Hola vikingos!
Hace un año terminé el fic de Cómo Escuchar a tu Corazón y tras un año de pensar y de darme cuenta que mis historias jamás serán cannon, (me iré a llorar a un rincón) he decidido darle un final digno a esta saga, con la esperanza de tener ideas nuevas cuando se lance Cómo Entrenar a tu Dragón 3, ¡en sólo unos meses!
Para entender este fic, seguramente tendrán que haber leído los fics anteriores de mi saga "Corazones", pues aquí le doy cierre a todas las historias previas que culminan ahora.
Nota: en los fics pasados se mencionan algunas escenas y tiempos, les debo deja claro que las "oficiales" por así decirlo, son éstas, en su momento cambiaré o explicaré mejor las otras, descuiden, no cambia su estructura, sólo su temporalidad.
Nota 2: párrafos escritos en cursiva son flashbacks, lo que está en script es tiempo presente.
Nota 3: El fic está dividido en tres temporadas
-1ra: Situaciones
-2da: Opciones
-3ra: Decisiones
Summary: Con tantos cambios, deberes, amenazas y decisiones, ¿cómo ser el jefe que tu pueblo merece y el hombre que tu familia necesita, sin que ninguno de los tuyos, ni tú, salgan lastimados? Entre los dos mundos que amas, ¿cómo elegir? Un jefe protege a los suyos. Un jefe es un líder primero y un padre después aunque deje ir a su corazón con esa decisión. /HICSTRID/
Espero que disfruten de esta historia.
Queda prohibido publicar este fic, aun si fuera con mi nombre.
How to train your dragon no me pertenece, escribo esta historia sin fines de lucro.
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CÓMO SEGUIR A TU CORAZÓN
Escucha atentamente el latir de tu interior,
Él no se quedará en tu zona de confort
acompañando a tus miedos, ni a tu indecisión
ni mucho menos a tus frustraciones.
Él sabe lo que desea y no te va a esperar.
Conforme pase el tiempo su voz se irá disminuyendo,
no porque desaparezca,
sino porque estará lejos.
Ese ritmo apasionado
se irá a buscar el lugar donde sabe que es feliz.
Mejor ve con él, acompáñalo en ese viaje y descúbrete a ti mismo.
Es más sencillo de lo que parece,
Sólo escucha a tu corazón
Y síguelo.
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Capítulo 1: Con los pies en la tierra
"Yo quería ser un Rey que fundara un Nuevo Mundo,
no en un país brumoso a lo ancho de los mares,
sino aquí mismo, ahora mismo, en mi hogar".
Cómo enfrentar la furia de un dragón. –Cressida Cowell
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Esto es Berk.
Una isla. Un reino. Un hogar.
El territorio donde las leyendas nacieron, y donde historias se forjaron para dar esperanzas y sueños a todos los que se atrevan a creer en ellos.
Hay rumores por todo el archipiélago acerca de este lejano lugar. Incluso existen mitos que hablan acerca de criaturas misteriosas que habitaron entre nosotros, y que un día, de repente desaparecieron sin dejar rastro.
Muchos valientes se han aventurado a lo más desconocido para buscarlas, pero algo es seguro: jamás las encontrarán.
¿A dónde se fueron? Es algo que sólo unos pocos ha llegado a saber, y ese secreto es custodiado bajo el juramento vikingo inquebrantable que hicimos sólo para la ocasión.
La única verdad que con certeza puedo decir ahora, es que cuando yo era niño había… DRAGONES.
Decirles adiós no fue nada fácil. Ha sido un largo camino desde que los dragones habitaron con nosotros, pero la resignación es parte de nuestra vida.
Aunque no lo crean es cierto, cada palabra escrita aquí es verdadera, sin embargo carecen de evidencia para el resto del mundo. Lo que me queda por hacer es creer en la honestidad e integridad que intento compartir, para que nuestros amigos los dragones vuelvan; pues sólo lo harán cuando la malicia del ser humano sea nula comparada con el deseo por la paz.
