DISCLAIMER: Todo lo reconocible en este fic le pertenece a J.K. Rowling. El resto es mío y de la chica que propuso esta idea.

Para Dita, porque te amo y porque muero por leer lo que estás preparando.


Seis.

«He perdido objetividad, tus encantos me hacen mal».

Prisionero – José María Torre.


El día estaba más soleado que de costumbre y la enorme sonrisa en mi rostro decía que lo había empezado con el pie derecho porque así había sido, sobre todo ahora que escuchaba a Hermione hablar de mi por primera vez sin que yo estuviera presente, y principalmente porque lo que había dicho se había quedado rondando en mi mente como nada lo había hecho en mucho tiempo. No sabía por qué, pero había algo en su expresión y en sus palabras que me había hecho sentir euforia, aunque fuera precisamente algo que debiera evitar.

—Buenos días —saludé entrando a la cocina, fingiéndome inocente de la conversación que acababa de oír y acercándome a Hermione para darle un beso en la cabeza y colocar mis manos sobre sus hombros.

Sabía que aquello la incomodaría, pero tenía que seguir actuando lo mejor que pudiera, incluso contra la voluntad de la persona más interesada en el asunto.

—¡Draco! Justo hablábamos de ti —comentó Tonks ocultando, sin éxito, su sonrisa detrás de la taza de café—. Hermione me contaba cómo se conocieron.

De inmediato me senté en la silla contigua a la de Hermione y de nuevo me mostré más que interesado en la conversación. —¿Y qué tanto te dijo? —pregunté.

—¿Te apetece un café? —agregó Hermione y supe que quería crear una distracción para que yo no tuviera que contestar a cualquier cosa de la que no poseía información previa.

—Sí, muchas gracias —respondí, volviendo a poner mi atención en la abogada—. Tonks, ¿qué era lo que me decías?

—Que Hermione me estuvo contando cosas sobre ustedes. Espero que no te moleste.

—Claro que no —respondí—. ¿Y qué fue exactamente lo que te contó?

—Me habló de lo del aeropuerto.

—¿Lo del aeropuerto? —pregunté y de inmediato lamenté haber mostrado curiosidad sobre el asunto. Se suponía que ambos conocíamos la historia y yo no tenía por qué sonar como si también quisiera enterarme.

Aunque así fuera en realidad.

—Sí, lo de la confusión de las maletas —contestó ella, con cuidado, y observando la reacción de ambos mientras lo mencionaba—. ¿No fue así como ocurrió? —preguntó con malicia.

—Draco, ¿acaso lo olvidaste? —preguntó Hermione mirándome con temor y diciéndome con sus ojos que, por lo que más quisiera en la vida, no tirara todo a la mierda con una respuesta errada.

—Sí, sí, ¡qué tonto soy! lo de las maletas, claro —respondí, pero de inmediato me di cuenta de que no había mostrado la seguridad que debía, lo que hizo que Tonks no pareciera demasiado convencida y fue cuando supe que tenía que hacer algo para que no dudara de la historia que Hermione le hubiera podido contar (la cual llamó mi atención al mencionar unas maletas).

Sin dudarlo acaricié su rostro suavemente, aprovechando que se había puesto de pie a mi lado y que casi temblaba, mientras le di la mirada más cursi que encontré en mi repertorio.

—Fue la mejor confusión que pude tener en mi vida. Gracias a ella encontré a la mujer de mis sueños.

Tonks sonrió. Parecía que la estaba comprando con mi actuación y todavía faltaba lo mejor.

—Solo mírala —dije volviendo mis ojos a la mujer que sonreía ante la evidente vergüenza de Hermione que se había puesto roja como tomate—, ¿acaso no es hermosa? —agregué, contemplando a mi esposa con detenimiento y dándome cuenta de que no mentía, pues en verdad era una mujer hermosa y cautivante.

—Lo es, ciertamente —respondió Tonks, viendo el intercambio mucho más satisfecha que antes—. Además, ella también piensa que eres un hombre muy guapo.

—¿En serio piensas eso, cariño? —pregunté con una sonrisa sugerente en los labios. Podía gozarme la situación en el camino—. No me lo has dicho nunca.

