Era una mañana tranquila, finalmente había acabado el período de clases para los estudiantes de Ordon, ahora podían gozar de sus vacaciones con libertad y dedicar su tiempo a lo que más quisieran, ya no había tareas, exámenes ni trabajos, solo los deberes mínimos habituales que cada chico debía cumplir.

Aquel día presagiaba ser muy bueno, el clima era cálido y agradable, había un sol radiante que ninguna nube había osado opacar, y todo rebosaba de vida, los árboles se habían engalanado con un traje de flores que llenaba el ambiente de un olor dulce y los pájaro e insectos se afanaban en trabajar para aprovechar la abundancia de la primavera.

Con un día tan bonito como ese, Farone estaba ansiosa de aprovecharlo al máximo. Como cada mañana, se encontraba recogiendo su larguísimo cabello verde en dos moños que coronarían la sima de su cabeza, si fuera por ella llevaría el cabello corto para que no le estorbara, pero sus padres siempre buscaban la femeneidad en ella y la obligaban a usarlo largo. "Debes ser una señorita, para que puedas agradar a tu futuro esposo", era lo que a menudo le decían, para ella eran estupideces, además, sabía que Vaati la quería con cabello corto o largo, pero claro, sus padres no sabían que él la quería.

Farone ya preveeía que en un futuro quizás cercano o quizás lejano terminaría escapandose de casa, para cumplir sus deseos, quizás con la imprudencia de la juventud no era capaz de ver nada malo en eso, ella ansiaba aventuras, emociones y nuevos conocimientos, cosas que Vaati podía proveerle, la idea de ser una chica casera como se esperaba de ella no le agradaba mucho.

De pronto un ruido en la ventana de su cuarto la distrajo de sus pensamientos. Tras los cristales pudo distinguir a un ojo alado que golpeaba desesperado tratando de entrar. No tardó en reconocerlo y fue a abrirle de inmediato, podía adivinar una cierta urgencia en los movimientos del monstruo, como si algo lo tuviera muy alterado.

Farone no se equivocaba en sus suposiciones, en cuanto Vaati entró al cuarto tomó su forma humana y se arrojó a los brazos de la muchacha enterrando su cabeza en su hombro, la peliverde solo atinó a devolverle el abrazo y preguntar qué pasaba.

-No está... Se perdió... -Sollozó el brujo.

-¿Quien?

-Heraldo...

-He-he ¡Heraldo! ¡¿Esa mascota rara tuya?! Dios no...

-El pobre debe estar asustado...

-Los que se encuentren con él van a estar asustados.

-También.

Vaati soltó a la chica y la miró con gravedad.

-Tanto por el bien de Heraldo como por el de los demás hay que encontrarlo.

-¡Por supuesto! Esa cosa es peligrosa

-Eh... No tanto, su conducta ha mejorado mucho con el tiempo, no hace falta que lo trates como un monstruo.

-Vaati, Heraldo ES un monstruo y se comporta como tal.

-¡Solo cuando tiene hambre!

-Bueno, al menos tenemos la ventaja de que come dos veces al mes.

-Si... -Vaati lucía nervioso.

-¿Le toca comer ahora? -El brujo asintió-. Ay no...

...

En el santuario verde de Din, aquel día se llevaba a cabo un espectáculo poco usual, algo que solo ocurría durante unas pocas semanas al año en una época muy específica, cuando los brotes de los árboles despertaban de su sueño invernal y los viajeros emplumados retornaban a los fértiles prados Hyruel, y este suceso tan bello como especial era la danza ritual de Din. Un baile especial que la oráculo de las estaciones debía llevar a cabo durante el inicio de la primavera para conmemorar el inicio de un nuevo ciclo solar.

En el pueblo había un festival de primavera donde toda la gente era libre de participar y disfrutar, sin embargo la danza ritual de Din era algo privado, donde solo ella y quizás una o dos personas de confianza estarían presentes, y era mejor que fuera así. Ella como oráculo de las estaciones tenía el deber de velar por el correcto cambio de estas, y el baile que realizaba era la forma en la que usaba su magia para invocarlas y hacerlas transcurrir en el orden correcto, para esto, la concentración era vital, cada paso debía ser preciso y cada movimiento necesitaba el ritmo correcto, cosa de transmitir la energía de la estación que se representaba.

