Hola amigos de Fanfic., les saluda Shion145. Hoy 24 de diciembre, como muchos saben se festeja la nochebuena, un momento previo para el nacimiento de Jesús o como comúnmente conocemos como La navidad.

En estas fechas se acostumbra por distintos medios de comunicación a contar los cuentos de Navidad, desde el clásico de Charles Dinkens hasta este que voy a publicar por capítulos. Como recordaran banda, el año pasado publique de mi autoría una historia para reflexionar sobre lo que es la navidad y que hay detrás de ella, pueden pasar a leerla los que le interesen, el título de mi historia es "Un ángel especial de Navidad" es de los pocos que contienen una reflexión desde la base filosófica. En esta ocasión traigo un clásico que incluso se han hecho adaptaciones, desde el cine, hasta el valet: sin más comenzamos con la obra.

El Cascanueces y el Rey de los Ratones

Nochebuena

Durante todo el día 24 de diciembre, los hijos del consejero médico Hiashi no pudieron entrar en ningún momento en la sala, y menos aún en el salón de gala contiguo. Neji y Hinata estaban juntos, encogidos, en un rincón de la habitación del fondo. Era ya de noche, pero aún no habían traído ninguna luz, como solían hacer siempre en ese día señalado; así que sentían miedo. Neji, susurrando en secreto, reveló a su hermana menor (acababa de cumplir siete años) que desde las primeras horas de la mañana había estado oyendo ruidos, murmullos y suaves golpes en las habitaciones cerradas. Le contó también que poco antes había pasado por el pasillo, a hurtadillas, un hombrecillo oscuro con una gran caja bajo el brazo, pero él sabía bien que no era otro que el padrino Jiraya.

Hinata comenzó a dar palmas de alegría y exclamó:

—¡Ay! ¿Qué nos habrá hecho el padrino Jiraya? ¡Seguro que es algo muy bonito!

El consejero jurídico superior Jiraya no era un hombre apuesto: era alto y robusto, su rostro estaba lleno de arrugas, en ambos ojos pasaba una línea roja que llegaba hasta las mejillas y tenía el cabello largo cano. En realidad, el padrino en sí ya era un hombre muy artístico, que entendía hasta de relojes e incluso sabía construirlos. Por ello, cuando alguno de los hermosos relojes de la casa de los Hyuga se ponía enfermo y no podía cantar, llegaba el padrino Jiraya, se quitaba su chaqueta amarilla, se ponía un delantal azul y comenzaba a pinchar con instrumentos muy puntiagudos el interior del reloj, algo que a la pequeña Hinata le hacía auténtico daño, pero que no ocasionaba ninguno en el reloj; bien al contrario, en seguida recuperaba su vitalidad y reemprendía sus susurros, sus toques y cantos, lo que causaba en todos gran alegría. Siempre que venía llevaba en el bolsillo algo bonito para los niños, unas veces un hombrecillo que giraba los ojos y se inclinaba para saludar, lo cual resultaba muy cómico, otras una caja de la que surgía un pajarillo, o cualquier otra cosa. Pero por Navidad siempre construía algo muy hermoso y artístico que le costaba mucho trabajo, por lo que, en cuanto recibían el regalo, los padres lo guardaban con cuidado.

No hay —exclamó Hinata.

Neji opinaba que sólo podía tratarse de una fortaleza en la que marcharan e hicieran instrucción toda suerte de hermosos soldados, ante la cual deberían presentarse otros soldados pretendiendo entrar, y entonces los soldados del interior comenzarían a disparar valientemente sus cañones con gran estruendo.

No, no —le interrumpió Hinata a Neji—. El padrino Jiraya me ha hablado de un hermoso jardín, que tiene un gran lago en el que nadan cisnes maravillosos, con collares de oro, cantando las más bellas canciones. Una niña se acerca por el jardín hasta el lago, llama a los cisnes y les da de comer mazapán.

—Los cisnes no comen mazapán —la interrumpió Neji con cierta brusquedad—, y además el padrino Jiraya no puede hacer un jardín. De todas formas tenemos pocos juguetes suyos: siempre nos los quitan enseguida. Así que casi prefiero los que nos traen papá y mamá; por lo menos con esos podemos quedarnos nosotros y hacer con ellos lo que nos dé la gana.

Los niños siguieron intentando adivinar qué les traerían en aquella ocasión. Hinata contó que Princess Sara (su muñeca grande) había cambiado mucho; estaba mucho más torpe que nunca y se caía a cada momento al suelo, tenía señales muy feas en la cara y ya era imposible pensar siquiera en la pulcritud de sus vestidos. De nada servían las más severas reprimendas. Y, además, mamá había sonreído cuando se alegró tanto con la pequeña sombrilla de Sakura. Neji, por el contrario, aseguraba que en sus caballerizas faltaba un recio alazán, y sus tropas carecían por completo de caballería; y eso lo sabía papá perfectamente.

Así pues, los niños sabían que sus padres les habían comprado gran cantidad de bonitos regalos, pero también estaban seguros de que el Niño Jesús los observaba con amables y piadosos ojos infantiles y que todo regalo de Navidad, como tocado por una mano bendita, proporcionaba más alegría que ningún otro. Hanabi, su hermana mayor, siempre se lo recordaba cuando cuchicheaban sobre los regalos que esperaban, añadiendo además que era el Niño Jesús quien, a través de la mano de sus queridos padres, regalaba a los niños lo que más alegría podía proporcionarles. El Niño Jesús lo sabía mejor que los propios niños; por eso era mejor que no pidieran muchas cosas, sino que esperaran con tranquilidad y piedad lo que pudiera traerles. La pequeña Hinata quedó muy pensativa, pero Neji susurró como para sí:

—¡Lo que más me gustaría sería húsares y un alazán!

Estaban completamente a oscuras. Neji y Hinata, muy pegados el uno al otro, no se atrevieron a pronunciar una palabra más; les parecía como si unas delicadas alas aletearan a su alrededor y se oyera, muy lejos, una música maravillosa. Un claro resplandor rozó la pared y los niños comprendieron que el Niño Jesús se había ido volando sobre una nube brillante a casa de otros niños. En aquel momento se oyó un sonido claro como la plata: bling, bling, bling. Las puertas se abrieron de golpe y de la sala grande salió tal resplandor, que los niños, gritando: «¡Ah! ¡Ah!», se quedaron petrificados en el umbral. Pero papá y mamá se acercaron a la puerta, cogieron a los niños de la mano y dijeron:

—¡Entrad, entrad, queridos niños, y ved lo que os ha traído el Niño Jesús!

Hasta aquí dejo este capítulo, en un rato voy a subir los demás, hasta la mitad de la obra, pues es algo larga. Muchos sabrán de sobra que cuento es. Al final del cuento daré los personajes y la ficha bibliográfica de esta obra, sin vemos en un momento.