N / A: Me estoy obligando a terminar las historias, entonces comenzaré a publicarlas. ¡Espero les guste! Este fanfic es sobre el amor puro e inocente, porque hay pocos de ellos jaja.


As the moon kindles the night

as the wind kindles the fire

as the rain fills every ocean

and the sun, the earth

your heart will kindle my heart.

Take my heart.

Take my heart.

Kindle it with your heart

and my heart cannot be

kindled without you,

with your heart kindle my heart.

—Kindle my heart


¡Un hechizo fallido!

"¡Ayuda!". Merlín se quedó completamente quieto, con la pequeña voz resonando en su cabeza. Era una voz que jamás había escuchado pero a la vez tan familiar. Miró en todas direcciones, buscando de dónde provenía. "¡Ayuda! ¡Ya vienen!" Entonces se dio cuenta de que no la encontraría en ese lugar, la voz no sonaba en el pasillo, sonaba en su mente. Corrió por el pasillo, el revuelo de la ciudadela visible en las ventanas. Había caballeros por todos lados. Entonces se asomó a la plazuela y volvió a escuchar el pedido de ayuda.

Lo vio.

Al principio pensó que no sería él, pero el chico volvió sus ojos exactamente a donde se encontraba, como si supiera que él había acudido al llamado. Esos ojos, azules y fríos como un lago helado iluminado por el sol, estaban llenos de terror. Apoyado en el carrito, sujetaba su brazo bajo la capa verde azulado. "Ayúdame" Le pidió una vez más. Merlín sintió una sacudida de compasión ante su tono, pequeño e indefenso. "¿Quién eres?" Lanzó en respuesta a través del vínculo que al parecer tenían sus mentes. "Van a matarme".

Merlín miró la plaza, llena de capas rojas que revoloteaban buscando algo. Buscando a ese niño. Había magia en él, podía sentirla. Era como él, pero indefenso, su magia aún no debía ser tan fuerte. "Ayúdame, por favor". Rogó el chico, sus ojos implorantes. La decisión fue tomada antes de incluso darse cuenta, cuando los caballeros se desviaron para rebuscar entre unos barriles. "Ven". Le dijo y el niño miró a todos lados, atento."¡Corre!".

Se levantó tambaleante y corrió hacia él, su vida realmente dependiendo de ello. Sus pies se enredaron cuando cayó en sus brazos.

—¡Por ahí!

Merlín sintió temor, porque el niño estaba temblando bajo sus manos y porque los guardias cargaron en su dirección. No podía dejarlo morir. Tomó su mano y lo jaló dentro del castillo. Corrió por los pasillos, respirando frenéticamente. Lanzó un poco de su magia, solo un poco, para mover alguna cosa en un pasillo alejado, sabía que los guardias irían tras el sonido. Corrió hacia la torre donde él y Gaius residían, realmente no estaba seguro de ello, sabía que tarde o temprano irían a ese lugar a buscar. Su mente trabajó a marchas forzadas y se detuvo frente a la escalera, el niño se volvió a verlo, le miró de una forma tan inocente, tan asustada, que su corazón se comprimió. ¿Por qué las cosas tenían que ser así? ¿Por qué Uther tenía que cazar a cada ser mágico inocente? Porque ese niño lo era, no podría causar daño alguno.

—Sube —Le dijo. El chico asintió, su frente sudorosa y los cabellos oscuros pegados a su frente. Parecía realmente débil. Merlín lo hizo sentarse en el camastro de Gaius. Tenía tiempo de revisar su herida antes de pensar que haría con él.

—Déjame ver.

El pequeño levantó su capa y le mostró la fea herida que cruzaba su brazo, casi por su hombro. Un poco más arriba y la espada bien podría haberle cortado el brazo entero. Merlín torció el gesto y le ayudó a quitarse la capa, luego la camisa. Había sudor en su pequeño torso, en su lado derecho un tatuaje en tinta negra. El símbolo de los druidas.

Merlín se dijo que no tenía tiempo de estar mirándolo, así que tomó un poco de agua y limpió la herida. El niño gimió y languideció por el dolor, la herida parecía infectada y no duraría mucho consiente. El brujo le hizo recostarse y cubrió la herida, él no sabía mucho sobre eso. Necesitaría a Gaius. Pero el chico no soportaría hasta que él llegara, no con los guardias saqueando el castillo.