De esta forma la danza iniciaba con movimientos rápidos, alegres y sobre todo delicados, que recordaban a las flores y los brotes briendose paso entre el terreno marchito, luego le seguía una danza más enérgica de movimientos fuertes y marcados, que expresaba el poder y el calor del verano, luego el baile proseguía con un contoneo rítmico y decadente, muy apoyado en el movimiento de las manos, que de alguna forma parecían simular el caer de las hojas, todo para culminar con un baile melancólico y lento el cuál expresaba con total precisión el frío y la lentitud del invierno, donde todo moría y acababa el ciclo solar.

Pero por supuesto, para no cometer un error nefasto, la oráculo debía estar bien seguro de sus pasos y su coreografía, por eso durante algunas semanas antes del gran momento, Din destinaba algunas horas a sus prácticas. Normalmente esto era algo que hacía en completa soledad, pero en esta ocasión había decidido invitar a su querida amiga Zelda y por supuesto, a su infaltable sombra Impa.

Ahora ambas damas contemplaban maravilladas la danza de la oráculo, era un espectáculo realmente digno de ver y se sentían afortunadas de poder presenciarlo, la naturaleza a su alrededor parecía reaccionar a su coreografía, pues aunque era una simple práctica se podía ver la hierba alrededor marchitarse o revivir de acuerdo a la estación representada.

-El baile de Din es realmente maravilloso -dijo Zelda con rostro soñador.

-La danza ritual de la oráculo de las estaciones, ciertamente somos afortunadas de poder verla -Agregó Impa.

-No es solo la danza, Din siempre ha tenido mucha gracia para bailar, desde los tiempos en los que vivía en el castillo conmigo. Espera a que sea el festival de primavera, entonces verás a Din en todo su esplendor.

-Esperaré por ello.

Repentinamente la gerudo detuvo su baile y comenzó a observar sus alrededores con una mirada de preocupación, al tiempo que caminaba lentamente hacia un árbol en el cual había dejado apoyadas sus espadas gemelas. ESta actitud de inmediato alarmó a la Sheika.

-¿Din qué ocurre?

-Algo... O alguien maligno se acerca -apresuró su paso hacia sus armas-. Creo que seremos atacadas en cualquier momento.

Din comenzó a utilizar su poder sobre la naturaleza para engrosar el muro de ramas y plantas que rodeaba su santuario personal en un intento de protegerse de la amenaza que se acercaba, pero ella no sabía la inutilidad de su acto, su poder no era suficiente para enfrentar a la antigua amenaza que la asediaba.

Zelda comenzó a acumular energía en sus manos preparándose para la inminente batalla, pero como era de esperar, Impa inmediatamente tomó una actitud protectora hacia ella y la ocultó detrás de su espalda.

Las tres mujeres estaban quietas esperando el ataque, atentas a cualquier sonido, brisa o movimiento sospechoso. Y en medio de esa tensión, el ataque inició.

Fue una explosión lo que quebró la calma del santuario, una bola de fuego carbonizó la maraña de árboles y plantas que las rodeaba y la redujo a cenizas en cuestión de segundos liberando torrentes humo que obligó a las chicas a cerrar los ojos y cubrirse la boca. Imposibilitadas como estaban de percibir su entorno, solo un grito de Din delató el movimiento del enemigo.

-¡Din! -Gritó Zelda tratando de abrirse paso entre el humo.

-¡Princesa! ¡Tenga cuidado! -Le gritó Impa buscando a su protegida.

En ese momento una brisa sopló y ayudó a despejar la contaminación del ambiente, dejando al descubierto la horrible tragedia que tenían al frente.

En medio de toda la devastación había un hombre, o al menos algo muy semejante a uno, pues semejante abominación no podía ser humana, aunque todo su cuerpo era el de una persona normal, uno de sus brazos se había transformado en un tentáculo con el cuál tenía a Din aprisionada, la chica se retorcía intentando liberarse de su captor, pero este ni se inmutaba ante sus gritos y sus súplicas, o si había alguna reacción, esta quedaba oculta detrás de la horrorosa máscara que usaba, la cuál, alguna manera extraña parecía feliz, como si tuviera vida propia.

-¡Libera a Din ahora! -Gritó Zelda tratando de ocultar su terror con su voz firme.

