Bella POV

El clima era tan gélido como lo recordaba, apenas salí del auto mi cuerpo entero sintió la brisa fresca del pueblo, había al menos otros quince autos en la entrada a la iglesia, muchos de los hombres fuera de la misma eran uniformados, sentí una opresión en el pecho, cuando la noticia había llegado a mí, me había costado demasiado creerlo, incluso cuando venía a lo que sería su última despedida, pensaba que quizás era un mal sueño, que despertaría abrazando a mis bebés, en nuestro pequeño apartamento en Los Ángeles. Pero ver a todas esas personas esperando el inicio de la ceremonia y dándole el pésame a mi madre en la entrada, quien lloraba desconsolada, lo hacía real. Mi padre estaba muerto. El gran Charlie Swan había muerto después de pelear durante cuatro años contra el cáncer. Ellos jamás me contactaron para decirme lo que sucedía, no teníamos comunicación desde que me había ido del pueblo casi seis años atrás, pero enterarme que él había estado tan enfermo y aun así no me habían buscado, fue un duro golpe.

Mi madre había llamado días antes, no sabía cómo tenía el número de mi apartamento, quizás había usado la ayuda de los compañeros de trabajo de mi padre para rastrear mi información, quizás no soportaba la idea de pasar por todo esto ella sola, y entendía eso ahora. Cuando tantas caras un tanto familiares pasaban a mi lado mirándome como si fuera una extraña y al mismo tiempo con lástima. Finalmente llegue frente a ella, me miró unos segundos y rompió en llanto en mis brazos, la abrace de vuelta y la deje soltar su dolor, aunque me sentí sarcástica en mi mente pensando que ella jamás me había dado ni eso, ni un abrazo de consuelo cuando más lo necesitaba.

Entramos a la iglesia, mientras yo sostenía su brazo y caminaba por el pasillo hasta los asientos delanteros de la pequeña capilla en Forks, sintiendo la mirada curiosa de muchas personas sobre mí, pero había madurado en esos años lejos, ya no podían hacerme sentir pequeña con sus cotilleos a susurros, deje a mí madre en la fila asignada para la familia y camine hasta el ataúd de mi padre, se veía tan en paz y tranquilo, que podía jurar que solo dormía, me recordaba cuando tenía ocho años y me subía a la cama para jugar a peinar su bigote mientras él aun dormía, luego despertaba y me hacía cosquillas preguntando que le había hecho, entonces cayó la primera lágrima, mi papá estaba ahí, no iba a despertar y hacerme cosquillas, no iríamos a desayunar de nuevo al pequeño lugar de postres de Sue, no conocería a su nieta, que era tan testaruda como él, ni a su nieto que a pesar de vivir tan lejos de todo esto, la sangre parecía llamarlo a ser un uniformado y juraba que sería un bombero, un policía o un miembro de la marina, si las cosas hubieran sido diferentes, ellos habrían sido grandes amigos.

Limpie la lágrima derramada, puse un beso en mis dedos y lo pegue a su pecho, susurrando un tímido "Te amo". A pesar de todo, me dolía en el alma perderlo. Era una despedida peor que la última, porque incluso sino teníamos contacto, sabía que estaba ahí, en la casa de mi infancia, ahora solo ya no habría ese consuelo.

Me di la vuelta para tomar mi lugar al lado de mi madre, cuando lo vi de nuevo, parado al otro lado del pasillo, en la entrada por donde los uniformados amigos de mi padre comenzaban a entrar, me reconoció, pude verlo en sus ojos, levante la cabeza y baje hasta mi asiento como si no supiera que ese hombre estaba a unos lugares de mí acompañado de sus padres, la misa fue hermosa, sencilla y perfecta, incluso a mi padre le habría parecido linda, los viejos compañeros de mi padre cargaron el ataúd hasta la limosina y todos partimos al cementerio, mi madre iba a mi lado, envuelta en un vestido negro, temblorosa y soltando silenciosos sollozos, no cabía duda de que estaba destrozada, no era para menos cuando el hombre con quien había compartido su vida acababa de irse para siempre.

