SUMMARY:
Lóndres. Época Victoriana. Tras un accidente, Sakura no recuerda nada de su pasado. Cinco años después, el destino crea un reencuentro con Lord Syaoran Li en un baile. Él no puede hablarle del pasado, la verdad es tan cruda, que podría acabar con ella. Sin embargo, la cercanía despierta los recuerdos de Sakura y poco a poco, mientras vuelve a enamorarse, irá recomponiendo el rompecabezas de su vida. Adaptación de libro.
MENSAJE PARA MIS LECTORES:
Que tal comunidad Fanfiction, traigo para ustedes ésta vez, una adaptación de un libro más reciente, publicado en 2016, que me encontré en la librería de algún aeropuerto. Me lo leí prácticamente durante el vuelo. Se trata de un misterio apasionante, que me mantuvo en el vilo del asiento, apenas notando la propia turbulencia del avión.
En comparación con el fic "La flor del capitán" aquí encontraremos a un Syaoran más acorde a la serie Card Captor Sakura. Un caballero, hecho y derecho, en toda regla. Se adapta a la familia grande que son los Li, y aquí aparecerá Tomoyo como la amiga incondicional que és para Sakura. También tendremos a Eriol, nuevamente en el papel de hermano para Syaoran. No se porqué, siento que a Fye le queda bien el papel de villano calculador, como en el fic de mi autoría "Mujeres divinas". Extrañamos a Touya una vez más, pero pueden leer de él en papel de hermano sobreprotector, en mi fic "A cuantos no nos ha pasado" y en "Paraíso de redención".
Saludos!
A leer!
Camiko no punishment
DISCLAIMER: NO ME PERTENECEN NI LA HISTORIA NI LOS PERSONAJES. ÉSTA ADAPTACIÓN ES SIN FINES DE LUCRO.
SÁLVAME DEL PASADO: CAPÍTULO 1
REENCUENTRO
PRÓLOGO
Caminando por aquel desolado paraje invernal fue cuando la vi.
Apareció entre la bruma, del mismo modo que lo hubiera hecho un espectro cualquiera.
Sólo que yo no buscaba un espectro cualquiera. La buscaba a ella.
Clamaba su nombre en las largas noches insomnes, caminando sin rumbo, soñando despierto con ella.
Y finalmente ella había hecho caso a mi llamada.
Ella fijó sus grandes ojos ambarinos sobre mí, brillantes y alargados, como los de un felino.
Su rostro de alabastro, tan pálido como la bruma que la envolvía.
Otro hombre habría salido corriendo ante aquella etérea figura fantasmal.
Yo, al contrario, me acerqué a ella con los brazos abiertos.
Era el encuentro que llevaba tantos años añorando.
Su cabello castaño ondeaba al viento. La nieve se enredaba entre sus mechones de seda, igual como lo haría con una mujer viva. Sus ojos dorados me observaron con cautela. Temí que escapara de mí, como tantas veces me había ocurrido al intentar acercarme. Sin embargo, no podía contenerme. Ella estaba tan cerca, prácticamente a un paso de distancia, sólo con alzar los brazos la tendría a mi alcance.
—Sakura... —me escuché musitar. Mi voz sonaba agónica, suplicante—. No te marches otra vez, Sakura. —
Ella me observó con esos grandes ojos verdes que ahora expresaban confusión... y temor.
Intentó alejarse, pero antes de que yo mismo pudiera reaccionar, mis brazos la asieron, cogiéndola por los hombros y atrayéndola hacia mí. La acuné en el centro de mi pecho, incapaz de dejarla partir esta vez.
—Sakura... —musité como un desquiciado. Eso es lo que era. En lo que me había convertido sin ella. Un demente que vagaba de noche por los senderos solitarios en busca de la mujer que una vez había amado. Un loco en busca del espectro de la que una vez fue el amor de mi vida... Y que por siempre lo sería.
Y ahí estaba la prueba de mi demencia. Ahora sostenía a esa misma mujer entre mis brazos, adorándola en silencio, sucumbiendo al llanto como un niño pequeño.
«¿Syaoran Li, el demonio de Leagrave sabe llorar?» Es lo que se preguntarían las damas de Londres que murmuran en voz baja a mi paso. Un demonio temido, en eso me he convertido sin ella.
—Sin ti, mi Sakura... —me encontré murmurando.
Pero ahora la tengo aquí, la tengo entre mis brazos. Está conmigo, y no le permitiré partir ya más. Si es necesario, nos iremos juntos al más allá, pero no nos volverán a separar... Sentí la fuerza de unas manos aferrándome por los brazos, intentando alejarme de resistí con toda mi fuerza. No volverían a separarnos. Ni la muerte podría conseguirlo...
Fue cuando noté su rostro cubierto de lágrimas. El terror reflejado en cada una de sus facciones. Y esa mirada... Esa mirada que para siempre me atravesaría el corazón. La mirada que significó mi muerte allí mismo, en ese exacto instante, al percatarme de que ella no me reconocía.
Ella no me reconocía...
Un día esa mujer de cabellos castaños me amó con todo el corazón. Hoy, esa misma mujer no tenía idea de quién era yo.
Fragmento del diario de Syaoran Li conde de Leagrave. Londres, Gran Bretaña. 1857
Londres, Gran Bretaña. 1862.
Sakura intentaba respirar con calma, fijando la vista en la ventanilla del lujoso carruaje que Tomoyo había enviado para recogerla. Frente a ella iba sentada la criada de la familia.
Su tía Kaho había insistido en que la acompañara como carabina a pesar de que ella tenía veinticinco años. A su edad, Sakura era considerada una solterona y bien podía asistir sola al baile.
Solterona... Nunca imaginó que llegaría a serlo. De joven soñaba con una familia, un marido, hijos... Aunque también había soñado tantas otras cosas: emprender una carrera de enfermera al lado de su padrastro, leer todas las novelas románticas del mundo y convertirse en la primera mujer que consiguiera volar...
Ahora todos esos sueños no eran más que parte de su pasado. Sueños con un futuro imposible que nunca se realizaría.
Sakura fijó la vista sobre su regazo, daba vueltas al bolso que la tía Nadeshiko le había prestado y que hacía juego perfecto con el encantador vestido que Tomoyo le había enviado como regalo sorpresa. Era precioso, un conjunto demasiado fino para su gusto. El dorado y el color crema resaltaban el color verde de sus ojos, provocando una combinación armónica de tonos. Debía admitir que su amiga poseía un excelente gusto. «A las lindas castañas les sienta bien éste color», decía la nota que acompañaba al atuendo.
Fue la primera cosa que a Tomoyo le llamó la atención de ella el día que se conocieron; le parecía que su pelo era precioso y largo, como el propio, y por ello creía que debían ser amigas. Según las ideas (algo alocadas, pero divertidas) de Tomoyo, las chicas se llevaban mejor entre ellas si tenían características similares, y el pelo era una perfecta, así que ambas debían convertirse en las mejores amigas. Y ciertamente lo habían hecho durante esos tres meses que Sakura llevaba en Londres.
