Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de la magnífica Rumiko Takahashi, sin embargo la trama es completamente mía.
A favor de la campaña por más fics SesshRin, porque escribir para nosotras es una pasión, compartir nuestros fics llena el corazón.
Suspiros de amor - Capítulo 5
El lunes por la mañana, Rin recibió la materia prima de la pastelería y se quedó mucho más tiempo revisando las facturas. Tenía dos pedidos atrasados y estaba hecha un lío con los horarios de esa semana. Ayame se enfermó de gripe y ese día no se presentó, por lo que tuvo que quedarse hasta más tarde. Había logrado sobrevivir a un fin de semana de locos, con pedidos que nunca antes había tenido, porque al parecer su pequeña pastelería iba creciendo de a poco. Una tarde mientras estaba por cerrar una mujer entró corriendo para hacerle un pedido de última hora, a quién alguien más había recomendado la pastelería. Se alegró de que la gente la estuviese recomendando, aunque eso implicaba más trabajo y por consiguiente menos tiempo para ella misma. En ese momento no recordaba cuando había sido la última vez que se había tomado una tarde libre para ir a caminar, al parque o a tomar un café con alguien. Con Kagome, por ejemplo, quién había quedado de ver el miércoles por la mañana.
Sonrió al pensar todas las cosas que estaban ocurriendo en su vida últimamente y se puso a trabajar. Mientras destapaba una caja con publicidad, sintió unos pasos dentro de la pastelería. Cuando se levantó del suelo donde revisaba, vio a Sesshomaru entrando en la cocina.
—¿Quieres matarme de un susto? —Sesshomaru se recostó de la mesa y negó.
—No era mi intención, pero vi que no venías y pensé que tal vez necesitabas ayuda.
Rin se cruzó de brazos y miró las cajas en el suelo, desperdigadas con las facturas encima.
—La verdad es que sí, pero la chica que me ayuda hoy no ha podido venir y tengo todo el pedido entero por revisar.
—Bueno, creo que eso sí puedo hacerlo —dijo yendo hacia ella.
Rin sonrió mientras le entregaba las hojas.
—Ve tachando lo que encuentres.
—Solo déjame llegar hasta el suelo —dijo él quejándose mientras se agachaba hasta las cajas.
Se había puesto una camisa azul de las de Bankotsu, y el pantalón de franela que llevaba puesto le llegaba un poco más debajo de las caderas, puesto que era más alto que su exnovio, y debía reconocer que se veía tremendamente guapo. El pantalón le caía por las caderas, y se olvidó por un momento que era solo su invitado.
Negó con la cabeza antes de volver a las cajas. No podía estar pensando en eso, las piernas cerradas, se recordó. Intentó alejarse de él y se decidió a empezar el pastel para el día siguiente.
Sesshomaru siguió verificando el contenido de las cajas mientras ella preparaba la masa. Luego lo escuchó hablar.
—¿Llevas mucho tiempo con la pastelería? —Rin estaba incorporando la harina a los huevos y el azúcar, se detuvo.
—Un par de años. No tanto.
—Es un bonito lugar —dijo él antes de levantarse, con el dolor fijado a la cara.
—Lo lamento, deberías estar arriba descansando.
Él negó. Se jaló una silla y se sentó frente a ella en la cocina.
—Ya estoy harto de quedarme acostado. Si la paliza no me mató, el maldito encierro lo hará.
—Podríamos salir a hacer las compras mañana para que no estés encerrado todo el día.
—Tampoco puedo hacer eso —Sesshomaru soltó un gruñido—. Ya mucho me arriesgue yendo al médico.
Rin dejó la harina a un lado para mirarlo. Quería respuestas y la curiosidad que intentaba controlar durante esos días, estaba por desbordarle.
—¿Por qué estabas golpeado en esa calle?
—No vas a darte por vencida, ¿verdad? —ella negó.
—Creo que te estoy dando mi casa, al menos podrías ser sincero conmigo.
—Si te dijera la verdad podría ponerte en peligro.
Rin se echó a reír.
—Por favor, te tengo en mi casa, ¿qué más peligroso que eso?
—Tienes razón —respondió él apoyándose de la mesa—. Estaba pensando marcharme en unos días. Creo que ya puedo valerme por mí mismo.
