Lady Bug, Chat Noir ni ninguno de sus adorables personajes me pertenecen, escribo ésto sin fines de lucro con el único fin de entretener un rato a mis lectores.
¿Qué opinan? ¿Merece un review?
Adrien suspiró pesadamente mientras sus dedos recorrían las teclas del piano, su padre escuchaba atento cómo la pieza fluía y flotaba sobre el lugar. Estaba atento a la pieza, a la ejecución, a regañar a Adrien en caso de que el muchacho se equivocara, pero la Nocturna de Chopin sonaba tan bien de las manos de Adrien que casi parecía que el joven la había compuesto.
El joven rubio no pudo evitar sonreír de oreja a oreja al percatarse de que su padre se mecía lentamente de un lado al otro, permitiendo que la música lo embargara. Sonrió poniendo más sentimiento en la ejecución, marcando las pausas de forma elegante y los alegretos con más intensidad, sonrió terminando la pieza y suspiró tratando de contener la emoción, esperando las críticas frías y despiadadas de su padre, pero en su lugar obtuvo una mirada amable y media sonrisa de orgullo.
—Bien hecho, hijo. —Fue lo único que dijo antes de levantarse y salir.
— ¡Padre! —Exclamó Adrien tirando el banquito del piano por la velocidad a la que se había movido, alcanzó al mayor de los Agreste en la puerta y suspiró para tomar valor.
—Nino me invitó por la tarde a...
—Lo que me recuerda. —Comentó el hombre con su tono petulante y frío de siempre. —Una amiga me ha pedido un favor.
Adrien suspiró, eso sólo podía querer decir una cosa, no había permisos esa tarde.
—Dime, padre.
—Necesita un pianista a las cuatro, hora y media. Para una clase de ballet. —Adrien sintió un atisbo de esperanza, si se desocupaba a las cinco y media podría verse con Nino a las seis. —Les prometí que estarías ahí. Si te desocupas a esa hora y no requieren más de ti, puedes salir con tus amigos más tarde.
—Gracias padre.
El señor Agreste cerró tras de sí y Adrien levantó su camiseta para que Plagg saliera de su escondite.
—Hum, eso quiere decir que jugaremos video juegos con Nino ésta tarde. —Dijo el Kwami sonriente. —Alístalo todo, nos vamos.
—El día ha sido muy tranquilo, parece ser que hoy no veré a Lady Bug. —Dijo con tristeza.
—¡Oye, alégrate! Esa es señal de que nadie ha sido akumatizado hoy. Debería darte gusto.
—Esa parte me hace feliz, Plagg. No me malinterpretes. Es sólo que quisiera verla. —Dijo al final recargando los codos en la ventana y apoyando el rostro en las manos, con aires soñadores, mirando el cielo azul, despejado.
—¡Ay, niño! —Espetó el Kwami fastidiado. Y en un murmullo sólo para sí mismo, añadió. —Si supieras. —Recordó el día que Tikki y él habían descubierto las identidades del otro, no podían ser más ciegos. Una parte en el corazón de ambos Kwamis había querido creer que, durante la grabación del video musical, con los trajes puestos y eso, ellos al fin descubrirían la verdad sobre el otro, pero no pasó. Ambos vivían en las nubes. Una idea surgió en la mente del pequeño Kwami, quien sonrió malicioso antes de acercarse a Adrien y sentarse en su hombro. —Has estado tan ocupado pensando en Lady Bug que ni te das cuenta de que hay más bichos en el mundo.
—¿Qué quieres decir? —Inquirió con curiosidad.
—Quiero decir: ¡Marinette! Está colada por ti, suspira cada vez que te ve, no puede estructurar una frase en tu presencia, tartamudea, se muerde la lengua.
—Ella es atolondrada. —Comentó amable con una sonrisa tierna. —Es todo, Plagg.
—Sí, claro. ¿Y entonces por qué no es así todo el tiempo?
—Explícate, gato.