Quizás algún día el mundo esté preparado para ser lo suficientemente bondadoso y tolerante al ser amables entre los humanos y los animales. Mientras tanto ellos estarán sigilosos y pacientes a la espera de ese mundo mejor, un mundo al que verdaderamente TODOS, tanto animales, dragones, plantas y humanos le podamos llamar HOGAR.
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El archipiélago había entrado en una reestructuración masiva de entrega de títulos y territorios, ya no eran "jefes" al menos no legalmente, ahora eran un rango mayor o al menos más reconocidos, "jarls" y hasta uno que otro duque.
La isla de Berk y el resto del Archipiélago retomaron sus antiguos hábitos antes de los dragones. La pesca, la caza, la recolección, el trueque… parecía que sólo habían vivido un sueño y despertaron de un gran letargo, esperanzados en volverlos a ver algún día, pero su resignación incrementaba con el paso del tiempo.
Aunque no había mucho tiempo para llorar, pues las tareas de la isla demandaban atención y dedicación por igual, en especial porque la isla creía prósperamente en todos los sentidos; especialmente la emoción y la esperanza por ver al heredero y príncipe de Berk, quien en un par de meses nacería.
Por otra parte, de una manera más privada, Astrid lidiaba con las tareas de ser jefe y general de la isla, además de procurar en extremo cuidado su embarazo, pues aunque fuera tema superado, seguía con el miedo de su anterior experiencia al perder a su bebé; un dolor invisible que nunca se iría.
Le dolía no poder compartir con Hiccup esas experiencias, y más aún que ni siquiera supiera de la existencia de ese bebé que crecía en su interior, pero también debía anteponer a su pueblo y con él al archipiélago entero.
Cuatro meses habían pasado desde que tomaron la decisión de salvar a los dragones.
Aproximadamente seis desde su embarazo.
Dos desde la última noticia que había tenido de Hiccup en el último Snogletog donde Fishlegs se vistió de un tal Santa Claus para traer juguetes a los niños de Berk.
Se acercaba el festival del deshielo y las tareas la tenían agotada, aunque justo como en ese momento, Astrid había podido darse una buena escapada; así que de momento ella se encontraba tejiendo amenamente un par de botitas que había dejado pendientes desde días atrás.
Tan absorta estaba en su tarea que ni se fijó cuando entró su suegra al hogar.
-¡Qué bonitas, hija! –felicitó al ver esos zapatitos de lana.
Astrid se sobresaltó un poco por escuchar a la madre de su esposo.
-Valka… ni te escuché al entrar. –murmuró mientras dejaba a un lado esas agujas y acomodándose en su silla.
-Lo siento. –se disculpó después de colocar unas hierbas que le mandaba Gylda para que Astrid se hiciera sus tés.
-Descuida, estaba pensando en… -la rubia desvió su mirada al recordar su imaginación.
-En Hiccup. –suspiró la castaña mientras dejaba su bastón recargado en la pared para después tomar asiento al lado de su "hija".
-Pienso en él todo el tiempo. –confesó ruborizada. –En él y en nuestro bebé. –se acarició su vientre mientras notaba que estaba creciendo cada día. –En un par lunas lo tendré en mis brazos.
-Ya deseo ese momento, a mi nieta o nieto. –coincidió, hasta que notó cierta melancolía en la mirada de Astrid. -¿Pensaste ese sueño otra vez? –preguntó curiosa.
La rubia sólo asintió nostálgicamente.
-Sí… sueño a diario cómo habría sido si le hubiese dicho a Hiccup de nuestro bebé. Siempre es igual, justo al terminar la guerra, como lo imaginé.
-Así debió haber sido de no ser por…
-Amarani y el rey Bruce. –recordó con algo de amargura, pero con cierta resignación. –Pero da igual, estoy feliz y esperanzada en que pronto tendremos noticias de él, de ellos.
