¡Saludos a todos! Espero que estén pasando esta actual pandemia en sus casas; estén tanto ustedes cómo sus familiares en perfecta salud, tuve bastante tiempo en que no actualicé, pero aprovechando esta pandemia, les dejaré el siguiente capítulo para que distraigan un poco. ¡Sin más que decir, un abrazo!


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(El Crepúsculo, parte 1)

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El constante jadeo por el cansancio estaba dejando sin aire a la joven sacerdotisa, corriendo lo más rápido que podía por aquel bosque tan denso y que cada vez se hacía más oscuro.

Las ramas y espinas que sobresalían de las plantas, cortaban sus delgados brazos y piernas, haciéndola sangrar levemente. Pese a que con cada avance que recorría, iba lastimándose aún más; pero no sé detenía, si lo hacía, moriría.

La pequeña chica apretó lo más que pudo su báculo contra su pecho; aguantando la respiración y tratando de seguir corriendo lo más rápido que sus piernas le permitían, sin embargo, no pudo ver qué delante suyo había un gran hoyo, resbalando al instante y cayendo en este.

El golpe fue muy fuerte, haciendo qué la Sacerdotisa quedara realmente herida.

Tras el impacto, no pudo evitar soltar un llanto de dolor; había clavado varias astillas en sus piernas y algunas lograron atravesar sus costillas.

El ruido hizo que ese Gusano Gigante la localizarla con precisión, logrando llegar hasta el hoyo.

La joven sacerdotisa seguía gritando de dolor, había olvidado la razón del porqué andaba corriendo, ignoraba el peligro que tenía a pocos metros de distancia.

Con sus ojos cerrados, derramando lágrimas y todo su cuerpo adolorido, el Gusano de Caverna se abalanzó hacia ella, abriendo su enorme boca cubierta de cientos de dientes afilados.

La sacerdotisa ignorando por completo lo que se avecinaba, simplemente se desmayó; cayendo en un estado inconsciente y ajeno a lo que sucedió después.

Como si se tratara de la vida misma que se le escapaba, el Goblin Slayer apareció desde arriba, atacando salvajemente a la criatura; logrando llegar justo a tiempo y clavándole una daga en toda la cabeza, el Gusano al ser atacado por sorpresa, resultó gravemente herido, sacudiéndose violentamente.

La daga había perforado un poco la gruesa corteza de la bestia, haciéndolo sangrar.

Este acto había enfurecido a la criatura, pero más enfurecido se encontraba el asesino de duendes, el cual desprendía un ojo rojo desde su casco.

Con un acto heroíco, tomó otra de sus dagas y se abalanzó una vez más contra la bestia, pero esta fue más rápida y azotó con su cola al Goblin Slayer.

El golpe fue considerable; casi lo dejaba fuera de combate de un golpe, apenas podía respirar e intentaba levantarse. Sabía que la Sacerdotisa había caído en ese hoyo y si no actuaba rápido, posiblemente sería muy tarde para ella.

El Gusano se sacudió con fuerza una vez más y logró sacarse la daga; tirándola hacia el suelo, la criatura recuperó la compostura y localizó al Goblin Slayer, quien seguía luchando para levantarse.

La bestia se lanzó hacia él abriendo su enorme boca, pero en ese instante el guerrero logró girar hacia un lado rápidamente y esquivó por muy poco, el ataque.

La criatura sintió el movimiento del guerrero, así que se devolvió rápidamente hacia donde se encontraba este, pero tras un movimiento más rápido, el Goblin Slayer lanzó su daga hacia la criatura, clavándosela en la boca.

Tras esto, el gusano se sacudió con dolor otra vez y le permitió al Goblin Slayer levantarse y correr hacia el hoyo.

En el camino; tomó la anterior daga, giró y se la lanzó con fuerza a la criatura, cortando un poco su cuello.

La criatura; enfurecida, soltaba varios rugidos tanto de dolor como de furia, el ruido era muy fuerte, tanto que hizo que la joven sacerdotisa recobrara nuevamente la conciencia.

