Ella creyó ver en él al hombre perfecto. De hecho, Matsuri jamás había dado su amor a nadie. Desde que lo vió, se enamoró casi inmediatamente, aunque dudo un segundo antes de acercarse a él y no por que le tuviera miedo, si no porque sus sentimientos, al ser verdaderos y puros, la mantenían en un constante nerviosismo.

¿Se enojará si me acerco? – Se preguntó Matsuri.

Ella creyó que él estaría rodeado de chicas, acorraladas a su alrededor. Pero no, él se encontraba solo. No entendió porque un chico tan lindo estaba ahí tan solo, cuando su hermano Kankuro conversaba con tantas personas y que decir de su hermana Temari, una chica hermosa, los chicos se peleaban por hablarle.

Hola… - Se le acercó una tímida Matsuri, haciendo que el pobre chico se sobresaltara un poco. Estaba parado al borde de un precipicio observando la puesta de sol.

Hola…- Le respondió volviendo la mirada.

Matsuri permaneció tiesa, sin decir ni una palabra más. No podía creer como en instantes, el tiempo se detuvo. El viento meció suavemente el cabello de él. Sus ojos aguamarina se veían perfectamente hermosos.

Me gustas…- Pronunció apenas, Matsuri, sin apartar su mirada de él.

Al oir esto, el Kazekage, la miró sorprendido. Era la primera vez que había escuchado algo asi.

¿Estás bien? – Le preguntó él, al ver que en un segundo, ella pareció recuperar la consciencia.

Cuando Matsuri se dio cuenta de lo que había dicho, ahora si que se asustó mucho y salió corriendo como alma que lleva el viento. Más roja que un tomate y tapándose la boca, se alejó tan rápido como pudo y dejó al chico de sus sueños, tan desconcertado. Preguntándose que había sido eso.

Desde ese entonces no paraban de llegar cartas hacia su oficina. Cartas de amor, que eran escritas con la misma letra, el mismo tinte de pluma y el mismo aroma a perfume que ella dejaba en cada confesión. Aunque no decía su nombre. Tan inocente. Pensó que él la habría olvidado.

Y no la olvidó. Un día cálido, justo por la tarde, se apareció frente a ella. Cuando paseaba con sus hermanos, en el centro de la ciudad de sunagakure. Temari se entretuvo mirando unos vestidos lindos que habían en una tienda de moda, y Kankuro, tomaba un trago, pues se topo con unos amigos, y lo habían jalado.

Ey Gaara, ven con nosotros. Sólo será una copita – Lo llamó Kankuro, sentado en la banca de un bar, con sus compadres. El pelirrojo negó con la cabeza.

Sabes que me desagrada el alcohol, iré a dar una vuelta por ahí.

- Ok, como quieras – Le respondió Kankuro, brindando con sus amigotes.

Fue ahí que volvió la mirada, y ahí la vió. Matsuri trabajaba en un puesto, vendiendo dulces, pasteles y refrescos. Gaara se acercó a ella. En esos momentos unas cuantas personas también se aproximaron a su tienda para comprarle algunas cosas y ella ni se dio cuenta, cuando él también se acercó, en medio de ellos y le pidió le vendiera un vaso de refresco. Matsuri le atendió como a cualquier otro cliente. Tan perdida se encontraba. Que sólo se dio cuenta de las cosas cuando él pagó por el refresco y se dispuso a marcharse.

Tu…¡Espera! – Lo detuvo Matsuri. El obedeció su voz y se sonrió apenas.

Matsuri, al verlo acercarse, comenzó a reírse nerviosa. " Oh, oh,Uy ahora qué hare". Gaara clavó sus ojos en ella y esperó que dijera algo. No era nada conversador.

Emmm…- Matsuri bajó la mirada, sonriendo muy nerviosa – Discúlpame por las barbaridades que te dije en esas cartas.

No te disculpes – Le respondió él. Sin apartar su mirada de ella.

Entonces, no se separaron más. Al principio salían a pasear por la tarde, cuando ella salía de trabajar. Él la esperaba. Era paciente. No le importara que pasara una hora. Él la esperaba siempre. Él dejaba de hacer tantas cosas para estar con ella. Así estuvieron un tiempo, hasta que le propuso trabajar con el. Que lo ayudara en su oficina. Donde siempre andaba atareado.

¿Vendrías conmigo? - Le pidió él, cuando ella en un impulso de afecto, se acercó para abrasarlo.

Iré contigo a donde tu vayas – Le respondió Matsuri, que acostumbraba perderse en los hermosos ojos del Kazekage.