Hermione carraspeó. —Claro que lo he hecho antes, pero no suelo ser demasiado expresiva —dijo, aunque le hablaba a Tonks y no a mí—. No me acostumbro a ese tipo de cosas, por eso es que a veces me avergüenza lo galante que es mi esposo —explicó, aunque a mi manera de ver no tenía por qué hacerlo.

Era algo que encontraba fascinante y divertido al tiempo.

—Son una linda pareja —observó la mujer—, no sé si se los dije antes.

—Sí, creo que lo hiciste, ¿verdad, amor? —respondí, tomando el mentón de Hermione y plantándole un suave beso en los labios. La había tomado por sorpresa (como casi siempre) consiguiendo que un sonrojo ligero y encantador volviera a apoderarse de sus mejillas.

—Si —respondió un poco cohibida, pero (extrañamente) sonriendo, mientras Tonks disfrutaba del espectáculo.

—Pero bueno, ¿cómo terminó el asunto de las maletas? Las recuperaron al final, ¿verdad?

Miré a Hermione, comprendiendo que había contado la historia sobre aquella confusión que en realidad sí había tenido lugar, a pesar de que todavía no supiera que la persona con la que se había producido estaba más cerca de ella de lo que pensaba. Me había convencido del todo de que no tenía idea de que yo era quién era y mucho menos de que era el dueño de la maleta y del collar que debía estar en algún lugar de la hacienda (porque me había asegurado de que se me alertara si la joya era puesta en venta) y que buscaría cuando ella, sin saberlo, me diera la oportunidad.

—Sí, cada uno consiguió sus cosas nuevamente, y, pues como te dije, luego del primer café todo empezó a darse —respondió Hermione un poco más tranquila que antes.

—El café siempre es el cómplice de los más hermosos romances —comentó Tonks bebiendo el último sorbo del suyo—. Y bien, ¿tienen algún plan para hoy?


Cuando Draco se ofreció a llevar a Tonks a dar un paseo por los alrededores de la hacienda yo tuve que correr a mi habitación para poder respirar con tranquilidad. Al entrar me aseguré de ponerle seguro a la puerta por si alguno aparecía nuevamente y una vez estuve sola, me senté en la cama y traté de sobreponerme a lo que acababa de suceder. Estaba convencida de que Tonks no terminaba de tragarse todo el cuento (era más que evidente que no estábamos totalmente preparados para sus pruebas y que teníamos que acabar de confabularnos para triunfar), pero parecía fingirse satisfecha por momentos (sobre todo en aquellos donde Draco se mostraba como un tonto enamorado de mi) y eso, aunque no fuera demasiado aliciente, me ayudaba a mantenerme menos paranoica cada día.

Draco era un actor de primera (como ya lo había dicho innumerables veces) y yo estaba tratando de mejorar mi puesta en escena cada vez que teníamos que aparentar delante de Tonks, algo cada vez menos difícil, sobre todo porque sus muestras de afecto, que solían incomodarme al principio, ahora empezaban a hacer que una sensación se apoderara de mi estómago, aunque no sabía si debía describirla como algo desagradable o, por el contrario, como una cosa que, contra mi voluntad, empezaba a emocionarme.

«Eres una idiota, Hermione, no puedes mezclar las cosas, ¡No lo arruines!». Me reñí.

No podía sentirme así, no con una persona a la que apenas conocía. Estaba empezando a preocuparme porque cada vez que los dedos de Draco Malfoy rozaban mi rostro o sus labios tocaban los míos, aunque fuera de mentira, todo se volvía más intenso y peligroso y no podía dejarlo cruzar esa línea que había trazado desde hacía mucho tiempo y que absolutamente nadie había tenido permiso para cruzar. Debía centrarme en lo verdaderamente importante que era poder acceder a la herencia de Remus para terminar con el problema que, durante muchas noches, me había robado el sueño y por nada del mundo podía darme el lujo de que ahora también lo hiciera el nuevo inquilino de mi casa.

