Disclaimer importante: la historia corresponde al universo del syot malas hierbas, los personajes pertenecen a Peetcat y kittens and cats y fue escrita por Alphabetta. a mí solo me correspondió el honor de publicarla, nada más. Agradecimientos y reviews a quien corresponda.
Noam Dietrich, 18 años
Distrito 2
Un profesional entrena una buena parte de su vida para los Juegos del Hambre. Por tanto, está muy por encima del resto de tributos. O así es como debería ser, al menos. Porque el chico del Distrito 5 sabe lo que hace.
He tenido suerte al encontrarnos ambas alianzas. Mientras mis aliadas se encargan del resto de la suya, yo terminaré con él. El chico detiene todas mis arremetidas. No se puede decir que esté a mi altura porque lo único que hace es defenderse. Defenderse y esperar a que cometa un error, pero eso no va a suceder. Llevo años planeando esto como para cometer errores.
Tarde o temprano, él lo hará. Y eso le costará la vida.
Lo hago retroceder hasta una habitación adyacente, lejos del jaleo de la batalla principal.
-Si me dejas matarte ahora, prometo hacerlo rápido -le digo-. No soy de esos que disfrutan haciendo sufrir, pero si me das problemas...
El chico no contesta y su mirada no cambia ni un ápice mientras el choque de metal contra metal marca el ritmo de nuestra pelea.
-Deduzco entonces que estás rechazando el trato. Tú sabrás...
Tampoco hay respuesta a eso. Noto un atisbo de ira en mi interior que va creciendo y creciendo. Además de estúpido, insensato. Lo que debería hacer es correr por su vida. La lógica dice que su rapidez no va a ganarle la partida a mis años de experiencia. Suelto un grunido mientras cargo hacia delante con todas mis fuerzas. Esta vez, el cuchillo de Minjo sucumbe a la fuerza del mío y sale despedido varios metros a la derecha.
Parece que la pelea acaba de decidirse a mi favor. El chico del cinco mueve los ojos hacia el cuchillo por una fracción de segundo, pero parece haberse dado cuenta que está demasiado lejos. Y yo demasiado cerca. Tomo carrerilla mientras apunto el cuchillo hacia su cuello. Minjo retrocede hasta que su espalda choca contra la pared. Es mío. Atrapado entre mi arma por el lado izquierdo y mi brazo por el derecho, entre mi cuerpo por delante y la pared por su espalda. No sonrío. No me gustan las sorpresas y me enoja no poder deducir de donde le viene esa valentía.
-Debiste haber aceptado mi trato -digo entre dientes.
La expresión de Minjo sigue sin cambiar, a pesar de tener la hoja bien afilada a escasos centímetros de su carótida.
-¡Vamos! ¿No vas a decir nada? ¿Unas últimas palabras?
Tampoco hay respuesta a eso. Aprieto los dientes, y presiono un poco mi arma contra su cuello a la vez que con mi brazo libre le agarro del pelo y tiro de él hacia arriba. Necesito hacerlo reaccionar. Necesito ver el miedo en sus ojos. Esta vez sí que consigo una reacción, los labios del chico se curvan en una sonrisa. ¿Burla? ¿Es así como se va a enfrentar a su muerte?
Ahí es cuando me doy cuenta, que nuestros cuerpos están totalmente pegados. El chico se mueve un poco, mi cuerpo reacciona. En algún lugar entre mi ombligo y mi ingle, algo empieza a calentarse. Minjo sigue moviéndose. Mi mano se mete bajo la camiseta de su uniforme y en seguida me doy cuenta de que este chico no es un cualquiera. Su piel se siente prieta y firme, su abdomen trabajado. Mi intriga por él solo va en aumento y cuanto más toco, también sube el calor en mi vientre.
Miro a Minjo a los ojos, preguntándome qué esta pensando él de todo esto. La media sonrisa sigue instalada en su cara mientras se muerde lentamente el labio inferior.
Y me besa.
Minjo sujeta mi cara, tira de mí y me besa. Noto como el cuchillo se me escurre de las manos y lo oigo golpear el suelo. Otro imprevisto. Y este me lo he buscado yo, pero el roce de nuestros labios no parece querer dejarme pensar bien. Lo agarro de las caderas y mi contrincante hace lo mismo. A un roce dubitativo de su lengua le sigue un suave mordisco por mi parte. El chico sonríe antes de que nuestras lenguas se unan entre sí.
El mundo deja de existir para mí. El ruido de la lucha se desvanece sustituido por el entrecortado susurro de nuestras respiraciones cada vez más aceleradas.
Minjo gime, se quita la parte superior del uniforme y me intenta quitar la chaqueta. Luego se va deslizando por la pared hasta que ambos acabamos en el suelo. Yo sobre él. Las posiciones se invierten una y otra vez mientras nos besamos y forcejeamos y nuestros cuerpos se restriegan el uno en el otro.
Todo se detiene súbitamente.
Abro los ojos y comprendo demasiado tarde que el fallo de cálculo me va a costar caro. Minjo ha estirado el brazo hasta agarrar mi cuchillo... y ahora es él quien tiene la hoja del mismo contra mi cuello.
-Boom -Susurra Minjo.
Luego se levanta y se va corriendo.
Me quedo tirado en el suelo respirando con fuerza, el aire pasando a través de mi no cercenada traquea. Ya debía haber escarmentado. Este tipo de cosas pasan cuando uno se aleja de la fórmula que debe seguir para triunfar. Debería haberlo matado, pero no lo he hecho.
Y en la academia nunca me enseñaron cómo proceder en un caso así.
