Capítulo 10: Cenizas

— Hola profesor Callagham.

No podía creerlo, estaba vivo. La impresión era tan fuerte que casi se sintió desfallecer. ¿Cómo era esto posible? Aún en su estado de impresión pudo notar que la persona delante de él, muy a su pesar, ya no era aquel chico que una vez le causó orgullo y llegó a apreciar tanto. Ahora era todo un hombre, esos ojos que alguna vez tuvieron aquel brillo especial en su mirar, ahora eran fríos, vacíos y carentes de vida. Bajó la cabeza, desviando la mirada de su ex-alumno, sintiéndose completamente culpable.

— ¿Qué pasa Profesor? ¿Acaso no está feliz de ver a su querido alumno? —La voz cínica de Tadashi lo devolvió a la realidad.

— Tú… No puede ser… El incendió… —El pobre balbuceo de Callagham y sus palabras no hicieron más que sacarle una amarga risa al pelinegro.

— Míreme —pidió con frialdad, Callagham dudó unos segundos en hacer lo que le pedía, finalmente lo miró— Estoy vivo y no gracias a usted precisamente.

Lo sabía, cuantas veces no se había reprochado eso, el no haberlo salvado, dejándolo atrás simplemente por el simple capricho de una venganza. Que al final solo hizo que perdiera más tiempo de vida con su hija y que lo dejara morir a él. Era un ser despreciable.

— ¿Có…Cómo? —Y es que no pudo evitar que la pregunta saliera de sus labios.

Sonrió, sabía que le haría aquella pregunta…

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5 años atrás

¡Tadashi no! —Gritó Hiro desesperado tomándolo del brazo.

Miró a su pequeño hermano, sintiendo la adrenalina correr por todo su cuerpo, un fugaz déjàvu de un triste recuerdo vino a su mente. Alterado, siguió mirando a Hiro por unos segundos antes de mirar el caos frente a él, tomando una decisión, que sin saberlo, cambiaría su vida para siempre.

Decidido volteó a mirar a su hermano y usó las mismas palabras.

Callagham está ahí, no puedo dejarlo, comprende —girándose con rapidez, corriendo hacia el edificio en llamas.

El gas toxico y las abrasadoras llamas le dieron la bienvenida al lugar, tosió como respuesta sintiendo sus pulmones arder, cubrió su boca y nariz en el acto mientras se adentraba más, evitando el fuego. Escuchó una explosión a su espalda causando que parte del techo se empezara a venir abajo, como pudo esquivó los pedazos que por poco le caen encima.

No podía dejar morir a Callagham. Había sido como un padre para él, siempre alentándolo a ser mejor y superarse cada vez más a sí mismo. Con esto en mente, controló su miedo y se apresuró a encontrarlo. Tras esquivar llamaradas, objetos en llamas y partes del techo que caían incendiadas, sin contar el aire toxico, finalmente, pudo ver la espalda del profesor a varios metros de él.

Mientras hacia todo lo posible por llegar a él, observó como Callagham se colocaba el neurotransmisor creado por Hiro, controlando a los microbots, para acto seguido transformarlos en una esfera a su alrededor, usándolos como escudo.

¡Profesor! ¡Cof! ¡Pro-

Sintió de pronto como era tacleado fuertemente, cayó aturdido al piso, asfixiándose por los gases tóxicos.

¡Identifícate! —apenas pudo oír el grito de su agresor, intentando débilmente enfocar su vista nublada— ¡Que no me oyes! ¡Identifícate! —Su voz era distorsionada por la máscara anti gas que llevaba, impidiéndole a Tadashi ver su rostro.

Aun aturdido y tratando de respirar luchó por levantarse, viendo todo borroso. El sujeto al ver su acción se apresuró hacia a Tadashi. Antes de que siquiera pudiese tocarlo, parte del techo se desplomó sobre ellos.

Voces, escuchaba voces a lo lejos. Dolor, sentía dolor por todo el cuerpo. Ardía, su pecho ardía. Olor, un repugnante olor a carne quemada. ¿Dónde rayos estaba? Apenas y podía respirar. Respirar le dolía. Quería que todo acabara ya.

¡Apresúrate Imbécil! ¡Se está muriendo! — ¿Una mujer? Se preguntó.

¡Casi llegamos! —Le respondió una voz gruesa. ¿Quiénes eran ellos?

¡Avisen a esos médicos ineptos! —Gritó de vuelta la mujer ¿Médicos? ¿Qué estaba pasando?— Por favor aguanta, tranquilo todo estará bien… —escuchó susurrar a la mujer.