Al llegar, mi madre bajo aun sollozando y cuando bajaron el ataúd sus sollozos se volvieron un llanto desesperado, era difícil sostenerla, brindarle un consuelo que incluso yo necesitaba, pero ahora sin él estábamos solo nosotras, y una de las dos tenía que ser la fuerte. Una hora más tarde, las personas en su mayoría se habían ido, quedando solo nosotras y unos fieles amigos de mi padre que le brindaban apoyo a la viuda del gran Charlie Swan. Logre llevarla al auto, y luego a la casa de mi infancia, el plan había sido tener una comida dedicada al difunto, era algo común en aquel sitió, pero mi madre presa del llanto había cancelado todo, y ahora tenía una casa llena de comida y arreglos, incluso una foto de mi padre adornaba la sala. Se disculpó y subió a su alcoba para descansar un rato, mientras yo me encargaba de poner la casa en orden y quitar aquello que no se usaría al menos esa tarde.

Unas horas más tarde, tome el teléfono y llame a Garrett para saber cómo estaban mis pequeños, no había querido llevarlos porque quería protegerlos de tantas miradas y cuchicheos sobre nosotros, ellos no necesitaban todo ese drama sobre sus hombros y era muy capaz de romperle la cara a cualquiera que los mirara como lo habían hecho conmigo años atrás.

―Hola, Bells. ¿Cómo estás? ―preguntó apenas contesto el teléfono, de fondo podía escuchar a mis pequeños gritando algo sobre el policía bueno y el malo.

―Hola, Garrett. ―exclamé y solté un largo suspiró. ―He estado mejor, pero creo que tendré que pasar más tiempo aquí del que planeaba, mi madre está destrozada, apenas puede hablar por el llanto y hay mucho que arreglar, papeleo y formas. No puedo dejarla así. ―escuche un suspiro al otro lado y lo imagine haciendo ese extraño gesto con su nariz.

― ¿Cuánto más? ―preguntó no muy convencido de mis planes.

―Unas semanas supongo. Iré por los niños mañana y podrás volver a Los Ángeles en el vuelo que teníamos. ―murmuré sentándome en la sala y mirando la gran foto de mi padre ahí.

―De eso nada, Isabella. No puedes creer que voy a estar tranquilo allá, estando tú en ese pueblo olvidado por el mundo, con mis enanos. Si te quedas, nos quedamos. ―respondió con firmeza, sonreí a medias y suspiré realmente no quería quedarme sola, aun sentía un nudo en la garganta por las horas anteriores.

―No creo que Jane esté de acuerdo, no parecía muy alegre con que vinieras con nosotros en primer lugar. ―respondí quitando la mirada de la foto porque sentía que rompería en llanto en cualquier instante.

―La llamaré y le pediré que venga entonces, sabes que mi bella prometida adora a los enanos y en el fondo te quiere. ―solté una suave ricita y sentí un escalofrío al darme cuenta de que no había estado en esa casa en años, pero todo seguía igual.

―Me va a odiar por retrasar sus planes de boda.

―No fue a propósito y dudo que ella quiera casarse sin la niña de las flores y el pequeño de los anillos. ―escuche entonces a mi princesa más cerca diciéndole a Garrett que había practicado mucho con las flores y luego preguntándole con quien hablaba, apenas pronuncio la palabra "mamá" mis pequeños comenzaron a gritar cosas al azar y peleando sobre quien debía hablar primero, lo último que escuche en sus gritos fue que mi pequeño James murmurar que solo porque los hombres en uniforme eran caballerosos, él la dejaría hablar primero, sonreí imaginándolo indignado en el sofá de la habitación de hotel donde se estaban quedando.

―Hola mami. ―la voz cantarina de Elizabeth fue lo siguiente que escuché y me sentí mucho mejor de solo escucharlos.

―Hola, cariño. ¿Se han portado bien?