La idea de quedarse sola de nuevo, hizo que se le hiciera un hueco en la boca del estómago, no es como si pasara mucho tiempo con él, pero subir a su piso y verlo dentro, era una sensación reconfortante. Se obligó a alejar aquel sentimiento y levantó de nuevo la harina y encendió la batidora. Vertió jugo de naranja lentamente al tiempo que volvía a poner otro poco de harina.
—Por mi puedes quedarte el tiempo que necesites. Si no quieres contarme nada no lo hagas.
—No es que no quiera contarte, es que no es necesario que sepas cosas que pueden perjudicarte.
—¿No irás a decirme que eres un asesino? —Sesshomaru negó—, ¿ves? ¿Qué tan malo puede ser?
—Enséñame a preparar pasteles —dijo él esquivando sus preguntas. Rin sonrió porque sabía lo que pretendía alejándola del tema, pero no le importó, necesitaba pensar en otra cosa que no fuera su soledad.
—Ahora mismo estoy preparando uno. Puedes acercarte y te voy explicando.
Sesshomaru se levantó de la silla y caminó hasta ella.
—Solo tienes que ir incorporando la harina lentamente y la ralladura y el jugo de naranja al mismo tiempo.
Sesshomaru tomó la harina y el jugo de naranja imitando lo que la había visto hacerla. Rin se quedó a su lado y luego cuando lo vio verter muy rápido la harina, lo tomó de la mano para que lo hiciera más lento.
—No tan rápido, el truco es en hacerlo lento. Despacio para que no se hagan grumos…
Al instante, reconoció el calor del cuerpo del hombre a su lado. Sesshomaru era alto, le sacaba más de dos cabezas de altura y a primera vista parecía intimidante, pero teniéndolo así de cerca, y mirándola como si la deseara, parecía el tipo de hombre que se dejaba amar. Sesshomaru le miró los labios, su mirada era seria y el rictus que era su boca formaba una delgada línea. La electricidad que sintió al tocarlo era innegable, todo su cuerpo respondió llenándola de deseo. ¿Hacía cuanto tiempo que no estaba con un hombre?
—¿Qué tan lento? —preguntó él.
—Así lo estás haciendo bien —murmuró sin poder dejar de mirarlo. Sentía la boca seca y deseó que la besara. Que mojara sus labios. Se lo imaginó tomándola de las caderas y pegándola a él, y luego sin que pudiera evitarlo, lo imaginó entre sus piernas haciéndole el amor sobre la mesa de su cocina.
—Creo que nos hemos pasado.
Rin volvió de golpe a la realidad. La fantasía se esfumó y de repente, el cuenco donde preparaba la masa estaba completamente lleno de harina.
—¡Mierda! —chilló apagándole a la batidora.
Sesshomaru se alejó con la harina aun en las manos y de pronto se echó reír.
—Soy un pésimo ayudante de cocina.
—No hay nada que no se pueda solucionar.
Quitó el cuenco de la batidora y sopló un poco la nube de harina que se levantó, mientras se tapaba la nariz y boca con las manos. Sesshomaru hizo lo mismo sin poder parar de reír. Esa era la primera vez que ella escuchaba su sonrisa. No parecía el tipo de hombre que reía a carcajadas, pero en ese momento podía ser cualquier cosa.
—Creo que jamás voy a contratarte en mi cocina —arguyó comenzando también a reír.
—Menos mal, no creo que lo mío sea hacer las cosas lento.
Rin volvió a sentir como se le aceleraba el corazón y antes de que pudiera hacer una locura, mejor se giró y fue por un trapo para limpiar el desastre.
—Es una completa estupidez.
Rin dejó su taza de café sobre la mesa, mientras se echaba a reír por la cara de pocos amigos de Kagome. Su amiga se veía radiante, llevaba un vestido floreado y el cabello levantado en un moño alto. Y estaba gritando y agitando las manos como una histérica porque ella tenía un invitado en su casa que tanto a ella como a Sango les parecía peligroso. Lo único que le parecía peligroso a Rin, eran las tremendas ganas que le tenía a ese hombre, que no paraba de fantasear con que le hiciera el amor en la cocina, en la sala, en el baño y en todos los lugares posibles. La única peligrosa ahí era ella.
—Para que te quedes tranquila, tiene un par de costillas rotas, camina como abuelo y tengo un juego de cuchillos que manejo de maravilla.
Kagome resopló y se dejó caer en el respaldo de la silla.
—No deberías vivir sola con un hombre que no conoces.
