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¡Hola! U-U/ Ando intentando volver a escribir, esto es una especie de terapia para superar el bloqueo emocional, es como un desgano de escribir (porque de ideas no tengo problemas, tengo un montón xD) que tengo desde hace meses, y me molesta, porque me gusta escribir y de verdad quiero seguir haciéndolo.
En este fic tomo ideas/prompts/fanarts que ustedes me van dejando, los meto en una app de ruleta y escribo del que salga. Así de sencillo y eficaz. xD
En fin, espero que de algo sirva esta terapia, y les advierto, los one shots de este fic serán fluff, y azúcar y *les tira insulina*
Lol.
De antemano, gracias por leer y por dejar un comentario. NwN/
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Disclaimer: Fairy Tail y sus personajes pertenecen a Hiro Mashima.
Referencias De Lectura:
Diálogo.
«Pensamientos»
Narración.
Sorteo:
El sorteo cayó en el prompt: Galletas. Y fue propuesto por: Vale.
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Sorteo Uno
― Galletas ―
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La niña zapateaba el suelo con algo de impaciencia cuando él por fin tomó las llaves.
Sin duda su sobrina honoraria se parecía a su madre.
A pesar de no ser su hija biológica, la pequeña Meredy compartía muchas características con Ultear, y entre esas tantas se encontraba la manía de querer controlar el tiempo y ser siempre puntuales, y en ese momento; él, Jellal Fernandes, estaba interfiriendo con esa segunda manía de su pequeña sobrina, pero bueno, nada podía hacer para remediarlo ahora.
Aunque tal vez, si hubiese pasado menos tiempo viéndose al espejo, practicando un semblante relajado o escogiendo una camisa apropiada o menos tiempo cepillándose los dientes o tratando de acomodarse su cabello rebelde, tal vez, solo tal vez, ya habrían terminado con ese favor que le había pedido su prima Ultear y por el cual la pequeña de cabello rosa con el uniforme de la brigada "Sorcière" de los Boys & Girls Scouts lo miraba con un puchero.
―Ya vamos a salir, Mer ―le dijo para tranquilizarla mientras tomaba dos grandes bolsas llenas con las cajas de galletas que Ultear le había llegado a dejar la noche anterior ya que ella tenía que trabajar y como Jellal trabajaba mayormente desde casa y la niña debía salir a vender con urgencia para que su escuadra ganara el premio como las mejores vendedoras.
Jellal era el niñero gratis de Ultear.
―¡Sííí~! ―exclamó la niña subiendo las manos al aire y reacomodándose la boina del uniforme en el espejo cerca de la puerta, espejo que también aprovechó su azulado tío para volver a mirar su cabello y soltar un suspiro porque de nuevo su cabello había hecho lo que le daba la gana.
Ni siquiera sabía para que se esforzaba en peinárselo.
Bueno, la verdad sí sabía, el motivo era el mismo por el cual se había retrasado tanto en alistarse a pesar de que él no era un hombre vanidoso.
Un único y hermoso y escarlata motivo.
―¿Iremos a la casa de la señorita Erza? ―preguntó Meredy y Jellal asintió con una sonrisa que Ultear solo tildaría de idiota enamorado.
Y la verdad era la mejor descripción.
Desde que la conoció hacía casi más de un año cuando ella se mudó casi al frente de su casa, la joven de hermoso cabello escarlata había llamado su atención, y luego de diversas interacciones con ella se había enamorado irremediablemente de la señorita Erza, como la llamaba Meredy al ser esta su maestra de escuela.
―La señorita Erza sin duda estará feliz de comprar tus galletas ―de eso no le cabía la menor duda, ya había comido varias veces con ella ―el mismo día de su mudanza y luego cuando cierto viernes descubrieron que compartían el mismo restaurante favorito―, y aunque Erza se veía muy feliz al comer cualquier cosa, sus ojos brillaban de manera especial cuando se trataba de algo dulce.
Y con fresas, especialmente.
―¡Síí! ¡Ella es la que más galletas me ha comprado! ¿Iremos primero a dónde mi maestra? ―preguntó mientras Jellal le colocaba una mochila llena de lazos y parches de logros scout en la espalda.
―No, iremos de último ―eso era parte de su plan del día por el cual estaba tan nervioso ―y vanidoso―, ese día por fin se iba a animar a pedirle salir a cenar con él con motivos más allá de una amistad entre vecinos, la verdad sentía que tenía buenas posibilidades de que ella aceptase, admitía que a veces las conversaciones con la maestra de su sobrina podían sonar a oídos de terceros como flirteo.
Y él no podía negarse que esas eran sus intenciones.
―Pero mamá siempre dice que hay que ir primero a donde la señorita Erza porque así vendemos todo más rápido ―le miró confundida y Jellal negó con la cabeza, sin duda Ultear sabía de la debilidad de la maestra y por eso se aprovechaba de ello.