A pesar de las poco convencionales circunstancias en las que se habían conocido estando en el hospital, ella aguardando noticias de su tía Kaho y Tomoyo las de su padre, el vizconde Daidouji, quien había tenido una crisis de apendicitis de la que salió airoso un par de días más tarde, ambas chicas se habían hecho grandes amigas. Prácticamente se habían vuelto inseparables, y ahora que se aproximaba la fecha de partida de Sakura al campo, Tomoyo había insistido en que su nueva amiga asistiera a una fiesta antes de marcharse de Londres, y ésa tenía que ser la suya.
De ahí que no se limitara a enviarle la invitación, sino también el guardarropa completo para asistir al baile (vestidos, zapatos, incluso abanico y tocado), dejándola sin excusas para negarse. Y por supuesto, Sakura no pudo hacerlo. A pesar de que el vestido que llevaba puesto, aunque precioso, era el de una jovencita, pues dejaba al descubierto más piel de lo que ella recordaba haber enseñado en años. No al menos desde su debut en sociedad, hacía diez años.
Claro, no es que su memoria fuera de fiar...
Con aflicción, se llevó una mano al cuello, al sitio donde se encontraba la gargantilla que su tía Nadeshiko le había prestado. Cubría la cicatriz en su cuello, se había asegurado de ello. Sin embargo, se sentía desnuda.
Los cuellos altos habían sido su escudo todos esos años. Sin ellos se sentía tan vulnerable como si fuera enseñando la horrible marca del accidente a todo aquel que se le pusiera por delante...
Si tan sólo pudiera recordar algo de su pasado... Los únicos fragmentos de su vida anterior consistían en fugaces vistazos durante sus sueños. Y ni siquiera podía asegurar que eso fuera completamente cierto.
En sus sueños, uno en especial, veía la imagen de un hombre.
Vaya escándalo que se armaría si su madre se enterara, pensó divertida. Aunque poco le importaba, en realidad. Ese hombre era el único en su vida, el único dueño de su corazón, y lo único a lo que se aferraba día tras día, cuando continuaba con su vida sin tener una base sobre la cual sostenerse, como debían hacer todos los demás.
Porque, ¿acaso no es eso lo que un pasado representa para cualquier persona? Un historial, una certeza, algo que te brinda la confianza para continuar. Tener la certeza de lo que hiciste, de qué personas conoces, en quién puedes confiar...
¿Habría sido ese hombre digno de su confianza? ¿Sería parte de su pasado, siquiera? Porque de ser así, ¿cuál pudo ser el motivo para que ya no continuara en su vida?
Si tan sólo pudiera ver su rostro en cada sueño...
Pero siempre que intentaba verle la cara mientras dormía, su rostro se desvanecía. Sólo los ojos, esos ojos dorados, tan profundos, eran lo único que traía como recuerdo al despertar.
Nada más.
Y reconocer a una persona únicamente por el color de los ojos es imposible. Si tan sólo consiguiera recordar algo, lo que fuera... Si esa maldita bruma que se apoderaba de su mente cada vez que trataba de concentrarse en su pasado se esfumara de una vez y le permitiera ver más atrás del ayer...
El carruaje se detuvo con un movimiento seco. Sakura se tensó, atisbando el exterior por la cortina de la ventanilla. Había una fila de carruajes frente a la
mansión de la familia de los Daidouji. Los invitados bajaban de sus transportes con lentitud, asegurándose de ir perfectamente engalanados al subir la escalinata principal de la residencia, haciendo caso omiso de las demás personas que aguardaban su turno.
Sakura se apoyó en el respaldo, retorciendo con tanta fuerza el bolso que tuvo miedo de romperlo. Pronto sería su turno para bajar, y cuando lo hiciera, se daría prisa. No quería ser el centro de atención de todos esos ojos.
Si tan sólo le hubiera hecho caso a su madre y declinado la invitación...
¡No! No iba a seguir consintiendo los deseos absurdos de su madre.
Si ella no la quería en la fiesta, pues entonces, tendría que ser ella quien no asistiera.
Ya bastante tenía con saber que su madre no la quería en Londres. Se había puesto histérica cuando se enteró de que ella se encontraba en la los últimos años, todo cuanto le importaba a su madre eran su hermana menor y su padrastro.
Sakura apenas podía recordar el tiempo en el que todos convivieron como una familia. La mayor parte de sus recuerdos se encontraban en Cheshire, al lado de sus tías Nadeshiko y Kaho.
Ellas eran su verdadera familia.
Hacía tres meses, su tía Kaho había caído gravemente enferma y las tres debieron trasladarse a Londres para que la anciana fuera tratada. En el hospital (donde conoció y se hizo amiga de Tomoyo), Kaho consiguió salir adelante, y dentro de pocos días, las tres marcharían de vuelta a su casa de campo.
Pero antes, ella tenía que asistir a ese elegante baile, como le prometió a sus tías y a quien ahora era su mejor amiga, su única amiga, a pesar de la rotunda prohibición de su madre para que acudiera. Su madre tampoco aprobó su estancia en la ciudad, al ver a Sakura en Londres. Fue el cariño hacia sus tías lo que la impulsó a oponerse, por primera vez, a la voluntad de su madre y no volver al campo como ella le exigió. Si las cosas salían mal y perdía a su tía Kaho, nunca se perdonaría el no haber pasado sus últimos momentos a su lado. Y ni su madre, ni su padrastro, ni el mundo entero la moverían del lado de la cama de su tía.
Gracias al cielo, su tía Kaho había superado la delicada operación y cada día su salud estaba mejor. Pronto volverían a su tranquilo hogar en el pueblo de Crawford, lejos del barullo de Londres y de su impertinente madre.
Sakura no sentía verdaderos deseos de asistir al baile que el padre de Tomoyo, el vizconde Daidouji, celebraba en honor al cumpleaños de su mujer y que pondría fin a la temporada de eventos sociales.
A diferencia de su familia, no estaba familiarizada con las costumbres de la alta sociedad. En su juventud, su familia no había gozado de la posición que tenían ahora.
Su debut había sido en un pequeño pueblo industrial al norte del país. No en Londres, como su hermana menor. No había asistido año tras año a una interminable sucesión de fiestas, reuniones sociales y eventos campestres en las casas solariegas de los aristócratas amigos de su padrastro, como lo había hecho su hermana menor, Rika.
Y después del terrible accidente que había sufrido (y del que nadie le quería revelar una palabra), la aislaron en el campo. El único recuerdo que tenía de ese fatal día era las terribles cicatrices que el evento había dejado en su cuerpo, y una mente nublada de forma indefinida y, posiblemente, para siempre.
