Hola, hola, Luna de Acero reportándose. Bueno, este Omegaverse lo tenía a medias desde hace bastante, son dos capítulos y ya lo terminé, pero el final, la segunda parte la subiré el domingo, porque a veces creo que es mejor darles tiempo de asimilar las historias.


Disclaimer: Los nombres de los personajes son de Isayama Hajime, la historia es de mi completa invención. Ya los pillé! Sé que leen esto jajaja, gracias, los amo.

Advertencias: Lenguaje vulgar, palabras altisonantes, por ahora nada más, se sugiere Farlan x Levi, en el próximo capítulo hay lemon.


Dedicatoria: Para la linda y talentosa Sakyulia (no te puedo etiquetar) que hizo la preciosa portada, vayan a su perfil en Tumblr e IG y denle mucho amor que se lo merece. También una dedicatoria especial para Nanariko-chan, porque ella me pidió un fic omegaverse con esta temática, espero llene tus expectativas! Ahora sí, al fic. Enjoy!

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"El afán de perfección hace a algunas personas totalmente insoportables".

Pearl S. Buck

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Diez años para aprender nuestro lugar.

Diez años para soñar que todo es posible.

Diez años para lavarnos los cerebros y convertirnos en seres obedientes y sumisos.

Diez años para ser… un omega perfecto.

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Hasta nuestro primer celo, la vida es muy agradable. Somos libres… no, me corrijo, nos hacen creer que somos libres. Nos hacen memorizar todas las reglas. Nos graban a fuego la idea que fuimos creados para vivir bajo la dependencia absoluta de un alpha.

—¡Ya basta, no lo haré, no!

Todos miramos en silencio a Mirko, se retuerce como pescado, mientras llora. No quiere someterse a lo que nuestra maestra alpha le ha ordenado. Ahora le van a dar de chirlos con el bastón sobre las palmas de las manos. Siempre ha sido un rebelde. La mayoría de mis compañeros bajan la cabeza, incluso algunos aprietan los dientes incapaces de mirar. Yo no; yo observo atentamente. En cierta manera me satisface ver su dolor, un dolor merecido, ¿quién lo manda a agitarnos? Gritando cosas como que debemos abrir nuestros ojos y ser libres.

¡Ja! Ser libres… ¿libres para qué? ¿Para ensuciarnos las manos, tener que estar pendientes de los pagos de las hipotecas, vivir trabajando de sol a sol? No, gracias. Yo aspiro a ser un omega modelo. Me sé de memoria todos los manuales. Soy muy obediente en clase, en mi casa y con cuanto alpha se me presente. ¿Yo, rebelarme? ¿Para qué? Ni de chiste. Yo quiero llamar la atención por mi buen comportamiento, quiero que un hermoso alpha adinerado me note. Ya escuché a la directora dar muy buenas referencias de mí a los del "listado". ¿Qué de qué hablo? Bueno, nuestra escuela de omegas es de mucho prestigio. Mis padres han sacrificado mucho para que yo pudiera ingresar, y los hago sentirse muy orgullosos con mis avances. De aquí se seleccionan los omegas más refinados para un exclusivo listado de exigentes alphas.

Desde los diez hasta ahora que tengo dieciséis, todos los años he ganado de manera consecutiva el primer premio al "Desempeño Omega Anual". Tengo mis listones con la medalla dorada colgada en la habitación de mi cuarto. Mis padres están sumamente satisfechos conmigo, al igual que la institución.

Los comentarios a menudo son los siguientes:

"Ackerman, otra vez ha conseguido el puntaje perfecto", "¡Qué envidia! Los mejores alphas se pelearán por él", "Ackerman, el perfecto", "Míralo, quisiera ser como él, es un omega perfecto".

Perfecto.

Perfecto.

Soy el omega perfecto.

Miro a mi alrededor con sorna. Me gusta sentirme superior a todos estos omegas. Claro que soy el mejor, soy el mejor omega del mundo. Nunca enfermo, conozco absolutamente todas las cosas que debo hacer para que mi alpha esté complacido y a gusto, nunca me rebelo, y tengo un cuerpo que ejercito mucho para que mi alpha se sienta orgulloso y deseoso de follarme a diario.