-¿Heather tampoco ha mandado nada? –preguntó Valka, pues le agradaba que esa chica se haya ido en busca de Fishlegs.
Astrid negó, también era difícil estar sin su mejor amiga.
-No sé qué estará pasando con ella ni con Stormfly; sólo espero que estén bien.
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El derrumbe estaba completamente sobre ellas. El polvo acada vez se hacía más y más espeso, al grado de sentir ligera piedras sobre sus hombros que rebotaban sobre su armadura de hierro de Gronckle.
-Más rápido, Stormfly. –pidió la chica, desesperada debido a la inminente destrucción.
La Nadder voló lo más rápido que pudo, y justo cuando el derrumbe estaba por colapsar toda la entrada a la cueva, Heather y ella lograron salir dando una pirueta cerrada.
-¡Bien hecho nena! –la acarició. –Descansemos un poco. –indicó la castaña, señalando el campamento en el que habían pasado los dos últimos días.
La dragona obedeció y se dirigió al lugar de descanso donde Heather ya había preparado pescado y pollo. Mientras Stormfly comía el almuerzo del día, la berserker tachaba de nuevo esa isla del mapa.
-Parece que les perdimos el rastro, nena. –se desanimó la muchacha mientras comía un poco, haciéndole compañía.
El hielo seguía rígido y cortante. Las fogatas y el calor de Stomfly le ayudaban a menguar un poco las frías noches o las mañanas heladas. No era tan sencillo conseguir viáticos o cobijo. Hizo una parada en la Orilla del Dragón para quedarse dentro de las antiguas cabañas que ya estaban bastante deterioradas por la falta de mantenimiento, pero aún así le sirvieron al tratarse de un refugio acogedor en lugar de una fría cueva.
Llevaban poco menos de un mes viajando en por el archipiélago. Tratando de buscar alguna señal de los dragones, pero no había pasado nada de eso. No había escamas, ni uñas ni ningún rastro de ellos, incluso viajó a Vanaheim y ya no vio ni los huesos de los dragones. Seguramente Hiccup y Fishlegs habían acabado con todo.
Le dolió ver eso, en especial porque era el lugar de descanso de sus padres adoptivos después de que Dagur los atacara años atrás. Pero quizá era mejor así. Los dragones no merecían ser conocidos por todos los humanos, no todos tenían buenas intenciones.
Todo valía la pena si se trataba de ayudar a los dragones y para ella todo era tolerarte con tal de encontrar a Fishlegs y darse la oportunidad que tanto se negó.
Frotó sus manos para darse algo de calor, para después sacar la carta que le llegó hacía dos meses en el Snoggletog; ya la sabía de memoria, pero le calmaba un poco el dolor y le daba más esperanza, aunque en definitiva había acabado con cualquier destello de ella.
-Descansa, Stormfly, mañana iremos más al norte. –le acarició el hocico mientras la Nadder empezaba a acomodarse para dormir. –Hiccup, Fishlegs… ¿dónde se habrán metido?
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A muchas leguas de Berk, en un lugar conocido pero algo olvidado, Hiccup llegaba con los últimos ejemplares de Dragminones una isla lejana.
-Con estos termina la búsqueda en el sur. –Fishlegs se limpiaba el sudor de la frente.
Hiccup, el jefe legítimo de Berk, más fornido, con barba crecida, un traje de vuelo mejorado y la misma responsabilidad: encontrar un lugar seguro para los dragones; se animaba día con día en buscar un nuevo lugar para sus amigos.
Las primeras semanas había ido hacia el sur, buscando lugares, pero no encontraron nada en realidad, pues entre más al sur iban más se acercaban al continente y eso significaba que había más personas, lo que querían evitar a toda costa. Así que tras una inspección minuciosa, y con la ayuda de Toothless, lograron convencer a los dragones que iban encontrando.
Fue muy difícil al principio, en especial por los dragones que tenían fuertes instintos territoriales, pero como el Alfa los llamaba, no tenían más opción que obedecer.
