― ¿Qué tan importantes era esa mujer en el imperio? ―sentado en uno de los sofás de la guarida, Tatsumi preguntó a la peli rosa que estaba frente a él. Rechistando la lengua con desagrado, Mine se volteó para responder.
― Lo suficiente como para ser un problema de verdad, era una buena oportunidad para terminar con ella, pero ese idiota de la lanza, no entiendo por qué tanto miedo a ese arquero de rojo, realmente ¿No sé supone que puede bloquear flechas con facilidad? ―Tatsumi retrocedió unos pasos al empezar a escuchar las quejas de Mine.
― Es la jefa de una de las principales fuentes de armamento del imperio, es molesto por eso, pero, no es como lo hace sonar Mine, su territorio podría ser el más seguro de todos, bueno, al menos ahora que esa familia quedó fuera ―Leone habló al momento de ingresar en la sala de estar.
Caminando con tranquilidad hasta el lado de Tatsumi, Leone le abrazó por el brazo mientras que sonreía con tranquilidad, cuando la mujer de pelo rubio estaba por mencionar algo sobre el estado tímido en el cual había ciado Tatsumi, la puerta resonó con fuerza una vez más, esta vez siendo pateada por un hombre con pantalones color azul junto con una camisa, que a vista de Tatsumi, era horrenda.
― La jefa llegó ―
― ¿Sucede algo mi querido guardián? ―una voz, una voz que Emiya reconoció con solo las primeras silabas de la palabra.
Levantándose de su estado arrodillado, Emiya se puso de pie mientras que contemplo el paisaje que tenía enfrente.
Un campo estéril con miles o quizá miles de millones de espadas clavadas en el suelo.
Unas manos blancas, casi etéreas pasaron por su pecho mientras que el hombre volvía a cerrar sus ojos una vez más.
Un peso cayó sobre el hombro de Emiya mientras que la sensación un suave cabello recorrió su cuello.
Lo estaba llamando.
― Alaya… ―con una voz casi suplicante, Emiya se dio la vuelta mientras que tumbaba a la mujer en el suelo, no abrió los ojos, Emiya no quería verla, la sonrisa en la cara de la mujer.
― ¿Te vas a desenfrenar otra vez? ―la suave voz de Alaya cantó mientras que Emiya apretó los dientes.
― Cállate ―aquel tono iracundo del siempre estoico ser fue dedicado a una de las personas que podía llegar a quitarlo.
― ¿Vas a usarme? ¿Abusarme como siempre para poder seguir tu ideal? ―las manos de Alaya ahora estaban en la cara de Emiya mientras que este se resignaba a abrir los ojos. ― ¿Vas a calmarte después de esto? ―terminó Alaya; el ultimo reclamó de cordura de Emiya se deslizo al presenciar a Alaya.
― Volviendo a mi lado como siempre ―
No era la misma figura con la cual Alaya se presentó por primera vez, no era aquella figura la cual estaba ya acostumbrado por los miles de años, no era, era…
Medea…
Abriendo los ojos con calman, Emiya se sentó en la cama mientras que vio a la mujer de cabello lavanda durmiendo con tranquilidad a su lado. Llevando una mano a su pecho, cerró los ojos con fuerza mientras que reprimió un alarido.
Después tanto, ver cientos de cosas, sino miles, que alterarían hasta al más valiente, era aquel sueño, una simple escena lo perturbo a más no poder.
Una colina llena de espadas.
Emiya no quería volver, no lo deseaba, no quería, no más.
Dio un largo suspiro mientras que se levantó de la cama mientras que observó una última vez a Caster, Medea, el nombre resonó en su cabeza corrigiendo aquello.
No era Caster, no era aquella mujer que estaba totalmente desenfrenada por el único impulso de vivir, no, era la dama, fina, en parte graciosa, grácil, tranquila e inclusive tímida.
Pero ¿Era realmente Caster?
El sueño era molesto ahora, no había llegado a dormir correctamente, quizá si se forzase como en antaño, no necesitaría dormir en días, pero ahora.
Emiya no necesitaba mucho más. Bajando la espalda una vez más, Emiya se dejó recostar cerró los ojos, sería difícil dormir una vez más, pero…
Unos brazos pasaron por su pecho mientras que una cabeza se inclinaba y se recostaba en su hombro.
¿Por qué se sentía tan mal ante el tacto reconfortante que le brindaba Medea? ¿Por qué dolía ver su rostro?
Aquellas preguntas resonaron una y otra vez, eso hasta que el sueño volvió a llegar, dejándolo a él acostado, indefenso…
Era vulnerable.