La trataban como si fuera una vergüenza, un estropicio que no mereciera de su atención ni cariño. Como si no fuera digna de la oportunidad de permanecer a su lado...
Antes de lo que esperaba, la puerta se abrió y una mano enguantada apareció ante ella. Con delicadeza la tomó y se apeó del carruaje con la ayuda del cochero, un anciano que le dedicó una mirada sonriente. Al menos una cara amable en medio de esa multitud que parecía absorta en sus propios asuntos.
Aspirando una honda bocanada de aire, Sakura irguió el rostro. En el preciso momento que lo hizo, una gota de lluvia le cayó en la punta de la nariz, justo un segundo antes de que un aguacero torrencial comenzara a caer.
Sakura corrió escaleras arriba, con cuidado de no tropezar con los pliegues de tela de su capa y vestido. Llegó a la cima antes de lo esperado. Su buena condición tras tantos años de vivir en el campo ahora le brindaba buenos frutos. Echando una mirada por encima del hombro, vio a las otras damas que bajaban de sus carruajes, subiendo las escaleras también apuradas por buscar refugio, ayudadas por sus lacayos que corrían a auxiliarlas con paraguas. Se dio cuenta de que había sido afortunada al llegar tan pronto, apenas mojada. Y lo mejor sería que se diera prisa, o esa multitud la atropellaría en la entrada, llevándola en su carrera al interior de la monumental casona en unos pocos segundos.
Aún envuelta en la capa, se dio prisa en dirigirse a la entrada, sin preocuparse de volver a tiempo la cabeza hacia delante, por lo que se dio de bruces directamente con una persona que aguardaba a escasa distancia de ella.
—Lo siento mucho... —comenzó a disculparse, cuando notó que se trataba de un elegante caballero vestido con un fino traje negro a la última moda, que ella acababa de mojar con su capa húmeda.
El hombre dio media vuelta lentamente, sin decir una palabra. Su rostro se encontraba ligeramente cubierto por las sombras de la noche. Apenas se distinguían sus rasgos, pero sin duda quitaban el aliento, y más cuando le dedicó una mirada tan intensa que la dejó helada.
Estaba furioso.
—Lo siento tanto, señor... —se disculpó una vez más, extendiendo la mano para quitar el agua de su ropa.Él, con un movimiento ágil que la sorprendió, tomó su mano antes de que ella pudiera tocarlo y la mantuvo firmemente sujeta. Sakura lo miró a los ojos, que eran oscuros como la noche. Él no dijo nada, la expresión de su rostro era insondable. ¿Por qué no la soltaba? ¿Qué pretendía con esa actitud?
—Syaoran.. —una joven apareció entre la multitud, caminando directamente hacia el hombre—. Aquí estás. Te he estado buscando, ¿qué estás haciendo...? —Los ojos de la chica se abrieron como platos al notar la presencia de Sakura, al tiempo que todo el color abandonaba su rostro—. ¡¿Tú...?!
Sakura frunció el ceño, sin comprender a lo que se refería.
—Vámonos de aquí —el hombre le soltó al fin la mano para detener la de la joven a su lado, que la extendía como si deseara tocar el rostro de Sakura. Sus ojos permanecían fijos en ella, tan abiertos que parecía que iban a salírsele de las cuencas—. No digas nada. —
—Pero, ella... —insistió la joven, en una mezcla de voz asustada y eufórica.
—Ni una palabra, Fuutie —musitó el hombre en un tono grave, haciéndola callar de una vez.
Sakura observó cómo él se llevaba a la chica prácticamente a rastras al interior de la morada. Algunas personas se habían detenido a observar con curiosidad la escena. Sin embargo, todo había pasado tan rápido, apenas unos cuantos segundos, que fueron pocos los invitados que notaron lo sucedido, y pronto perdieron el interés y se centraron en sus propios asuntos, que seguramente eran mucho más interesantes que una joven intentando tocarle la cara a una desconocida.
Aún abrumada por la escena que acababa de vivir, Sakura aguardó en el sitio acordado a la anciana criada que le servía de carabina.
—Señorita, deberíamos entrar —le dijo la anciana al llegar a su encuentro, dedicándole una mirada algo molesta por haberse mojado con la lluvia por su culpa. Después de todo, había salido de la comodidad de su hogar para acompañarla a ella.
—Si quieres, adelántate a la sala de las doncellas, Marie. Así podrás secarte —le dijo Sakura. La doncella le dedicó una reverencia antes de alejarse a paso rápido, sin aguardar una segunda petición.
—¡Aquí estás! —escuchó un grito familiar al tiempo que unos brazos enguantados se abrían paso con poca ceremonia entre la multitud—. ¡Sakura, hace media hora que te busco! —
—Hola, Tomoyo —Sakura sonrió al saludar a su amiga, sintiéndose aliviada de ver una cara familiar al fin—, ¿no se supone que deberías estar dentro, recibiendo a tus invitados? —
La joven hizo un gesto con la mano, quitándole importancia al asunto. Lucía un hermoso vestido blanco de seda, adornado con perlas y rosas blancas. Su cabello, negro y brillante como una noche con estrellas, despedía encantadores destellos con las luces que iluminaban la estancia.
—Es la fiesta de mis padres, ellos son los anfitriones, no yo. Además, tienen a sus dos aburridas hijas rubias con ellos, no me necesitan. Yo he decidido venir a buscar a mi amiga , antes de que el valor la abandonara y decidiera escapar del baile al que me prometió asistir. —
Sakura frunció los labios, no podía engañar a Tomoyo. Poseía una especie de lector de mentes que le hacía imposible ocultarle sus sentimientos.
—Ven, quiero que conozcas a alguien. —
—¿A quién? —preguntó Sakura con un hilo de voz. Ya se le había pasado por la cabeza que su amiga tendría la intención de presentarle a un par de caballeros con el propósito de emparejarla. Cosa que no quería en absoluto.
Su madre no estaba del todo equivocada al suponer que cualquier hombre se sentiría asqueado al descubrir en su cuerpo las cicatrices del accidente.
—Una amiga —contestó Tomoyo, para su alivio—. Ven, te va a encantar. Creo que seréis buenas amigas. — llevando a de la mano entre la gente sin hacer caso de las miradas molestas que les dedicaban cuando, por accidente, chocaban con alguien por la prisa.
Sakura sabía que no era de buen gusto que se abrieran paso como si estuvieran en un mercado repleto, y no en una fiesta elegante, pero lo pasó por alto. Sonomi, la madre de Tomoyo, era norteamericana, y por lo que le habían contado, sabía que habían vivido en los Estados Unidos parte de su vida. Seguramente las cosas eran muy diferentes al otro lado del mundo.