—Adrien. Tú le gustas. Ella se atolondra sólo cuando habla contigo.
—Marinette es una amiga. —Murmuró tratando de soñar seguro, aunque una parte de él quería creer que Plagg tenía razón. Era cierto, Lady Bug era su amor platónico, pero había algo en Marinette que lo hacía suspirar.
—Deberías darle una oportunidad. Sólo una. —Sugirió divertido, flotando frente al rostro de Adrien, el rubio miró con curiosidad a su compañero, sin entender de qué iba todo aquello. —Si tienes una cita, tal vez eso te ayude a distraerte de Lady Bug un día y... podrías darte cuenta de otras cosas. Estás dejando de ver lo importante por estar enfocado en la máscara de Lady Bug.
—Tú sabes quién es Lady Bug. —Murmuró Adrien a manera de reclamo. —Dime la verdad, Plagg. Si conociera la verdadera identidad de Lady Bug, ¿Ella me seguiría gustando?
—¡Yo qué sé! —Espetó el Kwami cruzándose de brazos y dándole la espalda al Agreste. —No me importa si te seguiría gustando Lady Bug, me interesa que le des una oportunidad a Marinette.
—¿Por qué?
Plagg se tensó en su lugar, con la espalda recta y una gota de sudor en la frente.
—Pues... Porque... Ah... Marinette es... eh... —Suspiró encarando al muchacho con una cara de frustración. Y lo siguiente lo gritó a todo pulmón y a toda velocidad. —Porque tal vez salir con ella te ayude a ver las cosas más claras, nunca has estado en una cita, ni sabes cómo hablar con una chica y Marinette podría ser mejor persona que Lady Bug, pero tú estás muy ocupado persiguiendo a ese bicho. Ahora sal, toca el piano y ten una cita con Marinette Dupain Cheng. —Empujó a Adrien hacia la puerta de su cuarto, el muchacho apenas pudo ofrecer resistencia y sonrió cuando su Kwami lo dejó caer al piso por falta de energía. —Ay, tengo hambre.
—Vamos, Plagg. —Dijo sonriendo, sacando un pedazo de camembert de su frigobar privado y avanzando hacia la puerta.
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—Alya, recuérdame por qué estamos haciendo esto. —Murmuró Marinette por enésima vez mientras terminaba de atarse las zapatillas de cuero y se alejaba el flequillo del rostro.
—Porque Lady Bug a veces se mueve como si fuese una bailarina de ballet y ésta escuela tiene un grupo de nuestra edad, sólo de nuestra edad. Así que tú y yo vamos a tomar una clase muestra.
—Pensé que ya habías dejado eso de tratar de averiguar su identidad.
—No estoy tratando de averiguar su identidad. Sólo quiero saber si baila aquí.
—¿Y cómo vas a saber si es ella? —Murmuró Marinette con media sonrisa, tentando a su amiga a decir la verdad. —Tendrías que haber pasado mucho tiempo con ella, muy cerca, muuuuy cerca, observando sus movimientos y hasta bailando con ella para saberlo.
—¡No! No necesariamente, digo... —Soltó Nerviosa Alya. —No es que pase tiempo con ella ni nada de eso, tendría que ser una súper. ¡Cosa que no soy! —Exclamó en medio del grito ante la mirada confusa de Marinette. —No soy ninguna súper heroína ni he tenido Miraculous, ni nada.
Marinette soltó una risa, sintiéndose orgullosa de su amiga. —Venga ya. Tranquila. Nadie te acusa de nada. —Marinette le tendió una mano a Alya y ambas entraron al salón, donde otras chicas ya estaban haciendo calentamientos.
Marinette las miró asombrada. Si alguna vez en su vida había bailado, ese tiempo se había quedado muy atrás. Sonrió cuando Alya le guiñó. —Tú haz lo que yo.
Juntas hicieron algo de calentamiento, apoyándose la una a la otra, y cuando una mujer alta, estilizada, vestida con el uniforme de la academia, entró, todas las chicas guardaron silencio y se posicionaron en la barra, en primera posición.