Dios, que termine todo, deseó.

Y todo se volvió negro después…

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Abrió los ojos con pesadez, volviendo a cerrarlos de golpe, en respuesta por la gran luminosidad del lugar. Intentó hacerlo más despacio esta vez, pestañando un par de veces antes de poder acostumbrarse a la luz.

¿Dónde estaba? No reconocía el lugar, todo era blanco y olía fuertemente a cloro. Se esforzó en recordar algo, no pudo, su cabeza dolió de solo intentarlo. ¿Qué demonios tenía puesto? ¿Un respirador? Hasta ahora se había dado cuenta que le costaba respirar. Hizo el intento de incorporarse, fue cuando se dio cuenta de su estado, estaba completamente vendado. Ladeó un poco su cabeza a la izquierda, soltando un leve quejido de dolor, aun así, pudo ver que estaba conectado a una bomba de infusión, la misma le suministraba suero.

Con todas sus fuerzas, volteó su cabeza al lado contrario, un monitor registraba sus signos vitales. ¿Dónde estaba? Tadashi no aguantó más, entró en shock, su cuerpo empezó a convulsionar y sus signo vitales se mostraron alterados en el monitor, dando aviso con un alarmante pitido.

En menos de 10 segundos, estuvo rodeado de enfermeras y médicos.

¡Ha entrado en shock! ¡Preparen todo!

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Es posible que no recuerde nada cuando despierte —escuchó a lo lejos.

Su subconsciente había despertado, pero por alguna razón no podía despertar por completo.

¿Está seguro? —La voz femenina se le hizo familiar.

Ha sufrido grandes daños a su sistema nervioso, es bastante probable.

¿Cuándo despertará? —Su voz sonó calmada, imponente, esperando una respuesta del hombre.

No lo sabemos, ha entrado en coma y…

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No pudo seguir escuchando.

¿Quién soy? —susurró al aire.

Viendo a través de la ventana, inmerso en sus pensamientos. Todos los días se hacia la misma pregunta, una y otra vez. Desde que había despertado, era lo único en que podía pensar. Y… Eso era lo que siempre le preguntaban.

Había durado 2 años en coma según los médicos, le dijeron que había sido un accidente, un incendio. El sesenta por ciento de la superficie corporal quemada, las posibilidades de sobrevivir eran realmente bajas, sin embargo, ahí estaba, vivo. Sin recuerdos, pero vivo. Asistía a rehabilitación todos los días, hace un mes que pudo caminar, después de casi 1 año intentándolo. Aun no podía correr, al menos avanzó bastante, o eso era lo que le decían los enfermeros intentando animarlo.

¿Cómo había llegado ahí? No conocía a nadie. Por más que preguntaba, siempre ignoraban sus preguntas, solo le decían que debía recuperarse. Pero…

¿Por qué sentía que había olvidado algo importante? ¿Por qué aquel vacio en su pecho?

Todos los días, al despertar, se forzaba a recordar. A veces tenía sueños, sueños de él riendo junto a otras personas que ni recordaba. Sueños con un niño que le hablaba, sueños que se sentían cálidos y tan distantes a la vez. Cuando los tenia, se levantaba llorando ¿Por qué? No lo sabía. No sabía nada, solo lo que los médicos le dijeron, un accidente, pero ni siquiera eso recordaba.

Estas muy pensativo hoy —el comentario de aquella mujer lo sacó de su mundo. Ni siquiera a ella la recordaba, no la conocía y aun así solía visitarlo a menudo. ¿Por qué? No tenía ni la menor idea.

Umnn…

Vaya que comunicativo estas hoy —su sarcasmo causó que él rodara los ojos, ella lo ignoró— ¿Cómo estas hoy?

No he podido recordar nada —respondió tajante, ignorando su pregunta, después de todo eso era lo único que quería saber. Eso era lo único que todos ansiaban saber, incluyéndolo.

Ella no dijo nada, solo se dispuso a recorrerlo con la mirada. Intentando descifrar lo que pasaba por su mente. Él sintió incomodidad por su escudriño.

Kuriko… —llamó con voz calma, ella contestó con un sonido de garganta, incitándolo a continuar— ¿Quién soy?

Ella suspiró. Desvió la mirada, mirando a cualquier punto menos a él. Transcurrieron largos minutos, pero nunca respondió, solo se levanto y se fue de ahí sin más. No le sorprendió que ella lo dejase así sin más, ya estaba acostumbrado a eso.