Se puso en pie y caminó como bestia enjaulada, pensando. ¿Dónde demonios podría esconder a un niño? ¿Podría pedirle ayuda a Gwen? No, los guardias saquearían las casas de todo el pueblo en su búsqueda, no había lugar a salvo. Ni siquiera las mismas cámaras de Arthur serían despachadas de la revisión. Uther buscaría hasta debajo de las piedras.

Entonces su lectura nocturna se coló en sus pensamientos y se detuvo, la idea transformándose en un plan. Corrió a su habitación y buscó el libro de magia que Gaius le había dado, jalando la cinta que había dejado la noche anterior y abriéndolo en la página que hablaba sobre el hechizo de envejecimiento. ¡Era perfecto! Los guardias estarían buscando a un niño, definitivamente no a un anciano. Podría inventar una mentira, incluso para no involucrar a Gaius conscientemente, podría decirle que lo halló herido en el bosque. Algo por el estilo. Llevó una mano a su boca para mordisquearse la uña, había un problema.

Nunca había practicado un hechizo tan complejo.

Regresó a la cámara de Gaius, el niño se levantó un poco al notar su presencia y miró el libro en sus manos.

—Escucha —Dijo Merlín con cautela, acercándose para mostrarle—. Sé que esto sonará extraño, pero debes confiar en mí —El niño miró el libro, leyó el título y luego le miró. No dudo antes de asentir, pero le miró de forma intensa, lo que hizo a Merlín sentirse un poco extraño. Si algo salía mal… No, no podía ser tan negativo, él era un hechicero con una profecía, tenía el poder.

Asintió al niño y fue a prepararlo todo. No tardó tanto pero sus manos temblaron de anticipación. Entonces procedió.


Cuando Gaius entró a las cámaras, encontró a Merlín sentado de espaldas a la mesa, jalándose los cabellos. Su ceño se frunció al verlo tan preocupado.

—¿Merlín?

—¡Ah! —Exclamó el joven brujo al verlo, levantándose casi de sopetón. Luego suspiró—. Oh, Gaius, eres tú.

Lanzó una mirada hacia el camastro. Gaius siguió el gesto y vio en el a un joven durmiente, su pecho subiendo y bajando, cubierto de sudor.

—¿Quién es ese?

—Bueno —Balbuceó Merlín—. Él es… un chico.

—Sí, eso puedo verlo —Comentó Gaius acercándose a él. Merlín parecía un manojo de nervios, no era un secreto que su muchacho no podía mentir, era demasiado transparente—. ¿Qué le sucede?

—Está herido. Hay una cortada muy fea en su brazo, creo que podría estar infectada.

Gaius miró su lado derecho, pero en lugar de encontrar un corte, encontró un tatuaje de druida. Entonces todo cayó en su lugar.

—Merlín… ¿acaso este es…?

—Sí —Dijo el brujo, la preocupación llenando su rostro peculiar—. Sí, es el druida que los caballeros buscan.

—Pero… ¿no era un niño?

Gaius estaba impactado, el chico era aproximadamente de la edad de Merlín, no tan alto como él, pero definitivamente era un hombre, no un niño pequeño. Algo le dijo que Merlín tenía mucho que ver con eso.

—Intenté utilizar un hechizo de envejecimiento en él —Respondió Merlín y volvió a jalarse los cabellos mientras se sentaba a su lado—. Pero algo salió mal, creo que no lo dije bien o… me faltó poder. No lo sé. Pero solo creció unos años. Se desmayó en el proceso.

El anciano evaluó al chico en la cama y esta vez sí chequeó la herida. Definitivamente estaba infectada.

—Creo que fue porque está débil —Murmuró, levantándose para comenzar a tratar el corte horrible, al parecer, mientras el músculo creció, también lo había hecho la cortadura—. Y creo que se desmayó de dolor; al aplicar un hechizo de envejecimiento su herida se hizo peor.

Merlín gimió, sintiéndose culpable. Gaius cubrió la herida con una pasta de hierbas y luego la vendó.

—Merlín, ¿te das cuenta de lo que has hecho? Estás protegiendo a un druida, uno que Uther está empecinado en cazar. Deberías entregarlo.