—¿Me lo dice quien se enamoró de un pandillero del cuál sabe absolutamente nada?
La cara de Kagome fue todo un lienzo. Luego el terror se reflejó en su cara. Rin odió haber dicho eso, sabia lo mal que lo estaba pasando su mejor amiga desde que ese pandillero, como a ella le gustaba llamarle, había desaparecido sin decirle adiós. Estaba con el corazón roto aunque a ella le gustaba decir que estaba madurando.
—Vamos, Rin, esto es diferente.
—Se irá en una semana. No te preocupes.
El celular de Rin comenzó a sonar en ese momento. El número de Bankotsu parpadeaba en la pantalla, y por un momento pensó que el corazón iba a salirle disparado. Giró el teléfono e ignoró la llamada.
—¿Ahora qué sucede? —quiso saber Kagome. Rin sonrió.
—Es un pedido de la pastelería. Creo que ya tengo que irme.
—Rin.
—Prometo que te mantendré al tanto de todo.
Rin se despidió con un beso y salió huyendo de la cafetería, mientras su teléfono seguía sonando y ella lo seguía ignorando. Cuando dejó de sonar, recibió un mensaje "Esta vez no me daré por vencido" Era la única frase, y no supo si enojarse o echarse a reír.
Al llegar a casa, se encontró un arreglo enorme de flores, y a Sesshomaru mirándolo con los brazos cruzados. En cuanto la escuchó se giró a ver y se encogió de hombros.
—Tu admirador es muy persuasivo.
Rin recogió la nota, después de leerla, la arrugó y la echó a la basura. Kirara subió a la repisa y comenzó a aruñar con la pata una rosa de la cual cayeron dos pétalos.
—¿Te gustan Kirara? —la gata ronroneó y siguió jugueteando con las flores—. Cómetelas —dijo antes de darse la vuelta y dejar a Sesshomaru ahí, mientras ella subía con un humor que ni ella misma se soportaba.
Las atenciones que le estaba dando Bankotsu comenzaban a incomodarla. Necesitaba, no, exigía paz para ella. No quería que él lo intentara otra vez porque estaba segura que volvería a salir dañada y ya estaba harta de eso.
Toda la tarde su teléfono siguió sonando, hasta que por fin se decidió a contestar.
—Ya basta, ¿se puede saber qué te ocurre?
—Cariño, esperaba que te gustaran las flores.
Rin se levantó de la mesa de la cocina y salió a la calle molesta.
—No, no me gustaron.
—Rin, solo quiero una oportunidad.
—¿Para qué?
—Para demostrarte que aún te amo y que aún podemos intentarlo. Recuerda todas esas veces que estuvimos juntos. Los paseos por la playa, o cuando nos íbamos de campo. ¿No te apetece volver a vivir todo eso?
El corazón de Rin se quebró un poco. En el fondo, había anhelado volver a tener todo aquello que Bankotsu le había arrebatado con su infidelidad. Lo había amado tanto que aún le dolía el corazón al pensar en todas las veces que le había dicho que la amaba y era mentira.
—Déjame, ¿quieres?
—Cariño, yo sé que tú todavía me amas. Entre nosotros aún hay algo, no puedes negarlo.
—Déjalo, Bank.
Luego sin darle tiempo, colgó la llamada y se tiró a llorar en la banqueta. Hacía tiempo que había dejado de llorar por él, y se había jurado no volver a hacerlo, sin embargo, era difícil olvidar aquello que durante mucho tiempo la había hecho feliz.
Kirara se restregó a un lado de ella, maullando. Rin sonrió y acarició a la gata, que por primera vez dejaba que le acariciara.
—Kirara, los hombres son todos unos idiotas.
—Permíteme estar en desacuerdo con eso. —la voz de Sesshomaru desde dentro la hizo levantarse rápido y limpiarse las lágrimas.
—¿Qué haces ahí escuchando conversaciones ajenas?
—¿Conversaciones con una gata? —Kiara se alejó de ella en ese momento y pasó por detrás de él para subir las escaleras.
—¿Debería recordarte que no puedes asomar las narices? —Sesshomaru se apoyó de la puerta de la pastelería y le hizo señas para que se acercara.
—Tu estado de ánimo me obliga a actuar. Si no lo hago, me veré perjudicado. Te vez fatal con la cara arrugada y los ojos hinchados.
