Pasé dos días encerrada sin querer ver a nadie.
Literalmente estaba en la mierda.
Cuando volví con Edward pensé que sería para siempre. Nunca me imaginé volver a estar sin él.
Mi madre entró a mi habitación a la semana y me obligó a ducharme y a vestirme con ropa que no fuese deportiva.
Salimos a dar un paseo y la sensación de mareo que tenía conmigo no se iba.
-Vamos a ir al médico. Me preocupas- me dice mi madre comiendo.
-Estoy bien mamá.
-Nadie se ha muerto por un corazón roto- le dice mi padre.
-Pero le está afectando mucho. Mira que ojeras, tienes la cara chupada, estás muy pálida y no quiero ni saber cuántos kilos has perdido desde la última vez que te vi bien- me regaña.
La última vez que mi madre me vio bien fue hace 5 meses. Edward y yo vinimos a pasar el fin de semana a aquí.
De hecho Edward se sentaba en la silla que tengo a mi derecha, recuerdo mientras miro la silla en cuestión.
-Lo dicho. Prepárate porque nos vamos al médico.
-Sí, mamá…- dije en el mismo tono que usaba cuando tenía 13 años y me mandaba hacer algo.
De camino hablamos sobre el trabajo.
Estaba 100% segura de que el trabajo en Holanda estaba cubierto y que mi puesto estaría ocupado ya, pero sin nada que me atase a ninguna ciudad podía volver a trabajar donde fuera.
Me tocó esperar una eternidad en el médico porque tenía la tarjeta sanitaria canadiense caducada.
Cuando por fin llegó mi turno quise entrar sola pero mi madre no me lo permitió. Alegó que mentiría al médico.
Así que los primeros cinco minutos los pasé escuchando como mi madre le contaba al médico mi vida, lo mal que estaba y lo poco que comía.
-Bien vamos a examinarte. Usted puede esperar fuera- le indica a mi madre.
-Pero…- comenzó a protestar.
-Mamá por favor…
Cuando mi madre abandona la habitación el médico me realiza una serie de observaciones rutinarias y me hace preguntas.
-Bueno, todo está normal físicamente pero para asegurarnos necesito que me dejes una muestra de orina y otra de sangre. Por otro lado me preocupa la salud mental.
-A ver, mi madre ha exagerado. He pasado una mala época, el trabajo donde trabajaba, valga la redundancia, se acabó y tuve que dejarlo, luego pasé una mala racha con mi pareja y finalmente la relación ha acabado. Es normal que esté triste.
-Sí, es normal. Pero si tiene algún tipo de pensamiento autodestructivo dígaselo a quien sea, no se quede sola, ocupe el tiempo haciendo cosas. Voy a recetarte unas pastillas…
-No quiero antidepresivos- dije claramente.
-No son antidepresivos, son más bien unas vitaminas que ayudan a tener más energía. Le ayudarán a afrontar el día a día, nada más- dijo escribiendo la receta.
Antes de salir de la consulta el médico me extrajo sangre y tuve que esperar como media hora a que me entrasen ganas de hacer pis.
Finalmente llegamos a casa justo para preparar la cena.
Mamá se empeñó en que le ayudase a limpiar el pescado para la cena y casi muero del asco en el proceso.
Después de cenar hice facetime con Ángela y Alice y les conté todo. Volví a llorar pero no tanto como los días anteriores.
Al día siguiente me sentí muy tentada a buscar a Edward en internet pero me abstuve. No obstante no pude evitar buscarme a mí misma.
Por el bien de mi salud mental decidí no entrar en los enlaces en los que se hablaba de Victoria Henderson pero sin querer volví a dar con el foro que comentaba mis estilismos hace años.
Me alegré mucho de volver a descubrirlo y releí uno a uno sus comentarios. Entre comentarios de moda también había muchos opinando de mi vida personal. En las últimas páginas muchas habían notado mi ausencia del panorama público y echaban de menos mis estilismos. Me reí porque la mayoría de las fotos eran mías entrando o saliendo a trabajar del despacho.
El lunes de la semana siguiente el médico me llamó para recoger mis resultados.
Estaba tranquila y me encontraba mucho mejor de ánimo. Tal vez por las pastillas o tal vez por haber estado buscando trabajo durante todo el fin de semana.
-Isabella Swan, pase- dijo el doctor reconociéndome.
Nos sentamos en las sillas y me felicitó porque me veía mucho mejor.
-Bueno vamos con esos análisis. Tienes el hierro un poco bajo por lo que te voy a recetar complementos alimenticios. Pero aparte de eso todo está bien.
-Oh menos mal- dije aliviada.
-Espera, estos no son tus análisis- dice leyendo el informe médico- perdona he debido confundirlo con otra carpeta- dice girándose para coger otra carpeta de un archivador en forma de acordeón que tenía detrás de su escritorio.
-Este es. ¿Isabella Swan cierto?- asentí- me había resultado raro leer en esos análisis que tenía usted 56 años- me reí.
-Tengo 34.
El médico se quedó callado viendo los análisis.
-Pasa a la camilla por favor- me indica.
Abandona la consulta y extrañada le espero tumbada.
Entra acompañado de una enfermera y un equipo tecnológico con televisor.
-¿Ocurre algo?- pregunto preocupada.
-Los análisis dicen que está embarazada.
Juro que la habitación giró y sentí el vómito en la garganta. Mis manos empezaron a temblar y el frío se apoderó de mi cuerpo.
-Tomo la píldora es…-
-Es improbable pero no imposible. Además usted me dijo que había tenido una mala recha ¿cierto?- asentí- es posible que olvidara alguna dosis- explica el doctor.
Negué.
Siempre cumplía con todas las tomas. Tenía una alarma en el móvil.
La enfermera me levantó la camiseta y me esparció un líquido frío y pegajoso en mi abdomen. A continuación pasó una especie de mando por toda mi piel y la pantalla comenzó a llenarse de color azul oscuro y blanco.
-Sí, fíjese. Eso que ve ahí- dijo señalando un punto en el que yo no veía nada- es su bebé. Tiene casi tres meses. ¿No ha notado la ausencia de la menstruación?
-Pues… no- digo pensando en la última vez que tuve la regla. Aun seguía trabajando.
-10 semanas aproximadamente por el tamaño del feto. Apúntalo- le dice al doctor.
-Oh vaya- digo mirando la pantalla. La vista se me nubla con las lágrimas que finalmente resbalan por mi cara.
El doctor habla conmigo después y me nombra todas las opciones.
-De momento no voy a decidir nada- le aseguro- ¿es seguro viajar en avión?
Él asiente con la cabeza.
Cuando llego a casa de mis padres no cuento la noticia porque primero quiero saber qué hacer al respecto.
Horas más tarde he decidido que voy a tener al bebé.
Tengo 34 años y aunque hasta ahora el instinto maternal no ha aflorado en mí no me veo sin este bebé.
Además es un hijo de Edward.
Será un bebé con ojos verdes que frunce mucho el ceño pero también será muy guapo.
