensar en alguien más con semejante talento, Albus Dumbledore. Luna siempre tuvo su respeto y su confianza, pero ese segundo se ganó su completa admiración.
Hermione despertó aquella noche. Se sentía un poco confusa y algo torpe, como si su cuerpo de pronto le quedara dos tallas grande. Ron la ayudó a incorporarse un poco en la cama para beber agua. Sentía boca y garganta como si hubiera tragado arena.
De pronto los recuerdos explotaron en su cerebro como fragmentos de un sueño y tan rápidamente como sus brazos adormecidos le permitieron, se levantó la manga descubriendo su antebrazo horrorizada.
Ron se había mantenido en un silencio triste hasta el momento, pero sabía que tenía que decir algo o tratar de consolarla─. Lo siento Hermione ─le susurró─, no hemos podido deshacernos de la cicatriz, Bill ha intentado cuanto hechizo conocía...
Hermione se mantuvo en silencio. Sangresucia. Una sola palabra. Una que se prometió a si misma que nunca permitiría que dañara su amor propio una segunda vez después de que Malfoy se la escupiera en segundo curso con toda la intención de herirle, masticando cada sílaba con repulsión. Al parecer ahora nunca podría quitársela de encima.
En la mansión de los Malfoy, los dueños y señores permanecían en silencio, excepto cuando alguien se dirigía directamente a ellos, desde hacía dos días. Narcissa trataba de no perder de vista a su hijo en ningún momento. Llevaba un par de días inconsciente en la cama y los elfos al servicio de la familia habían estado entrado y saliendo atendiendo la salud del muchacho. Había recibido un duro castigo por parte de Bellatrix. Se consolaba pensando que de haber sido el Señor Oscuro en persona, probablemente Draco estaría muerto. El Lord se había desquitado torturando a los carroñeros y mató a varios elfos, no sólo habían perdido a Potter, también al fabricante de varitas. Bellatrix decidió no mencionar la espada.
Sabía por qué Draco no había podido delatar a la joven Granger ni a Weasley a pesar de que éstos no tuvieran ningún disfraz. Su hijo no albergaba verdadera maldad. Sabía que era producto del rencor, el resentimiento, los celos... Era fruto de su crianza. Narcissa nunca quiso eso para su hijo, pero una vez que el Lord decidió instalar su refugio en el hogar Malfoy, ya no tuvo forma de poner a salvo a Draco sin llamar la atención de nadie. Si pudiera volver atrás en el tiempo, hubiera peleado con uñas y dientes con Lucius cuando empezó a entrenar a Draco con tan sólo doce años, por si su señor regresaba. Su hijo debía ser digno de seguir sus pasos e inclinarse con orgullo ante el Lord Tenebroso.
A la mañana siguiente Draco despertó sobresaltado. Trató de incorporarse rápidamente, pero el latigazo de dolor que le recorrió desde la base de la columna hasta la mandíbula le obligó a desistir ahogando un gemido. Su madre apareció casi de inmediato por la puerta apretando un puño disimuladamente junto a su costado.
─ ¿Cómo te encuentras, hijo? ─Draco sintió un alivio inmediato al oír a su madre. Ella estaba bien. ─¿Necesitas otra dosis de poción analgésica?
─Sí. Gracias, madre. ─Cada sílaba la sentía como una aguja en su pulmón derecho y el ardor de la garganta se mezclaba con el sabor a sangre que percibía en la boca, ─Me alegro de que estés bien.
Narcissa llamó a un elfo y le encargó cuatro dosis más de poción analgésica, una botella de esencia de díctamo y las cuatro dosis de poción multijugos que guardaba en una caja escondida en el zapatero de su vestidor. Draco escuchó las órdenes de su madre y dedujo que estaba planeando algo, probablemente algo que la pondría en riesgo a ella por tratar de sacarle a él de aquel infierno. El elfo reapareció al momento con todo lo encargado.
─¿Bell puede servirle en algo más, ama?
─Sí. Te prohíbo decir una palabra de lo que te he encargado a nadie, ¿entendido? ─Aquella fue la primera vez que Narcissa se dirigió al elfo con verdadera dureza. El elfo asintió una sola vez. ─Márchate entonces ─. Desapareció con un crack.
─¿Qué planeas, madre? No necesito tomar tanta poción analgésica.
Narcissa se mantuvo en silencio y concentrada mientras extraía cierta cantidad de esencia de díctamo, la añadía a una dosis de poción analgésica y le daba unos toques con una varita. Draco no reconocía la varita, quizá fuera la de alguno de los prisioneros del ala este. O quizá se la había quitado a alguno de los carroñeros, esos asquerosos coleccionaban las varitas de sus presas como trofeo.