Medea abrió con lentitud los ojos mientras que el sol llegaba a su rostro, fue raro, no era normal que llegase el sol en aquella dirección, no cuando ella estaba de espaldas a la ventana.
Dando un suave bostezo, observo al hombre de piel morena a su lado, acurrucado, casi buscando protección, la cabeza de Emiya se encontraba contra su pecho mientras que sus manos una vez habían descansado sobre su cabeza. Riendo con felicidad, Medea se sentó para poco después levantarse, estirando los brazos, el reflejo del sol golpeo una vez más su cara.
Viendo de donde venía la luz, notó algo, algo que nunca vio, era casi hipnótico.
Su vista se centró solo en aquel objeto, extendiendo una mano a la distancia, queriendo tomarlo, volvió en sí poco después.
Sin ponerse las pantuflas y solo con el camisón blanco, camino hasta la mesa al lado de la cama, cada paso, cada movimiento, era mucho más lento de lo que ella recordaba. El tiempo era cada vez más distorsionado, una risa llamó mientras que llegó hasta donde estaba aquella hoja curva color violeta.
El sol reflejaba aquello con fuerza mientras se quedó parada frente a la daga, extendió la mano izquierda, el sonido de su ropa moviéndose fue todo lo que podía percibir de la realidad, después de todo ¿Qué era aquel coro que sonaba de fondo?
Su dedo índice había hecho contacto con la daga.
Medea lo vio, risas, emociones, llantos.
Traición.
― ¿Qué? ―un jadeo casi fantasmal salió de su boca mientras que las lágrimas cayeron de los ojos de Medea de manera desenfrenada, se inclinó sobre sus rodillas mientras que llevó una mano a la boca mientras que intento aguantar el mareo. La mano quemaba, su mente ardía, su ser se incineraba.
Padre.
¡Viva la princesa!
¡Jason!
¡Te amo!
¡¿Por qué me abandonaste?!
¡¿Traición?!
Perdón Padre.
Dioses. Los maldigo.
Traición. Lagrimas.
Traición. Duda.
Traición. Miedo.
Traición. Amargura.
Traición. Dolor.
Traición. Soledad.
Traición. Muerte.
¡Un coro a los traidores! ¡Canten, festejen, la bruja cayó!
…
...
...
¿Puedes convocar un dragón?
¡Perra inútil!
¿Soichiro-sama?
Una risa.
Una muerte
Una lluvia.
La condena canta.
El diablo llama.
Acero.
Archer.
Llevando sus manos a su garganta, Medea dejo que su cabeza toque el suelo mientras que apretaba su garganta, dolía, quemaba, lastimaba, pero, ahora, después de tanto, después de todo ¿Por qué se sentía como si la peor traición de todas hubiera aparecido?
Recuperando la compostura, Medea se quedó de rodillas en el suelo mirando la nada.
Su boca estaba abierta mientras que un poco de saliva bajaba por sus labios.
Girando el cuello lo vio, Archer durmiendo, Archer descansando, estando con ella en la misma cama, en el mismo lugar.
Haciendo creer a su yo inocente que era su amigo.
Dejando el suelo, levitó hasta quedar sobre Archer.
El hombre seguía dormido, Medea se quedó viéndolo, una sonrisa llegó a la cara de la mujer, no cualquiera, no la que siempre había presentado su yo tonto antes de regresar, ahora, era aquella sonrisa que la identifico.
Una peligrosa que entendía cómo funcionaba el mundo y que sabía que aquel hombre, era de todo.
Menos un salvador.
― Has mejorado mucho ―una sonrisa estaba impregnada en el rostro de Emiya mientras que observó cómo Medea ahora no gastaba mana de sobra en conjurar, como no usaba de más, era perfecto, como en aquella guerra.
Hoy después de que despertó, se encontró a Medea aun durmiendo a su lado, le reconforto, el calor, la suavidad, le decía, que no estaba más en aquel lugar.
― Bueno, tengo que decir que mi maestro es muy dedicado ―con una risa y sonrisa tranquilas, Medea caminó hasta el lado de Emiya mientras que este se río por lo bajo.
Medea lo observó, aún tenía los recuerdos, basándose en suposiciones, y en el poco tiempo que tuvo para notar algo con respecto a su cuerpo, uno, era totalmente humana, dos, su poder seguía igual, tres su yo antes de tocar su rule breaker fue parcialmente sobre escrito por ella.
No podía importarle menos, viendo el lado positivo, aun recordaba lo básico del mundo o lo que Archer le contó.
