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Un Rey Mestizó


...Draco

— Majestad, está seguro…

Susurro Gisela con nervios y tragué en seco. Sus ojos observan en mi dirección y los míos en la de ella. Solo una palabra surgió en mi mente.

— Sí

— No tiene por qué hacerlo, Su Majestad.

— Se lo prometí.

Gisela se quedó petrificada. Se volvió hacia mí murmurando, como si quisiera decir algo, pero se contuvo.

Nos apresuramos a cruzar el jardín y echamos a correr hasta la piscina. Dije repentinamente a Gisela que sostuviera a Wolfram, di media vuelta y, regresé corriendo hacia la casa. Cogí mi varita y guarde todo en un baúl. Cuando estaba por salir Hermione Weasley me intercepto.

— Draco — me dijo con tono meloso —, vas de viaje.

No quería comportarme como un estúpido. Así que le sonreí; por primera vez sería sincero. Estaba seguro de que traería problemas, quizás no ahora, pero si en el futuro.

Hay muchísimas personas que le temen a los mazokus y tienen la intención de cazarnos. Pensándolo mejor, ni siquiera estaba seguro de que Hermione fuese una de esas personas. Lo único tangible es que ella y Harry son amigos.

— Tuvimos una discusión — dije, formando una seña con la mano para que me siguiera —. No quería al niño, así que le pedí que lo tuviera y cuando naciera nos iríamos. Wolfram nació hace unos minutos, por eso debo irme.

— ¡Imposible! Solo tiene dos meses.

— Su embarazo fue conforme al tiempo de Shin Makoku, mi reino — le explique a la sabelotodo —. Existen distintos universos y mundos. Uno de mis ancestros, el rey Shinou, abrió un portal hasta este mundo.

— ¿Por qué?

— Este planeta tiene condiciones similares al nuestro — respondí sin apartar la mirada del sendero —. Fuimos nosotros quienes trajeron a los Dragones y otras especies de animales, que se encontraban en peligro de extinción en nuestro mundo. Al principió se creía que era un planeta deshabitado, desafortunadamente mis bisabuelos aparecieron en medio de una guerra entre muggles. Al instante les acusaron de brujería e intentaron capturarlos, pero, los Dragones les defendieron. Así iniciaron los cuentos sobre valientes humanos que mataban dragones en el mundo muggle.

Siempre quise tener un ryuu, pero mi padre había dicho que en la tierra esta prohibido tener un dragón como mascota y en Shin Makoku están casi extintos, por eso es nuestro deber protegerles.

— No eres de este mundo, ¿Qué tiene que ver eso con Harry? — dijo Hermione con preocupación. Siempre fue una mujer lista —. Con la habilidad…

Puedo sentir su temor a mi confirmación.

— Harry es descendiente de un mazoku, por sus venas corre la sangre de un demonio — dije con orgullo —. Y yo soy su rey. Soy el Rey de los demonios, soy el Maou.

— ¡Eres un mestizó!

—Soy sangre pura — corregí. No tenía sentido explicarle, pero aun así lo hice —. Mi madre es una bruja de sangre pura y mi padre un Demonio de sangre pura. Mi nucleó mágico acepta ambas magias como una... mi hijo tambien es sangre pura, es complicado de explicar.

Llegamos a la piscina. Gisela permanecía parada, en medio del agua con el niño dormido en sus brazos. Al verme, sus ojos verdes brillaron rebosantes de alegría.

— Siento la tardanza — le dije —. Al salir me encontré con Hermione Weasley, es la mejor amiga de Harry Potter.

— Descuide, Su Majestad — respondió ella —. Va ser un bebe muy tranquilo —. Se volvió hacia Hermione y dijo — Un placer señorita Weasley.

— Te veremos pronto — dijo Hermione con tono amistoso —. Puedes regresar a casa cuando quieras. Harry… te esperara y James te necesita.

Observé sus ojos grandes e ingenuos mientras decía aquellas palabras, las mismas que Harry alguna vez dijo. Pero en los ojos de Weasley vi resignación y en sus palabras profesé el sacrificio de esa promesa.

— Quizás, lo haga.

— Pero, yo…

— No te preocupes por nosotros — le pedí —. Todo irá estupendamente. Tengo un hijo y un reino, que proteger.

Nunca habíamos tenido una conversación civilizada. Sin embargo podría jurar que no sería la última.

En cuestión de segundos el agua comenzó a fluir sobre nuestras rodillas, tome un largo respiro mientras era tragado por el agujero negro.

Mi vista se cegó por completo, sin embargo, aun podía sentir – en mi piel desnuda – lo frio del agua.

Cuando mi visión regreso por completo, pude apreciar que yacía despatarrado sobre un suelo polvoriento, a mi lado se encontraba Gisela y en sus brazos sostenía a Wolfram.

