Empecé a oír voces, muchas voces y todas ellas conocidas, aunque me costaba relacionarlas con sus respectivos rostros. La cabeza me daba vueltas y me sentía muy cansado, además de dolorido. También estaba desorientado, pero tras despertar, al menos, tenía la certeza de que seguía con vida. Tardé un minuto en ser capaz de despegar los párpados y otro en enfocar la vista. Reconocí el sitio de inmediato, aunque sin saber cómo había llegado hasta allí ni qué hacían todas esas personas allí. Un suspiro, en señal de alivio, salió de mis pequeños labios.

A mis pies, un poco desplazados hacia la izquierda, estaban Subaru Okiya y el profesor Agasa. A este último se le veía agitado y preocupado, como si acabase de llegar y su vecino le estuviese explicando qué ocurría. Un poco más a la derecha, el detective Takagi se llevaba las manos a la cabeza, con mirada de incredulidad. Sato, en cambio, intentaba transmitirle su serenidad innata. Finalmente, a mi lado derecho, tres personas conversaban con expresiones mucho más formales que los anteriores, entre ellos el inspector Megure hablando por teléfono, el subinspector Shiratori tomando notas, y el propietario de la oficina en la que nos encontrábamos, ningún otro que Kogoro Mouri, prestaba atención y aportaba preguntas. Nadie se percató de que yo había despertado, lo que me hizo darme cuenta de que faltaba alguien. Alguien que de haber estado allí, sin duda, sí lo habría notado.

–¡Conan-kun! ¡Estas despierto! –Todo el murmullo cesó de pronto, a causa esa dulce voz que había echado en falta segundos antes. Su rostro apareció dentro de mi campo de visión, iluminándolo todo con esa sonrisa suya, aunque se notaba que había estado llorando rato antes. Me ayudó a incorporarme un poco en el sofá para que bebiese un poco de agua, y en ese gesto tan pequeño, una vez más, me di cuenta de la suerte que tenía de tenerla en mi vida.

–Estás a salvo, Conan-kun. Has sido muy valiente. –La otra mujer en la sala, oficial de policía, se acercó a mí tanto como Ran. Tenía un recuerdo vago del momento en el que perdí la consciencia, pero no lograba situarla a ella ahí.– ¿Recuerdas lo que ha pasado?

Sacudí la cabeza en señal de negación.

–Cuatro personas vestidas de negro te atacaron, ¿recuerdas eso, verdad pequeño? –Intervino Megure, causando que la oficial retrocediese unos pasos.– Nosostros estábamos por la zona cuando este hombre nos dio el aviso de que había escuchado muchas voces, si no fuese por él no quiero pensar cómo habría acabado. Dale las gracias. –Dijo, señalando a Okiya. Le miré en el preciso instante en el que se recolocaba las gafas, su mirada hablaba por sí sola. No podría haber intervenido o aquellas personas descubrirían que él era, en realidad, Shuichi Akai.

–No podemos llevarte al hospital porque no sabemos si te perseguirán ni con qué intenciones. Tienes suerte de tener una hermana mayor como Ran. –Prosiguió Sato.

–El doctor Araide vendrá a verte más tarde, así que descansa. –Finalizó la joven.

Las piezas encajaban con los vagos recuerdos que tengo de los instantes anteriores a desmayarme. Seguirle el rastro a varios miembros de la Organización, ser pillado, intentar escapar y acabar luchando cuerpo a cuerpo con ellos. Ellos eran cuatro: Gin, Vodka, Chianti y Korn. En cambio, yo era un niño y estaba solo. Se plantearon matarme, pero creyeron que alguien me había mandado a espiarles y que si algo me pasaba estarían en serios problemas. Luché cuerpo a cuerpo contra Vodka y Korn mientras los otros dos, especialmente Gin quien no se mancharía las manos, intentaban que confesara mis intenciones, llegando a darse cuenta de que yo no era solo un crío. Aquella situación habría sido muy distinta si Kir o Vermouth hubiesen estado en aquel grupo, me dije. Tras rodar metros y metros en el suelo, sintiendo dolor por todo mi cuerpo, perdí la consciencia mientras escuchaba lo que parecía sirenas de coches policías.

–Descansa bien porque volverán mañana a interrogarte. Esa gente parece peligrosa. –Me dijo el tío Kogoro, tratando de mantener su actitud pasota de siempre. En cambio, se notaba la seriedad tan poco común en él que le delataba.

–Nosotros nos vamos. Si necesitas ayuda, Ran, no dudes en avisarnos. –Se despidió el profesor, saliendo por la puerta junto a Subaru Okiya. Los oficiales se habían marchado hacía no mucho, y al cerrar de nuevo la puerta de la casa, solo quedábamos los tres que vivíamos allí en ese momento.

