SHOT / Versión Kagome.
Nerviosa era poco ¡aterrada! Era la palabra correcta. Mordió con fuerza la uña de su dedo índice sin dejar de observar las inmensas puertas de metal por enfrente.
Por detrás medianos cubículos grises que resguardaban al menos una docena de secretarías que iban y venían haciendo eco con sus tacones de aquí para allá; todas las vestiduras con trajes ejecutivos negros y luciendo una melena sujeta por una alta coleta. De pronto se puede tener una incómoda y fuera de lugar, se e inmediatamente se mordió el labio inferior. La falda de tablones era discreta pero no elegante, tampoco lo era la camisa de manga corta y sus discretas sandalias no competían contra el ejército de agujas que rechinan en el mármol al andar. Volvió a morder su uña y se preguntó si notarían el escaso esmalte en esta.
-Higurashi -llamó una mujer de ojos color rubí que caminaba por el largo pasillo resguardada por cinco sujetos con aspecto asesino.
Ella se levantó y hizo una reverencia para reconocer a la mejor amiga de su hermana.
-Un placer señora Taisho prestada casi tartamudeando.
-No es necesario tanta formalidad, puedes tutearme.
La joven se quedó la cara y quedó admirada de contemplar la belleza del rostro de la mujer enrollada en un vestido blanco estilo griego. Labios carmín y cabellos ondulados de un tono caoba le daban un aspecto casi divino.
-Sigue siendo un placer.
La mujer frunció la boca y se preguntó si en otra mujer ese gesto se vería tan bien como ella. Entonces se sintió examinado de pies a cabeza y casi pudo jurar que hasta olfateada.
-Tienes mucho parecido con tu hermana al sonreír que el único que las diferencias son ...
-Los ojos -completo como siempre. Estaba más que acostumbrado que cuando la diferenciaban.
-Si. Haz heredado unos bonitos ojos azules, Kagome.
Ruborizándose por el comentario quiso desaparecer al sentir sus mejillas.
-Muchas gracias, señora.
-Kagura -corrigió -ya te dije que puedes tutearme.
-Lo siento.
-Bien -movió su mano hacia la puerta de hierro al final del pasillo -le dijo que él se sentó en su secretaria privada pero insiste en ponerte aprueba.
El estómago de Kagome se transformó en un agujero negro.
-¿Una prueba? -Repitió confundida.
-Si. Estarás unos días y después de ese lapso él va a considerar si te quedas o no.
Kagome asintió.
-Pues vamos a presentarte a mi flamante marido.
Cuando Kagura comenzó a andar por el pasillo con esa seguridad que no creía tener ni en sueños se preguntó si debía seguirla por detrás o marchar a su lado. La respuesta llegó enseguida.
-Camina junto a mí, Kagome. Detesto hablar con la pared.
Apresuró el paso y le dio alcance. Lo que parecían tres metros de distancia se le tres millas.
-Recuérdame cuántos idiomas hablas -comentó al mismo tiempo que levantaba su mano para tomar el picaporte.
-Veinte.
Y la risa de la mujer divina se prolonga más aún al empujar las puertas y revela una impecable oficina. El gran ventanal con el monte Fuji de fondo le daba un toque omnipotente; un largo escritorio de piedra negra con varios papeles acomodados en la torre y el respaldo de una silla de cuero que ocultaba la presencia de alguien más.
—Cariño —dijo la voz de Kagura al avanzar hasta el escritorio y rodearlo. Kagome trago saliva y se detuvo justo por debajo del umbral de la puerta —tu nueva secretaria ha llegado —eso último lo dijo con una sonrisa maliciosa de por medio —Kagome, toma asiento —ofreció al extender su mano a una de las tres sillas libres.
Deseo no parecer inseguro pero la verdad era que quería caer de espaldas. Una vez que su trasero tocó la superficie, la silla ejecutiva se giró. Una ciencia cierta no supo si abrió la boca o los ojos por el impacto. Si Kagura era una mujer divina su marido era el creador de ese rótulo porque nunca en su vida había conocido a un hombre tan hermoso. Poseedor de una larga capa plateada, ojos dorados y facciones sumamente varoniles en el que Kagome comenzó a sentir por su pobre apariencia ¿Quién era ella para estar en presencia de semejantes dioses de la belleza? ¡Por Kami! ¡Que es un crimen ser tan hermoso!
-Sesshomaru, ella es: Higurashi Kagome.
Su percepción de lo bonito es ligado con lo bueno y puro se acabó en el cuento lo vio entrecerrar sus bonitos ojos.
-Es solo una mocosa -azuzó sin dejar de verla a detalle. Kagome preguntó si estaba notando sus facciones joviales, su cabello azabache o quizás solo se limitaba a ver los andrajos con los que iba vestida.
-No soy una mocosa -atajó ella sin tener control de su lengua. Kagura sonrió y su marido creció en el mundo, se limitó a la muerte del estudiante en la celestial -hablo, la educación y el derecho a la educación. como Harvard y Oxford.
-¿Y qué hace una niña genio en mi oficina? Cuando debería estar en una universidad universitaria, diríjase a su esposa. No pretendo mi empresa en una guardería infantil.
Todos los nervios que la embriagaron desde la mañana se esfumaron para transformarse en un coraje infinito.
-Ella viene a ...
-Deseo trabajar para pagar mis gastos de universidad -intervino antes de que Kagura podría terminar de explicar. Sesshomaru volvió a la vida, respiró hondo y recargó sus ojos en la mesa sin dejar de mirar, es algo inflexible para mí economía en estos momentos.
-Un trabajo de verano -opinó Kagura por una vez -no fue por mucho tiempo, cariño. Además necesitas algo que no sea un Jaken en estos dos meses y alguien mejor que Kagome.
El peliplata respiro hondo como intentando denegar su mejor respuesta. Sin embargo Kagome estaba a punto de salir por la puerta grande; era la primera vez que era tratada sin recato alguno y sin contar la mujer de infantil de la que había sido señalada. A nada se le ocurre de salir corriendo vociferando pestes pero se controla, repite una y otra vez. Es amiga de tu hermana, es amiga de tu hermana.
-Estarás a prueba estos tres días al fin. Kagura salto de gusto pero Sesshomaru no me pareció muy contento-cometes un solo error y te vas -sentenció con voz de hiel.
Kagome se limitó a asentir sin demostrar ninguna emoción de rabia.
-Soy el primero en llegar y el último en salir, así que no quiero tener quejas por el horario -El gabinete volvió a asentir -el único móvil que está en uso de la empresa y están expresamente prohibidos: las visitas al área de trabajo, los permisos de cualquier índole y relación amorosa con los demás empleados ¿entendiste?
-Si señor Taisho.
Aguantándose las ganas de patear la cola se limitó a la cabeza en forma positiva.
-Comienzas mañana a las cinco horas. El pase de entrada te lo entregan en recepción.
Se puso de pie, hizo una pequeña reverencia que solo Kagura respondió y dio media vuelta sin mirar atrás.
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-Y no preguntaste por la paga -protestó su hermana.
-Oye, oye ¿Qué acaso no me escuchaste? -Kagome se llevó un bocado de agua a la boca mientras se recargaba su cuerpo en la encimera de la cocina para mejor en el ángulo el rebanado perfecto de las papas.
-Que te morías del miedo y que al final querías patearle el culo al marido de Kagura -repitió sin despegar los ojos de su trabajo -sí, él escuchado todo.
Kagome frunció el ceño y tragó para responder.
-La maternidad debería ser sensible, no una insensible hermana mayor.
-No insensible a la soja, soy directo y eficaz. Y la paga era un tema importante para hacer sus cálculos y obtener un presupuesto de lo que puedes gastar.
-Tu lado contable tampoco ayuda, hermanita.
-Para ser nerd te hace falta malicia.
-¡Oye! -Exclamó al cruzarse de brazos -me gusta que me cuides pero no que exageres.
Entonces los ojos marrones la vieron directamente.
—Eres mi hermana menor Kagome, siempre voy a cuidarte aunque no te guste.
Ella roló los ojos en respuesta.
—Vale. Ahora dime de donde conoces a una tía tan maja.
Sonrió antes de regresar a su tarea.
—Cursamos juntas la misma universidad y después compartimos el mismo trabajo.
—¡Modelaba contigo! —exclamó sorprendida.
—Algo así.
Kikyo siempre respondía con esa magnífica palabra cuando no quería tocar un tema incómodo. Aquel que no la conocía, entendería que de insistir aún después de pronunciarla se ganaría un pase directo a su indiferencia.
—¡Llegue! —exclamaron desde el vestíbulo.
Y enseguida los ojos azules de Kagome buscaron los de su hermana. Le encantaba descubrir ese brillo especial que solo provocaba su cuñado.
—Cuñada —dijo al entrar a la cocina y depositarle un beso en la mejilla —amor mío —abrazo a Kikyo por la espalda y estrechó suavemente sus hombros —pequeño bebé —y acarició el abultado vientre.
—Saliste temprano —dijo Kikyo al terminar de rebañar y girarse para depositarle un beso en los labios.
—Me cambiaron la guardia y hoy no tuve muchos pacientes —dirigió su atención hacia Kagome —¿Cómo te fue Kag? ¿Conseguiste el empleo?
Agacho la cabeza enseguida.
—Lo hizo pero ha descubierto que su jefe es un tirano precioso.
—¿Precioso? —repitió incrédulo.
—No quiero hablar de eso —comento irritada.
La pareja se miró y sonrió en complicidad.
—¿Y ya le dijiste a mi hermano que existe un hombre al que consideras precioso?
Kagome puso las manos a jarra completamente indignada.
—Ya te dije que Bankotsu y yo no estamos juntos. No sé porque siguen tejiendo esa idea en su cabeza.
Una de las cosas que le gustaba de la vida de su hermana era el marido que le tocó. Suikotsu era reconocido como el mejor médico pediatra del país y había conocido a Kikyo durante sus prácticas en el hospital en que fue internada por una lesión en el tobillo; según su hermana bastó el contacto visual entre ambos para saberse el uno para el otro y todo lo que vino después fue solo para fortalecer lo que ya intuían: tuvieron un noviazgo breve y una boda de ensueño. Suikotsu era amable, tierno, adoraba a los niños y sobre todo era muy compresivo, algo que distaba mucho de su hermano: Bankotsu quien navegaba con bandera de mujeriego irresistible. Sin duda alguna, muy opuesto a los gustos de Kagome. Porque muy en el fondo de su corazón deseaba una historia de amor como la de su hermana mayor; ella también quería experimentar el amor a primera vista y ser correspondida con la misma intensidad.
Después de una breve plática entre el matrimonio y los miles de mimos y risas hacia Kikyo, al fin se fue acostar con una sola idea en su cabeza: cerrarle la boca al engreído.
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—¿Eso te vas a poner? —preguntó la voz de su hermana por detrás. Kagome salto del susto provocando que la toalla alrededor de su cuerpo resbalara un poco.
