Poe se sentía realmente honrado de poder pilotar la mítica nave de Han Solo. Sabía que, oficialmente, era de Rey; pero dado que ella se había retirado a atender a la reina. Sus padres le habían contado historias sobre el Halcón Milenario que lo hacían soñar con volarla algún día. Estar en ese asiento en ese momento era casi mágico para él.
Finn, por su parte, no estaba tan emocionado debido a su experiencia anterior con la nave. Se alegraba de no tener que estar en la armería, Rose se había ofrecido amablemente a ocupar ese puesto, y ser un copiloto era claramente más cómodo. Aún así, estaba feliz de poder ayudar a su mejor amigo a guiarlos hacia un nuevo destino para reavivar la llama de la Resistencia. Por su lado, Poe pensaba que más bien los estaban llevando a su ruina.
-Oye, hermano.- llamó Dameron a su amigo algo preocupado.
-¿Sí?-
-¿Qué opinas de lo que quiere hacer la general?- preguntó sin rodeos y fijando la vista al frente. Finn apretó los labios y meditó un momento su respuesta.
-Pues, es lógico ¿no?- replicó al fin, no muy seguro de sus palabras.
-¿Cómo que lógico?- cuestionó de nuevo, confundido.
-Tú sabes…- trató de zafarse el extrooper, pero ya era tarde.
Finn sabía que debía cuidar sus palabras tanto o más que Rey, ambos sabían el gran secreto de la general Organa: Kylo Ren era su hijo y lo quería de vuelta. Ambos eran más comprensivos con Leia y sólo podían imaginarse el gran dolor que sentía día con día al ver a su hijo sumido en las garras de la maldad. Fue a él el único al que Rey le había contado su intento casi suicida de reivindicar a Kylo y su fallo total, Finn junto con Leia eran los únicos que conocían la verdad y deberían mantenerse callados hasta que llegar el momento de poder hablar.
-La general lleva en esto desde que es casi una niña. Nunca ha tenido un período de paz realmente duradero. Si yo fuera ella y hubiera perdido lo mismo o más que ha perdido, sin mencionar que llevo toda mi vida peleando en una guerra que no me lleva a ningún lado, también buscaría una segunda opción para terminar todo ésto.- argumentó Finn seguro de sus palabras.
Poe lo miró sorprendido de la sabiduría que residía en su mejor amigo. Supuso que su forma de pensar estaba influenciada por su experiencia como Stormtrooper y sólo podía imaginarse lo mucho que su amigo había sufrido; pero aún así, no compaginaba con sus ideas del todo. Si Leia realmente estaba cansada, ¿por qué no sólo le cedía el mando a él que era joven, fuerte y lleno de vitalidad para combatir a la Primera Orden?
-¿Y en serio crees que ese desgraciado aceptaría sólo hablar? ¡Es un asesino, Finn! ¡No un político! Créeme, no va a funcionar.- aseguró molesto Poe de tan sólo recordar la idea de su mentora.
-Creo en la general. Y eso es suficiente para mí.- repuso Finn con voz firme, Poe lo miró atónito.
Ambos amigos fijaron la mirada al frente por la paz. Finn no tenía ganas de seguir discutiendo; pero Dameron todavía tenía algo qué decir.
-Debería convertirme en el líder de la Resistencia antes de que Leia nos lleve a la ruina.- masculló entre dientes, pero su amigo alcanzó a escucharlo.
-¿Quieres sublevarte otra vez, Poe? ¿No recuerdas lo que pasó la última vez?- lo regañó el moreno.
-¡Esta vez sería diferente! ¡Esta vez funcionaría!- bufó Poe mirando con fuego en los ojos a su mejor amigo. Estaba tan exaltado que no notó que Kaydel Connix se había detenido en la entrada de la cabina de pilotaje al escuchar tanto escándalo.- Leia ha vivido demasiado tiempo en la guerra, es obvio que esté harta de ella. Pero yo nací en la guerra, la conozco como me conozco a mí mismo y sé muy bien que las guerras no se ganan dialogando, se ganan peleando.- aseguró Poe apretando fuertemente los volantes del Halcón.
-Poe…¿Estás diciendo que Leia ya no sirve para dirigir a la Resistencia?- preguntó Finn casi en un susurro, temeroso de que lo escucharan.
-Básicamente.- repuso Dameron haciendo tronar su cuello.
-Eres un estúpido, Poe.- una voz femenina y molesta resonó detrás de sus espaldas.
Ambos amigos sintieron un terrible escalofrío recorriéndoles las espaldas cuando escucharon a la mujer. Supieron de inmediato que no era Leia por lo joven que sonaba; pero si al voltear se encontraban a Rey, podían considerarse muertos. Pero no, a quien se encontraron fue a una enfurecida Kaydel mirándolos como si de traidores se tratara.
-Kaydel…-susurró Poe viéndola nervioso. Había pasado el suficiente tiempo con ella para saber que el carácter de la rubia podía llegar a hacer estallar un planeta entero si se le molestaba.
-¡¿Cómo se te ocurre decir esas cosas de la general?! ¡De la mujer que te acogió cuando tus padres murieron! ¡Que te tomó bajo su tutela y te convirtió en quien eres hoy! ¡Eres un malagradecido, Dameron!- lo acusó Connix con justificada ira antes de alejarse rápidamente.
Poe la llamó y salió corriendo detrás de ella. Finn apenas reaccionó a tiempo para tomar los controles y mantener la nave en su curso. Kaydel era menuda, pero caminaba rápido y al piloto le tomó un poco de tiempo alcanzarla.
-Kaydel, espera.- la llamó suavemente Dameron. La tomó ligeramente de un brazo y la hizo encararlo, sólo para recibir una bofetada de su parte.
-Eres un traidor, Poe. Lo esperaría de cualquiera, menos de ti. De Finn que fue stormtrooper, hasta de Rey, que sólo está metida en esto por ser una Jedi, pero ¿de ti? Nunca. Y mira lo que resultaste ser.- la teniente lo acusó con una voz venenosa y emprendió de nuevo su camino a donde fuera que se dirigía, pero Poe la detuvo de nuevo.
-Kaydel, por favor.- la miró con súplica. Ella era su mejor amiga dentro de la Resistencia, ambos habían crecido juntos en ese ejército y la idea de que ella estuviera así de enojada con él no le gustaba nada al piloto.- Sabes que es una idea estúpida. Kylo Ren es un asesino a sangre fría, ¡Recuerda lo que me hizo cuando fui prisionero de la Primera Orden! No es un hombre de palabras, no nos la va a poner fácil. Corremos el riesgo de que nos exija entregarle a Rey y, Kaydel, yo…no puedo hacer eso…No puedo permitir que ese malnacido se lleve a la chica que amo- confesó Poe, viéndose vulnerable. Pero su confesión no pareció calmar ni siquiera un poco a la teniente.
-No puedes permitir que Kylo Ren se lleve a la mujer que amas, ¿pero sí puedes permitir que tus amigos sigan muriendo en una guerra que ni siquiera es suya?- las palabras filosas de Kaydel hicieron callar a Poe, no tenía manera de rebatirle eso.- Eres un imbécil, Poe.- remató Connix antes de darse definitivamente la vuelta. Esta vez, Dameron no la detuvo.
Frías lágrimas escocían los ojos de Kaydel. No podía creer que Poe fuera tan inconsciente. Primero había sido su desobediencia del año pasado que los había dejado tan vulnerables, después estuvo su estúpido motín contra Holdo en el que ella lo apoyó porque creía en él. Siempre creía en él. Y ahora esta esto: que estuviera dispuesto a sacrificar vidas inocentes por una chiquilla desconocida para todos ellos. ¿Cómo podía decir que la amaba si no sabía prácticamente nada de ella? En cambio a ella, que la conocía desde que eran niños y se sabía al pie de la letra sus miedos, sus pasatiempos, las cosas que la hacen reír y llorar, no la veía como debería verla. Era cierto que la idea de Leia no le encantaba, pero era un alternativa que no habían utilizado antes y valía la pena darle una oportunidad; pero es tarado de Poe, ese idiota del que estaba irremediablemente enamorada no les iba a poner las cosas fáciles a ninguno de ellos.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
Rey corría a toda prisa con el canal de comunicación en su mano. Estaba emocionada, tan feliz que no podía disimularlo. Por fin llegó al cuarto de Leia y entró apresurada sin siquiera pedir permiso para pasar, trastabilló un poco y finalmente se puso frente a la general que se encontraba sentada en su cama mirando confundida a la joven por su estrepitosa entrada.
-Rey, ¿Estás bien, hija?- la llamó angustiada.
-Mejor que nunca, general.- Rey jadeaba, pero se apresuró a recuperar el aliento y arrodilló frente a Leia.- Acabo de tener un vínculo con Ben, hablamos y le comenté su plan.- contó la joven muy emocionada. Los ojos de Leia se iluminaron.
-¿Y qué dijo?- preguntó ansiosa. Rey puso la tarjeta transparente justo en frente de su mentora.
