Plagg lo observaba a su portador, quien se encontraba muy concentrado con su labor, ese que era pasar cuencas en la corta y delgada cuerda. Cuando le preguntó que estaba haciendo, le había dicho una pulsera. Cuando preguntó para qué, dijo que era un regalo.

Solo eso.

—Así que casanova —le dijo— ¿Dándole un regalo a tu chica?

Félix no dijo nada, estaba concentrado en elegir cual sería el otro color de la cuenca. Eligió azul, el color de sus ojos.

—Sí que eres detallista cuando estás enamorado.

—¿Quien dijo que estoy enamorado de Bridgette? —reaccionó ante las palabras de su Kwami, Plagg rió.

—¡Oh! ¡Vaya! ¿Y quién dijo algo de Bridgette?

Félix tragó saliva sintiendo como los colores le subían a la cara. Había cavado su propia tumba.

—No estoy enamorado de ella —negó.

—Entonces... ¿Por qué le estás haciendo un regalo?

—Porque es su cumpleaños.

—¿Y? Podrías comprarle algo ¿Por qué algo hecho a mano?

Y el también se lo preguntó ¿Por qué algo hecho a mano? ¿Por qué? Quizás... quería de alguna forma quería devolverle la pulsera de la suerte que le había regalado. La que un principio fue de ella. Esa que mantenía en su bolsillo de su pantalón.

O tal vez... "Porque estás enamorado" La vocecilla en su cabeza habló.

Él negó con la cabeza sin contestarle a Plagg. Solo terminó de hacer la pulsera y se fue hacia su fiesta de cumpleaños. Después de todo lo sucedido con el Akuma, Félix le entregó el regalo a Bridgette.

Ella saltó de la felicidad, lo abrazó con ternura y le agradeció con efusividad, esbozando una hermosa y grande sonrisa. Y luego de esa muestra de afecto, Félix se alejó del ajetreo y se apoyó contra un árbol mientras sus ojos celestes, observaban la pulsera que todo este tiempo llevaba en el bolsillo de su pantalón.

¿Enamorado? No, no, no.

Recordó su abrazo –en el que quedó estático- su sonrisa. Y simplemente su corazón incrementó sus latidos.

Bueno, sí.

Y sus labios dibujaron una sonrisa.