–Conan-kun, ¿quieres darte un baño antes de que venga el doctor? –Me preguntó Ran.– Si no te sientes bien, puedo ayudarte.

–¡No! –Me puse en pie de repente, sonrojándome y a la vez emitiendo una queja de dolor ante la mirada confusa del tío. Bañarme con Ran no era una buena idea, pero tampoco lo había sido ese movimiento tan brusco. Me había torcido el pie y me dolía apoyarlo, pero tenía fe en no haberme lesionado.– Quiero decir, puedo yo solo, Ran-neechan.

–Vale. Empezaré a preparar la cena, mientras. –Sonrió una vez más. Desde que aparecí en la oficina había estado mirándome de forma extraña. En su rostro se mezclaba la preocupación, el alivio, las dudas e, incluso, un poco de certeza. No era capaz de deducir a qué se podría deber esta última.

Tras el baño, recibí la visita de Araide, tratamiento para mis rasguños e indicaciones de mantenerme en reposo. Así, Ran me obligó a acatarlo hasta el punto de que casi me da de cenar ella misma, aunque conseguí que al menos me permitiera hacer aquello. Había algo de exageración en sus intenciones, pues me estaba tratando de una forma mucho más infantil de lo que solía. Además, no permitía a su padre hacer preguntas sobre qué me había pasado. Alegaba que yo debía descansar y todas las dudas serían contestadas mañana durante el interrogatorio. Si bien era típico de ella preocuparse mucho, también lo era regañarme por meterme en líos o al menos intentar averiguar mis motivos. No conseguía averiguar qué pasaba por su cabeza. O quizás sí sabía la respuesta, pero me negaba a que fuese justamente esa.

–Me voy a la cama ya. Gracias por cuidarme, Ran-neechan. –Estaba agotado, la mayoría de mis dolores eran causados por cansancio. Mañana sería un día tan largo como este y me quedaba mucho en lo que pensar. La policía, y todos en general, harían preguntas sobre quienes eran las personas que me habían atacado. No podía permitirme que supieran nada sobre la Organización, así que tendría que trazar un plan...

Mis pies se elevaron del suelo, a la vez que alguien me agarraba por la cintura. Aquello detuvo todos mis pensamientos, distraido por el pecho contra el que estaba siendo apretado.

–Espera, Conan-kun. Hoy dormirás conmigo, así sabré que estás bien. ¿Vale? –Ran me hizo la pregunta algo sonrojada, pillándome por sorpresa.

–¡Ran-nee...! ¡Esp...! ¡Ran! –Fui ignorado y dirigido a su habitación sin ningún reproche por parte del tío. ¿Se había vuelto loca? Primero me obliga a descansar y ahora a dormir con ella a mi lado, estaba sentenciado a pasar la noche en vela mirándola a ella. Llevaba mucho tiempo viviendo bajo ese techo y nunca me había invitado a dormir en su propia cama.

Me dio un poco de vergüenza, pero me gustó la forma en la que me bajó de sus brazos y sobre la cama, me tapó con las mantas, y se recostó a mi lado dejándome entre su cuerpo y la pared. Tuve suerte de que apagase la luz y no viese cómo un niño de siete años se sonrojaba por dormir junto la chica que le gustaba.

No me atreví a decir nada. Sus dos manos, juntas, reposaban al lado de su cara. La escasa luz que entraba por la ventana dejaba ver su silueta, pero no me permitía ver si tenía los ojos abiertos o cerrados. Me permití observarla un rato más, mientras me preguntaba cómo sería irse a dormir así cada noche. Algún día, cuando recuperara mi cuerpo.

–¿En qué lío estás metido? –Me preguntó en un susurro. Me había preguntado, por fin, después de horas y horas de silencio. O quizás... meses y meses. Esa pregunta bien podría estar dirigida a cualquiera de mis dos identidades.– Si sigues así, acabarás metiéndote en un lío... –Automáticamente, me transporté a aquel día en el parque de atracciones en el que me había dicho exactamente lo mismo. Llevabas razón, Ran, no te imaginas cuanto.– Eso le dije a Shinichi antes de que desapareciera. –Vi algo que reflejaba la luz en su mejilla, estaba llorando, y yo, mudo. –¿Algún día me contarás en qué lío te metiste?

–Yo... yo... –Mi voz sonó áspera, intentando imitar sus susurros pero demasiado nervioso como para controlarlo. Sabía la verdad. Curiosamente, me sentí más acorralado y vulnerable en ese momento que horas previas, frente a la Organización. Era más difícil desmontar mi propia mentira y desvelárselo todo a la chica a la que amaba, a acabar con esa gente.– Te equivocas, yo no...

–Ya. Perdóname, Conan. Y descansa. –Se giró sobre su costado, dándome la espalda. Se encogió un poco, trayendo sus rodillas a su pecho, y haciendo un esfuerzo enorme por no moverse. Por más que hiciera, me sobraban pistas para darme cuenta de que seguía llorando.