A diferencia de esos "rebeldes", que cada vez pululan más, yo sólo quiero casarme con el mejor alpha disponible y vivir tranquilamente. Lleno de lujos y sin sobresaltos, sólo deseo concebir los hijos más fuertes y hermosos. Tener una existencia sin sufrimientos, sin esfuerzos inútiles, pacífica, tranquila. Obedecer a mi instinto y vivir feliz, eso es todo.

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Volvía a casa, rápido y sin mirar a nadie, como hacía siempre. Lloviznaba copiosamente, por lo que me arrebujé en mi sobretodo negro, tratando de no pisar baldosas flojas para no llenarme de barro. Pasé por un callejón en donde escuché a una persona toser fuerte y lamentarse un poco. Me detuve en seco. Por algún extraño motivo giré mi cabeza en dirección a los sonidos. Por varios segundos solo escuché la lluvia, el flequillo se me pegaba a la frente. Caminé vacilante hasta un vagabundo, o algo así. Parecía un hombre, con el cabello sucio y algo largo por debajo de los hombros, tenía un ojo vendado, aunque la misma venda parecía mugrosa. Tosía y se apoyaba contra unas bolsas de residuos que estaban en ese asqueroso lugar.

Lo toqué con la punta de uno de mis zapatos.

—¡Oye! ¡Tú! ¡Hey! ¿Estás bien?

Se removió un poco y levantó su cabeza. Aunque estaba sucio por completo, su enorme ojo verde me escudriñó de arriba hacia abajo y me hizo sentir un escalofrío, por lo que retrocedí dos pasos. Un momento, ¿retrocedí? ¿Acaso era…? No, no podía ser. ¿O sí?

—¿Estás bien? —volví a preguntar ante un silencio que se hacía más y más incómodo.

—Tengo hambre —fue lo primero que me largó, mirándome con seriedad.

—¿Eres un alpha?

—Sí.

—¿Y por qué estás aquí? ¿Por qué no pides asilo? Te atenderán en el municipio.

—No.

Lo miré desconcertado, ¿qué diablos le sucedía a éste? ¿Quién en su sano juicio rechaza ayuda del estado? Un alpha en un estado indigente, era algo extraño y desagradable.

—Vaya, que amable.

Abrí mis ojos y lo miré sorprendido, ¿dijo que era amable? Agaché la cabeza, algo ruborizado, y me apresuré a sacar mi almuerzo y una manzana de mi bolso.

—Toma, para que aproveche tu estómago.

Ese día no había almorzado. Muchas veces me privaba de comer para mantener mi agraciada figura. Y ahora estaba ayudando a un alpha, aunque se viera como un zaparrastroso, era lo que dictaba la ley 455/B: "Todo omega debe ayudar a los alphas cuando noten su necesidad, no importa el momento o el lugar".

—Gracias.

Me sorprendió aún más que este hombre me agradeciera.

—No debes agradecer —lo regañé, pero con un tono mutan bien cubierto que sonó a consejo—, es nuestra obligación como buenos omegas asistirte en un mal momento. Bueno, toma —agregué sacando todo el dinero que tenía en mis bolsillos, dejándoselo también—. Ya debo regresar.

—Eren, mi nombre es Eren, sé que no lo olvidarás.

—Ah, bueno. Me voy. Por cierto, soy Levi.

El hombre sonrió apenas, como si estuviera muy cansado para hacerlo. Me alejé rápidamente, de seguir bajo el agua helada me resfriaría, y eso no me lo podía permitir. Dentro de un mes sería la selección, debía estar impecable.

Llegué a casa. Saludé a mis padres y en mi habitación me desvestí para tomar un baño urgente. Una vez en el recinto, llené la tina de agua caliente, volqué algunas sales de suaves aromas, mientras las mismas se disolvían y hacían espuma, me miré en el espejo.

—Soy perfecto —me dije, hasta que un rictus de preocupación me atravesó el rostro. Me apoyé en el lavamanos y al fin dejé que algunas lágrimas salieran.