―Sí, comimos sopa, aunque Garet la llama pasta. ―respondió con curiosidad.

―Ahora yo. Hola mami. ―no alcance a contestar cuando el pequeño caballero uniformado le había arrebatado el teléfono a su hermana.

―Hola, caballerito. ―respondí sonriendo un poco.

―Mami ya quiero que vengas, te extraño mucho y no me gusta dormir con Elizabeth, ella da vueltas en la cama. ―sonreí y asentí inconscientemente.

―Mañana iré por ustedes y podrán conocer la vieja habitación de mamá. Y a la abuela. ―murmuré intentando de alguna forma informarles nuestros próximos planes. ―Así que ambos deberían dormir porque mami estará muy temprano ahí por ustedes.

―Elizabeth, mami dice que hay que dormir. ―escuche que gritaba mientras soltaba el teléfono.

―Llevaba una hora intentando que durmieran. ―murmuró Garrett tomando el teléfono de nuevo.

―Jane me agradecerá el entrenamiento para cuando ustedes sean padres. ―respondí con mejor humor después de haber hablado con mis pequeños.

―Espero que los nuestros vengan de uno por uno. ―solté una risita y suspiré.

―Pasaré por ellos a las nueve, te invitaría a dormir en casa de mi madre, pero creo que no hay espacio en la diminuta cama de invitados para Jane y para ti. Y en casa de los Swan no hay sexo. ―recite recordando a mi padre hablando sobre sexualidad hacia tantos años.

―Podría aceptar la cama diminuta pero no duraría ni dos minutos con esas reglas. ―me reí por lo bajo. ―No te preocupes, pediremos una habitación en un hotel, si es que ese lugar tiene alguno. Descansa y mañana estaremos esperándote listos los enanos y yo. Y dale a tu madre mis condolencias.

―Lo haré, gracias por todo Garrett. Descansa y te veo mañana.

Después de la llamada subí al que fue mi cuarto y me encontré con todo tal cual lo había dejado años atrás, las fotos, los muebles, incluso las colchas eran iguales, todo estaba ahí.

―No quisimos tocar nada, creímos que volverías algún día. ―susurró mi madre desde la puerta y la miré sin saber que decir. ―Charlie decía que algún día extrañarías peinar sus bigotes y regañarlo por no pintarlos de negro. ―murmuró mientras una lágrima caía por su mejilla.

―Lo extrañaba mucho…a los dos en realidad. Pero era difícil. ―respondí en el mismo tono de voz. ―Después de la forma en que termine al otro lado del país, estaba muy dolida como para pensar en regresar.

―Escuche que hablabas con tu hijo ¿fue un niño entonces? ―preguntó quitando el tema real entre nosotras, como si no quisiera aceptar los errores del pasado.

―Un niño llamado James y una niña llamada Elizabeth. ―respondí mirando una vieja foto en que salía con los que consideraba mis amigos en ese momento y con el padre de mis bebés.

―Oh. ―parecía sorprendida y supuse que tenía sus razones, para mí también había sido una sorpresa cuando dos minutos antes de que James llegara al mundo, me explicarán que no venía precisamente solo. ―Charlie siempre quiso conocer a su nieto, me pidió que te llamara antes de que muriera, quería despedirse, pero tardamos más de la cuenta en encontrar forma de localizarte. Desde que te fuiste no volvió a ser el mismo, se pasó semanas en silencio, luego simplemente pensó que había hecho lo mejor. Pero las últimas semanas solo repetía que te extrañaba, que no quería irse sin que tú no le dieras tu perdón.

―No le guardo rencor, mamá. Quisiera que me hubieran buscado mucho antes de esto, por muchas razones. Pero créeme que lo último que quiero ahora es hablar del pasado, porque mañana traeré a mis hijos y no quisiera que lo primero que sepan de su familia sea eso. ―murmuré quizás de forma más molesta de lo que quería sonar, pero cada que el tema se tocaba sentía que me hervía la sangre.