-Suelta a la muchacha o paga las consecuencias -Impa realizó algunas maniobras con su naginata tratando de intimidar.

El brujo ni siquiera les prestó atención, no eran dignas de su interés, esa princesa era a penas una aprendiz de hechicera cuya única importancia era su poder político, cosa que lo tenía sin cuidado pues él no deseaba poder, su única anhelo era el caos y la destrucción. Pero en cambio ahora tenía un elemento valioso, la oráculo de las estaciones, en verdad se preguntaba cómo no se había percatado de esto antes, quizás porque ella no acostumbraba a usar sus poderes no la pudo detectar antes, pero justamente las prácticas de la danza ritual la habían hecho visible a sus ojos.

El portador de la máscara se dio la vuelta alistándose para escapar de allí, Impa con su arma en alto corrió hasta el individuo dispuesta a matarlo para salvar a la valiosa muchacha, por su lado Zelda logró invocar una pequeña corriente eléctrica que arrojó contra el brujo. Pero ninguna de sus acciones fue útil.

El enmascarado con un sutil movimiento de manos invocó un escudo con el que se protegió del ataque de Zelda, y luego dando un salto que parecía imposible para un humano, esquivó la arremetida de la sheika. Tomó una distancia segura y observó a sus adversarias con desprecio... La verdad no las podría considerar adversarias, a sus ojos no estaban a su altura, así que ni siquiera se dignó a dirigirles la palabra, aumentó la prisión sobre la morena que tenía presa en su tentáculo y se alejó dando saltos.

-Din... No... -Zelda cayó de rodillas sobrepasada por lo que acababa de pasar, habían robado a su mejor amiga en frente de sus ojos sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo.

-Princesa -Impa corrió rápidamente hacia ella para verificar su estado-. ¿Se encuentra bien?

-Se.. Se... ¡Se la llevaron Impa! ¡Se llevaron a Din! -sollozó la princesa.

-Sí, lo sé -Bajó la cabeza avergonzada y golpeó el piso con rabia- ¡No pude hacer nada! Se la llevaron enfrente de mis narices, soy un fracaso como guardiana.

-Impa ¡Debemos salvarla! -Zelda se puso de pie y agarró a la sheika de la ropa mirándola suplicante-. ¡Vamos Impa! ¡Hay que ir tras ellos! ¡Ahora!

-Princesa, por favor primero tranquilícese -La mujer temía hiciera una locura en cualquier momento.

-Pero... Pero... ¡Es Din! ¡Es mi amiga!

-Lo sé princesa, pero es peligroso, ese brujo es muy poderoso, agradezcamos que no salió lastimada de esto y...

-¿Sólo porque soy la princesa? ¡Impa! ¡Din es la oráculo de las estaciones! Es igual de importante que yo, la naturaleza se volverá un caos si le pasa algo.

-Lo sé, lo sé -A decir verdad Impa no era muy diestra controlando gente en las emergencias, ella se encargaba más de resolverla, sin embargo debía esforzarse por calmar a Zelda si no quería que la situación empeorara-. Pero... Quizás esto sea demasiado para nosotras solas, deberíamos pedir ayuda.

-Ah... Sí, puedes tener razón, ayuda sí, ese brujo parece poderoso y todavía no domino mi magia por completo... Quizás Wind pueda ayudarnos.

-No.

De todas las opciones para pedir ayuda, Wind era la última en su lista, digamos que en las últimas ocasiones, el muchacho no había logrado impresionarla, más bien lo contrario. Impa solo podía verlo como un remedo de héroe, inútil, débil que incluso podía ser una mala influencia para su princesa, de hecho todavía no le perdonaba el beso que Zelda había tenido que darle para despertarlo del encantamiento de las hadas.

-Pero Impa, él es la ayuda más rápida y cercana con la que contamos y...

-En ese caso preferiría la ayuda del señor Link.

-Sí pero... Él ya cumplió su papel hace tiempo atrás y Wind es el actual portador de la espada, según la tradición a él le toca...

-¡Al diablo las tradiciones! No le quiero encomendar el futuro de la oráculo a un mocoso sin experiencia en batalla, ya tuve suficiente de sus torpezas y fracazos, me niego a pedirle ayuda.

-¡Impa! No admitiré que hables así de Wind, recuerda que él me salvó la primera vez durante el torneo de espada, no es un inútil.