—¡Por Kami, hermana! ¡Casi me matas del susto! —se llevó las manos al pecho e intento normalizar su respiración.
Kikyo aún envuelta en su bata de dormir avanzó hasta la cama de Kagome y tomó entre sus dedos la prenda que iba a ponerse para su primer día de trabajo.
—No puedes ponerte esto —dijo al mirarla sería.
Kagome se cruzó de brazos.
—¿Por qué no? Es decente y formal.
Kikyo negó con la cabeza.
—Esto más bien parece informal y hippie.
—Oye…
—Ya hemos hablado de que debes de cambiar tu forma de vestir si de verdad quieres que te traten como adulto —la azabache menor hizo una mueca fastidiada —serás la secretaria de ese jefe que consideras un petulante y si bien no quieres ganarte más apodos como: infantil o niña tienes que tomarte enserio lo que te dije.
—Bien, bien —alzó la mano y le arrancó de las manos el overol corto —pero resulta que no tengo dinero para comprarme ropa nueva y sabes que no me gusta dejar de ser yo misma.
—Es tu primer trabajo, Kagome.
Las hermanas se vieron a los ojos durante unos largos segundos.
—No me gustan los cambios —dijo al fin Kagome.
—Vamos hacer una cosa —comenzó a decir Kikyo en el mismo tono que usaba para convencer a Suikotsu —déjame arreglarte estos días que estarás a prueba y si dejan de llamarte infantil y obtienes el empleo seguirás haciéndolo durante el tiempo que trabajes, después podrás regresar a tu modo hippie.
Kagome arqueó ambas cejas sorprendida. Después relajó su rostro y negó.
—Imposible, no tengo ropa suficiente para un cambio así y ya te dije que no tengo dinero.
Entonces Kikyo sonrió maliciosamente.
—Déjame encargarme de eso. Ven.
La jalo por la muñeca y literalmente la arrastro hasta su habitación, Kagome se sujetaba el borde de la toalla intentando que esta no bajara entonces Kikyo se detuvo frente a su armario y abrió de un empujón las dos puertas. Kagome abrió la boca y los ojos del impacto. En lo que ella creía un diminuto closet en realidad era una habitación anexa a la recámara, una que resguardaba filas de vestidos, blusas, faldas, zapatos y bolsos de todos los colores y marcas.
—¿Qué tienda robaste, Kikyo? —preguntó aun admirando las prendas.
—Digamos que fueron cortesías de algunas marcas reconocidas por trabajar como modelo y aunque me retire hace tiempo aún las conservo. Después de todo nunca se sabe cuándo te serán útil.
Kagome pasaba las manos por la hilera de vestidos, la suave tela se deslizaba entre sus dedos.
—Empiezo a preguntarme porque nunca me enseñaste este lugar.
—En primera porque quizás nunca me importo mucho tu forma de vestir —Kagome entrecerró sus ojos — y segundo, es tu primer empleo y no uno cualquiera —se hizo un silencio que la obligó a girarse hacia ella —también —añadió casi de forma nostálgica —me gustaría verte como lo que eres antes de que abandones la casa y no te veamos más.
El corazón de Kagome dio un vuelco. Hablar de su partida para entrar a una universidad lejos de su país aún afligía a su hermana.
Así que resignada dejo caer los hombros en señal de derrota.
—Bien, seré tu rata de laboratorio —Kikyo salto de gusto por primera vez en la mañana —pero no vayas a exagerar.
—No, no —dijo al recorrer el closet con la mirada —solo te haré ver más mujer.
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Se dejó de morder la uña cuando percibió el pinchazo de dolor. Resoplo al notar la pequeña gota de sangre y negó con la cabeza una y otra vez.
Ahí estaba ella, hecha otra vez un manojo de nervios. Esta vez atrapada en una falda de tubo roja a juego de una blusa blanca holgada sin mangas, maquillada, peinada con un bonito chongo y sentada de mala gana en recepción esperaba a poder entrar a la oficina de su jefe. Según las palabras de la recepcionista, el señor Taisho se encontraba en una importante junta que no duraría más de una hora y como no había mencionado ninguna indicación para ella tenía que esperar a que el omnipotente hombre saliera. Pero la hora pasó y Kagome se desesperaba cada vez más y más. Por momentos le echaba la culpa a su atuendo (sentía que su trasero resaltaba demasiado) y por otro lado a la grosería de ese tipo por citarla tan temprano y, justamente cuando reprochaba internamente su suerte las puertas metálicas se abrieron de par en par y revelando al ser petulante que tanto criticaba por su impuntualidad; estaba perfectamente vestido en un total traje negro y en esta ocasión había dejado sueltos sus largos cabellos plateados, lucía increíblemente hermoso.
Cuando avanzó, Kagome se puso de pie enseguida, llamando la atención de los ojos dorados. La figura varonil se detuvo frente a ella y el séquito de guardaespaldas también.
—¿Me espera? —demandó a saber sin dejar de recorrerla de pies a cabeza. Kagome trago duró ¿Qué acaso no la reconocía?
—Es su secretaria privada, Señor Taisho —dijo una de las recepcionistas por detrás —lo está esperando desde hace una hora.
Al parecer el hombre se había quedado sorprendido algo que disimulo muy bien al entrecerrar sus ojos.
—Higurashi ¿Verdad? —Kagome asintió sin poder articular palabra alguna —¿Ya te dieron el móvil de la empresa? —negó con la cabeza. Entonces él se dio la media vuelta y extendió la mano hacia la chica que al igual que Kagome parecía perder el aliento ¿acaso este hombre causaba el mismo efecto en todas? —al llegar, siempre vas a dejar tu móvil en recepción y recibirás este a cambio —le mostró el iPhone —al retirarte lo vas a dejar aquí y recogerás el tuyo. No me gustan las notas en papel así que también vas a cargar con la iPad, todo lo que tengas que revisar y enviarme me lo dirigirás a mi correo personal —uno de los guaruras le tendió el aparato —tienes expresamente prohibido dar mi número privado, al menos que te autorice personalmente que lo hagas —miro su reloj de pulsera (un Rolex) y frunció el ceño —acompáñame, en el camino te iré dando las demás instrucciones y más te vale que las memorices porque no repito ninguna indicación dos veces.
En cuanto comenzó a andar Kagome supo que tenía que ir detrás de él y durante el trayecto se dedicó a observarlo de espaldas. Alto y poseedor de un cuerpo seguramente bien trabajado, Sesshomaru Taisho emanaba atractivo por cada poro de su piel. No puedo evitar que sus ojos viajaran hacia su trasero y se sonrojo de tan solo imaginar las proporciones de su virilidad.
—Sube —indicó al abrirle la puerta del automóvil negro. Sin chistar entro seguida por él. Incómoda ocupó el asiento de la ventanilla y en automático bajo el doblado de su falda, la condenada se le subía hasta los muslos cada que se sentaba —¿Hablas ruso?
—Sí Señor.
—¿Qué tanto? —sacaba su móvil del bolsillo de su saco y sin verla comenzaba a revisarlo.
—E dejado en claro que mi traducción es perfecta, Señor Taisho.
Sesshomaru entonces elevó su atención hacia ella provocándole un rubor instantáneo.
—Eso ya lo veremos —azuzó al regresar a su tarea —el empresario Naraku Ivanov es un personaje difícil de persuadir y necesito de tus habilidades traductoras.
—Sí señor, Taisho.
—Llama al restaurante Botan y confirma la asistencia de tres personas —la muchacha le miró incrédula, el hombre entonces señaló entonces el iPad —todo lo que necesitas saber está ahí, comienza a revisarla.
Los nervios por la presencia del hermoso hombre y su vestimenta ajustada desaparecieron en cuanto comenzó a trabajar. Confirmó la asistencia del restaurante y el resto del viaje se dedicó a revisar de arriba abajo el aparato digital, encontrando el directorio de casi todos los restaurantes más lujosos de Tokio, las líneas de viaje de primera clase y un sinfín de números de hoteles por todo el mundo.
—¿Tienes pasaporte y visa? —preguntó de repente.
—Sí señor, Taisho.
—Si haces bien tu trabajo, en dos semanas partirás conmigo a Nueva York —Kagome arqueo ambas cejas —estaremos ahí un par de días. Mi chofer pasará por ti, asegúrate de traer equipaje.
Deduciendo que era por asuntos laborales asintió.
—¿En qué hotel reservó, señor Taisho?
—Ninguno —azuzó sin verla —nos quedaremos en mi apartamento —entonces si trago duro ¿ella sola con el dios de la belleza en una misma habitación? —te quedarás en el cuarto de huéspedes —agregó y fue cuando Kagome notó como la miraba con malicia —no muerdo, Higurashi.
—Lo siento Señor pero considero que es inapropiado.
—¿Por qué? —adujo.
—Usted es un hombre casado y yo soy soltera, puede sujetarse a malos entendidos.
—Kagura nos alcanzará después.
—Con mayor razón debo de insistir en quedarme en otro sitio.
Sesshomaru aspiró hondo antes de hablar.
—Resérvate el hotel más cercano al Central Park.
Se limitó a regresar su atención a la pantalla y a contar mentalmente hasta cien para bajar el calor de sus mejillas ¿Qué había sido eso? ¿Por qué aquello había sonado tremendamente sugerente? Es tu imaginación, Kag se repitió una y otra vez.
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El señor Naraku Ivanov era un hombre atractivo e intimidante pero existía algo en su persona que le provocaba pavor. Así que ignorando las miradas de hiel entre ambos hombres, tradujo del ruso al japonés y en viceversa sin problema alguno, aunque en más de una ocasión fue capaz de percatarse de la clara rivalidad entre ambos; al final de la tarde los dos habían cerrado un contrato con cuantiosas ventajas monetarias. Se estrecharon la mano y Sesshomaru se retiró seguido por una Kagome hambrienta.
—El chofer te llevará de regreso a la empresa —dijo al abrirle la puerta del auto —espérame en mi oficina y dile a la recepcionista que te entregue todos los contratos de este año para revisarlos a mi regreso. Puedes comer en la cafetería o tomar un descanso de una hora. Nos vemos más tarde.
El regreso fue menos estresante sin la presencia del peliplata pero comer en absoluta soledad fue extraño, estaba acostumbrada a la presencia de su hermana y su cuñado, a las pláticas llenas de recuerdos de un noviazgo tierno y a las miles de sugerencias de aceptar una cita con Bankotsu. Sonrió de lado amargamente y por primera vez se dio cuenta de que esa sería su vida de lograr partir fuera de su país.