Cuento la noticia a mis padres cenando al día siguiente.
Mi padre está un poco en shock pero mi madre salta de alegría.
Tendrá un nieto.
-Supongo que es de Edward ¿no?
-¡Mamá! pues claro- digo ofendida.
-Se lo contarás.
-Lo haré. Pero no sé cuando- digo mirando por la ventana.
-Antes de que nazca estaría bien.
-Renée- la regaña Charlie.
-Edward no tenía mucho tiempo para mí así que tampoco tendrá mucho tiempo para el bebé. Aun hay cosas que no he pensado pero… poco a poco.
-Claro.
-Creo que Edward estará feliz y eso que dices del tiempo… Para un hijo sacas tiempo de donde sea- me dice mi padre.
El gran problema es que Edward y yo ya no estamos juntos. Pero este bebé… cambia las cosas, al menos para mí.
No puedo permitir que crezca con padres separados que se quieren.
Definitivamente tengo que hablar con Edward.
Compro un vuelo para pasado mañana en primera clase.
Durante el vuelo reviso las fotos de pequeña que me ha enviado mi madre. La verdad es que cada vez que imagino al bebé imagino un niño con los rasgos de Edward. Pero también podría ser una niña con pelo castaño y ojos marrones apasionada a jugar con camiones en lugar de con muñecas, como yo de pequeña.
Cuando compré el vuelo no calculé las horas y cuando llego a Washington D.C son las tres de la mañana.
No puedo ir a casa a esta hora.
Edward estará durmiendo.
O de viaje.
O con Victoria.
Desecho esa última idea. Voy a tener que creerle si pretendo que mi bebé tenga dos padres unidos.
Recuerdo entonces mi apartamento en pleno centro. Reviso que aun tenga las llaves y pido un taxi hasta allí.
El apartamento huele a cerrado y tiene polvo por todas partes. Hace frío.
Tengo tanto sueño que no me importa todo eso y me voy directamente a la cama.
A la mañana siguiente son las 11 cuando me despierto. Me asombra haber dormido tanto.
Me doy una ducha y me esmero en arreglarme.
Las ojeras tienen que desaparecer, así como la palidez y el pelo electrocutado. Para eso uso a mis viejos amigos el corrector, el blush y las planchas del pelo.
Les pido perdón cuando los vuelvo a utilizar después de meses abandonados en el cajón.
Hace fresco pero me apetece ponerme un vestido así que me pongo un pichi de pata de gallo encima de un jersey blanco con cuello vuelto. Medias negras de cristal y botines con un poco de tacón, muy cómodos. Encima me pongo un abrigo negro de lana.
Me pinto los labios color nude y salgo a la calle.
He decidido no pensar demasiado lo que estoy a punto de hacer porque corro el riesgo de cagarme de miedo y no hacerlo.
Aun así estoy asustada.
Paso el control de la urbanización y cuando paro frente a la puerta de la casa tengo que obligarme a tragarme mi miedo.
Tecleo el código de seguridad y la verja se abre.
El equipo de seguridad me habrá visto ya por las cámaras de vigilancia.
Subo la cuesta que conduce a la casa y que está acordonada por pequeños matorrales.
La casa por fuera sigue igual de imponente, aunque lo que a mí me impone está en el interior.
Abro la puerta usando la llave.
Había olvidado el recibimiento de la fuente y el sonido del agua que inundan los oídos nada más entrar.
Escucho voces arriba.
Dos personas conversando.
Mike sale del salón con el móvil en la mano.
Su gesto denota sorpresa al verme.
-Señorita Swan.
-Hola Mike, ¿está Edward?
Asiente y señala el piso de arriba.
Subo las escaleras.
Las puertas correderas del despacho están entreabiertas y oigo su voz.
-Hay que mirar sus cuentas privadas. Tiene que estar ahí.
-Lo hicimos y no encontramos nada. Edward- esa era la voz de Victoria. Sin duda.
-Hacedlo otra vez. Revisad su cartilla del banco si es preciso, tengo un pálpito.
Ella se ríe.
-Te juegas mucho por una simple corazonada.
-Pero si es cierto salvaré a muchos- dice serio.
-Es verdad.
En ese momento camino hasta las puertas correderas y las abro completamente.
Ambos se quedan sorprendidos de verme. Pero sin duda la cara de Edward es un poema.
-¿Interrumpo?
-Sí.
-No.
Dijeron al mismo tiempo Victoria y Edward respectivamente.
-Victoria es hora de comer. ¿Por qué no bajas?- la invito entrando en la habitación- Si el jet lag no me confunde creo que hoy es día de estofado. La señora Eve hace el mejor estofado que he probado nunca.
Mira a Edward y este asiente.
Recoge los papeles que hay en su mesa y abandona el despacho.
Me aseguro de cerrar bien la puerta antes de girarme y hablar con él.
-¿Qué haces aquí?- pregunta poniéndose de pie.
Tiene unas ojeras enormes y el pelo está más que despeinado.
-Tengo que hablar contigo- digo acercándome a la mesa.
-Tú dirás. Pensé que no querías volver, las circunstancias no eran favorables para ti- me reprocha.
-Y así es. Las circunstancias no son nada favorables pero hay factores que han cambiado.
-¿Cuáles?
-Estoy segura de que de no haberse producido el cambio nunca hubiera regresado- Edward me mira expectante- He ido al médico, estoy embarazada. 10 semanas- digo enseñándole la ecografía que tenía en el móvil.
Cuando coge el móvil este casi resbala de sus manos y sus cejas suben sorprendido al ver la imagen.
Pasa minutos mirándola sin decir nada.
-¿Qué es?- dice frunciendo el ceño.
-No lo sé aun. Es pronto.
-¿Cómo no te diste cuenta?- pregunta sin levantar la mirada de la pantalla.
Le miro con reproche.
-Tenía muchas cosas en la cabeza-
Edward me devuelve el móvil y se sienta de nuevo.
Pasa sus manos por la cabeza despeinándose aun más.
-No estaba preparado para esto.
-Yo tampoco pero ha ocurrido.
-¿Qué quieres hacer?
-Voy a tener el bebé- afirmo segura- ¿tú?
Él levanta su mirada hacia mí rápidamente.
-Por supuesto que quiero tener al bebé- dice enfadado- pero no quiero que crezca con padres separados.
Nos sumimos en un profundo silencio.
-Yo tampoco quiero que crezca con padres separados- digo mirándole.
Él levanta la mirada hacia mí llena de dudas pero con algo de esperanza.
-¿Estás diciendo qué…
-Estoy diciendo que por el bebé estoy dispuesta a dar otro salto de fe.
Él sonríe ampliamente.
Se levanta y camina hasta llegar a mí.
Noto la duda cuando me rodea con sus brazos pero finalmente lo hace y después de tantos días separados tanto física como psicológicamente por fin vuelvo a estar junto a él.
Segundos más tarde me separo.
-Gracias- dice intentando besarme.