―Bueno, a diferencia de tu mamá yo no soy un aprovechado ―Jellal abrió la puerta―. Ni tengo la mente de un sádico ―susurró por lo bajo para sí mismo.
―¿Qué dijiste, tío?
―N-nada... ―carraspeó―, ¿nos vamos ya?
―¡Sí! ―exclamó de nuevo saliendo de la casa casi que corriendo para después voltearse con curiosidad en la mirada―. Tío, ¿qué es un sádico? ―el joven soltó un largo suspiro, al igual que Ultear esa pequeña tenía un oído fino y una vez se interesaba en algo no lo soltaba, Meredy no era una niña con la cual descuidarse.
Iba a ser una larga tarde.
...Llena de explicaciones para una pequeña niña muy despierta...
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[ J & E ]
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Por fin llegaban a la última puerta.
Solo cuatro cajas de galletas les quedaban y Jellal estaba más que sorprendido que solo eso quedase de las casi cuarenta que habían llevado para vender, cuando le preguntó a Meredy si así de rápido solía vender las galletas, la niña negó y dijo que por eso su mamá había hecho un plan y le había pedido a él de favor ir con ella.
Jellal decidió preguntarle luego a Ultear sobre eso.
En ese momento debía enfocarse en su misión.
Invitar a salir formalmente a la hermosa vecina de cabellera escarlata.
―Tío, si no tocas la puerta la maestra no saldrá ―dijo la niña emocionada por vender las últimas galletas, por primera vez iba a lograrlo en un solo día.
―Sí, yo... sí... ―Jellal respiró hondo y tocó dos veces la puerta, escuchó los pasos acercarse y aprovechó el reflejo de la ventana adornada con cortinas color menta para verificar su apariencia.
«¡Ya cálmate!» se regañó a sí mismo en tanto la puerta se abría a medias y la joven dueña de sus suspiros ―y de sus inadecuados sueños― salía con una sonrisa emocionada.
«Es por Meredy y las galletas, ella sonríe así por Meredy y las galletas» Se volvió a regañar mentalmente porque esa sonrisa le hacía imaginar posibilidades y esperanzas que aún no debían vagar libres por su cabeza.
―¡Hola, Meredy! ―se agachó y colocó su mano sobre la cabeza de la niña quien sonrió encantada―. ¿Has traído mi tesoro contigo? ―le habló con tono conspiratorio demasiado adorable para el hombre que la veía y sonreía atontado.
―¡Sííí~! ―la niña señaló tras ella, Erza abrió más la puerta y hasta en ese momento la maestra se percató de que la pequeña esta vez no estaba acompañada de su madre sino de... Jellal―. ¡Y mi tío se aseguró de que fueran todas de fresas porque son sus favoritas, señorita Erza!
La señorita Erza sintió calor en sus mejillas y su lengua pareció hacerse un nudo.
―H-hey... ―intentó saludar a Jellal y soltó un sonido extraño y se avergonzó, su apuesto vecino siempre la volvía un amasijo de nervios cuando le sonreía de la manera en que lo estaba haciendo en ese momento.
«¿Cómo puede ser justo que un hombre sea tan apuesto?» Reclamó su mente.
Desde que lo conoció el día en que Jellal le ayudó con la mudanza y luego ella le invitó a almorzar en agradecimiento, Erza solía debatirse en cuál de todas las cualidades de Jellal le atraía más, porque Jellal tenía un rostro sumamente apuesto, una altura perfecta, un cuero tonificado ―y sí, admitía que cuando Jellal cortaba el césped de su casa ella prestaba más atención a la ventana por si el calor lo hacía subirse la camisa para secarse el sudor de la cara y como solía suceder cuando eso pasaba, sus ojos prestaban bastante atención al espectáculo que comprobaba eso de lo tonificado―, también estaba su cabello azul y rebelde que le encantaba, sus hermosos ojos avellana junto el misterioso tatuaje de su mejilla, o su voz gentil y profunda, pero además ―y aún más importante― su vecino también era inteligente, divertido, amable y tenía un corazón de oro.
Lo había comprobado de muchas maneras.
Y sí, tal vez ella exageraba en toda las virtudes que veía en Jellal Fernandes, pero como le decía Mirajane ―la dueña de su restaurante favorito― mientras señalaba a su rubio prometido de ceño fruncido, cuando cupido te flecha, te flecha.
Y Erza estaba flechada.
―Espero no le hayamos molestado ―la voz de Jellal la hizo parpadear varias veces y se avergonzó más al pensar por cuando tiempo se le había quedado viendo como tonta.
―Oh... n-no... ―negó―, para nada. Solo leía un libro...
