Sueltame

La saliva de sus besos recorría cada parte de su piel, no era frío lo que sentía, si no un calor insoportable que deseaba apagar con insistencia. Las manos suaves y grandes acariciaban con sorna y agilidad esas partes prohibidas para cualquiera, excepto para él.
El corazón le latía cual si corriera un maratón, y estaba seguro de que ni siquiera en un día de ejercicio excesivo se había sentido tan extasiado.

Sus deseos estaban al límite, escuchar esa voz ronca y excitada le provocaba querer explotar de inmediato. El éxtasis estaba por encima de todo, menos del amor.

Con su frágil respiración lograba alcanzar el clímax, depositando su ardiente alivio en un suave respiro que, en medio de un beso, depositaba en los labios de la persona más importante dentro de su mundo. Sus manos caían entrelazadas con las ajenas y entonces podía descansar en paz, sólo hasta que llegara aquel momento en el que abrir los ojos le mostrara su pesadilla.

A un lado de él yacía Tony, con los ojos clavados en esa fotografía como todos los días llevaba haciendo desde que le pidió lo llevara a casa.

Al principio dudoso, el moreno había hecho todo lo posible, como siempre, para complacerlo.
El doctor había dado indicaciones, así como también los posibles riesgos de no poder auxiliarlo a tiempo, y sin embargo, a Steve le daba igual. Tan cansado estaba de llorar como de lamentarse,principalmente porque Tony ya hacía demasiado con llorar por los dos.

Tras los meses transcurridos, Steve se había cansado tanto de esa pesadilla que lo único que quería hacer era cerrar sus ojos y volver cuanto antes a ese paraíso aislado que sólo tenía cabida en su por demás cansada cabeza. Deseaba poder mostrarle al moreno lo mismo que él veía cuando dormía, lo mismo que sentía al recordar el pasado e imaginar un futuro lleno de colores para los dos.

Por su parte, Tony no se rendía, y la misma lucha constante por mantenerlo bien, lo desgastaba. Su terquedad no le dejaba admitir la dura realidad que día con día, minuto a minuto, se encargaba de atormentarlo, de gritarle que todo era verdad, y que en cuanto bajara la guardia, un balde de terrible agua fría le caería encima, para congelarlo y posteriormente romperlo en miles de pedazos.

—Tony, de nuevo...

—Steve, cariño, no noté cuando despertaste—.Le cortó en su suave reclamo por descubrirlo de nuevo llorando. Verdaderamente hacía todo lo que estaba en sus manos para mantenerse firme en esa recta final, pero el sólo pensar que precisamente era eso lo que no quería que llegara, le hundía aún más—Me alegra que lo hicieras, traje la esponja y la toalla. Me apresusaré para que no pases frío.

Mordiéndose el labio, Tony dejó de lado la fotografía del día se su boda, y sin poder ocultar el temblor en sus manos, comenzó a retirar las sábanas que cubrían a su maltratado soldado. Pudo verle el abdomen delgado y la tibia piel que antes irradiaba calor. Cada día que pasaba le miraba más pequeño, y su imaginación le castigaba con pensamientos en los que el rubio, sin previo aviso, se hacía polvo.

Tomó la esponja y la humedeció dentro de la pequeña tina con agua. Pasarla por el cuerpo de Steve en esas condiciones le atemorizaba, no quería dañarlo por ningún motivo, ni tampoco alterarlo. Los ojos apagados de su esposo le miraban fijamente, y tristemente, estos ya no le daban una misera señal de lo que fuese que pasara por su mente. Ya no tenían vida, ni luz, sólo un brillo que aún resplandecía cuando se decidía a despertar y regalarle un poco de alivio.

—Tony, quiero pedirte un favor.

—Pide lo que sea-Respondio con la mejor sonrisa que había aprendido en sus breves ensayos en el baño.

—No llores más.

Apenas pudo tomar la mano del moreno, y seguidamente un suspiro que pareció costarle demasiado, resonó desde su pecho.

—Así deben ser las cosas, y así serán. Lamento todo lo que pasó, y todo lo que te he hecho pasar a través de ello.

—No te disculpes por nada—.Correspondió el tacto, nervioso. Temiendo, como siempre, que esas fueran las últimas palabras que escucharía del rubio—¿Por qué te disculpas ahora?

