Give me love - Ed Sheeran

Naruto

La puerta del frente se abrió estrepitosamente, tanto Konohamaru como yo levantamos la cabeza de los planos de construcción y remodelación a la cara consternada y todavía soñolienta de mi abuelo. Sonreí, me sentía bien, renovado, lleno de esperanzas e ilusiones desde la noche en que le revelé mi oscuro secreto a la dueña de mi corazón. Desperté esa mañana sintiendo la energía positiva correr por mis venas y por primera vez desde que aquella tragedia azotó mi vida, las pesadillas no se hicieron presentes y las ganas de trabajar que inundaron mi sistema se debían a mi entusiasmo y no a esa aplastante necesidad de eludir mi realidad castigando mi cuerpo.

Era la libertad que suponía dejar de ver el pasado y mirar el futuro con ojos llenos de fe.

―Buenos días, abuelo ―Posé mi mano en el hombro del arquitecto que se encargaría de la nueva remodelación de la casa―. Te presento a Konohamaru Sarutobi, se encargará de remodelar la casa, cualquier cosa que quieras pídesela a él.

―Yo... ―susurró estupefacto mientras veía dos camiones enteros de material ser descargados en nuestro jardín por media docena de hombres.

―Mira ―Me acerqué y lo mostré los nuevos planos―. Sé que jamás serías capaz de deshacerte del recuerdo de la abuela Tsunade y que todo lo que rodea esta casa significa mucho para ti, lo comprendo, pero gracias a Konohamaru podemos darle vida sin tocar su esencia, que es lo que quieres y lo que amas.

Señalé los planos.

― ¿Qué te parece?

Lo vi mesarse el pelo blanco de su frente, mirando del papel a mí en repetidas ocasiones, contuve el aliento cuando pensé que tal vez me había sobrepasado, pero quería que mi abuelo viviera bien, con todas las comodidades de una casa contemporánea pues no iba a vivir para siempre con él, tenía la fe de formar mi propia familia, construir la casa de mis sueños y casarme con la mujer de mi vida.

Nunca creí estar tan cerca de alcanzar ese sueño como ahora.

―Es... es magnífico hijo, pero ¿por qué de repente?

―Porque quiero y porque te lo mereces, mira... en la parte trasera se construirá una terraza preciosa que sé que te encantará ¿recuerdas como la abuela decía que le gustaría algo así? Esta, definitivamente, le habría encantado ¿no crees?

Lo vi respirar hondo.

―Tienes razón ―Palmeó mi espalda―, gracias Naruto.

―No hay nada que agradecer ―Le guiñé un ojo―. Te dejo con Konohamaru para que te muestre y te explique todos los cambios, tengo mucho que hacer hoy.

― ¿A dónde vas? ―preguntó consternado.

―A comprar un auto y buscar trabajo, el dinero no es eterno en esta vida y necesito un colchón para cuando terminen las vacaciones y me postule para la universidad.

Sus ojos brillaron de orgullo y me sentí todavía mejor. Hinata era mi medicina, el bálsamo que necesitaba para recuperar mi vida y todo lo que alguna vez me hizo feliz. No necesitaba más, no aspiraba a nada más, solo a ella y la luz de sus ojos.

―Claro, que tengas mucha suerte, Naruto.

Subí los escalones del porsche y fui a mi habitación, me duché y me vestí y cuando fui a tomar el folder con mi currículo dentro, sonreí al ver la orquídea morada que Hinata dejó para mí. Suspiré, había estado tan ocupado este último par de días que no había podido ir a verla, a ella y a su preciosa hija, y me sorprendía lo mucho que había llegado a anhelar la compañía de esa niñita. A leguas se notaba todo el amor que tenía para dar.

En mi mente le agradecí a mi última terapeuta y a Jason, tenían razón, las pesadillas no se terminarían a menos que regresara e hiciera mi vida iniciando en el punto en que la dejé. Nunca necesité de medicamentos o antidepresivos para combatir el trastorno por estrés post traumático, solo necesitaba retomar aquello que me hizo feliz y hoy podía decir que lo había hecho.

Mi felicidad se encontraba en Myrtle Beach y no la iba a soltar otra vez.

*

Detuve mi auto nuevo, una camioneta Ford, frente al bufete de abogados de Itachi Uchiha. Por lo que había visto en el periódico de esta mañana, necesitaban los servicios de un oficial de seguridad, creí firmemente ser capaz de sostener un arma y vigilar la entrada del edificio, apenas hacía unos meses que realicé mi última misión como francotirador y no me volví loco, estaba en plena capacidad para trabajar y eso era lo que más deseaba.

