Hace tiempo que no escribía nada por aquí, igual, aprovechar de agradecer sus comentarios en historias anteriores. Nos estaremos leyendo en otra oportunidad también ;)


POV's Akko

Mi plan era perfecto. Un chico guapo y con clase que causara furor entre las demás, que fomentara la envidia y que me pusiera en lo alto de la pirámide, siendo la punta dorada que refleja la luz del sol. Ya no más la brujita más torpe de toda la Academia Luna Nova, no. Ahora la chica más afortunada de toda la escuela, porque traía conmigo a un galán, a un hombre de mundo y además de todo, para rematar, al más listo y encantador de todos.

Nada pudo hacer Andrew contra él, pues, en cuanto mi chico puso los pies sobre el salón, todas esas féminas desesperadas por contacto masculino, se amordazaron a su presencia y no lo dejaron ir más. Más.

Alto, más alto que el promedio de mujeres. Rubio, con el cabello corto, ondulado y algo desordenado. Ojos azules que miran intensos. Y una de esas sonrisas, que con sólo hacerla aparecer, hace pensar que el mundo es un lugar maravilloso, lleno de cosas espléndidas. Él era perfecto, él llamaba mucho la atención y él debería haber sido sólo mío, pero la búsqueda apresurada del encanto, que convirtió su ser en espectáculo de galardón, lo hizo desvanecerse entre la multitud de admiradoras y dejarme a mí allí sola, con los hombros caídos y la vergüenza en todo el rostro.

- ¿Quién es ese? – Escuché de pronto a Andrew susurrar, y sólo así pude advertir lo cerca de mí que estaba. Yo lo miré, sin saber qué decir, exactamente.

- N-no… no lo sé… nunca lo había visto antes – Murmuré apenas.

- Mmm – Él pareció no creerme, más la duda acrecentaba en su rostro. Y con un dedo sosteniendo su barbilla, se atrevió a hablarme otra vez, ahora, frunciendo el entrecejo – Me parece algo conocido…

Entonces me reí exageradamente, pues no quería darle crédito a Andrew. Él era inteligente y no tardaría en descubrir la verdad, lo que me dejaba en una única opción; adelantarme e ir tras mi supuesto "acompañante". Pero ¿cómo? Llamaba tanto la atención, que si de pronto lo tomara del brazo y lo jalara fuera, se vería extraño. Tenía que pensar en otra cosa y rápido.

Lo miré imaginando alguna forma de apártalo de su lugar, rodeado de mujeres, cuando me di cuenta de que él sonreía amistoso a todas sus "fanáticas". Amable, las miraba a cada una de ellas y les hablaba un poco, se arreglaba el cabello pasándose una mano por detrás del cuello y luego les sonreía, achinando los ojos, pues sabía que aquello las derretía. Cuán molesto podía llegar a ser para mí siempre que lo repetía.

Fue cuando decidí que no lo soportaba y, sin escuchar a Andrew que me hablaba a lo lejos y Lotte que trató de preguntarme qué me ocurría, salí fuera al patio y me senté en una banca, cruzando los brazos. Mi plan no había funcionado en absoluto ¡o quizás fue una maravilla! Tanto, que ni siquiera pude demostrar que yo, Atsuko Kagari, podría tener un novio guapo que gustara a todos. Fue una pérdida de mi tiempo y una pérdida de su tiempo montar todo este show, pero estaba hecho ya y nada más podría hacerse.

Después de un rato, observando mí alrededor, en penumbras por la oscuridad, decidí volver adentro, pero sin regresar a la ceremonia en el auditorio principal de Luna Nova. No. Porque sabía que las cosas no habrían cambiado mucho allí. Alteré mi rumbo a medio pasillo y me escabullí hasta llegar a la cocina, por ahí donde hace tiempo rondaba sin que nadie se diera cuenta. Me acerqué con cautela a la puerta y, cuando nadie miraba, entré y robé lo primero que mis manos tocaron, para suerte mía, un lindo trozo de tarta de fresas que seguramente darían a los invitados más renombrados. Bueno, alguno de ellos ya no podrá contar con su trozo.