Entrar por segunda vez a la oficina le causó una sensación extraña pues sin la presencia de Sesshomaru Taisho el lugar parecía menos atemorizante y hasta podría decir menos tenso. Pero descubrir las dos únicas fotos en su librero le hizo ratificar lo frío y distante que era. Una de ellas mostraba a Kagura y a él en la celebración de su boda, ambos serios y sin la expresión de felicidad que Kikyo y Suikotsu tenían en las suyas. Y la siguiente mostraba a Kagura en solitario con un abanicó blanco que ocultaba la mitad de su rostro sin embargo en esta podía vérsele sonreír. Entonces desvió su atención hacia la infinidad de lomos de libros, encontrando uno que llamó su atención; rezaba con letras doradas: la historia y noble sangre de los youkai no puedo evitar reír ante semejante título y optó por tomarlo de su lugar. Abrió el descolorido libro de piel y lo que leyó en las primeras páginas hizo diluir su sonrisa de burla a dibujar una de cara de miedo.
No obstante la abertura espontánea de las puertas de metal hizo que en automático la muchacha escondiera el libro a sus espaldas.
—Aquí te traigo los contratos de todo el año —dijo la recepcionista al entrar con una torre de hojas entre los brazos —si necesitas algo más me llamas por el interlocutor.
Y se dio la media vuelta sin mirarla y una vez que pudo suspirar aliviada, Kagome avanzó hasta su bolsa e introdujo el libro sin pensarlo dos veces. Una última vez miro el lomo de piel antes de cerrarla por completo.
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—¿Los leíste todos? —preguntó el hombre con voz fría. Kagome asintió sin verlo, ahora le daba miedo si quiera verlo a los ojos —¿Encontraste algún error? —tecleaba sin dejar de observar el monitor, la muchacha sentada frente a él pasaba hoja tras hoja.
—Únicamente pequeños retrasos en algunos pagos a los distribuidores —contestó cada vez más nerviosa. Alzo la cara y se topó con la mirada ambarina. Trago saliva al sentirse inspeccionada.
Era media noche y la luna creciente se enmarcaba por detrás de la ventana, reflejando con sus rayos planteados la silueta del hombre.
—¿Sucede algo? —esta vez uso un tono sereno y pausado.
—No —contestó enseguida regresando su atención a la pila de hojas —nada —añadió al pasarle un tanto de hojas.
—Puedes retirarte —dijo sin más —nos vemos mañana.
Entonces se animó a preguntarle lo que desde la mañana quería.
—¿Ocupare algún cubículo?
—No. Tu lugar es aquí en mi oficina —Sesshomaru había postrado los dos codos en la mesa y volvía a verla con esa tenacidad que la ponía nerviosa —he tomado una decisión —dijo después de una larga pausa.
—¿Cuál, Señor Taisho?
—Puedes llamarme Sesshomaru, no es necesaria tanta formalidad.
—¿Sus trabajadores también le tutean? —él entrecerró sus ojos claramente ofendido —no me gustaría tener ninguna ventaja que algún otro no tiene con Usted.
—Como desees —siseo —tienes el empleo.
—Usted dijo que…
—No es necesaria la prueba de tres días, Higurashi. Haz superado todas el día de hoy. Nos vemos mañana.
—Entonces lo que me dijo antes…
—Conmigo no existen segundas oportunidades, mucho menos periodos de prueba.
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Si, había leído todo el libro y lo devolvió antes de que repararan en su ausencia. Una noche entera le bastó para descubrir el secreto mejor guardado del mundo en el contenido de un libro del hombre más atrayente del planeta entero. Pero una cosa era leerlo y otra comprobarlo.
Durante los días siguientes se dedicó a confirmar lo que sospechaba y no pillarlo le engendró más curiosidad de lo que imaginó. Obviamente que se lo reservo para sí misma, no quería involucrar a su familia y mucho menos echar a perder la oportunidad de descubrir a los seres sobrenaturales que relataban las historias feudales de Japón. Sin embargo observar detenidamente a Sesshomaru Taisho comenzaba a cobrarle factura, muchas veces se sorprendió admirándolo más de lo normal; ya no era solo por buscar en él indicios de su verdadera naturaleza sino también por gusto y porque de alguna u otra forma se sentía tremendamente atraída por él. Sabía que estaba casado y que su esposa era una de las mejores amigas de Kikyo pero quería al menos tener la posibilidad de descubrir parte del enigma que rodeaba al sujeto y en algún punto dejó de importarle los riesgos a los que se estaba exponiendo, convenciéndose así misma de que todo era por ver con sus propios ojos la verdad.
Empezó así a esmerarse aún más en su apariencia resaltando los atributos que antes no se hubiese atrevido a mostrar, pues según la lectura los youkai mostraban parte de su verdadera forma cuando se sentían sexualmente atraídos por una hembra sin embargo Sesshomaru parecía indiferente, alguna que otra vez le pareció notar una mirada de soslayó que desaparecía en cuanto ella prestaba atención algo que por supuesto la decepcionó porqué la única que parecía emocionarse por ello era Kikyo, quien bendecía a diario el trabajo que había hecho cambiar de pies a cabeza a su pequeña hermana. Resignada desistió de su plan por descubrirlo infraganti. Hasta que la semana para partir con él a Nueva York llego.
—¿Llevas todo lo que te dije? —quiso saber su hermana desde el umbral de la puerta.
—Sí, si —volvió a repetir. Jalaba la pesada maleta repleta de ropa seleccionada minuciosamente por Kikyo.
—Suikotsu me manda a decirte que le traigas un recuerdo —Kagome asintió antes de abrazar a su hermana para despedirse.
—Dile que cuente con ello —agachándose le depositó un cariñoso beso al abultado vientre de Kikyo —y a mi sobrino también le traeré algo.
—No gastes mucho —sugirió Kikyo —solo llevas lo que has ahorrado.
—Descuida, lo repondré cuando el Señor Taisho me pague al concluir mi trabajo.
—¿Es todo señorita? —el chofer se había acercado para tomar el equipaje.
—Sí, es todo —respondió dirigiéndose al diminuto hombrecito.
—Espero que regresando aceptes salir con alguien.
Si, ella también se lo había pensado y considero que dado la confusión de sus sentimientos lo mejor era olvidarse de sus fantasías y buscar a un hombre que mantuviera ocupada su cabeza.
—Vale. Dile a Suikotsu que tiene mi permiso de pasarle mi número a Bankotsu —Kikyo amplio su sonrisa —pero sino me convence a la primera cita no volverá a repetirse.
—Yo me encargo.
Volvieron abrazarse y despidiéndose con un beso en la mejilla. Kagome partió.
El vuelo con su jefe fue igual de silencioso que en las ocasiones donde ambos trabajan sin dirigirse la palabra y aunque no se esperaba el uso del jet privado más tarde lo agradeció. El hacer escalas, subiendo y bajando de varios aviones no le parecía nada cómodo, así que bendijo internamente su oportunidad de viajar en un vuelo directo.
—Habrá una fiesta de caridad por la noche —dijo ella al checar la agenda. Sesshomaru alzó los ojos y prestó atención —en la mansión del Señor Ökami Kōga. La invitación incluye un pase extra pero la asistente de su esposa me comentó que no podría alcanzarlo por un evento privado que tiene en Dubái.
Dos semanas y había aprendido a manejar todo el entorno de Sesshomaru Taisho. No había una sola cosa que se le pasara desapercibida y hasta el momento no existía ningún error de su parte que comprometería su trabajo.
—Bien. Entonces tendrás que acompañarme —los ojos azules buscaron los dorados. Sorprendida era poco, estaba pasmada, ella pretendía usar la ausencia de su jefe para turistear por la ciudad.
—Por supuesto, señor Taisho.
—¿Qué tengo después?
—Al otro día no tiene nada señor. Usted pidió no agendar nada para pasar el día con su esposa pero…
—¿Qué más?
Una extraña sensación la embriago. No era la primera vez que la señora Kagura le cancelaba a Sesshomaru, tampoco lo era, la indiferencia con la que a veces se trataban no obstante en esta ocasión podría jurar existía algo más que solo frialdad por parte de ambos.
—La reunión con el empresario… —leyó el apellido tres veces antes de pronunciarlo —Taisho Inuyasha.
Por supuesto que noto como frunció el ceño, combinada con una mueca que más bien parecía de asco pero intento no parecer sorprendida o curiosa.
—Cancela, no estoy de humor para tratar con él.
Dedujo que quizás se trataba de algún pariente que aborrecía así que se limitó a asentir.
—¿Puedo mover entonces sus reuniones pendientes para ese día?
—Si. Adelante.
—Eso es todo.
—Perfecto. Pasaré por ti para ir a la fiesta. Lleva solo el teléfono de la empresa.
—Sí Señor, Taisho.
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Definitivamente iba a matar a su hermana al regresar a Japón. No era porque no le gustara el vestido corte sirena, tampoco lo era porque fuera negro pero el tremendo escote por toda su espalda era una exageración sin contar las dos tiras que unidas por detrás de su cuello eran las únicas que sostenían a tan atrevido atuendo.
—Hermanita, reza porque llegando sigas embarazada.
A regañadientes y siendo su última opción se lo puso. Sujeto su melena en un alto chongo y desprendió algunos bucles de su cabellera negra, pintó sus labios de rojo vivo y seleccionó unas sombras negras para resaltar el color de sus ojos azules. Se colgó unos pendientes largos y como último toque, perfumo su cuerpo en fragancia de vainilla.
Cuando su jefe la recibió en la recepción del hotel pudo percibir el impacto en todos sus gestos.
—Buenas noches Señor, Taisho.
—Higurashi —correspondió al brindarle su brazo.
Él como siempre lucía guapísimo, atrayente e irresistible. Llevaba un frac negro muy elegante y su melena plateada había sido sujeta por una alta coleta. Dándole ese toque tan varonil que a ella le gustaba.
—Estás radiante —dijo al abrirle la puerta.
Era la primera vez que lo escuchaba decirle un halago y obviamente no pudo controlar el sonrojo de sus mejillas.
—Gracias.
—No te separes de mi al llegar —dijo después de sentarse a su lado.
—Como ordene se…
—Por esta noche, hazme el favor de llamarme solo: Sesshomaru —iba a protestar pero la cara de seriedad que se le dibujo la convenció.
—Solo por hoy, Sesshomaru.
La fiesta era lo que esperaba: ostentosa, elegante y selectiva. Juraría a ver visto entre el gentío al gobernador de Manhattan y alguna que otra celebridad infiltrada y por un instante se preguntó si todos los asistentes compartían la condición de Sesshomaru ni siquiera lo comprobaste dijo la voz en su cabeza.
—¡Vaya! —exclamó alguien por detrás. Sesshomaru se giró sin soltarla de su brazo y ella no hizo el ademán de querer desprenderse. Pero lo que contemplo la dejó impactada. Se trataba de un hombre casi igual a Sesshomaru: cabellos plateados y los ojos dorados —pero si es mi medio hermano.
Kagome no pudo evitar arquear ambas cejas.
—Inuyasha —nombró en un tono de repudió.
El ambiente se tensó y abruptamente un frío sepulcral la recorrió de pies a cabeza.