Y también estaba el otro problema en el que no había vuelto a pensar y que tenía que resolver en algún momento; debía devolver la maleta y el costoso collar en ella a su propio dueño. No tenía idea si ya estaría reportado como robado (que sería lo más seguro), pero tenía que deshacerme pronto de eso si no quería que mi nueva casa fuera una celda de prisión cuando descubrieran que había sido yo quien la había tomado, así hubiera sido por error.

Me levanté e introduje la llave en el único cajón de mi closet que permanecía cerrado porque era donde había guardado la maleta que continuaba tan bien organizada como cuando la había encontrado, y, en cuyo interior, el collar de esmeraldas comprado quizás para la esposa o la madre de su dueño, resplandecía con brillo propio.

Lo saqué de la caja y lo contemplé con detenimiento; algo tan bello y costoso que casi lloraba en mis manos como si yo no fuera digna de portarlo, quizás porque en verdad no tenía la clase suficiente para ello, o simplemente porque había sido diseñado y comprado para alguien más.

Y pensar que con lo que costaba la joya podía solucionar todos mis problemas… era irónico que unas personas tuvieran tanto para derrochar en tonterías que solo usarían durante un rato, mientras yo trataba de luchar por conservar lo que esperaba que perdurara por el resto de mi vida, aquello que usaría hasta envejecer y donde, si era posible, quería morir.

Puse nuevamente el collar dentro de la maleta y esta, a su vez, en el cajón donde estaba antes el cual volví a cerrar con llave por si algún curioso (Draco) husmeaba en mis pertenencias cuando yo estuviera ausente. Luego de eso me acosté de espaldas sobre la cama y me quedé contemplando el techo mientras en mi mente apareció de nuevo la imagen del beso que Draco acababa de darme en la cocina. Había evitado por todos los medios que notara que empezaba a afectarme, pero mi cuerpo no parecía cooperar y había respondido al roce con un sonrojo y una sonrisa que había salido de mí mucho antes de que yo pudiera detenerla.

Sabía que todo eso nos ayudaba con el asunto de convencer a Tonks, pero mi contrariedad y las sensaciones que experimentaba en mi interior no eran parte del plan y no tenían por qué hacer su aparición cuando me quedaba sola.

—Hermione —llamó la voz de Draco detrás de la puerta, haciendo que volviera a la realidad.

«Control, Hermione Granger, control».

—Ya voy —respondí, levantándome apurada. Me miré al espejo y vi a una persona asustada que necesitaba volver a ponerse encima la coraza. No podía mostrar lo que estaba sucediéndome en público y menos a él. No podía darle ese poder.

Abrí la puerta y sentí que el corazón me dio un vuelco cuando me topé con su mirada intensa tan cerca de mí. Supe que me veía extraña y que lo notaría de inmediato. Era más observador que cualquier persona que hubiera conocido antes.

—¿Está todo bien? —preguntó, dándome una mirada curiosa.

—Si —respondí sin darle importancia a sus dudas—. ¿Dónde está Tonks?

—Dijo que haría unas llamadas y que luego le pediría a Hagrid que la llevara a Edale a conseguir unas cosas que necesitaba —respondió sin dejar de mirarme como tratando de adivinar lo que me sucedía—. ¿En serio te encuentras bien?

—Ya te dije que sí, y no me gusta que me estés preguntando cosas que no responderé —dije, un poco a la defensiva—. Recuérdalo, esto es un negocio y no tienes derecho a entrometerte en mis asuntos.

—Ya entendí —dijo en tono conciliador—. Solo quería asegurarme.

—Pues ya lo hiciste y no hay nada más qué hablar al respecto.

—Bien —contestó, entrando a la habitación y dirigiéndose hasta sus cosas como buscando algo antes de salir nuevamente con las llaves de su pick-ups en las manos.

—¿Vas a algún sitio?

—Me encontraré con Blaise. Dijo que necesitaba hablar conmigo de algo.

—¿De qué? —indagué.

—Un negocio, ¿recuerdas? —dijo señalándonos a ambos—. Creo que, si yo no puedo preguntarte nada, lo justo es que tú tampoco tengas ese derecho —respondió dejándome con la palabra en la boca.

Idiota.


