Todos los créditos y personajes pertenecen a Mizuki e Igarachi… la siguiente historia es de mi autoría con una finalidad de solo entretener… esperando le den la oportunidad.

CON TODA EL ALMA

UNA VISITA INESPERDA

Un estruendo cruzó la tranquilidad del cielo azul y dos pares de ojos que se cerraron uno con la satisfacción de cegar una vida con un futuro a la felicidad y otros que ante el golpe de dolor que provocó en su pecho nublaron por completo aquellos ojos verdes.

PASADO

Faltaban menos de dos meses para que el enlace matrimonial de dos jóvenes seguros de haberse encontrado sin buscarse se hiciera una realidad, Candy sentía en cada uno de sus poros emociones que pasaban de la alegría a los nervios mas intensos al saber tan próxima la fecha de su boda y fue en ese preciso momento que sintió unas manos que cubrían sus hermosos ojos.

¿Albert? – preguntó con emoción, tocando sus manos y volteándose para estar frente al hombre que tanto amaba mirando con vehemencia y adoración ese rostro que le daba tanta tranquilidad y alegría al mismo tiempo, sus brazos rodearon el varonil cuello haciendo que sus pies se alzaran del piso - me asustaste mi amor - mientras él le daba vueltas - para Albert estás haciendo que me maree.

Hola mi amor - la bajó y tomando su rostro le dio un tierno beso – apuesto a que ni me esperabas – mientras caminaban por el rosedal, los ojos de Candy se abrieron con asombro al escucharlo.

Mmmm tienes razón… estuve muy ocupada y ni tiempo me dio pensar en ti.

¿aaah si? En ese caso regresaré hoy mismo a Chicago – Candy se paró en seco poniéndose frente a él con sus manos en su amplio pecho.

¿hablas en serio? – sus ojos se enrojecieron al instante – Albert yo solo… - sus palabras quedaban en su garganta – yo… - Albert ahogaba su risa en una mueca dibujando una sonrisa, la observaba buscando sus ojos verdes levantó su rostro por el mentón.

¿bromeabas? Lo se amor – mientras la abrazaba – no llores amor, no me gusta verte llorar – dando besos en sus rebeldes rizos - ¿no te haz dado cuenta que falta poco para nuestra boda? – le decía al oído mientras besaba con ternura su mejilla.

Te extrañé tanto… ¿no te irás verdad? – tomándole de las solapas del saco.

Por supuesto que no amor, yo también bromeaba… vine a asegurarme que seas mi esposa.

Ya mas tranquila y mientras iban caminando Candy pensaba en lo afortunada que se sentía de saber que en tan poco tiempo William Albert Andley sería su esposo.

Si sr. Andley… pero mientras pasa ese día usted me debe un poco de su tiempo – Albert sabía a lo que se refería… cuatro meses sin verse ni tener aquellas pláticas que terminaban en una velada bajo la tenue luz de las estrellas… fue un suplicio para ambos pues aunque en otras ocasiones ya se habían separado hoy les unía un motivo por no separarse por mucho tiempo – Albert… ya no te quiero lejos… se que me veo egoísta al pedírtelo… ¡oh cielos! Que llorona soy… ¡estoy tan feliz de tenerte en casa! Te amo Albert… te amo tanto – sus bellos ojos no obedecían a sus intenciones de no parecer ni verse como una chiquilla que por todo llora.

Albert tomó su rostro con ambas manos y besó sus ojos terminando por abrasarla, sentirla tan cerca, tan suya, le permitía experimentar emociones antes desconocidas para él, y no es que nunca haya tenido relación alguna con una mujer… es solo que no se dió ni se permitió ofrecer su corazón sabiéndolo que ya le pertenecía a su pequeña pecosa desde el día que la conoció, fue en aquella colina en donde sin proponérselo el destino ya había marcado en su corazón quien sería su compañera de vida… ¡que lejano sentía ese momento! Tanto tiempo esperar y por fin la vida les regalaba la alegría de saberse uno del otro.

Candy… eres lo mas hermoso que me ha pasado en la vida y para mi también fue un suplicio no tenerte conmigo… pero ya conoces a la tía abuela… por cierto… ¿Cómo te fue con ella?

¡demasiada formalidad! ¿recuerdas el libro donde están todas las generaciones de la familia Andley? ¡me hizo estudiarlo de nuevo! Albert… dime que no va a venir toda esa gente a nuestra boda – le decía entre divertida y desesperada - ¿amor? – él solo sonreía.

¿dime?

¿Por qué no nos saltamos el banquete, el vestido, los invitados y nos casamos hoy?

Candy… la miro sorprendido - ¿de verdad quieres eso?