Ese día, específicamente, acababan de analizar otra isla por tercera vez, para estar seguros que no quedaron dragones ni huevos y así había sido.
Regresaron al punto de concentración, que en ese momento sólo se trataba de la antigua guarida que utilizó el Salvajibestia. De momento era la cueva de hielo que fungía como santuario, sin embargo, con tantos dragones cada vez era más dificl acomodarse.
Los humanos optaron por vivir en los antiguos aposentos de Valka, aunque la mujer se había llevado las cosas más personajes de ella, todavía seguían varios utensilios que podían facilitar la vida allí.
Hiccup sacó el diario que había recibido de Astrid en el Snoggletog pasado y anotó lo que realizaron ese día, posteriormente hizo lo mismo en el mapa y tachó una isla más.
-Al parecer hemos acabado con el sur conocido. –musitó analizando el mapa. –Como quiera me gustaría dar una vuelta más. Quizá otro día. –explicó.
El regordete vikingo le asintió, él procuraba que Hiccup se diera prisa, pero ese trabajo era verdaderamente agotador.
-Como tú digas, jefe.
Jefe… esa palabra el causaba un temblor dentro de él. Como si removiera fibras internas que le llenaban de culpabilidad. El día que lo nombraron jefe, hizo un juramento ante todo el pueblo, prometió ver primero por su gente y después por él, y aunque trataba de convencerse al decir que guiaba a los dragones a otro lugar con el pretexto de proteger a Berk, algo dentro de él le decía que se estaba engañando, pues en realidad estaba cumpliendo un sueño personal al ver el mundo; y ese viaje no sólo le estaba privando de sus responsabilidades de ser jefe, sino que tampoco lo estaba disfrutando, pues en su sueño original compartía todas esas aventuras con su lady.
Sacudió su cabeza, no era hora de atormentarse con ese tipo de pensamientos masoquistas, haría lo que Astrid le pidió en la última carta que recibió: pasara lo que pasara él sería feliz, porque había escuchado a su corazón… es sólo que ya no estaba tan seguro, ¿lo había escuchado? ¿o sólo había escuchado lo que le convenía?
De cualquier forma, esa decisión era buena, se decía eso todos los días, pero algo muy dentro de él, también le decía que se estaba perdiendo de otras cosas.
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Uno de los hombres más fornidos del ejercito entró al camarote, sigiloso y con cautela
-¿Alguna noticia de Drago? –preguntó molesto.
El soldado bajó la cabeza.
-Aún no, mi señor. Seguiremos buscando.
El hombre de cabello gris se molestó, poniéndose de pie. –No desperdicien recursos en un hombre y una flota que no valen la pena. Han pasado meses desde la última vez que los vimos. –se acercó al mapa que tenía colgando en su pared. –Ya que Drago o pudo conseguir el archipiélago de Luk Tuk… es mi oportunidad de hacerme de esas tierras y después de Norway. Buscaré al Amo de Dragones yo mismo, si no lo logro, me dejo de llamar Grimmel, el Espeluznante.
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El tiempo había pasado.
Berk era un nuevo Berk.
Más próspero, con rutas comerciales, famoso por su madera resistente y su granja de gallinas única en el archipiélago.
Los dragones ya estaban seguros en su nuevo hogar y ahora, tras avisar un par de semanas atrás, por fin iban a regresar a Berk.
A Toothless le creció la parte de su cola y ahora era feliz con sus hijitos; y él… Hiccup, empezaría a pensar en los suyos.
En cuanto el galeón en el que viajaban atracó, Fishlegs corrió con Heather, quien lo esperaba con los brazos abiertos, vestida de novia, para ir de inmediato al Gran Salón y casarse de una buena vez.
Mientras tanto, Hiccup seguía buscando con la mirada a Astrid, pero no aparecía por ningún lado.
-Está en la cala. –le explicó Valka quien lo abrazaba feliz.
El castaño le agradeció y corrió en busca de su esposa.