-No Edward- digo separándome- no pidas volver al 100% desde el principio porque no puedo. Dame tiempo por favor.
-De acuerdo. Lo entiendo- responde levantando las manos en un gesto de paz- ¿vas a volver a casa?
-No lo sé.
-Vuelve. Por favor- me pide en voz baja y apenada.
Me encojo de hombros indecisa.
-Por favor- repite tomándome las manos entre las suyas.
Finalmente acepto. No podemos trabajar en la relación cuando apenas nos vemos.
-¿Cuándo has vuelto?
-Anoche.
-¿Dónde has dormido?
-En mi piso.
Asiente con la cabeza.
-Tengo allí mis cosas.
-Podemos ir a por ellas después de comer- dice mirando el reloj.
-Puedo ir sola. Estás trabajando.
-¡No! Le diré a Victoria que se marche. Comeremos y nos vamos.
Salimos del despacho y bajamos las escaleras hasta la cocina. Victoria está comiendo mientras habla por teléfono.
-Tendremos que aplazar todo a mañana- dice Edward en cuando Victoria cuelga.
-¿En serio? Genial porque estoy agotada de esto.
-Ya falta poco- anima Edward.
-Por cierto Isabella. Tenías razón, el mejor estofado- dice guiñándome un ojo antes de salir.
-Siéntate- me pide Edward quitando el plato de Victoria-
Me sirve una gran porción de estofado.
-Come-
-No me lo voy a comer entero.
-Estás embarazada.
-¿Y qué?
-Pues que tienes que comer- explica como si fuera obvio.
-En la medida que tenga hambre- digo comenzando a pinchar la carne.
Edward se sirve otro plato de comida igual que el mío. Es su ración habitual.
-¿Te has encontrado bien?- pregunta intentando crear conversación.
-Sí. Ni un síntoma.
-Eso es bueno, ¿no?
-Eso creo.
Volvemos a comer en silencio.
-Siento mucho ocultarte cosas- dice de repente.
-Pues no lo hagas- pido mirándole.
-Cuando te lo cuente lo entenderás.
-No sé si voy a querer que me lo cuentes después de todo- digo seria.
Edward frunce el ceño.
Comemos en silencio y cuando acabamos salimos hacia el garaje para coger el coche.
En mi apartamento pasamos solo 10 minutos. Lo que tardamos en recoger todo y meterlo al coche.
De vuelta Edward habla:
-Tengo un evento esta noche. En la casa blanca. ¿Quieres venir?
-Mmm no la verdad. Estoy cansada del vuelo.
-Cierto. Perdón por no tenerlo en cuenta.
Cuando llegamos a casa paso toda la tarde ordenando mis cosas en los armarios. Edward está en el despacho pero se pasea de vez en cuando por aquí.
A las 8 aparece vestido elegantemente.
-Me voy- dice desde la puerta- no he podido cancelarlo pero espero poder venir pronto.
-No te preocupes, es trabajo- digo encogiéndome de hombros resignada.
-Sí pero tú y el bebé sois más importantes -dice mirando mi abdomen- Volveré pronto.
Son las 11 de la noche cuando escucho llegar un coche. Edward sube a los cinco minutos.
-Has llegado pronto- digo poniendo en pausa la serie que estaba viendo en la tele.
-Te prometí que lo haría.
Le sonrío levemente antes de volver mi atención a la tele.
Cuando Edward vuelve vestido con el pijama se mete directamente bajo las sábanas al contrario que yo.
-¿Cuál es?
-El cuento de la criada.
Ambos vemos el capítulo en silencio y cuando este acaba apago la tele y me meto bajo las sábanas.
Al contrario de cómo hacíamos antes hay un espacio en el medio de la cama.
-Bella- susurra Edward en la oscuridad.
-Que.
-Estoy muy feliz de que hayas vuelto- dice pasando la mano sobre mi hombro- y de que no vengas sola- dice bajando la mano hasta mi vientre. Da un suave roce y aparta la mano.
.
Han pasado tres semanas desde que ''volvimos''.
Nada es como antes.
Sigo esperando que me cuente eso que no puede contarme y aclarará toda esta mierda de situación. Sin embargo una parte de mí está cansada y ya no le interesa saberlo. Al fin y al cabo la realidad es la que es.
Y la realidad es que Edward no para en casa.
Nuestra relación es fría pero cordial.
Todos los días me pregunta por el bebé y a veces noto en sus ojos que quiere acercarse pero se contiene.
Es un lunes por la mañana cuando todo cambia.
Para empezar cuando me levanto Edward está sentado en la cama totalmente vestido mirándome.
-Buenos días- dice sin moverse.
-¿Qué pasa?
-Quiero pedirte un favor.
Al no decir nada lo toma como un consentimiento por mi parte.
-Quiero que pongas la tele, un canal de noticias nacional, el que quieras. Por favor, es importante para mí que lo veas.
Asiento con la cabeza.
-Gracias. Tengo que irme. No sé cuánto va a durar mi día hoy pero supongo que llegaré tarde- dice levantándose de la cama y abandonando la habitación.
Son cerca de las 11 cuando el programa de noticias que llevo viendo informa de una noticia de última hora.
Aparecen imágenes de policías en diferentes localizaciones.
La presentadora informa de corrupción en el partido demócrata de los Estados Unidos.
Me siento en la cama viendo una y otra vez las mismas imágenes.
La cuarta vez que las veo reconozco una de las localizaciones. Es la casa de Ben Warren, el senador de Minnesota. Acompañé a Edward a una cena allí una vez.
Durante toda la mañana no me despego de la tele.
Se calcula que varios miembros del partido han malversado fondos públicos para su propio beneficio. La suma total llega a cientos de millones de dólares.
Son las 2 de la mañana cuando Edward llega a casa.
Continuo en el salón con la tele puesta.
-Supongo que lo has visto- asume.
-¿Era esto lo que no podías contarme? ¿Qué miembros de tu partido eran corruptos?
-¿Me dejas darme una ducha y tomarme un café? Después te lo contaré todo.
Asiento con la cabeza.
Cuando Edward baja a la primera planta le tengo preparado un café americano mientras yo tomo un vaso de leche.
-Voy a contártelo todo y luego te explicaré por qué no podía decirte nada- dice sentándose frente a mí- Victoria había notado comportamientos extraños en algunos miembros del partido. Ropa nueva, coches nuevos, viajes, colegios caros para sus hijos e hijos de amigos, excentricidades… Sabe que yo tengo buena relación con casi todos los miembros del senado así que contacto conmigo para conseguir más información. Yo no notaba nada raro, este trabajo te permite darte algunos lujos, pero el día que perdiste tu trabajo el presidente nos pasó una carta donde congelaba los fondos destinados a diferentes proyectos incluido el tuyo- dice mirándome- Comencé a investigar por mi cuenta pero empezaba a ser sospechoso así que pedí ayuda a Victoria. Ella fue la que realizó la conexión entre el paro de esos proyectos y los gastos anómalos de algunos de mis compañeros. Ella tiene acceso a mucha más información que yo, no me preguntes cómo, pero durante estos meses hemos ido siguiendo la pista a cada uno de los miembros del senado de mi partido. El viaje a Chicago y luego a Miami fue por eso, porque Victoria se enteró de que algunos estaban allí fundiendo la tarjeta de crédito destinada a gastos laborales en hoteles de lujo.