Al despertar, sintió un fuerte dolor en su costilla, haciéndola gritar de dolor.

El grito, llamó la atención del Goblin Slayer y se apresuró hacia ella, lanzándose de un clavado al hueco.

—¡Oye, oye! —le gritó él al sostenerla delicadamente y ayudarle a acostarse en su regazo. —¡Estarás bien! —le exclamó asustado, al verle su estado tan deplorable.

La Sacerdotisa seguía gritando de dolor y nuevamente, empezó a llorar.

El Goblin Slayer buscó rápidamente en su mochila de cintura, alguna poción de sanación; sacando con éxito una, allí le aplicó por el exterior a las partes más afectadas y después, le pidió a ella que bebiera.

Ambos; sin darse cuenta, fueron cubiertos por una intensa lluvia, la cual apareció repentinamente otra vez.

Truenos y relámpagos decoraban el cielo, haciendo qué la chica volviera en sí y ya algo más aliviada.

Ella fue calmándose un poco al ver como el dolor empezaba a desaparecer progresivamente.

Allí, miró al Goblin Slayer; el cual la miraba fijamente, pese a que llevaba su casco, sabía que la observaba con esos ojos tan misteriosos.

—G...Goblin… Slayer-san… —le susurró ella con una pequeña sonrisa de alivio.

El chico suspiró y le respondió suavemente. —Creo que habíamos acordado en que dejarías de llamarme así. —

La chica sonrió un poco más y trató de levantarse, cuando un fuerte rugido hizo que ambos dirigieran su mirada hacia arriba del hoyo.

El Gusano de Caverna estaba en cólera; ambos chicos intentaron tomar posición defensiva ante la arremetida de la criatura, pero en ese mismo instante en que se iba a lanzar contra ellos, el Wyvern apareció a la derecha de la criatura, saliendo del bosque y abriendo sus enormes fauces para agarrar por el cuello al Gusano.

El enorme dragón mordió fuertemente al gusano tumbándolo en el suelo y arrastrándolo por el lugar.

Los dos aventureros al ver esto desde abajo, se apresuraron a salir de allí antes que fuera demasiado tarde.

Aprovechando de que el gusano se librara del dragón e iniciara un combate entre ambos, los aventureros se escabulleron por el bosque sin mirar hacia atrás.

El Goblin Slayer tomó a la joven clérigo en sus brazos y cargó con ella a toda prisa, dejando atrás rudigos y estruendos.

Tras recorrer por el sitio a toda prisa, ambos llegaron a unas especies de cueva; dudando si entrar o no, ya que podrían tratarse de otras madrigueras de gusanos de carvernas, pero al sentir como las gotas de lluvia parecían retroceder, deterse el viento y observar como todo se oscurecía, rápidamente entraron lo más dentro posible.

La sacerdotisa conjuró su hechizo de protección y aguardó hasta que una onda expansiva golpeara toda el área.

Los minutos pasaron y vieron como todo parecía calmarse; incluso la lluvia estaba cesando una vez más, lo cual pudo significar que el Wyvern había abandonado el sitio.

Ambos aventureros dieron un respiro y se sentaron juntos.

—Eso estuvo cerca. —Aseguró el Goblin Slayer, haciendo una pequeña fogata con piedras y ramas del lugar.

La sacerdotisa asintió con su cabeza y tragó saliva, nuevamente miró al Goblin Slayer y le respondió.

—Muchas gracias… Goblin Slayer. —le dijo sin poder sonrojarse.

El chico asintió y le respondió. —Está bien. —pausó un poco y sorpresivamente le tomó una de sus pequeñas manos.

La chica se sorprendió y se ruborizó aún más.

—Me alegra saber que estás bien. —afirmó el aventurero.

Ciertamente, había sido una experiencia única para ambos; pese a que estuvieron en varias misiones en las que sus vidas estaban en peligro, esta parecía ganarse el premio.

Desde que se toparon con esa criatura voladora, no han podido tomar un respiro; aparte que no han podido hacerle frente siquiera, no sabían dónde estaban los demás aventureros y tampoco sabían cuánto tiempo estarían así.

