15/Agosto/2018

He tenido la idea de escribir en este cuaderno viejo mis emociones respecto a cosas que me pasen, no puedo ver todos los días a mi psiquiatra y a mi psicólogo para contarselo a alguien y mi memoria es mala, además de que me gusta hacerlo, cuando termino siento como si me hubiera quitado un peso de encima. Así que, aquí va (?).

Tuve hora con el psiquiatra hoy a las once y media, como siempre no quería ir, no soy fanático de madrugar, pero quise ser responsable y para evitarme un regaño feo de mi mamá, ya que me había dejado faltar a la escuela por lo mismo, me levanté y fui. Mi viaje en el autobus fue lo usual, saludé al chófer aparentando normalidad y me mantuve con la vista pegada en la pantalla de mi celular, avanzando en un capítulo de una de mis historias. Me bajé en la puerta de atrás para no hablarle al conductor ni a nadie y me alegré de que el timbre funcionara. No estoy seguro de que el exterior de la consulta me guste, parece una cárcel, es de un gris sin vida y la reja tiene mallas de alambre arriba. La recepcionista y su voz me agradan, es simpática y amable, no te trata como si fueras una persona enferma, me invitó a tomar asiento mientras esperaba porque había llegado temprano. Me puse los audífonos, puse a los Beatles e intenté avanzar otro poco en el capítulo, casi no escucho a mi psiquiatra llamarme.

Todavía no me decido si ella me cae bien, su nombre es Hitch, no es mala persona, pero me hace sentir como un estúpido a veces lo que me pone incómodo, no tengo el valor para decirselo, creo que sería maleducado de mi parte. Me hizo las preguntas de rutina, empezando por cómo han estado las cosas. Me encogí de hombros y le dije que bien, hundiendome más en el pequeño sofá como si intentara desaparecer, ante el mínimo movimiento el cuero protestaba con mi peso. Supe que no era una respuesta adecuada así que quise explicarme más diciendo que como todos los días: voy a la escuela, regreso a casa, y no salgo por el resto del día si puedo evitarlo. La siguiente pregunta fue cómo había estado mi ánimo y si seguía tomándome los medicamentos, respondí que bajo y que me tomaba la sertralina todos los días.

— ¿Por qué crees que tu ánimo ha estado bajo? ¿Por qué no ha cambiado?

Le dije que mis pensamientos eran los mismos de la última vez, que me disgustaba el monstruo horrible y deforme que veía en el espejo, sin un ápice de belleza no importa qué ángulo, que avergonzaba a mi familia y que ni debería estar vivo.

La doctora Hitch se mostró perpleja y me preguntó por qué pensaba de esa manera. Casi le espeté si estaba ciega, le dije que me mirara, que era una asquerosa bola de grasa, que mi cuerpo ya no tenía forma, ni qué decir de mi cara cubierta de acné, que me era imposible mirar a las personas a la cara.

—Eren, ¿recuerdas lo que hablamos la sesión pasada?

—Sobre... ¿Confianza? —Intenté hacer memoria, así de mala la tengo.

—Ajá, confiar en uno mismo, valorarse, amarse.

—Tareas imposibles.

— ¿Por qué lo dices?

—Porque —Mi expresión se tornó desolada y rebosante de amargura—, ¿Qué hay ahí para valorar? ¿Qué tengo que pueda ser amado? Nada.

—Si me permites preguntarte, Eren —La doctora puso su libreta sobre su regazo y de paso alisó los pliegues de su elegante falda—, ¿Qué hay de malo contigo? Has expresado inconformidad con tu cuerpo por tener mucho peso, pero, ¿Por qué es algo tan terrible para ti? Hay personas que creen que es un símbolo de belleza.

—Sí, claro —Resoplé, dejando a un lado mi timidez—, ¿Cómo puede ser bello tener obesidad mórbida o unos notables kilos de más? Esa gente está loca, quiere hacer normal algo tan desagradable.

Enseguida me sentí mal, no quería ser grosero.

—Quiero decir —Solté un suspiro—, si ellos se sienten cómodos así y son capaces de amarse, estupendo, no les deseo lo contrario, sólo que no puedo compartirlo.

Debe haberme encontrado más loco, porque me recetó un nuevo medicamento, creo que es risperidona, el mismo que toma mi mamá si no me equivoco. Genial, simplemente genial, ya van tres medicamentos en mi cómoda, siento como si tuviera setenta años y desbordado de enfermedades.

Tan pronto cómo llegué a mi casa, mi mamá, Carla, me preguntó cómo me fue, hace poco que empezó a preguntarlo, pero no la tomo en serio. Se había preocupado mucho al principio cuando una psiquiatra me diagnosticó depresión severa a los doce años, me acompañaba a todas las citas y trataba de que le confiara mis problemas, lo que me guardaba, lo que claramente afectaba mi salud mental. Pero como pasaron los años sin ningún cambio, supongo que se aburrió, se consiguió una pareja nueva (mis padres están separados) y tuvo a mi hermana Isabel. Ahora nuestra relación está enfriada, es una pregunta de rutina nada más, no me nace contarle de lo que hablo con los doctores.

—Bien.

Recién estaba cortando vegetales para hacer la comida, me dijo que si tenía hambre tenía que esperar. Me mosquee por su comentario y negué tener hambre, no es como si fuera un monstruo que come a todas horas. Le pregunté donde estaba Isabel.

Izzy entró dando saltitos en la cocina, haciendo rebotar sus moños pelirrojos. Al verme brilló con una sonrisa gigante y rodeó lo que alcanzaba de mi estrecha cintura con sus bracitos cortos, siempre es la más contenta con mi presencia.

— ¡Llegaste, hermano mayor! —Exclamó.