—Ahora entiendo por qué sigues soltero. Tus habilidades de consuelo son igual o peor que tus habilidades en la cocina.
—No es mi culpa que andes de un humor de los mil demonios.
Rin pasó de largo y se giró antes de ir a la cocina.
—Hoy trabajaré hasta tarde, así que no me esperes a cenar.
Rin se dedicó diligentemente a olvidarse de toda su frustración en la cocina. Se pasó toda la tarde preparando tartas y cupcakes para tener la mente ocupada. No subió ni una sola vez a su piso y salió dos veces a comer algo a la calle, porque no le apetecía cruzarse con Sesshomaru, en general, con ningún hombre. No estaba en condiciones de pelear con su deseo como mujer.
Cuando se sintió morir de cansancio, decidió que podría subir y echarse a dormir como una piedra. Al menos esas eran sus intenciones cuando cerró por completo el día y subió a su habitación. Sesshomaru estaba bañándose, lo sabía por el ruido de la regadera, y el silencio abrumador de su recibidor, fue un golpe bajo de nuevo.
En ese momento, su teléfono celular sonó y cuando pensaba responder, escuchó la voz de Bankotsu desde afuera.
El corazón le saltó al verlo debajo, en la calle, con su camisa blanca y unos vaqueros azules que le sentaban de maravilla. Reconocía que se veía guapísimo.
—Te dije que no vinieras —balbuceó cuando pudo recuperar la voz.
—Tengo que intentarlo. Déjame subir para hablar.
—Vete, Bank, no es el mejor momento.
—Nunca será el mejor momento. Ese es tu problema.
—¿Mi problema? Te recuerdo que fuiste tú quien arruinó todo. No yo. —el mal humor de Rin regresó como un balde. Ese hombre que estaba abajo, le había roto el corazón y no pensaba permitírselo de nuevo.
—Bebé, vamos a hablar, ábreme.
—He dicho que te vayas. ¿O es que quieres que llame a la policía?
—¡Demonios! Eres igual de terca, deja de comportarte de una forma tan infantil y déjame hablar.
—Lo hubieses hecho hace un año. No tienes idea de cuánto esperé a que volvieras y me pidieras perdón.
—Pues lo estoy haciendo ahora.
—Lo único que estás haciendo es montar un numerito fuera de mi casa.
El ruido de la puerta del baño, puso alerta a Rin. Sesshomaru venía con una toalla alrededor de la cintura y el cabello le caía mojado sobre la frente. A pesar del tumulto de emociones, el deseo que sentía por ese hombre casi la hizo olvidar que estaba discutiendo con su exnovio. La boca se le secó nada más verlo.
—¡Rin! —el grito de Bankotsu le trajo de vuelta a la realidad. Se giró enojada.
—Hablaremos después, ahora vete.
—¿Qué sucede? —preguntó Sesshomaru caminando hacia ella.
—Nada que pueda interesarte.
—Pues sus gritos se escuchan hasta el baño.
—¿Y él quién es? —los gritos de Bankotsu se hicieron más fuerte—. ¡Qué rápido metiste a otro hombre a tu casa!
—¿Es tu exnovio?
—¡Rin!
Por un momento, no supo qué hacer. Deseaba largarse de ahí y dejar de sentirse de esa manera. Tapárselo los oídos y dejar de escucharlos a ambos.
—¿Aún lo amas? —la pregunta de Sesshomaru le hizo cavilar en ese momento. No, ya no amaba a Bankotsu, amaba los momentos que pasó con él, pero no a la persona que estaba ahí. Negó con la cabeza.
—¡Rin! —volvió a gritar Bankotsu. De pronto, Rin sintió que Sesshomaru le abrazaba por la espalda. El calor de ese hombre la hizo olvidarse de todo en ese momento.
—Perdiste tu oportunidad, amigo, ella ahora está conmigo.
Rin sintió que las piernas le temblaron y el corazón le saltó de arriba a abajo como si estuviera a punto de caer al vacío.
Continuará…
Muchas gracias a todas por haber dejado su review en el capítulo anterior y por la paciencia para esperar otro. He tenido mucho trabajo y entre que publico mis novelas originales y mi trabajo como farmacéutica, creo que moriré de estrés. En fin, gracias a mi gemela del alma, Sheila, el capítulo está decente y sin fallos.
Recuerden que leer y no dejar review es como manosearme una teta y salir corriendo.