La sacerdotisa estaba muy pensativa en eso, ¿Realmente hizo bien el haber venido a esta misión? Los dragones son inmunes ante la magia y aunque ella quería ser escéptica ante eso, no había podido hacer nada contra la criatura esa y mucho menos había tenido una oportunidad de hacerlo.

Era muy salvaje y violenta, incluso su habilidad protección era inútil ante el rayo negro. ¿Qué podía hacer para ayudar a sus amigos?

Estos pensamientos llamaron la atención del asesino de duendes.

—¿Qué sucede? —preguntó él.

La chica inmediatamente se sacudió y negó a su pregunta. —Nada, no es nada Goblin Slayer… Es solo que… Esta misión… —fue interrumpida por el chico.

—¿Es difícil? —completó él.

—Iba a decir que era aterradora… Supera nuestros rangos por mucho… —finalizó.

El aventurero desvió su mirada de ella y la dirigió hacia arriba. —Esto demuestra la gran diferencia entre los rangos de Oro, los Dragón Slayer y nosotros; los rango de Plata y los Goblins Slayers. —comentó él.

La joven clérigo lo miró fijamente y supo claramente a lo que se refería; si bien, los Goblins eran criaturas bastante terroríficas y siniestras, esto era mucho peor. Aunque no quitaba el hecho de que fueran emboscados y atacados por un extraño grupo de ellos.

La chica fue a comentarle pero justo en ese momento, sintió un dolor en su costilla, impidiendo hablar y estremeciéndose.

—¿Estás bien? —le preguntó él, acercándose a su amiga.

El aventurero la observó detalladamente y pudo notar que aún conservaba algunas heridas.

—¿Puedes intentar curarte? ¿Aún te quedan hechizos disponibles? —preguntó.

La chica intentó canalizar y pedir ayuda a la madre tierra, pero de encontraba muy debilitada y ya no podía mantener el efecto, por lo que no pudo convocar el hechizo heal.

—Es… Estoy algo débil… —murmuró muy por debajo ella, intentaba aparecer una luz con su mano pero desaparecía casi al instante.

—No te preocupes, recuperarás tus fuerzas. —aseguró el aventurero, asercándola a él.

Ella no podía evitar sonrojarse ante eso, literalmente estaba abrazada a su amigo; no podía quejarse ciertamente, era muy reconfortante y cálido.

La rubia sentía una grata sensación, pero le molestaba la armadura helada del Goblin Slayer, por lo que hizo un gesto involuntario al tener unos minutos su cabeza en la pechera.

—¿Qué sucede? —preguntó él.

Ella se terminó de despegar suyo y le dirigió la mirada. —Es… Me averguenza un poco decírtelo Goblin Slayer, pero tú armadura es muy incómoda. —

El aventurero guardó silencio unos minutos y posteriormente pasó a sacarse sus amarres.

La acción llamó la atención de ella, provocando que se exaltara.

—¿¡Qué… estás haciendo Goblin Slayer!? —preguntó muy ruborizada temiendo lo peor.

El joven se limitó a seguir quitando su armadura; dejándose únicamente su clásica ropa casual, de la misma manera, se quitó su amado casco, el cual ya se encontraba desgastado por la anterior pelea contra el gusano.

La sacerdotisa aún no se acostumbraba a verlo sin el casco, por lo que llevó sus manos a su boca.

—¿Qué sucede? —preguntó él, depositando todo su equipo al lado suyo.

La chica sacudió su cabeza rápidamente y le respondió. —Aún… Aún no me acostumbro a verte sin tu casco… Goblin Slayer. —

—Ya veo. —murmuró, para luego recordar lo que habían llegado ambos. —Lo siento, es un hábito. —

La sacerdotisa se rió un poco y sin poder evitarlo, se recostó en el pecho de su amigo, abrazándolo gentilmente.

—Muchas gracias por todo lo que haces, Goblin Slayer. —le dijo tiernamente con una sonrisa.