Metí los dedos en su cabeza pelirroja y froté su cuero cabelludo, enternecido.

— ¿Cómo te portaste?

— ¡Bien! Estuve jugando en la consola un rato, pero ya me aburrí.

Tironeó la punta del delantal de mamá y le pidió que la llevara a los juegos del parque a una cuadra. Ella le dijo que no, porque estaba ocupada.

—Además, ¿qué tal si hay niños? ¿Te quedarás ahí sentada, dejando que te pasen por encima?

Izzy hundió los hombros, y ya veía el comienzo de un puchero cuando se acordó de mí y sus inocentes ojos aguamarina se encendieron como dos luces de Navidad.

— ¿Tú puedes llevarme?

Tuve que decir que sí, mi psiquiatra me había alentado a que saliera más de la casa. Fuimos después de almorzar, en el camino Izzy balanceó nuestras manos, parloteando sobre lo primera que se le viniera a la mente. Yo murmuré afirmativas al azar, la mitad de mi atención estaba en ella, la otra mitad en la incomodidad que tenía pegada a la piel de estar expuesto al mundo, el sentir observado hasta el menor movimiento de mi rostro y mi cuerpo, de cada centímetro siendo juzgado, de cómo debía verme a sus ojos, a pesar de que era probable que nadie estuviera mirando. Fue como atravesar mi propio infierno personal una vez más.

En el parque había un par de niñas escalando por el tobogán, resbalaban en el intento pero seguían riendo felices. Mi hermana se detuvo y dudó, lo que no me gustó para nada pues suele ser confiada y entusiasta. Di un apretón alentador a su pequeña mano en la mía.

—Vamos, ve a jugar. Ellos no te van a morder.

No seas como yo, quise decir en realidad. Isabel hizo un puchero tímido y eligió los columpios solitarios para jugar. Me puse a vigilarla de pie, habían unas bancas no muy lejos pero no quería sentarme, sé que así mi aspecto de monstruo empeora.

Una niña como de la edad de Isabel, de pelo negro largo se acercó a donde estaba ella y le preguntó en un murmullo si podía unirsele, quizás vio en mi hermana la posibilidad de hacer una amiga. Izzy contestó que sí entre titubeos, era claro que su mayor deseo era esconderse. No, no hagas eso, la reprendí en mis pensamientos, mirala a los ojos, habla de tus gustos, eres demasiado pequeña para preocuparte por agradar.

Alguien tosió para llamar mi atención. Hice un mohín para mis adentros, preparando el saludo que había ensayado frente al espejo y que ya me olía a desastre. Era un chico que apenas sí conozco de cuando estaba en el jardín de niños, jugaba en el patio especial para nosotros con mi mejor amigo Armin, me creía un monstruo gigante y rugía, persiguiendolo para devorarlo. Había un vidrio de pared completo donde los padres podían observarnos, a veces lo veía a él, siempre acompañado de dos niños de cabeza rubia y una loca castaña que le ganaban en altura por varios centímetros, lo recuerdo por su mirada apática que me intimidaba y me causaba curiosidad, no sé de qué grado era ni su nombre, nunca habíamos hablado. En lo personal, me hubiera gustado que siguiera de esa forma.

— ¿Hola? —Sonreí con nerviosismo y estoy seguro de que el resultado fue patético.

Me contestó con un áspero cabeceo, cruzó los brazos y se sentó en la banca que rechacé. A juzgar por su expresión de insoportable aburrimiento lo habían forzado a venir y cualquier otro lugar sería mejor que este. Esperaba que lo entretuviera con una conversación.

—Así que, ¿cómo estás? —Me esforcé por no balbucear como un tonto.

—Aburrido. —Confirmó mis sospechas, apuntando con la cabeza a la niña que jugaba con Isabel. —Mi madre me obligó a traer a Mikasa, no dejaba de molestar.

—Oh. —La doctora Hitch me aconsejó expresar algunos de mis pensamientos aunque me parecieran una tontería. — ¿Es tu prima?

—Mi hermana. —Me aclaró, dirigiendome sus ojos azul plateado, eran bonitos.

Un intenso rubor quemó la piel a lo largo de mis mejillas.

—No sabía que tenías una hermana. —No pude sostenerla más de un instante y volví a mi tarea de cuidar a Isabel. —Yo también vine con la mía, mi mamá estaba ocupada. —Ese era un detalle que no tenía importancia, ¿Por qué lo dije? —Creo que se están haciendo amigas.

Mi hermana y Mikasa charlaban animadas y movían las manos, haciendo gestos curiosos.

—Nunca vi a mi hermana así.

—Yo tampoco. —Conté como si se tratase de un secreto. Intenté no hacer caso a la vocecita que me decía que había cometido un error. Todo estaba yendo bien en mi opinión. — ¿Mikasa juega videojuegos?

—Sí, ¿por qué?

—Porque Izzy los adora. —Esbocé una sonrisa contenta. —Ahora serán las mejores amigas, um...

Hasta ahí me di cuenta que no le había preguntado su nombre, y esa es una de las primeras cosas que se preguntan, ¿Ya dije cuanto apesto llevando una conversación?

—Soy Levi. —Se presentó finalmente.

Le dije mi nombre y él respondió que ya lo sabía, me pregunto quien se lo dijo.

*. *. *

Holaaaa, como ya sabrán algunos, decidí editar esta historia porque no terminaba de convencerme y sentí que me estaba guardando mucho. Así que aquí está mi nuevo intento que en realidad me fascina como quedó. Mi beta me dijo que en los diarios no se suele escribir con diálogos pero al menos yo escribo así en el mío x'D ojalá les guste y que puedan acompañarme otra vez.

Gracias por leer.