―¿Un libro interesante? ―continuó él con amabilidad―. ¿De qué trataba?
―Ohm... es... ¡Técnicas de educación! ¿Cómo estás, Meredy? ―respondió nerviosa y cambió el tema.
Erza preferiría que el suelo se la tragase antes de confesarle a Jellal que estaba leyendo una novela erótica de Madame Pegasus y que de vez en cuando el protagonista terminaba imaginándoselo con cabello azul y ojos avellana.
¡Ni loca se lo diría!
―¡Hoy vendimos muchas galletas! ―le informó la niña y Erza aprovechó para por fin para despegar su mirada de la de él―. ¡Mi tío Jellal es un amuleto de la suerte!
―¿Un amuleto de la suerte? ―Erza preguntó curiosa y Jellal rió por las ocurrencias de la hija de su prima.
―¡Sí! ―continuó Meredy emocionada y bajo la voz como si contara un secreto―. Mi mamá dijo que si mi tío Jellal me llevaba las mujeres de la cuadra abrirían sus carteras o lo que él quisiera.
―Oh... ―dijo Erza sin saber que más decir por la inesperada respuesta de la niña y porque la verdad sabía que Ultear no se equivocaba, desde los primeros días en que comenzó a vivir en ese lugar se había dado cuenta que Jellal era un hombre cotizado por las mujeres y algunos hombres del vecindario.
Realmente se sorprendía de que él fuese soltero.
Y le alegraba, aunque esto solía tratar de negárselo.
Por otra parte, Jellal maldijo a Ultear con el pensamiento mientras trataba de controlar su cara ardiente.
¿Cómo era posible que Ultear le dijese esas cosas a una niña de ocho años?
―Meredy... ―comenzó Jellal pero luego negó, eso lo tenía que hablar con Ultear y no con Meredy que solo repetía lo que escuchaba, y además, probablemente la última parte su prima lo había dicho sin querer que la niña lo escuchara.
O al menos eso esperaba, la verdad Ultear era un caso perdido.
―¿Y cuántas galletas te quedan? ―preguntó Erza para tratar de dejar lado el ambiente un tanto incómodo que se formó.
―Cuatro cajas, aunque el señor de la esquina dijo que...
―¡Que la próxima compra más! ―con la cara roja Jellal interrumpió a Meredy para evitar que contase la propuesta que le hizo a él, definitivamente Meredy era demasiado comunicativa y le hacía falta un filtro.
Erza rió y asintió.
―Creo que ya entiendo lo que pasó ―le miró traviesa―, el señor de la esquina habla mucho con Mirajane y creo saber por qué está tan interesado en... las galletas... ―Jellal miró hacia un lado totalmente apenado.
A Erza le pareció tan adorable que sintió su corazón perder un par de latidos.
―Yo... iré por el dinero... ―Erza se levantó por completo y sonrió a Meredy antes de entrar a la casa a buscar su cartera.
Jellal suspiró de nuevo.
A como iba la conversación, lo de la cita iba terminar en un fracaso.
―¿Cuánto sería por las cuatro cajas? ―preguntó Erza a varios pasos de la puerta en tanto buscaba en su cartera.
―Con una cita y un beso basta para mí...―susurró Jellal.
―¿Cuánto dijiste? Perdón, pero no escuché ―dijo Erza al llegar de nuevo a la puerta, y Jellal negó apenado y aliviado de que no lo escuchase.
―¡Ocho jewels! ―respondió Meredy quitándole la bolsa con las cajas de galletas que llevaba su tío para ponerlas frente a los pies de su sonriente maestra que pagaba a Jellal―. Y mi tío dijo que una cita y un beso...
El mundo se detuvo para Jellal.
¿¡De verdad Meredy acababa de decirle eso a Erza!?
¿¡De verdad!?
Jellal negó.
Eso solo podía ser una pesadilla, sí, eso era, por eso cerró los ojos y volvió a abrirlos para volver a la realidad.
Y en esa realidad, Erza le miraba con una expresión irreconocible para él.
«¡Demonios!»
No era una pesadilla.
―Yo... ―Jellal miró a todos lados y luego carraspeó, metió sus manos en los bolsillos de su pantalón y luego de contar hasta siete decidió que si ya había llegado a tal grado de vergüenza, mejor se permitía caer hasta al fondo, así que juntó el valor y la dignidad que le quedaban para hacer la pregunta que había ido a hacer―. Erza, yo...
―Sí... ―con mejillas rojas respondió ella a la pregunta que él no había hecho aún y cuando se miraron pudo ver que en ella se encontraba la misma pena y anhelo que había en él―, es decir... yo... ―Erza jugó con las puntas de su cabello sin saber que decir.
Y por fin Jellal se atrevió.