Saludé a la secretaria y le indiqué la razón por la que me encontraba ahí, la vi tomar el teléfono y hablar con Itachi, dos segundos después colgó. Lo conocía desde que era un niño, es varios años mayor que yo, pues fui amigo de su hermano Sasuke, prácticamente el único amigo que tuve en aquellos años.

―En unos minutos lo atiende, increíblemente solo han venido dos personas además de usted por el puesto.

― ¿De verdad? Apenas vi el anuncio esta mañana, creí que había llegado tarde ―exclamé entusiasmado.

Escuché unos pasos desgarbados acercarse y esbocé una sonrisa cuando vi a un trajeado Itachi acercarse. Le ofrecí mi mano una vez lo tuve enfrente.

―Pensé que no volvería a verte, Naruto Uzumaki. Te habías enlistado en el ejército ¿no es así?

Asentí.

―Así es, en el Cuerpo de Marines, para ser más preciso.

Subió sus cejas, claramente sorprendido.

―Un ex militar, vaya, justo lo que necesitábamos ―Señaló su despacho―. Por aquí, sígueme.

Le tendí la carpeta y lo seguí.

― ¿Qué fue de tu hermano? Pensé que me lo toparía pronto, pero no lo he visto.

Itachi tomó asiento en una enorme silla de cuero negro y me señaló uno de los sillones del frente mientras ojeaba mi currículo.

―Cierto, ustedes fueron amigos hace mucho tiempo, lo olvidaba ―Soltó un suspiro―. Hace un par de años, Sasuke discutió fuertemente con nuestros padres cuando se comprometió con Karin, no supo ver la clase de mujer que era. Como bien sabías, él también soñaba con pertenecer al ejército.

―De hecho, la idea me la dio él cuando... ―Tosí―. En fin, cuando tomé la decisión creí que él también lo haría.

―Lo hizo, un par de años después que tú. Cuando se enfrentó a nuestra familia por Karin, tanto él como Suigetsu se enlistaron en las fuerzas regulares, pero ocurrió una tragedia y fue dado de baja.

Fruncí las cejas.

― ¿De verdad? ¿Qué sucedió?

―Una explosión en el edificio donde se atrincheraban, protegió a Suigetsu con su cuerpo, perdió una pierna y dos dedos de su mano izquierda, gran parte de su rostro, hombros y espalda resultaron con quemaduras, fue realmente traumático, pero lo peor de todo fue la traición de Karin y Suigetsu. Sasuke fue dado de baja y regresó a Myrtle Beach con él, quien dijo no estar hecho para la guerra y renunció, apenas un mes después Karin apareció junto a su mejor amigo en el hospital donde se recuperaba y le dijo que no necesitaba de un lisiado, que amaba a Suigetsu y que se casaría con él.

―Hijos de su puta madre ―murmuré sorprendido―. Era su jodido mejor amigo, joder ¡Arriesgó su vida por él!

Itachi encogió los hombros.

―Se lo advertimos, Naruto. No nos hizo caso, ya han pasado dos años desde entonces, Karin y Suigetsu se casaron y están planificando su divorcio en este momento. Mi hermano quedó tan dolido y amargado que compró un terreno en Texas y se enterró ahí, no sabemos nada de él más de lo que nos dice en sus cartas y no permite visitas.

―No lo culpo ―susurré―. Pobre Sasuke.

―En fin ―Soltó él―. Me gustaría que trabajaras para mí ¿crees que podrías empezar mañana?

―Por supuesto ―Me puse de pie―. Estaré aquí a primera hora, muchas gracias Itachi.

―De nada ―Su sonrisa se borró―. ¿Volviste a ver a la hija de Hiashi o ya tienes a otra chica en tu vida?

Respiré hondo y deambulé la mirada por todo el elegante lugar.

―Está de vuelta por la enfermedad de su padre y tiene una hija.

Él apretó los labios.

―Todavía la quieres.

Solté una risita sin humor.

―Es el problema que tenemos los hombres Itachi, cuando amamos a una mujer, la amamos para toda la vida. Podrán haber mil más, pero siempre será ella la única.

―Tienes razón, no sabría qué hacer sin mi esposa ―Se levantó y me dio un apretón de manos―. Nos vemos mañana.

―Claro.

