Camino apresurada entre los estudiantes que se encontraban cerca a la entrada trasera de escuela, el olor a hierba la llenaba de náuseas.
- Hola Swan... - susurraban para molestarla.
- Swan...
Algunos mandaban pequeños besos.
- Yo puedo ser tu papi cariño...
Se reían entre ellos como yenas mientras ella entraba apresurada a la escuela.
Como siempre los pasillos estaban atiborrados de estudiantes que susurraban a sus espaldas y le lanzaban miradas.
- Vamos Bells. No podemos llegar tarde. - Angela tomó su mano para llevarla al salón rápidamente. Era una buena amiga jamás la había dejado de lado.
Derek las esperaba ya dentro del salón y las saludo entusiasmado.
- ¿Cómo te sientes hoy?
- Bien. Gracias Derek. ¿Qué tal tu cita de ayer?
Su amigo le sonrió dispuesto a contarle todos los detalles jugosos del defensa del equipo de basquetbol que salía con él en secreto.
El maestro entró minutos después y cerró la puerta. Odiaba las tardanzas.
- Saquen sus tareas ahora. - No saludó. Era obvio que su malhumor sería utilizado en contra de sus alumnos.
La puerta fue abierta bruscamente. El rostro del maestro fue cubierto de ira.
- ¡Masen!
- Buenos días. - contestó sin vergüenza entrando al salón como dueño y señor.
- ¡Es tarde!
- La puerta no estaba completamente cerrada. - contestó encogiéndose de hombros y caminó desgarbado hasta su pupitre.
- ¡Te echaré!
Edward lo retó con la mirada. Todos guardaron silencio.
El timbre de inicio de clases sonó en ese momento dándole la razón al cobrizo que desde su asiento sonreía burlón.
El hombre no podía mandarlo a dirección sin argumentos, además que su séquito sería capaz de testificar en contra suya.
Con rabia empezó la clase.
Bella odiaba la primera hora. Detestaba escuchar a Masen y sus brabucones hacer bromas y lanzar papeles por doquier. No dejaban que prestara atención a la clase.
- Swan... - le susurró uno que estaba sentado justo detrás de ella. - Oye Swan. - insistía el tipo cuando lo ignoró. - Hasta que lanzó un mensaje en una bola de papel.
En el receso. ~A.C
No desechó el papel porque sabia que alguien podía leerlo y estaría marcada de por vida. Con rabia lo enterró en su mochila para olvidar su existencia.
Como todos los días en ese infierno ignoró las bromas y estupidos comentarios que hacían mientras se escabullía entre los pasillos luego de escapar de la cafetería. No podía quedarse porque no aguantaba los distintos olores que se combinaban en ese lugar.
Busco en su casillero la ensalada de frutas que preparó para no tener que comprar nada y desperdiciar dinero. Se colocó los audífonos lista para partir hacia su camioneta como siempre pero recordó el maldito papel que quemaba su mochila. Tomó precauciones y esquivó ciertos pasillos desiertos donde sabía que él esperaría.
Su camioneta la recibió afuera de la escuela. Al fin sintiéndose tranquila encendió el estéreo para poner Linkin Park a todo volumen y empezó a comer su ensalada.
Pero luego recordó que era tonto de su parte pensar que podría relajarse y escapar de él. Unos golpes fuertes en su ventana la alertaron.
- Abre. - exigió desde afuera mirando nervioso a los costados.
Bajó el vidrio sólo lo necesario para hablar.
- Lárgate Masen. - gruñó. - Tus lacayos te pueden ver, deben estar buscándote para lamerte las botas.
El cobrizo sonrió al escucharla.
- Les dije que tengo un plan para este receso. Ya sabes. - le sonrió socarrón. - Algo rápido.
La castaña empezó a cerrar su ventana pero la vejez del auto le jugó una mala pasada por su lentitud al subir el vidrio. Edward aprovechó para meter su brazo y abrir la puerta por adentro.
Subió en veloces movimientos bruscos y rápidos se colocó en la camioneta. Bella gritó asustada ya que fue aventada al otro lado de la camioneta.