-Que va a hablar con usted.- respondió la Jedi muy alegre. Leia tomó impactada el canal entre sus manos y lo acarició con suavidad.- Eso nos da acceso a su canal personal, nadie tiene acceso a él excepto Ben. No podemos rastrearlo y tampoco pueden rastrearnos. Él contestará el día que usted y la reina decidan hablar.-
Leia miró la tarjeta llena de emoción. Lagrimas de alegría y nostalgia recorrieron sus mejillas. Hablaría con su hijo. Vería a su hijo después de tantos años. Estaba emocionada y también nerviosa, tenía miedo de que se mostrara frío ante ella, que todavía le guardara rencor y a pesar de poder terminar la guerra, no pudiera sanar su relación. Pero alejó esos pensamientos, ese canal era una prueba de que estaba equivocada, de que las cosas podían ir para bien. Ben estaba dispuesto a hablar, a dejar de lado la violencia y el lado oscuro por el bien de la Galaxia. Su hijo volvería, estaba segura. Y todo gracias a la hermosa jovencita que seguía arrodillada frente a ella
-Rey…-llamó suavemente Leia a la chica.- Gracias, muchas gracias…- la general se inclinó para tomar entre sus brazos a Rey y abrazarla fuertemente, ella respondió irguiéndose un poco para que no fuera incómodo para Leia.
Ambas estaban felices. Podían sentir la esperanza fluir entre las dos a través de la Fuerza. Ben Solo regresaría. Pero había algo más, un sentimiento muy profundo e íntimo. Un sentimiento de consuelo y apoyo familiar, como el de una madre reafirmándole a su hija que todo estaría bien. Leia conocía ese sentimiento, pero, ¿y Rey? Además, era tan abrumador que la anciana no pudo identificar cuál de las dos emanaba tal sentimiento. Se separaron lentamente y Leia volvió a ver la tarjeta.
-¿Confía en Ben, muchacha?- le preguntó con gentileza, pero en tono firme.
-Sí.- afirmó Rey.
-Kaniblia querrá corroborar que Ben te haya dado el canal correcto. Lo comprobaremos cuando lleguemos a Naboo.- contestó Leia levantándose de su cama hacia su tocador para guardar la tarjeta en su alajero.
-No creo que sea una buena idea hacer eso, general.- comentó Rey recordando lo que Ben le había dicho. Leia la miró confundida.
-¿A qué te refieres, querida?- preguntó mientras Rey se levantaba del suelo y caminaba hacia ella.
-Los Caballeros de Ren han vuelto. Hux los llamó y Ben tiene un mal presentimiento sobre su presencia en la misma base que él. Creemos que estamos empezando a controlar mejor los vínculos, es más susceptible que ocurra uno cuando estamos pensando el uno en el otro. Me pidió que tratara lo más posible de evitar activar un vínculo, teme que los caballeros se den cuenta y lo usen para atacarme. Él también se va a mantener a raya. Dijo que lo mejor sería no comunicarnos hasta que llegara el día de que ustedes dialoguen.- le explicó angustiada.
Leia miró al suelo desanimada. Realmente esperaba poder ver a su hijo antes de la discusión, para que ambos fueran más objetivos al momento de discutir el futuro de la Galaxia. Rey se percató de que sus palabras habían hecho caer el ánimo de la general. Se mordió los labios y miró a varios lados de la habitación buscando una solución, hasta que la encontró.
-Aunque…-musitó y Leia subió de inmediato la mirada.-Ben prometió darme unos datos muy importantes sobre Finn y no lo hizo. Podemos usar el canal para que me los diga dado que es peligroso contactarlo a través de la Fuerza- sugirió alegre la Jedi.
-Eso suena muy bien.- respondió Leia.
La mujer se acercó a la chica y le sonrió. Siempre hubo algo en ella que le provocaba confianza y la hacía sentir tranquila cuando las cosas sólo parecía que empeoraban. Esa joven era muy especial.
-Rey, ¿cómo es mi hijo?- preguntó con nostalgia, Rey la miró confundida, a fin de cuentas era su madre, se suponía que conocía a Ben mejor que cualquiera ¿por qué le preguntaba algo así? Leia notó la confusión de su protegida y aclaró las cosas.- La última vez que vi a Ben fue hace diez años, cuando todavía entrenaba con Luke. Ni siquiera pude decirle apropiadamente que era el nieto de Darth Vader porque, para variar, estaba peleando contra un montón de políticos idiotas. Y en 10 años, uno cambia mucho.-
La voz de Leia denotaba nostalgia y arrepentimiento. Tomó las manos de Rey y cerró los ojos, la Jedi sintió el impulso de hacerlo también. Entonces sintió cómo la Fuerza se movía alrededor de ambas y varias imágenes llegaron a su cabeza. Era Ben. Se veía un poco más bajo de lo que era ahora, su pelo negro no era tan largo y tenía una larga trenzita cayéndole del lado izquierdo, vestía unas ropas amarillentas y cafés similares a las de Luke, además de que usaba un sable de luz azul. Rey lo reconoció como su sable actual, sólo que en su forma original y sin tantas modificaciones. Le pareció curiosa su mirada tan sombría, era como si no encajara en la Academia con los demás alumnos y las ojeras debajo de sus ojos no suavizaban nada su apariencia. Leia le envió imágenes del último abrazo que se dieron, Ben estaba demasiado cansado como para sonreír mientras su madre le prometía ir a verlo pronto, algo que Rey dedujo nunca cumplió. Ahí también estaba Han, las canas no cubrían del todo su cabeza todavía y se veía que padre e hijo habían discutido por algo, porque cuando Han abrió los brazos a regañadientes para abrazar a Ben por insistencia de Leia, el adulto joven simplemente caminaba del lado contrario ante la mirada atónita de Luke y Leia. Han sacudió la mano y se alejó. Los gemelos llamaban a Han y a Ben molestos, pero cuando comprendieron que ninguno de los dos iba a atender a sus llamados, decidieron despedirse con un fuerte abrazo y la promesa de que Luke cuidaría de Ben.
Leia soltó las manos de Rey y se alejó de ella. Abrieron los ojos con lentitud, procesando lo que acababan de ver.
-Esa fue la última vez que vi a mi hijo. Han y él habían discutido la noche anterior porque Han había llegado ese mismo día, cuando había prometido llegar una semana antes. Se retrasó por aceptar entregar un cargamento extra antes de ir a la Academia. Han siempre fue muy confiado, estaba seguro que podría hacer ese trabajo y llegar con nosotros a tiempo; pero no contó nunca con la intervención de los Hutt. Estuve una semana entera con mi hijo y mi hermano, poniéndonos al día, viendo a Ben entrenar. Era el mejor de todos los alumnos de Luke. Y ellos lo sabían. Lo envidiaban y lo hacían de lado, nunca consiguió hacer amigos a parte de…- Leia se dio cuenta de que tal vez estuviera hablando más de la cuenta y regresó a su pregunta original.- Por eso te pido, Rey, que me digas cómo es mi hijo ahora, para irme preparando para el momento en el que lo vea de nuevo y la impresión no sea tan fuerte.- pidió la general llevando a la chica a la cama para sentarse en la orilla, la una frente a la otra.
La petición de la general le parecía lógica a Rey; pero por otro lado, no sabía qué decirle. El Ben que conocía y el Ben que recordaba Leia se veían tan diferentes. El que ella había visto se veía menos perturbado que el de Leia, tal vez porque ese estaba todavía luchando contra el lado oscuro y el suyo ya lo había adaptado a su persona y eso le brindaba un poco más de paz. Sin más rodeos, comenzó a describirlo.
-Es alto. Muy alto. Tal vez demasiado.- no se ocurrió otra cosa con la cual comenzar. Cuando pensaba en Ben, lo primero que se le venía a la mente era lo colosal que es.
-Es lógico, mi padre y Han eran hombre muy altos.- respondió Leia emocionada, pero su hijo ya la rebasaba en altura cuando dejó de verlo.- ¿Y qué más?
-Ah, pues…- Rey se puso nerviosa, sus recuerdos sobre Ben se amontonaban en su cabeza buscando ser el primero en salir de su boca. Harta de su confusión, tomó las manos de Leia y cerró los ojos, tal y como la general había hecho antes. La Fuerza volvió a fluir entre ambas y comenzó a enviarle imágenes de su hijo mientras lo describía.- Sus ojeras se han reducido, quiero pensar que duerme mejor. Su pelo negro ha crecido mucho, ya no lleva la trenza. Creo que se le ve muy bien. Su voz es grave, muy varonil y puede llegar a ser muy gentil cuando quiere; pero también dar mucho miedo. El negro le queda muy bien, mejor que las ropas de Jedi. Ha crecido desde la última vez que lo vio, es por lo menos una cabeza más grande que yo. Sus labios siempre están húmedos y rosados. La cicatriz…es mi culpa…estábamos peleando en la Base Starkiller y se la hice con el sable. Estaba peor en ese momento, ha sanado muy bien…perdón por eso, no estaba pensando bien las cosas. Sus ojos son muy expresivos, es muy fácil adivinar lo que siente con sólo verlo a los ojos. Entrena mucho, realmente cuida mucho de su físico y…no se ve nada mal. Ben es realmente muy atractivo.- ese último comentario la confundió. El enlace terminó y las imágenes de Ben dejaron de fluir entre ambas mujeres.