A mi padre quizás ya no le guardará rencor, porque no tenía intención de odiar a alguien que ya no estaba ahí, pero el resto de este pueblo aún me debían todo el daño causado, pensaba limpiar mi nombre de todas esas habladurías y no me detendría ante nada, pensaba hacer que todos se arrepintieran de sus actos, algunos más que otros, pero eso no tenía que saberlo nadie más que yo.

Mi madre salió de la habitación sin mirar atrás, con la cabeza agachada y algo temblorosa, suponía que lloraba de nuevo, en algún punto mi parte empática había muerto. No tenía más fuerzas para consolarla, no con todo el remordimiento que había entre nosotras. Pasé una noche apenas decente, esa cama y todos esos recuerdos me golpeaban en medio de la noche, así que apenas el sol se asomó por la ventana, yo salí de la casa rumbo al hotel en Seattle donde mis pequeños estaban esperando por mí. Compre un café antes de salir del pueblo, sintiendo las miradas curiosas sobre mí incluso en esa diminuta cafetería.

Había cambiado mucho en esos seis años, ya no era la adolescente con una pelota en el vientre escondida bajo veinte suéteres, asustada hasta de levantar la mirada. Después de los pequeños mi cuerpo había cambiado, durante el primer año perdí el peso ganado en el embarazo, gracias a que los alimentaba con pecho a ambos, y a la vida que llevaba en ese momento, corría de un lugar a otro para llegar del trabajo a la casa de la única persona de mi familia que aún me dirigía la palabra, Tía, la hermana de mi padre, ella me ayudo durante los primeros dos años de vida de los niños, trabaje desde cajera en supermercados hasta secretaria en una pequeña empresa de materiales, para el tercer año conseguí terminar la preparatoria y comenzar la Universidad en un instituto público, la cuota era mucho más barata y el horario más fácil de armar, estudie administración y en dos años mi meta fue meter tantas materias como fuera posible y sin descuidar a mis pequeños, para acabar lo antes posible, me había graduado dos meses antes, y en la empresa en que trabajaba se abrió un puesto en el área de administración, ya que habían crecido considerablemente, comencé a trabajar ahí y tuve el dinero suficiente para conseguir un apartamento para los tres, en ese lugar había conocido a Garrett y Jane, el hijo del dueño y su prometida, quien trabajaba en la misma área que yo, a pesar de las bromas entre los tres, nos llevábamos muy bien, ellos adoraban a James y Elizabeth, así que si tenían oportunidad de robarlos y consentirlos con helado y obsequios, lo hacían.

En esos años mi cuerpo había tomado una forma más bien de mujer, con curvas y hasta podía admitir que mis senos habían quedado grandiosos después del embarazo, habían crecido lo suficiente para que fuera notorio y habían quedado bonitos y firmes. Mis caderas se habían agrandado y mi cintura era pequeña, tenía la misma altura, pero los tacones ayudaban bastante, Jane me había convencido de comprarme ropa fuera de las ofertas, y había cambiado mi vestuario casi totalmente, lo que había llamado la atención de varios hombres en el último año, pero hasta ahora todos huían en cuanto escuchaban la frase "Tengo dos hijos de cinco años".

Sabía que el cambio me vendría bien cuando tuviera que encontrarme de nuevo con viejos enemigos, porque tendrían que toparse con la peor parte de mí y no creía que esperaran todo lo que estaba por caer sobre ellos. A las diez de la mañana estaba en el hotel, subiendo hasta el piso donde mis pequeños se estaban quedando, apenas me vieron corrieron a mis brazos emocionados por ir a conocer la vieja casa Swan, Garrett me explico que tendría que esperar en el hotel a Jane, ya que llegaría hasta el día siguiente, y entonces irían juntos, así que solo mis hijos irían conmigo, nos despedimos temporalmente de él y salimos rumbo al pueblo, ellos cantaban aquello que sonaba en la radio mientras yo conducía con una extraña tranquilidad teniendo en cuenta lo que se avecinaba para nosotros, antes de ir a la casa pasamos a un supermercado para comprar comida, ya que lo único que había visto en la casa de mi madre, eran las sobras de lo preparado para la despedida de Charlie.