Estaba mortalmente asustado, sintiendo a mi instinto revolverse en mi interior como un gato herido. Necesitaba tanto que me confortaran, que me cuidaran y me dijeran que todo saldría bien. Sorbí por la nariz, doblándome sobre mi estómago. Algo estaba mal conmigo. Solo faltaban tres. Tres omegas que aún no habían tenido su celo. Ludmila, Beatriz y yo. Todos los demás, ¡todos! Incluso el idiota de Mirko, el rebelde, el que no quería hijos, hasta él lo había tenido. ¿Qué pasaba con mi cuerpo?

No quería preocupar a mi madre, pero me daba cuenta que necesitaba ayuda, y pronto. Porque si llegaba a la selección sin poder expandir mis feromonas adecuadamente, por muchos honores y premios que tuviera, los alphas no me elegirían.

Mis feromonas eran débiles. Ese había sido el diagnóstico médico hacía unos tres años atrás. Por lo que a base de medicamentos, mucho esfuerzo y práctica, había logrado que la emisión creciera apenas un poco. Mientras mis compañeros podían manejarla a su antojo, a mi todo me costaba el triple. Me sentía algo frustrado.

Cuando los otros omegas me molestaban con respecto al celo tardío, les mentía descaradamente, diciéndoles que yo manejaba mi celo a mi antojo y que solo lo tendría cuando un digno alpha me reconociera. Se quedaron boquiabiertos ante mis declaraciones, pero habían mordido el anzuelo. Aunque ahora veo cada vez más improbable cumplir eso.

Me arrodillé sobre la toalla y comencé a masturbarme con fuerza, pronto estuve gimiendo bajito, mordiéndome los labios para que mis padres no me escucharan. Una muy leve lubricación se hizo presente, muy escasa, algo espesa, por lo que mojé dos dedos con mi propia saliva para poder darme mayor placer. Pero me costaba muchísimo, meter mis dedos se sentía doloroso, aunque fuera con cuidado, como si su cuerpo rechazara estos toques. Luego sucedía lo de siempre, mi erección disminuía paulatinamente y al final quedaba peor que antes.

No puedo eyacular.

Volví a sollozar, molesto y enojado conmigo mismo. Me di un baño, salí con semblante taciturno y al fin encontré valor para hablar con mi madre.

—Tranquilo, cariño, iremos a ver al doctor Pixis. Es el mejor especialista de las tres provincias. Hoy mismo le diré a tu padre que saque turno. No te agobies, yo tuve mi primer celo a los 19.

—¿De verdad?

—Así es, así que no te pongas nervioso que es peor, todo llegará a su debido tiempo.

La abracé y besé su frente. Me calmó un poco el oler las profusas feromonas maternas.

—Lo harás bien. Eres un omega perfecto.

Perfecto.

Ahora ese adjetivo me sonaba como una carga de cinco toneladas sobre los hombros.

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Los estudios fueron en extremo dolorosos. Me sacaron sangre, muestras de orina, de semen (esas fueron las peores para conseguir), ecografías intrauterinas, externas, ecodoplers, radiografías. Estaba mareado y dolorido, pero acepté e hice todo sin quejarme. Pixis dijo que al cabo de una semana estarían los resultados. Esos días apenas si pude dormir.

Volví cabizbajo a mi casa cuando pasé de nuevo por el mismo callejón. Encontré al alpha vagabundo, solo que esta vez estaba de pie y fumando. Se lo notaba más repuesto.

—Levi —me llamó con calma.

Apreté los dientes, suspiré, pero volví sobre mis pasos. Vaya que el hombre era alto. No lo hubiera adivinado antes; bueno, es un alpha, es esperable que su genética sea mejor.

—Hola, Eren, se te ve mejor —solté con mi apatía habitual.

—Es cierto, estoy mejor. Quería agradecerte por la ayuda del otro día.

—No deberías hacerlo, ¿acaso no conoces la ley? Es nuestro deber.

—Gracias —soltó sin importarle un comino lo que le terminaba de decir, fruncí el ceño.