Salí sintiéndome un poco mejor, aunque por dentro me preocupaba la situación de Sasuke. Cuando estábamos en el instituto siempre me preguntaba por qué diablos me conformaba solo con Hinata cuando podía tener a quien quisiera, lo que él no sabía es que la amaba y que no existía nadie más para mí. Mi primer todo fue ella, mi primer beso, mi primera vez, mi única novia, es una lástima que experimentara un sentimiento tan bonito de la peor manera y en una mujer que no sabía valorarlo, como dicen por ahí, para ver corazones todos somos ciegos.

*

Me detuve cerca del paseo marítimo, sonriendo cuando vi la pequeña heladería que solíamos visitar por las tardes y recordando que hacía varios días que no venía por mi napolitano favorito, estaba seguro de que a Himawari le encantaría venir otra vez. Estaba por arrancar de nuevo e ir a buscarlas cuando vi a Hinata del otro lado de la calle; Sakura estaba con ella y su mirada reflejaba lo incómoda que estaba en su compañía.

Estacioné y fui hacia ellas, sintiendo un escalofrío molesto cuando recordé los besos que compartí con Sakura. Menudo idiota, gracias a Dios que aquella copa explotó en mil pedazos y evitó que cometiera la peor cagada de mi vida. Sakura envidiaba a Hinata y yo estaba dentro de ese paquete, a pesar de que hubiesen pasado varios años, la forma en la que la miraba me demostraba que sus sentimientos no habían cambiado.

―Hina... ―musité cuando la tuve enfrente. Sus ojos se agrandaron y luego miraron a Sakura. Es obvio que sabía lo que había pasado, o lo que estuvo a punto de pasar entre nosotros. Quise golpearme por ser tan imbécil.

―Hola, Naruto ―dijo Sakura, sonriendo y arqueando la espalda para que sus pechos operados se marcaran en su pequeño top rosa.

La ignoré.

― ¿Ibas a tu casa? ―Le extendí mi mano, mirando lo hermosa que se veía. Su sencilla camisa blanca, sus vaqueros holgados, su precioso cabello largo en esa cola de caballo que dejaba ver ese cuello fino que siempre olía a naranjas.

―Yo... sí, pero...

―Te llevo ―Señalé mi camioneta―. Podríamos pasar por un helado... de fresa ¿qué dices?

―Oh ―interrumpió Sakura―. Con este calor me vendría genial un helado ¿no es así, Hina?

Le disparé una mirada glacial, pero no le respondí.

―Podremos llevarle algo a Himawari, debe estar enojada porque no he ido a verla.

―Kakashi vino conmigo, pero todavía debo esperar ―Miró a su acompañante de reojo, no quería estar con ella y se le notaba.

―Vamos, te invito mientras lo esperamos ―Aferré sus dedos firmemente y la atraje hacia mí. Deseé rodearla con mis brazos, inclinar su cabeza hacia atrás y besarla, pero todavía no sabía que pensaba de nosotros después de todo lo que le confesé, tomando en cuenta que Sakura le había contado lo que sucedió hace varias noches.

La confianza no se recupera de un día para otro.

―Adiós, Sakura ―Posé mi mano en su espalda y crucé la calle rápidamente antes de que esa arpía nos siguiera. La escuché zapatear atrás de nosotros, pero, o Hinata no lo escuchó, o simplemente lo ignoró.

En silencio tomamos asiento en una de las pequeñas mesas con vistas al mar, la brisa iba refrescando conforme atardecía y cuando tuvimos nuestras copas de helado, napolitano y fresa, frente a nosotros, no sabía qué decirle para sacarla de ese estado taciturno en el que parecía vivir inmersa.

Opté por un tema delicado, pero seguro.

― ¿Cómo sigue tu padre?

Ella soltó un suspiró tembloroso, meneando la cuchara mientras veía su helado derretirse.

―Le queda un día o dos, no sé ―susurró en un hilillo de voz.

Cubrí su mano con la mía, acariciando con mi pulgar su piel de seda.

―Lo siento muchísimo, Hina.

―Me duele todo el tiempo que perdimos, las veces que deseé su cariño... no fue un mal padre, pero...

―Pero deseabas más de su parte, lo sé, Hinata. Estuve ahí, o por lo menos, estuve hasta que me fui.

―Llevo viviendo lejos de Myrtle Beach desde que te fuiste ―dice suspirando, últimamente lo hace mucho―. Vivo en Chicago con Himawari.