A raíz de eso comenzamos a analizar los ingresos que tenía cada senador, cosa nada sencilla. Y cuando tuvimos algunas cabezas señaladas tampoco teníamos como atraparlos con las manos en la masa. Hemos vendido información del partido a los periodistas para que ellos continúen la investigación.
-No sé qué decir- respondo después de un minuto.
-No pude contarte nada por un motivo principalmente. No saber nada te mantenía segura.
-¿Segura de qué o quién?- pregunto extrañada.
-Esto no va a gustar Bella. No solo he acabado con carreras políticas, también con la imagen y reputación de muchos de ellos. Y con ellos se ha ido la reputación del partido a la mierda. Las elecciones presidenciales son en año y medio, no es tiempo suficiente para que esto se olvide. Debería haberme mantenido callado para mantener la buena imagen del partido pero no podía.
-Porque eres…- comencé.
-Por ti- dijo levantándose del taburete y saliendo de la cocina.
Volvió a los pocos minutos con varias carpetas.
-Por esto- dijo entregándome una carpeta azul.
Era la presentación del proyecto que les entregamos hace casi tres años. La idea principal de lo que iba a ser y ya nunca será.
-Te he visto trabajar día a día aquí. He sido testigo de tu esfuerzo y tu dedicación y más tarde he sido testigo de lo que te quitaron al congelar el proyecto. Pensaba en ti y en los miles de personas como tú y no podía permitir que os hicieran eso a cambio de una reputación y de hacer la vista gorda hacia una cosa que estaba mal, porque gastarte dinero que no es tuyo está mal, muy mal. Y personalmente también me afectaba a mí, ese proyecto te trajo de vuelta a mí, así que me lo tomé muy enserio. Te perdí en el proceso pero al menos ahora puedo decirte que volverás a tener tu trabajo de vuelta.
-Edward…- intento interrumpirle pero no me deja.
-Mantenerte en la ignorancia te hacía estar segura. Detrás de la pose de político controlado hay mucho poder descontrolado y sé que van a hacérmelo pagar. Van a ponerme la zancadilla de aquí en adelante y me da igual de verdad, pero no me da igual que te usen a ti para hacerme pagar a mí. El día que te dije que tenías que irte no te estaba echando. Había quedado en reunirme aquí con algunos de ellos para que confesaran y poder atacarlos de alguna manera. Los despachos no son zonas seguras, hay demasiados oídos indiscretos, sin embargo esta casa me proporcionaba la privacidad necesaria. No quería que el día de mañana un juez te hiciera sentarte en un banquillo por haber sido testigo de ciertas conversaciones. Por eso pedí a Mike expresamente que te registrase en el hotel y que las cámaras de seguridad captaran el coche en el parking. Siento no haber podido ser sincero pero no me arrepiento porque tú estás segura- dice suspirando.
Me levanto del taburete y paseo por la cocina intentando comprender lo que me ha dicho.
-¿Por qué no me advertiste? Podría haber sabido llevar mejor la situación si hubiera sabido que era algo relacionado con el trabajo, algo turbio. No necesitaba conocer los detalles pero no sé… algo que me ayudase a comprender.
-Bella, tú no eres el tipo de persona al que contarle una cosa y no entrar en detalles. Quieres saber todo y me gusta eso de ti, pero no si eso iba a jugar en tu contra.
-Me fui a Canadá. Te dejé- le recordé- y tú estabas metido en todo esto, solo- digo comenzando a llorar de culpabilidad.
-Bella, no pienses eso. No he sido feliz estos últimos meses viendo como nuestra relación se iba a la mierda pero siempre pensaba que tú estabas segura y eso me consolaba- dice llegando hasta mí.
-Fui injusta contigo y…- digo bajando la cabeza.
-Actuaste de acuerdo a la información que tenías.
-Estaba muy enfadada-
-Yo también lo estaría si hubiese sido tú- dice abrazándome finalmente.
Dejo escapar algunas lágrimas de frustración y rabia.
-¿Sigues enfadada?
-Sí.
Él suelta un suspiro y me separa de su pecho para poder mirarle a la cara.
-¿Qué más tengo que hacer? Necesito que me perdones no puedo seguir contigo así- pide triste.
-No estoy enfadada contigo- susurro tocándole la mejilla- estoy enfadada con la situación. Enfadada con tu trabajo que nuevamente nos ha puesto en esta situación. Pero a la vez estoy orgullosa de ti y de que te dediques a esto, porque el mundo político necesita a más personas como tú. El problema es el precio a pagar en el terreno personal…
-No he roto mi promesa, tú siempre has estado antes que mi trabajo- dice cogiendo mi mano y besándola.
-Lo sé, ahora lo sé. De verdad llegué a pensar que tenías algo con Victoria.
-¿Por qué pensaste eso?
-Porque pasabas poco tiempo en casa, no me cogías las llamadas nunca y siempre que llamaba al despacho contestaba ella o sea que Heidi tampoco estaba. Luego la revista y el colofón fue el día que me fui. Ella entraba cuando yo me iba.
-Lo siento mucho por eso también. Pero no, Victoria solo ha sido una buena compañera. Me ha ayudado mucho y sin ella no hubiera podido llegar al fondo de todo esto.
-Siento no haber tenido visión para ver que más allá de tus actos había un por qué. Creo que si hubiera pasado hace… no sé un año, no hubiera reaccionado igual.
-Mis actos en el pasado contigo no juegan a mi favor.
-Perder el trabajo me afectó demasiado.
Asiente con la cabeza.
-Yo también he pensado eso, que esta crisis entre nosotros no hubiera llegado tan lejos si nos hubiera pillado en otro momento. También creo que el embarazo ha podido influir- sostiene mientras baja una mano a mi abdomen.
La mueve por mi piel pero no nota nada.
-Está plano aun- digo apoyando mi mano sobre la suya.
-Aun no me lo creo del todo- confiesa riendo mirando nuestras manos.
-Es extraño porque no me había planteado tener hijos aun pero ahora creo que ha llegado en el momento correcto.
Asiente estando de acuerdo conmigo.
-Realmente es un milagro. Porque siempre hemos tomado precauciones- le digo.
-La píldora no es imbatible, al parecer no para mí al menos- dice chuleando.
Me río de su comentario.
Después de un minuto sumidos en silencio vuelve a hablar.
-No sé qué va a pasar ahora en mi trabajo pero sí sé que voy a hacer todo pensando en ti y en el bebé- me promete.
Sellamos la promesa con un beso.
Hace más de un mes que no compartimos ningún beso.