—Hoy tenemos varias invitadas. —Comentó con el cuello alargado y paseando las miradas por todas las chicas. —Así que la clase irá lenta, espero de las más avanzadas ver su dominio de la técnica en lo que haremos hoy.
—Sí, Madeimoselle Juliette.
Marinette se concentró al frente y fluyó con las indicaciones de la profesora, dejándose envolver por la música del piano sin darse cuenta de que Adrien en persona era quien estaba tocando. El muchacho había llegado sigilosamente, un poco tarde, pero agradeciendo que la maestra también se hubiese retrasado en la recepción. Le había pedido que entrara y se colocara al piano, las partituras tenían escrito en la parte de arriba a qué calentamiento pertenecían, así que Adrien sólo tenía que prestar atención a lo que la maestra decía y poner las partituras en su lugar.
Sonrió cuando se percató de que Alya y Marinette ocupaban un puesto al centro de la barra, agradeció conocer algunas de las piezas de piano (mismas que practicaba a diario en presencia de su padre) y así poder ver el ensayo.
Plagg, demasiado cerca del cuello de Adrien, murmuró para el muchacho: —¿No es bonita?
Adrien le dedicó una mirada dura y siguió tocando, observando los movimientos agraciados de Marinette. Ahí, con su leotardo negro, con las mayas rosas, con el cabello recogido en un moño alto y con la falda transparente de color rosa, parecía un sueño.
Era cierto. Plagg tenía razón. Marinette era muy bonita, y ahí, haciendo movimientos delicados, amables, tranquilos y controlados, parecía algo salido de uno de sus comerciales, como un hada o algo más místico. Adrien, sonrojado, volvió la vista a las partituras y terminó la pieza, deseando con todo su corazón que Marinette no mirara en su dirección.
—Señoritas. —Llamó la madeimoselle aplaudiendo dos veces. —Haremos secuencias de tres en tres. Al centro del salón cada tres grupos, harán lo siguiente: jetté, jette, grand jetté. Cuatro balancé, tres veces esa secuencia, y con el cambio de música harán un pirouette, tres chaines, tres veces esa secuencia. En el piano. —Adrien se agachó en su lugar, ocultándose detrás de las partituras. —Segundo vals de Shostakovich. —El muchacho levantó un pulgar y suspiró cuando la maestra miró a sus estudiantes.
Marinette se mareó sólo de pensar en los giros, pero sonrió cuando Alya le puso una mano en el hombro. Ellas dos quedaron de últimas, aprovechando la introducción de la canción para llevar los brazos a posiciones, hicieron dos saltos pequeños y el tercero, hicieron split en el aire, tanto como pudieron antes de caer en plié y comenzar los balances, Adrien entreabrió la boca cuando vio a Marinette hacer los giros y terminar su secuencia con gracia y elegancia, tal vez no tan agraciada como el resto de las chicas, pero sí como sólo Marinette lograba conseguir.
Plagg le cerró la boca a Adrien con un golpecito y sonrió para sus adentros, repitiendo en voz muy bajita. —Te digo que es muy bonita.
—Lo es.
La maestra revisó su reloj un momento y sonrió murmurando. —Hay tiempo. Marinette, Alya, ya que ustedes son nuestras invitadas, nos gustaría hacer algo de improvisación por aquí, con lo que el pianista quiera deleitarnos. Una a una pasará de lado a lado del salón, bailando. Diviértanse chicas, Marinette, Alya, también ustedes por favor.
Adrien comenzó a pasear sus dedos por las teclas, Plagg sonrió malicioso cuando identificó la canción, una pieza titulada Mariage d'Amour. El Kwami vislumbró a Tikki sentada discretamente en el marco de la ventana y flotó hasta ella para admirar a las chicas en compañía de una amiga, ambos Kwamis intercambiaron una sonrisa amable y se dedicaron a mirar las evoluciones de cada una. La protegida de Tikki se había dejado al final y ahora se deslizaba por el salón con delicadeza, haciendo giros, uno que otro salto, movimientos dulces acompañados del compás de sus brazos de un lado al otro del salón. No escuchó la discusión que ocurría afuera y no se dio cuenta de que alguien gritaba hasta que abrieron la puerta del salón de un portazo y una voz chillona los sacó a todos de la ensoñación.