No… bueno… solo era una idea…- Albert no pudo contener una carcajada que hizo llorarle los ojos…- ¡no te rías! es que tía Elroy ha hecho que me pruebe miles de vestidos.

Jajaja… te amo Candy… - su inocencia lo embriagaba…- extrañé todo esto de ti... – Candy tomó sus manos y se las llevó a sus labios… un acto muy inusual que hizo que Albert se estremeciera ante ese gesto, nada de lo que ellos se demostraran parecía estudiado o ya planeado… cada caricia… cada mirada… cada te amo era un momento especial que reforzaba lo que sus corazones anhelaban por gritar – eres y serás el amor de mi vida Candy… llegaste para quedarte en mi corazón pequeña.

¡oh Albert es maravilloso todo lo que nos está pasando! – abrazándose a su cintura – llegaste a mi y sin que yo lo supiera me diste lo que por mucho tiempo mi corazón anhelaba… me diste amor, protección, seguridad y libertad… pero sobre todo te pusiste en mi camino como el mejor de los regalos… gracias mi amor…

Dentro de la mansión

Dorothy… ¿has visto a Candy?

No Sra. Elroy… pero si gusta voy a buscarla – la tía abuela hizo una seña para que se retirara.

Dorothy sabía que el refugio de Candy desde que Albert se fuera a Chicago era el jardín de las rosas y dirigiéndose para allá pudo divisarla junto a la causa de sus desvelos y ensoñación, con mucha pena se acercó haciendo una pequeña reverencia.

Sr. William buenas tardes… Srita. Candy la señora Elroy solicita vaya al salón de té.

¡oh por Dios! ¿Cómo pude olvidarme? ¡Albert! ¡la tía abuela me espera! – decía con aflicción.

Te acompaño amor y por favor tranquilízate – le decía mientras apretaba el abrazo – puedes retirarte Dorothy en un momento vamos y por favor no le digas nada a tía Elroy de que ya llegué…

Por supuesto señor.

Gracias.

Candy observó su rostro – eso es lo que mas me gusta de ti Albert… pese a todo lo que posees eres una persona humilde – pensó.

Te amo tanto Albert… nunca dudes de mi amor.

Albert la miró extrañado perdiéndose en el verde de sus ojos - ¿y porque habría de dudarlo futura Sra. Andley?

Por nada mi amor… solo quiero que lo sepas

Entraron a la mansión tomados de la mano dirigiéndose al salón de té, la tía abuela se abanicaba con molestia por la tardanza de Candy cuando escuchó que la gran puerta de roble se abría.

Candice White – la miraba con severidad - ¿se…? – no pudo terminar pues al ver a la persona que la acompañaba no pudo evitar la emoción para recibirlo - ¡William! ¡que sorpresa tan agradable tenerte en casa!.

Albert se dirigió a la dama tomando su mano depositó un beso y la abrazó con ternura, mientras Candy esperaba en la puerta.

Bienvenido hijo – Albert soltó el abrazo con una sonrisa en los labios.

Tía… no seas tan severa con Candy, yo hice que se demorara en el jardín… tía ella es muy importante para mi ¿sabes que me lastimas cuando la tratas así? – le dijo viéndola a los ojos.

William… no exageres… Candice acércate – dijo la tía abuela extendiendo la mano para tomar la de Candy – hijos… falta muy poco para que sus vidas cambien… y solo quiero asegurarme de hacer lo correcto… Candice… aunque se que ya me haz perdonado por todo el daño pasado… solo quiero que disculpes a esta mujer que está frente a ti por ser tan severa.

Candy no sabía que decir y lo único que se le ocurrió fue lanzarse a darle un abrazo en donde le demostraba lo mucho que la quería y que el pasado ya estaba olvidado, soltando el abrazo la tía abuela les invitó a sentarse tomo la campanilla pidiendo el servicio del té, aún no se acostumbraba a la efusividad con que Candy demostraba sus sentimientos… pero en el fondo no le molestaba… es mas lo deseaba… lo anhelaba.

William… ¿Cómo te fue en Nueva York? – y retomando la actitud de siempre pues según ella no era bien visto que una dama sometiera sus sentimientos a una exposición y escrutinio de la sociedad.

Bien tía… evaluamos las propuestas y firmamos las que mas favorecían al banco y las empresas… ¿y usted como ha estado?

Bien William… como podrás ver todo marcha excelente… ¿sabes? Me alegra y da orgullo por ti que en tus manos las empresas Andley se mantengan en el status que tu padre las sostuvo durante el tiempo que estuvo al frente de ellas… debo reconocer que tu trabajo ha superado los intereses del consejo.