-Se dejó encantar por un hada, falló al impedir la destrucción de Hyrule y eso provocó que la oráculo del tiemo tuviera que borrar una línea temporal completa.

-Pero el que falló fue el Wind de un universo alterno... O sea,no son el mismo.

-¡Me da lo mismo! NO creo que hubiera mucha diferencia entre uno y otro, son el mismo mocoso torpe e irresponsable.

-Pero yo confío en él -En ese momento Zelda invocó un rayo de electricidad en sus manos-. Salvaré a Din, si debo pedirle ayuda a Wind lo haré y tú no podrá...

Zelda no pudo hacer nada, Impa con una velocidad que solo un Sheika podría lograr extrajo un polvo extraño de una bolsa que tenía atada en su cintura y roció el rostro dela princesa con él, ella de inmediato comenzó a sentirse somnolienta y no tardó en caer en los brazos de su guardiana, quien la miró con severidad y le dedicó algunas palabras.

-Lo lamento princesa, aún le falta mucho para ser capaz de enfrentarse a mí, y lo primero que debe aprender es a atacar de forma imprevista y no anunciar sus planes. Lamento tener que recurrir a somníferos, pero su madre me autorizó a tomar estas medidas en caso de ser necesario.

-Los... Árboles -balbuceó Zelda-. Ya empezó...

-¿Los árboles?

Zelda no pudo explicar más pues finalmente se durmió, aunque la respuesta le llegó a la sheika de forma inmediata cuando una enorme hoja roja le cayó encima de la cabeza, entonces desvió su mirada hacia el árbol bajo el cuál había estado sentada un rato atrás, ahora su follaje era completamente rojo, como si fuera pleno otoño, las estaciones se estaban volviendo locas.

...

En otra zona de Ordon un par de muchachos se enfrentaban en un emocionante duelo de tirar la cuerda, mientras un grupo de espectadores los observaban y animaban a su favorito.

Nuevamente Ralph y Wind se enfrentaban en una de sus habituales competencias, cada uno jalaba con todas sus fuerzas tratando de evitar ser la víctima que cayera en el lodo y perdiera el encuentro.

-¡Vamos Wind! ¡Tú puedes! -Gritó Talma entusiasmada por la emoción que inundaba el ambiente.

-Vamos chico, demuestra que el entrenamiento que te di valió la pena -Gritó Malon.

-Tú... Nunca mé has... Entrenado... -Replicó Wind casi sin aliento.

-Calla, no hace falta que los demás se enteren.

-Vamos granjero, tú puedes -lo animó también Nayru.

-¡Nayru! ¡Tú deberías animarme a mí! -Le gritó Ralph.

-Nah, así te esfuerzas más -Le guiñó un ojo de forma traviesa.

De alguna manera la inusual táctica de la peliazul pareció dar resultados, pues de inmediato el azabache comenzó a tirar con más fuerza casi llevando las fuerzas de Wind al límite, quien debió hacer un esfuerzo extenuante para evitar cruzar la línea límite. El chico sudaba a mares y tenía todos sus músculos en tensión, ya casi no le quedaban fuerzas, pero su orgullo lo obligaba a luchar hasta el final, no iba a dejar a Ralph ganar fácilmente para que luego se lo restregara en el acara, sin embargo, algo lo hizo soltar la cuerda repentinamente, y debido a la fuerza con la que tiraba Ralph terminó cayendo de espaldas sobre el suelo de forma escandalosa y muy poco elegante.

-¡Ah! Pero por qué hiciste eso Wind, no ves que... ¿Wind?

El granjero había dejado de prestarle atención a su amigo y ahora miraba el cielo de forma taciturna y pensativa, o más bien preocupada, algo en su rostro decía que no estaba bien, o quizás algo en el ambiente era lo que no estaba bien, daba la impresión de que él era capaz de percibir algo que los demás no podían.

-¿Que pasa Wind? -Ahora Ralph estaba más preocupaado que enojado.

-¿Tú también lo percibes? -Dijo Talma acercándose al rubio.

-No sé si de la misma manera que tú pero... Siento que algo no está bien.

-¿Algo no está bien? -Preguntó Malon- ¿Acaso es de esas percepciones raras tuyas? ¿Como cuando te pica la nariz y luego llueve?

