Epílogo
Eurocopa
Lo malo de celebrar un campeonato de Quidditch en verano era hacerlo en Atenas. Hacía un calor bochornoso aún habiendo anochecido ya. Draco habría preferido retransmitir la Eurocopa desde los veintitrés grados que hacía de media en Oslo. Pero la vida era dura y calurosa.
— ¡Anaís Ferreira anota otro tanto para Portugal!
Y encima Inglaterra iba perdiendo.
Aunque tenía que admitir que los portugueses estaba jugando bastante bien. Tenían un gran guardián y los cazadores estaba haciendo un trabajo magnífico. Lo que no sabían la selección de Portugal era que Harry Potter era un hombre con una férrea determinación, y Draco sabía que no se iba a ir de allí sin la famosa pelotita dorada.
— Conseguiré todas las snitch de la Eurocopa —le había dicho antes de que ambos viajasen a Grecia—, solo para regalártelas a ti.
Él no había contestado. No porque no quisiera, simplemente se quedaba sin palabras cuando Harry le decía algo así de abrumador. Él sabía qué decir cuando el moreno le incordiaba. Tenía unas buenas réplicas sarcásticas bajo la manga siempre y cuando fueran necesarias. Se había acostumbrado a ese Potter osado, así que no le importaba utilizar su fría ironía. Pero cuando Harry soltaba algo así de profundo... Era ahí cuando sabía qué decir.
Hasta ese entonces, Potter había cumplido su palabra, y Draco gozaba de una gran y extensa colección de snitch en la habitación de su hotel.
— Madre mía. Si pillase yo a ese, iba a enseñarle la de cosas que se pueden hacer encima de una Saeta de Trueno.
Parpadeó saliendo de su ensoñación, solo para mirar a Pansy entre resignado y fastidiado.
— ¿Algún día dejarás de ser tan ordinaria?
— Lo veo complicado, para qué mentir —contestó la chica con indiferencia. El rubio rodó los ojos, soltando un suspiro derrotado—. Además, no me negarás que el portugués está para comérselo.
No le hacía falta ninguna otra indicación para saber de quién se trataba. Paulo Ribeiro era la sensación de ese torneo. El buscador de Portugal ya había sido coronado como el más atractivo de esa Eurocopa. Apenas había cumplido los veintitrés, tenia el cabello moreno como el carbón, la tez tostada, una sonrisa embaucadora y unos grandes y llamativos ojos grises que habían cautivado a todo el mundo. Ese año, la Federación Europea de Quidditch ya había notificado el récord en asistencia femenina por partido.
Claro, que no toda la culpa la tenía Ribeiro...
— ¡Mira, es Harry Potter! Qué guapo es.
...Potter también era bastante responsable de que en ese momento dos quinceañeras estuviese gritándole en el oído.
¿Cuándo aprendería a utilizar los palcos de la prensa?
— No sé cómo tu novio te aguanta —Pansy le regaló una mirada pícara, mientras sonreía sinuosamente. Draco levantó una mano, deteniendo la posible respuesta—. Déjalo, no quiero saberlo.
— ¡La snitch entra en juego!
— Hablando de novios... ¿Crees que Potter volverá a besarte frente a todos si ganan el partido? Lo digo para tener la cámara preparada.
— Espero que no.
Estaba siendo sincero. Realmente esperaba que Harry no fuese tan efusivo en esta ocasión.
Había tomado un mala costumbre desde el Mundial de Francia, besándole frente a todos los periodistas. Acción que repitió en el último partido de la Liga Inglesa de Quidditch, cuando los Chudley Cannons se habían coronado como campeones de liga después de treinta y cinco años. En esa última ocasión, no solo le había besado frente a cientos de reporteros, sino que lo había hecho ante los ojos de todos los espectadores, porque a Draco ni si quiera le había dado tiempo a salir de las gradas donde estaba sentado, cuando el moreno se había acercado a él volando en su escoba y le había plantado un beso que salió en las portadas de las revistas durante un mes entero.
Draco temió perder su trabajo en ese entonces. A su jefe no le gustaba nada la prensa rosa y ya había pasado por alto lo del mundial, no iba a hacerlo también esa vez. Por el contrario, lo único que había encontrado al llegar a la redacción donde trabajaba fue a su jefe con una gran y brillante sonrisa en la cara, informándole que habían batido un récord de ventas ya que la gente se moría de curiosidad por leer las críticas de Draco hacia el equipo de su novio.
Maldita gente cotilla.
Con lo cual, prefería no pensar en lo que pasaría si a Potter se le ocurría hacer algo parecido esta vez.
— ¡Ribeiro casi consigue hacerse con la snitch, pero parece que se le ha escapado en el último momento! ¡Potter no se queda atrás! ¡Weasley marca un tanto a favor de Inglaterra! ¡Qué partido, señoras y señores!
Draco exhaló con fuerza. La expectación atravesó su estómago mientras veía a Harry zigzaguear para esquivar una bludger, a la vez que intentaba que Ribeiro no le tomase demasiada ventaja. Portugal continuaba ganando 310 a 160, lo que quería decir que Inglaterra no ganaría ni consiguiendo la snitch.
— ¡Jorkins lanza hacia el aro central pero Quiroga consigue parar la quaffle! Portugal empieza su remontada con Da Silva, quien vuela a la velocidad de la luz!
Contuvo el aliento, mirando al cazador portugués avanzar hacia donde Ashton Beckett protegía los aros. Los buscadores de ambas selecciones pasaron volando justo frente a su grada, así que Draco presenció en primera fila lo que ocurrió en ese momento: Da Silva consiguió pasar la quaffle por un aro, sumando diez puntos para Portugal, a la vez que Harry envolvía la pelona dorada entre sus dedos, lo que puso punto y final al partido.