Con sus manos en la zona baja de mi espalda me aprieta contra su pecho pero el dolor me para.
-Espera, espera, espera- pido separándome.
-¿Qué ocurre?- dice preocupado.
-Es el pecho, me duele-
-Oh- dice comprendiendo.
Volvemos a besarnos manteniendo la distancia entre nuestros pechos.
10 minutos más tarde estoy sentada en el desayunador con Edward entre mis piernas empujando en mi interior suavemente.
-Te amo- susurra una y otra vez.
-Te amo- le digo en respuesta.
Cuando ambos compartimos el orgasmo gemimos entre besos.
-¿Estás bien?- pregunta preocupado al acabar.
-Estoy genial- digo pasándole los brazos por detrás del cuello.
.
A la mañana siguiente comenzó el asedio.
El teléfono de Edward sonaba todos los días a todas horas.
Caminar por la calle sin ser señalados era imposible.
Edward no lo estaba pasando bien en el trabajo. Su partido se había vuelto en su contra pero de cara al público tenían que seguir manteniendo la imagen de unidad.
Una noche acostumbrada a esperar a Edward a que llegase a casa estaba sentada en el sofá cuando noté movimiento.
El bebé se movía.
Puse la mano en mi vientre que seguía prácticamente plano. Solo se veía un poco hinchado por las noches pero a penas era perceptible. De hecho más allá de la familia nadie sabía que estaba embarazada. Ni si quiera mis amigas.
Me incorporé para notar mejor sus movimientos.
-¿Qué pasa?- preguntó Edward. No me había dado cuenta de que ya había llegado.
Asustado llegó hasta mí y levantó mi cara.
-Se mueve- le explico sonriendo.
Su cara es indescriptible.
-Pon la mano aquí- digo cogiéndole una mano y poniéndola justo donde estaba la mía.
Pasan los minutos pero el bebé no se mueve.
Edward frunce el ceño y antes de poder darme cuenta se arrodilla y levanta mi camiseta.
-Hola bebé- susurra sobre mi piel. Comienza a dar besos suaves al lado de mi ombligo.
El bebé se mueve nuevamente justo donde tiene apoyada su cara.
-Oh- dice sorprendido riendo.
Son más de las tres de la mañana cuando nos vamos a dormir ese día.
.
Estoy casi de cinco meses cuando la barriga se me empieza a notar.
Me niego usar ropa de embarazada pero con todo lo que está cayendo en la calle con el escándalo político me veo forzada a ocultar el embarazo cuando salgo a la calle.
Estoy preocupada por Edward. Lo veo mal y eso me pone mal a mí.
Lo que a su vez también hace que se sienta mal.
Cada día comprendo más el por qué Edward se tomó tan en serio el que yo perdiera mi trabajo y lo que eso supuso para mí.
Todo es muy complicado.
La familia de Edward había venido a visitarnos por todo el escándalo político. Carlisle intentaba guiar a Edward pero tampoco servía de mucho.
Finalmente hace dos días durante la cena nos anunció que iba a dimitir.
-No tienes por qué hacerlo- le intenté convencer después de cenar paseando por el jardín.
-No me está aportando nada bueno. No cuento con el apoyo de mi partido por lo que no puedo llevar a cabo mi trabajo y eso me frustra lo que a su vez repercute en estar perdiendo tiempo de estar contigo y el niño.
-Yo te voy a apoyar con lo quieras hacer. Pero sea lo que sea tienes que ser feliz. Es la única norma- digo mirándole a los ojos.
-Gracias- dice abrazándome.
-¿Por qué?
-Por ser tú, por estar conmigo pese a todo- dice besándome.
Edward había comunicado su decisión al presidente el cual se tomó la noticia con demasiada felicidad.
Hoy había programado una rueda de prensa para los medios a la cual me pidió encarecidamente que no fuese, por mi seguridad.
Le hice caso y ahora estoy en casa esperando a que empiece la retransmisión en directo en la televisión.
No diré que no tenía planeado un plan B y por eso estaba vestida elegantemente con un vestido verde agua y zapatos a juego de tacón. En función de cómo viera a Edward en la tele iría hasta allí o no.
Solo me bastó ver un primer plano de su cara para saber que me necesitaba allí, en uno de los peores días de su vida, pues estaba renunciando a todo lo que había sido durante estos casi 45 años.
Iba a ir conduciendo mi propio coche pero el bebé no paraba de patear notando mi nerviosismo y pedí al equipo de seguridad que me llevarán allí.
Cuando llegué la conferencia ya había acabado, pero Edward estaba recogiendo su despacho.
Fuera estaba su familia, compañeros de gobierno que sí le apoyaban, Heidi, Victoria y un viejo conocido.
-Edward ha pedido estar solo- me dijo Jasper mirándome mal e interponiéndose entre la puerta y yo.
-Aparta- digo levantando la cara para que vea quien soy.
-Tú…- escupe con rabia- detrás de cada mala decisión dada por Edward siempre estás tú.
-He dicho que te apartes, gilipollas- digo dándole un empujón y quitándole de la puerta.
Cuando entro en el despacho Edward está dándome la espalda sentado en su mesa mirando a través de la ventana.
-Edward- digo acercándome.
-Te pedí que te quedarás en casa- dice sin girarse.
Cuando llego hasta él noto sus ojos rojos.
Irrumpo su espacio personal y le abrazo.
-No me pidas que no esté aquí contigo cuando estás renunciando a todo por lo que has luchado hasta ahora. Somos un equipo, tú me cuidas y yo te cuido, ¿vale?
Edward pasa un brazo por mi espalda pegándome a él todo lo que puede.
-Me siento un poco perdido. Nadie valora lo que he hecho.
-Claro que sí. Nosotros, el pueblo, lo valora. Esto- digo señalando a la casa blanca tras la ventana- no es el mundo real, eso otro- digo señalando a la multitud apostada frente a la casa blanca protestando por el escándalo- sí lo es. Estoy tan orgullosa de ti que no puedes ni hacerte una idea y estoy segura de que él también lo estará- digo poniendo mi mano sobre mi tripa perfectamente perceptible con este vestido.
-Te quiero- dice besándome y poniendo la mano encima de la mía.
A la salida del despacho se encontraba toda la prensa esperando a Edward. Nadie se esperaba verme a mí a su lado porque llevábamos meses sin mostrarnos en público. Mucho menos esperaban verme embarazada.
Al día siguiente salimos en toda la prensa, tanto la audiovisual como la escrita.
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4 meses después
Tras la dimisión de Edward nuestra vida cambió mucho y muy rápido. Nos vimos obligados a mudarnos y decidimos trasladarnos a Chicago con su familia.
Ambos habíamos decidido no trabajar hasta que llegase el momento del parto. Lo cual iba a suceder en escasos días.
-¿Qué te está dando de comer mami?- pregunta mirando a mi enorme tripa mientras coge el bol donde antes había helado de chocolate.
-Chocolate- digo chupando la cuchara.
Edward ríe y me besa la nariz.