Leia se separó de Rey lentamente y una lágrima se deslizó entre sus párpados cerrados. Sonrió, era una sonrisa que mezclaba felicidad, tristeza y sobre todo, esperanza. La sabia mujer miró de nuevo a su protegida con todo el amor que tenía en su corazón.
-Gracias, Rey. Muchas gracias.
Leia hubiera querido decir algo más, pero la voz de Poe a través de las bocinas anunciando la llegada a Naboo interrumpió sus acciones.
Cuando el Halcón aterrizó, un escalofrío recorrió la espalda de Rey. Se sentía emocionada, feliz de volver. Primero salieron ella y Leia, seguidas de Kaniblia y su séquito, después Poe, Kaydel, Rose y Finn y finalmente Chewie con los droides.
Los guardias de la reina se acercaron y le hicieron una reverencia, también se acercó la senadora Moenia, una mujer de no más de 40 año que vestía un pesado vestido naranja y había recogido su cabellera rubia con adornos de oro.
-Majestad, que gusto tenerla de vuelta- la saludó animada.
-El gusto es mío, senadora Moenia. Dígame, ¿qué pasó con Osml?- preguntó seria la reina.
-Después de que la Primera Orden se fue, lo encarcelamos por traición. Esperábamos su llegada para que sea enjuiciado.- respondió con cierta satisfacción.
-Osml será castigado por sus crímenes, pero ahora tenemos algo muy importante entre manos. Senadora, no tengo que presentarle a la Senadora Organa y a los héroes de la Resistencia: Poe, Finn, Rose, Kaydel y Rey.- la reina se hizo a un lado para que su amiga viera a sus aliados.
-Por supuesto que no, ustedes salvaron a la reina. El pueblo de Naboo está en deuda con ustedes.- Moenia se acercó a Leia y tomó sus manos en agradecimiento.
-Sólo hacemos lo mejor que podemos.- respondió Leia con humildad, Moenia le sonrió y volteó a ver a Rey, aunque la observó más tiempo del que la Jedi consideró necesario. Leia lo notó y se acercó al oído de la senadora.- No eres la única que lo notó.- fue todo lo que le susurró y la rubia se alejó. Ambas sonrieron con complicidad antes de separarse.
-Todos se quedarán en el palacio, por favor, acompáñenme para mostrarles…-anunció Kaniblia emocionada, pero la voz de Leia la interrumpió.
-Majestad, en realidad quería pedirle que me permitiera quedarme en Varykino, en la casa de mi madre.- pidió la general, todos la miraron confundidos.
-Pero, senadora, es muy peligrosos.- dijo Kaniblia con preocupación.
-Rey puede quedarse conmigo.- aseguró Leia como si ya le hubiera preguntado a la joven, cosa que por supuesto no había hecho, pero la mirada que le lanzó Leia le hizo saber que no tendría más opción.
-Exacto, así es.- contestó improvisadamente.
-Pero, general, ¿Y nosotros?- preguntó preocupado Poe, la situación era delicada y no quería dejar sola a la general, temía que algo pudiera pasarle.
-Rey puede protegerme, Poe, pero a la que tienen que mantener viva es a la reina. Todos ustedes se quedarán en el palacio y velarán por su bienestar, ¿Entendido?- ante tal mirada, y ese tono de voz, Dameron no tuvo más opción que aceptar.
-Pero, ¿se quedan a cenar?- preguntó inocentemente Kaniblia, recordándole a Leia que aún era casi una niña- Quisiera que entre todos discutiéramos nuestros siguientes movimientos.- repuso sonrojada la joven. Leia sólo pudo sonreír ante tanta inocencia.
-Por supuesto, su majestad.- Tía y sobrina se sonrieron con una complicidad que sólo la sangre podía otorgar.
El grupo estaba a punto de dirigirse a la entrada del palacio cuando escucharon el viento soplar diferente y de una manera más salvaje, una nave se aproximaba y era una grande. Los guardias se apresuraron a rodear a la reina para protegerla y todos miraron al cielo buscando al intruso, todos los revolucionarios ya habían sacado sus armas e incluso Rey había encendido su lanza-láser. Había mucho polvo volando y el ruido desorientaba los sentidos de todos, pero entre la humareda y el pánico, Leia logró reconocer una figura similar, un carguero que ya conocía.
-¡Todos, prepárense a disparar!- ordenó Poe preparando su bláster.
-¡Alto! No son enemigos.- los detuvo la general extendiendo la mano. El humo se despejo cuando la nave aterrizó a pocos metros del Halcón. Tres figuras lograban verse a través de la nube de polvo, una masculina, una femenina y la de un androide.
Leia confió en lo que la Fuerza le decía y se acercó, Rey quiso detenerla, pero ella también había sentido algo muy fuerte, una sacudida similar a su primer encuentro con Ben o con Luke. El polvo se dispersó y ante los ojos de todos aparecieron un hombre alto, moreno, con el pelo verde y barba triangular solamente en la barbilla del mismo color que su pelo, una twi'lek de piel verde y apariencia mayor y un droide gris y naranja que hizo bipear a R2 de alegría en cuanto lo vio.
-¿Hera?- llamó Leia agudizando su vista mientras se acercaban.
-¡Leia!- la twi'lek la reconoció de inmediato y corrió a abrazarla.-¡Sabía que estarías aquí! Te ves hermosa.- saludó con ánimo Hera.
-Me he visto mejor y lo sabes.- sonrió Leia en respuesta.
-Leia, lamento mucho lo de Han.- la general sabía a lo que se refería, la mirada de tristeza de la eterna rival de Solo lo decía todo.
-Lo sé, pero no todo está perdido.- respondió con esperanza en su voz, Hera sólo sonrió.
-General.- llamó suavemente el hombre a lado de Hera.
-¡Jacen! Santa Fuerza, ¡Estás enorme!- dijo sorprendida Leia al estar frente a un hombre tan alto, aunque tal vez no tanto como su Ben.
-Bueno, han pasado unos cuantos años.-
Leia estaba feliz de ver a sus viejos amigos, incluso saludó a Chopper, quien después de saludarla con ánimo, corrió a compartir beeps alegres con R2 y 3PO. La general recordó que tenía detrás de ella a un montón de guerrilleros paranoicos que habían visto aterrizar una nave extraña y supo que tenía que presentarlos antes de que se volvieran completamente locos.
-Amigos, les presento a la tripulación del Fantasma: la capitana Hera Syndulla, su hijo Jacen Syndulla y el androide C1-10P, o Chopper, para los amigos. Hera peleó junto con Han, Luke y yo en la guerra contra el Imperio. Están frente a una heroína de la Alianza Rebelde.- los presentó Leia con orgullo.
La expresión de Poe cambió de inmediato, siempre había sentido una gran admiración por los héroes de la Rebelión y estaba ansioso por conocer las historias de sus hazañas. Hera y Jacen se acercaron junto con Leia a saludar a todos los presentes de manera apropiada.
-Majestad.- saludó Hera haciendo una leve reverencia.- Vimos la transmisión en el Senado, supimos de inmediato que debíamos venir a apoyarlos. Disculpe lo estrepitoso de nuestra llegada.-
-No tiene de qué disculparse, capitana Syndulla. Y agradezco su presencia, necesitaremos todos lo amigos que sean posibles.- aseguró Kaniblia con una sonrisa de agradecimiento, pero aunque se suponía que debía mirar a Hera, no podía quitarle de encima la mirada a Jacen, quien también la miraba fijamente.
-Puede estar segura de que haremos hasta lo imposible por protegerla, majestad. Aunque eso signifique nunca dejarla sola en ningún momento.- replicó Jacen con la sonrisa que sólo un contrabandista canalla podría tener. Kaniblia se sonrojó de inmediato y sólo atinó a asentir timidamente, aunque Hera le recordó con un codazo a su hijo que debía ser respetuoso.
De inmediato pasaron a saludar a los demás y Leia los presentó leve pero claramente. Le dieron la mano a Finn, el trooper que escogió el camino correcto a pesar de arriesgar su vida, a Rose, la valiente mecánica que comprendía el verdadero significado de su lucha, a Kaydel, la tenaz teniente que los había sacado de varios problemas en varias ocasiones, a Poe, el mejor piloto que tenía la Resistencia y por supuesto, Rey, la última Jedi.
-¿La última Jedi?- preguntó Hera confundida, Leia comprendió que no sabía lo que la había sucedido a Luke.
-Te lo explicaré después.- respondió la general poniendo una mano en el hombro de su amiga.