Atravesó los senderos en busca del lugar donde sabía que lo iba a estar esperando, sacó su medallón y se preparó para hablar con ella, hasta que la vio, sentada en el tronco.
-¿Astrid?
La mujer se puso de pie y lo encaró.
Estaba más bella que nunca.
-¡Hiccup! –exclamó emocionada.
El tiempo se detuvo para todos, pero lo redujeron conforme se iban acercando. -¿Eres tú?
-Sí, sí mi lady. –asintió, extendiendo los brazos para ir a su encuentro.
Pero Astrid no se movió, sólo giró su cabeza, visualizando otra cosa lejos de él. Sonrió de una manera que nunca la había visto, otra faceta dulce y tierna, nada que ver con la guerrera que sabía que era.
-¿Mi lady?
Seguía sin entender porqué no lo miraba a él.
-¿Me viste mami? –se escuchó una vocecita tierna en dirección a donde ella miraba. -¡Ya pude hacer la maromera!
Hiccup abrió los ojos sorprendido por ver a un niño castaño, muy parecido a él, lleno de pecas y sonriendo ampliamente.
-¡Sí!, Claro que te vi, no me perdería nada de ti. –la rubia confesó mientras aplaudía. –Eres increíble.
-¿Mejor que mi papá? –preguntó el niño.
Astrid volvió a encarar al jefe.
-Hijito, tú no tienes papá. Un padre jamás abandona a su hijo ni su mujer. –habló con ácido en su voz.
-¿Qué dices? –preguntó ofendido. –No, no… ¿es mi hijo? –preguntó, empezando a temblar. Como si le diera miedo verlo, como si no fuera capaz de mantener su mirada, ni siquiera sabía de qué color eran sus ojos.
-¿De quién más? –preguntó retante, y molesta. -¿Acaso nunca lo sospechaste? ¿No creíste ni por un momento que me embarazaste antes de irte sin siquiera despedirte?
Allí fue cuando Hiccup despertó.
Sudando. Agitado y traumado por esa pesadilla.
-Ese maldito sueño otra vez. -murmuró, frotándose la cara con sus manos.
Giró su vista y sólo vio a Fishlegs al otro extremo de la habitación junto a su dragona, mientras que Tooth dormía a su lado, plácidamente, de hecho todos lo hacía, incluidos los dragones, todos excepto él.
Por primera vez desde que llegó, a pesar de haber tenido ese sueño durante los últimos días, pensó en la posibilidad de ser padre. Había hablado con Astrid acerca de tener un bebé, de hecho habían perdido uno de la manera más cruel, y claro que deseaba formar una familia con su lady, pero no así, no con él lejos.
Pero… ¿y si esa familia ya había empezado a formarse y él no lo sabía?
-Astrid me lo diría, no me ocultaría algo así. –movió sus hombros un poco, tratando de estirarse para después recostarse de nuevo. –Además, si estuviera embarazada, Fishlesgs se habría dado cuenta cuando la vio en Snoggletog.
Y con ese pensamiento se volvió a recostar, ignorando el mal que se acechaba en el horizonte, no del Archipiélago, sino de Norway.
Ahora más que nunca debía dejar de imaginarse cosas, posibilidades o cualquier otro tipo de pensamientos que no acabara por encontrar un mundo lo suficientemente agradable como para cuidar a los dragones.
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Notas de la autora:
Así inicia mi siguiente aventura, este capi fue una especie de prólogo, por eso muy corto el capítulo y bastante superficial.
Aprovecho para introducir las cuatro historias que se verán paralelamente, Berk con Astrid y el resto de la pandilla, Heather en su búsqueda del amor y de un propósito, Hiccup lidiando con la culpa y el nuevo villano, Grimmel.
Espero que les guste, y gracias a quienes decidan acompañarme en este viaje que inicia.
Gracias por leer
**Amai do**
-Escribe con el corazón-
Publicado: 15 de julio de 2018