El chico involuntariamente mantuvo una expresión de sorpresa, teniendo su boca un poco abierta.

Ambos permanecieron abrazados un buen rato, mientras la hoguera iluminaba el lugar.

Todo estuvo en silencio hasta que el chico rompió el silencio.

—Has crecido. —comentó en seco.

La sacerdotisa abrió sus ojos como plato y lo miró extrañada. ¿A qué se refería?

Por un momento, ella esperó que se refiriera a sus pechos; lo cual se sonrojó al pensar en ello, desgraciadamente no se refería a eso.

—Aún recuerdo tu primera misión, en aquella cueva. Fue hace ya sus años atrás. —aseguró él

La rubia recordó cuando lo conoció, él la salvó de ser violada, comida o muerta por esa banda de Goblins.

Quizás tuvo suerte de conocerlo, quizás no, pero es gracias a él que sigue con vida.

No podía creer todo lo que habían pasado desde ese entonces, muchas aventuras, misiones, enemigos… Habían crecido tanto en edad como en experiencia.

Ella ya no era rango porcelana, ahora seguramente después de esta misión; si lograba sobrevivir, la ascenderían a rango Plata o hasta a Oro. ¡Todo era posible!

Su mente seguía recordando muchas cosas, como el cambio del Goblin Slayer; el cual fue pasando de alguien frío, apático, ajeno al mundo, entre otras cosas, a alguien tratable, amigable y todo un fiel y leal amigo.

—Tú también has crecido, Goblin Slayer. —la respuesta de la chica, hizo que el aventurero la mirara confundido.

Ella sonrió y le siguió hablando. —Ya no eres ese misterioso y frío asesino de Goblins, ¡Ahora eres un aventurero! Y también… un gran amigo. —le dijo cerrando sus ojos y regalándole una enorme sonrisa.

Este guardó silencio un rato y le sonrió levemente. —Gracias a tí, me he divertido mucho durante nuestras aventuras. —aseguró.

Ella estaba realmente sonrojada ante los halagos de su amigo, por lo que no pudo evitar contestarle con una pregunta curiosa.

—Ahora que lo pienso Goblin Slayer, ¿Nunca te llegué a molestar? —

—¿A qué te refieres? —preguntó confuso.

Ella suspiró y le contestó. —Es… Al inicio no era muy buena, casi no podía utilizar ningún hechizo útil… No tenía experiencia y era solo una niña… En cambio, me aceptaste en tu equipo pese a todo eso. —le aclaró.

Él no entendía muy bien a lo que ella quería llegar, así que le simplificó su respuesta. —Tenías determinación, una vez un alquimista me dijo que no importaba cuántas veces fracasaras o notaras que no avanzaras, mientras tuvieras determinación, podías alcanzar lo que quisieras… Aunque tomara su tiempo. —finalizó.

—¿Es por eso que siempres sigues adelante en tu misión de matar a todos los Goblins? —le preguntó ella.

Este asintió. —Muchas veces estuve dudoso de lograr conseguir mi camino, incluso cuando entrené con mi maestro… Pero cuando logras recordar el porqué haces algo, es allí donde logras continuar. —concluyó.

La chica sonrió y le asintió gentilmente, para luego recostarse en su regazo nuevamente…

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No muy lejos del centro del bosque, gran parte de los aventureros eran chamuscados por el voraz incendio que expulsaba el Wyvern desde el cielo.

Uno de los aventureros de rango plata, corrió lejos de allí; topándose con el equipo restante del Dragón Slayer, los cuales estaban escondidos detrás de unos arbustos.

—Maldición… —dijo entre jadeos el aventurero, escondiéndose detrás de un árbol. —Ya debemos quedar como 20 aventureros, si no es que menos… ¿¡Qué tipo de misión hemos escogido!? —preguntó aterrado por la situación.

La elfa arquera le mandó a callar desde su posición. —¿¡Quieres callarte!? ¡Llamarás la atención de esa cosa! —

El Enano le dijo lo mismo a ella.