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¿Qué estás diciendo?

Tus padres fueron asesinados Tadashi… Al igual que mi padre… —No podía creerlo, debía ser un error, Kuriko le estaba mintiendo.

¡Mientes! Ellos… Ellos murieron en un accidente… ¡Nuestra casa se incendió! —Bramó mirándola furioso. Ella no contestó, se le quedo viendo seria, solo después de un rato se movió de su sitio, buscó en un cajón y le lanzó una carpeta.

¿Qué es eso?

Expedientes —Tadashi la miró sin entender— son los expedientes de la autopsia de tus padres —explicó sin más.

Las manos le temblaban, su cuerpo parecía querer traicionarlo en cualquier momento, pensó que iba a desmayarse. ¿Sería verdad? ¿Qué dirían aquellos documentos? Tendría que averiguarlo. Armándose de valor, los tomó lentamente, viendo de vez en cuando de reojo a Kuriko.

Abrió la carpeta como pudo, empezó a leer y deseó nunca haberlo hecho.

"Maemi Hamada"

Examen externo:

La victima posee diversos hematomas por todo el cuerpo.

Examen Interno:

Hay desgarre en la zona vaginal de la víctima, signo de que fue brutalmente violada.

Causa de muerte:

Asfixia. La víctima fue asfixiada, las marcas en su cuello, la compresión de las arterias carótidas y el desgarro de los cartílagos de la laringe, confirman que la victima ha sido estrangulada.

"Tomeo Hamada"

Examen externo:

La victima posee quemaduras, laceraciones en los brazos y hematomas en el pecho.

Examen interno:

Dos costillas rotas y fractura en la muñeca izquierda.

Causa de muerte:

Degollamiento, profundo corte de la vena yugular. Murió desangrado.

Cayó fuertemente sobre sus rodillas, la palidez y el frío sudor adornaban su rostro. Sintiendo unas tremendas ganas de vomitar. Debía ser mentira, no podía ser cierto.

Sobornaron a los policías, forenses y médicos. Lo encubrieron todo… Dijeron que no habían encontrado sus cuerpos, que habían sido calcinados por el fuego —contó Kuriko con suma tranquilidad, mirando a la nada— pero la realidad es que fueron asesinados a sangre fría. Mataron a mi padre dos años después…

¿Por qué…? —Preguntó a duras penas, sin poder recuperarse de la impresión.

Es mejor que te calmes y serenes tu mente antes de contarte todo…

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— Quizás deba agradecerle profesor —confesó con ironía pues gracias a usted encontré la verdad.

Callagham seguía cabizbajo, todo lo que le había contado Tadashi, todo lo que sufrió, era tan irreal y al mismo tiempo la atroz realidad. ¿Cómo pudo pasar por todo eso? Era culpa suya, si tan solo hubiese mirado atrás, si tan solo no hubiese sucumbido a la venganza. Abrió excesivamente los ojos. Venganza. No, no podía dejar que Tadashi cayera en ese camino, había cometido ese error, no dejaría que él lo cometiese, debía convencerlo de desistir.

— Tadashi… La venganza no te hará bien, te destruirá… Créeme lo sé… —Confesó afligido— Cometí el gran error de dejarte atrás por una absurda venganza, por favor… por favor no cometas el mismo error… —el pelinegro no respondió, solo lo miraba serio.¡Piensa en Hiro! Debes…

— ¡Silencio! —Bramó cortándolo, no quería oírlo— Como te atreves a… ¡Decirme toda esa mierda! Aspiró con fuerza tratando de calmarse Tú provocaste todo esto… Tú… Había perdido la paciencia. Sin pensarlo dos veces se despojó de la fina americana, la corbata y la camisa de seda blanca, importándole poco que los botones salieran disparados ante la fuerza y la rudeza, dejando su torso al descubierto ¡Mira bien lo que hiciste! ¡Por culpa de tu error ahora tengo que vivir con esto! ¡Por culpa de tu maldito error como lo llamas, se convirtió mi vida en cenizas!

El profesor veía horrorizado la piel deformada y enrojecida del pecho de su alumno, se extendía por todo el torso a lo largo de los brazos, perdiéndose en la espalda y pantalones, subiendo hasta el cuello por la parte izquierda. Dios ¿Qué le había hecho? Se sintió mareado de la impresión y sin poder evitarlo vomitó hacia un lado.

— ¿Qué pasa profesor? ¿Fue demasiado para usted? Se burló Tadashi ante su reacción.