—¿Y qué tal la vida de casado? —preguntó Blaise mientras bebía un sorbo del vino con que acompañaba su comida—. Luces fatal si me lo preguntas.

Lo fulminé con la mirada. —Las cosas no han sido fáciles, si es lo que quieres saber.

—Pero, ¿tu esposa por lo menos te atiende como debe ser? —continuó con el mismo tono burlón de antes. Sabía que quería sacarme de casillas y no iba a permitírselo. Era mi amigo, pero también mi empleado y era yo quien pedía las explicaciones y daba las órdenes.

—¿A dónde carajos quieres llegar con todo esto? —pregunté con fastidio. El Blaise que reprobaba mi decisión de casarme con Hermione parecía haberse esfumado para darle paso a alguien que deseaba mofarse de mi situación actual. No sabía quién me gustaba menos de los dos.

—Solo me preocupo por ti, ¿no es eso lo que hacen los amigos? —dijo y pude percibir algo de sarcasmo en su voz.

—Pues no hace falta que lo hagas —contesté, bebiendo de mi propia copa—. No te pago para que te preocupes por mí y menos para que fiscalices mi vida sentimental.

—Pero me pagas para cuidarte la espalda y te recuerdo que te estás arriesgando estúpidamente al meterte a la boca del león, o de la leona, en este caso.

—¿Por leona te refieres a Hermione?

—¿A quién más? Por lo que sé es una fiera.

Lo miré, de repente interesado. —¿Y cómo es que tú la conoces? —pregunté, inquisitivo.

Blaise cortó un trozo de la carne en su plato, pero supe que lo hacía solo para no darme la cara. —Ginny me ha dicho que tiene un carácter fuerte —contestó.

—¿Ginny? —indagué—. ¿Acaso has seguido hablando con la mejor amiga de mi mujer?

Carraspeó. —Unas cuantas veces. Creí que sería bueno que entablara una amistad con ella para obtener información. —Lo miré con incredulidad—. ¡No me mires así! Sigo haciendo el maldito trabajo de investigación que me pediste. Solo eso. Algo me dice que te vas a meter en un gran lío y necesito estar listo para defenderte.

—¿Acaso crees que soy idiota? —escupí—. Se ve a leguas que Ginny Weasley te gustó y no quiero recordarte que las cosas saldrán mal si te involucras. No vas a cagarme la cara en mi propio juego.

Blaise me miró, ceñudo. —¿Me acusas a mí de involucrarme? —señaló con ironía—. También te conozco, Malfoy, y por más tiempo del que piensas. Sé que no te metiste en la vida de la jodida presunta ladrona del collar solo para recuperarlo, no me creas tan pendejo.

Reí, arrogante. —Y según tú, ¿por qué lo hice?

—Porque de alguna retorcida manera esa mujer, a la que apenas conoces, te gusta.

Las palabras de Blaise me quedaron sonando en la cabeza, pero no le daría el gusto de tener la razón. No cuando yo mismo no me había detenido a pensar demasiado en esa posibilidad.

Bufé. —Cómo se nota que no me conoces de nada.

—Cómo se nota que no te conoces de nada. Llevas más de dos meses en su casa y no has hecho el más mínimo esfuerzo por encontrar el collar, y en cambio, la ayudas con sus cosas y hablas de ella como si de verdad fuera de tu propiedad —me acusó sin chistar—. ¿Te escuchaste antes? La llamaste «mi mujer» sin siquiera dudarlo.

—Porque lo es, legalmente al menos —resté importancia a sus palabras y comencé a comer, pero no porque tuviera apetito sino porque no tenía ganas de responder a algo que en parte ni siquiera yo sabía cómo contestar.

—¿Y qué me dices de Astoria? Ahora mismo te ha dejado en paz, pero llegará el momento en que quiera saber de ti y no podrás seguir escondiéndote. Hace unos días me la encontré y por lo que me dijo pude notar que no creyó que estuvieras en un viaje de negocios.

—De Astoria me ocuparé cuando llegue el momento.

Abandonó los cubiertos a un lado de su plato. —Todavía piensas casarte con ella, ¿verdad?