—Madeimoselle Juliette. —Gritó una joven pelirroja de ojos esmeralda. —¿Es cierto lo que están diciendo? ¿Cambiarán a los que quedaron seleccionados para Giselle? ¿Me van a quitar el papel de Giselle?
—Calma, calma. —Pidió la maestra sin inmutarse. Y mientras ella se enfrascó en una conversación con la chica que había interrumpido su clase, Alya se acercó a Marinette discretamente para murmurarle algo al oído.
—¿Ya viste quién está ahí?
Marinette miró distraída en dirección al piano y enrojeció hasta las orejas al darse cuenta de que Adrien le sonreía tímidamente detrás de las partituras, él levantó una mano para saludarla. Alya pasó un brazo sobre los hombros de la chica y le tapó la boca con esa mano, sonriendo y saludando con la mano libre. Marinette levantó también una mano para regresar el saludo y luego salió del salón tan rápido que Tikki tuvo que flotar a toda velocidad para no ser vista por nadie.
—¡No puede ser posible! —Exclamó al llegar a los vestidores, cubriendo su rostro con ambas manos. Separó los dedos para ver a su Kwami. —¿Tú sabías que estaba ahí? ¿Por qué no me dijiste?
—No podía acercarme sin ser vista, Marinette. Pero no importa, bailas exquisitamente, y Adrien se quedó boquiabierto cuando te vio bailar, estaba paralizado.
—No juegues, Tikki. Me voy a sentir peor.
—Lo digo en serio, Marinette. —Murmuró la Kwami levantándole el rostro a la pelinegra. Le dedicó una sonrisa franca y contagió a Marinette con ella. —Le gustó mucho cómo bailaste.
—¿De verdad?
—Sí, Marinette, no te quitaba los ojos de encima. Ahora, vuelve a la clase, termina el ensayo y salúdalo al final.
Tikki empujó a Marinette fuera de los vestidores y ella se adelantó hasta el salón, dándose cuenta de que la estudiante que había interrumpido su clase ahora se alejaba furiosa. Le dedicó una última mirada, deseando que no fuese akumatizada por aquello, pero sabiendo que no podría adivinar, volvió a entrar al salón.
—Muy bien, señoritas, es todo por hoy. Nos vemos mañana. No lleguen tarde.
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La compuerta de metal se abrió pesadamente, revelando el escondite de Hawk Moth, el villano sonrió levantando ambas manos y murmuró para sí mismo. —La desilusión por perder tu lugar al centro y al frente, la rabia de saber que serás reemplazado es el mejor lugar para gestar la venganza, ve mi pequeño Akuma, y demonízala. —En un santiamén, el akuma llegó hasta la academia y se adueñó de las zapatillas de la chica. La mariposa del villano se formó en torno a los ojos de Lina, la bailarina a la que reemplazarían, y ella levantó el rostro ensombrecido por la maldad. —Prima ballerina, no es justo que te arranquen el papel, bailar nunca ha sido fácil, ahora te doy el poder de hacer que otros bailen para que conozcan el dolor por el que has pasado. A cambio, sólo tienes que entregarme los Miraculous de Lady Bug y Chat Noir, quitándolos del camino, sólo quedarán en parís ojos para ti.
—Consideralo hecho, Hawk Moth.
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—Eh, Marinette... —Murmuró tímidamente Adrien acercándose a ella. —No sabía que bailaras ballet.
—Yo tampoco, es decir, si lo hago, pero antes no lo hacía y ahora lo estoy haciendo, porque, ya sabes, el ballet es tan... —Miró avergonzada a Adrien antes de murmurar la última palabra. —Ballet. Yo... He venido acompañando a Alya.