―Mami ¿nos quedaremos muchos días con la abuela? ―preguntó Elizabeth dando saltitos al lado del carrito de compras mientras James tomaba galletas y fingía leer lo que decían por detrás.

―Unas semanas nada más. Volveremos a casa lo antes posible cariño. ―respondí mirándola de reojo, tomé su cereal favorito y unas galletas que sabía les gustaban, luego volví a empujar el carrito.

―Mami ¿podemos llevar estos también? ―preguntó ahora James mostrándome una caja de pastelitos de chocolate, esos nunca los teníamos en casa, pero ya que serían como vacaciones, supuse que no habría problemas. Asentí y él los lanzo al carrito. Entramos al área de lácteos, tomaron aquello que siempre llevábamos a la casa, yogurt de sabores, natillas y otras cosas, mientras yo elegía la carne, sentí la mirada de alguien sobre nosotros y me giré para buscar a las personas hablando a susurros, pero el lugar estaba casi desierto.

―Señor ¿me puede pasar ese de fesa? ―me giré buscando a Elizabeth quién estaba parada al lado de un hombre alto y rubio que reconocí al instante, Carlisle Cullen.

―Claro, princesa. ―Elizabeth eran tan rubia como su abuelo, y los ojos azules que caracterizaban a la mitad de la familia Cullen, la otra mitad tenía los ojos verdes, incluido mi pequeño James.

Le paso un yogurt sabor fresa y ella le dedico una sonrisa sincera, podía ver la manera en que él la miraba y supe que la reconoció, pero no iba a darle el placer de presentación a un hombre que nos había aborrecido tanto como los demás.

―Eli, no hables con extraños. ―murmuró un celoso James tomando la mano de su hermana y llevándola hasta donde estábamos eligiendo la carne aun, Carlisle nos miró por unos largos segundos, indeciso respecto a acercarse o irse, pero cuando tomo una decisión y comenzó a avanzar hacia nosotros, tome un camino diferente, dejando en claro que no era bien recibido.

―Solo quería mi yogurt, eres un tonto. ―murmuró mi pequeña soltando la mano de James.

―Tú eres la que le habla a cualquiera, pero si un día un extraño te lleva lejos, yo no te voy a salvar. ―respondió James enfurruñado. Ella frunció el ceño y lo miró fijamente.

―Tienes que salvarme, soy tu hermanita. ―sonreí y después de elegir todo lo necesario fuimos a las cajas, al otro lado del lugar, estaba nada menos que Esme Cullen, parecía que ese pueblo no era lo suficientemente grande, al igual que Carlisle, nos miró con curiosidad, pero ella intentaba disimularlo.

Salimos del lugar y metimos todo al auto, era uno alquilado, pero prefería la seguridad de uno a llevar a mis dos pequeños en el transporte público, me ponía de nervios llevarlos a ambos y perderlos en ese lugar que era completamente desconocido para ellos.

Una vez en la casa me ayudaron a sacar todo para ponerlo en la cocina, Rene bajo unos minutos después al escuchar ruido y cuando llegó abajo soltó un sonido de sorpresa, Eli y James la miraron con curiosidad.

―Mami, hay una señora mirándonos. ―susurró Elizabeth agarrando mi pierna como buscando protección.

―Elizabeth, James, ella es Rene, mi madre y su abuela. ―murmuré agachándome al nivel de ellos para mirarlos a los ojos. Ellos levantaron la mirada hasta Rene y con cierta desconfianza se acercaron a saludar.

―No te pareces a mi mamá. ―exclamó mi pequeño tomando la mano de Elizabeth.