¿De dónde se suponía que debía sacar fuerzas para seguir negándolo todo? Sus palabras sonaban a resignación, a darse por vencida y dejar de intentar escuchar algo que ya sabía. Últimamente lo había estado pasando muy mal, todo por mi culpa. ¿Y si lo admitía, por mucho que Haibara se enfadase? ¿Y si Heiji tenía razón en ese caso, pues él sí entendía, a pesar de su cabezonería, mis sentimientos? ¿Era buena idea arriesgar y ponerla en peligro si así conseguía sanarla? ¿No era acaso ella la que estaba sanándome a mí continuamente, con sus cuidados y palabras y esperas?

–Shinichi-niichan está cuidando de ti, porque le importas mucho. –Susurré, esta vez con pleno control de mi voz.– Y es imbécil por no hacerte caso y meterse en líos en los que podría perderte. –Ran se giró lentamente, escuchándome atenta, casi incrédula de mis palabras.– Pero no va a permitir que eso ocurra. Sé paciente, Ran. Algún día lo entenderás todo. –Levanté la vista y miré sus labios. Estaba sonriendo, preciosa.

–Desde aquí, casi sin luz y hablando de esa forma... –Sabía lo que quería decir. Sí, yo también sentía que en ese preciso instante volvía a ser yo mismo, aunque continuaba atrapado en el cuerpo de Conan Edogawa. Gracias a ella me volví a sentir yo mismo. Un adolescente que se había quedado a dormir en la habitación de su novia, sin más. Fue por ello que no pude reprochar lo siguiente que dijo.– ¿Podemos pretender que, solo esta noche, tú eres Shinichi?

Me estaba pidiendo que pausara el juego, demostrándome que ella era consciente de que también jugaba. Estaba dispuesta a seguir jugando si admitía mi identidad, pero no era producto del enfado de haberla engañado, sino la necesidad pura de estar con Shinichi un rato. Apenas dudé. Me arriesgaba porque yo sentía la misma necesidad.

–Vale. Hasta que alguno de los dos se duerma, yo seré Shinichi.

–Gracias. –Susurró.

Ran se incorporó un poco, apoyándose sobre su codo y mirándome desde arriba. Aunque apenas pude ver su cara, sí distinguí la duda en sus movimientos. Para ayudarla a aclararse, hice el mismo gesto, sentándome en la cama para compensar la diferencia de altura.

La luz del exterior apenas iluminaba nada, excepto por pequeños resaltos como la punta de su nariz o sus labios. Los tenía entreabiertos. Llamándome.

Cualquiera de las personas que había pisado aquella casa durante ese día se habría escandalizado o mínimamente preocupado por lo que hice a continuación, pero yo jamás me arrepentí de ello. Aquella noche, tal y como me había pedido Ran, yo era Shinichi Kudo. Teníamos la misma edad y nos conocíamos desde críos, así que me encontraba en mi pleno derecho de besarla.

Me incliné yo, pero la encontré más cerca de lo que pensaba. Eché la culpa a la oscuridad, pero probablemente Ran tenía las mismas intenciones que yo desde hace rato, a pesar de que cuando nuestros labios coincidieron ella se tensó un poco. Fue un contacto dulce, sin aplicar ninguna presión y con movimientos rítmicos y suaves. Con un par de dedos sobre su mejilla, la guié de vuelta a la almohada sin separarme en ningún momento de esos labios que tanto había deseado probar desde la infancia.

Aguantamos hasta que la necesidad de respirar nos hizo parar, separándonos lo suficiente como para recuperar nuestro espacio propio. Ninguno de los dos nos volvimos a mover. Deseé volver a besarla, pero esta vez abrazándola, trayéndola hacia mí, explorar las formas de su cuerpo y que ella hiciera lo mismo. Pero no en este momento. Besar a la chica a la que amaba, dado que estaba atrapado en un cuerpo de niño, ya superaba mis expectativas.

Aquello me daría muchas fuerzas para seguir luchando por mi objetivo y por volver a su lado. Esta vez había arriesgado y ganado, esperaba que la próxima jugada y las que vinieran a continuación fueran por el mismo camino.

–Buenas noches, Shinichi. –Murmuró Ran. Su respiración empezó a acompasarse, haciéndome ver cómo Morfeo me la robaba frente a mis propios ojos.– Quiero volver a verte pronto... –Dijo, recién dormida.

¡Mi primer fanfic en esta página! Hacía muchísimo tiempo que quería escribir y publicar algo de esta pareja y, tras mil ideas empezadas y no acabadas, salió esto. Quizás sea una mala época para publicar fanfics de Detective Conan y nadie lo leerá, no sé. Pero lo dejo colgado aquí y espero que en un momento sea del agrado de alguien.