—¿Y dónde dejaste a Kagura? —fijó su atención en Kagome —no me digas que al fin te separaste de esa arpía.
Ignorante de las relaciones familiares de Sesshomaru se limitó a mirarlo a los ojos sin articular ninguna palabra.
—Inuyasha —volvió a repetir Sesshomaru pero esta vez en un tono de advertencia —ella es Kagome, mi asistente privada —una sonrisa ladina surcó el guapo rostro del hombre —Kagome, él es mi…
—Medio hermano —completo al tomarle una de las manos y besarle en el dorso —un placer.
—Un gusto —dijo ella al deslizar sus dedos de la mano del muchacho.
—Tienes buen gusto para escoger a tus asistentes, quizás debería de comenzar a buscar por donde tú, Sesshomaru.
Los hermanos se observaron con un odio visible para todos aquellos en su entorno, era más que notoria su enemistad.
—¡Hey! —exclamó alguien más. Un hombre moreno, alto y de ojos azules —que bueno que encuentro a los hermanos Taisho juntos, me ahorran el viaje.
Todo indicaba que su aparición no había sido solamente por casualidad.
—Aprovechemos que el baile va a comenzar para hablar en privado —continuó diciendo el hombre de ojos azules.
—Conmigo ya hablaste lo que quisiste —atajo Inuyasha y entonces fijó su atención en Kagome —¿Quieres bailar conmigo? —ofreció al extenderle la mano —después de todo eres sólo su asistente.
La muchacha se quedó perpleja. Miro a Sesshomaru primero, que claramente observaba a su hermano con ganas de querer matarlo en ese mismo lugar y después a Inuyasha quien parecía divertido. Lo ideal era aceptar pero por otra parte le había dicho a su jefe que no se separaría de él, iba a negarse cuando alguien más habló por ella.
—Sí, ve con ella —dijo el joven ojiazul —además son temas privados que nadie puede escuchar.
Apenas consciente de lo que pasaba en su torno se vio obliga aceptar.
¿En qué momento se colaron al centro de la pista? No lo supo porque todos sus sentidos estaban en el tacto del muchacho en su espalda, pues había extendido toda su palma en el centro de la misma.
—Te sientes algo tensa —murmuro él. Lo primero que tenía que admitir era que Inuyasha era muy guapo y lo segundo que quizás era igual de peligroso que su medio hermano, eso, si comprobaba lo que deseaba.
—Solo estoy algo acalorada.
—¿Quieres tomar algo? —ofreció de repente.
Asintió y enseguida fue sacada del ojo del huracán. No se atrevió ni siquiera a buscar a su jefe, tenía miedo de encontrarse con esos ojos asesinos.
—¿Y desde cuando trabajas para él?
Kagome se llevó la copa a los labios y bebió todo su contenido antes de responder.
—Hace dos semanas aproximadamente —el sabor dulce y alcoholizado de la champán le hizo tomar otra. Inuyasha la miraba fascinado.
—¿Y tienes novio? —preguntó al llevarse la copa a los labios.
Kagome negó.
—No, pero no estoy segura de querer uno.
—¿Por qué? Eres una mujer muy atractiva y seguramente abra más de uno que desee el puesto.
—No estoy interesada en ese tipo de relaciones.
Inuyasha se carcajeó provocando que sus facciones se vieran aún más atrayentes. Jamás había visto reír a Sesshomaru de esa forma, de pronto, se preguntó cómo sería un jefe sonriente en lugar de uno frío y distante.
—¿En qué tipo entonces? —y otra risa pícara se le dibujo —no me digas que te gustan las…
—¡No! —exclamó enseguida y volvió a tomarse toda la copa por los nervios —solo que por el momento no me llama la atención tener una relación amorosa.
—¡Oh! ¿Te rompieron el corazón? —preguntó al entregarle otra copa llena. Kagome jugó con el vidrio por unos segundos antes de beber la mitad, de repente se sentía más valiente.
—La verdad es que nunca he tenido novio —Inuyasha arqueo ambas cejas y se cruzó de brazos dispuesto a escucharla, no pudo evitar sentirse bien pues era la primera vez que un hombre ajeno a su familia le prestaba atención —ni siquiera e besado a nadie —y se empinó el resto del alcohol.
—Eso podemos solucionarlo ahora mismo —de pronto la cara de Inuyasha se aproximaba a la suya y el corazón de Kagome saltó de emoción al percibir su cálido aliento golpear su nariz. Los deseos por correr y huir fueron reprimidos por la sensación de desinhibirse y cerró los ojos dispuesta a corresponder.
—Aléjate de ella —musitó una voz hiel.
Kagome percibió una corriente fría golpearla en la espalda e Inuyasha alzó la vista hacia el sujeto que ahora jalaba del codo de la muchacha para posarla a su lado.
—Como siempre, tan oportuno —dijo Inuyasha sin dejar de reír maliciosamente.
La azabache miraba horrorizada a los dos hermanos, confrontándose en un duelo de muerte con solo el lenguaje corporal.
—Vámonos, Higurashi.
Cerró sus fríos dedos alrededor de su brazo y fue jalada nuevamente hacia la dirección opuesta del evento.
—Nos veremos después, Kagome —añadió Inuyasha sin dejar de reír y moviendo la mano al aire.
El mayor de los Taisho escuchándolo se aferró aún más fuerte a su agarre y Kagome se dejó guiar sin proliferar ninguna protesta, hasta que ambos estuvieron en el interior del auto.
El viaje fue en total y absoluto silencio, un silencio crudo y frío que la erizo de pies a cabeza; de vez en vez observaba de soslayó a su jefe que con los ojos entrecerrados miraba por la ventana de su lado del coche. Volvió a tragar saliva y fingió una valentía que no tenía, la verdad era que se estaba muriendo del miedo ¿Estaría molesto por descubrirla a punto de besar a su hermano? Es decir, ella sabía perfecto que no encajaba en el círculo social de los Taisho y que obviamente no era más que una simple empleada pero ¿de verdad era tan grave aspirar a más? ¿Le costaría su trabajo? por supuesto que sí, tonta respondió la voz interna de su cabeza Apunto estuviste de besar a su HERMANO, ósea Kagome, SU HERMANO
De repente el automóvil se detuvo pero no en la entrada del hotel donde se hospedaba sino en un alto y lujoso edificio.
—Baja —ordenó, regresándola a la realidad.
Él ya se encontraba en la acera con la misma apariencia de siempre. Y no supo porque pero su cuerpo se movió de inmediato, había respondiendo en automático a la orden de Sesshomaru.
—¿Qué hacemos en este lugar? —se atrevió a preguntar alzando su cabeza hacia la enorme torre.
—Tengo que entregarte los papeles de la junta con los empresarios del Cairo
—Ah —exclamó sin ganas ¿eso era todo? ¿No iba a reprenderla? ¿No le diría nada por el intento de beso a su medio hermano? Quizás su actitud hostil había sido dirigida hacia Inuyasha, tal vez, sólo tal vez tendría suerte de poder escapar de un jefe furioso y conservar su empleo hasta que terminara el verano. Después de todo, seguía necesitando el dinero y a estas alturas no podía darse el lujo de perderlo.
—Pasa —ofreció al abrir la puerta de su apartamento.
Entro vapuleada en primer lugar por la enervante colonia varonil que lo caracterizaba y después admiraba por la decoración elegante del lugar. Sin duda adornado a gusto exclusivo del peliplata, con el tiempo había aprendido a reconocer varios de los intereses de su jefe.
Entonces la puerta se cerró detrás de ella y la bomba cayó.
—Explícate —empezó con un tono lacerante que ofuscó a la chica.
—¿Disculpe?
—Te dije muy claramente que no te quería lejos de mí y en la primera oportunidad que tuviste, te fuiste con el idiota de Inuyasha.
¡Lo sabía! ¡Sabía que su extraña indiferencia no era más que el caparazón de un ofuscado Sesshomaru Taisho! Sin embargo lejos de actuar cauta, Kagome frunció el ceño y animada por la cantidad de alcohol ingerido lo confrontó sin contemplaciones.
—Yo no me fui con él porque lo quisiera —azuzó ella.
—Aceptaste bailar con él —recriminó el peliplata fuera de sus casillas —estuviste apunto de besarlo —agregó fijando su atención en ella; la luz plateada que se filtraba por el ventanal de la sala, iluminaba a pausas las facciones endurecidas del hombre; era la primera vez que Kagome conocía una faceta colérica de Sesshomaru —y si no hubiese intervenido quizás…
Pero el carácter volátil de Kagome empezaba a florecer y ahora bañado por el alcohol se tornó errático.
—Que yo recuerde —dijo al interrumpirlo —no tengo porque pedirle permiso para besar o platicar con quien me dé la gana —los ojos dorados del hombre se entrecerraron al instante —su actitud, Señor Taisho, dista mucho de ser la propia de un jefe con su empleada y déjeme decirle que…
Entonces lo noto, en algún punto dejó de verlo a los ojos para enfocar todo su rostro, descubriendo a su paso las nítidas marcas magentas que sobresalían de las mejillas del peliplata. Inmediatamente regresó su atención hacia los dorados que la seguían recorriendo con escrutinio y trago en seco cuando nuevamente fue más que visible una púrpura luna creciente en su frente.
—Continúa —exigió él. Había modulado su voz pero sabía muy en el fondo que irradiaba en furia interna.
—Yo-yo no e… —tartamudeó.
La borrachera se le bajó de golpe, prácticamente estaba hipnotizada por la nueva apariencia de su jefe.
—Higurashi —advirtió él.
Pero Kagome había perdido el hablaba. Examinaba una y otra vez lo que tenía de frente ¿esto era real? ¿De verdad se trataba del mismo Señor Taisho para el que trabajaba?
—Creo que… —retrocedió cuando él avanzó con intenciones de sujetarla pero el borde de la alfombra la hizo tropezar y caer hacia atrás. Cerró los ojos para recibir el impacto, uno que nunca llegó porque había sido capturada por unas manos alrededor de su cintura y está en un acto de reflejo de afianzó al cuello de su rescatador.
Abrió los ojos topándose con el oro mismo. Segundos o tal vez minutos en donde ambos fijaron su atención el uno por el otro ¿Quién de los dos acortó la distancia? ¿Quién beso primero? ¿Quién fue el que se aferró al otro como si su vida dependiera de ello? Las preguntas se formularon pero nunca tuvieron respuesta. Porque ambos caían de espaldas al amplio sofá, besándose con un ritmo eufórico.
Sesshomaru recorrió despacio desde sus muslos hasta su espalda, aferrándose a esta cuando logró alcanzar una de las tiras del vestido. Estaba consciente del mal paso que iba a pronunciarse y tenía muy en claro lo que quizás pasaría después pero su conciencia fue minimizada por la calentura embriagante de su propio cuerpo, así que dejándolo continuar le permitió destrenzar el nudo que sostenía su vestimenta. Inmediatamente sus pechos saltaron desnudos, libres al fin y dispuestos a ser tocados a vez primera por aquellas grandes manos.