Emiya.
Quiso reírse al momento de escuchar aquel nombre, observando al hombre de cabello blanco, noto ciertas similitudes con aquel joven de la guerra, pero ¿Cómo había llegado esto a suceder? El que este hombre sea un ante pasado de aquel chico no sonaba descabellado, después de todo, los magos siempre fueron de generaciones, por lo cual, quizá este debía ser el fundador, o algo por el estilo.
Medea observó unos momentos más al hombre, recordó la magia de espadas compartida, aquello debía ser la magia familiar, ahora.
¿Qué hacer con el hombre?
Levantando el brazo con tranquilidad, ella observó al hombre de espaldas ¿Qué le detenía de hacer algo? ¿Por qué su brazo no podía subir más y apuntar al hombre?
Medea lo pensó, hubiera sido lo más fácil, haber asesinado al hombre mientras que dormía, tan vulnerable, tan…tan…confiado de ella. Era gracioso, Medea había logrado soportar el odio momentáneo.
Por lo cual, había dejado al arquero vivo, al menos por ahora, sería demasiado fácil acabar con él de igual manera, después de todo, Emiya le estaba dando la espalda, sin cuidarse de ella, era gracioso.
Una risa suave salió de los labios de Medea mientras que pensó en rule breaker rompiendo los sueños o al menos, eso supuso que era lo que Archer estaba haciendo, le mostraba a su yo de ahora, lo que había sido, bueno, eso hasta ahora.
Medea cerró los ojos mientras que llevó una mano a su pecho, aun recordaba.
El aluvión de acero que le arranco las posibilidades de ganar el grial.
Pero, ella no se podía culpar, después de todo ¿Qué clase de poder absurdo era el que poseía aquel hombre frente a ella?
Al menos podía agradecer que ahora este en aquel estado débil, al menos, debilidad por su yo de este mundo, Medea lo sabía, la confianza que tenía el hombre, confianza, o conocimiento de que no podría hacer nada contra él, bueno, al menos, hasta ahora.
― ¿Quieres salir a comprar algunas cosas? ―la pregunta de Emiya fue recibida por una Medea que se limitó a asentir con la cabeza mientras que se estiraba.
Medea estaba cansada, había hecho que Archer tomase casi todos los documentos por ella, pero de igual manera, los que llegó a ver, fue molesto.
― ¿No podemos? Digo, creo que el dinero no será un problema ―una risa suave salió de los labios de Medea mientras que se puso de pie.
Medea examinó unos instantes el comportamiento de Archer, solo para ver, con complacencia oculta, como el hombre, se levantó negando la cabeza para sí.
― Supongo que no se puede evitar, pero primero siéntate aquí ―Emiya indico el asiento frente suyo, al levantarse, Medea camino hasta donde le indico para sentarse en uno de los sofás de la habitación, realmente era sumamente cómodo.
Unas manos fueron con cuidado al cabello de Medea, con lentitud, Emiya empezó a hacer la misma trenza de siempre.
Los ojos de Medea se abrieron ¿Qué era esto?
Las manos de Archer pasaban por su cabello con cuidado, con total tranquilidad mientras que terminaba su accionar.
― Listo ―la voz de Emiya hizo que Medea parpadease volviendo a la realidad, quitando los pensamientos de sobre el porqué de dicha acción. Respirando hondo Medea lo dejó pasar, era molesto que el hombre actuase tan cordial, siendo que su único objetivo iba a ser que su plan fascinante, sea lo que fuese, ella debía saberlo mejor que nadie.
Ese hombre, era el demonio.
― Espérame aquí unos momentos ¿Si? ―la voz de Medea llamó mientas que Emiya se limitó a asentir con la cabeza.
Se había quedado fuera de una tiendo de cosméticos, era curioso, como algo que nunca había visitado Medea hasta ahora, era el primer lugar en el cual llegaban.
Lo ignoró, desde hacía tiempo, dejó de intentar comprender a esta versión inocente de ella, no era bueno para su salud mental de igual manera.
Ajustándose el cuello de su traje maldijo el hecho de tener que usarlo, aquel uniforme militar, aunque el emblema de la casa a la que servía estaba presente, odiaba el hecho de que Medea le hiciera usar un conjunto totalmente negro. Era demasiado parecido a su padre.
Alzando el cabello blanco para que volviese a caer sobre su frente unos instantes después, dio un suspiro, odiaba salir del lugar, del castillo, por una razón.
No soportaba escuchar los gritos insonoros de ayuda, los pedidos de perdón y misericordia, pero.