—Ya veo. —Comentó sonriendo, siempre le habían dado muchísima ternura los desplantes de torpeza de Marinette, ahora que sabía que era porque él le gustaba, una punzada de algo más vibraba en el fondo de su estómago. Él sonrió rascándose la nuca. —Yo... Iba a lo de Nino, pero me preguntaba si quisieras tomar algo de paso, te acompaño a donde vayas. Es decir... —¿Por qué estaba nervioso? Había hablado con Marinette mil veces. —Quiero decir que, si gustas, podríamos tomar una nieve.
—¿Nieve?
—Eso mismo, un helado de sabor o... o algo. —Marinette se quedó atónita ante la invitación de Adrien, cosa que desconcertó al muchacho, él retrocedió incómodo, tal vez Plagg le había jugado una muy mala broma y Marinette no estaba enamorada de él, como decía el pequeño Kwami. Se sintió como un tonto. —No tienes que aceptar, entenderé si estás ocupada o...
—Me cambio en cinco minutos. —Exclamó la chica recuperando el habla, corrió jalando a Alya consigo y tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para cambiarse correctamente. —Me ha invitado a tomar algo, me ha invitado a tomar algo. —Repetía incrédula una y otra vez consiguiendo que Alya soltara risitas por lo bajo. —¿Qué voy a hacer? —Soltó dejándose caer de sentón y mirando a su amiga. —Y si tartamudeo, voy a quedar como una tonta, se dará cuenta de que no soy tan bonita o inteligente y se hartará de mí y me dejará de hablar y seré miserable el resto de mi vida.
—O, podrías ser tu misma y ganar su corazón. ¡Vamos Marinette! Date algo de crédito. Le gustará.
—¿De verdad lo piensas?
—Verás que sí.
Alya empujó a Marinette fuera de los vestidores y sonrió mostrándole los pulgares. La pelinegra le sonrió despidiéndose con la mano y dio un salto de espaldas cuando escuchó la voz de Adrien tras de sí. —¿Lista para irnos?
—¡Sí! No, Sí, toda mi vida he esperado este momento. Quiero decir, que estoy lista para cada momento de mi vida, no podría estar más lista para este momento y... La estoy liando.
Adrien soltó una risa por lo bajo y negó con la cabeza, para luego ofrecerle un brazo a la pelinegra. Marinette miró incrédula el brazo de Adrien y luego sonrió embobada, aceptando.
—¿Te apetece un helado?
—Me encantaría. —Murmuró tímida, tratando de mantener a raya su tartamudez y dándose cuenta de que Adrien sonreía con ternura. Ella le devolvió la sonrisa y juntos se dirigieron a la salida. Ninguno de los dos se percató de que, al otro lado de la academia, una bailarina causaba estragos por las aulas en busca de Madame Juliette.
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—Elija el sabor que desee, My lady. —Comentó Adrien con una reverencia cuando llegaron a la heladería, Marinette no pudo evitar dedicarle una mirada larga, sabiendo que aquello parecía demasiado familiar .
Se dijo a sí misma que no podía ser posible lo que estaba pensando y sonrió de oreja a oreja al ver el perfil del muchacho, quien leía detenidamente los sabores de helados. Marinette suspiró sonriendo más ampliamente, pero cuando una explosión se escuchó a lo lejos, ambos intercambiaron una mirada, inseguros sobre qué decirle al otro para salirse de aquel lugar.
—Debemos ponernos a salvo. —Dijo Marinette decidida mientras miraba a su alrededor. —Debe haber un lugar para resguardarnos. —Vio una tienda de ropa y tomó la mano de Adrien, exclamando: —Por aquí.
Ambos entraron a la tienda, pero Adrien vislumbró a una mujer jalando una carriola y miró a Marinette. —Tengo que ayudarla.
—Veré que todos adentro estén a salvo.
Ambos se dedicaron una sonrisa y cada uno encontró su oportunidad para salir corriendo.