Rollen Week

Este conjunto de fics pertenecen a la Rollen Week 2018 de la Weekly Magazine by Stormy Night Rain92.

Y como siempre, DGM no me pertenece.

Día 1: Cookies and candies

Labios dulces

Road caminaba aburrida por la ciudad. Su día en la escuela fue como cualquier otro. Nada nuevo, pura monotonía. Desde que la guerra había concluido todo era tan pacífico que era terriblemente aburrido. Lo único que lograba que su día se llenara de luz y diversión, era encontrarse con Allen, pero el chico nunca se quedaba en un lugar por mucho tiempo, así que era difícil localizarlo, además de que no tenía una forma de contactar con él.

Caminaba arrastrando sus pies por la acera cuando vio un cabello blanco muy conocido. ¡Pero qué suerte tenía! Observó desde la calle de enfrente que Allen miraba un mostrador de una pastelería. Cruzó dando brinquitos para acercarse a él y poder saludarlo, incluso si tenía aún más suerte, conseguiría platicar un poco con su amado.

—Se ven deliciosas—exclamó al llegar junto a él mientras se ponía a observar unas galletas que estaban en venta.

Allen fijó su vista en ella al escuchar su voz, comprobando que era Road la que estaba a su lado.

—Sí—contestó simplemente.

—¿Paseando? —si Road deseaba tener una plática decente con él, debía poner de su parte e iniciarla.

—Quería sentir la fresca brisa del otoño.

—Y como siempre te dio hambre, ¿no?

Allen volvió a mirarla, pero ahora con el ceño fruncido.

—No tengo hambre, simplemente las vi y pensé que estarían deliciosas.

—¿Entonces, por qué no las pruebas?

—Porque me sentiría algo incómodo en este lugar—confesó mirando dentro de la tienda.

Road supo enseguida a lo que se refería. El lugar estaba lleno de puras chicas conversando alegremente entre ellas e igualmente todo estaba pintado de rosa y adornado con unos lindos moños.

—Exageras—rio.

—¿No se vería un poco raro que entrara un chico solo a este lugar? Además, hay unas chicas por ahí que están cuchicheando mientras me miran.

—Eso es porque eres muy guapo, Allen.

El chico se sonrojó ligeramente con ese comentario.

—¿Quieres que entre contigo?

—No hace falta. Comeré otra cosa.

—Allen, tú querías probar esas galletas, así que no nos vamos hasta que lo hayas hecho—Road le tomó de la mano para entrar en la linda y cursi tienda. Allen puso un poco de resistencia, pero terminó accediendo.

—Escoge Allen—le dijo sentándose en una mesa desocupada—hoy yo invito.

—Eso no es necesario. No voy a dejar que pagues mi parte, sería grosero de mi parte.

—Allen—intentaba razonar Road—, a mi no me parece grosero, además podrías invitarme a alguna otra cosa en otro momento.

No muy convencido con ello, Allen tomó el pequeño y rosa menú para escoger que quería probar, repitiéndose en su mente que no debía abusar de la amabilidad de Road, por lo que pediría solo un poco. Terminó escogiendo tres galletas diferentes y Road otras tres.

Cuando la chica que los atendía llegó con sus galletas, Road tomó las suyas y le dio dos de ellas a Allen.

— ¿Qué haces? —preguntó él por su acción.

—Tú también querías probar esas dos, así que no te reprimas y cómelas.

Allen la observó por unos momentos, debatiéndose si debía aceptar su ofrecimiento o no.

— ¿Tú solo comerás una?

—Cenaré al rato, si como mucho ya no querré hacerlo—era una excusa muy pobre, pero tenía que decir algo para que Allen las aceptara.

—Como si fueras tan buena niña—dijo él irónicamente.

—Te sorprenderías al darte cuenta de que si lo soy.

Allen le sonrió antes de comenzar a comer aún con un poco de culpa.

Road lo observó todo el tiempo. Era divertido ver cómo disfrutaba de sus bocadillos. Allen notó su mirada y quería ocultarse para que dejara de observarlo.

Al terminar de comer, Road pagó la cuenta y salieron de la tienda.

—Y dime Road, ¿cómo quieres que te recompense?

Road sonrió. Esa era una buena oportunidad para poder ver a Allen otra vez.

—La próxima semana, en esta misma ciudad, a la misma hora. Solo que no me invitarás a galletas, si no a dulces.

Esa tarde, Road regresó a su casa sonriendo como hacía tiempo que no hacía. Toda su familia se dio cuenta de que algo bueno le había pasado y sabían que ese algo o mejor dicho alguien tenía nombre: Allen Walker.

Por su parte, Allen regresó a la habitación que estaba rentando y se lanzó a su cama. Su visita en esa ciudad no era coincidencia, él estaba ahí para buscarla y la encontró mucho más rápido de lo que creyó. Por suerte, fue ella la que inició la reunión de ese día, porque él le estuvo dando vueltas al asunto y nunca supo ni siquiera qué le diría cuando la encontrara. Aunque esa ocasión, tenía una semana para planear qué hacer.

Una semana después, Allen llegó al mismo lugar, a la hora acordada. Encontró fácilmente a Road, quien nuevamente tenía su uniforme escolar.

—Dime Road, ¿a qué tienda quieres ir?

La chica simplemente lo tomó de la mano para guiarlo. Una calle después, se encontraba una pequeña tienda repleta de diversos dulces.

Allen observó riendo como Road iba escogiendo cada uno de los dulces que quería probar. Escogió diez tipos diferentes, mientras Allen, solo dos.

—Esta tienda cambia de dulces cada mes y me gusta venir a probar cada vez que traen nuevos—explicó.

