Nota: Humor negro. Se pide respeto.
Una carta para Shaina
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La carta
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Rara vez Shaina recibía cartas. O más bien, nunca recibía cartas, y esa mañana de primavera había sido sorprendida por Marín al entregarle su correspondencia.
—¿Quién la mando? —cuestiono a su compañera (a la fuerza) de cuarto.
—No lo sé. —respondió, colocándose su máscara. —No trae remitente, solo tu nombre. Te deje agua para que te prepares tu café. Nos vemos. —y sin más palabras que esas, salió de la cabaña.
Shaina arqueo su ceja al ver el sobre azul cielo sin remitente ni algún otro indicio que le dijese quien la envió, solo su nombre escrito con bonita caligrafía era lo único que le daba vida a ese escueto papel.
Se encogió de hombros y comenzó a caminar en dirección a la cocina, rompiendo el sobre.
Tiro el sobre en la basura y deposito la carta en la mesa en lo que se preparaba su café cargado y una cucharada de azúcar tal y como le gustaba. Tomo unas galletas de la alacena y volvió a la mesa para desayunar.
Una mordida a una galleta, un sorbo a su café y tomo la carta, que tenía una letra simplemente perfecta, no había duda de quien la escribió se había tomado su tiempo para hacerlo. Mas lo que en ella estaba escrito, no era para nada bello.
A cada párrafo que leía, a cada oración, a cada letra el color se iba de su rostro y la sangre se le subía a la cabeza. Sus puños se cerraron con fuerza arrugando el papel en el proceso y el sabor de su saliva le parecía amargo, más amargo que el café que se tomaba.
Para la maestra más linda y amargada del Santuario; Shaina de Ofiuco
¿Qué paso con esas sonrisas
que a todo mundo obsequiabas?
¿Qué paso con la alegría
que el rostro te iluminaba?
Lo has perdido y no lo buscas.
Lo has dejado y te has amargado.
La pregunta es corta, la respuesta desconocida
ya que esta oculta en tu mente envejecida;
¿Qué haces aquí?
Mendiga vieja infeliz.
"¿Vieja? ¡Pero si apenas tengo 16!"
Ya no enseñas, atemorizas.
Con tus canas y tu risa.
La peliverde tomo un mechón entre sus dedos, mirándolo detalladamente "¿Tengo canas?"
Los niños no tienen la culpa
de tu clara menopausia,
de tu infancia destruida,
de que te hayan follado
y no te haya gustado...
O en el peor de los casos, no te haya "llenado" (O alcanzado)
Las mejillas de la amazona se tornaron rojas, al igual que su nariz y su frete. Y no fue por vergüenza, si no por coraje.
Te lo repito, vieja loca.
¿Qué haces aquí?
Asustar, amargar y joder este pobrecito mundo, más y más.
Un aviso yo te dejo;
Si no te gusta enseñar,
no le hagas al pendejo
y mejor vete a putear.
Mejor vivir de tu culo,
aunque te dé un viejo peludo.
"Cuando me entere quien es el graciosito que me escribió esto le voy a dar la golpiza de su vida, deseara no haber nacido, lo juro"
Mi deseo más deseado; es que este año te retires
y desayunar diariamente vestido solamente con calcetines.
Disculpa si te ofendo,
pero sabes que la razón tengo.
Los aprendices ya te odian
con todo su corazón,
pues la culpa no es suya que nadie te haya tirado el calzón.
"Lo que yo te tirare serán los dientes"
Ya con esta me despido,
rogare a la Santísima Athena que te "hagan el favor"
y si no hay quien se anime con gusto lo hago yo.
Esta carta bien fue escrita de puritito corazón.
Y no me escondo, aquí te firmo;
Una alumna retirada,
que te manda a la mismísima chingada.
Besos y abrazos o(n.n)/ y también esto .I.
Señorita Shaina, decidme ¿Que paso con usted? ¿Dónde está aquella mujer alegre? ¿Dónde esta aquella mujer que enseñaba gustosa a sus alumnas del arte del combate? ¿Donde?
No se desquite con sus alumnos, que no tienen la culpa del odio que le tiene a la vida y el que Seiya jamás la haya pelado.
Ellos no tienen la culpa, y lo sabe.
Piense bien en sus acciones y póngase a pensar: ¿Quiere ser recordada con cariño y que al nombrarla su alumno se llene de orgullo, o ser odiada y con el paso del tiempo olvidada?
Con furia hizo de la carta una bola, la cual iba a ir a para al cesto de la basura. Sin embargo, si la tiraba jamás descubriría quien había escrito tal cosa.
Salió con paso apresurado dejando el café sin terminar y una galleta mordida atrás.
Apenas traspaso el umbral de la puerta cuando el sol le dio de lleno en el rostro, recordándole una cosa; No se había puesto su máscara. Entro de nuevo a la cabaña soltando maldiciones a diestra y siniestra, se colocó la máscara y volvió a salir con pasos rápidos.
Ya sabía con quién podía ser autor de dicha carta. Y en cuento lo tuviera en frente, lo lamentaría.