—Porque sé que a pesar de todo, me faltó mucho decirte que te amo—Las lágrimas que escurrían en las mejillas ajenas, le lastimaban más que todo lo que le había pasado, y deseaba con todas las fuerzas que ya no tenía, haber sido más paciente con él— Prometo que a cada segundo lo pienso, y cada segundo me arrepiento de lo tonto que fui. Lo lamento, Tony, no sabes cuánto.

—No tengo nada que perdonarte. Si te hubiese dado el tiempo que querías, no habrías ido a otro lado, no habrías decidido dejarme, no habrías...

—Me diste todo el tiempo que pudiste, y ahora sé que debí ser menos exigente.

Aunque Tony quería insistir en que realmente todo era su culpa, el temblor en sus labios callaba todo lo que pasaba por su mente, y se maldecia por no poder mantener la compostura. Quien sufría era Steve, y entendía que era el castigo que debía pagar por su egoísmo, o por lo errores que sin querer cometió. ¡Pero por todo lo existente a su alrededor! ¿Por qué no podía sacrificarse por quién verdaderamente quería?. Por alguien que lo único que hizo fue enseñarle a querer.

—Te prometo que cuando salgamos de esto, te amaré cien veces más.

La sonrisa de Steve lo decía todo, confiaba en sus palabras, y el saber que el amor seguía ahí, le daba esperanzas que bien sabía ya no tenía.

Con los ojos cerrados sintió el tacto de la esponja sobre su piel, Tony lo trataba con tanto cuidado y cariño que todas las emociones subían por su estómago y hacían un inmenso esfuerzo por no llegar a su garganta. El convencerse de no volver a ver la luz había sido un proceso tan largo como doloroso, y sin embargo era algo que tenía que hacer.

—¿Recuerdas nuestra luna de miel?

Tony había terminado de hasearlo, estaba dispuesto a dejar todo en su lugar para posteriormente regresar al lado de su esposo, hasta que sus repentinas palabras detuvieron sus pasos.

—Me pediste que vistiera de soldado solamente para bailar—.Una risa juguetona se escapó de sus labios, una de esas que dejó sin respiración al moreno y le hizo estremecer—¿Cómo crees que me mire ahora si lo uso de nuevo?

Sin entender a dónde quería llegar, Tony se acercó nuevamente con una sonrisa llena de nostalgia y ternura, y colocó su tibia mano en la mejilla de Steve.

—Apuestamente anciano.

Confundido buscó entre las cajas ya vacías de Steve hasta dar con el traje que bien recordaba. Permanecía en buen estado, aunque un poco arrugado por la manera en que se había guardado. Cuando regresó al lado del rubio, este le hizo una propuesta que le removió el corazón y los recuerdos, algo a lo que no pudo negarse y que al mismo tiempo le daba miedo.

—No puedo ponerme de pie, pero una cena nunca falla.

Al lado de su cama, Tony había colocado una pequeña mesa de noche, en donde, encima de ella, colocó una sopa hecha por él mismo y que sólo él podía comer. Una copa con agua y un pequeño jarrón de cerámica con flores. Para no romper el recuerdo de Steve, también vistió con el elegante traje blanco de aquella noche en la que sus pies no pudieron más.

De esa forma, envueltos en una burbuja, entrelazaban sus manos y Tony acompañaba el silencio con su melodiosa voz, recordando una vez más, que siempre estaría ahí.

Every breath you take
Every move you make
Every bond you break
Every step you take
I'll be watching you

Every single day
Every word you say
Every game you play
Every night you stay
I'll be watching you

Oh can't you see
You belong to me
My poor heart aches
With every step you take...

Si despertara mañana, ¿Te casarías nuevamente conmigo?—Susurró Steve en medio de una sonrisa cansada.

—Si despiertas mañana, seré al único que veas dándote un "sí".

Entonces Steve continuó escuchando la dulce voz, sonandole cada vez más lejana y tranquila. Sintió los párpados más pesados que nunca, y con lentitud los comenzó a cerrar. Sabía que un anciano como él no podía equivocarse, pero no se trataba de asustar a Tony en medio de su última cita. Así que lentamente tarareó aquella nostálgica melodía, y, finalmente, su mano pudo soltar la de Tony para siempre.