- Se lo merecen por no darme la atención que merezco – Comenté al aire, mientras me alejaba.

A pasos lentos y concentrada en comer, llegué de pronto al pasillo que daba a los salones de clases de la Academia. Al darme cuenta en qué dirección iba, detuve mis pies en seco y di media vuelta, cuando al acto, oigo como alguien se acerca, apresuradamente.

- ¡Akko! – Lo reconozco de inmediato, es él. Pero lo ignoro y sigo adelante, como si no me interesase su presencia – Akko – Me vuelve a llamar y ahora su proximidad es notoria, por lo que no me queda más que frenar – Akko – Dice nuevamente y ahora me toma por el brazo, mirándome a los ojos a la vez que me sonríe, contento – Que bueno que te encuentro… Te estuve buscando.

Cuando lo miré, su sonrisa parecía sincera y también, su cabello estaba más desordenado que en un principio, se notaba cansado y algo ansioso, pero no supe realmente el por qué. Me separé de su agarre y lo observé con una ceja alzada.

- ¿Así que por fin te acuerdas de mí? – Dije y él parpadeo confundido al principio, para luego pasar a verse más relajado.

- Estuve buscándote todo este tiempo… ¿Estás enojada?

- ¿Tú que crees? – Le respondí acercándome a un pilar cercano a las ventanas, donde aproveché de dejar la losa sucia que había quedado después de comerme el pastel, me giré para verlo después, cruzándome de brazos – No se suponía que todas esas chicas te acosaran y no te dieran espacio para estar conmigo – Lo vi sonreír.

- ¿Eso significa que estabas celosa?

- ¡No! Significa que yo también quería destacar – Terminé gritándole y en su rostro noté como rápidamente su actitud cambiaba a una cara frustrada, para luego volver a ser la misma de antes, carismático.

- Ya veo – Murmuró, asegurándose apenas de que yo lo escuchase. Pronto, se acercó a mí, caminando lento, y me acorraló contra el pilar de la pared, colocando su mano y brazo derecho a un costado de mi cabeza. Aquello me intimidó un poco, pero decidí no demostrarlo, pues, todavía seguía enojada. Él continuó, imperturbable – No debes molestarte… Después de todo, a mí sólo me importa destacar contigo.

Chica endemoniada. Apostaba lo que fuese a que esta era una más de todas las estrategias que tenía para conquistar chicas de manera fácil y rápida en menos de quince segundos, raro no era que todas nuestras compañeras brillaran por él. Aun así, conmigo no le saldría tan fácil.

No le respondí, ni con palabras ni con gestos, pero tal vez mi cuerpo me traicionó un poco y me sonrojó. Lo supongo por el ardor de las mejillas y su sonrisa victoriosa, que luego se alejó de mí y quiso quitarse la corbata. Mencionó algo de sentirse incomoda ya, muchas horas escuchando a señoritas hablar la fatigaron.

- Debería quitarme esta ropa ahora ¿No crees? – Al escucharla, el estupor en mí salió arrancado en una brisa, y congelada en mi puesto, tartamudeé apenas:

- ¡¿Q-qué?! ¡¿T-te refieras aquí y ahora?! – Solté abrumada y ella rápidamente comenzó a reír, negando con la cabeza.

- Por supuesto que no… ¿Por qué pensaste en eso?

Alborotada aún, con las mejillas más coloradas que antes, alejé mi vista de su cuerpo y deslicé mis ojos hasta centrarlos más allá en el pasillo, donde otro joven conocido venía en mi dirección. Andrew corrió hasta quedarse frente a nosotras dos y allí, se alzó de cejas, incómodo por la situación.

- Akko… Ahm, te estaba buscando, pero no sabía que estabas con…

- Su novio – Lo cortó Diana, llegando hasta estar delante de él y extender su mano, que Andrew miró como objeto extraño y la apretó ligeramente, soltándole en un instante – Es un placer conocerte… Andrew Hanbriege ¿No?