Quizá fuera buena idea que ella también comenzara a considerar la idea de viajar e instalarse al otro lado del océano, donde las personas se permiten actuar con mayor naturalidad y sus mentes no son tan cerradas a las ideas convencionales aprendidas.
Pasaron por un largo pasillo abarrotado de gente, sin detenerse a ser anunciadas por el lacayo encargado de nombrar a los invitados que iban entrando al baile. Bajaron las escaleras tras un par de parejas muy finas que se sobresaltaron cuando Tomoyo prácticamente se deslizó entre ellos, llevando siempre a Sakura bien sujeta de la mano y con la labor de musitar disculpas a su paso.
Al llegar al abarrotado salón principal, Sakura apenas tuvo tiempo de murmurar una disculpa a los últimos afectados por su atropellada llegada, pues su amiga ya la conducía a un salón contiguo, donde las parejas danzaban al son de un maravilloso vals que tocaba la orquesta ubicada al otro extremo.
Sakura se quedó extasiada al contemplar la magnificencia del salón de baile. Las arañas relucían bajo las velas, bañando de luz no sólo a los invitados, sino a las intrincadas pinturas del techo. La música se mezclaba con el sonido de las voces y risas de los invitados, así como el cantarín correr del agua de una fuente en la terraza.
Gracias a los exquisitos ventanales abiertos de par en par, la brisa refrescaba el abarrotado salón, invitando a su vez a las parejas a una romántica caminata bajo las estrellas.
Sakura observó embriagada a los cientos de parejas que bailaban con soltura. Los invitados estaban ataviados de forma tan magnífica como si fuesen a ser presentados ante la reina. Todo era maravilloso, todo inolvidable. Ella sabía que nunca olvidaría este momento en lo que le quedaba de vida... No recordaba nada de su debut en sociedad ni de las fiestas a las que asistió durante su juventud.
Si tuvo recuerdos que atesorar, ahora estaban perdidos en la bruma de lo más hondo de su mente. Pero este recuerdo lo grabaría para siempre en su corazón, donde su mente no pudiera borrarlo. El destino no le jugaría otra mala pasada. Este recuerdo se lo llevaría a la tumba con ella.
—¡Fanren! —exclamó Tomoyo de repente, sacando a Sakura de sus pensamientos.
Antes de darle tiempo de reaccionar, Tomoyo tomó una vez más de la mano a Sakura y la condujo con ella hasta uno de los ventanales que daba a la terraza.
Sentada en un banquillo de piedra, se hallaba una elegante joven ataviada con un espléndido vestido esmeralda. Parecía distraída en los jardines, con sus ojos oscuros perdidos en la niebla mientras se abanicaba repetidamente con su fino abanico de plumas de pavo real.
La mujer se volvió hacia ellas al escuchar su nombre y la pasividad de su rostro mudó para adoptar una expresión de sorpresa y enseguida convertirse en una de alegría. Aunque había algo en esa sonrisa que provocó escalofríos en Sakura.
—Fanren, me alegra tanto verte al fin —la saludó Tomoyo—. Te presento a mi nueva querida amiga Sakura. Sakura, esta es mi encantadora vieja amiga, Lady Fanren Li, hermana del conde de Leagrave. —
—Encantada de conocerla, milady —musitó Sakura, haciendo una ligera reverencia. La mujer frente a ella sonrió, imitando el gesto. Tenía un rostro muy hermoso, de rasgos afilados y elegantes. Unos ojos profundos, cafés, con matices dorados y un cabello castaño que enmarcaba a la perfección su largo cuello desnudo. Al igual que ella, no parecía una dama muy afecta a la joyería.
De no ser por la cicatriz, seguramente Sakura tampoco no habría llevado ninguna.
—Sólo llámeme Fanren —le pidió la joven, guardando su abanico en su elegante bolso—. Es un placer conocerla al fin, señorita Sakura —le dijo la mujer, hablando en un tono suave y melodioso, que resultaba sumamente dulce y contrastaba con su aspecto un tanto intimidante—. Tomoyo me ha hablado mucho de usted. Estoy de acuerdo con ella en pensar que llegaremos a ser grandes amigas. —
Sakura sonrió, sin saber qué responder. Necesitaba salir más, eso era seguro. Tener como única compañía a un par de tías parlanchinas y una gata adicta a la leche, no resultaba muy útil a la hora de dar conversación.
—¿Os importa si vamos a dar un paseo por los jardines? La música está demasiado alta y apenas consigo escuchar mis propios pensamientos —se quejó Fanren.
—Id vosotras, yo tengo que atender a mis invitados —dijo Tomoyo. Sakura la miró con extrañeza. Hacía un minuto había dicho lo contrario. —En ese caso, tendremos que ir solas tú y yo, Sakura... ¿Te importa que te llame por tu nombre? —le preguntó, tomándola del brazo mientras caminaban rumbo a la terraza— . Suelo llamar a mis amigas de forma íntima. —
—No, no es problema—Sakura le sonrió, mirando por el rabillo del ojo hacia el salón. Alcanzó a atisbar la alta y esbelta figura de Tomoyo de pie junto al ventanal observándolas a ellas.
«¿Qué planeaba esa mujer?» pensó. A veces actuaba como un duende travieso en lugar de una fina dama aristócrata. Quizá realmente los niños fueran cambiados por hadas, como le contó su tía Nadeshiko de niña...
—¿En qué estás pensando? —le preguntó su acompañante. Sakura se puso tensa, otra vez se estaba dejando llevar por sus pensamientos. En definitiva necesitaba conseguir amigas con quienes practicar una conversación decente.
—Sólo en que creo que esta noche es preciosa para un baile. Me sorprende que haya dejado de llover tan pronto, hacía sólo unos minutos que parecía que iba a caer una tormenta torrencial. —
—Así es Londres, ya lo sabes... —Fanren se encogió de hombros dedicándole una encantadora sonrisa—. Es decir... Lo siento, ¿eres de Londres? Tomoyo no me aclaró nada al respecto. —
—Lo era. Ahora vivo en un pueblo en Cheshire. —
—¿Lo dices en serio? —ella arqueó las cejas, asombrada—. Adoro Cheshire. Especialmente Crawford. —
—¿Conoces Crawford? —
—Por supuesto, mi hermano tiene una propiedad cercana a ese pueblo. Ha prometido llevarme antes de que termine el verano. ¿Tú conoces Crawford? —
—De hecho, es allí donde vivo. —
—No me lo puedo creer... —se llevó una mano a los labios—. Qué pequeño es el mundo. Ahora entiendo el motivo por el que Tomoyo ha insistido tanto para que seamos amigas. Creo que tú y yo nos vamos a llevar a las mil maravillas, Sakura.—
—Así lo creo también —contestó Sakura, sintiéndose más relajada.
—Oh, alguien se acerca —Fanren miró en dirección a un camino lateral, por el que se aproximaba un caballero acompañado por una dama.