―Eso es porque su mamá se parecía a su abuelo. ―respondió ella con la voz temblorosa, se agacho y estiro su mano acariciando el cabello rubio de Elizabeth y luego su mejilla. ―Son tan hermosos como su madre a su edad. ―añadió intentando tocar la manita de James, pero él la quito.

―Voy a llevarlos arriba, necesitamos descansar un poco. ―exclamé y ella se levantó asintiendo.

―Mami, no tengo sueño. ¿Podemos salir? Quiero ir a jugar. ―en Los Ángeles era común que los llevará al parque en las tardes, suponía que después de tantas horas entre aviones, y viajes de auto, hasta pasar el día entero en el hotel, estaban algo estresados y querían salir a estirarse, recordaba un parque cerca de la plaza del centro, y quizás les haría bien jugar unas horas antes de irse a la cama.

―Bien, sacaremos las maletas, se pondrán algo más abrigador y saldremos un rato. ―ellos asintieron sonriendo y unos veinte minutos después salimos de la casa rumbo al parque.

No era un sitio muy grande, pero serviría para que jugaran, Eli se subió a un columpió y James conoció a un niño con el que jugaba a que eran policías, no me sorprendería que mi pequeño lo hubiera sugerido. Me senté en una banca desde donde podía verlos a ambos, era una tarde bastante tranquila, no había mucho viento y los juegos estaban casi vacíos, Elizabeth se puso de pie y se acercó a mí sonriente.

―Mami ven a jugar conmigo. ―sonreí y besé su frente acomodando su precioso cabello rubio con delicadeza.

―Bella. ―levante la mirada al igual que mi pequeña y nos topamos con el único hombre que no quería ver, Edward Cullen. Parecía incapaz de poder quitar la vista de mi pequeña y sabía exactamente porqué, Elizabeth lo miró con curiosidad y antes de que dijera otra cosa, James se paró entre nosotras y Edward.

― ¿Quién eres? ―ambos se miraron fijamente y pude ver la confusión en la mirada de Edward por el reciente llegado.

―James, lleva a Elizabeth a jugar. Él no es más que un viejo conocido, nadie importante. ―murmuré con una pisca de enojo en mi voz, él tomo la mano de Eli y la llevo a jugar con su nuevo amigo. ― ¿Qué quieres Edward?

―Ayer no pude darles mi pésame por Charlie. ―murmuró siguiendo con la mirada a los niños. ―No sabía que…

― ¿No sabías que mis hijos estaban conmigo? ―pregunté con una voz filosa y mirándolo fijamente, acompañada de una sonrisa cínica. Él me miró un segundo y bajo la mirada. ―Solo vete.

―Tenemos que hablar, ellos tienen que saber. ―lo miré con los brazos cruzados y el ceño fruncido, él no iba a destapar el pasado ante mis hijos, ellos no necesitaban todo ese drama en sus vidas.

―Ellos no tienen que saber nada, así como tú y yo no tenemos nada de qué hablar. Así que lárgate y no vuelvas a acercarte a nosotros. ―estaba tan dolida con él como lo había estado años atrás, pero no pensaba llorar, él sería quién derramara las lágrimas ahora.

―Son mis…

―Edward. ―miré por sobre su hombro y vi a la rubia hueca que parecía seguir encima de él.

―Tú hiciste tu elección hace años, Edward. Ve con ella, porque aquí ya no tienes lugar. ―me miró y luego miró a mis pequeños, Elizabeth se mecía en el columpió, empujada por James, mientras él reía a carcajadas corriendo para empujarla más alto.

―No pienso quedarme así nada más, Isabella.

―Vete antes de que tu mujer venga a llevarte por las malas, ambos sabemos que ella lo haría. ―murmuré aun con mi perfecta sonrisa y antes de que pudiera responder camine hasta mis pequeños. ―Vamos niños, tenemos que volver a casa.

Unas horas más tarde había acomodado a mis dos niños en mi vieja cama, ambos estaban en sus pijamas y recién bañados, habían jugado mucho así que estaban cansados y cayeron dormidos apenas se metieron bajo las sabanas. Tome una rápida ducha y me puse un camisón, me acomode a su lado y pronto me quede dormida.