-¿Crees que va a nacer hoy?- pregunta acariciando mi abdomen.
-Espero, porque no puedo más. Estoy agotada- digo apoyándome en la mesa de atrás.
Había salido de cuentas antes de ayer pero el bebé no tenía muchas ganas de salir.
Me encontraba cansada y pesada.
Llevo casi dos semanas sin dormir por las noches por la incomodidad. Así que Edward solía encontrarme en la cocina siempre comiendo a altas horas de la madrugada.
Hoy eran las 6 de la mañana.
-¿Crees que un baño ayudaría?
-Suena genial- digo sonriendo.
Estamos en abril y aun hace frío para usar la piscina del jardín, así que usamos la piscina cubierta que tiene el gimnasio.
Al volver a Chicago alquilamos una casa en un barrio familiar con todo tipo de comodidades.
-No te lo pongas- dice cuando camino hasta el armario donde están los bañadores y las toallas.
Me ayuda a desvestirme y luego se quita la ropa él.
Me ayuda a meterme en la piscina con cuidado con las escaleras porque con mi tripa no me veo los pies.
Nadamos juntos un poco y después me dejo flotar.
En el agua es donde más cómoda estoy porque no noto mi peso.
-Me gusta verte así- comenta Edward sentado en el borde de la piscina.
-¿Gorda? O ¿cansada?- pregunto en tono de broma.
-Embarazada- responde riendo- me gusta saber que dentro llevas a mi bebé.
-Entonces deberías hacer una foto porque espero que hoy sea el último día que me vea así- digo incorporándome y saliendo de la piscina.
-Siempre podemos tener otro- comenta como si nada.
-Aun no ha nacido este y ¿quieres otro?
Edward se encoje de hombros.
-Todo se irá viendo- digo sentándome en la hamaca de madera para repartirme aceite de almendras dulces por el cuerpo.
Hasta ahora he podido evitar las estrías.
Edward llega hasta mí y me quita el bote de aceite de las manos para repartírmelo él por la espalda.
-Estoy preocupada- le confieso.
-¿Por qué?
-Por el parto.
-No pienses en ello. Yo voy a estar ahí a tu lado, nada os va a pasar- dice besándome la mejilla.
-Temo no poder soportar el dolor y que le pase algo al bebé. Si hay un momento donde no puede respirar, o si sufre…- confieso.
-Bella, tienes que confiar en que todo va a salir bien. Me he encargado de que tengas los mejores especialistas a tu lado.
-Gracias- digo girándome hacia él.
Continúa esparciendo el aceite por mi tripa. El bebé no se mueve.
Cuando pasa una mano por la zona baja de mi abdomen, un escalofrío recorre mi vientre.
-¿Qué?- dice al notarlo-
Le miro con toda la intención del mundo porque últimamente las hormonas solo me piden sexo, sexo y sexo. Sexo a la hora de comer, sexo en la ducha, sexo en el coche… Edward está disfrutando claro, aunque a veces me preocupa mi apetito sexual.
-Conozco esa mirada- ríe.
Paso una mano por su ingle, agarrando su pene.
Se endurece en segundos.
Edward quiere preliminares pero no los necesito.
No duro más de 5 minutos y arrastro a Edward conmigo.
-Me vas a secar- dice saliendo de mi interior.
-Aprovéchate, nunca sabes cuándo va a ser la última- digo guiñándole un ojo- además el semen ayuda a que me ponga de parto.
-Llevas usando esa excusa casi tres semanas y nada- dice besándome.
-Hoy tiene que ser la buena- digo cerrando las piernas.
De hecho así fue.
Desperté sobre las 10 de la mañana con calambres en la zona baja del vientre y a las 12 rompí aguas.
Una vez en el hospital cada hora fue un suplicio.
En este momento las contracciones son cada cinco minutos, llevo una hora así.
Tumbada en la cama del hospital tuerzo mi rostro cuando noto que otra contracción me atraviesa. Edward y solo Edward está a mi lado.
Pedí que el momento del nacimiento fuera solo nuestro.
Edward besa mi frente cada vez que ocurre esto.
Estoy intentando aguantar la compostura pero cada vez es peor.
-Falta muy poco mi amor- dice acariciando la barriga- es solo cuestión de minutos que tengamos a nuestro bebé en brazos.
Asiento con la cabeza mientras pasa el dolor.
Una hora más tarde estoy empujando con todas mis fuerzas pero no puedo más y el bebé no sale.
-Vamos Bella, empuja más fuerte- me anima la doctora.
-¡No puedo!- grito despegando mi espalda de la camilla.
-Sí puedes- intenta convencerme de nuevo- venga vamos- dice justo antes de que otra contracción me atraviese.
-Este bebé está muy cómodo ahí dentro pero tiene que salir y tienes que sacarle tú- dice la doctora mientras empujo.
-No puedo Edward- digo dos minutos después llorando.
Tiene una mano en mi frente eliminándome el sudor con una toallita.
Le agarro la mano y le miro a los ojos.
-No puedo- repito llorando.
-Claro que puedes mi amor. Eres la mujer más fuerte que conozco- me besa suavemente- visualiza su cara.
Cierro los ojos y me imagino a mi bebé.
Un pequeño bebé en mis brazos con los rasgos de Edward y míos que me llamará mamá.
Empujo de nuevo con más fuerza.
-Bien, bien, bien. Está coronando- dice la enfermera sonriendo.
Abro los ojos y Edward está detrás de la doctora mirando como nuestro bebé sale.
Vuelvo a empujar y noto como se abre paso entre mis piernas.
-Tres empujones más y lo tenemos-
Edward me guiña un ojo dándome ánimos y empujo.
Es el empujón más fuerte que he dado pero creo que merece la pena por las caras de los tres.
Doy un empujón más y noto las manos de la doctora sacando al bebé.
Cuando lo alzan entre mis piernas no puedo verlo bien porque las lágrimas me nublan la visión.
Edward vuelve a mi lado y me abraza.
-Eres increíble y te quiero tanto- dice besándome- tanto…- repite con la voz rota.
Edward llorando.
Jamás.
Le abrazo y le beso sonriendo entre lágrimas.
-Tengo una niña que quiere que sus padres la cojan- dice la enfermera trayendo un bultito en una sábana de hospital.
-¿Una niña?- preguntamos ambos mientras me la coloca en mis brazos.
-Una niña sana de casi cuatro kilos- informa.
-Una niña Edward- digo sonriente.
No habíamos querido conocer el sexo del bebé pero Edward quería niña a toda costa.
-Es Olivia- digo apartando un poco la sábana para verla bien.
-Es Olivia- repite Edward mirándola- se limpia una lágrima y me sonríe- tenemos una hija.
-Te amo- digo besándole de nuevo.
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Olivia es una bebé complicada que come mucho, duerme poco y llora mucho.
Nos tiene a todos pendiente de ella cada minuto del día.
He decidido darle el pecho los primeros meses y eso nos ha permitido compartir momentos increíbles pero también es agotador.