- Sí, él mismo – Le continuó él, viéndose extrañado – Lamento no poder decir que te conozco… ¿A qué escuela vas?

- Oh, es que yo no soy de por aquí… Y dudo que conozcas el país de donde vengo, por lo cual, no vería necesidad en presentaciones de este tipo… Más bien, podrías decirme porqué buscabas a Akko.

Estaba segura de que al preguntarlo, Andrew fue tomado por sorpresa, porque no dijo palabra en más de un minuto completo. Sólo me miraba a mí y luego a Diana y otra vez a mí. Supuse que Diana lo estaba haciendo sólo para molestarlo y la verdad no me incomodó tanto, pues ya bien podía alardear de estar con el chico guapo y que esto se difundiera. Andrew sería excelente para difundirlo.

Entonces aclaró su garganta, llevando su puño a la altura de su boca y luego bajándolo de vuelta a un costado de su cuerpo. Y dijo:

- Sólo… me preocupé. Estaba hablando con ella cuando no la vi más, pensé que le pudo haber pasado algo malo… además, me sorprende encontrarla contigo, cuando dijo no haberte conocido al preguntárselo.

- Una novia celosa es una novia enojada ¿No es cierto, mi amor? – Diana llevó sus ojos azules a mí y con cautela tomó mi mano entre la suya, acercándola a sí misma. Nuevamente obtuve un sonrojo.

- ¿M-mi amor? – Pregunté nerviosa. Y tarde caí en cuenta de mi error, pues no debía hacerlo parecer ajeno, por supuesto que un novio podía dedicarme palabras cariñosas, eso no debería sorprenderme. Pero para mi suerte, Diana supo disimularlo muy bien.

- ¿Qué pasa? – Me habló, figurando que yo hubiese llamado por ella.

- Ahm… Creo que es mejor que… me acompañes a mi cuarto… la verdad es que no me siento muy bien.

- ¡¿A su cuarto?! – El sobresalto de Andrew nos hizo saltar a las dos.

Yo me apegué a Diana por error y ella me sostuvo, supongo yo, como acto instintivo de protección. Entonces creí que sería necesaria la retirada. Más no aguantaría de todos modos. Al diablo con esto, al diablo con el plan. Ahora lo único que quería era esconderme y ya no llevar esto a un grado más comprometedor. Nos despedimos de Andrew como pudimos y casi salimos corriendo por el pasillo, hasta llegar a mi cuarto. Al terminar de abrir la puerta fue que me detuve a examinar mi mano que todavía sostenía la de Diana y la solté casi de inmediato, caminando de espaldas a mi cama, completamente roja.

- Yo creo que ha salido bastante mal todo, pero podemos dejarlo en el pasado. De todas formas, gracias por intentarlo – Dije y casi sentí que vomitaba las palabras.

Tuve que sentarme en mi cama para pasar la vergüenza, pero poco y nada duró mi momento de sosiego, cuando Diana cerró la puerta detrás de ella y se acercó hasta posicionarse al lado mío. Ella me miró con la misma sonrisa que había dedicado a todas las demás chicas, pero su mirada era distinta, se notaba más alegre. Pensé que, quizás, se estaba burlando de mí y cuando le pregunté de qué se reía, ella levantó su dedo índice y señaló mi cara, precisamente mis labios, diciendo:

- Es que tienes una miga de algo ahí – Remarcó y se inclinó un poco más cerca de mí – Mm, parece un pedazo de bizcocho… ¿Estuviste comiendo a escondidas otra vez? Porque no recuerdo que hubiese… - Deslizó su dedo por sobre la comisura de mis labios y luego se lo llevó a la boca, comprobando el sabor – ¿Pastel de fresas o sí? – Mi corazón se detuvo por un segundo y tuve que respirar hondo, para contestarle.

