¡YAHOI! ¡Y llegamos al treinta y uno, el último ya!

Asfgashdasfgashd. Dios, me da pena a la vez que alegría haber podido culminar este reto. Gracias a todos por apoyar esta serie de historias.

Disclaimer: InuYasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi.


Last time


La discoteca estaba a rebosar de gente, pasándolo bien en una noche tan tenebrosa como la que vivían.

Halloween.

Sonrió, observando a súcubos, demonios, vampiros y brujas campar a sus anchas entre la gente, en el único día del año en el que podían pasar desapercibidos y hacer lo que les daba la gana sin tener que reprimirse.

Él mismo estaba de pie, con una mano en la barandilla del segundo piso de aquel local, buscando una víctima para aquella noche.

Los demonios poderosos como él necesitaban recargar su energía de vez en cuando, y no había nada mejor para ello que la actividad favorita del ser humano.

El sexo.

Vagó su vista por las caras y los cuerpos de la gente, aburrido al ver que no había nada nuevo. Era como si los mortales no avanzaran en el tiempo, repitiendo los mismos patrones de conducta una y otra y otra vez, con la diferencia de que, hoy en día, tenían libertad para hacer casi cualquier cosa sin tener que esconderse. Pero era una diferencia mínima, se dijo.

Bajó por las escaleras, con los ojos fijos en una chica que llevaba un apretado vestido de diablilla, en color rojo sangre. Le serviría, pensó, pasando la vista por su escote generoso y su la minifaldita de vestido.

Pero de camino sus planes se vieron frustrados, cuando una figura pequeña y suave, dotada de curvas más que perfectas, chocó contra él. Atrapó la pequeña cintura encerrándola entre sus grandes manos, y de pronto se vio mirando fijamente a los dos ojos más expresivos y bonitos que había visto en su vida.

Grandes, rodeados por negras y largas pestañas, abiertos por la sorpresa.

―Di-disculpe… ―Aterrizó en la realidad de nuevo al escuchar una voz dulce que le llegó hasta el cerebro. La ayudó a estabilizarse con cuidado, observando apreciativamente lo bien que le quedaba aquel disfrazo de inocente ángel que llevaba puesto.

Sonrió, socarrón.

Sí, ella era un ángel, pero estaba a punto de caer en las garras del demonio.

―No pasa nada―le dijo, con la voz ronca. La soltó despacio, deleitándose con la reacción de su piel erizada ante su roce―. ¿Te encuentras bien?―La tuteó. Aquella chica no podía ser muy mayor, aparentaba unos veinte años, claro que igual era más joven, pero eso a él no le importaba.

Era el diablo, al fin y al cabo.

―S-sí… ―La chica bajó la cabeza y, aún por encima de la música, pudo oír perfectamente su grito de consternación―. ¡Tu chaqueta!―Bajó la vista, dándose cuenta de que tenía la chaqueta de su traje manchada, seguramente por la misma bebida que había tenido que soltar a causa del choque entre aquella dulce criatura y él.

―No pasa nada―dijo, restándole importancia con un gesto.

―Lo siento muchísimo, de verdad. Si me acompañas lo limpiaré por ti. Solo me llevará un minuto… ―La idea de seguirla hasta el lavabo, de poder encerrarlos a los dos dentro para dar rienda suelta a la lujuria que ese ángel le provocaba lo excitó como nunca, haciendo que una erección apretara sus pantalones.

―Si no es molestia… ―le dijo, de nuevo con aquel tono ronco. Sin saber muy bien por qué, ella se sonrojó, soltando una risita nerviosa. Sonrió con placer. No le era indiferente, eso le gustaba.

―No… vamos. ―La siguió hasta el baño, donde ella rebuscó en una pequeña mochilita que llevaba a la espalda hasta dar con un paquete de toallitas húmedas―. Siempre llevo uno encima, mi hermano solía ensuciarse mucho de pequeño y, bueno… supongo que cogí la costumbre de no salir de casa sin toallitas. ―Él le pasó su chaqueta, sonriendo. La vio apoyar la prenda sobre el lavabo, comenzando a frotar con expresión concentrada.

Él se apoyó en la puerta del baño, cerrándola en silencio y bloqueándola con sus poderes, mientras la chica, ajena a todo, seguía limpiando la mancha.

Se acercó a ella y se puso detrás. Pudo sentir como se le aceleraba la respiración. Deslizó las manos por sus hombros y sus brazos, haciendo fuerza para pegarla contra el borde de la pila, gruñendo en su pelo cuando su olor, delicioso, penetró sus fosas nasales.

―Eres preciosa―le dijo, pegando su erección a su trasero y restregándose contra el mismo mientras sus manos viajaban hasta sus pechos, ahuecándolos y acariciándolos.

―N-no… ―tartamudeó ella, incrédula ante lo que le estaba ocurriendo. Él sonrió, observando sus ojos marrones dilatados por el placer en el espejo.

―¿Segura?―Mordió con suavidad el lóbulo de su oreja mientras estimulaba sus pezones a través del corpiño del disfraz, sintiendo regocijo al darse cuenta de que no llevaba sujetador.