—Veo que no fuiste por ayuda al municipio —exclamé para aligerar el ambiente, me ponía incómodo que quisiera agradecerme, ese alpha era muy extraño.

—No, no hace falta. Ahora estoy bien. Sabes, tu aroma es muy atractivo, ten cuidado cuando regreses. Si necesitas ayuda, solo grita mi nombre y allí estaré.

Lo miré como si fuera un demente por unos pocos minutos.

—¿Gracias? Como sea, se me hace tarde, debo regresar.

—Nos vemos.

Me alejó ofuscado, ¿nos vemos? No, gracias. Debería modificar mi sendero de regreso a la casa para el día siguiente, no quería volver a toparme con semejante lunático. ¿Y qué era eso de que yo olía bien? Si mis feromonas eran casi nulas, menos en esa época del año que hacía frío y todos andaban abrigados hasta las narices. Como fuera, tenía otras cosas importantes en las que pensar.

Trabajé, me esmeré, lo hice mejor que nadie, y el día de la elección yo me destaqué, brillé entre los otros, con la misma pose de seguridad y superioridad que me caracterizaba, yo logré que aquel alpha me mirara. Farlan Church, el más rico de la comarca. Había ciertos rumores que involucraban a su familia con la mafia turca, pero la verdad no me interesaba. Yo solo quería ser un buen esposo, ser el mejor omega, vivir sin pasar necesidades y ya.

Farlan me encandiló con sus ojos azulinos, parecía como si a través de ellos yo pudiera fundirme en toda una galaxia de bienestar y confort. Vino directo a mí, con una sutil y enigmática sonrisa y extendió su mano hacia mi persona. Mantuve el temple aunque dentro de mí todo era agitación y estertor, acepté ofreciéndole la mía, él la estrechó y me acercó a su cuerpo, sentí que me quedaba sin aire ¡Qué hermoso era! Lo había logrado, era afortunado en verdad.

Su preferencia fue anotada en los libros de seguimiento, lo demás fue lo normal, una cita de presentación en mi casa, con mis padres, una en la suya con sus progenitores. Todo salió a pedir de boca. Era un hombre ocupado, no había reparado en que me llevaba cerca de diez años de diferencia, ¿quién lo diría? Su aspecto era juvenil y lozano. Claro, con seguridad la genética alpha logra que el aspecto se mantenga intacto por más tiempo. Solíamos salir a caminar una o dos veces en la semana. Ni siquiera nos tomábamos de las manos, simplemente conversábamos uno al lado del otro. Yo lo sabía, la mayoría de los alphas no son románticos o gustan de gestos demostrativos, estaba bien con eso, ya me había hecho a la idea. A las dos semanas de conocernos se hizo un escueto festejo para confirmar nuestro compromiso. Farlan me regaló un hermoso anillo de platino con un delicado diamante rosa.

Recuerdo que una o dos veces sentí a su instinto despertando y se me tiró encima apretándome contra algún árbol lejos de las miradas de nuestros padres y así estrenó mi boca con sus besos voraces. Decía que yo era muy lindo, que esperaba que le diera crías sanas y que con eso se daría por satisfecho. Que quería casarse cuanto antes para poder "estrenarme" de inmediato. Yo no entendía mucho, pero no quería importunarlo, no estaba seguro de que pudiera estar al nivel de lo que él necesitaba, pero mis respuestas y gestos decían todo lo contrario. Yo necesitaba enterrar mis dudas, cavar un pozo y tirarlas en lo más profundo, sofocarlas hasta que no existieran más.

Se fijó la fecha de la boda para un seis de Mayo. Mis padres estaban eufóricos festejando, pero a mí me parecía demasiado pronto, le dije a mi madre que temía por mi celo tardío, pero ella trató de tranquilizarme, me dijo que no me preocupara, que con seguridad luego de comenzar a tener relaciones mi propio cuerpo reaccionaría. Realmente lo esperaba.