—Preciosa —murmuró al separarse del beso para tomar uno de sus senos y llevarse el pezón su boca.
El contacto de su cálida lengua, la suavidad con la que relamía sus areolas y el ligero pellizco labial que propició a su pezón la hizo gemir sin querer. Ruborizada intento reprimir los nervios de los que comenzaba a ser víctima e intuyéndolo, Sesshomaru volvió a besarla, era como si de repente pudiera leer su mente.
—Relájate —dijo entre las pausas del beso.
Quiso decirle que si pero se limitó a asentir con la cabeza varias veces. Entonces lo vio inclinarse un poco, solo lo suficiente como para retirar el saco y desbaratar el nudo de la corbata, ambas prendas fueron lanzadas a alguna parte de la sala y después terminó por erguirse lo suficiente para desabotonar uno a uno los botones de su camisa blanca, lo que contempló Kagome, quedó lejos de lo que siempre imaginó. Los pectorales de su jefe estaban perfectamente definidos, juraría que algún tipo de escultor había elaborado a mano cada cuadro en su abdomen perfectamente proporcionado y que su piel había sido bañada por perlas porque era justamente el tono que en ese momento tenía a contra luz de la luna llena que filtrándose por la amplia ventana reflejaba cada uno de los matices del cuerpo que yacía encima de ella.
—Déjame quitarte el vestido.
No tuvo tiempo de responder porque enseguida fue deslizado hacia abajo dejando al descubierto el ligero de encaje rosa que llevaba puesto.
—Interesante —murmuró al pasar sus dedos por los pequeños listones rosas.
Y volvió a notarlo, en esta ocasión las marcas magentas fueron sumamente notarias en sus brazos, cintura y mejillas no obstante lejos de tenerle miedo o causarle el mismo impacto que al inicio fue liberado en ella un éxtasis incontrolable. Levantándose de su lugar, empujó por el pecho al ahora demonio y rodeando sus piernas alrededor de su cadera se sentó encima de su pelvis.
—Creo que es mi turno de quitarte la ropa —ni siquiera supo de qué parte de su cabeza salió aquella declaración. Lo único de lo que tenía lucidez era que desabrochaba con maestría el cinturón de sus pantalones, que los bajaba al mismo tiempo que su ropa interior y que volvía a encimarse con una confianza poco creíble para su persona. No fue sorpresa descubrir una grande y gruesa virilidad, quizás lo único de fascinación fueron las marcas magentas alrededor del tronco pero que fueron breves los segundos que tuvo para admirarlas, tampoco en reparar de los vellos púbicos plateados, tenía sus ligeras sospechas de que Sesshomaru Taisho no solo podría imponer con su presencia sino también con su entrepierna y acababa de confirmarlo.
—No hay vuelta atrás —espetó al colocar sus anchas manos en sus caderas.
—Qué suerte —dijo al tomar el inflamado miembro entre sus manos y apuntarlo hacia su entrada.
Empujó sus caderas hacia delante permitiéndole la entrada parcial al glande; enseguida un punzante dolor palpitó en señal de advertencia y no pudo evitar encajar las uñas en sus hombros, ni tampoco reprimir la mueca de dolor que se dibujó en su rostro. Contó hasta diez mentalmente y soltó el aliento sostenido antes de volver a empujar, en esta ocasión logró introducir todo el glande y fue perceptible la ruptura de un himen ya inexistente. Volvió a respirar profundo, intentando relajar la tensión de su cuerpo y el dolor que ahora palpitaba con mayor fuerza.
—Suficiente —musitó la voz ronca de Sesshomaru al tomarla por la cintura y rodarla otra vez hacia el sofá. Acomodándose entre sus piernas y sin salir de su interior empujo con fuerza provocando que ella se revolviera por debajo —estás demasiado tensa —replicó él. Kagome lo observo: sostenía su peso con ambos brazos extendidos y las venas de sus tríceps lucían inflamadas, claras señales de que se estaba conteniendo.
Por él, por ella y porque deseaba disfrutar su primera vez respiro hondo tranquilizando todo su cuerpo. Entonces todo el miembro entró a su cavidad; apretó los ojos con fuerza y esperó a que su interior se acostumbrara al invasor punzante.
—Voy a moverme —anunció él con un tono de voz cada vez más ronco que el anterior.
Primero salió lento para después enterrarse en ella con el mismo ritmo, hizo esto tres veces causando un temblor en los muslos de la chica, no fue hasta la cuarta estocada que Kagome percibió un cosquilleo y ya no un dolor. Aquello también fue captado por él porque enseguida del primer gemido escapado comenzó a salir y a entrar con mayor brusquedad. El bombeo y los fluidos fueron en aumento junto con los gemidos y gruñidos haciendo eco por toda la habitación.
—Sessh… —nombró apenas audible.
—Dilo —dijo exigente al colocar sus piernas en sus hombros y oprimir su vientre —di mi nombre.
El poder admirarlo arriba de ella, el disfrutar en primera fila de la panorámica de su cuerpo perlado en sudor y vislumbrar en su hermoso rostro los gestos de placer mientras la penetraba con más fuerza la hizo tocar las estrellas.
—Sesshomaru —artículo sin pausas.
Y la explosión de su excitación llenó el interior de Kagome por primera vez. Experimento una corriente paralizante con origen en aquel punto sensible de su sexo y fue llenada por el líquido blanquecino producto del orgasmo de su amante.
La tensión entre ambos cuerpos fue mermando poco a poco, obligándolos a separarse de la unión viscosa. Entonces Kagome aspiró hondo y llenó sus pulmones de ese exquisito perfume varonil ahora mezclado con el sexo dé ambos.
Pero… ¿Qué tenía que hacer ahora? ¿Debería tomar sus cosas, cámbiese y marchar? ¿Qué se hacía después? Las preguntas cayeron abajo en cuanto Sesshomaru la tomó por la cintura y apretó contra su pecho la espalda de ella.
—Descansa —murmuró con su tono habitual de voz.
Reconfortada y acomodándose entre el hueco de sus brazos cerró los ojos dejándose llevar por los sueños hechos realidad.
IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO
Se acostumbró a los encuentros clandestinos, a las miradas en doble sentido, a las desesperadas entregas de amor y a las justificaciones de su "relación".
La verdad era que desde su regreso a Nueva York no habían cesado los encuentros sexuales entre ellos; Sesshomaru Taisho ocupaba la mayor parte de su tiempo a solas con ella para follarla sin piedad, horarios que fueron cada más exigentes y que sin darse cuenta comenzaban a requerir de más atenciones.
Escapadas a otras ciudades, llegadas tardes y ausencias por días fueron justificadas con una sencilla palabra: oficina.
Sin embargo también empezaba a ser visible los descuidos, en la empresa ya se murmuraba una relación entre ambos que eran eclipsadas en cuanto la presencia de Sesshomaru se hacía presente pero que se retomaban en cuanto quedaba sola en su despacho. Existían veces en que se juraba no regresar a lo mismo y hasta planificó en más de una ocasión plantearle una ruptura. No obstante cada que lo veía y lo tenía cerca, le era tremendamente difícil sostener la idea porque esta parecía esfumarse en cuanto el tacto de ambos cuerpos se proliferaba. Y comenzaron así sus horas de desvelo, horas en que se mancillaba en lo que el peliplata estaría haciendo a altas horas de la madrugada ¿se acostaría con su esposa también? La cuestión nado miles de veces en su cabeza pero sin salir de ahí, muchas veces estuvo a punto de preguntárselo sin embargo ganaba la parte donde prefería ignorar a saber.
—¿Y dónde iras esta vez? —quiso saber su hermana al recargarse en el marco de la puerta de su recámara con los brazos cruzados. Kagome ruborizada se acomodó los mechones de cabellos por detrás de sus orejas y le sonrió en un intento por liberar la tensión.
—Londres —respondió secamente al notar que su falsa sonrisa no había tenido el efecto deseado. Tomo otra de sus prendas y reanudó su tarea sin verla. Admitía que la más difícil de engañar había sido Kikyo.
—¡Ah! —exclamó a la vez que la recorría de pies a cabeza —¿Y cuándo regresas?
—En dos días —sí, dos días dedicados a coger a plenitud en la costosa habitación de un hotel.
—¿Estarás aquí a tiempo para mi parto?
Kagome se detuvo y fijó su atención hacia su hermana. Le costaba sobremanera sostenerle la miraba porqué muy en el fondo temía que Kikyo revelara la verdad con solo verla a los ojos.
—Supongo que si —regreso a su tarea sin valor de continuar observándola.
—Bien, pues buen viaje. Recuerda traernos un recuerdo, Suikotsu se emocionó mucho con lo último que le trajiste y dice que extrañará tú trabajo cuando concluya.
Y aquella última frase la hizo congelarse al instante; en alguna parte de su aventura había olvidado los verdaderos motivos de su trabajo. Giro hacia el calendario pegado en su pared y se sorprendió al encontrar la fecha próxima de su partida.
—Ojalá tu jefe pueda pagarte a tiempo porque necesitas pagar la inscripción de la Universidad que elijas —Kagome asintió despacio, deprimida por el poco tiempo que le quedaba al lado de él —voy a salir, asegúrate de cerrar antes de que te vayas.
Un beso esporádico en una de sus mejillas y una despedida con la mano al aire.
Cerró su maleta y salió prácticamente corriendo al escuchar el claxón del chofer de Sesshomaru.
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Boca bajo y con el miembro desnudó rosar entre sus labios vaginales, Sesshomaru jugaba con la paciencia de Kagome. Resbalaba entre los jugos emanados pero no la penetraba.
—Sessh, por favor —suplico al aferrase a las sábanas.
—Pídelo —exigió al aferrase más a sus caderas y continuar deslizándose sin intenciones de consumar.
—Por favor —volvió a repetir al mover su trasero para intentar autopenetrarse.
—No hasta que me lo pidas —azuzó.
—Dámela —espetó Kagome al elevar sus nalgas.
Y fue embestida al instante reproduciendo el sonido acuoso de ambos sexos al chocar. Dejo su cuerpo caer cuando sintió la virilidad tocar el límite de su cuello uterino y gimió suavemente al percibir los testículos golpear contra su vagina invadida. Una, dos… cinco… diez veces fue bombeada con fuerza para después ser girada y elevada por los glúteos. Últimamente a Sesshomaru le gustaba mostrarle la unión de ambos cuerpos en plena penetración y ella admitía que era sumamente excitante ver con sus propios ojos como el cuerpo del pene aparecía y desaparecía por su hueco vaginal. Contemplar el tronco bañado en ambos fluidos era una imagen imposible de no disfrutar y el examinar las marcas sobrenaturales en el cuerpo del demonio también era algo digno de admirar.
Terminó desparramándose en su interior, llenándola de la exquisita leche blanca que salía por borbotones de su virilidad y como siempre cayó a un lado de ella ligeramente agitado.
