Día ocho: En la cocina

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Perfecto en todo

Pareja: Ochako Uraraka x Katsuki Bakugo

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Si había algo que Ochako odiara y a la vez amara de su novio, era que el maldito era bueno en todo.

Era de los mejores héroes de su generación junto a Deku y Shōto. Era malditamente atlético, y sobre todo, era muy bueno en la cocina.

Había algo de lo que Ochako siempre se enorgullecía y era de tener buen paladar. Hacer y probar las mejores comidas caseras que se podían preparar, pero claro… teniendo de novio a alguien tan competitivo como Katsuki, las comidas se volvían una competencia.

—Maldición —murmuró la chica batiendo los huevos con furia. En la sala, Katsuki se reía.

—Te dije que puedo hacer el desayuno hoy con facilidad.

—¡Te quedas ahí, señor explosión! —le gritó ella señalandolo con una cuchara. Sin embargo, como siempre, Katsuki se levantó para situarse en la puerta de la cocina con esa maldita sonrisa torcida que, a pesar que era irresistible para Ochako, también tenía ganas de darle un golpe en la cara.

—¿Por qué no admites tu derrota, cara de angel? —le dijo burlándose— Jamás superarás la cena que hice anoche —Ochako infló las mejillas. Su orgullo como cocinera estaba en juego en ese momento.

—Claro que la superaré —gruñó y le dio la espalda. Desde ese ángulo, Katsuki pudo contemplar el cuerpo de su novia mientras cocinaba. Él estaba seguro que ella estaba provocándolo, tal y como él hacía cuando quería distraerla de su furia.

Sonrió, era hora de jugar sucio.

Se acercó a Ochako y le tomó la cintura con las manos, pegó su cadera al trasero de la chica y besó su cuello. La castaña se sobresaltó ante tal atrevimiento, pero no se separó.

—Sé lo que intentas hacer —murmuró ella. Soltó un gemido cuando Katsuki succionó la delicada piel de su cuello—. Me vas a dejar una marca…

—Esa es la idea —acarició la piel descubierta entre la cinturilla de la falda de Ochako y la blusa provocando que ella apretara el muro de la cocina.

—Katsuki… los huevos… —el muchacho sonrió, tenía un juego de palabras muy sucio para eso, pero tal vez Ochako lo previó— ¡No lo digas!

Él soltó una risa ronca y apretó más su cadera a la de ella, mostrando que en verdad deseaba jugar.

—Eres un mal perdedor —comentó ella.

—No te hagas, tú también me seduces cuando yo estoy cocinando —Ochako soltó una risita y acomodó su cabeza para que los labios de Katsuki le recorrieran aún más el cuello. El rubio se aprovechó de la distracción y acarició la piel de Ochako debajo de la falda.

Subió lentamente, suavemente, como siempre que de ella se trataba. Ochako era para tratarse con delicadeza en la seducción, con fuerza a la hora del sexo.

Ochako gimió ante las caricias y los besos y Katsuki se estaba volviendo loco, queriendo arrancar la ropa interior de su novia y cogersela en la mesa de la cocina.

Sin embargo…

—¡Oh, maldita sea! —gritó Ochako dándole un empujón y apagando la estufa. Los huevos expedían un olor a quemado, pero Katsuki se dio cuenta que no lo estaban del todo.

El rubio sonrió ante la mirada de decepción de su novia. Ésta se dio la vuelta y le miró con furia. Le dio un golpe en el pecho.

—¡Lo hiciste a propósito! —exclamó. Katsuki se encogió de hombros.

—Estaba midiendo tu concentración, cara de ángel —le dio un golpecito en la frente—. La cual no tienes.

Ochako volvió a inflar las mejillas y se giró nuevamente a la estufa.

—¡Desayunaras huevos quemados! —le gritó. Katsuki nuevamente pegó su cadera al trasero de Ochako.

—Si luego jugamos, me tragaré dos platos —le chupó el lóbulo de la oreja—. Pondré la mesa.

Y se alejó. Ochako soltó las respiración, podía sentir cómo las piernas le temblaban.

—Maldición —volvió a murmurar mientras servía el desayuno. Al parecer el entrenamiento de esa mañana no iba a ser en el gimnasio.