-Eh... No lo sé, solo siento que algo no está bien.

-Yo puedo dar más detalles de todo esto -dijo Talma-. Wind percibe que algo no está bien, yo puedo ver que el flujo de la energía de la naturaleza está revuelto, las energías cíclicas que rigen las estaciones están desordenadas, de hecho... Ahora mismo hay un pulso de energía más apropiado para el invierno que para la primavera.

-Pues ahora que lo mencionas, comienza a hacer frío -comentó Nayur.

Y en efecto, un gélido viento sopló y todos se estremcieron ante el cambio de temperatura, obviamente ninguno iba vestido para ese clima, era primavera después de todo.

-¿Habrá pasado algo en algún lugar? -Dijo Malón confundida.

-No lo sé pero...¿Wind?

El rubio comenzaba a alejarse del grupo y sacaba su silbato para llamar a su fiel corcél.

-Vamos Talma, debemos averiguar qué está pasando. -El chico lucía inusualmente serio.

-Eh... Sí, claro.

-¿Pero qué pasó con nuestra competencia? -Pregunto Ralph.

-Si quieres te declaras como ganador, ahora hay algo mucho más importante que debo atender. -dijo subiéndose a su caballo.

Ralph y todos miraron al rubio con sorpresa, era muy inusual que cediera una victoria de forma tan fácil, eso no era propio de él, pero ellos no sabían lo sensible que era Wind a los cambios en la naturaleza.

El granjero amaba la tierra, las plantas, los animales, eran parte de él, de una forma poco común y muy especial, al punto que había desarrollado una estrecha relación con esta que parecía casi mágica, era como si la tierra misma le hubiera dado su bendición retribuyendo su amor, esa era la razón por la que en su mente el poder de su voluntad se había manifestado a través de arbustos y enredaderas. Era el motivo por el que podía predecir las lluvias, saber qué era exactamente lo que necesitaba una planta para crecer y darse cuenta que algo estaba mal con la naturaleza, aunque no pudiera determinar el problema con la precisión de una hada.

Durante su cabalgata hasta su casa tuvieron que enfrentar el frío del invierno, el calor del verano y para cuando llegaron todo estaba teñido de dorado y carmesí como en otoño. En la puerta de la casa Ilia lo estaba esperando con impaciencia y en cuanto lo vio llegar una sonrisa de alivio cruzó su rostro.

-¡Wind! Que bueno que llegas, entra que hace frío.

-No por mucho mamá, las estaciones están locas, seguro que un rato más hace calor de nuevo.

-No sé, el clima está muy raro, ponte un chaleco mejor.

-No hay tiempo para eso.

Wind entró a la casa y prácticamente corrió hasta su habitación de donde extrajo la espada maestra, quizás fuera necesario ir a luchar con alguna criatura maligna que estuviera causando estragos en la naturaleza. Nunca se sentía entusiasmado de ir a una batalla, pero sus experiencias anteriores lo había vuelto más determinado, no quería que se repitiera una tragedia como la de Nayru, además, luego de haber "derrotado" a la pesadilla que lo atormentaba por las noches tenía más confianza en sí mismo.

-¡Hey! ¿A dónde vas Wind? ¿Y por qué te llevas la espada maestra? -Preguntó Ilia preocupada.

-Talma y yo iremos a ver si encontramos la causa de que las estaciones estén locas, me llevo la espada por si ocurre algo peligroso.

-Ah... Espero no sea nada grave ¿No podrías esperar a que regrese tu padre? Uno de los potros se perdió y fue a buscarlo pero no creo que tarde mucho.

-Lo siento mamá, pero debo ir ahora, cada minuto que pase es valioso -dijo con decisión dirigiéndose a la puerta de la casa y abriéndola.

-¡Espera Wind! Ponte algo que hace frío.

Pero como desafiando la declaración de Ilia, afuera había un sol radiante y hacía tal calor que Puini se había tumbado en la hierba dramáticamente mientras lanzaba relinchos agónicos.

-Oye Puini, tampoco exageres -Lo reprendió el muchacho-. ¿Lo ves mamá? Hace calor, no necesito un abrigo, así que ahora... ¡Ah!

-Pero luego volverá a hacer frío, no quiero que te enfermes -Lo tomó del brazo impidiendo que saliera.