No era su objetivo salvar a más, no debía condenar su realidad tan buena; deseando volver a lanzarse por los justos, su mente nunca lo dejó tranquilo.
― ¿Está perdido buen guardián de la justicia? ―una voz sonó a su lado mientras que bajó la vista al ver a una joven de cabello castaño poniendo una mano sobre aquel cabello castaño mientras que hacía una especie de saludo, haciendo que los cabellos castaños se aplastasen.
Parpadeando en confusión Emiya se quedó observándola unos instantes sin comprender lo que decía.
― Esto ¿Qué hace un guardia del interior en esta zona? ―la duda en la voz de la joven llegó al ver que no recibió unas palabras directas del hombre uniformado delante de ella.
¿Guardia del interior?
Cierto, Archer lo olvido, el emblema en el lado izquierdo de su pecho, significaba que respondía a alguien demasiado importante.
Emiya se burló internamente de la joven que estaba frente suyo.
― ¿Usted es? ―la pregunta tuvo el efecto que Emiya buscó, la joven de cabello naranja se enderezó mientras que tragó con fuerza.
― Una de los guardias de la zona, Seryu, señor, estoy bajo el comando del señor Ogre ―una respuesta firme fue dada, aquello solo hizo que Emiya se riese mientras que veía como el nerviosismo de la joven aumentaba.
― No tienes que ser tan formal, Archer, a su servicio ―ante la mención del nombre, el rostro de la joven su puso pálido.
Seryu escuchó sobre el hombre, el mejor arquero del imperio, el cual servía directamente a la…
El sonido de una campana, proveniente de la tienda detrás de la cual Archer había estado vigilando resonó, de allí, una hermosa mujer de cabello color lavando con una sonrisa tranquila llegó, cargaba una pequeña bolsa mientras que se acomodaba aquellas ropas finas color negro con detalles de oro.
Medea de Colchis, la bruja, la duquesa de guerra del imperio.
Seryu sumo uno más uno, ella se había acercado al hombre pensando que había un problema de seguridad en su zona, pero ¿Interrumpir a una de las autoridades más importantes y su escolta?
― Yo…yo…este…―sin saber que decir Seryu retrocedió.
Una risa hermosa llegó a sus oídos mientras que vio como la duquesa ponía una mano sobre sus labios mientras que tapaba una pequeña sonrisa. Después de todo, una de las principales figuras de admirar de Seryu, era Medea, por su apoyo a la justicia.
Emiya encontró divertida la situación, dándose vuelta para encarar a Medea, fue allí que todo se detuvo para él, el traje idéntico a la Medea que recodo era algo, el cabello peinado de la misma forma otra cosa, pero al momento de verla y observar aquel maquillaje idéntico. Algo dentro de Emiya se movió.
― ¿Sin palabras? ―la burla de Medea sonó mientras que Emiya volvía a la realidad.
― ¿Esto era lo que buscabas? Debo admitirlo, te queda bastante bien ―haciendo una reverencia falsa, Emiya tomo la mano de Medea mientras que le daba un beso a al dorso de la mano.
Dentro de ella, Caster solo pudo regocijarse ¿Tener esta clase de efecto en el hombre?
Era divertido.
Seryu no supo que decir, o cómo actuar, estaba viendo como alguien que admiraba y uno de los representantes del imperio, demostraban tales muestras en público, era curioso de ver, curioso era la palabra correcta, después de todo, la nobleza evitaba de igual manera salir por la calle.
Archer tenía una mirada cansada mientras que cargaba las bolsas de compras de Medea, era molesto, quizá nunca hubiera sugerido la mujer hacer algo como esto, por lo cual era raro, no es que fuera molesto del todo para el arquero, era solo, algo, inquietante.
Como de la noche a la mañana Medea estaba más abierta, y el maquillaje, algo que nunca había visto que se pusiese, incluso en las grandes celebraciones, era raro.
Pero solo por ahora, dejaría de lado la paranoia, no era momento, debía centrarse más en cómo prevenir los encuentros furtivos de los cazadores del hijo del primer ministro.
Habían sido seis intentos desde este mes en el cual intentaron invadir y llevarla.
No fue una fuerza especialmente fuerte, pero si lo suficientemente furtiva como para escabullirse en lo que sería la guardia normal del castillo.
Un peso llegó al hombro de Archer mientras que giro el cuello viendo el rostro sonriente de Medea mientras que abrazaba su brazo.