Estiré mis brazos y mis piernas. Luego de largo rato, contemplando cielo no es otra cosa que azul, sin nubes. Un vasto cielo azul claro con aire fresco y limpio de un área sin cosas como contaminación o desgastamiento de la capa de ozono. Cuando levanto mi cabeza veo verde a ambos lados del camino. A mi izquierda hay un bosque donde los arboles crecen vastos y a mi derecha hay una pradera que se extiende por una pendiente hasta unas casas hechas de piedra.

Nos encontrábamos, bastante lejos de nuestro destino original. Probablemente que estemos aquí es obra de mi tatarabuelo – Shinou – que tiene la costumbre de interferir en la vida de sus ancestros.

Mi cabello empapado se adhiere asquerosamente a mi piel. Al parecer el encantamiento de impermeabilidad, que coloque en nuestras ropas, fue un éxito.

A mi lado la joven mazoku comenzó a despertar. Inmediatamente sus dos manos se encuentran sobre el pecho de Wolfram. Se escucha un gran suspiro, el cual indicaba que no había problemas con el niño.

—Disculpe, Su Majestad…

Comenzó a hablar Gisela, su voz pasa de suave a temblorosa. Sigo su mirada, la cual se encontraba fijaba en una chica joven que salía, con una gran canasta, de una de las casas de piedra.

Los ojos violetas de la joven observan en mi dirección y al reconocerme ha empezado a gritar. En seguida, una a una las personas salen de las casas de piedra subiendo rápidamente por la cuesta. Hay hombres, mujeres y niños. Pero todos ellos son…

— Humanos… ¿Son todos Humanos?

No, no podía ser, esas personas definitivamente no podían ser protegidas de los mazokus. Para empezar, todos ellos estaban dispuestos a atacar. Desde el punto de vista de un mago, solo puedo pensar en ellos como muggles. Quince o más personas se agrupan alrededor sosteniendo equipamiento de granja como arados, azadas y hoces. La chica continúa gritando y no puedo entender el porqué de sus gritos. Observo relajado y con los brazos cruzados mientras los humanos se aproximan.

Todas las personas comenzaron a arrojar piedras hacia aquí, sin tener ningún éxito. Estaban asustados, sin embargo, no podía retirar el encantamiento no verbal "protejo" —tirar piedras es un poco más que exagerado— Gisela y Wolfram podían resultar heridos.

— Basta, ¡solo vamos al pacto de sangre! — intenté razonar. Pero ellos no querían escuchar — Deténganse, recuerdo que toda esta villa es protegida por mí, el Maou. Es impertinente lanzar piedras a quien les auxilio y les dio tierras, cuando los de su clase les abandono. ¡Ahora, si, esto es una autodefensa! Porque han sido atacados por mis mazokus. Es mi deber como Maou, exigirles los nombres y sus descripciones ¡Y, así, aplicare el castigo a los mazokus que les agredieron!


...Gisela

Mi cerebro y mi cuerpo funcionaron en un estado de emergencia. Resguarde contra mi pecho al príncipe y me gire dando la espalda a los campesinos, que se aproximaban peligrosamente. Las casas de piedras y las personas con hierros en sus manos, tenían que ser humanos. Todos llevaban una mirada de odio, dispuestos a matarnos. Me invadió el miedo, era la primera vez que miraba a uno de cerca, nunca antes había salido del reino.

Esperé alguna clase de agresión, no obstante, el ataque nunca llego. Entonces, escuche con claridad las palabras de Su Majestad, que resonaron en mi mente una y otra vez: «¡… aplicare el castigo a los mazokus que les agredieron!». Debía ser broma, ningún mazoku lastimaría algún ser vivo, no sin una orden directa de Su Majestad; matar está en contra de nuestra naturaleza.

— ¡Ningún mazoku nos ha herido, Su Majestad, ¿perdone nuestra desfachatez?!

— Cierto, eso, ¿es verdad? Ningún mazoku se atrevería a dañarlos, al menos no sin una orden directa. He sido muy benévolo con ustedes, humanos. Pero, ¿continúan con las mismas costumbres? Por como se ve, ¿podría ser que no acaban de quitarse la venda de los ojos? Aunque eso significaría que mis intentos por traer la paz entre nuestras razas son en vano.

Es eso. Su Majestad nunca dudo de nosotros, quería que ellos aceptaran sus errores. Si son un pueblito protegido, ¿no deberían temernos?

Todos los humanos parecían estar reflexionando su comportamiento. Mientras, Su Majestad, continuaba con su discurso

—… ¡¿Porque comenzaron a arrojar piedras hacia aquí al momento que nos vieron?! Acaso no observaron a la dama que resguarda en sus brazos a mi hijo, ¡el próximo maou de Shin Makoku!