Hera le dirigió una tierna sonrisa a Rey antes de soltar su mano y darle paso a Jacen. Cuando ambos se dieron la mano en forma de saludo, algo se sacudió dentro de ellos. El mundo exterior desapareció quedando sólo ellos en una maraña de sentimientos e imágenes que fluían entre ellos, pero había una que era constante: Ben Solo. Ella lo veía más pequeño, jugando sobre los hombros de Jacen, él lo veía como un hombre adulto, con una larga cicatriz que no estaba ahí antes, Rey recibía la visión de ambos entrenando con sables de luz y Syndulla presenció el íntimo momento que ambos compartieron en la cueva de Ach-To. Rey no necesitaba ser una Maestra Jedi para comprender que este hombre era sensible a la Fuerza y tenía un gran poder. Quiso bloquear todo lo que tuviera que ver con el vínculo que compartía con el Líder Supremo, pero fue imposible, la Fuerza misma estaba enviándole Jacen toda la información sin que él forzara su paso por la mente de Rey o siquiera lo pidiera. Había sentido un temblor en la Fuerza cuando bajó de su nave, similar al que sentía cuando estaba cerca de Ezra Bridger, Ben o Luke, pero el poder de esa chica lo tenía abrumado.
Entonces, todo paró. Lo que parecieron horas de recuerdos intercambiados contra su propia voluntad se detuvo en un instante y entonces se dieron cuenta de que sólo habían sostenido sus manos por unos cuantos segundos. Jacen se zafó de Ray inmediatamente y caminó hacia el grupo.
-Tú y yo tenemos que hablar muy seriamente.- le murmuró Jacen con cierta ira.
El hombre era intimidante, alto, fuerte y sabía cómo lidiar con sujetos peligrosos por su vida de contrabandista. Sólo hasta que se alejó lo suficiente, Rey se percató que del costado derecho de su cinturón colgaba un sable de luz. ¿Sería este sujetó también un Jedi? ¿Qué relación tenía con Ben Solo? ¿Podría confiar en él? Jacen intimidaba a Rey como Kylo Ren nunca pudo y aún así, ella estaba ansiosa por preguntarle un sinfín de cosas, pues detectaba que Ben había formado una parte muy importante de su vida.
Moenia dirigió al grupo dentro del palacio de Naboo con Kaniblia y Leia a su lado. Rey se había quedado atrás, observando cómo Jacen hablaba con sus amigos como si nada hubiera pasado, como si la Fuerza no les hubiera mostrado esas imágenes, como si no la hubiera amenazado. Todos llegaron a un gran salón iluminado por la luz del día que se metía a través de la cúpula de cristal que servía de techo, pero había alguien esperándolos. Un hombre algo, viejo, con la barba y el pelo canos y los ojos azules esperaba junto con una bella y anciana mujer que parecía ser su esposa y tres hombres que, debido a su parecido con la pareja, detectaron que se trataba de sus hijos.
-¡Duque Kryze! ¿Cuándo llegó?- exclamó sorprendida Moenia al ver al gobernante de Mandalore y a su familia esperándolos en el salón principal del palacio.
-He estado en Naboo desde hace una semana por la boda de mi hijo mayor. Cuando me enteré de lo que la Senadora Organa había hecho, supe que debía entregarle mi lealtad y la de Mandalore a la líder de la Resistencia.- explicó Korkie Kryze mirando de una manera amigable a Leia, dio un paso frente a ella y dijo.- Usted nos está dando una verdadera solución sin derramar más sangre. Las relaciones entre el Senado y Mandalore nunca han sido las mejores, por eso no tengo ningún problema en ofrecerle todo mi apoyo.-
Korkie tomó con sus manos la de Leia y le dio una sonrisa serena. La familia del duque se veía igual de decidida que su patriarca y Kaniblia no cabía en su felicidad, sin embargo, Leia hacía su mejor esfuerzo por no temblar estando en presencia de ese hombre.
-Muchas gracias, Duque Kryze, en verdad se lo agradezco.- fue lo único que atinó a decir la general.
-¡Esto es perfecto! Duque Kryze, ¿nos haría el honor de acompañarnos a cenar? Discutiremos nuestros siguientes movimientos en ese momento.- lo invitó emocionada Kaniblia.
-Será un verdadero honor sentarme en su mesa, majestad.- Korkie le ofreció su brazo a la joven reina, ella lo tomó y todos siguieron caminando a la sala del trono.
-¡Majestad!- la llamó Leia, la soberana de Naboo y todos los demás voltearon.- En tal caso, ¿nos permite a Rey y a mí retirarnos a la casa de los lagos para prepararnos para la cena?- preguntó, pero algo en su tono de voz se sentía ansioso.
-Por supuesto, sólo no lleguen tarde. Uno de mis guardias las escolatarán.- respondió la joven reina con una sonrisa, le hizo una seña con la mano a uno de sus guardias para que se dirigiera hacia sus invitadas y continuaron su camino.
Rey y Leia caminaron detrás del guardia que las guiaba hacia una nave pequeña y rápida que podía convertirse en un bote, haciendo su llegada discreta y tranquila. Mientras caminaban, Leia se tambaleó y la Jedi la ayudó a mantenerse de pie.
-¡General! ¿Está bien?- le preguntó angustiada.
-Sí...es sólo que…-Leia no quería preocupar a la joven, pero tampoco podía guardarse aquello que le carcomía por dentro.- Ese hombre...Korkie Kryze...es idéntico a Obi-Wan Kenobi.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o
La oscuridad lo rodeaba, era todo en lo que se quería concentrar, en lo que se tenía que concentrar. Absorbía la energía que emanaba de la máscara de Vader, esperando encontrar respuesta. Siempre creyó que su amor por Padmé y Luke lo había hecho débil, antes creía que fue muy idiota sacrificarse por un hijo al que ni siquiera conocía, ¿Cómo había podido renunciar al poder, a la gloria y al orden por un completo desconocido? ¿Cómo había osado traicionar al lado oscuro?
Y entonces llegó ella.
Pero él no había cometido los mismos errores que su abuelo, ¿verdad? Sí, había matado a Snoke, pero no permitió que la Primera Orden se derrumbara y sus esfuerzos finalmente daban frutos, la Resistencia era una paria en la Galaxia, pronto el verdadero orden gobernaría en cada sistema...hablaría con su madre después de tanto tiempo y...la tendría a ella.
-Estás muy seguro de tu plan ¿Verdad, niño?- la molesta voz que llevaba meses tratando de callar resonaba fuertemente en su cabeza, interrumpiendo su concentración.
-Lárgate, Luke.- fue todo lo que dijo, pero si en una año no le había hecho caso, no comenzaría a hacerlo ahora.
La figura etérea y azul de Skywalker se paseó por la habitación de Kylo. Todo era negro, brillante y bastante minimalista. Luke le había enseñado a su sobrino el valor de la humildad y a nunca tener más de lo que necesitaba, pero eso era ridículo. Una cama, un baño, una mesa para comer, una lámpara y artículos de higiene temporal eran todo lo que decoraba el cuarto del Líder Supremo. Uno pensaría que siendo el gobernante más poderoso de la Galaxia el hombre podía tener unos cuantos lujos más, pero se había equivocado con Ben, como siempre solía hacerlo.
Ni siquiera tenía libros u holos, algo que le dolió en el alma al anciano Jedi pues sabía muy bien que su sobrino siempre disfrutó muchísimo de la lectura. Dio un vistazo más a la habitación, lo único que rompía con el minimalismo del lugar era la máscara quemada de su padre, algo que le pareció repulsivo tomando en cuenta que el cráneo de Anakin seguía dentro de esa cosa y un pequeño holo negro que no había notado antes colocado en la cama de Kylo.
-Interesante.- murmuró con astucia.
Luke miró de reojo a Ben, comprobando que estaba tan ensimismado en su inútil meditación que no se percataría de que podría moverse sin ser detectado, entonces comenzó a avanzar hacia el holo, lo levantó con la Fuerza y lo activó. La imagen de Rey, con su pelo suelto y ropas oscuras emanó del aparato y Ben se dio cuenta.
-¡Oye!- gritó furioso el Líder Supremo lanzándose hacia el holo para apagarlo. Luke se hizo para atrás cuando su sobrino cayó en su cama frente a él con el holo en brazos.- ¡¿No te dije que te largaras?!- bufó Kylo lleno de ira, pero Skywalker apenas y soportaba la risa.
-Vaya, muchacho, no pensé que fueras de esos. Pero bueno, tomando en cuenta tu edad y que tú nunca...ya sabes...realmente te tardaste.- se burló Luke viendo cómo Kylo guardaba bajo llave el holo que le había arrebatado.
-¡Oh, por favor! ¿Tú qué vas a saber de eso?- le preguntó con sorna Kylo, ladeando una sonrisa mientras le resistía la mirada.
-Bastante más que tú, al parecer.- respondió Luke, cruzando los brazos. Ambos se miraron por unos segundos más, Kylo esperaba que su tío le dijera cualquier otra cosa que le hiciera entender que no se refería a "eso" si no, a cualquier otra cosa, pero no lo hizo.