―No sabía que te habías ido tan lejos... ―murmuré en voz baja.

―Lo necesitaba...

Eso dolió. Prácticamente huyó de los recuerdos de nosotros aquí y probablemente por eso nunca volvió.

― ¿Qué hacías allí? ―pregunté, dándome cuenta de que no habíamos hablado de lo que ella había hecho todos estos años que estuvimos separados―. ¿Fuiste a la universidad?

Me lanzó una mirada escéptica.

―No pude, tuve a Himawari.

Tragué saliva, quería preguntarle sobre el padre de su hija, su relación con él, por qué no funcionó, si pensó en mí todo el tiempo que estuvo con él, pero creo que no estaba bien indagar en un pasado que no me incluía. Yo busqué que ella se refugiara en brazos de otro hombre cuando le pedí que no me esperara.

―Pero sí saqué algunos técnicos, logré alquilar un local y poner un estudio fotográfico ―Encogió uno de sus delicados hombros―. Me ha ido bien, incluso puedo pagarle a una chica para que esté allí cuando yo no.

―Al menos, lograste hacer lo que querías... fotografiar.

―Pero no de la forma en que quería.

―Lo sé, deseabas viajar con tu cámara, fotografiarlo todo ¿no es así?

Chupó su labio entre sus dientes.

―Siempre fuiste consciente de mis sueños, Naruto. Te incluían a ti.

Atraje su mano a mis labios, besando sus nudillos de uno en uno mientras odiaba el dolor que ocultaban esas palabras.

―Todavía podemos cumplirlos, bonita ―Vi sus bonitas mejillas enrojecer por ese apelativo que sabía tanto le gustaba―. Puedo llevarte a donde quieras, con Himawari y visitar todos los lugares que quieras, te amo demasiado y estoy dispuesto a cumplir todo lo que alguna vez soñaste.

Se soltó bruscamente de mi agarre.

―Eso fue cuando era más joven y estúpida.

―No digas eso...

―Es la verdad y lo sabes ―Sus iris plateados relampaguearon, llenos de una inesperada furia que jamás vi en sus ojos―. No me amabas lo suficiente como para quedarte a mi lado y luchar conmigo.

―Fui cobarde y lo acepto, pero te amaba... te amo ―dije al final.

―Yo ya no lo hago ―Me rompe el corazón que diga eso, por mucho que sepa que es una mentira.

―Repítelo hasta que te lo creas.

―Y si fuera así... ―Ignoró lo que dije―. Ya no confío en ti. No confío en nadie más. No puedo.

Guardé silencio, acomodando el significado de sus palabras que se clavaban como un puñal en mi pecho.

― ¿Tanto daño te hicimos? ―dije sintiendo como lo poco que recorrí me empujaba de vuelta a la línea de salida―. ¿Él y yo?

Sus bellos ojos se humedecieron y sus largas pestañas los cubrieron un segundo después. Un estremecimiento recorrió su delicada figura y ahí supe que el dolor que mis estúpidas decisiones y el abandono de un hombre que no se quiso hacer cargo de su hija, provocaron en ella una honda tristeza y la certeza de que el amor no era como lo pintaban los libros.

Hinata se había decepcionado del amor, no creía en él. Sus heridas eran muy profundas y yo de ingenuo creí que recuperarla sería fácil cuando lo primero que debía hacer era apoyarla, volverla a enamorar, volver a hacerla creer, regresar a esa preciosa chica que me amó más que nadie en este mundo.

―No tienes idea cuánto, Naruto ―dijo al final. Dejó caer la cuchara sobre su helado derretido para después ponerse en pie―. Lamento mucho lo que te pasó, pero es mejor que dejes las cosas así. No me busques, no intentes ponerte en contacto conmigo y aléjate de Himawari. No hay nada en mí para ti.

―No me rendiré, Hina ―sentencié.

―Tu lugar es aquí, con tu abuelo. Rehaz tu vida y enamórate de alguien completo. De todos modos, regresaré a Chicago una vez mi padre muera, mi vida está allá y así se quedará. No te necesito.

Entonces recogió su bolso y sin ver atrás cruzó la calle hasta donde Kakashi la esperaba, sin saber que me había hecho sangrar de nuevo.

«Enamórate de alguien completo»

El problema es que mi corazón ya tenía dueña y se negaba a rendirse. Una vez lo había hecho y el precio a pagar fue demasiado alto.