—Quizá sea mejor que demos media vuelta —murmuró Sakura—. Dudo mucho que ellos deseen que los interrumpamos. —
—¿Bromeas? Son mi hermano y mi hermana —rió Fanren al reconocerlos, alzando la mano en un saludo para llamar su atención—. ¡Syaoran, Fuutie, aquí! —
Sakura sintió que la sangre se le helaba al reconocer a la pareja. Era el hombre con el que se había topado en la entrada y la mujer que había actuado de forma tan extraña al verla.
—Qué coincidencia encontraros por aquí. Asumí que no vendríais al baile — les dijo Fanren, acercándose y llevando con ella a Sakura. De pronto, parecía que su brazo se había vuelto de acero y que esa frágil dama de la alta sociedad poseía la fuerza de un buey de tiro.
Sakura sintió que la sangre le abandonaba el cuerpo para concentrarse en sus mejillas cuando se detuvo frente a ese hombre.
Era alto. Dios si era alto. Nunca en su vida había visto un hombre tan alto. ¿O es que a ella le resultaba sumamente imponente? La luz de las antorchas dispersas por el jardín suavizaba ligeramente la expresión de su semblante. Tenía un rostro hermoso, sin duda. De mandíbula ancha y facciones un tanto duras. La nariz estaba ligeramente torcida en el puente, como si se la hubiera roto hacía tiempo. No obstante, en lugar de restarle belleza, le otorgaba un aire de masculinidad sumamente atractivo. Sus labios, gruesos y perfectamente definidos, lucían tensos. Como si la presentación le pareciera de lo más fastidiosa. Sin embargo, aparte de eso, su rostro continuaba proyectando la misma máscara impenetrable que tenía en el momento en que lo conoció.
No podía definir si estaba todavía molesto con ella. Ni siquiera si se alegraba un poco del encuentro con su hermana.
Todo cuanto podía ver era la intensidad que le dedicaban esos brillantes ojos dorados.
—Sakura, te presento a mi hermano mayor, lord Syaoran Li, conde de Leagrave. Syaoran, te presento a mi nueva amiga, la señorita Sakura Kinomoto. —
—No te he dicho mi apellido —pensó Sakura en voz alta antes de poder contener su lengua.
Fanren le dirigió una mirada mezcla de sorpresa y enfado por su descaro.
«¡Maldición!» Debía aprender a comportarse con los seres humanos si no quería terminar teniendo como única amiga a una gata a la que sólo le importaba la nata.
—Tomoyo debió hacerlo —rió suavemente Fanren—, esa mujer me ha hablado tanto de ti que siento que te conozco desde hace años. Syaoran, ella es la amiga que Tomoyo quería presentarnos hace días, ¿recuerdas? —Ahora Fanren se dirigió a su hermano—. Por supuesto que lo recuerdas, debió comentarlo unas cien veces, cuando menos. —
—¿Es ella...? —La joven que acompañaba a Syaoran se aferraba a su brazo con fuerza, como si temiera caer desmayada en cualquier momento.
Sakura comenzó a pensarse seriamente la idea de actuar como fantasma en la siguiente representación teatral de Macbeth. Porque la mirada que esa chica le dirigía era la que una persona tendría al ver un espectro.
—Sí, es ella, querida —Fanren le dirigió a su hermana una mirada dura—. Lo siento, he sido una perfecta maleducada. Fuutie, ella es Sakura, mi nueva amiga. Sakura, ella es mi hermana menor, Fuutie.
—Es un placer, señorita —saludó la joven con un hilo de voz, haciendo una ligera reverencia.
—Igualmente —contestó Sakura, aunque dudaba que hubiera placer alguno en esa presentación.
—Me temo que debemos marcharnos cuanto antes —Syaoran le dirigió una mirada fugaz a Sakura antes de posar los ojos sobre su hermana menor—. Fuutie no se siente bien. —
—¿Ah no? —La chica arqueó las cejas, confundida—. ¡Ah...! Es cierto. No, no me encuentro bien —se dirigió a Sakura, esbozando una mueca atormentada—. Lo siento mucho, tengo una... jaqueca terrible —se llevó la mano a la cabeza—. Lo mejor será que me vaya a descansar enseguida. —
—¿No puedes quedarte aunque sea unos pocos minutos? —preguntó Fanren, dirigiéndose directamente a su hermano, utilizando un tono duro que iba más con su personalidad.
—Lo siento, querida. Es mi deber atender las necesidades de mis hermanas —contestó Syaoran, y haciendo una reverencia hacia Sakura, añadió—. Si nos disculpa, señorita, nos retiramos. —
—Por supuesto —contestó Sakura, sintiendo un sabor amargo en la boca, aunque no comprendía el motivo. ¿Qué más le daba que él se marchara? Si no se había interesado en ella, no debía afectarle en absoluto, después de todo era un completo desconocido...
Entonces, ¿por qué le afectaba su rechazo?
—No te muevas de aquí —le pidió Fanren—. Syaoran... ¡Syaoran, espera! —
—Está bien, Fanren... —Sakura intentó detenerla, pero fue en vano. La joven salió corriendo tras su hermano, exhibiendo cómo una dama fina no debía actuar jamás.
Syaoran se había alejado con una rapidez asombrosa, llevando a Fuutie consigo.
Sakura observó con enfado la espalda del hombre marchándose por el sendero. Parecía que esa noche sería la parte de su cuerpo que más vería de él.
Molesta consigo misma y con su nueva amiga, se dejó caer en uno de los bancos de piedra del jardín. Le parecía ridículo que él se portara tan duro con ella sólo por haber chocado con él accidentalmente. A cualquiera podía pasarle. No se trataba de un accidente tan grave como para que él la tratara como la peor escoria que pudo parársele enfrente.
A menos que fuera por... ¡Dios, ¿y si él creyó que intentaban emparejarlo con ella?!
¡Pero qué vergüenza! Y de ser así... Un nudo se formó en su garganta. De ser así, realmente él la había rechazado.
Y sin siquiera darle la oportunidad de conocerla...
Sabía que las presentaciones podían ser molestas, y no es que ella estuviese buscando un pretendiente. Y mucho menos un hombre como él. Pero no merecía que él se portara de manera tan grosera con ella.
—¡Sakura! —Fanren corría ahora hacia ella—. No sabes cuánto lo siento... Ha sido tan... Lo siento mucho —dijo entre bocanadas de aire, mientras recuperaba el aliento.
—No te preocupes —Sakura se forzó por sonreír—. Creo que va a llover otra vez. Será mejor que volvamos adentro. —
—Sí... Está bien —Fanren miró el cielo, completamente despejado, pero no se atrevió a contradecirla—. Sé que Tomoyo servirá helado como postre. Vamos, me muero de hambre y el banquete debe estar a punto de comenzar. —
Sakura siguió a su nueva amiga al interior de la casa, obligándose a dejar ese amargo encuentro en un rincón oculto de su mente.