―¿Te gustaría... que tengamos una cita y cenar conmigo esta noche? ―preguntó, aliviado al por fin preguntarle y sintiendo un delicioso cosquilleo expandiéndose en su pecho cuando ella asintió con la cabeza y le sonrió con esa sonrisa que Ultear denominaba sonrisa de enamorados.
Al parecer ellos dos tenían eso también en común.
Meredy, por su parte, veía del uno al otro con ojos entrecerrados para luego soltar un suspiro, a veces los adultos actuaban muy extraño.
―Supongo que esta cena significa que tendré que evitar al vecino de la esquina por un tiempo ―dijo ella para agregar humor y controlar sus nervios.
―No te preocupes ―se acercó a la maestra―, si sigue viendo a Gray como escuché que lo hace, Juvia se encargará de él ―ambos rieron y Meredy se sentó en la gradilla que daba a la acera porque esa conversación ya no le interesaba.
Aunque la verdad se sentía feliz de ver a su tío y a su maestra sonriendo tanto, siempre le había parecido que ellos sonreían más cuando estaban juntos.
Meredy era una niña muy perceptiva.
―Entonces... ―Jellal se volvió a buscar a Meredy y luego volvió a mirar a Erza―, ¿nos vemos esta noche? ¿A las siete le parece bien, señorita Scarlet? ―preguntó acariciando su cabello.
―A las siete... ―respondió encantada, adoraba como él pronunciaba su apellido y como sus dedos peinaban su cabellera.
―Bien... ―sonrió―, bien... ―repitió entusiasmado―. ¡Oh! ―le devolvió el dinero―. Creo que dije que con eso pagabas las galletas ―le cerró un ojo y Erza rió aceptando el dinero, mas cuando la mano de Jellal contactó con la de ella, decidió dar un paso más en ese avance inesperado del día con su amable y apuesto vecino.
―Jellal... ―el joven le prestó atención y Erza miró rápidamente hacia donde Meredy estaba, al ver que la niña no les veía sonrió traviesa y dio un paso más hacia Jellal y lo besó de sorpresa, pensó que él no reaccionaría debido a eso, pero cuando estaba por separarse de él, los dedos de Jellal se enredaron en su cabello y la forma en que movió sus labios contra los de ella la hizo derretirse por completo y se perdió en sus caricias.
Se sintió muchísimo mejor que todas esas veces en que lo había imaginado.
Cuando él se separó un poco de ella, ambos apenas tuvieron la fuerza de voluntad de abrir sus ojos y suprimir un suspiro de deleite.
Casi, casi logran suprimirlo.
―Creo que ahora sí pagué por completo las galletas... ―dijo ella en un susurro con el poco aliento que acababa de recuperar y Jellal rió.
―Con esta clase de pagos terminaré comprándole a Meredy todas las cajas para luego venir a revendértelas a ti... ―ambos miraron divertidos a la pequeña que llamaba a Pantherlily, el gato negro del matrimonio vecino.
―Bueno, no voy a decirle que no a tal oferta... ―Erza le robó otro beso cuando el volvió a verla―. Nos vemos a las siete, Jellal... ―con una sonrisa igual de boba que la de él, Erza se separó de Jellal, tomó la bolsa de galletas y entró a su casa para buscar en su montaña de ropa el atuendo perfecto para esa noche.
Iba a ser una gran noche.
―Nos vemos... ―se despidió él de la puerta ya cerrada y terminó con un suspiro ensoñador.
―¿Tío Jellal, la maestra Erza se convertirá en mi tía? ―la voz de la pequeña rompió su burbuja escarlata.
―¿¡Eh-h!? ―fue su madura respuesta de adulto.
―Los besos en la boca son para la gente que se va a casar ―Jellal se sonrojó ante lo que la pequeña que lo miraba acusatoria decía―, eso dice mi mamá...
―Bueno ―Jellal volteó a mirar a la puerta y sonrió―, ya veremos... ya veremos...
La niña sonrió y corrió a tomar la mano de su tío favorito.
―¿Puedo llevar los anillos en su boda, tío Jellal? ―la pequeña niña continuó mientras cruzaban la calle para llegar a su casa, Jellal rió antes de contestar.
―Creo que si me consigues más galletas de fresa tal vez pueda lograr que la señorita Erza se case conmigo ―Jellal se agachó hasta la altura de la niña cuando terminaron de cruzar la calle― ¿tenemos un trato?
―¡Trato! ―aseguró decidida.
La tarde cayó y la noche llegó.
Meses más tarde la pequeña niña los anillos llevó.
...Y junto al pastel de bodas, una montaña de galletas de fresa se lució...
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¿Reviews?
Sus reviews motivan a los fickers a escribir
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Rincón De La Escritora En Proceso:
Espero les haya gustado, y les advertí que era puro fluff. xDD
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Mil gracias por leer.
¡Adieu!
.o./
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