Dejé de jugar con los guisantes en el mío y lo miré. —Eres un maldito hipócrita, ¿no te lo habían dicho antes? Primero decías que no entendías cómo era que podía pensar en casarme con una chupasangre como ella…

—Nunca utilicé esa palabra —refutó.

—Como sea, y ahora me sales con que estás preocupado de que decida cancelar mi boda. Si eso no se llama hipocresía, entonces no sé lo que es.

—Sí has pensado en cancelar tu boda con Astoria —aseguró—. ¡Lo sabía!

—¡Yo no he dicho eso!

—Pero lo insinuaste. ¿Qué demonios pasa contigo?

—¿A qué te refieres exactamente?

—A que las cosas pueden salírsete de las manos si continuas por este camino y no te inmutas al respecto. ¿Qué tal si terminas enamorado de Hermione Granger?

Exploté.

—Y si fuera así, ¿qué? —dije, enfadado—. Si me enamorara y decidiera quedarme con ella, ¿qué? Es mi problema y no necesito la aprobación de nadie, mucho menos la tuya. No te pago para eso, ¿recuerdas?

—Ya sé que no me pagas para eso, pero ¿te estás oyendo? Hablas de enamorarte de una mujer que puede estar conspirando en tu contra. ¡Apenas la conoces! Ni siquiera sabes si tomó tus cosas a propósito o no, mucho menos si este matrimonio falso tiene algún significado para ella —aseguró, tratando de que viera su punto—. Y si lo tuviera, ¿crees que te perdonaría si descubriera quién eres en realidad? ¿Si supiera por qué llegaste a su casa para empezar?

—Eso no pasará —respondí, pensando por primera vez más allá de los planes que tenía en un principio y considerando las posibilidades que, sin querer, Blaise estaba barajando para mí.

—¿Cómo crees que tomará las cosas?

—Ya te dije que eso no pasará.

—No estés tan seguro.

Lo miré, inquisitivo. —¿Es una amenaza?

—¿Qué? ¡Claro que no! Pero, aunque no lo creas, estoy preocupado por lo que pueda pasar. No sé en qué andas metido y por lo que demuestras cada vez que te dignas a hablar con tu amigo y abogado, las cosas pueden están peor de lo que pensaba.

Aunque no lo hubiera querido, tuve que aceptar que en el fondo Blaise tenía razón. Los recientes descubrimientos sobre las reacciones que mi comportamiento causaba en Hermione Granger no me podían volverme ciego ante la realidad. Esto era un negocio, yo obtendría lo que había ido a buscar, ella recuperaría su casa y su libertad, y yo continuaría con mi compromiso como si nada hubiera pasado.

—Despreocúpate —contesté al fin—. No he pensado en cancelar mi boda y tampoco en quedarme con Hermione Granger —aseguré—. Además, es un hecho que tiene mi maleta. Se lo contó a alguien cuándo creyó que no la escuchaba.

—Bueno, eso es un avance. Y supongo que vas a denunciarla cuando por fin tengas el collar en tus manos, ¿no?

—Preocúpate por hacer bien tu trabajo y porque tu pelirroja no descubra quien soy —respondí con dureza, nuevamente—. Lo demás es mi problema.

—No lo discuto —concedió—. Te has metido en él tú solito.


Draco se había ausentado antes de la hora del almuerzo y, a decir verdad, que llevara más de tres horas por fuera ya empezaba a preocuparme un poco. No porque pensara que le había pasado algo, sino porque algunas veces había actitudes en él que me parecían extrañas y no quería darle la oportunidad de darme alguna sorpresa desagradable. No obstante, yo misma le había dejado claro que no podíamos hacernos preguntas personales, así que tenía que aguantar la incertidumbre.

Sin embargo, eso no evitaba que me matara la curiosidad. ¿Qué podría estar haciendo que le llevaba tanto tiempo? No quería verme impaciente, mucho menos paranoica, pero cuando por fin vi venir su vieja camioneta a lo lejos, me tranquilicé un poco y decidí esperarlo en la entrada.

Cuando por fin llegó vi que bajaba de su vehículo con un bonito ramo de flores en las manos.

—No vayas a creer que son para ti —se apresuró a decir cuando me vio, poniendo en sus labios esa sonrisa galante a la que ya empezaba a acostumbrarme.