—Te has venido con fuerza —opinó él al relajar su respiración.
—Tú también.
Había aprendido que su naturaleza era muy diferente a la condición de un humano común, su habilidad para recuperase del cansancio y volver a iniciar otra sesión de sexo era sorprendente, aunando alguna que otra característica apenas descubierta como por ejemplo: su increíble olfato.
—Me iré en una semana —soltó de repente.
—¿A dónde? —indagó enseguida y frunciendo el ceño.
—A la universidad —contestó al ponerse de pie y buscar su ropa interior —tome el trabajo por necesidad de pagar mis estudios.
—Yo los pagaré en su totalidad, no tienes por qué preocuparte por eso.
Kagome se subía la falda cuando se detuvo.
—No quiero que hagas eso —siseo —estoy contigo porque así me place, no porque espere solvencia económica de tu parte.
—Yo deseo ayudarte y es lo mínimo que puedo hacer después de… —se quedó callado, meditando la última palabra que quizás hubiera querido componer para no escucharse tan obvio pero Kagome lo pilló.
—¿De darte mi virginidad? —indagó furiosa y tomar su blusa corta del piso —¿De ser tu amante? ¿O de complacerte?
Sesshomaru se levantó también y sujeto su muñeca antes de que ella pudiera colarse por debajo de la tela blanca.
—Jamás te e considerado de dicha forma.
Pero Kagome se zafó y dio un paso atrás, permitiéndose terminar de vestirse.
—No, de hecho el título que llevó es de: amante de oficina.
Los ojos dorados se entrecerraron. Lo que ella buscaba en realidad era una pelea que terminara de una buena vez con la aventura, porque seguir con el juego sexual durante su estadía en la universidad era peligroso y sobre todo porque había descubierto que estaba perdidamente enamorada de él.
—Intuyo que estás en esta posición por mi estado civil.
—No —mintió —la verdad es que ya no pretendo ser tu amante. Voy a entrar a la universidad, conoceré gente nueva y haré amigos y si tengo suerte probablemente un novio del cual pueda enamorarme libremente.
Sesshomaru la fulminó y sin darle oportunidad de huir la agarró por la cintura para pegarla contra su pecho aún desnudó.
—¿A qué te refieres?
Sus piernas temblaron y su corazón exigió arrepentirse pero su cerebro gritó un NO firme.
—Estoy enamorada de ti —escupirlo crudamente nunca fue su intención pero llevaba casi dos meses ocultándolo y retenerlo ya no le era posible. Y una parte de ella se alegró de haberlo hecho porque los dedos que se aferraban a la tela de su blusa la soltaron al instante. Omitió la cara de espanto que se le dibujo a su amante y se dio la media vuelta antes de escuchar un rechazo inminente.
IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO
Se anotó un punto por a ver comprado con su dinero el pasaje de regreso y se alegró aún más el a ver llegado a tiempo al nacimiento de su primer sobrino.
Kikyo estaba recostada en la camilla, con la cara demacrada y apariencia cansada pero en sus ojos podía notarse el brillo de la felicidad que irradiaba al sostener entre sus brazos el diminuto bulto enrollado en una cobija azul.
—Es muy hermoso —comentó Kagome al cargarlo y mecerlo suavemente.
—Ya sentirás lo mismo cuando tengas los tuyos —opinión su hermana a la distancia sin dejar de observarlos a ambos.
—Aún falta mucho tiempo para que ese momento llegue —acercó su meñique a la diminuta manita del bebé y está fue agarrada al instante —tengo que terminar mis estudios y después, si tengo suerte buscare a un hombre igual de atento y tierno que Suikotsu.
Kikyo soltó una risita en bajito. Kagome le miró confundida.
—¿Qué? —adujo sin comprender la burla de su hermana mayor.
—El amor llega en diferentes formas para cada uno, Kagome. Nunca sabes si vas a encontrarlo a la vuelta de la esquina o en la siguiente ciudad pero lo que si es seguro es que no importa como sea o que le guste, sino lo especial que a ti te haga sentir.
¿Especial? Repitió internamente ¿Sesshomaru era especial? ¿Y ella lo era para él? ¿Qué tan especial tenía que ser?
Ese día no pudo dormir bien por reiterar una y otra vez las palabras de su hermana, se sumergió en una encrucijada de que probablemente su jefe y amante quizás podría corresponderle.
—¿Ya te vas? —inquirió Kikyo cuando la vio pasar por el pasillo. Kagome retrocedió y deteniéndose en el marco examinó curiosa cómo daba de lactar.
—Sí, hoy es mi último día y al fin me darán mi paga.
Kikyo sonrió.
—Ven, acércate, tengo un regalo para ti.
Kagome se quitó las zapatillas para no incomodar al bebé con el ruido y avanzó descalza hasta la cama.
—¿Regaló? —indagó curiosa —¿Para mí?
—Abre el cajón —dijo Kikyo al señalar su mesita de noche —y saca la cajita de madera.
Kagome obedeció. Efectivamente había una diminuta cajita de madera al fondo del cajón.
—Ábrelo, es un regalo que trajo Suikotsu del templo de las Animas —una pulsera de perlas púrpuras con un listo negro se hizo presente, Kagome lo tomó entre sus manos fascinada —como ha estado ausente, no tuvo tiempo de darte las gracias en persona por los recuerdos que le trajiste de tus viajes y me ha pedido que aceptes el regalo como premio a tu esfuerzo.
Kagome se ruborizó.
—Hermana, esto no es…
—Acéptalo —insistió —te lo trajo de muy lejos como para que lo rechaces —resignada lo coló por su mano hasta su muñeca —según los monjes te dará buena fortuna y protección.
—¿Y te la crees? —preguntó irónica.
—La verdad no pero Suikotsu dice que sí.
—Vale —miró su reloj de pulsera y casi brincó de la sorpresa —se me hace tarde, nos vemos después —lanzo un beso fugaz en la frente de su hermana y sobrino —los quiero —añadió antes de salir volando de su casa.
IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO
Camino lento entro los pasillos de la empresa, sorprendida y algo confundida. Los globos, serpentinas y brillantina definitivamente no iban acorde a lo "normal".
—¿Qué celebran? —preguntó a una de las recepcionistas que sonreía mostrando todos los dientes.
—Pues que va ser tonta, el embarazo de la señora Kagura.
Kagome se quedó petrificada ¿había escuchado bien?
—Embarazo —balbuceó incrédula.
La recepcionista señaló el enorme letrero blanco con letras de colores que estaba siendo colgado en el marco de la puerta de Sesshomaru: ¡Felicidades cariño, serás padre rezaba el título.
Abrió la boca sin proliferar ningún sonido e inmediatamente se le formó un nudo en la garganta que tuvo que tragarse al sentirse observada por todos los empleados. Obviamente tenía conocimiento de lo que la mayoría pensaba y no iba a darles el gusto de confirmar ninguna sospecha más.
Así que, acomodándose el vestido camino lo más recta posible hasta la oficina de su jefe. Lo primero que captó fueron los penetrantes ojos rubí; Kagura yacía sentada en el lugar que ocupaba Sesshomaru, radiante como siempre y con una sonrisa de oreja a oreja la examinó de arriba abajo.
—Buenas días, Señora.
—Buenos días, Kagome —correspondió ella al ponerse de pie y mostrar el precioso conjunto ejecutivo en tonos rojos y blancos —¿No vas a felicitarme?
No supo porque pero un extraño presentimiento la recorrió de golpe.
—¿Eh?
—Por mi embarazo —replicó al frotarse el vientre plano.
Trago saliva antes de fingir una sonrisa amarga.
—Si-si —repitió nerviosa —¡Felicidades, Señora! —exclamó sin ánimo.
—Ya te he dicho miles de veces que puedes tutearme.
—Lo siento mucho.
—Bien, al grano —regreso a la silla y tomando la actitud de su esposo oscureció su rostro —estoy enterada de todo.
Kagome se puso blanca pero alcanzó a controlarse.
—No entiendo.
Kagura posó sus codos en el escritorio y entrelazó sus dedos para apoyar su barbilla en ellos.
—De que hoy concluyes tus labores con mi marido —dijo al regresar el tono malicioso a su bonita cara a Kagome le regreso el aire a los pulmones —Sesshomaru a logrado desahogarse del exceso de trabajo que tenía y vaya que lo haz ayudado bastante —señaló su abdomen —sin ti, esto no hubiese sido posible.
—Yo no…
—¡No, no! —exclamó al mover las manos negando —superaste las expectativas, demostraste tu valía y además —ahí estaba nuevamente esa sombra en sus ojos rubí —lo haz ilustrado.
Otra vez aquel amargo presentimiento la embriago no obstante temerosa a descubrir lo que significaba la última palabra le siguió la corriente.
—Gracias —dijo al fin y agachando la cabeza para hacer una breve reverencia.
—Aquí tienes tu paga —y sacando un cheque del cajón de a lado se lo extendió —por tus servicios tan efectivos.
Un pinchazo en su corazón amortiguó con fuerza pero tomó el cheque y viendo la cantidad casi quiso salir corriendo.
—Pero esto…
Entonces la cara de Kagura se deformó, mostrando el lado maldito de la moneda.
—¿Pensaste enserio que tú virginidad valía más que la de una amante cualquiera? —Kagome tembló de pies a cabeza —¿Enserio consideraste ser la única amante de Sesshomaru? —y un repentino mareo la golpeó de frente —e tratado con toda la carpeta de mujeres fáciles que tiene mi esposo pero jamás pensé que tú, la hermana de mi mejor amiga cayera tan bajo.
—Señora, yo puedo…
—¿Qué? ¿Explicarme? ¿Jurarme que no fue tu intención? ¿Cuántas veces crees que e escuchado la misma verborrea?
—Lo siento, mucho —dijo en un claro sollozo.
—¡Cállate! —exigió en un volumen alto de voz —no quiero volver a verte, no quiero que respires cerca de MI esposo, toma el dinero y vete por donde llegaste —Kagome se quedó quieta unos segundos parada en su lugar hasta que noto como Kagura tomaba el teléfono para llamar a seguridad.
—No es necesario, yo saldré por mi propio pie.
Dándose la media vuelta se retiró de la forma más digna que encontró. Camino una última vez entre los pasillos con la frente en alto y omitió lo susurros entre sus compañeros de trabajo. Dejo los aparatos de la empresa en recepción y cuando estaba por salir choco de frente con alguien más.
Alzo la cara tan despacio que se le hizo una eternidad y cuando encontró los ojos dorados una furia emergió como un volcán en erupción. De pronto su humillación se multiplicó por tres y sin avisar, ni tambalear alzó su mano por encima de su cabeza y le encestó un golpe tan fuerte que lo hizo ladear por el impacto.
—Aquí tienes tu mugroso dinero —y arrojo a los pies del peliplata la bolita de papel que antes había sido un cheque por 100 dólares.