—Pero Gaius —Estalló Merlín, poniéndose delante del muchacho, protegiéndolo inconscientemente—. Es solo un niño. No puedo dejar que Uther lo ejecute. Si tú lo hubieras visto, todo el miedo en sus ojos, el terror y la consciencia de que estaba a punto de ser masacrado… —Sus ojos se llenaron del mismo terror que describía y Gaius sintió un peso en su pecho—. Podría haber sido yo en su lugar. Uther me mataría si supiera que yo…

—Y por eso te estas arriesgando —Señaló—. Usando magia imprudentemente, protegiéndolo, estás poniéndote en peligro a ti mismo.

—Pero los caballeros buscan a un niño, no a un muchacho. Por favor, Gaius. Solo hasta que pueda sacarlo de la ciudad.

—¿Qué sucede si lo encuentran? Ya han atrapado al padre, van a ejecutarlo mañana.

—No dejaré que lo encuentren. Confía en mí, Gaius, por favor.

El viejo le miró intensamente y luego asintió. Merlín le sonrió con gratitud y le abrazó. Gaius adoraba que le abrazara, le hacía sentir tanto cariño, ese chico desgarbado al que consideraba un hijo. Confiaba en él con su vida. Merlín le soltó y se acercó al muchacho durmiente, le cubrió con la manta hasta el cuello delicadamente. El otro chico movía sus ojos en un sueño intranquilo, a pesar de su apariencia seguía pareciendo un niño.

La puerta se abrió intempestivamente y ambos saltaron en su lugar, girándose. El príncipe se abrió paso, caballeros armados a su espalda.

—Gaius, perdona que irrumpa de esta forma. Estamos buscando al druida.

—Sí, estoy al tanto, mi señor.

A una señal del rubio los caballeros entraron para revisar todo. Merlín se quedó protectoramente al lado del chico. Se sentó y revolvió el tazón de hierbas.

—¿Quién es ese?

Ambos, Gaius y Merlín, le miraron.

—Es un joven que llegó anoche —Dijo Gaius, mirando al druida en la cama. Era una suerte que Merlín le hubiera cubierto la marca—. Al parecer fue asaltado por un bandido mientras recogía leña en el bosque. Tiene una fea herida, dijo que le quitaron el poco oro que había ganado ayudando a un comerciante.

Arthur les miró fijamente, razonando la mentira de Gaius. Merlín elevó una plegaria al cielo para que su ciego señor no se diera cuenta.

—Ya veo.

Algo en el pecho se Merlín se desinfló. Arthur le miró entonces.

—¿Qué demonios haces aquí, Merlín? ¿Has terminado de lavar mi ropa?

—Ah… —Merlín sonrió culpable, recordando que había dejado abandonada la canasta cuando escuchó al niño.

—Es mi culpa, señor —Arthur se volvió a Gaius—. Le pedí a Merlín que me ayudara a cambiar el vendaje del chico, es bueno que aprenda estas cosas, por si algún día lo necesita para usted o alguien herido. Espero que sea un buen médico.

—¿Merlín? —Bufó Arthur—. ¿Un médico?

—Tiene aptitudes, alteza.

—Claro —Resopló en una risa—. Aptitudes…

—Le dije que tengo talentos —Dijo el brujo. Gaius puso los ojos en blanco ante tal imprudencia.

—Nada, señor —Los caballeros se reunieron en la puerta y salieron. Arthur miró momentáneamente al chico en la cama y luego a Merlín.

—¿Y bien?

—¿Bien qué? —Dijo este, ladeando la cabeza. Sus orejas parecieron un poco más grandes ante la inocente expresión.

—¡Mi ropa, Merlín!

—Ah, cierto —El brujo se levantó y miró a Gaius con una sonrisa—. Me voy Gaius, los reales calzones no se lavarán solos.

—¡Mer-lín!

Gaius dejó escapar una risa divertida mientras el príncipe comenzaba a seguir a Merlín. Escuchó un "¡Auch, Señor!" detrás de la puerta cerrada. Luego miró al chico druida en su cama, su sueño era más tranquilo al parecer. Hubo algo en él que le recordó la primera vez que había visto a Merlín dormido.