- Aún no te toque. No grites. - se burló el cobrizo recostándose sobre ella.
- ¡Aléjate! - le gritó golpeando sus hombros fastidiada.
- Oh vamos. - gimió el hombre buscando sus labios. - Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez.
- Nunca más en tu vida me tocarás, idiota. - su voz llena de asco lo lastimó pero arregló rápidamente su expresión.
- Nunca digas nunca. - se acercó de nuevo a sus labios.
- ¡Me estas aplastando! - le aviso alterada.
El cobrizo se apuró en acomodarse mejor y ella aprovechó para quitárselo de encima.
Molesto por su escape se acercó para abrazar sus hombros.
- Estaríamos más cómodos en tu habitación. - su voz cadenciosa se acercó a su oído. - Ayer fui... no pude abrir tu ventana.
Bella empujó su brazo alejándolo de ella.
- Hable con mi madre. - el cobrizo se puso pálido. - No por lo que piensas, cobarde. Le pedi que ponga pestillo a mi ventana y al fin pudo hacerlo. Ahora podré dormir tranquila sin tener que soportar tus estupideces.
El hombre a su lado golpeó fastidiado el volante.
- ¡Maldita sea! Hablaré con ella o ... - desesperado tiró de sus cabellos.
- ¿Hablarás con mi madre? - se burló. - Te orinas encima cuando la menciono y ahora dices que la convencerás de quitar el pestillo de mi ventana. - su risa sonó a campanas y Edward parecía hipnotizado por sus palabras. - Eres realmente un caso de estudio Masen.
Humillado apartó la mirada, ella tenía razón.
- Haste un favor Masen y deja de acercarte tanto a mí. Hace meses no querías ni verme y ahora te comportas como un maldito acosador.
- Te extrañe. - admitió suavemente en su oído. Quería seducirla pero ella ya estaba vacunada contra cualquier efecto Masen.
- Yo no. Así que aléjate. - gruñó molesta alejando su mano que intentaba llegar a su muslo.
- Bella... - suspiró. - Dios... me vuelves loco. Sólo una vez más... te juro que no te vas a arrepentir.
El adolescente a su lado siempre era fuego puro cuando estaban solos. No se sorprendía por su proposición pero no pudo evitar sentirse indignada.
- No. No soy ninguna puta. - lo empujó para luego darle una cachetada.
Molesta quiso bajar del auto pero él la retuvo.
- No quise decir eso. - admitió, estaba molesto por el golpe pero aguantó su cólera para hablarle controlado. - No quise ofenderte.
- Siempre lo haces, sin esfuerzo. - bufó queriendo liberar su brazo.
- No fue intencional. - gruñó de nuevo.
- Suéltame.
- Quiero verte esta noche. - insistió el cobrizo. - Llevaré helado de vainilla.
- ¿Tan difícil es entender que no quiero acostarme contigo? - le preguntó confundida. - Se acabo Edward, no quiero verte, ni oírte. Te odio. Hace meses te lo dije y no ha cambiado mi manera de pensar.
El cobrizo arrugó el rostro.
- Yo no quise hacerte esto Bella. - admitió. - Me gustaba lo que teníamos.
- ¿Esto? - gruñó indignada. - Mierda Edward en serio eres un cabrón.
- No quise. ¡Mierda! - golpeó el volante frustrado.
- Te odio. Eres el peor error de mi vida. Arruinaste mi vida. Sólo desearía no tener que esperar casi dos años más para no verte nunca más.
Su rabia y odio destilaban después de cada palabra. El muchacho alejó la mirada incómodo hasta que escuchó sus últimas palabras.
- Nunca podrás fingir que no existí. Estamos unidos de por vida. - le recordó con voz pausada. - No puedes huir.
Luego pasó lo impensado. Edward bajó su mano lentamente hasta posarla en su vientre inflamado.
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Este es un nuevo proyecto que he ido avanzado hace un tiempo. Espero que me acompañen en esta nueva aventura en este nuevo año que se viene. Bendiciones para ustedes y sus familias.