Fueron días intensos, la madre de Farlan y la mía eran inseparables, me llevan a todas partes, para medirme la ropa, probar los menús, elegir los arreglos florales. Yo sentía que se me iba a partir la cabeza con tanto traqueteo de aquí para allá, sin embargo obedecí, no me quejé, soporté estoicamente incluso la dieta extrema que me había impuesto.

—Cariño —me decía mi madre mirándome preocupada—. Estás perfecto, ¿por qué quieres bajar más de peso? Te vez impecable, así como estás.

—No, aún no —le decía mientras seguía haciendo abdominales, comiendo pura lechuga, tomate y huevo duro en los almuerzos y las cenas—. Debo estar mejor, puedo estar mejor.

Un día me desmayé, el calor de Enero me tomó desprevenido. Me desperté en el hospital, ni siquiera sé cómo había llegado allí, había un aroma extraño encima de mi ropa. Mi madre me regañó por horas, ¿qué hubiera pasado si abusaban de mí? ¿Y si me hubieran marcado? Que no podía ser tan irresponsable y miles de cosas más, tenía bastante razón, así que no dije nada. Me tragué el caldo de pollo y seguí adelante con todo.

Me enteré de las despedidas de soltero de un par de compañeros del colegio, pero claro, yo no tenía amigos, así que jamás me invitaban a una, y tampoco tendría quién me organizara alguna. Eso me deprimía por algún estúpido motivo. Mi madre lo notó y ella me organizó una junto a mi futura suegra. Imagínense eso, mucha diversión no podía esperar, pero al menos tendría una, estaba un poco emocionado. Me preguntaba si Farlan se pondría celoso o algo como eso si llegaba a enterarse, realmente me hubiera gustado.

Me vestí de blanco, impecable, como era de esperar para un omega comprometido. Aún seguía un tanto anémico, pero estaba volviendo a comer mejor, muy de a poco, no quería verme gordo, por Dios que no, los omegas gordos son lo peor que existe. Mi madre puso una rosa amarilla en mi cabello y la señora Church me regaló un pendiente que era de la familia. No quería eso en mi cuerpo, pero era una tradición, por lo que hacía unos días ya me había hecho perforar el lóbulo derecho de mi oreja. Dolió un poco, pero allí quedó el pendiente redondo, brillando.

Los aplausos hicieron que enfocáramos nuestras miradas en el escenario. Nunca había estado en un lugar así. El ambiente era pesado, la mayoría en el público eran omegas y betas, y el escenario estaba lleno de rejas para que no hubiera transgresiones. Los artistas eran todos alphas hermosos.

Yo nunca había estado en un lugar así, nunca había visto tanta piel en exhibición, al principio estaba un poco preocupado, pero al ver que tanto mi madre como la señora Church disfrutaban animadas, poco a poco me contagié de su entusiasmo. Los tragos comenzaron a correr, y en cierto momento, entre las luces, los movimientos sugestivos, el calor, el humo del espectáculo, el alcohol, sentí que me mareaba un poco. Avisé a mi madre que iría a los baños a refrescar mi nuca un momento y de paso aliviar mi vejiga.

En un pasillo oscuro un mozo alto y atlético me ofreció un trago gratis por mi fiesta. Se veía delicioso y fresco y le agradecí. Lo llevé a mis labios para beber un buen sorbo, estaba tan delicioso, dulce, frío, con un sabor que no supe definir entre frutal y florido que me explotó en la boca haciéndome carcajear espontáneamente. De inmediato me sentí un poco débil, me agarré de la pared, sintiendo que el vaso se deslizaba por mis dedos y luego todo fue obscuridad.

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"Agacha tu cabeza, sé sumiso y complaciente. Las feromonas calman la ira de tu alpha. Agacha la cabeza siempre, es lo que hace un omega perfecto"

Sentía la voz de la profesora Karen rebotando en mi cabeza. Me hacía tanto pero tanto calor, agité mi cabeza y sentí las gotas de transpiración salir despedidas a mis costados. Me dolían las manos, me sentía embotado, ¿cuánto había bebido, por Dios? ¿Dónde estaba? Abría mis ojos pero me costaba enfocar. Quise quejarme pero mis labios parecían sellados, había un traqueteo constante que me molestaba sobremanera, ¿podían callarse por un momento? Inspiré profundo, ¿por qué diantres me costaba tanto respirar?