- Es que… es que…

- O tal vez me equivoco y ese es sólo el sabor de tus labios ¿No? ¿Me equivoco, Akko? – Pronunció más cerca de mí y su voz se hundió, dejando paso a la intriga.

De pronto, su respirar se hizo más presente en mí y algo dentro de mi pecho se sintió extraño, conmocionado, casi como si quisiera explotar y salir de dentro de mí, pero no lo podía describir específicamente, porque no tenía conocimiento previo de él y me asustaba, me hacía temblar y sudar.

- ¿Puedo probarlo? – Su voz me despabiló, y cuando lo noté, ya estaba mucho más cerca, y sus ojos miraban mis labios como los míos miraban los suyos. Pero no le entendí ¿Qué era eso de probarlo? ¿Qué debía probar? – Tu boca…

Mis dudas se extendieron todavía más y, paradójicamente, no quise saber nada, cuando en un sublime contacto sentí como sus labios se encimaban con los míos y su toque, suave y húmedo, me cautivaba en un frenesí fruicioso de sensaciones inexpertas.

Su boca era suave, cálida, sabía bien y me encantó. Su roce era perfecto y me hacía sentir querida, en especial, cuando sus brazos me rodearon la espalda y su pecho se acercó al mío, haciéndome sentir su corazón latir tan alborotado como este propio aquí dentro. Luego se alejó, me miró a los ojos y con la punta de su nariz acarició la mía, volviendo a darme otro beso de la misma manera, incluso más apretado. Me sentí extraña, pero feliz, y sólo quería que me abrazara, que me abrazara fuerte.

Luego preguntó:

- ¿Te gustó? – Buscó mis ojos para decírmelo y yo asentí, embobada, haciéndola sonreír – Ya no hay nada que puedas envidiarle a otras chicas ¿No?

- Creo que no…

Mi voz apenas y pudo salir, apoyada en su pecho, me sentí como una niña que buscaba el calor de su oso de peluche en una noche de invierno. Diana irradió ese calor para mí, uno confortable y que no sabía que necesitaba hasta que me lo ofreció. Pero no tardó mucho en interrumpirlo tampoco. Después de acariciar mi pelo por un tiempo, me alejó y volvió a besarme, pero esta vez queriendo separar mis labios entre sí. No entendía su fijación por esto, hasta que aparentemente logró su cometido, y ahora su lengua entraba en mi boca.

Al principio me aparté, pues lo sentí extraño y yo misma ya me sentía rara. Las piernas me temblaban y las rodillas tiritaban incluso si no las movía. Además de que un nudo se hacía en mi garganta. Con todo esto y, aun así, no quise que parara por completo, sólo que me diera un tiempo.

- Es que yo no… no sé cómo… - Mascullé, intentado hablar lo más claro posible. Pero fallé miserablemente, haciéndola reír. Diana negó con la cabeza y me dijo que no me preocupara.

- A mí me gustan de todas formas.

Dijo y se acercó otra vez, sólo que ahora tiró de mí hacía atrás y me acomodó sobre la cama, yo agarrándome de sus hombros para evitar su lejanía. Entonces volvió a acercarse, encontrándome a mí misma con los labios levemente separados, esperándola dispuesta. Pero caóticamente, en ese instante, la puerta de mi habitación fue abierta y en ella se dejaron ver Sucy y Lotte entrando y hablando casualmente. Diana se quitó rápidamente de encima mío, sentándose a un lado, pero ya era tarde, pues ambas nos habían visto y lo que fue peor, del susto, supongo yo, el hechizo de transformación que mantenía a Diana con la apariencia de un chico se desvaneció en ese momento, llevando a ambas chicas a gritar de la sorpresa.

Temerosa, lo único que atiné a decir fue:

- N-no es lo que parece… - Y Diana, inmediatamente después de volver a su estado natural, complementó:

- Ahora es mucho peor…


Cualquier falta de ortografía o texto incoherente, como siempre digo: ¡Un hechicero lo hizo!

Espero les haya entretenido.

L-Lauriet