Si tan sólo una pudiera escoger qué recuerdos mantener en la memoria y cuáles no...
Porque definitivamente habría preferido guardar en lo más recóndito de su memoria perdida el fatal encuentro con aquel caballero de ojos claros que la había rechazado sin darle antes la oportunidad de conocerla. Así como el sabor amargo e inexplicable de lo mucho que le había dolido ese rechazo.
Sentada con un bocadillo intacto entre las manos, Sakura comenzaba a pensar que tal vez lo mejor sería volver a casa. Las parejas bailaban y la gente se divertía, pero ella no lo conseguía, a pesar del evidente esfuerzo que hacía Fanren por mantener una conversación alegre.
Desde que se encontró con ese hombre, algo había cambiado.
No podía definir con claridad qué había sido, pero algo había cambiado... Como si un telón, que había estado nublando su mente sin que lo notara, se hubiera corrido de repente.
Sólo que el escenario seguía estando tan oscuro que le impedía saber qué se suponía que era lo que tenía que ver.
Un caballero se acercó a ellas e invitó a Fanren a bailar.
Otra vez.
Fanren debía anotar en su carnet a los caballeros que le pedían los bailes para conseguir llevar un orden y recordar tantos nombres, mientras ella se pasaba la noche sentada observando a las parejas divertirse con su carnet intacto. ¿Faltaría a las normas si se ponía a bailar ella sola? Quizá su madre se enterase de su osadía y se decidiera a dejar de hablarle de una vez por todas...
Sólo pensaba bobadas. Quizá estaba celosa de la atención que tenían las otras chicas. Ella no era joven ni bonita. No tenía ningún motivo para imaginar que alguien la invitaría a bailar esa noche...
Con enojo, dejó a un lado el platito con el bocadillo, llevándose los dedos de su mano libre a las sienes. La cabeza le dolía otra vez... Le había empezado a doler en el momento en que se encontró con ese hombre... Syaoran Li.
¿Por qué había tenido que ser tan desagradable? Definitivamente no había sido su culpa el chocar contra él. Cuando su hermana los presentó, ni siquiera se había detenido a saludar, como si intercambiar una cuantas palabras con ella en una conversación casual le fuera a provocar la peste o algo parecido.
Tenía suerte de partir al final de esa semana de vuelta a su tranquila casa de campo en Cheshire. Allá la gente era amable, la trataban con familiaridad, no con la repugnancia con la que ese altivo conde la había mirado. Sin duda nunca volverían a toparse. Syaoran Li se quedaría en Londres y cientos de millas los separarían por el resto de sus vidas. Por lo que no veía motivo por preocuparse más por él, ni continuar pensando en su comportamiento.
Si tan sólo su mente le hiciera caso y no le trajera su rostro a la memoria a cada momento...
—Sakura, aquí estás —escuchó la voz de Tomoyo, aproximándose por un pasillo lateral acompañada por un caballero.
Sakura frunció el ceño al verlo. Creyó notar algo familiar en él, aunque no supo qué era con exactitud...
—Sakura, te presento a Lord Flowright —le dijo su amiga, sin darle tiempo de decir una palabra—. Lord Flowright, le presento a mi querida amiga, la señorita Kinomoto.
Sakura se quedó boquiabierta. Flowright... Ese nombre le sonaba, ¿pero de dónde?
—Un placer, señorita —el caballero tomó su mano y la besó en los nudillos, dedicándole una mirada fija con esos grandes ojos azul aguamarina. Una mirada intensa a tal grado que incluso Tomoyo se ruborizó. Por no hablar de ella misma; su rostro debía estar más rojo que las cortinas de terciopelo colgadas en las ventanas del salón, tras ella.
—El placer es mío, milord —Sakura miró a su amiga, incómoda. Pero Tomoyo lejos de prestarle ayuda, parecía de lo más contenta con la situación.
¡Maldición! Realmente Tomoyo tenía la intención de hacer de casamentera con ella esa noche.
—Señorita, me preguntaba si me haría el honor de bailar conmigo. —
—Yo... eh... En realidad, yo... —Sakura se atragantó con sus propias palabras. Había deseado bailar y ahora que tenía la oportunidad, todo cuanto deseaba era escapar de allí.
¿Sería que realmente lo había conocido con anterioridad? Se parecía bastante al hombre de su sueño, sólo que en él, el hombre era más joven... Aunque era un sueño. Podía ser sólo eso, y no un recuerdo... ¿Cómo distinguir la realidad de la fantasía cuando tu mente está envuelta en una bruma que cubre la mayoría de tus recuerdos?
—Estará encantada —Tomoyo contestó por ella—. Sakura es un tanto tímida, milord. No se lo tome a mal. Por el contrario, le pido que sea sumamente atento con ella. Mi amiga es una dama delicada, pero le aseguro que no lo decepcionará.
—Estoy seguro de ello, milady —sonrió él, provocando que el rubor volviera a encenderse en sus mejillas. Sakura cerró los ojos, inspirando hondo. Su rostro debía ser un tomate brillante.
Sintió un codazo en las costillas que le obligó a abrir los ojos una vez más. Lord Flowright le tendía el brazo, el baile anterior había terminado y ahora era su turno para acercarse a la pista.
Con una mano un tanto trémula, Sakura se asió de su brazo y juntos se acercaron a la pista de baile. Cuando él la rodeó por la cintura sintió que el mundo se detenía. Era un vals ligero, no muy largo, pero estaba segura de que cada paso a su lado se le haría eterno.
Se movieron al compás de la música. Los pasos de él estaban llenos de elegancia y ligereza.
Sakura se sorprendió de su gracia e hizo lo posible por seguirle el ritmo, intentando no tropezar o pisarle los pies.
—Tranquilícese —le dijo él en un susurro—. Está haciéndolo estupendamente. —
Sakura alzó los ojos, sorprendida de que él adivinara exactamente lo que estaba pensando.
—Lo siento. No acostumbro a asistir a bailes... Estoy un poco nerviosa. —
—No tiene por qué estarlo. Lo digo en serio, baila de maravilla. —
—Se lo agradezco —Sakura sonrió ligeramente, girando la cabeza para evitar seguir viendo tan de cerca esos ojos azules y brillantes, y esa sonrisa que la deslumbraba.
Al hacerlo, se topó con la figura de Fanren. Sentada en el mismo rincón junto a la mesa de bocadillos, la observaba con una expresión de pocos amigos... ¿Sería que lord Flowright le atraía y sentía una traición de su parte por bailar con él? Ella no estaba interesada en lord Flowright. Además, Fanren había bailado con otros caballeros toda la noche.