Tía… el dinero no lo es todo.- le dijo un tanto incomodo.

De eso estoy segura hijo… pero eso es lo que tu piensas, pero para mi… una mujer que fue criada y cobijada entre tantas tradiciones es difícil aceptar lo que piensas ¿no lo crees así Candice? – dirigiéndose a la rubia.

Bu… bu… bueno tía… ya sabe usted como soy… personalmente prefiero una vida más sencilla y simple sabiendo que todo lo que hago es correcto aunque me equivoque.

Jum… no tienes remedio Candice… pero aún así hija espero que algún día comprendas que estar en esta posición trae muchos beneficios y sobre todo responsabilidades – Albert se levantó y fue a sentarse junto a Candy tomando entre sus manos la de ella.

Amor… yo estaré contigo, eres la persona que ha venido a alegrar mi vida, cualquier duda que tengas por favor házmela saber… te amo pequeña y nunca mas será un secreto lo que siento por ti.

Los ojos de la tía abuela se humedecieron dejando escapar una lágrima rememorando un amor pasado que quedó ahí… en el pasado… en la profundidad de su corazón y en la memoria de su mente y alma, volviendo en si sacudiendo cualquier pensamiento que la hiciera evidenciarse a los ojos de ese par de enamorados… y después de un rato

William… hijo… que bueno que estés en casa… yo me retiro, necesito descansar, los años no perdonan y son muchos los que llevo en mi camino – Albert y Candy se pusieron de pie despidiendo a la tía – nos vemos en la cena.

Claro tía la acompaño – ofreciéndole el brazo.

No hijo… Alice lo hará, tu y Candy tendrán mucho de que platicar… mucho tiempo esperó por ti para que la hagas esperar – las mejillas de Candy se tiñeron de un sonrojo que a sus ojos la hacía ver mas hermosa.

Muy bien tía… no vemos en la cena – y mirando a Candy – pequeña… acompáñame al despacho - tomándole la mano para llevarla a sus labios, ya dentro… Albert la tomó de la cintura acercándola a su pecho y apretando el abrazo le dijo al oído – te amo Candy… te amo como jamás nadie amará a alguien como yo te amo a ti… te amo desde la primera vez que te vi y como muestra de todo lo que siento por ti… te entrego hoy, mañana y por siempre mi corazón… te entrego el único motivo por el que yo podría vivir o morir– Candy levantó su rostro mirando esos ojos tan azules que la hacían perderse en la profundidad de su mirada y de su ser y sintiéndose ambos tan cerca la tomó de sus mejillas y besó sus labios, fue un beso que demandaba entrega y amor – te amo Candy – sus manos recorrían su pequeño talle sintiendo que cada poro de su cuerpo reaccionaba de la manera mas agradable que cualquier persona pudiera sentir… deseaba que el tiempo pasara volando para fundirse en uno solo a su amada, y solo cuando el aire les hizo falta retomaban aquella forma tan sublime de demostrarse sin miedos lo mucho que se amaban.

Albert… tenemos que parar… - sus pequeñas manos luchaban entre demandar mas cercanía o evitar que sus deseos carnales los traicionaran – Albert… te deseo tanto mi amor – al notar el rubio que sus besos tenían el poder de hacer perder la cordura a su pequeña frenó su propio ímpetu mientras una oleada de calor se alojaba en su pelvis.

Pronto mi amor… ven… pasemos a sentarnos – Candy lo miró con curiosidad esperando que él se sentara a su lado – cierra los ojos amor.

¿mmmmh? – su mirada coqueta lo hacia pensarla mas de una vez su proceder entre hacerla por y para siempre su esposa, amante y mujer.

Por favor amor… no seas curiosa - Sus pasos sordos se alejaron de Candy dirigiéndose al escritorio y sacando una cajita de terciopelo se volvió hacia su pequeño y ferviente motivo por ser feliz, inclinando una de sus rodillas frente a Candy colocó entre sus manos el pequeño presente – ya puedes abrirlos amor – Albert no quería perder ningún detalle que mostrara el rostro de Candy… él sabia perfectamente que a ella las joyas o cualquier cosa material no tenían poder para hacerla una mujer interesada o frívola… pero esa joya era muy especial, Candy se sintió realmente asombrada ante ese detalle tan íntimo y no pudo evitar que las lágrimas asomaran a sus ojos.

¡Albert… amor! ¡esto es bellísimo!...

No mas bello que tu mi pequeña – la miraba con adoración.

pero mi vida no puedo aceptarlo – colocándoselo de nueva cuenta en las manos de su prometido, haciendo que una sombra de tristeza se albergara en sus ojos azules, sin querer sus hombros antes erguidos se descompusieron en un desanimo al escuchar a su pequeño gran amor.