-Pero...

-Sin, peros, ven, te voy a buscar un chaleco.

-¡Mamá!

Lamentablemente para el rubio, perdió bastante tiempo con su madre discutiendo sobre la indumentaria adecuada para salir, con el clima loco como estaba en realidad era difícil encontrar ropa adecuada.

Finalmente lograron llegar al acuerdo de que Wind iría con ropa ligera, pero también llevaría una mochila con un abrigo y calcetas gruesas en caso de que fuera necesario. Pero por supuesto, Ilia siendo madre, también se dio el tiempo de empacar otras cosas en la mochila. Así fue que Wind terminó paseándose nervioso por la casa tirándose del cabello mientras su madre preparaba un sándwich, llenaba una botella de agua y empacaba algunos implementos de curaciones. Más tarde a regañadientes tendría que admitir que todo eso fue útil.

Así fue como Wind, preparado para todos los desafíos y con un agradable clima primaveral, subió a su corcel y emprendió el camino hacia una nueva aventura.

...

Din observaba con horror el espantoso lagarto que tenía al frente y sentía deseos de devolver su desayuno. La bestia era horrible, con aquellos ojos desquiciados, aquellas enormes escamas, sus grotescas garras y su fétido aliento, además su comportamiento salvaje y errático solo la asustaba más, aunque el brujo le había ordenado que no le pusiera un solo dedo encima, ella no estaba muy segura de que fuera a cumplir con eso.

El lizalfo se relamía y la observaba con ojos codiciosos, estaba segura de que quería comérsela, además saltaba constantemente de atrás hacia adelante blandiendo su espada, quizás quería "accidentalmente" dañarla y matarla, entonces su maestro no podría culparlo por comérsela, bueno, probablemente lo haría, pero este monstruo no parecía muy listo.

La situación de la oráculo era simplemente deplorable. Luego del secuestro el brujo le vendó los ojos y la llevó a algún lugar de los bosques perdidos donde tenía su guardia secreta. En realidad ni siquiera podía estar muy segura de que ese lugar fueran los bosques perdidos, solo lo suponía por el tipo de vegetación que lograba ver por la ventana de la torre donde estaba encerrada.

Sí, estaba encerrada en una torre, al más puro estilo de las princesas de antaño, pero sin ninguno de los lujos que alguna podría gozar, ni siquiera tenía una cama, más bien la estaban tratando como una cautiva de la peor calaña. Estaba con sus manos y pies atadas a un pilar de madera que se alzaba en el centro de la habitación, el cuál parecía haber sido puesto ahí solo con ese propósito, ya llevaba horas con sus extremidades presas y ya comenzaban a dolerle las articulaciones, además de que las ganas de ir al baño comenzaban a angustiarla. El enmascarado ni siquiera le había dirigido la palabra, no era del tipo de villanos que se iba a molestar en explicar su plan solo por presumir, no, él era práctico y silencioso.

Solo había notado que le había puesto un collar de metal que había suprimido sus poderes, y esta simple acción había sido suficiente para que su control sobre las estaciones se estropeara y todo fuera un caos. Ahora, ella no podía imaginar para qué quería hacer eso, si las estaciones seguía así de aleatorias, pronto las plantas comenzarían a morir, luego los animales hasta finalmente convertir todo en un terreno muerto ¿Quién querría algo así?

El lizalfo seguía brincando alrededor suyo blandiendo su cimitarra tan cerca que parecía que le volaría un ojo en cualquier momento. Din solo lo miraba aterrorizada deseando con todo su corazón que alguien la ayudara, no tenía forma de zafarse de sus ataduras, ya ni siquiera se molestaba en llorar o gritar, eso solo servía para que el lizalfo se regocijara.

De pronto, el repitl pareció captar algo inusual, quizás un sonido inaudible para la morena. Inmediatamente se puso en guardia y salió corriendo de la habitación.

Din no lo veía probable, pero esperaba que algún caballero como los de los cuentos de Zelda viniera en su ayuda, o ni siquiera un caballero, si la persona que hacía el aseo de ese lugar le prestaba una mano ella estaría agradecida.

En ese momento escuchó un chillido espantoso, un alarido rasposo y gutural que solo podía haber sido producido por el monstruo ¿Quizás sus plegarias habían sido escuchadas y alguien acudió en su ayuda? Clavó su mirada expectante en la puerta de la habitación y cuando esta se abrió lanzó un grito de miedo.