No le dio oportunidad de hablar, ni de defenderse porque enseguida corrió hasta la acera y tomó el primer taxi que cruzó por su camino. No miro atrás aun cuando sabía que Sesshomaru perseguía el taxi corriendo. Se limitó a sollozar y dejar salir todo el dolor que la consumía por dentro.
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Recurrir a su hermana no era opción, tampoco lo era confesarse con cualquiera, acudió al más sensato y noble de la familia: Suikotsu.
Quien amablemente la escucho de principio a fin sin interrumpirla, a él sí pudo explicarle las razones (ocultando aún el secreto del empresario) y también sus justificaciones para que Kikyo nunca se enterarse.
Al final y después de un pequeño sermón junto con un buen consejo, Suikotsu le ayudó con los gastos de su viaje y parte de sus gastos de la universidad.
No quiso despedirse, ni regresar a su casa por temor a encontrarse a Sesshomaru y partió directo del hospital al aeropuerto con el juramento de su cuñado de que Kikyo jamás se enteraría de su desliz.
Y decidida a olvidarse de su drama romántico comenzó a hacer su vida lejos de aquel romance de oficina y aunque en un principio lloro y se recriminó por las consecuencias de sus actos poco a poco continuó al petrificar todos los recuerdos de su vida en Japón.
¿De él? No quiso saber nada ni por error; ignoraba las revistas en las que a veces su hermosa cara se filtraba y agradeció estar del otro lado del mundo porque así su influencia y contacto era prácticamente nulo.
Aprendió a vivir sin él y a ver adelante pero sobre todo hacerse responsable de sus actos.
Tres años después…
Limpio el sudor de su frente y retomó su labor. Dejo los platos en la mesa y cuando dio la media vuelta alguien la llamo.
—¿Kagome? —el escuchar su nombre en esa voz provocó su petrificación instantánea —¿eres tú? —y apretó los ojos junto a una mueca al escucharlo levantar de su mesa. Resignada giro regalando su mejor cara.
—Sí, soy yo.
¿Suplicar? ¿Pedir el favor? ¿Qué sería lo más conveniente?
—¡Kami! Qué guapa te has puesto, mucho más desde la última vez que te vi —noto como los ojos dorados la recorrieron de arriba abajo y por un instante imagino a otra persona examinarla de la misma manera.
—Gracias, Inuyasha. Si me disculpas, tengo que seguir trabajando.
Inuyasha arqueó ambas cejas y cuando pretendía retirarse fue detenida por el codo.
—¿Trabajas aquí? —adujo al volver a obtener su atención. Kagome chasqueó la lengua antes de hablar.
—Si —era más que obvio ¿no? Llevaba el mismo uniforme que las otras meseras.
—¿Y Sessh…?
—Deje de trabajar con él hace tres años —intervino antes de poder escuchar el nombre que la seguía persiguiendo como una sombra. Zafándose de su agarre dio dos pasos atrás —discúlpame Inuyasha, tengo que seguir trabajando.
—Descuida —agregó antes de sentarse con una sonrisa juguetona. Iba a marcharse cuando volvió a retroceder.
—Inuyasha —los ojos dorados apuntaron a ella —no le digas a tu hermano que me encontraste.
El peliplata amplio más su sonrisa mostrándole su blanca dentadura.
—No te preocupes —dijo al fin —será nuestro secreto.
Aquello último definitivamente no le gusto en nada. Termino por hacer una reverencia y se retiró sin ganas de volver atender la mesa. No fue hasta que Inuyasha pagó la cuenta y se marchó que pudo respirar aliviada aunque sabía perfectamente que aquel encuentro daba por finalizada su estadía en el restaurante y en la ciudad. Tendría que cambiar de trabajo, mudar de casa y tal vez hasta de estado; considerar quedarse no le era de opción porque presenciar que de un momento a otro la figura platinada del omnipotente Sesshomaru Taisho en la entrada del local no le hacía en gracia.
—¡Por Dios Kagome, estás más blanca que una hoja de papel! —la anciana Kaede como siempre perceptiva —parece que has visto a un fantasma.
Literalmente lo había hecho, sin querer el fantasma de su error la vapuleó.
—Anciana Kaede creo que tengo que marcharme —la mujer encorvada creo una mueca con su boca que surco con mayor énfasis cada arruga de su cara —el pasado del que vengo huyendo me ha encontrado.
Y el gesto tosco desapareció enseguida.
—¿Cómo? ¿Aquí?
Kaede era la tercera persona que tenía conocimiento de su lío amoroso y pretendía dejarlo así; en una narrativa fatídica.
—Apareció su medio hermano —agregó al recordar cada gesticulación de goce del muchacho. Si bien era cierto que ambos consolidaban un enemistad desde quien sabe qué tiempo no podía confiarse del silencio de Inuyasha —y Usted sabe que tengo motivos suficientes para huir del mayor.
—¡Dios mío! —se llevó las manos al pecho, ella también era consciente del peligro palpable —de todos los restaurantes de Nueva York —murmuró nada convencida.
Si Kagome también lo pensó así ¿Destino? ¿Casualidad? O simplemente mala suerte. Precisamente había seleccionado la ciudad de Nueva York por estar saturada de gente, jamás podrían encontrarla si de buscarla se trataba y aunque su plan funcionó muy bien durante los primeros tres años quedaba claro que su buena suerte y la casualidad habían equilibrado un poco la balanza.
—Tengo que irme —repitió ansiosa y tomando su abrigo y acomodándose la bolsa al hombro inició una carrera contra el tiempo —aún tengo que pasar a casa con Sango y…
La viejecita le había encasquetado un papelito que reconoció como un cheque.
—Tómalo —exigió al percibir su negativa en los ojos azules —por el tiempo que le has brindado a este lugar —tomó su cabeza con ambas manos y depositó un beso en su frente —tú puedes —ánimo al abrazarla.
Kagome sollozó y enrolló a la mujer en un abrazo tierno. Lloro de tener conocimiento de que jamás volvería a verla.
IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO
Corrió fuera del elevador desesperada y cruzó a zancadas los pasillos del edificio; el corazón no dejaba de palpitarle en la garganta y podía sentir los pasos de Sesshomaru cada vez más cerca de ella. Estaba experimentando por segunda vez el pánico.
Topándose con la puerta deseada tocó varias veces hasta que esta se abrió, los ojos castaños la recibieron con sorpresa pero no tuvo tiempo de argumentar o explicar porque ya se adentraba al departamento.
—Kagome, no te esperábamos tan temprano —y adivino algo malo había pasado cuando la azabache sacaba del armario una inmensa maleta —¿Kag?
—No hay tiempo Sango —estiraba el mango de la maleta y la arrastraba hasta el centro de la sala —¿Dónde está Akira?
Su amiga parpadeó varias veces antes de poder responder.
—En su habitación, jugando con sus muñecas.
Las tacones de Kagome hicieron eco por el pasillo seguido por los apresurados pasos de Sango —¿Qué pasó? —demandó a saber preocupada.
—Apareció el medio hermano de él —respondió secamente al abrir la puerta rosa de par en par.
Sango proliferó un grito ahogado llamando la atención de la niña de cabellos plateados que rodeada por tacitas de té y peluches sentados en diminutas sillas de juguete giro su hermoso rostro hacia las invasoras. Inmediatamente su cara se iluminó al reconocer a su madre y sus ojos con heterocromía se iluminaron al chocar contra los azules.
—¡Mami! —grito la niña al saltar de su lugar y abrazarla por las piernas —¡Llegaste templano! ¿Quieles jugal conmigo, mami?
Kagome trago saliva y se agachó su altura. Acaricio su rizada cabellera plateada y miro fijamente esos ojos uno azul y el otro dorado: la combinación genética de su progenitor y ella.
—Preciosa vamos a tener que salir de viaje.
La niña frunció su ceño recreando uno de los tantos gestos que poseía del lado paterno.
—No quielo —protestó al cruzarse de brazos y hacer un puchero —yo quielo jugal y mami no quiele.
Kagome respiro hondo antes de continuar su explicación.
—Iremos de vacaciones a la playa —ofreció haciendo que la carita de la niña se iluminara otra vez —será una semana de mami y princesa.
—¿Lo julas?
—Si preciosa, lo juro —la pequeña sonrió y giro sobre sus talones haciendo brincar sus rizos. Tomó unos cuantos peluches y cuando sus brazos quedaron repletos regreso hasta su madre.
—Ya estoy lista mami.
Kagome le depositó un beso en su frente y elevándose tomó su pequeña manita.
—¿Estas segura Kag? —preguntó su amiga por detrás —¿De verdad piensas que va a decirle algo?
—No me puedo confiar Sango —tomó el manubrio de la maleta y comenzó avanzar hasta la puerta —vende todo o quédatelo. Te llamaré cuando tenga una ubicación fija.
La castaña asintió con los ojos cristalizados en lágrimas y cuando Kagome tomó el picaporte y lo giro se topó de frente con unos ojos dorados que la hicieron palidecer.
—Hola, Kag —con el puño alzado y con una sonrisa de lado Inuyasha permanecía de pie del otro lado.
—Inuyasha… —y sin querer apretó más fuerte la mano de su hija provocándole un grito de dolor que llamó la atención del peliplata.
Akira había tirado todos sus peluches descubriendo su rostro para el intruso que con los ojos y la boca bien abiertos parecía no poder articular palabra alguna.
—¡Mierda! —exclamó al fin.
—¡Hey! —exclamó la pequeña al soltarse del agarre de su madre y mirarlo con desafío —¡Eso no se plonuncia!
Inuyasha aún impactado observó a la niña y después a Kagome, repitió este movimiento hasta que la azabache se interpuso entre ambos.
—Sango —llamó desesperada —llévate Akira su recámara —sin desprenderse del contacto visual ambarino se aseguró de que Inuyasha solamente la viera a ella.
—Pelo mami… tú julaste il a la playa.
—Vamos pequeña, tu mami tiene un asunto pendiente que solucionar.
Inuyasha arqueó una ceja y Kagome respondió frunciendo el ceño. Entonces avanzó dos pasos empujando al visitante y sin dudarlo cerró la puerta por detrás.
—¡Tuviste una hija con él! —comenzó a decir sorprendido.
—No es lo que parece —siseo Kagome.
—¿No es lo que parece? —repitió incrédulo —¡Pero si es la copia exacta de Sesshomaru, solo que en versión mujer!
—Chssss —silenció mirando por ambos lados del pasillo —alguien puede escucharte.
—Lo sospeche —dijo ignorando su advertencia —¡Sabían que se traían algo!
—¿Quieres cerrar la boca? —cubrió con sus dos manos los labios del peliplata —¿Se lo dijiste? ¿Le dijiste que me encontraste?
Inuyasha retiró sus manos y con el semblante serio negó.
—No, pero dame una buena razón para no hacerlo.
IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO
Y después de casi dos horas en un café y con un breve resumen de lo que había pasado Kagome le explico a Inuyasha lo que por cuarta vez revivió sin desearlo.
—¡Vaya! —exclamó cuando terminó —jamás pensé que Sesshomaru fuera un jodido cabrón aunque por lo qué yo sé…
—¡Alto! —exclamó al elevar su mano y detener su conversación —no estoy aquí para escuchar lo que a hecho o no, tú medio hermano. No me interesa y no tengo ganas de escuchar lo que ha sido de su flamante vida.
—¿Estas segura? —tentó él con una sonrisa de por medio.
—Muy segura, Inuyasha —afirmó apretando los puños —no deseo saber nada de él.
El peliplata se encogió de hombros restándole importancia.
—Como tú digas —dijo —¿Y entonces? —indagó al tomar su taza de café y probar un poco —te diste cuenta de tu embarazo iniciando el ciclo escolar —ella asintió dolida, aún tristeaba muy en el fondo la pérdida de esa grandiosa oportunidad —y decidiste desaparecer incluso para el rango de tu familia —volvió asentir, el no saber y no escuchar la voz de su hermana había sido la factura más alta que tuvo que pagar —porque tienes miedo de que el bastardo de Sesshomaru aparezca y quiera quitarte a tu hija.
—Sí, Inuyasha —azuzó al verle e los ojos.
—Hay algo que tengo curiosidad de preguntarte.
—¿Qué?
—Obviamente ya tienes conocimiento del ser sobrenatural que es Sesshomaru y por ende la clase de habilidades que posee…
—¿A dónde quieres llegar?
—Hoy, cuando te vi en el restaurante no reconocí tu aroma —plantó los codos en su mesa y se acercó —incluso el de la niña parece totalmente anulado ¿Cómo le hiciste?
Kagome sonrió de lado, explicarle la razón quizás no sería contraproducente, después de todo se iría y no volverían a saber de ambas. Así que alzó su brazo y mostró la pulsera de perlas púrpuras y listón negro, Inuyasha comprendió al instante.
—Un amuleto —murmuró al observarlo de lejos —¿Esto también lo posee la niña?
—Si.
—¿Y su cuerpo no lo rechaza? —adujo curioso.
—No.
—Pero es híbrida debería… —entonces adivino la otra posible opción —es humana.
—Akira no es humana ni tampoco una mestiza. Es un demonio puro.
Inuyasha abrió los ojos sorprendido.
—Imposible…
—Yo tampoco lo creí hasta que la sostuve en mis brazos; tuve que dar a luz en el templo de los familiares de mi amiga Sango por miedo de ir a un hospital.
—Pero-pero… —se rascó la cabeza confundido —aun así no hay explicación para que pueda llevar un amuleto espiritual.
—Eso es porque ella, es inmune a la energía espiritual.
Más asombrado que antes Inuyasha se frotó con fuerza la cara, sin saberlo, Sesshomaru había procreado con una simple humana una nueva especie de demonios.
—¿Y de verdad no te interesa saber nada de él?
—No.
—¿Por qué?
—Ya te explique mis razones Inuyasha y si me permites tengo que irme.
—¿Irte? ¿A dónde?
—A otro estado, otra ciudad a empezar de ceros.
—¿Pero porque? Ya te e jurado que no le voy a decir nada.
—La verdad es que no confío en ti. Y el que mi secreto comience a proliferarse no me agrada. Por el bien de Akira necesito salir de Nueva York.
—Te escuchas muy convencida.
—No pretendo jugar con el bienestar de mi hija y mucho menos exponerla ante todos como el accidente de un amorío fuera del matrimonio.
—Querrás decir "bastarda" —corrigió Inuyasha.
Kagome le fulminó con la mirada.
—No le digas así —siseo y poniéndose de pie saco unos billetes de su bolsa. Iba a irse cuando una inquietud la removió —¿Cómo supiste donde vivía?
Inuyasha sonrió de la forma en que un niño travieso lo hace al ser descubierto y un terrible presentimiento le cayó encima.
—Le dijiste… —susurró apenas audible.
—Si te reconforta, él no sabe de la existencia de la niña —miro su reloj —aunque a estas horas, creo yo debe de estarse enterando de que es padre de una preciosa niña.
—¡Idiota! —exclamó con furia, al mismo tiempo que tomaba su taza de café y se la arrojaba encima.
El grito de dolor de Inuyasha fue opacado por el zumbido de sus oídos. Giro sobre sus talones y corrió de regreso a su departamento, maldijo no tener celular, se arrepintió de no llevar consigo el maldito aparato que quizás pudiera a verle ayudado a advertirle a Sango pero su paranoia de ser rastreada por ese medio la había obligado a nunca usar uno. Al llegar y reconocer el automóvil negro estacionado frente al edificio la hizo palidecer del miedo. Ya no tomo el elevador, se limitó a subir de dos en dos los escalones de emergencia mientras el corazón amenazaba con salírsele por la garganta y cuando estuvo frente a la puerta la abrió de golpe sin tocar. La imagen proyectada provocó que todo el poco color que le quedaba se desvaneciera de su cuerpo.
—Sesshomaru… —nombró bajito cuando visualizó al hombre de largos cabellos plateados sentado junto a la niña que sonriente le mostraba un álbum de fotografías.
—¡Mami! —expresó la niña al bajar del sillón y correr hasta ella.
Pero Kagome ya no prestaba atención al abrazo alrededor de sus piernas sino al omnipotente hombre-demonio que se ponía de pie mirándole de una forma que no supo definir ¿Qué significaba? ¿Por qué la veía así? ¿Estaba enojado, triste, preocupado? ¡Porque siempre tenía que ser tan estoico!
—Kagome —exhaló él al dar un paso al frente.
Inmediatamente el terror de apoderó de ella. Agachándose tomó a la niña entre brazos y la cargó en un claro lenguaje corporal de protección. Inmediatamente la intención del peliplata se detuvo.
—¿Dónde está Sango? —quiso saber al recorrer la sala y no encontrarla por ningún lado.
—Fue a buscarte —respondió con esa voz mesurada y pausada que casi, sólo casi había olvidado.
En ese instante la castaña entraba agitada al departamento, mirando incrédulamente al visitante y a su amiga.
—Kagome, yo…
—Cállate —azuzó —después me explicas —le pasó a la niña que observando su entorno frunció el ceño —llévate a Akira un rato afuera.
—Es de noche —opinó Sesshomaru desde su lugar —lo mejor será que tú y yo platiquemos afuera y ellas se queden en casa.
Kagome le fulminó pero terminó por acceder.
—¿El señol no se va a quedal a jugal conmigo? —la vocecita de Akira atrajo la atención de los adultos.
—No princesa, él señor tiene otras cosas que hacer —respondió su madre sin querer voltear a ver el gesto de Sesshomaru.
—¿Qué cosas? —preguntó al verle con esos ojos combinados.
—Cosas de adultos —completo ella.
—¡Ah! —exclamó sin comprender —pelo julo pol su vida que jugalia conmigo.
Kagome regreso su atención errática y enfurecida hacia el hombre postrado a media sala.
—El señor Taisho ya tiene otros niños con los cuales jugar, princesa.
—Kagome —llamó de nueva cuenta él.
—Sango —dijo ignorándolo —lleva a la niña a dormir.
La muchacha asintió y pasó con miedo junto al hombre que no dejaba de ver a la pequeña niña que le decía "adiós" con su manita. Una vez que la puerta de la recámara rosa se cerró, Kagome avanzó afuera del pasillo seguida por los pasos pausados de Sesshomaru. Empujó la puerta de emergencia de las escaleras y una vez que ambos estuvieron en el descanso ella se volvió hacia él. No obstante antes de que pudiera proliferar alguna grosería u ofensa el hombre ya le había rodeado por la cintura y capturado sus labios en un poderoso beso que la electrificó al tacto. No pudo evitar responderle, tampoco pudo contenerse en abrazarlo con fuerza y saborear el exquisito sabor de sus labios. Tres, tres años añorándolo en sueños, tres años donde solo tuvo el consuelo de verlo reflejado en el rostro de su hija y de pronto cayó en cuenta de lo que hacía y empujándolo con fuerza forzó el desenlace de la unión.
—¿Qué demonios te pasa? —demandó a saber a la vez que se limpiaba con la manga de su abrigo —¿Por qué me besaste?
—Lo necesitaba igual que tú.
—Yo no necesito nada de ti —replicó al fruncir el ceño —y será mejor que te vayas. No deseo verte.
—Tenemos una hija en común —está vez su voz dejó de sonar mesurada para tornarse ligeramente hostil —¿Cuándo pretendías decírmelo?
—La verdad nunca —admitió al cruzarse de brazos —Akira es mía.
—La sugerencia de que la procreaste sola es ridícula.
¿Era su imaginación o aquello sonaba como una mofa?
—¿Qué quieres? ¿Por qué estás aquí?
—Te buscaba.
—¿Para qué? —adujo cada vez más volátil.
—Durante estos tres años me he dedicado a…
—Ahórrate la tertulia, Sesshomaru. No me interesa saber nada de ti. Y si venías a buscarme para verme pues ya me viste —giro alrededor de su eje burlona —ya puedes irte.
—Estás actuando de una forma pueril y errática.
—No —afirmó ella —estoy actuando como una madre que protege a su hija; no te quiero cerca de mi hija, no quiero que respires cerca de ella y mucho menos veas por donde ella ve. Busca consuelo con tus hijos legítimos.
Y decidida a marchar intento pasar de largo pero Sesshomaru la había capturado por el brazo y obligándola a retroceder la acorraló contra la pared.
—Suéltame, Sesshomaru.
Apresó sus muñecas y las elevó a lo alto para impedirle movilidad.
—Los únicos hijos que tengo son los que tú me diste —Kagome abrió los ojos sin creerlo.
—Mientes, estoy enterada de…
—Te engaño —intervino él —supo de nosotros porque yo se lo dije, porque él mismo día en que me confesaste tu amor, ese mismo regrese para exigirle el divorcio.
Kagome tembló, una parte de ella quería creerle pero la otra parte no.
—Tu hermana también lo sabía —añadió, intuyo quizás sus inseguridades —hable con ella antes de nuestro último viaje —y recordó la ocasión en la que salió, aquel día Sesshomaru había demorado para llegar al hangar —y le perjuré que mis intenciones contigo eran sinceras pero el escuchar decirte que estabas enamorada antes de que yo pudiera declararme me dejo perplejo… ¿recuerdas la plática de amor que te dio cuando nació tu sobrino? —por supuesto que la recordaba —lo hizo con la intención de tranquilizarte porque ya había hablado con ella y… —no lo dejo continuar, se aferró a sus labios y lo besó con euforia.
Le creía, le creía todo lo que decía y dejaba escapar las lágrimas de tanto dolor infligido por terceros. Sesshomaru le abrazó nuevamente y juntos juraron no volver a separarse nunca.
Continuará ...