*

―Naruto ―La voz de mi abuelo atravesó el umbral de la puerta de mi habitación en el momento en que la abrió. Me incorporé sobre la cama, había anochecido, pero algo de claridad de luna atravesaba las suaves cortinas de mi ventana.

No podía dormir y no por miedo a que las pesadillas aparecieran otra vez, sino a que no podía dejar de pensar en lo que Hinata y yo hablamos por la tarde. Se sintió como si se hubiese resignado a ser feliz, de hecho, no recordaba un solo momento en que la viera sonreír desde que la volví a ver.

Parecía como si llevara un enorme peso sobre su pequeña y esbelta espalda, como si esas sombras fantasmagóricas que me perseguían también la persiguieran a ella. Estábamos rotos, pero mientras yo deseaba completarme y recuperarme, ella no, ella se había resignado a una vida carente de ilusiones y sueños.

― ¿Sucede algo?

―Kakashi me ha llamado, Hiashi Hyuga está en las ultimas y ha pedido que vayas a verlo.

Me atraganté y bajé la cabeza. No sabía qué quería ese hombre de mí, pero se estaba muriendo y es el padre de Hinata. Lo menos que podía hacer era escucharlo.

―Iré de inmediato.

Me puse unos vaqueros y una sudadera con capucha, me despedí de mi abuelo y subí a mi nueva camioneta, preparándome para ver un rostro que hace mucho no veía, un rostro que, si bien no fue culpable, fue el detonante de una serie de situaciones que marcó nuestras vidas para siempre.

Eran pasadas de la media noche cuando la verja de la mansión de los Hyuga se abrió, apagué el motor cerca de la entrada e ingresé conteniendo el aliento. Lo primero que vi fue a la señora Hyuga llorar en los brazos de Kakashi, de ahí no había nadie más. Metí mis manos en los bolsillos de la sudadera sintiéndome incómodo, no era fácil ver llorar a una de las mujeres más duras e inquebrantables que conocí en mi vida, sin embargo, todos somos débiles a la muerte de un ser querido, lo supe cuando vi a mi abuelo llorar como un niño pequeño cuando mi abuela murió.

Kakashi hizo un gesto con la cabeza, señalándome las escaleras, así que asentí y las enfilé alejándome de la triste escena que representaba la madre de Hinata. Dios, no podía imaginarme como estaba ella, siempre fui débil por sus lágrimas y durante nuestra relación procuré hacerla lo más feliz posible.

Me detuve en seco cuando supe que no sabía cuál era su habitación, pero entonces, una puerta se abrió y por ella apareció Hinata, las lágrimas en sus mejillas casi me hacen caer de rodillas, no obstante, me contuve y me acerqué, encerrándola en mis brazos.

―Él... ya...

Agité la cabeza, aferrandola y aprovechando este pequeño momento.

―Lo sé.

―Quiere verte, pero... ―Negó con la cabeza―. No hagas que se canse demasiado.

―Está bien ―Se alejó de mis brazos y contemplé su cara, deseé besarla, pero al soltar un suspiro, nuevamente me contuve.

―Te llamaré en cualquier momento.

Empujé levemente la puerta, tensando la mandíbula en el momento en que divisé la pálida figura de Hiashi Hyuga en la cama, su aspecto daba miedo, esquelético, encanecido y sin vida luego de haber sido uno de los hombres mas imponentes que vi en mi vida.

―Na...ru...to...

Dijo su voz ronca y rasposa. Hice una mueca, pues solo con escucharlo adivinaba la agonía que sufría ese hombre.

―Aquí estoy.

Sonrío con los ojos cerrados y débilmente señaló la mesita de noche. Me acerqué y la tomé, viendo que mi nombre estaba escrito allí con una impecable caligrafía. Obviamente, la había escrito antes de caer en cama, lo que me sorprendió. Le eché un vistazo al rostro mortecino del hombre y como si sintiera mi mirada, movió un poco la cabeza, instándome a abrirla.

Rompí el sobre y saqué el papel.

Querido muchacho.

No tienes idea cuanto quisiera poder decirte esto con mis propias palabras, pero te has ido y no sé si algún día podré volver a verte, estoy enfermo y solo mi doctor lo sabe. No me juzgues, no quiero preocupar a mi amada esposa, sobre todo ahora que nos carcome el arrepentimiento por haber echado a nuestra hija una vez nos dijo que estaba embarazada. Teníamos miedo y no queríamos reconocer el error que cometimos al separarlos, ahora mi hija está muy lejos de mí y tu estás arriesgando tu vida por una estupidez como los prejuicios y las clases sociales.