— Lo siento… yo…

— Ahórrate tu miserable disculpa Callagham cortó abruptamente No te he traído aquí para eso… Escucha bien, me ayudarás con mi venganza quieras o no. Cooperarás por las buenas o por las malas. Tú eliges.

Robert Callagham miró a Tadashi a los ojos ¿Ayudarlo con su venganza? Prefería morir, no iba ayudar a su antiguo alumno a hundirse en ese barco, ya suficiente mal le había causado. Si morir a manos de Tadashi era su castigo, entonces, que así sea.

— No… ¡No voy a ayudarte Tadashi! Gritó con firmeza, Sin apartar su mirada de la de él.

— Por las malas será…

Tadashi se hizo a un lado, se abrió una compuerta a su espalda, dejando ver una pared de vidrio que daba a otra habitación. Su hija estaba amordazada y atada en una silla, al igual que él. La mirada de miedo envuelta en lágrimas que le dio, lo destruyó por completo. Su querida hija no, todo menos eso.

— ¡No! ¡Abigail! Miró suplicante a Tadashi ¡Déjala ir! Ella no tiene la culpa de nada.

El Hamada hizo oídos sordos y le hizo una señal a Kuriko, quien había aparecido segundos atrás y se había colocado al lado de Abigail. La Yoshida captó el mensaje y sonrió con malicia, tomó una jeringa que contenía un espeso líquido, para acto seguido inyectársela en el brazo a la hija del profesor, que aterrada se removió con fuerza en la silla.

— ¡No! ¿Qué le han hecho?

— ¿Ha oído de la muerte por cianuro Callagham? Dicen que es muy… dolorosa… Comentó como si nada poniéndose la camisa. Una dosis alta puede matar a una persona en menos de cinco minutos, a menos que se le inyecte un antídoto claro agregó con simpleza.

— Por favor Tadashi… Mi hija no… Te lo suplico, no mi Abigail… Le imploró llorando, no quería perder lo único preciado que tenia, no de nuevo.

— Entonces, acepta. Si quieres salvarla y mantenerla a salvo, acepta. Harás todo lo que yo diga.

Callagham miro a su hija, sufriendo y convulsionando, el veneno ya estaba surtiendo efecto. Aspiró con fuerza y con decisión miró a Tadashi. Se rindió.

— Acepto murmuró derrotado.

Kuriko le inyectó el antídoto a Abigail, segundos después, toda su agonía había acabado. Le dirigió una mirada a su padre llena de tristeza, su padre le correspondió con una de consolación, diciéndole silenciosamente que todo estaría bien. Después de todo ¿Qué no haría él por su hija? Las cosas que hacía por amor a ella…

— Te arrepentirás de todo esto Tadashi le comentó serio sin mirarlo. El aludido río ligeramente, dirigiéndose a la salida.

— El mundo es cruel… Profesor.

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Un pitido, uno muy largo y molesto, solo podía escuchar ese pitido. Sumergido en una profunda oscuridad. Deseó despertar, tenía que despertar. Y el pitido continuaba invadiendo sus oídos, era realmente molesto. Intento sentir su cuerpo, quizás mover los dedos le ayudase a despertar. Sintió un fuerte agarre en su mano derecha ¿Qué lo sujetaba? Se sentía cálido. Debía despertar. ¡Despierta!

Abrió los ojos de golpe, su vista dio de lleno con un techo blanco y alumbrado. Parpadeó un par de veces acostumbrándose. Permaneciendo unos minutos así, con la mirada fija en el techo, recordando, recordando cómo había llegado ahí.

"Ves… eres solo un tonto niñato… No puedes contra mi Hiro Hamada"

"No te mataré, no hoy… Y no así, quiero divertirme contigo mucho más…"

Cerró los ojos con fuerza, con la respiración agitada. Con un solo pensamiento en su mente. Odio. Odiaba esa maldita mujer.

— ¡Hiro! ¡Oh por Dios! Cass exclamó entre sorprendida y aliviada, para después salir corriendo ¡Un médico por favor!

Pero nada de eso le importó a Hiro. Baymax había sido destruido, lo sabía, lo había visto antes de desvanecerse y se culpaba realmente por ello. Sus amigos también debían estar heridos. Su enojo y odio crecía conforme iba pensando es todo. Había sido derrotado de manera humillante.

Había fallado, como héroe, pero sobre todo había fallado como líder, como amigo.