El equipo diezmado, intentó camuflajearse con el entorno, ya que el Dragón Slayer les indicó que la visión de los Wyvern durante el vuelo, no es tan buena, al menos para los objetivos pequeños.

Gracias a esto, lograron conseguir evadirlo por el bosque que aún seguía intacto.

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—¿Cómo crees que estén nuestros amigos, Goblin Slayer? —preguntó la sacerdotisa.

Ambos aventureros seguían descansando uno junto a el otro, acostados en una pequeña parte de la cueva.

—Espero que bien, la mayoría debe de estar con el Dragón Slayer, él sabrá qué hacer con esto. —aclaró.

—Eso… Eso espero. —murmuró suavemente. —¿Tienes miedo, Goblin Slayer? —la joven chica aprovechó el momento y le preguntó curiosamente.

Este la miró confuso; lo había desprevenido con esa pregunta, él no apartó su mirada de ella y le respondió. —Ya he dejado de tener miedo. —Aseguró.

Ella frunció el seño ante la respuesta y se despegó un poco de él para retarlo con la mirada. —¿Alguna vez has tenido miedo? —

El aventurero desvió un poco la mirada; había perdido ante ella, primera vez que la joven sacerdotisa observaba tal cosa.

El Goblin Slayer suspiró por debajo y le respondió. —Solo una vez tuve miedo, fue muchos años después de perder a mi familia. —

La rubia se quedó asombrada al saber que su amigo; al igual que todas las personas, podía sentir miedo, era algo que jamás habría creído.

Y más, sobre la causa o razón por la que él tuvo miedo.

—Aquella vez, en las cañerías de esa ciudad… —pausó el joven al recordar ese fatídico momento. —Cuando fuimos atacados por el campeón Goblin y sus súbditos… Tuve miedo. —

La sacerdotisa estaba con los ojos tan abiertos como un plato, ese momento fue muy aterrador; sobre todo para ella, cuando el campeón Goblin le había mordido el brazo y casi se la comía…

Todos sus amigos se encontraban a punto de morir por los Goblins y el Goblin Slayer estaba tendido en el suelo, casi muerto después de recibir la fuerte embestida del campeón.

Sin duda, seguramente todos tenían miedo en ese preciso momento. La sorpresa para la chica fue escuchar las últimas palabras que le dijo en ese momento su amigo.

—Tuve miedo de que murieras. —

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El Wyvern sobrevoló una amplia zona del bosque, para después aterrizar en un peñasco rocoso.

Tras mirar el amplio paisaje, se notaba como gran parte del bosque estaba incinerado y solo una muy pequeña zona, estaba libre del feroz incendio.

El dragón extendió sus alas y dió un fuerte rugido, para dirigir su mirada en un pueblo no muy lejos de allí.

La criatura se abalanzó y batió sus alas para emprender el vuelo a su nueva dirección.

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La casa del Goblin Slayer estaba intacta en el exterior, pero en el interior… La sangre de una matanza se esparcía entre la puerta y las ventanas, algunas sillas y utensilios estaban manchadas de este líquido rojizo.

El encapuchado salió de allí, mientras cargaba consigo en su hombro, el cuerpo de la Cow Girl.

Varios de los Goblins aún seguían masacrando el lugar, matando las vacas, caballos y demás criaturas adyacentes.

En ese mismo momento, un rugido se logró escuchar desde la distancia, captando la atención de todos.

El Alto Señor Goblin murmuró al ver como unas nubes de lluvia se formaban a la lejanía.

—¿Viene para acá? Imposible… Eso complica otra vez las cosas. —éste miró como la Cow Girl intentaba recuperar la consciencia, haciéndolo sonreír de inmediato. —Supongo que ya va a ser hora de comenzar con lo planeado. —tras decir esto, hizo un gesto con su mano y abrió un portal frente a él. —Bien, ya tengo una, falta un par más y la futura madre de mis bebés… Veamos si ésta vez sí funciona, ya me tienen harto de viajar al pasado. —murmuró mientras desaparecía en el portal…

Continuará.