Aunque no debiera hacerlo por mi bien.

—Entonces, ¿son para Tonks? —pregunté, pretendiendo parecer desinteresada.

—No, son para adornar la casa. Aunque tú eres la casa y todo lo que la llena —respondió, tendiéndome el ramo que despedía un agradable aroma.

—Gracias, supongo —respondí, tomándolo, mientras sentí cómo el corazón se me alborotaba irremediablemente.

«Contrólate, maldita sea».

—Pensé que, si te regalaba flores, Tonks vería que tienes un esposo que te ama —dijo lo último con algo de diversión y sin tener idea de que su tono había conseguido fastidiarme, aun cuando no tenía por qué sentirme de esa manera.

—Pues gracias por pensar en todo —respondí con sarcasmo y justo antes de que Tonks apareciera vistiendo una cómoda bata y con su cabello azul recogido en un congo en lo alto de su cabeza, de donde los mechones más cortos se escapaban sin remedio.

—¡Wow, qué flores tan hermosas!

—Sí, fueron un regalo de mi adorado esposo —dije, escupiendo veneno. No tenía por qué enfadarme por lo que me había dicho, al fin y al cabo, era su trabajo, pero estaba cabreada, muy cabreada y era pésima disimulándolo.

Sin embargo, de alguna manera, Tonks lo pasó por alto igual que otras tantas cosas de las que no sabía si me pasaría factura más adelante.

—Es un hermoso detalle —comentó.

—Lo es —coincidí. Mis palabras cargadas de sarcasmo mientras él solo sonrió.

—Ella lo merece todo —respondió hablándole a Tonks, pero sosteniéndome la mirada. Me desafiaba, el muy maldito me desafiaba en mi casa y delante de quien menos debía hacerlo.

Pero Tonks pareció notarlo (esto sí) y tratando de calmar el ambiente, milagrosamente cambio de tema.

—Bueno y hablando de otras cosas, mañana es mi cumpleaños y si no es molestia, me gustaría que pudiéramos celebrarlo de alguna manera —confesó y yo dejé de lado lo que acababa de pasar con Draco casi al instante.

Tenía una oportunidad más de darle una buena impresión a la abogada y no la desaprovecharía.

—Oh, eso es genial —dije sinceramente—. Definitivamente tenemos que celebrarlo.

—¿Alguien dijo fiesta? —preguntó Ginny apareciendo oportunamente en escena, pues con el intercambio tensionante que acababa de tener lugar, no me había fijado que llegaba a la casa, a pesar de que todos continuábamos en la entrada de la misma—. Soy excelente organizando eventos, ¿o no, Hermione?

—Seguro —contesté evocando inmediatamente el día de mi boda, mientras decidía qué hacer con el ramo de flores que todavía sostenía en mis manos.


N/A: ¡Hola! No tengo mucho que decir sobre el capítulo salvo que vi la recomendación que me hizo una persona y de ahí saqué lo del ramo de flores, además de que, como siempre, agradezco la paciencia y sus comentarios (los recientes y los que siguen llegando), y, por supuesto, que espero que hayan disfrutado este capítulo.

Sin embargo, lo que sí quiero hacer es invitarlos a participar de las votaciones del concurso «Mi pareja especial» de los Amortentia Awards (en facebook) en el que estoy participando en la categoría Dramione con «Serendipia» (los invito a leerlo y comentarlo, está aquí mismo en mi perfil). No les pido que voten por mi (eso lo dejo a consideración de cada uno), pero si que lo hagan por el que más les llame la atención (hay buenas historias, se los aseguro).

Por último envío mis saludos especiales a Sophie Mene (bebé *.*), Annykzhenn, Cleoru Misumi, Pauli Jean Malfoy, AreRojasDH, Yaro Alex, Effy0Stonem (infinity love for you), LoveRosie17 (¡es tu idea!), Candice Saint-Just, Guest, hadramine, DaniValero, PelusitaBlack93, Sally ElizabethHR, Liz y a 00Monty00.

¡Gracias por tanto!

¿Reviews?

¡Un abrazo!

Gizz/Lyra.