—Espero que te laves muy bien los dientes después de comerlos—rio Allen.

— ¡Oye! No soy una niña sin hábitos de limpieza—se quejó.

—Eso no puedo yo saberlo.

Con un puchero en sus labios, Road comenzó a saborear sus dulces. Allen hacía lo mismo, pero mientras lo hacía, observaba cuan feliz se veía aquella chica disfrutando de sus golosinas. Pocas veces la veía tan animada, Road era un gran misterio para él, pero a pesar de ello, ahí se encontraba en una "cita" con ella. Con la chica que más lo ha apoyado, con la chica que le robó su primer beso, con la chica que también se roba sus pensamientos pero que ella ignora ese hecho.

—¿Qué? —preguntó Road al notar su mirada.

—Se nota que estás disfrutando mucho, tienes una cara llena de emoción—le dijo sonriéndole.

—Debe ser igual a la cara que tú tenías la semana pasada.

Allen guardó silencio unos momentos. ¿Ella lo había observado comer también?

—Eso pasa cada vez que como, Road, pero admito que esas galletas estuvieron deliciosas.

Ambos conversaron un rato, antes salir de la tienda y despedirse.

—¿La próxima semana, a la misma hora, en el mismo lugar? —preguntó discretamente Allen, con temor a su rechazo. Pero fue un alivio para él ver que Road le sonreía antes de aceptar.

—Me parece muy buena idea Allen.

Esa tarde, Road llegó aún más alegre a su casa. Ella no había tenido que volver a invitarlo o crear alguna excusa tonta para verlo, ya que ¡Él mismo la había invitado!

Allen se dio una larga y fresca ducha al llegar a su habitación. La sonrisa no se había borrado de su rostro. ¡Road había aceptado su invitación! No sabía muy bien que harían, pero lo importante es que podría verla. Su objetivo principal en esos momentos se estaba cumpliendo. Aún estaba confuso con respecto a sus verdaderos sentimientos por ella, así que por el momento su plan era estar a su lado.

Sus encuentros semanales se volvieron algo común para ambos. Se veían todos los viernes en la ciudad; un día compraban galletas, a la semana siguiente les tocaba el turno a los dulces. Pero, lo más importante era la compañía del otro. Poco a poco, conforme sus reuniones iban avanzando, dejaron de tener un orden exacto. Ya no se limitaban a simplemente comer dulces y galletas juntos y platicar un rato, sino que comenzaron a variar. Paseaban por el parque, compraban curiosidades en pequeños mercados, comían helados y platicaban por horas y horas.

Seis meses estuvieron de esa manera, hasta que algo más cambió. Ya no era necesario que fuera viernes para verse, podía ser cualquier día de la semana, incluso llegó el punto en el que se veían todos los días, aunque fuera por unos minutos.

Se dio todo de manera tan casual que ninguno de los dos quiso hacer algún comentario al respecto. Aunque tampoco admitían en voz alta y frente al otro que esa situación los emocionaba.

Un domingo por la noche, con el cielo totalmente nublado, probablemente por una futura tormenta, ambos caminaban por el parque, mientras Allen comía una gran galleta de temporada que llegó a la tienda y Road una enorme paleta en forma de corazón rojo que Allen le había regalado.

—Ya es tarde Allen. Me tengo que ir.

—Supongo que sí Road, no quiero que Sheryl me asesine por robarte de su lado tanto tiempo.

Ella rio. Esa sonrisa le encantaba a Allen, era música para sus oídos. Después de todo ese tiempo al lado de ella, ahora estaba seguro de lo que sentía y ya no podía negarlo ni ocultarlo.

—Nos vemos mañana entonces, Allen—se despidió como siempre y se dio la vuelta para irse, pero antes de que pudiera dar unos cuantos pasos Allen la detuvo.

Road no pudo hacer nada para evitarlo, aunque tampoco quería hacerlo, solo pudo sentir como su cuerpo fue atraído por los fuertes brazos de Allen hacía su propio cuerpo. Incluso antes de que pudiera decir algo, Allen la había silenciado con un beso.

Segundos después, se alejó solo un poco de ella para mirarla. Su cara demostraba vergüenza, pero también duda y temor. Road ya sospechaba que Allen sentía algo por ella, ya le era obvio, pero por esa ocasión no quiso dar el primer paso y preguntarle, prefirió que él se atreviera a hacer un buen movimiento. Y vaya que fue así.

El temor en el interior de Allen se desvaneció al ver que ella le sonrió dulcemente.

—Hasta que te atreviste.

—¿Te diste cuenta? —preguntó impactado. ¿Tan obvio había sido?

—No creo que hubieras aceptado estar tanto tiempo a mi lado sino fuera así, Allen.

Ahora fue el turno de él de reír. Road también amaba esa sonrisa, le encantaba poder verlo tan animado y alegre y por supuesto estaba orgullosa de ser ella la causante de esas emociones. Se puso de puntillas para poder acercarse a los labios de Allen una vez más, incluso lo jaló de su camisa para conseguirlo.

Allen aceptó gustoso el beso. Dulce, sus labios sabían a dulce, tenían exactamente el mismo sabor de la paleta que acababa de comer. Suspiró aún contra sus labios. ¡Cómo amaba esos labios! ¡Cómo amaba ese sabor!

Lo único que rompió un poco ese mágico momento, fue la lluvia que comenzó a caer sobre ellos, especialmente porque estaba tan fuerte que los empapó en segundos.

Se alejaron sin desearlo.

—Qué delicioso sabes, Road—confesó Allen avergonzado—sabes muy dulce.

—Y tú sabes tan delicioso como un buen chocolate Allen.

El chico solo pudo sonrojarse aún más con ese cumplido.