Edward se desvive por ambas y me ayuda mucho con ella. Cambia pañales más rápido que yo.
Ahora mismo lleva dormida una hora y son las 11 de la noche.
Edward y yo estamos agotados así que caemos rendidos en la cama cada vez que nos lo permite.
Media hora después el llanto vuelve a despertarnos.
-Está llorando otra vez- susurro.
-Voy- dice Edward levantándose hasta la cuna que está a pocos metros de nuestra cama- ¿Qué quieres ahora cerecita eh?
Cerecita es el nombre por el que Edward la llama cariñosamente. Se lo puso el segundo día de vida porque al pasarse gran parte del día llorando, suele tener la cara muy roja.
No soy muy consciente de que Edward le cambia el pañal y Olivia vuelve a quedarse tranquila.
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Olivia tiene 9 meses y se recorre toda la casa gateando.
Ya nos hemos llevado algún susto con algún golpe.
Escucho a Edward jugando con ella en el salón y luego la risa de Olivia inunda la casa.
Gracias a dios a los tres meses dejó de llorar a cada hora y ahora es una niña muy simpática y sonriente que te muestra sus dos pequeños dientes todo el tiempo.
Cuando Olivia tenía cuatro meses Edward recibió una oferta laboral como profesor de la universidad de Standford en California.
Yo había decidido esperar a que Olivia cumpliera un año para volver a trabajar pero una oferta irrechazable surgió hace un mes y la acepté.
El proyecto de las electrolineras volvía a ponerse en marcha tras el cambio de gobierno y Nolan me pidió expresamente para el cargo.
Edward y yo valoramos las condiciones de trabajo de cada uno y decidimos coger ambos trabajos.
Nos trasladamos a California, donde vivimos ahora y yo viajo una o dos veces al mes a Washington D.C para supervisar el proyecto aunque la mayor parte del trabajo lo hago en la sede que la empresa tiene aquí en San Francisco.
Ahora mismo estaba haciendo la maleta para viajar esta noche. Estaría de vuelta el jueves, solo dos días, pero me ponía triste separarme de Olivia.
-¿Cómo vas?- pregunta Edward entrando a la habitación y acercándose a la maleta.
-Bien- intento responder animada.
-¿Estás emocionada por volver?
-Sí, la verdad- digo mirándole.
-Es el proyecto de tu vida.
-El proyecto de mi vida sois tú y esa niña que gatea por toda la casa-
Edward sonríe al nombrar a Olivia.
-¿Dónde está?
-En el parquecito del salón, jugando.
Edward me ayuda a terminar la maleta y me la baja a la entrada.
Cenamos todos juntos y luego cojo a Olivia en brazos para dormirla.
-Mami te va a echar mucho de menos- digo jugando con su pelo castaño claro bajo la atenta mirada de esos ojos verdes igual que los de sus padre.
La mezo durante cuarto de hora y cuando noto que se le cae el chupete sé que está finalmente dormida. La llevo hasta su cuna, ahora ya en la que es su habitación y la dejo con cuidado de no despertarla.
Me despido de Edward en nuestra habitación justo antes de que suene el telefonillo indicándome de que el taxi que he pedido está aquí.
El sonido despierta a Olivia que se pone a llorar.
Iba a salir de casa cuando el llanto me paraliza.
No puedo dejar a mi bebé llorando e irme a la otra punta del país.
Edward sale con ella en brazos al pasillo y corro a cogerla.
-Shh cariño- entierro la nariz en su cabecita que huele a bebé y el llanto va aminorando.
-Tienes que irte- dice Edward intentando cogerla de mis brazos.
-No puedo dejarla así- digo intentando calmarla.
-Dámela. Va a estar bien- dice cogiéndola en brazos.
Suspiro y retomo mi camino escaleras abajo donde me espera mi maleta.
Edward se despide de mí en la puerta dándome un beso y cuando beso a Olivia me fuerzo a irme.
Van a ser dos días muy largos.
Cuando el jueves vuelvo a casa me pican los brazos por coger a mi bebé.
Me encuentro con ellos en el despacho de Edward.
Mientras él trabaja en el ordenador, Olivia sentada en su regazo manipula en sus pequeñas manitas un peluche de goma.
-Hola- digo entrando.
Edward se gira a mirarme y sonríe.
-Hola. ¡Mira es mami!- dice señalándome para que Olivia me vea.
Cuando lo hace lanza el peluche por toda la mesa y estira los brazos para que la coja.
Cuando la tengo en brazos me siento completa de nuevo.
-¡Cuánto os he echado de menos!- digo sentándome encima de Edward con Olivia en mis brazos.
-Y nosotros a ti- dice besándome.
Olivia se ríe y agita los brazos feliz.
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3 años después
-¡Olivia Cullen deja de correr en círculos o te caerás!- grito saliendo al patio.
-¡No!- me grita enfadada parando por un segundo.
Odia que le lleven la contraria.
Tiene mucho carácter y solo tiene 4 años.
-Ven conmigo un momento- le pido. Entonces para de correr en círculos para correr hacia mí y la atrapo justo a tiempo de que no caiga al suelo por el mareo.
-¡Mami!- dice sonriente colgándose de mis brazos.
Le doy un beso en la frente y cogida en brazos la llevo hasta la ducha.
Edward está dando una conferencia en la universidad y no regresará hasta la noche.
Normalmente el encargado del baño es él.
-Quiero jugar- dice señalándome el arsenal de juguetes que tiene en un cajón del baño.
Le doy varios y juega en la bañera durante unos minutos hasta que el agua está fría.
-¿Cuándo viene papi?- pregunta cuando la tengo arropada en una toalla.
-En un poquito, ¿vale? ¿Le vas a dar un besito cuando llegue?- pregunto dándola yo uno en la mejilla.
Asiente sonriente.
Pese a su carácter, Olivia es una niña muy dulce que siempre está pendiente de sus padres y reparte abrazos arbitrariamente.
Estamos cenando cuando escucho las llaves abrir la puerta principal. Cuando me giro Olivia ha saltado de la silla y corre hacia el recibidor.
-¡Papá!- dice saltando a sus brazos.
-Cerecita- saluda Edward cogiéndola en brazos- ¿qué tal?
Olivia le da un beso y luego otro. Lo que derrite a Edward.
Camina con ella hasta el comedor donde me levanto a saludarle.
-Hola-
-Hola cariño- digo poniéndome de puntillas para besarle.
Olivia se ríe cada vez que su padre y yo nos besamos. Eso no ha cambiado desde que era un bebé.
-Corre a cenar- dice bajándola al suelo.
-Y tú ven aquí- me ordena.
Le abrazo y aprovecha para besarme más profundamente que antes.
Le acaricio el pelo de la sien que ya muestra algunas canas al igual que algunas arrugas alrededor de los ojos cuando sonríe.
-¿Qué tal el día?- le pregunto.
-Interesante- dice soltándome- cuando acostemos a Olivia, sofá y vino-
Sofá y vino significa una charla de adultos sobre temas importantes. Siempre lo hacemos así.
