RATONCITO

CAPÍTULO 38

Sentía mi mente embotada, mi cuerpo no parecía mío. Las luces muy blancas me deslumbraron en cuanto abrí los ojos.

Mi cuerpo se sentía extraño, no dolorido pero aletargado. Con un enorme esfuerzo moví mi mano y enseguida unos cálidos dedos la rodearon.

—¡Edward! —resonó la voz de Bella en susurros —Al fin has despertado —exclamó entrando en mi campo de visión.

Su rostro se veía ojeroso y sus ojos algo rojos y llorosos pero su sonrisa era cálida y radiante.

—Bella… —musité sintiendo mi boca seca.

—¿Cómo te sientes, cariño? ¿Estás bien?

—Tengo sed… —musité y Bella me acercó un vaso con agua ayudándome a incorporarme para mojar mis labios —¿Qué ha pasado? —inquirí con la mente embotada.

Me sentía extraño. No entendía dónde estaba ni reconocía nada de lo que me rodeaba. Solo tener a Bella sosteniendo mi mano me daba calma.

—¿No recuerdas nada?

—No —aseguré pero entonces algunos destellos llegaron a mi cabeza.

Recuerdos de Bella despidiéndose de mí para atravesar la calle. Recuerdos de un coche dirigiéndose a ella a toda velocidad. Laurent conduciendo, recordé con un jadeo.

—Laurent… —gemí por fin recordando y comprendiendo de pronto dónde estaba y por qué estaba allí —¿Te ha hecho daño? ¿Cómo estás? —indagué nervioso intentando incorporándome pero sintiendo un fuerte dolor que me hizo volver a recostarme.

—Estoy bien. Gracias a ti estoy bien —dijo y dos lágrimas solitarias rodaron por sus mejillas mientras me empujaba suavemente sobre la cama.—Tú me sacaste de la calzada y te atropelló a ti en mi lugar. Has pasado varias horas en quirófano pero han detenido la hemorragia y unido los huesos de tu pierna.

—¿Ha dañado algo…? —indagué preocupado esforzándome por sentir todas las partes de mi cuerpo y notando por fin la venda que rodeaba mi pierna y el ancho vendaje que rodeaba mi torso.

—No. Todo está bien aunque el médico dice que deberás llevar un bastón el día de la boda —explicó sonriendo y supe que nada podría haber mal si Bella sonreía de esa forma.

—¿Un bastón? —gemí —Nada más me hacía falta para parecer un viejo junto a ti —me quejé haciéndole reír.

—Tienes contusiones varias, un par de costillas rotas y la pierna derecha con fractura en tres sitios —contó —Tienes que mantenerte en reposo por una semana antes de que puedan poner escayola en tu pierna. De momento llevas una venda y una férula hasta que baje la inflamación. También el reposo ayudará para que se puedan soldar las costillas.

—¿Una semana en reposo? —gimoteé.

—Sí. Finalmente deberemos posponer la boda al menos un par de semanas —reconoció —Y creo que la luna de miel en Hawaii no será una gran idea si no puedes ir a la playa.

—Lo siento, ratoncito.

—No quiero que lo hagas. No puedo más que agradecerte lo que hiciste por mí y yo debo disculparme porque no hubiera sucedido nada de esto si no hubiese existido Laurent en mi vida —dijo con silenciosas lágrimas rodando por su rostro.

—No llores —pedí —Solo necesito saber que tú estás bien.

—Lo estoy. Lo estamos —aseguró acariciando su vientre.

Estiré mi mano hacia la suya para tocar yo también a nuestro hijo.

—¿Qué ha pasado con Laurent? —pregunté curioso.

—Su coche acabó estrellándose después del atropello. La policía lo ha detenido y supongo que todo se habrá acabado por fin.

—Gracias a Dios —gemí relajado.

—La policía dice que podrían acusarle de intento de homicidio ya que sus intenciones eran evidentes. Probablemente acabarán llevándoselo a París y como allí tiene antecedentes…

—No volverán a dejarlo salir… —aventuré.

—Espero que no.

Bella se inclinó sobre mí para fundir sus labios con los míos.

—Hay varias personas fuera esperando para verte —explicó contra mis labios.

Asentí y ella se acercó a la puerta para que entraran Carlisle y mis hermanas. Solo después de demasiado tiempo y cuando por fin se sintieron tranquilos abandonaron el hospital.

Bella se acercó a mí cautelosa y su cautela me extrañó.

—¿Qué sucede, ratoncito?

—Hay alguien que quiere verte pero tienes que prometerme que no le permitirás que te altere.

—¿Quién? —inquirí confuso cuando bajo el quicio de la puerta vi a Emmett Swan mirándome especulativo.

—Hola, Edward —saludó adentrándose en la habitación.

—Emmett.

—¿Podemos hablar? —pidió en tono bajo.

—Desde luego que sí —acepté pensando que debería estar a salvo de sus puños en esa cama de hospital.

—¿Nos dejarías a solas, Isabella? —le pidió su padre pero como era de esperarse se negó.

—Por supuesto que no —batalló cruzando sus brazos sobre su pecho de forma retadora.

—Por favor, Isabella —pidió su padre —No voy a hacerle nada. Solo quiero hablar con él.

—Lo que tengas que decirle deberás decirlo delante de mí porque no pienso dejarte a solas con él —discutió haciéndome sonreír.

—Isabella, cariño, déjanos solos, por favor.

Bella se volteó hacia mí con rebeldía.

