Preguntas sin respuesta
Disclaimer: The Emperor´s new Groove pertenece a Disney.
—¿Dónde están mis papás? —preguntó Kuzko, por la forma en que arrugaba su nariz resultaba evidente que estaba a punto de llorar.
Yzma masajeó sus sienes en un intento por disminuir el dolor de su cabeza. No era realmente efectivo. No sabía cómo responder a esa pregunta y no era por falta de información. Ella sabía lo que les ocurrió a los emperadores, más de lo que debía decir en voz alta por su propio bien. El problema era la reacción de Kuzko, podía imaginar la forma en que lo haría. Le dolía la cabeza de solo pensar en ello.
—¡Los quiero ahora! ¡Ahora! —gritó Kuzo, no estaba acostumbrado a tener que repetir las cosas, menos a gritar.
—¿Tienes hambre? —preguntó Yzma, si sonrisa era tan falsa que ni siquiera logró engañar a Kuzko.
El pequeño hizo un puchero y reunió aire en sus pulmones, listo para llorar y gritar con todas sus fuerzas. No sabía que era lo que ocurría y como todo lo que no lograba entender, lo odiaba.
—Puedes comer lo que quieres —agregó Yzma con voz cantarina, al ver que no funcionaba trató de pensar en algo más —. ¿Qué te parece un juguete? ¿Una llama de peluche? ¿una bicicleta nueva?
Mientras Yzma le ofrecía a Kuzko juguetes, varios de los empleados ingresaban a esa habitación, dejando los objetos de los que Yzma había hablado. Al principio nada parecía funcionar, Kuzko seguía llorando y gritando, cada vez con más fuerza, incluso llegando a adquirir un tono morado en su rostro.
—¡Quiero ahora!
—Y yo quiero ser emperatriz, pero no siempre obtenemos lo que queremos —gruñó Yzma por lo bajo, para su buena fortuna, nadie entendió lo que dijo o simplemente no le prestaron atención. Kuzko hacía demasiado ruido.
Los juguetes siguieron ingresando a la habitación. En pocos minutos había tantos juguetes que cubrían la mayor parte del suelo e incluso se formaron varias montañas. La mayoría eran peluches de animales o carros de juguete. También había un juego de ajedrez y una llama real; los dos últimos no podría usarlos por su corta edad.
—¡Helado! ¡Traigan mucho helado! —ordenó Yzma, lamentando no tener ninguna dotación de veneno.
Kuzko dejó de llorar en cuanto tuvo el helado frente a él. Sin usar una cuchara, se comió más de tres tazones. Nadie le habló de sus padres; no le importó. En su mente infantil creyó que todo estaría bien y que ellos regresarían antes de la cena; pero esto nunca ocurrió. Tiempo después haría la situación se repetiría, le darían comida, juguetes a montones, pero al final solo le quedarían preguntas sin respuesta.