Terminamos de cenar los tres juntos y Edward sube a dormir a Olivia mientras yo recojo los platos y saco el vino.
-¡Mami!- Escucho gritar desde la habitación de Olivia.
-¡Voy cielo!
Cuando subo a su habitación Edward está tumbado a su lado con el pijama.
El ritual de todas las noches es que los dos le demos un beso juntos antes de dormir.
Le besamos una mejilla cada uno y salgo dejando una pequeña luz encendida en la habitación porque a Olivia le da miedo la oscuridad.
Edward me lleva al salón de la mano y me tumba en el sofá.
-¿Me permites?- digo riéndome poniéndome de pie.
Llevo unos pantalones vaqueros de tiro alto que me aprietan desde hace un rato así que me los quito y quedándome en ropa interior me vuelvo a sentar.
-Quería tener una charla seria- dice Edward mirando mis braguitas negras con plumeti.
-Contrólate- le digo dándole un empujón para apartarle de mí.
Ambos reímos.
-Me han llamado de Washington- dice tras dar un trago de vino.
-¿De la universidad?- pregunto sorprendida.
-Del gobierno. El presidente- aclara.
-Oh- exclamo sorprendida.
Bebo un gran trago de vino.
-Me quiere en su equipo para las próximas elecciones.
Miro sus ojos.
Sé que está feliz y que desea volver a la política pero está cómodo con esta vida.
-¿Cómo te quiere concretamente?
-Como consejero.
-Bueno eso está genial ¿no?-
-Quiero hacer lo que tú me digas- me mira.
-Yo quiero que seas feliz.
-Soy muy feliz ahora. Contigo y con Olivia no puedo querer nada más.
-Quieres ayudar a la gente. Siempre has querido, has pasado toda tu vida formándote para trabajar en política.
-Sí. Pero las cosas no acabaron bien- dice apartando la mirada y frunciendo el ceño.
-Ahora todo puede ser diferente. Muchos de los senadores que trabajaban contigo ya no están ahí. Mandaste la mitad a la cárcel. Este no es el mismo presidente ególatra y egoísta que aceptó sobornos, este es uno mejor-
Asiente.
-Si te lo pide el presidente creo que debes de decir que sí.
-Me apetece volver a ponerme al mando pero no quiero que me quite tiempo con Olivia- dice contrariado.
-Todo es organizarse- digo acariciándole el pelo- llámale, dile que sí- le animo.
-¿Y qué pasa con nuestros planes?
-Los trasladaremos a Washington. No negaré que va a ser un placer tener que viajar solo 2 horas hasta Nueva York en lugar de 6.
-¿Y Olivia?
-Es muy pequeña. Se adaptará- sonrío.
-¿Tendremos otro bebé en Washington?- pregunta acariciándome la pierna.
Me río.
-¿Cuándo hemos pactado ese plan?- digo tumbándome en el sofá.
-Hace unos meses. Cuando estuvimos con Ángela y cogiste a su hijo Fred, me diste la mirada- explica tumbándose sobre mí.
-¿Qué mirada?
-La mirada de Edward quiero otro bebé-
Me río porque definitivamente está inventando cosas.
-Eres un mentiroso.
-¿No quieres otro bebé?
-Soy muy mayor para tener otro bebé, tengo casi 39 años.
-Eso no es ser mayor- dice besándome el cuello.
-Que tú seas mucho más mayor que yo no significa que yo no lo sea.
-Ouch, ya tenias que sacar a relucir mi vejez- se queja separándose de mí.
-Eres el hombre más atractivo que conozco, aunque vayas camino de los 50- río- y te mantienes en forma- digo subiéndome a su regazo y pasando los brazos por sus bíceps que se mantienen fuertes- en todos los sentidos- digo pasando la mano por encima de su pantalón del pijama.
-Me estás despistando del tema principal- se queja.
Suspiro.
-Si vuelvo a tener un parto como el de Olivia y después dos meses sin poder dormir tres horas seguidas te mataré- amenazo.
-Eso suena como un sí- dice acariciándome por encima de la ropa interior.
-Me estás despistando- digo metiendo mi mano por el elástico de su pantalón.
-Di que sí- susurra contra mi oreja mandando un escalofrío por todo mi cuerpo.
-Te doy un año. Si en un año logras dejarme embarazada tendremos otro bebé. Si cumplo los 40 se acabó-
Edward se ríe y me abraza tirándome contra el sofá.
-Quiero otro hijo tuyo- dice besándome y quitándome las bragas mientras yo le bajo los pantalones del pijama junto a su ropa interior.
Dos semanas más tarde Edward se había tomado muy en serio lo de tener un bebé y cada noche me hacía el amor.
Ahora mismo me encontraba a horcajadas sobre su miembro subiendo y bajando con pasión desmedida.
-Fóllame- digo poniendo sus manos en mi cadera para que guíe mis movimientos a su placer.
Edward toma el control y me da estocadas fuertes y duras.
Olivia está pasando unas semanas con mis padres en Canadá mientras hacemos la mudanza a Washington D.C, así que nos podemos permitir gritar y que la cama golpee la pared.
Me corro con Edward moviéndose en mi interior aun.
Cuando él se corre siento su humedad en mi interior mezclándose con la mía.
Me desplomo sobre su cuerpo tranquilizando nuestras respiraciones.
-Apunta esta noche cariño- dice acariciando mi espalda.
-¿Por?
-Estoy casi seguro de que estás embarazada- dice riendo.
-Que creído-
-Tengo motivos para poder serlo- dice tumbándonos de lado para poder mirarnos a los ojos- Te conocí cuando aun estudiabas, te recuperé años después, nos casamos y tenemos una hija. Has sido el amor de mi vida desde aquel día hace más de 10 años en ese bar.
Los ojos se me llenan de lágrimas al recordar todo lo que hemos vivido.
-Bueno realmente has sido mi único amor, porque solo he estado enamorado de ti.
-Y espero que lo sigas estando así como yo de ti-
-Siempre- decimos al mismo tiempo los dos.
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FIN
Bueno pues hemos llegado al final. Espero que os haya gustado la historia tanto como a mí.
Estoy enormemente agradecida por la gran acogida que ha tenido, cuando subí el primer capítulo no estaba al 100% segura sobre si la historia iba a gustar o no.
Aunque sea el último capítulo igualmente quiero leer en los reviews las respuestas a las siguientes preguntas: ¿qué os ha parecido el final? ¿Imaginábais algo así? ¿Cómo creéis que va a ser su nueva vida de nuevo en Washington DC?
Recordaros que en el grupo de facebook: Feeling the Reading: Bella Bradshaw tenéis ya disponibles las imágenes de este capítulo. Igual a alguna os interesa conocer a Olivia… También en este grupo os tengo preparada alguna sorpresa relativa a la historia así que estad atentas ;)
Vuelvo a agradeceros vuestro apoyo y cariño en esta historia.
Bella Bradshaw.