Giré de nuevo mi cabeza y gemí ahogado entre mis labios cerrados porque me golpee con alguna cosa que no podía ver bien. Empezaba a despabilarme, me dolía un poco el estómago y empecé a mirar alrededor, estaba dentro de… ¿una caja? Traté de golpear la tapa o lo que fuera que estuviera encima, pero mis extremidades estaban demasiado débiles, intenté con mis pies, pero estaban atados, al igual que mis manos, un poco hinchadas por la fuerza del amarre, y mi boca con una cinta encima, eso explicaba muchas cosas. Comencé a asustarme, ¿sería un juego? ¿Por lo de la despedida?

A los diez minutos ya estaba completamente despabilado, mirando a todas partes muy asustado. Esto era aterrador, sentía que me asfixiaba ahí dentro, desesperado intenté golpear y gritar, pero no sé si es que siquiera me escuchaban, ¿y si me dejaban ahí? ¡Oh, por Dios, no quería morir! Comencé a golpear, cada vez más desesperado, eufórico, no podía toser, había un aroma a barro seco y polvoriento por doquier. Y la caja esa se bamboleaba y saltaba de tanto en tanto, no había duda, me estaban transportando. Chille, hasta casi quedarme sin fuerzas, y al fin se detuvieron. No dejé de quejarme y finalmente sentí ruido. Abrieron la tapa y la luz de la tarde me encegueció por completo.

—¿Ya despertaste? —me preguntó una voz que fue imposible identificar, aún me sentía embotado, pero el aire del exterior me avivó un poco—. ¡Arriba!

Esta persona, un alpha sin duda, me cargó fácilmente sobre su hombro, mi cabeza colgando a su espalda, me mareé tanto que tuve que cerrar los ojos con fuerza para no desmayarme de nuevo ¡Si será bruto! ¿No puede tratarme con un poco más de respeto? ¡Soy una maldita persona!

No sé muy bien que sucede, el movimiento no me sienta bien, quiero vomitar, pero con la cinta en mi boca no puedo. De pronto me tira al fondo de un carro tirado por dos… no sé, creo que son caballos, bueyes, burros, no lo sé, solo quiero hablar y no puedo. Mi torso se levanta tambaleante de tanto en tanto. Alguien me sujeta la cabeza contra el suelo.

—Vamos, rápido —da una orden y yo me retuerzo débilmente.

Ahora entiendo, la bebida, algo me dieron, porque normalmente no soy tan enclenque ¡Vamos! Si ejercito mi cuerpo prácticamente a diario. El viaje es imposiblemente largo, babeo contra la madera húmeda y asquerosa de ese carro, siquiera podrían haberme tirado un trapo debajo. Dormito de a intervalos, me despierto cuando me arrancan la cinta de la boca, jadeo como un perro, alguien me acerca un vaso con agua y bebo desesperado. Me hablan pero no entiendo bien, aún no puedo enfocar adecuadamente, mi cabeza está embotada, trato de hablar pero solo salen palabras malformadas de mi boca. Me deslizo hasta el suelo y me quedo ahí, estoy demasiado agotado.

Cuando despierto siento una fina llovizna que resbala por mi cara, suspiro varias veces, ahora puedo ver mucha vegetación alrededor, parece una especia de selva. Me doy cuenta porque ya no hay techo alguno, está un poco oscuro. Me acurruco en ese rincón cálido donde estaba, hundo mi rostro en la mullida superficie, lamiendo las gotas de mis labios, tengo sed de nuevo.

—No te duermas de nuevo, está oscureciendo, si el caballo trastabilla no podré sostenerte. Ya llegaremos y podrás comer a gusto.

La superficie mullida es el pecho de esta persona, levanto la cabeza un poco aturdido aún ¿Quién es? No tengo idea quien es, está demasiado oscuro, me resulta levemente familiar. Mascullo algo ininteligible e intento mantener la cordura.