—Disculpe si me muestro demasiado entrometido —le dijo su compañero de baile, obligándola a volver a centrarse en él—, pero me ha llamado la atención no haberla visto antes... Ya sé que me ha comentado que no asiste a bailes, ¿pero a los demás eventos sociales...? —
—No, no asisto a ningún evento, milord —Sakura se apuró en contestar, intentando dejar a un lado el nerviosismo y las dudas ocasionadas por la falta de recuerdos—. Estoy sólo de visita en Londres. Vivo con mis tías en el campo. El próximo viernes regresamos a casa. —
—¿Y dónde vive? Si no le parece una indiscreción que pregunte. —
—No, claro que no. En Cheshire. En el pueblo de Crawford. —
—Crawford... Me suena familiar. —
—¿Conoce usted Crawford, milord? —
—Puede ser, aunque he emprendido tantos viajes alrededor de Gran Bretaña y el mundo entero, que me es imposible recordar cada sitio en el que he estado. —
—¿Le gusta a usted viajar, milord? —
—Oh, sí, me encanta. Y por favor, tutéeme, ¿le parece? Llámeme Fye. Fye, mejor aún. Es como me llaman mis amigos. —
—No sé si sería correcto... —
—Por favor, no dude en hacerlo —sonrió—, hay algo en usted que me agrada en suma manera... No podría explicarlo. Es como si ya la conociera. —
Sakura abrió los ojos como platos... ¿Estaría hablando literalmente o sólo sería una cortesía? ¡Oh, Dios, cómo desearía recordar!
—¿De verdad? —musitó, intentando apartar sus pensamientos.
—Se lo aseguro... Dígame, Sakura... ¿Le importa si la llamo por su nombre de pila?—
—No... claro que no —se sentía confundida, ¿era correcto? No tenía ni idea.
Definitivamente debía procurarse más amigas que una gata y una vaca lechera.
Aunque si él realmente la conocía de antes, bien pudieron ser amigos y tutearse... Pero si era así ¿por qué no se lo decía directamente?
—En ese caso, Sakura, quería saber si estarías dispuesta a recibir mis visitas. —
Sakura trastabilló y su acompañante debió hacer un paso increíblemente ágil, porque ambos continuaron bailando sin que se notara su desliz. La única diferencia la sintió en su agarre firme en la cintura, manteniéndola tan pegada a su cuerpo que dudaba que el decoro lo permitiera. Incluso en un baile tan provocativo como el vals.
—Siento mortificarla con mi osadía —le dijo él, sin soltarla—. Le ruego que olvide lo que acabo de decir. —
—No... No es eso... —ella se ruborizó al notar su intensa mirada fija sobre sus labios y desvió la cabeza. Una vez más se topó con la figura de Fanren, sólo que esta vez sonreía de forma encantadora. Por un momento, Sakura se preguntó si no habría imaginado la anterior actitud de su amiga, pero no tuvo tiempo de pensar en aquello, porque en ese preciso momento una sombra oscura se cernió delante de ella.
—¿Me permite interrumpir, milord? —Escuchó una profunda voz masculina al tiempo que alzaba la vista, percatándose de que la sombra no era otra cosa que el imponente pecho masculino de Syaoran Li, de pie ante ella.
De algún modo había conseguido colarse entre ella y su pareja de baile, haciéndole imposible a su anterior compañero negarse.
Antes de que pudiera hacer o decir nada, se sintió llevada por los brazos de Syaoran, conduciéndola en un baile tan ligero, que por un momento Sakura se preguntó si estaba soñando que bailaba en las nubes.
Ella estudió su rostro, ahora iluminado por la luz del salón. Era alto, muy alto, tanto que prácticamente se torció el cuello al alzar la cabeza para mirarlo. Su rostro era férreo, un tanto áspero, parecía haber sido esculpido a base de duras experiencias, experiencias que un lord probablemente no conocería... ¿Por qué tendría, alguien como él, grabada a flor de piel esa amargura que prácticamente resultaba sensible al tacto?
Él posó sus grandes ojos oscuros sobre ella y Sakura se estremeció al instante. A la luz pudo notar claramente que eran dorados, un tono como el ámbar muy hermoso.
—Discúlpeme si la he sobresaltado con mi intromisión —le dijo él, hablando con un tono de voz bajo, cuidando que nadie más los escuchara.
—No tiene que disculparse —contestó Sakura, sin dejar de estudiar su rostro, como si de pronto se sintiera maravillada por esas duras facciones, esa tez oscura, ese mentón cuadrado y masculino, esos labios anchos y de aspecto tan viril...
Se sorprendió de su propia osadía al tener esos pensamientos, ¡y delante del mismo caballero en cuestión!
Sintiendo que el rubor le cubría el cuerpo desde los pies hasta la coronilla, desvió la mirada, deseando que ese vals terminara de una vez para poder volver a la seguridad de su asiento junto a la mesa de refrigerios.
Al desviar la vista notó por el rabillo del ojo la figura de lord Flowright. Permanecía de pie a un costado de la pista de baile. El ceño fruncido en su rostro angelical, de tez clara y cabellos dorados rizados, tan diferente al del caballero oscuro que tenía enfrente.
—Deseaba disculparme con usted —escuchó que decía su pareja de baile, obligándola a volver a centrar la atención sobre él—. Mi actuación en los jardines no fue adecuada. Lo siento mucho. —
—No tiene por qué hacerlo —Sakura se obligó a fijar los ojos en el botón de su camisa, que tenía justo frente a sus ojos, incapaz de sostener un segundo más la mirada de esos ojos tan intensos y luminosos—. Comprendo que no fue de su agrado nuestro encuentro... —dejó abierta la frase, refiriéndose a ambos encuentros ocurridos esa noche.
—Mi hermana suele ser un tanto... perspicaz —comentó él—. Me temo que a lo largo de mi vida me he visto envuelto en toda clase de barullos a causa de esa ágil mentecilla. —
—Lamento que este barullo en particular le haya resultado tan desagradable, milord —dijo Sakura con amargura, antes de conseguir controlar su lengua.
Los ojos de Syaoran se fijaron sobre ella con una intensidad abrumadora.
—Le aseguro, señorita, que cualquier barullo en el que me vea envuelto por culpa de mi hermana, es bien recibido si ha de estar usted involucrada —Sakura abrió los ojos al máximo, asombrada por esa declaración.
Él pareció sorprenderse tanto como ella por sus palabras, porque enseguida desvió la vista y no volvió a decir nada más. De no ser por el color ligeramente tostado de su piel, Sakura habría jurado ver encenderse un rubor en sus mejillas.
La música cesó al fin y ambos regresaron a la seguridad fuera de la pista de baile. Fanren los recibió con una enorme sonrisa grabada en los labios.
No había señales de lord Flowright.
—Me alegra veros juntos al fin —declaró sin más, provocando que el rubor se encendiera una vez más en las mejillas de Sakura—. ¿No crees que mi hermano es un excelente bailarín, Sakura? —
—Por supuesto —respondió mirando a su compañero, quien parecía tan incómodo como ella.