—No lo haré, Edward. Tú sabes bien cómo se ha portado las últimas veces contigo. No hace más que insultarte y destratarte y tú estás convaleciente. No voy a dejar que te altere de ninguna forma.

—Bella, nena, por favor. Déjame a solas con tu padre. Prometo gritar si intenta estrangularme —dije sonriente y noté la forma en que mi amigo se encogió —Ve a la cafetería y come algo, por favor —rogué echando una rápida mirada a su vientre.

Bella comprendió al momento mi mirada y salió de la habitación aunque no sin antes exigirle a su padre que se comportase.

Emmett se sentó en la butaca junto a mi cama mostrándose contrito.

—¿Cómo te sientes? —preguntó por fin.

—Como si me hubiesen atropellado —dije obligándole a sonreír, aunque con la sonrisa más triste que podía imaginar.

—No me alcanzará la vida para agradecerte lo suficiente lo que has hecho hoy por mi hija —dijo por fin —Arriesgaste tu propia vida por la suya —agregó con la mirada brillante.

—No lo hice —discutí—Lo hice para salvarme porque mi vida se acabaría si a Bella le sucediese algo —expliqué.

—Aun así debo agradecértelo.

—No tienes que hacerlo pero está bien si tú lo necesitas.

Nos quedamos en silencio durante un tiempo que pareció eterno.

—En verdad la amas… —dijo por fin cuando ya pensaba que nuestra conversación no nos dejaría nada nuevo.

—Más que a nadie en el mundo —reconocí —He pasado mi vida amándola aunque nunca pensé que llegaría a sentir este amor que siento ahora por ella.

—En estos últimos meses muchas veces he recordado cuando Bella era una niña y tú decías que esperarías que creciera para casarte con ella —explicó —Esto lleva atormentándome cada día —gimió escondiendo su rostro entre sus manos —Dime que nunca hubo nada impropio en tu relación con mi hija cuando era una niña —pidió y pude entender su inmensa preocupación —Dime que no estaba siendo un padre ciego y ausente cuando le permitía visitarte, cuando dormía en tu casa, o la recogías de una fiesta.

Pude por fin ponerme en su lugar y comprender la enorme angustia que debía haber estado sintiendo ese hombre desde que había sabido lo que su hija y yo teníamos.

Sabía que era muy difícil de explicar y aún más difícil de comprender lo que yo sentía por Bella ahora y lo diferente que era de todo lo que había sentido por ella en los últimos veinticinco años.

Pero él era mi mejor amigo y yo le adoraba y como padre de Bella ella le necesitaba.

No había forma de que yo no pudiera ganarme su aprobación para convertirme en el hombre que hiciera feliz a su hija.

—No sé cómo explicarlo para que me entiendas o al menos me creas, Emmett, pero durante toda su vida, Bella fue para mí una hija y nada más. Nunca sentí por ella otra cosa que no fuese amor paternal. Nunca la deseé como mujer y nunca ni siquiera noté que era una mujer hasta que hace seis meses se presentó en mi departamento para sacarme del agujero en el que estaba.

—¿Pero cómo pudiste sentir deseo por ella si la veías como a una hija? No logro comprenderlo.

—Supongo que tiene que ver con no haber sabido de ella en ocho años. Cuando estuvo frente a mí y la conocí como mujer la descubrí. Tu hija es una mujer hermosa. Una mujer que solo ahora tiene formas de mujer, y experiencias de vida y sueños y deseos de mujer. Es inteligente, sabia, amable, cariñosa y me ama, sin egoísmos y con pureza. ¿Cómo podía no enamorarme de una mujer así? Nos entregamos el uno al otro emocionalmente mucho antes de hacerlo físicamente, pero nunca hubo nada romántico entre nosotros antes de hace seis meses —aseguré —Ni de su parte ni de la mía. Para ella siempre fui un viejo y para mí ella siempre fue una cría. Puedes estar tranquilo en esto, Emmett. Te lo prometo.

—¡Dios! —se quejó estirando sus cabellos —Es tan difícil para mí no pensar en todo lo que tú contabas que hacías con las mujeres, que pensar ahora en que trates a mi hija de esa forma…

—Por Dios, Emmett, tengo cuarenta y dos, ya no soy un niñato de dieciséis. He madurado. Amo a tu hija y le trato con respeto porque la respeto. Pero aunque no voy a explicarte lo que sucede en nuestra intimidad, estoy seguro que lo podrás imaginar.

—Ni falta que hace. Prefiero no pensar en mi hija teniendo una vida sexual activa, ni contigo ni con nadie —confesó.

—Pues espero que comiences a aceptarlo porque en siete meses tendrás tu primer nieto y no quiero que preguntes cómo lo hicimos —sonreí divertido ante su mudo asombro.

—¿¡Qué!? ¿Has embarazado a mi hija?

—Sí, así que deja ya de negarte a aceptar nuestra boda porque es un hecho que no esperaremos mucho más para formalizar de una vez por todas.

—Creo que ahora sí voy a estrangularte… —gimoteó dejándose caer contra el respaldo de la butaca, pero su suspiro me dejó ver que finalmente estaba dispuesto a aceptar mi relación con su hija.

Y yo también por fin suspiré tranquilo.


Gracias a todos por los reviews, alertas y favoritos, y sobre todo gracias por leer.

Ya estamos llegando al final...

Gracias por la paciencia.

Les espero también en mi grupo de Facebook: Las Sex Tensas de Kiki.

Besitos y nos seguimos leyendo.