He visto la edición de los juegos de mi hermana tantas veces que ya me la sé de memoria. Estamos en el cuarto día. Para ese día ella ya había matado a tres personas. Yo sólo a dos. Hoy podría haber igualado su marca y ahora voy con retraso.
Todo porque me puse a besarme con otro tributo. Con un no profesional que para colmo es un hombre igual que yo.
Mi puño aprieta la empuñadura del cuchillo. Mi fórmula se está alejando de los hechos. De hecho, es prácticamente como si me hubiera muerto ya. Hasta tengo dudas sobre si podré superar la marca de semifinalista de mi hermana.
Porque seamos sinceros, ella no iba por ahí besándose con chicas de distrito en mitad de los juegos.
Compongo una mueca al imaginarme a mi hermana haciendo esas cosas. Lo mucho que me habría decepcionado, tanto como yo he decepcionado a los míos hoy.
Agatha, Alice y Nélida duermen alrededor de la fogata. Sólo mi compañera de distrito me miró mal cuando se enteró de que se me había escapado el chico del cinco pero no pueden decirme nada, porque no han sido infalibles tampoco.
No era mi turno para montar guardia, pero las convencí de que mi insomnio era genuino y que mejor descansaban. Sabía que en cuanto me desviase del camino, el resto de las cosas también se iban a salir de su cauce.
El cantar de los grillos no consigue camuflar del todo un sonido nuevo tras el seto. Salto como un resorte y giro sobre mis talones. Minjo está ahí.
-¿Estás loco? -susurro con violencia-. ¿¡No ves que te van a descubrir!?
Minjo mira a mis aliadas. Alice ronca un poco.
-Están dormidas.
-Sí, pero si se despiertan te van a querer muerto. ¿Crees que voy a defenderte?
Él se aleja unos pasos y yo me voy tras él para tenerlo vigilado.
-¿Por qué no? Me debes la vida -dice con naturalidad.
-En los Juegos del Hambre nadie debe nunca nada a nadie -le recuerdo. Y en cuanto nos quedamos en silencio, noto el latir de mi corazón acelerado-. Tienes que irte.
-Tenía la esperanza de quedarme un rato -Minjo se sienta en un banco junto al camino y yo me pongo a su lado-. Quería verte.
-T-tengo un objetivo -digo, fingiendo que sus palabras no han causado estragos en mí-. Y para lograrlo debo meterme de nuevo en el cauce del que me sacaste.
Nélida se da la vuelta. Por un momento creo que se va a despertar, pero no lo hace. Si una de las tres se da cuenta, estaré muerto. Ninguna de ellas se creería la verdad. Yo tampoco me la creería si le hubiera pasado a cualquiera de ellas.
-Yo también tengo un objetivo -dice-. ¿Cuál es el tuyo?
-Es simple. Sólo me quiero probar a mí mismo y demostrar que puedo hacerlo.
Minjo asiente.
-¿Sólo eso? No sé yo si merece la pena.
-Mi hermana murió en los Juegos del Hambre aún siendo la más preparada de su edición -no puedo decirle que se sospecha que el juego se intervino en favor de alguien más para dar un giro a las apuestas-. Trellis Dietrich. Edición treinta y tres.
-¿La de Waldo? -pregunta.
-Exacto. A base de analizar ediciones de juegos, fui capaz de crear una fórmula. Dicha fórmula me llevará a la victoria. Lo único que tengo que hacer es seguirla.
-Sigue siendo muy simple -responde Minjo.
-No esperaba que lo entendieras -replico-. ¿Y tu objetivo cuál es?
Minjo da una patada a una piedrita.
-Encontrar a alguien que perdí hace mucho.
-¿Quién, tu novia? -digo con sorna, mirando hacia arriba.
Un puñado de polillas revolotea a la luz de la farola.
-Sí.
Vuelvo a mirar a Minjo.
-¿Qué? ¿Tienes novia y...? -comienzo a decir, pero algo me impide verbalizar lo que pasó.
Posiblemente ella nos haya visto.
-Bueno. Tenía, tal vez. Ya ni siquiera sé. Tenía antecedentes, cosas poco importantes. Conexión clandestina a la red eléctrica un par de veces. Se interesaron por ella en el Capitolio, le cortaron la lengua y alguien la compró.
Mierda. Es una historia jodida. Y lo peor es que no se me ocurre nada para decirle que suene sincero.
-Pues a lo mejor te ha visto... Ponerle los cuernos en televisión -digo, lo primero que se me pasa por la mente.
-Hace cuatro años que no la veo -Minjo suspira-. Ni siquiera sé si sigue viva. Cuando gane, compraré su libertad.
Y ante el silencio incómodo que sigue, surge mi necesidad de romper el hielo.
-¿Ves? Los dos tenemos un objetivo. No podemos vernos más -digo, intentando sonar convincente por mi bien.
-Sí. Eso es verdad -dice, para mi sorpresa.
Después me mira y el tiempo parece congelarse. Ambos nos inclinamos a la vez a por otro beso. Nuestros labios se refriegan, nuestros dientes chocan y nuestras lenguas se buscan con más decisión que hace unas horas. Sus manos ya están en mis caderas, las mías recorren la piel de su espalda. Con los brazos lo atraigo a mi cuerpo para no dejarlo escapar. Por un momento un pensamiento de cordura quiere entrar: "Esto está mal. Esto no está en el esquema." Y de nuevo se desvanece ante el reguero de sensaciones que me embarga.
Luego nos separamos, faltos se aire. Mi mente se niega a procesar, pero siento mis rodillas temblar un poco.
-Mis planes se están yendo muy rápido al infierno -susurro, abrazado a él.
-¿Quieres saber algo? Los míos también -responde él.