Nunca tuve nada contra ti, créeme, hacías a mi hija feliz y le dabas el amor que nosotros, en nuestra arrogancia, no supimos darle. Creo que tal vez esa fue la razón por la que no tuvimos más hijos, fuimos un fracaso como padres, no queríamos condenar a otra criatura como condenamos a mi pobre niñita una vez la trajimos al mundo y la depositamos en brazos de una enorme fila de niñeras que jamás cumplirían con el papel que debimos representar.

Hinata no es feliz y probablemente nunca lo será, los echamos a los lobos y permitimos que devoraran sus espíritus, no supimos ver el amor tan grande que ustedes se tenían, el respeto, los sueños y las ganas de vivir la vida. Quiero pedirte perdón por haber arruinado todo eso, se merecían luchar juntos, alcanzar sus metas juntos y formar la familia que nosotros nunca fuimos.

Quiero pedirte perdón por haberte impulsado a irte de aquí, a otro país a manchar tus manos trabajadoras de sangre, a sobrevivir en una jungla salvaje como es la guerra y sobre todo apartarte de tu abuelo, que te ama como solo un padre sabe amar.

Quiero pedirte perdón por haberte hecho sentir menos, eres una gran persona y eres la clase de hombre con la que un padre sueña ver a su hija a su lado, que la respete y la cuide y sobre todo que la ame.

Quiero pedirte perdón por haber hecho sufrir a mi hija, por haber permitido que le hicieran daño y la arruinaran de la forma en que lo hicieron, no se lo merecía, se merecían la felicidad y yo se las arrebate.

Pero, sobre todo, quiero que luches por ella, ustedes se aman y se amarán siempre, poseen esa clase de amor que los grandes escritores lograron plasmar en los libros de romance, esa clase de amor con el que la gente secretamente sueña y no todo el mundo puede encontrar. Quiero que me devuelvas a mi hija, su dulce sonrisa, su enorme corazón tan henchido de amor y ternura, quiero que, una vez me vaya, me prometas que le devolverás los sueños, las ilusiones y todo aquello que les arrebaté... y lo más importante, quiero que seas el padre de Himawari, que la ames como si fuera tuya, que veles su sueño, que la cuides, que le enseñes lo que solo un padre puede enseñar, que te lleve a su escuela el día del padre y te presente como tal, que la lleves al altar una vez se case y que ante todo el mundo sea tu hija, sin importar los que vienen después.

Quiero que las ames, porque solo tu eres capaz de dar tanto amor.

Perdón por todo, de corazón...

Hiashi Hyuga.

No supe que estaba llorando hasta el momento en que terminé de leer la carta y levanté mis ojos hacia él. Hiashi me miraba respirando agitado, entre sus párpados entrecerrados, esperando mi respuesta, mi perdón.

Tantos años odiando a este hombre cuando lo que hizo, lo hizo por amor, de una manera incorrecta, pero buscando la felicidad de esa hija a la que no supo amar.

¿Quién era yo para negárselo?

Éramos seres humanos, de carne y hueso y tan imperfectos que nos creíamos superiores cuando somos tan débiles como una rama seca. Los errores son parte de nuestra naturaleza, pero nuestra verdadera fortaleza consistía en eso, en saber amar, perdonar, revivir y volver a soñar. Egoístas por naturaleza, bondadosos por decisión, el libre albedrío nos garantizaba una vida repleta de sorpresas, pero saber hacer lo correcto, no cualquier humano lo hacía, creo que, reconocer que hemos fallado no nos hace perfectos, ni más que los demás, nos llena de humildad y nos enseña que de los errores hay que aprender.

Como en este momento.

Toqué los huesudos dedos del hombre que moría frente a mí y en voz baja le prometí:

―Te perdono y ten por seguro que así será.

*

Manita arriba si la carta de Hiashi te conmovió.

OK, esta vez volví más rápido, maldición debería estar haciendo el examen de marketing en lugar de actualizar, pero me desempeño mejor escribiendo cuando tengo otras obligaciones.

Pinche cerebro

Espero que les guste, sobre todo la parte de "Sasuke" ya que esa será la trama de la tercera historia de la trilogía Contigo: Solo Contigo. Obviamente será un Naruhina, pero puse a Sasuke porque no he encontrado el nombre original: como Aren o Jason, para ponerlo así que dije, bah, pongamos al emo estreñido por mientras.

Nos leemos, babys