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— ¿Segura que estas bien? No has dormido nada últimamente Honey veía preocupada a su amiga, que caminaba de un lado a otro mientras se secaba el cabello con una toalla.

— Honey estoy bien, me he desvelado muchas veces antes y lo sabes… Respondió la Tomago fastidiada por la insistencia de su amiga.

— Si pero antes no habías tenido que vigilar San Fransokyo tu sola, ni tener que encargarte de los villanos todas las noches Refutó molesta por la actitud de la pelinegra.

— Fred me ayuda. Alzando los hombros de manera despreocupada.

Honey solo rodó los ojos y suspiró dándose por vencida. Era tiempo perdido hacer entrar en razón a la terca de su amiga. Si, quizás su novio la ayudara y eso la aliviaba un poco. Pero sabía muy bien que Gogo solía sobre exigirse, como en esos momentos. Se notaba a lenguas que no había descansado en días. Comprendía perfectamente que la estaba pasando mal, ella también estaba preocupada por Hiro, sin embargo, no estaba de acuerdo con la actitud de la Tomago. Forzarse de esa manera, no haría que Hiro se recuperase de la noche a la mañana.

Se sentía inútil por no poder ayudarla, la fractura en su brazo duraría unas semanas y Wasabi tardaría igualmente en sanarse de su fractura en la pierna. Realmente temía que Gogo se enfrentara sola a esa mujer. Era peligrosa, tenía muchas armas debajo de la manga. Había destruido sus trajes, como si nada, sin contar que había destruido a Baymax también, nunca había pasado algo así y realmente le asustaba que le hiciera algo a su amiga.

— Gogo…

— Umnh…

— Prométeme que tendrás cuidado con esa mujer murmuró mirándola con infinita preocupación.

— Honey…

— Si, ya sé que eres fuerte pero… ¡Tengo miedo Gogo! No quiero que te hagan daño susurró al borde de las lágrimas.

Esto enterneció a la Tomago y rápidamente se acercó a su emotiva amiga, para rodearla en un abrazo.

— Hey tranquila, todo estará bien… —susurró dulcemente acunándola en sus brazos.

— Promételo…

— Lo prometo Honey, tendré cuidado, ya no mas drama ¿Si?Honey satisfecha asintió devolviéndole aquel abrazo. Estuvieron un rato así. Fueron interrumpidas por el tono del celular de la pelinegra. Apresurada y con delicadeza al mismo tiempo, se separó de la rubia y atendió sin fijarse en quien era.

— ¿Diga?

— Gogo, Hiro despertó esa noticia fue su mayor felicidad.

Tadashi se vestía con un fino traje mirándose fijamente en el espejo. Después de haber destrozado su anterior vestimenta en su arranque de ira. Fue incapaz de contenerse, había mucha furia dentro de él y aquel encuentro con Callagham lo había sacado de sus casillas. Mucho más cuando menciono a Hiro.

Hiro. Bufó molesto por pensar en él, no era momento de ponerse sentimental y ser débil. Cumpliría su venganza.

— Bonito traje ni siquiera se sorprendió al escuchar la voz de Kuriko Te sienta bien…

— Si tú lo dices.

Ella lo observó por largos segundos sin decir nada más. Tadashi sabía que aquello no era bueno, lo estaba estudiando, evaluándolo. Buscando silenciosamente un indicio de debilidad en él.

— ¿Qué diablo te pasó Tadashi? No deberías perder el control así, te hace ver débil —soltó al fin sacándole en cara su actitud anterior.

— Eso no volverá a pasar —alegó sin mirarla.

— Eso espero —murmuró recesándose en la cama del pelinegro— Y espero que ese vejestorio en verdad te ayude. Y antes de que lo menciones, si encontraré el maldito chip.

— ¿Qué haces perdiendo el tiempo entonces? —Preguntó con enojo— Aun no te has aliado con Krei. Dijiste que con los Grandes Héroes fuera del camino lograrías que el aceptaría unirte a ti.

— Tu encárgate de lo tuyo y yo me encargaré de lo mío Hamada.

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Corría desesperada por los pasillos del hospital, haciendo caso omiso a los gritos de su amiga tras ella. Necesitaba verlo, lo ansiaba con todo su ser. Necesitaba ver realmente que había despertado y se encontraba bien. Toda esa agonía durante esos días, se esfumó en cuanto Cass le dijo que Hiro despertó. No lo pensó dos veces y salió corriendo. Tuvo que aceptar la idea de Honey de ir en taxi, puesto que estaba muy alterada para conducir, las manos le temblaban a tal punto que las llaves de la moto se le resbalaban de las manos. ¿Por qué los pasillos se le hacían tan largos?