Flash Back

Sentía que no podía respirar, los carteles de colores por toda la escuela me tenían fuera de lugar, mi gran vientre ya no me permitía caminar tan rápido y a cada paso que daba por el pasillo más abrumada me sentía. No sabía quién sería capaz de hacer algo así, tenía solo una persona en mente, pero no había creído que haría algo como esto.

No quería escuchar una palabra más, ni sentir las miradas de todos sobre mí acusándome de ser una cualquiera o una mentirosa que intentaba cargarle el niño a un Cullen. Me senté el resto de la mañana en las gradas, escondiéndome de todas esas acusaciones, hasta que él apareció, casi suspiré al verlo llegar, necesitaba tanto que tomara mi mano y me dijera que estaba bien, que todo iba a estar bien. Solo quería por un segundo dejar de sentirme como la adolescente en problemas, quería sentir que alguien estaba ahí para mí, no soportaba estar en mi casa y escuchar a mis padres hablar sobre mis errores, como si no estuviera ahí, no podía andar por los pasillos de la escuela sin ser empujada o insultada al menos una vez al día, y aunque no lo tenía como antes, cuando tomaba mi mano o tocaba mi vientre casi con dulzura, todo parecía estar bien, porque al menos una persona estaba a mi lado.

Se acercó a mí y me levante de donde estaba sentada, limpie mi rostro y apenas estuvo a mi lado, intente tomar su mano, pero él la aparto.

― ¿Por qué hiciste esto? ―preguntó con seriedad poniéndome uno de los tantos carteles en la mano. ― ¿Creíste que con esto podrías obligarme a darle el apellido a tu bastardo? ―lo miré dolida.

―Yo no lo hice. Y mi hijo no es ningún bastardo. ―murmuré con una escuálida voz que jamás había salido de mí antes.

―Solo tú y yo sabíamos la verdad, Isabella. Y estoy seguro de que yo jamás habría querido que todo el mundo se enterara de que tendré un hijo con alguien como tú. ―sus palabras buscaban ser hirientes, pero eso era demasiado. La verdad se agolpó en mi garganta, quería gritar todo lo que tenía guardado, pero aquella mirada llena de enojo conseguía mantenerme en silencio.

―Basta, Edward.

―No. Ya estoy harto de esto, nunca quise un hijo tuyo, la única razón por la que hablaba contigo era lástima, todos decían que tenías un enamoramiento por mí y sentí pena por ti, pero no me interesas, ni tú, ni tu bastardo. Solo intentaba hacerme cargo de mis actos, pero ni siquiera estoy seguro de que sea mío, así que ve buscando a otro idiota que te pague las consultas, porque esto se acabó. ―exclamó furioso, le miré con lágrimas corriendo por mi rostro. El hueco en mi estomago se hacía más grande y de pronto la realidad estuvo frente a mí.

―Edward, tienes que creerme, yo no hice esto. ―murmuré intentando tomar su mano, pero él ya se alejaba a grandes zancadas de mí. Caí sollozando en las gradas, sin él ya no tenía nada, no sabía que hacer ahora, sentía que todo mi mundo se había caído a pedazos y no tenía forma de arreglarlo de nuevo, quizás todos tenía razón, era mi culpa, todo era mi culpa.

Llore ahí, envuelta en un enorme suéter, bajo una suave brisa y unas cuantas gotas de lluvia, pero no quería entrar de nuevo, no podía recorrer ese pasillo de nuevo, no podía verlo sin sentir que mi corazón se oprimía. Necesitaba tanto las palabras de aliento de alguien, sentirme segura de nuevo, pero solo estábamos mi bebé y yo, tenía que acostumbrarme a ello.

Fin del Flash Back


Volvimos *-*

Si la lees por primera vez espero te guste

Si estuviste aquí desde la primera vez, ya sabes que viene en camino.

Gracias por leer :3