Le di la vuelta y la besó, no dándole tiempo a pensar, introduciéndole la lengua en la boca y arrasando con toda su resistencia.

Ella se rindió entonces a él, pasándole los brazos por el cuello y correspondiendo el apasionado beso.

La levantó por los glúteos sin dejar de besarla, sentándola sobre el lavabo y abriéndole las piernas para poder colarse entre estas, devorando su boca sin piedad. Bajó por su cuello al tiempo que sus manos se deleitaban con la piel descubierta de su espalda, encontrando las cintas del disfraz para soltarlo, dejando sus pechos libres de la opresión de la tela.

Los acarició, besando su cuello y su garganta, llegando hasta una de las puntas oscuras para metérsela en la boca, succionándola y lamiéndola con su húmeda lengua, endureciéndola y escuchando los gloriosos gemidos de ese dulce ángel.

Cambió de pecho, afanándose ahora en subir la minifalda del disfraz, palpando la humedad entre sus muslos y dando un gemido al notar lo mojada que ya estaba.

Introdujo un dedo, notando la estrechez de la cavidad; y supo, sin que ella se lo dijera, que era virgen, y su demonio interior no pudo sino rugir de pura satisfacción.

Mía―gruñó en su mente, bajando por su cuerpo hasta hundir el rostro en ese lugar entre sus piernas. Ella enrojeció y tiró de su pelo, nerviosa.

―No…

―Te gustará―le dijo él, para acto seguido cubrir con su boca sus labios inferiores. Ella se arqueó, gimiendo, pegando casi sin querer su rostro a su intimidad, abriéndose más a él y soltando gritos entrecortados cuando la lengua masculina encontró en hinchado capullo escondido en sus rizos oscuros. Lo frotó con los dedos, lo succionó y lo mordió, provocando una explosión en todo su cuerpo que la hizo vibrar de pura satisfacción.

Cuando aún no se había recuperado de su primer orgasmo él se levantó, soltó la hebilla de su pantalón y lo abrió, dejando saltar fuera a su rígido miembro, duro y caliente, clamando por hundirse en esa preciosidad azabache que tenía abandonada entre sus brazos.

La besó con fuerza, alienando la punta en su entrada y de un solo embiste se introdujo en ella, rasgando la frágil membrana de su virginidad.

Gimió, ronco, al notar esa resistencia ceder ante su empuje, su demonio interior rugiendo nuevamente al saberse dueño y señor de aquel cuerpo perfecto, de esa chiquilla que le estaba entregando lo más preciado que podía ofrecer una mujer a un hombre.

Empezó a moverse, con fuerza, queriendo reclamarla como suya, queriendo llenarla con su semilla, impregnándola así con su olor, con su esencia, anunciándolo como de su propiedad a cualquier otra criatura masculina que quisiera arrebtársela.

Le echó el pelo para atrás, exponiendo su cuello, mientras ella se meneaba al ritmo de sus acometidas y de sus gemidos, abrazándolo con sus piernas para retenerlo en su calor un poco más.

Cuando el orgasmo la golpeó por segunda vez abrió la boca, cubriendo con ella su blanco cuello, clavando en la pálida piel sus dientes y sus colmillos. El sabor de su sangre lo envió al borde, y con un empuje más él también se dejó ir, derramándose en su interior con un fiero rugido.

Observó con expresión satisfecha como ahí donde la había mordido aparecía una marca en forma de media luna, una cicatriz que la marcaba como de su exclusiva propiedad.

La acarició con el pulgar mientras ella respiraba agitadamente, con los ojos cerrados, las mejillas rojas y los labios hinchados por sus besos.

Acercó la boca a su oreja, lamiéndola y enviando escalofríos por todo el cuerpo femenino.

―Mía―gruñó.

Ella abrió sus orbes del color del chocolate, observándolo, entre confusa y anhelante. Y él volvió a besarla, con más ternura esta vez, todavía enterrado hasta lo más profundo de su cuerpo.

Porque aunque ella no sabía lo que acababa de ocurrir él sí.

Ese dulce ángel era ahora su compañera, su otra mitad, la que sería la futura madre de sus hijos.

Después de tantos y tantos milenios… al fin la había encontrado.

Fin Last time


Jo, ahora mismo siento una tristeza enorme. Me ha encantado compartir con vosotros estos Oneshots y viñetas. Gracias por sus comentarios maravillosos a:

Maribalza

viivii

Elena 79

Mizuki0709

Guest

Forever MK NH

Midorikiss

Veronika-BlackHeart

Kresteen

serena tsukino chiba

LyraG

Guest

Zio Takumi

Guest

¿Me dejaréis otro maravilloso review en este último capi? Porque, ya sabéis:

Un review equivale a una sonrisa.

*A favor de la campaña con voz y voto. Porque dar a favoritos y follow y no dejar review es como manosearme una teta y salir corriendo.

Lectores sí.

Acosadores no.

Gracias.

Oh, este OS encarna los prompts de Biting y Seduction.

¡Nos leemos!

Ja ne.

bruxi.