― ¿Podemos ir por allí? Realmente nunca pude ver bien la ciudad ―dando una sonrisa, la mujer empujó un poco el cuerpo de Archer mientras que este se le quedo viendo unos instantes.
Como si lo que presenciase no fuera del todo creíble.
Quizá el arquero había aceptado la última vez aquel gesto de la mujer, pero ¿Realmente con eso era más que suficiente para qué pueda abrirse más qué antes?
No era normal, no cuando la Medea de hasta hace poco, había dudado en hacer algo como eso, quizá tuviera aquel lado de juego, pero, esto. No era como recordaba aquel lado de la mujer.
― Si, iremos ―una respuesta simple de Archer vino mientras que vio como a la mujer se le ilumino los ojos ante aquello.
Dando una suave risa, Archer ignoraría el hecho por ahora, no era como si fuera algo realmente loco, nunca entendió a una mujer en vida, tampoco en muerte ¿Por qué intentarlo ahora?
…
Medea no había mentido, bueno, no totalmente, de hecho, la primera tienda que señalo, si fue por curiosidad. En estos momentos, quería establecer un campo sobre el castillo, por lo cual, en su estado actual, sería mejor usar algún catalizador, pero, eso sería después.
Empujando con una mano la puerta de la tienda frente suyo, hizo que el repiqueo de la campana de la puerta fuera audible.
Una tienda de libros, no era algo excepcionalmente necesario, tampoco su máxima necesidad, pero ¿Cuándo fue la última vez que ella logro ir en algún lugar tan…despreocupada?
Lubbock quería tranquilidad, bueno, al menos en lo que cabía atender una tienda y el significado de paz para él.
El cual era estar con Najenda.
El sonido de la campana hizo que el joven de cabello verde diera un suspiro, ser parte de todo aquello, night raid, asesinatos, usar armas imperiales, luchar contra cosas locas, no era lo que hubiera tomado como algo en lo cual pudiera estar tranquilo.
Sacudiendo su abrigo verde se puso de pie y salió hasta el mostrador.
― ¡Bienvenidos! ―aquella exclamación de Lubbock fue lo único que dijo, para su suerte, después de todo ¿Quizá se hubiera quedado sin palabras si hubiera seguido?
No todos los días venían un duque y su guarda espaldas a su lugar.
Lubbock tragó, aquella situación era preocupante.
El joven de cabello verde, vio como la mujer le dirigió un saludo simple con la mano mientras que seguía observando los libros.
Ahora que podía verla a la primera vista, Lubbock realmente apreciaba la vista, los rasgos de la mujer, eran, más que apreciables.
Una pena que este en la lista de prioridades por estar apoyando al ejercito tan abruptamente.
Lubbock no se dio cuenta de que el hombre que acompañaba a la mujer de cabello lavanda estaba viendo fijamente.
Tragando por lo bajo la saliva que se acumuló en su boca, Lubbock maldijo su suerte, aquella no era la persona indicada para poder joder. Era una oportunidad única para acabar con la mujer.
Lo cual sería un verdadero desperdicio, pero; dando una última mirad al hombre, no noto el arco, no llevaba espadas encima, no tenía nada en que defenderse ¿Qué impedía poder terminar con ambos ahora?
Moviendo uno de sus dedos bajo el mostrador, bajo la mirada y observó su teigu, o al menos eso fue lo que quiso ver.
Algo frio estaba sobre su mano.
Una espada flotando.
Una puta espada.
Volando.
Sobre su mano…apuntando a su rostro.
Alzando la vista con cautela lo vio, al hombre mirándolo fijamente, de tal manera que pareciera que, si respiraba fuerte, aquel hombre haría que la espada fuera directo a su cabeza.
Lubbock no quería tentar la suerte de que si podía detener aquella hoja a tiempo.
A cierto. Si aquel bastardo de azul le tenía miedo suficiente a aquel arquero rojo, entonces fue una mala idea desde el comienzo intentar algo.
Caminando con lentitud, aquel hombre de cabello blanco se puso frente suyo mientras que se agacho hasta su oreja.
― Deja que se divierta ―fue simple, un susurro tan vació.
¿Qué era esto?
Ho, Lubbock por fin lo sintió, el aura asesina del hombre.
Era.
Como para vomitar.
Cientos de miles o millones o cientos de miles de millones, esa era la conclusión que podía quitar Lubbock una vez que pudo sentir aquello de primera mano.
¿Dos Esdeath? Casi cómico.
No, incluso Esdeath no tenía un recuento tan grande como para tener algo como eso, esa aura, repulsiva.
Solo pudo maldecir su suerte.