Al fondo una chica joven —de ojos azules y cabello rubio ceniza— comenzó a hablar, sin embargo, su voz se iba apagando conforme salían las oraciones:

— Emm, disculpe, sentimos mucho haberlos atacado. Es solo que nunca vienen mazokus en este lugar. Realmente no teníamos ninguna intención de hacerles daño, ni ser violentos…

A pesar del gran poder que posee y de su fría mirada, su Majestad, es un mazoku compasivo. Y sin dejar de sonreír dice:

— Bueno, bueno, cálmense todos ustedes. No he venido a quemar este pueblo ni a matar a nadie. Solo viajamos hacia el Castillo Pacto de Sangre.

Escucho el sonido de algo rítmico tras mi espalda. El golpeteo se hace más fuerte rápidamente, Su majestad se voltea mientras todos los campesinos se alarman confundidos. El sonido me es familiar… cascos, ruedas. En definitiva muchos caballos cabalgan —alrededor del carruaje real— por el camino, sus poderosos cascos golpean la tierra retumbando contra ella.

— ¡Su Majestad! ¡Gisela!

Volteo cuando alguien grita mi nombre. El hombre del cabello plateado y ojos violetas se apresura en desmontar del caballo.

—…Rayos…

Al verlo solo pude decir "Rayos". No era cualquier hombre de caballo blanco… era el hombre.

— ¡Ese lenguaje, jovencita! — dice él. En el momento en que veo su rígido rostro me doy por vencida antes de excusarme —. Sabes que fue lo primero que vi cuando llegue a casa…

— Y-yo

— Nada, no estabas. Me quede esperando, pensé… tal vez ha salido con un amigo o a la biblioteca. Sin embargo, no volviste esa noche ni la siguiente — dijo, por su voz y expresión deduje que estaba muy molesto — ¡Pudiste haber dejado una nota o mandar una carta por lo menos!

— P-padre y-yo…

— ¡Gisela!

Alguien grita mi nombre por segunda vez. A espaldas de mi padre se acerca a pasos vertiginosos el Rey Draco, ha venido a salvarme…

— Ah, Lord von Christ, ¡por fortuna está aquí! Yo, he estado buscándole ansioso para disculparme por raptar a su hija, Gisela, durante una semana. Como podrá ver la necesitaba urgentemente, no podía confiar el nacimiento de mi hijo a cualquier persona.

Los soldados me saludan, muestran sus respetos hacia el príncipe y se alejan uno a uno. Cuando miro hacia el cielo ahí están esos modelos de esqueleto de alados, que vuelan hacia aquí. Echo una mirada fugaz hacia mi padre, que idolatra a Su Majestad, y sin controlar mi molestia, grito:

— ¡Ha traído consigo a los Kotsuhizoku, Lord Weller!

Su majestad, que hasta hace unos segundos se encontraba absorto en mi padre adoptivo, levanta su vista hacia el cielo.

— Son leales a nosotros. Además, creí que a Su Majestad le encantaría verlos.

— ¡Hajime! — vocifero Su Majestad. Su cuerpo irradio un extraño brillo. El mismo que centellan los niños mazokus, cuando se encuentran muy felices —. Traerles la mejor idea que han tenido ¿No crees, Gisela?

— Sí, Su Majestad. Pero ¿Quién es Hajime?

— ¡Oh!, ese es el nombre que les di a los Kotsuhizoku — dice el Rey Draco —. Porque son el inicio de la muerte.

No puedo ver más que la espalda y la cabellera rubia de Su Majestad, pero de alguna forma sé que sonrió por un momento.

Estábamos listos para partir hacia el Castillo y, Su Majestad, había insistido mucho en que viajara junto a él, en el carruaje real.

—…Gisela, no es tan simple de solicitar — dice Su Majestad, que se encuentra sentado frente a mí —. Como sabrás voy a necesitar una nodriza real para Wolfram…

Le mire de arriba a abajo sonriendo.

— ¡Quiere que le ayude encontrar la indicada!

— ¡Quisiera que tú seas la nodriza de Wolfram! ¿Aceptas…?

— ¡S-si!

—Tendrás que vivir en el castillo. Acompañarme en algunos viajes, para que cuides del niño mientras me ocupo en reuniones. Ahora, la desventaja es que, probablemente, podrían intentar secuestrarte — explica Su Majestad, colocando en su regazo al príncipe — y podrías dejar de decirme Su Majestad, solo llámame Draco, es más cómodo.

— ¡Le pediré a padre que me entrene! ¡En este momento mi máxima prioridad es llevar a Su Ma…! Quiero decir, llevarlos sanos al castillo, Draco.

Supongo que ahora soy oficialmente la nana del príncipe. Un gran honor, tambien un puesto demasiado complicado.