Recíbelo amor… dame ese privilegio de ser yo quien ponga el mundo a tus pies, Candy… esta joya es muy especial que perteneció a mis ancestros y al estar comprometida conmigo en matrimonio te hace señora y dueña de todo lo que poseo.

Amor… - lo miraba con verdadera adoración – yo solo te quiero a ti… mi felicidad eres y siempre has sido tú… - lo tomaba de su rostro dando tiernos besos en sus labios, frente y mejillas.

Mi vida… permíteme contarte la historia de esta magnifica joya… aun cuando veas ostentosidad en ella es un vinculo del compromiso que hago entre mis ancestros y nuestro próximo enlace… - Candy lo escuchaba absorta y poniendo atención en cada una de sus palabras y Albert sabia lo mucho que le encantaba escuchar su voz cuando compartían la lectura de un libro o de como les fue en sus día y en ese preciso momento saber sobre la historia de su familia – hace muchos años en las altas tierras de Escocia vivía una hermosa mujer llamada Helen de escocia… se dice que era una joven muy hermosa de cabellos rojos e hipnotizantes ojos verdes, que abandonó la casa familiar muy joven para embarcarse a un viaje a Londres… pero en el transcurso del viaje fueron interceptados por navíos piratas marroquíes, ella junto con muchos tripulantes fue expuesta y vendida como esclava a un adinerado marroquí que a su vez la entregó a un sultán llamado Sidi Mohammid bin Abdullah de Marruecos que al verla quedo prendado y enamorado de su belleza convirtiéndola en su cuarta esposa… se cuenta que ella influyó para que el sultán liberara a esclavos y marinos británicos y fue conocida como la señora y única sultana en la historia de Escocia… era tal el enamoramiento del sultan hacia su esposa que la ataviaba de todo tipo de joyas pero hubo una en particular que gustó a los ojos de Helen y fue el corazón de Gloag, esta joya le fue permitida obsequiarla a su hermano Robert Andley que al comprometerse se la dió en promesa de matrimonio a quien sería su esposa y es así como por generaciones este relicario ha pasado de generación en generación a las esposas de los Andley en línea directa, durante 20 años que duró el matrimonio Helen concibió tres hijos varones y a la muerte del sultán fueron asesinados por el primogénito de Sidi Mohammid, la historia cuenta que a su regreso a escocia… Helen legisló que tal joya fuera dispuesta como el vinculo de compromiso y de amor hacia la mujer elegida por un Andley en memoria de su esposo el Sultán… ¡comprendes ahora el significado de esta joya? – los ojos de Candy rebosaban en lagrimas copiosas al saberse tan especial por el que por mucho tiempo llamó su príncipe de la colina. - ¿me permites? – ambos se levantaron y poniéndose a espaldas de Candy con delicadeza se lo abrochó a su cuello… ¿te gusta?

Es… es perfecto amor – mientras lo tomaba entre sus manos para observarlo

Mi amor… prométeme que siempre lo llevarás contigo – le decía mientras la abrazaba por la cintura.

No hay ni habrá poder humano que haga despegarme de el amor… te lo prometo.

Tan embelesados estaban que no escucharon los copiosos golpes que le daban a la puerta que a tal insistencia los sacó de sus ensoñación.

Adelante – dijo Albert.

William necesito… fijándose que no se encontraba solo – señorita Candy buenas tardes.

George… no seas tan formal y cumplido conmigo… me haces sentir como a una extraña.

Eso jamás señorita Candy – inclinando su rostro

Entonces trátame como a una hija – lo miraba con ternura.

Señorita… - Candy se dirigió a él y lo abrazó con la misma añoranza con la que se abraza a un padre.

Albert observaba desde el escritorio y no pudo evitar sentir celos.

Pequeña… antes de ti ya era parte de mi familia – Candy abrió sus enormes ojos y lo volteó a ver.

William… - dijo George reprochándole con una mirada, Albert no pudo evitar reír ante la cara de esas dos personas que en diferentes tiempos han significado lo mejor de su vida – ven para acá pequeña… Candy – tomándola del rostro. todo lo mío es tuyo y el cariño y respeto que George siente por ti… te los has ganado.

George solo bajó su mirada agradeciendo en silencio a su amor perdido proteger a la persona que por mas de 26 años lo ha guiado y protegido en su memoria.

No muy lejos de ahí una hermosa y bella pelirroja de ojos color de ámbar fraguaba un plan.

Helen de Marruecos relatos y escritos por la historiadora Alison Campsie.