—Sin duda, el mérito es todo de mi acompañante —dijo él, halagador—. Señorita, ¿desearía concederme un...? —
—¡Sakura! —Esa exclamación sofocada le provocó a Sakura un escalofrío que le recorrió todo el espinazo.
Reconocería esa voz hasta el fin del mundo.
—Madre... —musitó, observando con cierta aprensión cómo una menuda mujer caminaba hacia ella hecha una furia. Sus ojos color café caoba rojiza destellaban, y por un momento Sakura sintió el mismo pavor que había experimentado de niña cuando su madre la pillaba en una travesura.
—Sakura, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó su madre al llegar a su lado, bajando el tono de voz e intentando disimular su enfado para no llamar la atención.
Demasiado tarde, las miradas de varios invitados ya se encontraban posadas sobre ellas.
—Visitar a una amiga. Vaya coincidencia que justamente estuviera celebrando el cumpleaños de su madre, ¿no te parece? Me ha pedido que me quede, y no he podido negarme. Era eso o volver a casa a coser calcetas. Esto es más estimulante, en mi opinión. Aunque a ti te parezca lo contrario, por la mirada que has puesto al verme —bromeó Sakura, provocando que la ira en los ojos de su madre se hiciera mayor.
Escuchó una ligera risa y de no ser porque notó que Syaoran, a su lado, sonreía, habría jurado que lo había imaginado.
Bastó una ardiente mirada de Yuuko Ishihara sobre el imponente hombre para borrar todo rastro de alegría en su rostro.
—Madre, te presento a lord Leagrave y a su hermana, lady Li. Milord, milady, les presento a mi madre, la señora Yuuko Ishihara. —
—Es un placer, señora —saludó Syaoran, haciendo una reverencia. Fanren se limitó a inclinar la cabeza, muy seria.
—Es un placer. Ahora, si nos disculpan —musitó Yuuki, intentando mantener a raya su enfado—, mi hija y yo tenemos mucho de qué hablar. —
—Pero... —iba a intervenir Fanren, cuando Syaoran la interrumpió.
—Por supuesto —Syaoran hizo una ligera reverencia primero a su madre y luego a Sakura—. Ha sido un placer bailar con usted, señorita Kinomoto. —
—Syaoran, no creo que... —
—Me parece que ya es tarde, Fanren. Deberíamos retirarnos —se dirigió a su hermana.
—Aún es temprano, Fanren. Además, ¿no se ha llevado el carruaje Fuutie? —
—Eso no es problema, conseguiré uno de alquiler —algo había en el tono de su voz que Fanren no dudó en obedecer esta vez—. Buenas noches, señorita Kinomoto, señora Ishihara. —
—Buenas noches —la voz de Yuuko destilaba enojo.
—Adiós, Sakura —musitó Fanren, alejándose con su hermano.
—Mamá, no debiste ser grosera con ellos —le dijo Sakura una vez que ambos se hubieron alejado—. El que te moleste que haya asistido a este baile no es motivo para que seas desagradable con la gente. —
—No vengas a darme sermones de buen comportamiento, Sakura —siseó su madre—, ¿no te dejé muy claro que no tenías permiso para asistir a este baile? —
—Es sólo un baile, mamá. No he hecho nada inapropiado. —
—¡Tenías prohibido asistir! —Al notar que la gente se les quedaba mirando, Yuuko bajó el tono de voz, llevando a Sakura con ella en dirección a la terraza que conducía a los jardines.
—Mamá, soy una mujer adulta, puedo asistir a un baile si así lo deseo —Sakura intentó razonar con ella una vez que estuvieron fuera del alcance de cualquier oído entrometido—. No veo por qué te importa tanto. —
—¡Me desobedeciste! —su madre exclamó con tanto ímpetu, que uno de sus mechones negros cayó sobre su rostro. Oh, oh... Mala señal. Su madre nunca se alteraba en público. Una muestra física de ello no pronosticaba nada bueno—. No es algo que pueda pasar por alto sólo porque sí... —
—¡Mamá!, ¡Sakura!, al fin os encuentro —ambas mujeres se volvieron para ver llegar a una joven de unos veinte años, ataviada con un hermoso vestido amarillo que hacía resaltar el color negro de su cabello, el mismo de su madre. Era menuda, como Yuuko, y de facciones finas y delicadas, con excepción de la nariz, que era un tanto prominente y curvada, cualidad que resaltaba debido a las gafas que la joven traía puestas.
—¡Rika, estás aquí! —exclamó Sakura, sorprendida de ver a su hermana menor.
—Me estás viendo de pie delante de ti, eso es obvio, hermana —sonrió la joven, acercándose a ella para abrazarla—. Madre se ha enterado de que estabas aquí y me ha traído arrastrando con ella para impedir que te quedaras en el baile, sin importarle que esta noche teníamos entradas para «Romeo y Julieta».—
—Rika, el teatro no es tan importante comparado con el bienestar de tu hermana—
—Por si no lo has notado, madre, hace ya algunos años que el cordón umbilical que te unía con Sakura se desprendió. Tal vez deberías comenzar a considerar la idea de permitirle vivir su vida, ya que se la diste —dijo la chica en un tono monótono y sin enfado, pero que hizo enfurecer a su madre más que si se hubiera puesto a gritar a todo pulmón todas las palabrotas habidas y por haber sobre la faz de la tierra, comunes en una taberna.
—¡Rika Ishihara, no vuelvas a hablarme así o vas a ver de lo que soy capaz! —
—Yuuko movió el índice frente a la nariz de su hija menor para centrar de nuevo su atención sobre Sakura—. ¡Y en cuanto a ti, señorita, nos vamos enseguida a casa!—
—Estupendo, yo me iré al teatro —sonrió Rika—. Buenas noches, madre. —
—Tú vienes con nosotras, señorita —Yuuko cogió a su hija del brazo y la llevó prácticamente a rastras con ellas—. Y deja por esta noche tus jueguitos, Rika. No estoy de humor. —
—¿Alguna vez lo estás, madre? —
Sakura se cubrió la boca con la mano para ocultar la risa por el comentario de su hermana, mientras seguía a su madre rumbo a la salida.
De pronto sintió un cosquilleo en la nuca y al volverse se encontró con la intensa mirada de Syaoran, fija sobre ella...
Y por un instante el mundo se detuvo, y una vez más sólo fueron ellos dos, bailando en esa pista de baile como si lo hicieran entre las nubes.
Un instante que culminó tan rápido como inició.
Su madre la tomó de la mano, incitándola a apurarse, y él desvió la mirada ocupándose de sus propios asuntos. Se daba por finalizada la noche, y con ella, ese mágico momento que por un instante, para Sakura, había sido mejor que un sueño.
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