-Espera...tú...¿En serio?- preguntó confundido el Líder Supremo.
-Sí- contestó Luke desafiante.
-¿Con?-
-No sé, niño, no llevo la cuenta-
-¡Oh, diablos!- el pensamiento de su tío en esa situación y con mujeres de diferentes especies lo hizo sentir naúseas. Al ver la cara de horor de su sobrino, Luke por fin dejó salir su risotada.
-¡Vamos, Ben! Es algo natural, los Jedi no era una Orden célibe y tú no naciste a través de la concepción divina.- Luke estaba disfrutando demasiado hacer sonrojar aún más a su sobrino.
Ben hubiera querido atacarlo con algo acerca de los Jedi y su filosofía tan hipócrita, pero justo en ese momento no sentía que pudiera mirar al viejo a los ojos. Se alejó de Luke, quien no se veía que tuviera muchas intenciones de largarse y se quitó la camiseta negra, con o sin Skywalker fastidiándolo, iba a tomar esa ducha.
-Esa chica.- dijo el Jedi sonando tan serio que Ben se detuvo.- Te tiene completamente a su merced, ¿verdad?-
Ben quedó en silencio un momento, ni siquiera se volteó a mirar a Luke ante tal afirmación, pero finalmente ladeó un poco la cabeza para responder.
-No es cierto.- murmuró, como si estuviera seguro de ellos.
-¡Por favor, Ben! Si fuera así, te habrías deshecho de ella desde hace mucho tiempo, pero todo lo que haces es para que vuelva a mirarte, para que te acepte y regrese a tu lado.- Luke no quería sonar condescendiente y había cuidado mucho su tono de voz, sabía que Ben estaba sufriendo y quería evitarle más penas. El pelinegro no dijo nada, así que el viejo continuó.- La amas más que a nada en la Galaxia.- afirmó y entonces recibió una respuesta inmediata, aunque todavía sin que su sobrino se dignara a mirarlo.
-El amor es una tontería.- respondió como si tratara de reprimir su ira.
-No, es cierto.- le debatió Luke, dando un paso hacia Ben.
-¡El amor te hace débil!- por fin, Kylo se dio la vuelta de manera agresiva, obligando a su tío a detenerse en seco.-Fue el amor lo que condenó a tu padre, ¿recuerdas?-
-No, Ben, el amor lo salvó, lo que lo condenó fue el miedo.- trató de discernir Luke con serenidad.
-¿Y de dónde vino ese miedo, eh?- el tono de voz de Kylo era cruel y Skywalker supo que no podría convencerlo de nada más.-Yo no la amo.
-Y aún así tu mayor miedo es perderla, Ben.- las palabras del viejo Jedi tomaron por sorpresa al Líder Supremo, ni siquiera dijo nada cuando el fantasma comenzó a caminar hacia él- ¿Por qué?- le preguntó retándolo. Kylo hubiera querido partirlo a la mitad con su sable, pero como hace un año, sólo estaría perdiendo el tiempo.
-Ella es mía.- respondió firme.
-¿Qué te hace creer eso? Rey no te pertenece, no le pertenece a nadie, niño.- rebatió Luke algo molesto ante tal afirmación.
-Te equivocas. Ella me pertenece y yo también le pertenezco. Es...este vínculo...siempre, eternamente, habrá algo de ella en mí y habrá algo mío en ella. Durante años he vivido acosado por la oscuridad, por voces en la Fuerza que casi me vuelven loco, sólo se discipan cuando Rey está cerca y sé que las imágenes de su pasado sólo se esfuman cuando está conmigo. Es la voluntad de la Fuerza que estemos juntos, por eso nos escogió. Ella es el único ser en toda la Galaxia que puede darme paz.- confesó por fin Kylo Ren.
Luke lo miró por un rato en silencio. Había hablado con tanta desesperación, con tanto anhelo, que casi sentía pena por él. Y ahora estaba mirando hacia el suelo, como un niño castigado y orgulloso al que no quiere que lo vean llorar.
-Eso suena como amor para mí.- soltó sin importarle si Ben se enfurecía o no. Sí lo miró atónito y entonces Luke comprendió todo: Ben no sabía lo que era amar así porque era la primera vez que lo sentía. Eso le pareció muy tierno.
Ambos sintieron un movimiento en la Fuerza que conocían muy bien, pues anunciaba que era el momento de Luke de retirarse. Kylo sintió mucho alivio y se colgó su toalla negra en el hombro, sin intenciones de despedirse de su tío, pero había una cosa más que Luke debía decirle antes de partir, así que aprovechó que su sobrino todavía no se había dado la vuelta para hablar.
-Ben.- el alto hombre de detuvo fastidiado al escuchar el nombre que tanto odiaba.- Debes tener cuidado. No todos te son completamente leales aquí.- le advirtió con seriedad, a decir por la mirada de Kylo, había captado su atención.
-¿De qué hablas?-
-La llegada de los Caballeros de Ren es un peligro para ti y tus objetivos. Si quieres que las cosas salgan como en verdad quieres, deshazte de ellos.- dijo Luke usando el mismo tono.
Que sus caballeros y antiguos compañeros hubieran regresado tampoco le daba un buen presentimiento a Ben, pero estaba seguro que con mantenerlos al margen de todo lo que hiciera y tenerlos constantemente vigilados sería suficiente.
-Si quieres protegerla, tendrás que hacerlo.- fue todo lo que dijo antes de desaparecer.
Kylo miró atónito el sitio donde Luke había estado parado todo ese tiempo y sólo entonces notó que se había colocado sobre el casco de Darth Vader. Pero ahora no estaba sólo su reliquia más preciada, sobre el mismo, estaba el holo que había guardado y estaba activado.
El Líder Supremo se arrodilló frente al objeto y cuidadosamente lo tomó con una mano. Admiró la imagen un momento, la había descargado de un video que se había hecho popular en la holonet y mostraba a la Resistencia rescatando rehenes de los Hutt. A pesar de la situación tan peligrosa, Rey había conseguido de alguna manera verse especialmente bella aquél día y al poner pausa en el momento indicado había obtenido la imagen del holo. Era sólo medio cuerpo, pero podía admirar su cabello ondeando con el viento, su mirada decidida y sus labios sólo un poco abiertos. Aunque le gustara mucho esa apariencia, tenía que admitir que le gustaba más cómo se le veía el pelo largo. Kylo apagó el holo y lo dejó sobre la cama.
Si para proteger esa bella imagen tenía que mancharse las manos de sangre una vez más, lo haría con gusto.
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Leia y Rey llegaron a la que fuera la casa de Padmé Amidala sin más contratiempos. Era relativamente temprano y no tenían que estar de vuelta en el palacio hasta entrada la noche, así que tenían tiempo para descansar y escoger sus atuendos antes de la cena con la reina.
El clima era perfecto en opinión de Rey y estaba ansiosa por ver más de la casa, había notado que tenía muchas columnas, enredaderas y espacios abiertos, le había parecido simplemente magnífica y quería recorrer cada centímetro de ella.
-Tranquila, mi niña, ya habrá tiempo para eso. Justo ahora debemos escoger el vestido perfecto para ti, hoy es oficialmente tu primera reunión diplomática.- dijo con orgullo Leia, aunque Rey realmente no sabía cómo sentirse.
Caminaron hasta la habitación más grande de la casa. Sus dimensiones eran tales que frente a la enorme mesa había una mesa con cuatro sillas y la ventana daba un balcón; pero eso no era lo que les importaba, cruzaron otra puerta que las llevó al armario, uno tan grande que incluso contaba con probador, sillones acolchonados ,un enorme biombo con espejos y conectaba directamente al baño, todo estaba iluminado por un hermoso candelabro que colgaba del techo. Rey estaba muy impresionada, se preguntaba si todos los zapatos y vestidos que había ahí eran de Leia.
-Rey, ¿Qué te parece si tomas un baño en lo que yo escojo mi atuendo?- propuso Leia.
-¡De acuerdo!- contestó la joven con más entusiasmo del necesario, Leia sólo rió ante la pureza de la chica mientras desaparecía por la puerta del baño.
La general se levantó y empezó a rebuscar entre sus viejos vestidos alguno que le gustara, pero su mente estaba dispersa, ese hombre, Korkie Kryze la había sacado de balance con su tremendo parecido a Obi-Wan. Decidió que esa misma noche le preguntaría si de casualidad alguna vez había escuchado hablar de él o de Ben Kenobi y con suerte, podría unir los hilos y resolver el misterio. Leia espabiló y siguió corriendo vestido tras vestido. No le preocupaba lo que usaría Rey, eso lo había resuelto desde hace mucho, mucho tiempo.
Por su parte, Rey había conseguido meterse en la blanca tina del baño sin ahogarse o desbordarla. El baño era tan grande como esperaba, pero de alguna manera supo cómo funcionaba todo, tal vez porque era demasiado pronto. Masajeba su cabeza con el shampoo mientras dejaba que el agua relajara todo su cuerpo. Se levantó un momento para frotar apropiadamente su cuerpo con la esponja y el jabón y entonces vio de nuevo su cicatriz en el brazo. Esa cicatriz que simulaba dos manos a punto de tocarse...como la de ella y la de Ben.