— ¡Portugal se alza como campeona de Europa, con un marcador total de 320 sobre los 310 de Inglaterra!
— Menuda mierda —murmuró Pansy a su lado. Él no podría haberlo expresado mejor.
Sus ojos recayeron en Potter. Mientras la selección portuguesa celebraba su victoria con todos los hinchas coreando el himno de su país, el moreno se encontraba volando con lentitud, mirando fijamente la snitch en su mano. Desde su posición no podía distinguirlo, pero sabía por experiencia que su expresión era de total decepción, al igual que la de todos los aficionados ingleses en ese momento.
— ¿Vamos a la rueda de prensa?
— Qué remedio.
El único representante de Inglaterra que se presentó a las entrevista fue el entrenador. Draco lo entendía, lo menos que quería hacer alguien después de perder un partido era tener que responder preguntas sobre tu derrota. La selección portuguesa, por el contrario, sí fue a la rueda de prensa al completo, con los uniformes manchados de champán y unas sonrisas imborrables en el rostro.
— Weasley —llamó desde el pasillo, al ver a la pelirroja saliendo de los vestuarios—, ¿dónde está Harry?
— Creo que sigue en el campo.
Frunció el ceño, confundido. Avanzó por los pasillos, cruzándose de vez en cuando a personas que seguían celebrando la victoria, hasta que llegó a la puerta que daba acceso al campo de Quidditch de Atenas. Le costó algunos segundos distinguir algo entre la oscuridad de la noche, sobretodo cuando todos los hechizos iluminadores se habían desactivado, y apenas se podía diferenciar algo. Debía dar gracias a las camisetas blancas del uniforme inglés, porque fue gracias a eso lo que le hizo ver que su novio se encontraba tumbado sobre el césped.
Caminó sobre la cuidada hierba, hasta que sus pies quedaron al lado de la cabeza de Harry, quien lo miraba desde su posición, con los brazos y las piernas extendidas en el suelo, la ropa llena de sudor y la frustración enmarcada en su ceño fruncido.
Con un suspiro, se tumbó a su lado, contemplando la cantidad de estrellas que podía verse desde el estadio abierto a esas horas de la noche.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó, obteniendo un encogimiento de hombros como respuesta.
Sus ojos estudiaron al moreno durante un instante. Harry tenía mal perder, y sabía que eso se agravaba al haber sido derrotado precisamente la final de un torneo, pero en esa ocasión parecía mucho más afectado de lo habitual. La prueba era el hecho de que estuviera ahí estirado como un alma en pena.
— Oye, no pasa nada por haber perdido —intentó como forma de consuelo. La realidad era que a Draco tampoco le gustaba perder, así que no sabía muy bien que debía decir para reconfortarle—. Ya ganasteis el Mundial hace dos años, y la Liga el año pasado. Tienes que dejar algo para los demás.
— No es por eso.
— ¿Entonces?
Harry giró la cabeza, haciendo que sus ojos esmeralda chocasen contra los suyos. El pulso de Draco se aceleró, sin saber muy bien porqué, aunque tal vez el hecho de que su novio lo mirase con una seriedad inusual le ponía un poco sobre alerta.
— Tu snitch —fue lo único que dijo, tendiéndole la pelota dorada.
El rubio la aceptó, igual que había hecho con todas las anteriores que Harry le había regalado en sus dos años de noviazgo, solo que las alas de esa snitch no aletearon velozmente como hacían las demás cuando las cogía, sino que se abrieron con suavidad dejando vez una inscripción grabada en el centro, con letras brillantes y cursivas.
"¿Quieres casarte conmigo?"
Draco leyó la frase una y otra vez. Su corazón palpitaba fuertemente en su pecho, en sus oídos e incluso en la yema de los dedos que sostenían la snitch. Debía haber perdido todo el color en el rostro porque sus labios y sus mejillas cosquilleaban, mientras que sus ojos parpadeaban sin cesar, humedecidos.
— Hubiera sido mejor si hubiéramos ganado, pero... —la voz del moreno se extinguió poco a poco. Aún así, percibió un deje de duda e inseguridad que nunca había visto en él.
Cuando le miró, los ojos de Harry le miraban con duda, expectación e incluso podía decir que algo de miedo. Miedo. Él, que se había enfrentado a cosas temibles, ¿le tenía miedo a su respuesta?
Soltó una risa algo histérica ante ese pensamiento, mientras leía una vez más la frase.
— Entiendo si no quieres casarte, aunque tampoco lo haríamos ahora, claro. Podría ser dentro de algún tiempo, o cuando tú quisieras. Cuando te sientas preparado. No será algo inmediato, así que puedes pensártelo antes de decir que no, y... Estaría bien que contestases antes de que me dé un ataque al corazón, Draco.
— Sí —susurró—. Quiero casarme contigo.
— ¿En serio?
Draco sonrió, más emocionado de lo que había estado nunca, antes de girarse para poder besar a Harry.
— Me casaría contigo ahora, dentro de unos meses, o cuando sea.
Harry sonrió sobre su boca, abrazándole y besándole con fervor.
Sin duda, esa snitch iba a conservarla para el resto de su vida.
¡Hoooooola!
Estoy segura de que nadie esperaba esto, pero aquí estoy, subiendo el epílogo después de una eternidad xD
La verdad es que mi intención era escribirlo en su momento, pero en aquel entonces tenía tantas ideas que ninguna me cuajaba bien. Ahora que ya ha pasado un tiempo, releyendo la historia, se me ocurrió esto, y como mucha gente me ha aclamado por un epílogo, pues aquí lo tenéis. Sé que me ha quedado un poco cursi, pero espero que os haya gustado, y muchísimas gracias por todo el cariño que le dais a esta historia.
¡Os quiero!