—Aga… agacha cabeza… s-siempre… —No sé por qué estoy repitiendo eso, me siento tan cansado, pero no quiero caerme.

Con las últimas fuerzas me aferro a esta persona, entonces me doy cuenta que vamos en el lomo de un animal, seguramente un caballo.

—¿Dónde… dónde v-vamos? —pregunto en un susurro.

—A mi casa, una cabaña, falta poco.

—Necesito ir, al ba-baño.

—Aguanta, o hazte encima, no puedo detenerme, llegaremos en unos minutos de todas maneras.

—¡Ugh!

Mi vejiga dolía, supliqué un buen rato hasta que todo se detuvo, estábamos empapados por la lluvia, y no se dió cuenta lo mucho que yo temblaba para entonces. Este alpha me bajó fácilmente del caballo, chillé cuando sus pies dieron con el suelo, tantas horas atado y sin poder pararme me habían agarrotado los músculos. El hombre sacó un cuchillo y rápidamente me liberó de las cuerdas. Fuí donde unos árboles y al fin pude orinar a gusto. Volví a los trompicones, estaba completamente oscuro, a duras penas podía ver a dos palmos de mi rostro, menos con la lluvia y el aturdimiento que aún no me abandonaba.

Entré a la cabaña, adentro era otra cosa, había un hogar que el hombre estaba prendiendo. A pesar de que no estaba el fuego estaba mucho mejor ahí que a la intemperie afuera. El alpha me tiró una toalla al pecho, la agarré y me envolví en ella mientras observaba alrededor. Era una cabaña, claramente, parecía como de un cazador o algo así, a decir por las cabezas y cuernos pegados sobre la chimenea. Una vez que el fuego fue iniciado pude apreciar las facciones del alpha que me había arrastrado a ese lugar olvidado de Dios.

—¡Eres tú! —dije señalándolo acusador, mi mente avispándose más y más.

El tipo me miró con tranquilidad, dejó el rifle a un costado de la chimenea y procedió a quitarse el piloto y demás ropas mojadas. Prendió una lámpara de petróleo y me la ofreció.

—Allá están las escaleras, subes, segunda puerta a la derecha es tu cuarto, la primera es el baño. Hay ropa limpia en los estantes, te recomiendo que te cambies o te enfermarás y como ves no tenemos un sistema de salud muy actualizado por aquí. Anda.

—¿Qué? —Parpadeé sosteniendo la lámpara y luego le hablé con rudeza—. ¿Por qué me trajiste aquí? ¿Me drogaste?

—Era mejor así, para que no hicieras escándalo. Estás secuestrado —me contó tranquilo mientras encendía una pipa y me miraba impávido.

—Espera, no, espera, ¿secuestrado? ¿Es una broma, cierto? Escuchame eh... Eren, eres Eren, ¿no? ¿Por qué haces esto? —traté de razonar con tranquilidad, aun me costaba procesar mi estado actual—. ¿Qué intentas lograr? Mi familia no tiene dinero, no pagaran por ningún rescate, así que si piensas que vas a lograr algo, amigo, desde ya te digo que estás equivocado.

—Lo sé, tu familia no es la que pagará, sino la familia de tu prometido.

Lo miré aterrado, a través del brillo de las llamas naranjas del hogar, la cara de Eren se veía terrible y tenebrosa. Dejé la lámpara en el piso, tiré la toalla y corrí a abrir la puerta, pero no pude ir más allá de la galería. Allá afuera era una boca de lobo, la lluvia ahora caía torrencial y no había siquiera un brillo de luna para ver dónde pisar siquiera. No podría hacerlo esa noche, tendría que esperar, calmarme, recuperar energías y pensar bien. Sentí los pasos del alpha detrás de mí.

—Entra, Levi.

Las dolorosas palabras de mi profesora volvieron a taladrar mi mente.

"Agacha tu cabeza, sé sumiso y complaciente. Las feromonas calman la ira de tu alpha. Agacha la cabeza siempre, es lo que hace un omega perfecto"

Sin embargo nunca había sentido tantas ganas de rebelarme.

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By Luna de Acero.