Parado frente a ella había un monstruo, uno mucho más horrible que el lizalfo que la había estado molestando. Esta criatura era bastante difícil de describir. Podría ser un tipo de lagarto cuadrúpedo, sin cuello, sin ojos... Sin cara. Su cabeza solo era una enorme boca grotesca de la que sobresalían una infinidad de dientes, su cuerpo era negro y estaba cubierto por un manto de escamas filosas, parecía que rozar su lomo podría dañar al contacto.

El monstruo se acercó caminando pesadamente y Din pudo ver que de su boca sobresalían las garras del lizalfo, pero eso fue solo un momento antes de que se las tragara. La muchacha tragó saliva y sintiéndola espesa y amarga ¡Esa cosa se había comido al lizalfo y ahora iba por ella!

Vio como la bestia se acercó caminando pesadamente hasta quedar frente a ella, entonces alzó la cabeza mostrando sus innumerables dientes y se quedó quieto. Din hubiera dicho que la estaba observando si no fuera porque no tenía ojos, quizás se estaba asegurando de su presencia antes de empezar a comérsela.

Ya viendo su final inminente, cerró los ojos y aguantó la respiración, su miedo era indescriptible, no quería resignarse a morir, pero no tenía forma de evitar su funesto destino. Fue entonces que comenzó a escuchar el sonido de un chorro de agua.

Din se atrevió a abrir sus ojos con algo de miedo, el cual luego fue reemplazado por asco al darse cuenta que el monstruo estaba con una pata levantada orinando en la base del madero donde estaba amarrada.

-¡Oye tú! ¡Fuera! ¡Largo! -Gritó histérica.

Pero el monstruo poco y nada de caso hizo, solo cuando hubo vaciado su vejiga bajó la pata y caminó plácidamente hasta la salida del cuarto.

Din lo miró indignada queriendo gritarle todos los improperios que conocía, aunque eso solo sería desgastarse la garganta inútilmente, obviamente el bicho no le iba a entender. Debería haber estado agradecida de que aquella cosa no la hubiera devorado, pero ahora solo podía estar furiosa, nadie le había hecho una ofensa tan grande ¡Le orinaron encima! Bueno, no encima a ella, pero si al madero donde estaba atada, el cual curiosamente comenzaba a deshacerse.

Din parpadeó incrédula al notar esto. El madero se estaba destruyendo ¡La orina del monstruo era ácida! Que bueno que ninguna gota le había caído encima, parecía un ácido muy potente. Pronto el desgaste de aquella viga fue tal que no pudo sostener su estructura y terminó quebrándose y cayendo con la muchacha encima.

El golpe que se dio la oráculo fue bastante doloroso, seguro le quedarían algunos moretones, pero no era algo grave, en realidad Din le vio un lado positivo a todo esto. Ahora que el madero estaba cortado en su base y en el piso, ella con algo de esfuerzo podía deslizar sus ataduras hasta el final de la viga y zafarse de esta, con esto ya se vería liberada y en condiciones de escapar.

Suspiró agradecida de la buena fortuna, al final la orina ácida de ese raro monstruo la había salvado, de hecho, ahora se preguntaba si la criatura no habría hecho eso a propósito. Aunque descartó la idea rápido, ese era solo un monstruo salvaje y desconocido, no tenía nada de especial y por supuesto, no tenía ninguna razón para querer ayudarla.


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Bien, en esta ocasión les hablaré de Heraldo, una de mis ideas más raras.

No sé si lo sepan pero me encantan los monstruos, en parte por eso me gusta pokemon. En los juegos además de disfrutar de la aventura, los escenarios y todo, siempre pongo especial atención a los monstruos y sus diseños, y un monstruo que me impactó muchísimo, fue el durmiente del Skyward sword. Esa cosa... Me pareció tan aterradora y encantadora (ya sé que llamar encantador a esa cosa es medio raro pero hablo en términos de diseño de monstruo), me fascinó esa bestia y quise incluir un homenaje a ella en esta historia como la mascota de Vaati. El nombre viene del hecho de que en el juego, cuando el durmiente libera su poder se transforma en el heraldo de la muerte.