Por primera vez en un año, Rey no alejó ese pensamiento, más bien lo retuvo en su mente un poco más, no concentrándose en lo que había visto a través de ese toque, sino en lo suave y cálida que era la mano de Ben. Recordó que durante un tiempo pensó que esa cicatriz era el ojo por ojo de lo que le había hecho a Kylo, pero la idea comenzó a parecerle estúpida al recordar que el que le había hecho esa marca era un guardia pretoriano, no Ben.
Rey hubiera querido quedarse una eternidad en ese sitio, le encantaba el agua. Pero sabía que tenía que salir a prepararse y seguramente la general también querría tomar un relajante baño. Vació la tina, se secó el pelo con una toalla y se puso una toalla blanca que encontró por ahí antes de salir.
-¿Qué tal el baño, querida?- preguntó Leia con amabilidad.
-Delicioso.- respondió muy feliz la joven.
Organa le entregó discretamente un conjunto de ropa interior a Rey y le señaló el probador con la cabeza, la chica captó de inmediato y fue a ponerse lo que su mentora le había dado, aunque volvió a salir con la bata puesta.
-¿Va a entrar usted?-
-Sí, pero primero quiero dejar algo listo contigo.- respondió contenta la general.
Ante la mirada confundida de Rey, Leia se levantó y abrió un compartimento escondido que la Jedi no había notado al llegar. Con sólo presionar un botón, cientos de vestidos guardados en compartimentos de metal y cristal se desplegaron ante los ojos de la asombrada joven. Una punzada atacó su corazón al ver los vestidos y de inmediato sintió la necesidad de acercarse a verlos más de cerca.
-Son...bellísimos…-murmuró Rey.
-Lo sé.- respondió Leia con orgullo. Al ver a la chica cerca de las galas, sintió la necesidad de hacer una aclaración.- Eran de mi madre.-
-¿Su madre?- preguntó la Jedi con cierta sorpresa. Vaya que Padmé Amidala vestía bien.
-Sí.- al notar la confusión de Rey, le pareció buena idea contarle esa historia.- ¿Quieres saber cómo los obtuve?-
-¡Claro!- contestó la joven emocionada. Leia se sentó en un sillón cercano y le indicó a Rey se sentara en el suelo frente a ella, eso le pareció extraño hasta que notó el cepillo en la mano de Leia. un ligero rubor impregnó sus mejillas al comprender las intenciones de la general.
Rey acató órdenes y se sentó frente a su líder. Leia tomó un mechón de pelo de la joven y comenzó a cepillarlo con delicadeza. Éste tenía en las cedras huecas y al presionar un botón salía aire cuya temperatura podía controlar, la sensación cálida en su cabeza relajó muchísimo a la Jedi. Leia comenzó con su relato mientras seguía cepillando el pelo de su protegida.
-Después de que mi madre muriera, su familia, los Naberrie, le entregaron su guardarropa a la corte de Naboo, aparentemente, era muy doloroso para ellos conservar esos recuerdos de ella. Todos en la Galaxia sabían que estaba embarazada, pero no les importaba quién fuera el padre mientras siguiera cumpliendo con su labor. La versión oficial fue que había sido asesinada junto con otros senadores por caballeros Jedi que se habían revelado contra el Senado. El día que Luke y yo nacimos, nos separaron para evitar que Darth Vader nos encontrara, mi hermano se fue con el hermanastro de Anakin en Tatooine y yo fui acogida por los reyes de Alderaan, quienes habían sido amigos de mi madre.
Aparentemente, Bail Organa, mi padre adoptivo, no soportó la culpa de saber mis orígenes mientras los Naberrie lloraban a dos infantes que seguían vivos, así que les confesó que Luke y yo estábamos bien, pero debían mantenernos ocultos por nuestra seguridad. Entonces mis abuelos tomaron una decisión antes de entregar la ropa de su hija, bajo juramento de que guardarían el secreto, le confesaron a la reina Apailana y a su corte que los hijos de Padmé Amidala seguían vivos, pero estaban escondidos para resguardarlos del Emperador y de Vader, pero les hicieron prometer que si un día, cuando fuera seguro, los gemelos de la Senadora se presentaban antes ellos y les presentaban pruebas de ser los hijos de Amidala, entonces deberían entregarles el guardarropa que les estaban dando. Todos aceptaron.
Durante muchos años, las ropas de mi madre fueron conservadas y resguardadas como un tesoro nacional del que sólo las reinas y su corte tenían conocimiento. Mientras tanto, Luke y yo habíamos descubierto que Vader era nuestro padre, pero desconocíamos quién era nuestra madre. Yo siempre supe que había sido adoptada por los Organa, nunca le vieron el caso en ocultarme la verdad y se los agradecí infinitamente, aunque nunca quisieron decirme quiénes eran mis padres reales.
Desde que era niña, en ocasiones me tenía visiones de una hermosa mujer de pelo ondulado y castaño, valiente semblante y labios rosados, aunque de alguna manera siempre se veía triste. Comprendí desde el principio que ella era mi madre y seguí viéndola toda mi vida, pero nunca supe su nombre o escuchér su voz...excepto, hace unos 20 años...me dijo algo en sueños y nunca más la volví a ver…- Leia se había quedado mirando a la nada frente a ella, incluso dejó de cepillar el cabello de Rey, quien notó el cambio en su mentora.
-¿General, está todo bien?- preguntó angustiada. Al ver la preocupación en los ojos oliva de la chica, Leia espabiló.
-¡Oh, sí, querida! Es sólo que estaba tratando de recordar lo que me dijo, pero simplemente no puedo.- aunque Leia sonreía mientras hablaba y continuaba con su tarea, Rey pudo detectar la decepción en su tono de voz.- ¿En qué estaba? ¡Ah, sí! Ni mi hermano ni yo sabíamos quién era nuestra madre. Sabíamos de la Senadora Amidala y, como ya sabes, siempre me pasaban cosas muy extrañas cuando iba a Naboo, las imágenes de ella me veían y sentía cosas muy raras.
Aún muerto, Anakin seguía hablando con Luke. Para él fue más sencillo perdonarlo e incluso amarlo, pero yo no podía, simplemente no podía. Se me aparecía luciendo como era antes de caer en el lado oscuro y yo no lo toleraba, jamás acepté sus disculpas y en más de una ocasión le grité para que me dejara en paz. Pero un día, mientras limpiaba a R2, Luke encontró una vieja grabación holográfica de Anakin con su esposa, ambos la reconocimos al instante. En la imagen, ella estaba embarazada y él le hablaba de un sueño que tuvo en el que ella moría.
Luke siguió buscando y encontró más grabaciones, en algunas ambos estaban felices, en otras peleaban y muchas más que mostraban lo enamorados que estaban. La última grabación, era la de nuestro nacimiento y su muerte. Mi madre nos vio una sola vez, nos nombró y después de jurarle a Obi-Wan que aún había luz en su esposo, falleció.- la tristeza era palpable en Leia, Rey la sentía fluir a través de la Fuerza, habría querido decirle unas palabras de ánimo, pero la tristeza de la general la invadió y supo que si habría la boca, comenzaría a llorar.- Ninguno de los dos podía creer lo que habíamos visto, por fin habíamos encontrado a nuestra madre, saber quién era me llenó de una alegría inmensa, para ese entonces ya estaba embarazada de Ben y estaba emocionada por decirle lo maravillosa que había sido su abuela.
Esa noche, Anakin se me presentó de nuevo, ya me había resignado a tener que verlo de vez en cuando, así que no lo corrí de inmediato. Siempre me hablaba cariñosamente, pero yo me sentía incómoda, después de todo, él me había torturado y había liquidado mi planeta, aunque últimamente ya no me molestaban tanto sus palabras. Me dijo que estaba feliz de que al fin supiéramos quién era nuestra madre, yo le reclamé que no nos dijera nada, pero me respondió que eso lo teníamos que descubrir nosotros.
Entonces, se puso triste, me dijo que estaba muy arrepentido por todo lo que había hecho y que esperaba que las grabaciones pudieran ayudarme a comprender que todo lo que hizo cuando era joven fue para salvar a la mujer que amaba; pero que por sus errores y su fe ciega en la persona equivocada, terminó pagando un precio mucho más alto. Y la verdad, Rey, lo habían hecho.
Por primera vez en un año de saberme hija de Vader, pude sentir empatía y compasión por él. Entonces me dijo que nos haría un último regalo a Luke y a mí, pues pronto ya no lo necesitaríamos más. Nos dijo que fuéramos a Naboo y les presentáramos las grabaciones a la reina y a su corte, entonces ellos nos darían algo de nuestra madre, pero no debíamos decir que él nos había dicho. Al día siguiente, Luke, Han, Chewie, los droides y yo nos dirigimos a Naboo.