Por fin dieron con la habitación del Hamada y sin meditarlo dos veces, abrió la puerta de golpe. Sus ojos se encontraron con los café de Hiro y solo en ese momento pudo volver a respirar. Acortó la distancia en segundos, tomando su mano con delicadeza, besándola segundos después.

— Me asustaste idiota —susurró mientras pequeñas lagrimas se le escapaban.

Hiro alargó su mano libre hasta su rostro, limpiando las lágrimas de su novia. Sintiéndose realmente fatal por hacerla llorar de aquella manera, mas sabiendo lo fuerte y orgullosa que era. Verla así tan vulnerable, provocaba una punzada en su pecho.

— Lo siento Gogo… —habló arrastrando las palabras, su garganta ardía.

Ella solo negó afligida— No es tu culpa, debí haber estado allí contigo —se lamentó apretando su mano y cerrando los ojos.

Lo peor ya había pasado, o al menos eso pensaba la Tomago, quien no se separó de Hiro en ningún momento. Cass estaba aliviada de que su sobrino haya despertado, el doctor le dijo que debía quedarse internado aunque sea unos días más por precaución. A pesar de haber despertado del coma, había la posibilidad de que volviese a recaer. Y sus otras heridas y fracturas debían ser tratadas con sumo cuidado. Cass obviamente no se negó. Hiro en cambio no estuvo de acuerdo. Quería salir ya de ese lugar. Debía reconstruir a Baymax y los trajes, debían acabar con ella, antes de que hiciera más daño.

Le fue imposible convencer a su tía y a su novia, así que solo se resigno a que tendría que esperar unos días para salir de ese lugar.

Gogo y el no tocaron el tema de su anterior disputa. Y ambos decidieron que por el momento era lo mejor. Aunque Hiro no le dirigía mucho la palabra, ella simplemente estaba feliz de que se encontrase bien y eso era suficiente para ella.

El resto del equipo fue a visitarlo. Hiro se sintió mal al ver a Honey ya Wasabi, alegando que todo había sido su culpa. Sintiéndose cada vez peor. Ellos respondieron que no era solo su culpa, bajaron la guardia, se confiaron del enemigo y el resultado fue una inminente derrota. Hiro agradeció el gesto de sus enemigos de animarlo. Todo iba bien hasta que Fred habló de más y le contó al Hamada que él y Gogo se habían hecho cargo de vigilar la ciudad, encargándose de los villanos y de la misma mujer que los había de derrotado.

— ¿Por qué no me habías dicho? —Preguntó molesto a su novia una vez se quedaron solos.

— Hiro cálmate ¿Quieres? —pidió preocupada, no quería que se alterara, podría hacerle mal.

— Has estado arriesgando tu vida y ¿Me pides que me calme? Estás loca Gogo, es peligroso.

Ella suspiró y se cruzó de brazos recargándose de la pared más cercana. En algún momento iba a estallar una pelea entre los dos, sea por una cosa o la otra. Desde que Hiro despertó, había notado lo distante que estaba de ella y lo indiferente de su trato hacia ella. Quizás aun seguía molesto por la ultima discusión que tuvieron, sin embargo, ella no tocaría ese tema, no ahora y menos con Hiro así, tan afectado tanto física como mentalmente. Así que aspirando calmadamente, decidió cortarlo por las buenas.

— Hiro, no podía dejar San Fransokyo desprotegida. Tenía mi traje, no podía simplemente desentenderme de mi deber. Prometimos defenderla ciudad a como diera lugar —explicó suavemente bajo el ceño fruncido del pelinegro— De no haber hecho nada la ciudad ahora mismo estaría en caos, o peor aun en ruinas. Todos se enteraron de… —intentó hallar las palabras, sabía que era un tema delicado para Hiro— Bueno ya sabes. De todos modos no estuve sola, Fred y Mini-Max están conmigo.

— Es peligroso Gogo —fue lo único que dijo desviando la mirada— Te prohíbo que lo vuelvas a hacer.

Eso fue la gota que derramó el vaso. Si algo odiaba la pelinegra era que le prohibiesen las cosas.

— Haré lo que me dé la gana Hamada —sin siquiera darle oportunidad de responder, salió de aquella habitación. Era un idiota desagradecido.

— Perfecto. La volviste a cagar Hiro.

Cada vez se alejaban más…

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