─Bébetela ─ordenó la señora Malfoy con suavidad entregándole el vial a su hijo. Draco obedeció incorporándose con la ayuda de su madre.
De nuevo trató de conocer lo que tramaba su madre─. Madre, ¿vas a contarme...? ─Narcissa le interrumpió con un ademán suave de su mano.
─Vas a marcharte, hijo. No puedo seguir soportando la tensión y el terror de saberte en peligro día y noche ─,Narcissa desvió la mirada de los ojos de su hijo─. No puedo más. Necesito que estés a salvo. No debes seguir pagando por errores que tú no has cometido. ─Se levantó y caminó hasta la cómoda donde momentos antes había dejado aquello que apretaba en el puño cuando entró en la habitación. Regresó a la silla junto a la cama de su hijo y volvió a mirarle. ─¿Te sientes mejor?
─Madre, ¿a dónde pretendes que me marche? ¿Y cómo pretendes que te deje sola aquí? Te matarán, sospecharán de ti y… ─ De nuevo Narcissa le pidió silencio alzando la mano con suavidad.
─Tienes que irte, hijo. Deduzco que te encuentras mejor por tu arrebato. ─Suspiró y agachó la mirada por un segundo, luego la fijó de nuevo en su hijo. ─Estaré bien, tengo un plan para que no sospechen de mí, ni siquiera sospecharán de ti, pensarán que has sido secuestrado por un auror de la resistencia o un miembro de la Orden del Fénix para sacarte información─. Abrió la mano y desplegó una bolsita de tela que finalmente tuvo el tamaño de un libro. Después metió el resto de poción analgésica y la botella de díctamo. Metió la mano en el bolsillo de la capa azul marino que llevaba sobre su túnica negra y extrajo otra varita, que metió también en la bolsa. Draco observó que la bolsa no parecía tener ahora mayor contenido del que tenía antes. ─También he metido tu escoba, una bolsa con suficientes galeones, algunos pantalones, camisas, camisetas, ropa interior y ropa de abrigo. ¿Qué más puedes echar en falta fuera de aquí?
Draco no sabía qué decir, aún no sabía cómo iba a marcharse de allí dejando a su madre atrás. Sí, estaba harto de temer por sus vidas y que cada día fuese un infierno cada vez más turbio. ¿Cómo podría abandonar a su madre?
─Aún tienes tiempo para pensar que más podrías necesitar, vamos a esperar hasta esta noche, ─observó la cara desolada de su hijo y añadió─ no temas por mí, hijo. Yo sé cuidarme mejor de lo que crees. Ahora he de marcharme a seguir cumpliendo con mi papel, no debemos llamar la atención por ahora. ─Le dirigió una escueta sonrisa, pero aún así cálida, y se marchó dejando a Draco con sus pensamientos.
Draco no sabía a dónde pretendía su madre que se marchase. Todas las casas de la gente que conocían eran de mortífagos o seguidores encubiertos del Lord Tenebroso que ya no ocultaban sus simpatías aunque no portasen la marca.
Trató de pensar en qué más podría necesitar allí a donde fuese, pero estaba bloqueado. No conseguía apartarse de la idea de que su madre estaría rodeada de mortífagos, con su padre, ya una mera sombra de lo que alguna vez fue, como única protección. Bellatrix nunca había atacado a su hermana, pero Draco dudaba de que le perdonara una traición al Señor Oscuro y su causa.
Observó su antebrazo izquierdo con asco y de pronto el recuerdo de Hermione Granger gritando de dolor entre sollozos, la sangre escurriéndose por su brazo mientras su tía la torturaba sin perder su sonrisa de perturbada. Palideció ante aquella nítida imagen que le atormentaba. Esta vez sintió náuseas por un motivo diferente. Él había atormentado a Granger durante años llamándola sangresucia y despreciándola por ello. Recordó el peso horrible en su estómago y la presión asfixiante en su garganta cuando su tía la lanzó contra el suelo para hechizarla y pudo ver aquella palabra sanguinolenta en su brazo, sangresucia. Trató de agarrarse a la sensación de alivio que sintió cuando Potter y Weasley se llevaron a Granger junto con el elfo y, para desagrado de Draco, también su varita y la de su madre, junto con la de la sádica de su tía.
Bueno, este capítulo sólo introduce un poco la historia. Imagino que nadie está perdido, pero la he comenzado cuando Harry y compañía escapan de la mansión Malfoy con la ayuda de Dobby. Es cortito pero espero que os guste.
No prometo nada, pero como se lo que jode, intentaré actualizar pronto y regularmente.
Adióooooos!