Les mostramos los holos con las grabaciones de nuestros padres y demostramos que éramos su hijos. La reina de ese entonces, cuyo nombre no recuerdo, nos llevó a mi hermano y a mí, sólo a mi hermano y a mí a una cámara escondida dentro de la sala del trono. Lo que había dentro, eran las ropas de nuestra madre, tan limpias y suaves que parecían nuevas. nos explicó que por años, la corte de Naboo cuidó el guardarropa de la Senadora Amidala por encargo de su familia bajo la condición de que cuando sus hijos aparecieran, esa herencia debía pasar a sus manos. Recuerdo que lloré en ese momento, incluso agradecí a nuestro padre que nos hubiera guiado hasta allí.
La reina dijo que aquél suceso ameritaba una celebración. Harían una gran ceremonia, toda la gente de Naboo estaría ahí, con música y decoraciones, todo para la entrega de los vestidos ¿Puedes creerlo? A Luke y a mí nos pareció ridículo hasta que nos explicó el porqué: debido a que esas prendas eran un tesoro nacional, los cazarecompensas y ladrones podrían tratar de robarlos.
Resulta ser que, teniendo esto en mente, varios años antes, otra reina había mandado hacer copias exactas de cada prenda y serían las falsificaciones las que nos serían entregadas en la ceremonia mientras que las originales serían cargadas en el Halcón Milenario en cajas de provisiones. Luke y yo aceptamos, no queríamos perder el regalo de nuestros padres.
La ceremonia fue, cuando menos ridícula, todo el pueblo de Naboo estuvo ahí vitoreándonos y saludando, la reina nos presentó como hijos de Padmé Amidala ¡Incluso presentó a Ben y eso que no había nacido! Eso sí, la seguridad aumentó considerablemente en palacio ese día mientras nos entregaban los vestidos de nuestra madre. Ese mismo día, también conocimos a nuestras primas y nuestra tía, nuestros abuelos habían muerto años atrás, ¡Ya te imaginarás la sorpresa que me llevé al ver que una de mis colegas resultó ser mi prima!-
-¿La madre de Kaniblia?- preguntó Rey recordando la plática que tuvo con la joven reina.
-Esa misma. La ceremonia fue todo un éxito, ¡Incluso tuvimos la suerte de que no nos atacara nadie! Anakin se presentó ante nosotros en el Halcón mientras viajábamos de regreso a casa, y por fin, después de tantos años de odio y furia, pude perdonarlo, él nos abrazó antes de desaparecer, ni Luke ni yo sabíamos que los fantasmas de Fuerza podían hacer eso. Esa fue la primera y la última vez que lo llamé "padre".- Leia ya había terminado de secar el pelo de Rey y había comenzado a peinarlo en su distintiva coleta, aunque con un toque diferente.
-¿Por qué?- la joven se refería a Organa llamando "padre" a Anakin una única vez.
-Ben nació a los pocos días de que recibiéramos los vestidos y después de eso, nuestro padre jamás se presentó ante nosotros otra vez.-
Leia había terminado de peinar el de su pupila y lo acomodó delicadamente con sus dedos.- Estás lista, querida. Escoge el vestido que más te guste mientras me baño.- dijo Leia mientras se levantaba, Rey hizo lo mismo, aunque un poco exaltada.
-General, yo no puedo usar los vestidos de su madre.- dijo apenada.
-Claro que sí.-
-¡No! ¡Digo…!- de repente, la mirada de Rey se tornó triste.- Ella fue una verdadera heroína que siempre luchó por lo que creía, yo he llegado hasta donde estoy por pura suerte. Vengo de la nada, soy nada, no me lo merezco.-
-Eso no es cierto. Eres una joven valiente, fuerte y que actúa con el corazón, tal y com ella.- Leia se acercó a Rey y acarició gentilmente con su mano, reconfortándola con sus palabras.- Y te mereces usarlos más que nadie en toda la Galaxia.-
Eso pareció calmar a Rey, quien inmediatamente cambió su semblante y sonrió tímida. Leia se encaminó hacia el baño y cuando cerró la puerta, la Jedi se quedó sola con las prendas de Padmé Amidala.
Rey las observó con cuidado, sintiendo la tela con sus manos. Había algunos vestidos muy sencillos comparados con otros, algunos eran tan entallados que se veían muy incómodos y otros demasiado informales para una cena con la reina. La joven estaba muy entretenida viendo cada uno de los vestidos, pero había algo que la hacía sentirse ansiosa, como un zumbido en los oídos. Por algún motivo, sus manos comenzaron a pasar rápidamente las prendas sin casi verlas, ansiando llegar hasta el final del ropero. Había algo ahí que quería ver y ni siquiera sabía porqué. Pero a unos cuantos vestidos de calmar su tentación, lo encontró: La gala perfecta para su reunión con la reina.
Era de color verde olivo, aterciopelado, tenía una falda larga y acampanada, las mangas eran iguales, tenía una capucha amplia, un hermoso broche de plata decoraba el pecho y justo arriba del estómago se amarraba un hermoso cinturón morado. Lo sacó cuidadosamente de su empaque y lo colgó frente a ella. Era hermoso. Estaba a punto de sacarlo del gancho en el que lo había colocado para ponérselo cuando escuchó a Leia salir del baño. Le sorprendió muchísimo verla ya vestida y arreglada, ¿de verdad había estado tanto tiempo viendo los vestidos?
-Veo que encontraste el indicado, Rey.- dijo Leia contenta.
-Sí, éste me ha gustado mucho.- respondió Rey, con más emoción de la que hubiera esperado.
-Es precioso.- Leia se acercó a ver la prenda que su protegida había escogido. Lo reconoció de inmediato, era el que su madre había usado cuando estaba embarazada. Lo bueno es que el listón morado podía amarrarse a modo de faja para adaptarse a la figura de Rey. Pero antes de que la joven se pusiera ese vestido, había algo que Leia quería hacer.- Pero, querida ¿podrías cumplirle un capricho a esta vieja?-
-Por supuesto.- respondió la Jedi casi de inmediato.
La general se acercó al armario y comenzó a pasar los vestidos justo donde Rey había terminado. En pocos segundos, ya estaba sacando uno en específico. La tela era delicada, los colores fusionaban en una caída elegante, parecía componerse de dos partes: encima, una capa en la que abundaba el amarillo, sostenida por un collar y brazaletes de plata a la altura de los antebrazos y un broche en la base que formaba una punta, la parte inferior era principalmente morada y rosa, una falda que seguro no cubría los pies de quien la usara y la espalda estaba al descubierto. Rey no creyó que pudiera existir un vestido más hermoso que ese en toda la Galaxia.
-Quiero que te pongas éste, Rey, no para la reunión con la reina, simplemente porque éste ha sido mi favorito desde que lo vi, yo estoy vieja y encorvada, no podría lucirlo bien, pero tú eres joven y bella. Quiero que le des vida una vez más, por favor.- pidió Leia amablemente, pero algo en su tono de voz sonaba casi suplicante.
-De-de acuerdo.- las mejillas de Rey estaban rojas. Usar un vestido tan hermoso la emocionaba, pero sentía que debía reprimir esa emoción, después de todo no era su vestido.
Se quitó la bata y tomó la prenda, Leia estaba lista para ayudarla a ponérselo por si se atoraba, pero la joven se colocó el vestido con una maestría impresionante. La general sonrió, le dio a su aprendiz unos zapatos plateados a juego y le pidió que se viera en el espejo. Se veía hermosa, tanto como nunca hubiera creído que se pudiera ver. El vestido se amoldaba perfecto a su figura, como pensó, la falda no cubría del todo sus pies, sus antebrazos limpios quedaba expuestos y el collar no pesada tanto como esperaba. Le gustaba, le gustaba mucho y quería dejárselo puesto para siempre.
-Creo que te hice cambiar, de opinión, ¿verdad, querida?- dijo orgullosa Leia.
-Definitivamente.- contestó Rey no pudiendo dejar de ver su reflejo.- Es precioso.- Leia volvió a sonreír. Entrelazó su brazo con el de la joven y la guió a la salida.
-Aún falta un rato para que vengan por nosotras. Vamos a caminar un poco.-
Rey sonrió y permitió que su mentora guiara el camino. Recorrieron toda la residencia, la joven se maravillaba al entrar en cada habitación, había cosas muy hermosas ahí y aún así seguía sintiéndose como un hogar sencillo y cálido. Leia disfrutaba de contarle todas las historias que había logrado recopilar de su madre a lo largo de los años y lo mucho que ella amaba Naboo.
-Luke me contó que nuestro padre le confesó que su intención era criarnos en Naboo. Ella vendría aquí primero, nos daría a luz y Anakin la alcanzaría. Supongo que por eso siempre me gustó estar aquí.- contaba Leia con cierta nostalgia en la voz.
