Todo lo que vino después de la derrota de Voldemort nos dejó exhaustos a todos.
Durante los meses siguientes, todo nuestro mundo puso de su parte para ayudar a capturar a la mayoría de los mortífagos que se habían dado a la fuga. Durante el verano, se celebraron cientos de juicios en los cuales se demostró y castigó toda relación que éstos habían tenido con Voldemort. Se interpusieron condenas y muy pocos se escaparon de cumplir una pena justa. Únicamente Severus fue indultado, muy contrariamente a su voluntad.
Él expresó en las sesiones que, a pesar de que sí había trabajado con Dumbledore a espaldas de todos, él había seguido matando y colaborando en el avance del Señor Oscuro. A pesar de que muchos declaramos para defenderle y de que la mayoría de los mortífagos le tacharon de traidor en sus declaraciones, Severus no tenía ninguna intención de defenderse. No importaron las horas que traté de convencerlo de lo contrario, él seguía considerándose culpable. Los jueces acabaron por pedirle que aportara cientos de recuerdos para tener una vista más objetiva de lo sucedido. Dejaron a Severus sin secretos, pero meses después, todos los jueces, acusadores y defensores concluyeron con que Severus era innegablemente inocente.
Únicamente le dieron la responsabilidad de ciertos crímenes, pero consideraron que fueron bajo coacción y su único castigo fue ayudar a capturar a los últimos mortífagos fugados junto con el departamento del Ministerio que se encargaba de ello.
Después de ese proceso, le ofrecieron seguir siendo el director de Hogwarts, pero se negó tajantemente. Él propuso a Minerva McGonagall para el puesto, quien aceptó. También le ofrecieron trabajo como auror para seguir persiguiendo a grupos con tendencias a la magia oscura, pero también lo declinó.
No era de extrañar esa actitud de rechazo por parte de Severus; al fin y al cabo, todos los que le habían odiado durante años de repente le aceptaban y buscaban su ayuda. ¿Quién iba a confiar de un cambio tan repentino?
Severus se mudó lejos de la civilización, a un par de kilómetros de mi casa, para seguir manteniendo el contacto conmigo. Recuperó su pasión por la elaboración de pociones. Investigó mucho de forma individual y colaboró en la publicación de algunos libros bajo un sobrenombre.
En cuanto a mí, a pesar de mis resultados ejemplares en todos los exámenes de la escuela y que los del Ministerio me buscaron personalmente para ofrecerme trabajar con ellos, opté por dedicarme a lo que verdaderamente me apasionaba: las criaturas mágicas. Me convertí en bruja naturalista, muy contrariamente a lo que quería Severus, quien siguió pensando que mi sitio estaba en el Ministerio y en la lucha contra el mal.
Severus me acompañó en muchos de mis viajes de investigación. Me manifestó su curiosidad por ese mundo que tanto me apasionaba, de modo que lo empecé a invitar para que viniera conmigo y así aprovechara para poder investigar sobre elementos de pociones en otras regiones del mundo.
Todo lo que vivimos justos hizo que mantuviéramos una relación muy bonita y fraternal. A todos les resultó extraña nuestra cercanía, pero se debía, por supuesto, a que ninguno de ellos sabía todo por lo que habíamos pasado durante aquel fatídico año. Sólo se lo conté a mi padre, el único que también sabía a cerca de mis poderes, y entonces todas las piezas del puzzle le encajaron. Pasó a considerar a Severus uno más de nuestra familia y afirmó tajantemente que las puertas de nuestra casa siempre estarían abiertas para él.
Apenas mantuve el contacto con otros alumnos del colegio. De hecho, gran parte de lo que sabía a cerca de Harry era por Severus. Guardaban una relación sorprendentemente estrecha y Harry le pedía ayuda en muchas ocasiones para trabajar codo con codo en algunos proyectos del Ministerio.
Un día, Severus me hizo una visita a casa tras haber estado con Harry. Estaba visiblemente nervioso por algo:
- Harry me ha contado que espera su primer hijo junto con Ginny Weasley. Me ha acabado confesando que, si resulta ser niño, pretende ponerle mi nombre.
- ¡Pero eso es maravilloso! - exclamé, casi dando un salto del sillón
- Luna…
Severus no sabía como gestionar aquello.
- Lo digo en serio, Severus. - insistí - Si quiere ponerle tu nombre a su hijo es porque te considera alguien muy importante en su vida.
Severus se quedó en silencio unos segundos, pensando al respecto, para luego acabar diciendo:
- Pero poderle mi nombre a su primogénito me parece… Excesivo. - concluyó - Afortunadamente, creo que he conseguido borrarle la idea de la cabeza por el momento. Si esa ocurrencia tan disparatada vuelve en un futuro, necesitaré de tu don para arrancársela de su mente.
- ¡Ah, no! ¡Eso ni lo sueñes!
No volví a usar mi poder después de todo aquello. Agradecía haber podido contar con don, pero prefería dejar las cosas al destino y que los secretos me fueran revelados por decisión propia de los demás. Siempre lo había preferido así, era lo más natural y justo para todos.
Sería muy pretencioso decir que todos fuimos felices después de lo ocurrido, así que, dejémoslo en que simplemente dimos lo mejor de nosotros por dejar todo lo que vivimos atrás y aprender de ello. Es la mejor decisión que uno puede tomar.
- FIN -