Después de haber recorrido todo el interior de la casa, llegaron a un balcón que tenía una hermosa vista hacia el lago. Hasta entonces, Rey no había despegado la vista de Leia, concentrada en todo lo que la general le contaba con tanta emoción, pero justo cuando llegaron a ese punto de la casa, sintió la necesidad de mirar al frente. Su cuerpo se estremeció, era la primera vez que estaba ahí y aún así reconocía ese lugar a la perfección, se vio caminando hasta llegar al barandal y apoyarse en él, viendo a una isla que se divisaba a lo lejos. Y no estaba sola, había alguien con ella, sólo que no podía recordar quien.
-Yo he estado aquí, Leia.- dijo Rey como si estuviera en un letargo. Leia no dijo nada.
La joven se soltó del suave agarre de la anciana y caminó hacia donde su visión la había guiado. Era tal y como lo recordaba, exactamente igual a sus sueños. En cuanto tocó la piedra lisa del barandal, una sensación completamente desconocía la inundó: la de alguien, más alto y fuerte que ella, presionando sus labios contra los suyos.
-¿Rey?- Leia había decidido darle su espacio a la chica, la llevó ahí por una razón y sus sospechas estaban confirmadas. No necesitaba más, pero tampoco podía decirle a la joven. Menos si estaba tan afectada como se veía. Con cuidado se acercó a la Jedi, y puso suavemente su mano en la espalda desnuda de Rey, haciendo que se estremeciera al instante.
-Recuerdo este lugar...lo veía en sueños cuando era niña. El océano, la isla, todo está igual que en mis sueños.- dijo Rey sin quitarle la vista al paisaje frente a ella, Leia pudo notar que la joven sonaba abrumada. Miró en la misma dirección que la chica y luego volvió su mirada a ella.
-Rey, ésto no es un océano, es un lago.- la corrigió amablemente.
-Para alguien que veía al agua como un lujo muy caro, cualquier cuerpo de agua grande es un océano.- Rey no sintió pena por su ignorancia, ni por las memorias tan dolorosas de cuando su vida estuvo en riesgo varias veces por la falta de agua, en realidad, estaba concentrada en otra cosa.- Ésto es lo que vio Ben.- dijo al fin.
-¿Cuándo?-
-Cuando me interrogó. Este lugar, eso fue lo que vio. Una isla y un océano, los vio tal y como yo los veía. El sueño de este sitio me daba fuerzas, me convencí a mí misma de que era mi hogar y de que algún día volvería aquí. Era uno de mis pensamientos más frecuentes, por eso fue de los primeros que detectó Ben al entrar en mi mente.-
Rey no podía despegar la vista del paisaje frente a ella. Leia sintió ganas de llorar, de abrazarla, pero ¿cómo le explicaría? ¿En verdad entendería lo que quería decirle? Pero prefirió callar y esperar al momento indicado. Metió una mano dentro de un bolsillo de su vestido morado y sacó algo de ahí.
-Rey.- la llamó suavemente.- Quiero que cuides ésto por mí.- la joven miró a la general y notó un objeto simular reposando en la palma de su mano. Era un collar, una larga cadena plateada y brillante engarzando una figura peculiar de lo que Rey dedujo era madera.- Mi padre hizo este collar para mi mare cuando la conoció. La amó desde el primer momento en que la vio. Según Luke, Anakin le contó que Padmé fue enterrada con él y un día, siendo ya Vader, fue a visitar el mausoleo de su esposa e hizo que lo abrieran. Esperaba encontrar a su amada en un avanzado estado de descomposición, ignoraba completamente que habían utilizado en ella las más avanzadas técnicas de embalsamamiento para conservarla siempre joven y bella. Ella tenía este collar entre sus manos, fue sorprendente para él verla tal y como la recordaba. Contó que se quitó el casco, aún con el riesgo de morir y le dio un último beso a su esposa. Después tomó el collar, lo guardó en un compartimiento de su armadura y nunca regresó. Cuando murió, Luke quiso darle el funeral de un Jedi, construyó una pira funeraria e incineró su cuerpo, pero antes de prenderle fuego, nuestro padre le pidió que sacara el collar de su armadura y me lo diera a mí. Luke obedeció y ha estado conmigo desde entonces, pero ahora quiero que lo tengas tú.- Leia tomó gentilmente la mano de Rey y puso el collar en su palma, la chica aún no podía entender porqué la general la llenaba de regalos de repente.
-Pero ¿por qué?- no había reaccionado a tiempo para cerrar la mano cuando Organa puso el collar ahí, sonrió y cambió de estrategia.
-Porque me recuerdas a ella.- fue todo lo que dijo, gentil y maternal como siempre solía dirigirse a su persona. Leia se alzó de puntillas y colocó la cadena en el cuello de Rey.
Realmente la joven Jedi tenía muchas preguntas sobre esta familia. Todos los Skywalkers que había conocido eran intensos y misteriosos, percibía que sentía con todo su corazón, pero era como si reprimieran esas emociones para no lastimar a otros y aún así, Rey siempre podía saber qué era lo que estaban sintiendo. Pero ya habría tiempo para preguntar, una vez Ben Solo volviera a casa.
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Rey estaba nerviosa, casi avergonzada. De sus amigos, ella era la única que estaba usando ropas más elegantes, pues aunque los demás se habían bañado y ya no usaban ropa llena de tierra y sudor, la chica no parecía parte de la Resistencia. Sin embargo, eso no pareció molestarles, Finn y Rose remarcaron en lo bonita que se veía y Poe seguro no encontraba el halago adecuado, pues ni siquiera había terminado la frase cuando se acercó a saludarla.
El mayordomo real los guió hasta la sala de banquetes. Era igual de impresionante que el resto del palacio, con pilares y ventanales que dejaban entrar la luz cálida de la tarde Naboo que. Kaniblia se sentó en una de las cabeceras de una larga mesa de mármol en donde varias fuentes de comida tentaban a una hambrienta Rey. El mueble era grande, sí, pero tenía los asientos exactos para cada uno de ellos, la monarca se sentó en una cabecera, el duque Kryze en la que quedaba justo frente a ella, la Resistencia se sentó a la derecha de la reina y a la izquierda la tripulación del Fantasma y la familia del mandaloriano.
Los más jóvenes de la Resistencia estaban nerviosos, todo era demasiado elegante y sofisticado para ellos, había comida que nunca habían probado antes y ni siquiera estaban seguros de cómo se comía, después de todo estaban acostumbrados a las porciones y nada más. Se sintieron completamente fuera de lugar cuando todos comenzaron a servirse y comer, hasta Jacen y su madre parecían que sabían qué hacer. Cada uno, sin decir una palabra, decidió simplemente imitar los movimientos de los demás. Rey estaba a punto de pedirle a Leia que le permitiera absorber sus conocimientos de etiqueta cuando se dio cuenta de que ya estaba partiendo en finos trozos su carne. Sus amigos la miraron con envidia y ella sólo atinó a sonreír tímidamente.
La tarde pasó tranquila, con cada uno de ellos contando sus anécdotas del pasado y un ambiente agradable. O casi lo era. Korkie no era un usuario de la Fuerza, pero aún así podía sentir la mirada analítica de Leia. No había recelo, ni desconfianza, simplemente mucha curiosidad. Kryze hubiera podido estar toda la tarde sin decir nada, realmente estaba acostumbrado a que lo observaran y trataran de leer cada uno de sus gestos, pero sintió que era prudente aclarar cualquier duda que la general de la Resistencia sintiera sobre él.
-General Organa, ¿hay algo que quiera decirme?.- inquirió el duque de Mandalore mirando directamente en su dirección, aunque no sonaba amenazante o incómodo.
Pero no dejaba de ser una provocación. Todos los que conocían a Leia se detuvieron en seco de lo que fuera que estuvieran haciendo, Finn acaba de tomar agua y no se atrevía a tragar. Nadie provocaba a la Leia Organa y salía bien librado, eso todos lo sabían. Pero esta vez había sido culpa de ella y la mujer lo reconocía, así que se aclaró la garganta y respondió en el mismo tono desafiante.
-Sí, en realidad sí, duque Kryze.-
Y en ese momento, cada persona en el salón temió que la Resistencia le acabara de declarar la guerra a Mandalore. Pero Korkie se lo tomó de la mejor manera posible. Simplemente sonrió y volvió a dirigirse a la general.
-Adelante, por favor.- la invitó con simpatía, aunque todos los presentes seguían tensos.
-Hace 34 años, si no mal recuerdo, solicité la ayuda de Obi-Wan Kenobi cuando la Rebelión estaba en su punto más crítico. Sólo lo vi unos momentos antes de que Darth Vader lo ejecutara, pero nunca olvidé su rostro. Y debo confesar, duque Kryze, que estoy muy sorprendida del enorme parecido que hay entre usted y Obi-Wan.- Leia nunca le quitó la mirada de encima, no sonaba desafiante ni había un tono de amenaza en su voz como si quisiera exponer su más sucio secreto, legítimamente, sonaba curiosa.
-Oh, ¿es eso? Bueno, general, realmente no hay nada de qué sorprenderse. Después de todo, Obi-Wan Kenobi era mi padre.- confesó sin pena.